BOLETÍN ESCOLAR " LA FUENTE GRANDE". EDICIÓN OTOÑO. CURSO 2016/17
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Boletín Escolar: “La Fuente Grande”<br />
ACOSO <strong>ESCO<strong>LA</strong>R</strong>: ESE PACTO DE SILENCIO<br />
Ante la realidad que vivimos diariamente en los<br />
centros educativos y el continuo bombardeo de los medios<br />
de comunicación , hoy me decido a reflexionar sobre el tema<br />
del “Bullying” o acoso escolar.<br />
Como otro más de los grades males de nuestro tiempo, el<br />
fenómeno de la violencia escolar , también forma parte del<br />
catálogo de horrores que atacan la armoniosa convivencia<br />
entre los humanos. No considero oportuno mencionar las<br />
noticias que nos llegan de distintos puntos de nuestra geografía<br />
en relación al desgraciado final que ponen a sus vidas<br />
algunos adolescentes maltratados por sus compañeros. Esas<br />
espeluznantes noticias nos duelen, nos espantan y cuestionan<br />
nuestra capacidad de predecir el comportamiento humano.<br />
Podemos decir que un estudiante sufre acoso escolar cuando<br />
esta expuesto a ataques sádicos continuos, de los que no<br />
sabe defenderse fácilmente, por parte de uno o más compañeros<br />
de clase. Los asaltos pueden ser físicos (golpes, empujones,<br />
robos, notas ofensivas..) verbales (amenazas, insultos,motes..)<br />
sociales (ridiculizar, aislar…) o cibernéticos (<br />
redes sociales,mensajería,…).<br />
Puedo, decir con la seguridad que me da la experiencia vivida<br />
en mi profesion, que cuando se dan estas circunstancias,<br />
no se trata de un juego o una broma. Hablamos de sufrimiento<br />
humano, en el que las heridas producidas , en su<br />
mayoría psicológicas, pueden tardar en sanarse muchos años<br />
e incluso perdurar durante toda la vida.<br />
En todas las situaciones de acoso escolar se reproduce el<br />
mismo escenario: un agresor, una víctima y un grupo de espectadores<br />
que presencian los hechos. Y todo rodeado de<br />
una ambiente de silencio que daña profundamente a estos<br />
personajes. Todos callan por miedo. El agresor calla por<br />
temor a ser descubierto en semejante fechoría que los descalifica<br />
como persona. La víctima vive presa del miedo que<br />
la paraliza por no encontrar en su mente sencilla de adolescente<br />
una explicación lógica a lo que le ocurre. Y los espectadores<br />
miran para otro lado, en parte por miedo al “matón”<br />
y en parte por ser presa de esa mentalidad egoísta que responde<br />
al mensaje de “ Mejor no meterse, por no salir perjudicado”.<br />
Todos se degradan.<br />
José Fernanández Solís. Orientador IES <strong>FUENTE</strong> GRANDE<br />
I.E .S FUE NTE GRAND E<br />
Y surgen las inevitables preguntas: ¿Qué es lo que el agresor<br />
quiere destruir en su víctima? ¿Qué beneficio saca de<br />
ese proceder?¿Por qué agreden a ese y no a otro? … y así<br />
hasta la saciedad. Actualmente se conocen muchas de las<br />
posibles respuestas, pero queda mucho por recorrer y bastante<br />
para aplicar en nuestro día a día en los centros.<br />
En todo esto no podemos obviar el indiscutible papel de<br />
las familias, ¿Son conscientes de la gravedad de todo esto?<br />
¿Consienten? ¿Justifican? ¿Callan? En este apartado el verdadero<br />
“punto caliente” se encuentra en los padres de los<br />
agresores. Sorprende constatar como frecuentemente se<br />
muestran reivindicativos hacia los derechos de sus hijos<br />
y llegan a lanzar ese mensaje de “ Si le pega… por algo<br />
será”. Minimizan el comportamiento inaceptable, amenazando<br />
a la institución escolar y a los que señalan la inaceptable<br />
actitud de su hijo. Todo esto con el mismo objetivo<br />
de siempre: que se impongan el silencio. Ante este hecho<br />
cabe plantearse lo siguiente: ¿Qué es lo que pasa con estos<br />
padres de niños acosadores?<br />
Hay silencio, se impone silencio, un terrible pacto que se<br />
inicia en el propio chico acosado y se continua en el resto<br />
de compañeros que ven , entre impotentes e impasibles, la<br />
situación creada. Contra toda opinión viene a cuento aplicar<br />
esa conocida sentencia que dice : “No son los pintores,<br />
sino los espectadores quienes hacen los cuadros”.<br />
A modo de conclusión diré que el Bullying marca a fuego<br />
la adolescencia llegando a dejar en la piel distintos tatuajes<br />
permanentes. Uno de ellos representa a una víctima pasiva<br />
llena de miedo y empequeñecida, otro dibuja a un “matón”<br />
que se crece el grupo y hace ensayos para una posible delincuencia<br />
y el tercer cuadro esta lleno de personajes, que<br />
observan e interiorizan en sus flamantes cabecitas el mensaje<br />
de que es mejor no hacer nada ante la injusticia, amparándose<br />
en la manoseada excusa de “Yo no soy chivato”.<br />
En los tres casos se están formando personalidades temerosas,<br />
en las que valores como el esfuerzo, la tolerancia o<br />
el afán de superación brillan por su ausencia.<br />
La solución a todo esto ya la he dejado entrever más arriba:<br />
romper ese cobarde silencio de todas las partes implicadas.<br />
Y a esa meta solo se llegará con el decidido empuje<br />
de todos aquellos que somos educadores: padres y profesores.<br />
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