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fil 2016<br />

Navegar<br />

el mar<br />

de los deseos<br />

Texto leído en la fil<br />

Guadalajara sobre<br />

El mar de los deseos.<br />

El Caribe afroandaluz,<br />

historia y contrapunto,<br />

de Antonio García de León,<br />

historia de las formas<br />

musicales originadas en<br />

el Caribe colonial. García<br />

de León es autor también de<br />

Tierra adentro, mar en fuera.<br />

El puerto de Veracruz y su<br />

litoral a Sotavento, 1519-1821<br />

( ), Premio Haring 2016.<br />

pablo espinosa<br />

Las aguas erotizadas, los mares de<br />

los deseos, la historia cantada.<br />

Cuando el doctor Antonio García<br />

de León me hizo el honor de<br />

invitarme a participar de esta<br />

mesa de privilegio, asombrado y<br />

emocionado le dije de inmediato:<br />

“Pero Toño, sé que sabes que no soy historiador, no<br />

soy académico”.<br />

“Pero eres jarocho”, me aniquiló.<br />

Y entonces me percaté de que mi responsabilidad<br />

como lector de ese libro, como los muchos que<br />

he leído sobre la historia de la música, consiste en<br />

situarme como lo que soy: un lector que escucha,<br />

un escucha que lee.<br />

Y ubiqué a la vez mi escritura sobre música, que<br />

no consiste en producir textos de musicología sino<br />

que son escritos resultado del asombro.<br />

Y al leer este libro fascinante, El mar de los deseos,<br />

que ahora nos reúne, escuché el mar, bailé<br />

danzas rituales, compartí los cantos de encantamiento<br />

y conversé con el autor, como seguramente<br />

lo harán los futuros lectores que se bañen en este<br />

mar de deseos, y pude entonces decirle a Toño, a<br />

quien nos habla en este libro y no de manera engolada,<br />

doctor Antonio García de León.<br />

Toño es querido, respetado, admirado por las<br />

legiones de jarochos que disfrutamos de su bonhomía<br />

y de su gran calidad como músico.<br />

Porque, qué mayor autoridad moral de un historiador<br />

que habla de un tema que no sólo conoce,<br />

sino lo practica. Como todo verdadero científico<br />

que se respete, el doctor García de León conoce su<br />

materia, la degusta, la cultiva de manera semejante<br />

a como Oliver Sacks probó los medicamentos<br />

que prescribía a sus pacientes y así pudo contar<br />

con verosimilitud y asombro propio las historias<br />

de sus libros fascinantes. Los libros de un científico<br />

que dialoga con sus lectores.<br />

La autoridad moral del doctor García de León<br />

la podemos poner en nuestra mente así: con una<br />

mano sostiene un vasito con ron mientras en la<br />

otra enarbola una jarana, él tiene puesto un sombrero<br />

inconfundiblemente jarocho: de color claro y<br />

hendiduras amplias como si el viento del Sotavento<br />

las hubiera esculpido y su paliacate rojo vibra<br />

como las velas frente a las cuales Pascal Quignard<br />

pone a temblar a los contemporáneos de Georges<br />

de La Tour.<br />

“Temblaba ante las velas, así comienza el siglo<br />

xvii”, escribe Pascal Quignard, y anuncia en<br />

la misma página: “En 1600, un niño de siete años,<br />

mientras permanece frente a un horno de panadero,<br />

ignora que va a consagrar su vida a eso: a poner<br />

al hombre frente a sí mismo con la ayuda de una<br />

llama”.<br />

El doctor García de León ha consagrado su vida<br />

a poner al hombre frente a sí mismo con la ayuda<br />

de una llama. La llama del conocimiento, de la investigación<br />

científica rigurosa pero también, como<br />

buen jarocho que es, rompe la solemnidad del lenguaje<br />

académico y nos pone a vibrar con su prosa.<br />

Y es que la materia que lo ocupa tiene esa naturaleza<br />

antisolemne, sencilla, sin tapujos, con la<br />

gracia y el encanto de la cultura de Sotavento.<br />

Recordé en ese punto el contenido de un disco<br />

que compré cuando estudiante. Era un elepé de la<br />

colección de grabaciones de campo del Instituto<br />

Nacional de Antropología e Historia, institución<br />

en la que por cierto nuestro autor es investigador<br />

emérito.<br />

Puse el disco a sonar, y cuando escuché lo que<br />

reproduciré enseguida, tuve que regresar la aguja<br />

varios surcos atrás, tanto por el disfrute como por<br />

el asombro.<br />

Estos versos decían así:<br />

Para ver que sentía<br />

Para ver que sentía yo enamoré a una preñá<br />

Yo enamoré a una preñá para ver que sentía<br />

Y allá por la madrugada la preñada me decía:<br />

Bájate hijoelachingá, que estás matando a la cría.<br />

Con ese desparpajo disfruté la lectura de este libro<br />

que se convertirá en un nuevo disco, como lo es ya<br />

la obra anterior de Antonio García de León: Tierra<br />

adentro, mar en afuera. El puerto de Veracruz y<br />

su litoral a Sotavento, 1519-1821, distinguido por<br />

la Asociación Americana de Historia, entre más de<br />

1 300 trabajos sobre el tema, con el Premio Claren-<br />

ce H. Haring, considerado el Nobel de los historiadores.<br />

Toño también es nuestro glorioso Premio<br />

Nacional de Ciencias y Artes en Historia 2015.<br />

El rigor metodológico de El mar de los deseos<br />

lo disfruta el lector tanto como los muchos misterios<br />

descubiertos. Tecnicismos como “índice de<br />

retención”, “comercio inmaterial”, “variables dialectales”,<br />

“isoglosas” e “isomusas”, la “lingüística<br />

histórica” y los “papiamientos musicales” se ventilan<br />

en acompasado diapasón en la forma sonata<br />

que adquiere este libro: tres movimientos y ocho<br />

apartados.<br />

Su lectura nos mantiene en el vaivén propio de<br />

la marea, en los pleamares y bajamares. Vemos cobrar<br />

vida a El nacimiento de Venus de Botticelli,<br />

pero en lugar de esa rubia voluptuosa emergiendo<br />

desnuda de las aguas dentro de una concha marina,<br />

vemos a una mulata que mueve sus amplísimas<br />

caderas mientras el mundo entero se estremece.<br />

Tiembla frente a las velas.<br />

Somos testigos, al leer este libro, de la primera<br />

globalización económica y cultural que se dio en<br />

los siglos xvi y xvii en el Caribe, como en el Mediterráneo,<br />

mientras nos sentimos mecidos por el<br />

viento en una hamaca y nuestra epidermis sudorosa<br />

es atacada por mosquitos y danzan por ahí<br />

Vivaldi, Scarlatti y Händel escapados de la novela<br />

Concierto barroco de Alejo Carpentier.<br />

Tenemos frente a nosotros la historia del andar<br />

del mar. De sus sonares, de sus andares, con el espectro<br />

musical y poético del primer Caribe colonial,<br />

conocido en todas sus regiones como fandango.<br />

He aquí un libro gozoso, un mar de descubrimientos,<br />

una invitación a mojarnos en las aguas<br />

erotizadas de nuestra historia, de lo que somos.<br />

En nombre de todos los lectores no académicos<br />

que amamos el conocimiento, agradezco al doctor<br />

García de León, a nuestro querido Toño, por este<br />

fandango maravilloso que es su libro.<br />

Porque a usted, admirado científico y fandanguero,<br />

como decimos en son de admiración superlativa<br />

en Veracruz, le rezumba el mango, caballero. •<br />

14 la gaceta © andrea garcía flores<br />

enero de 2017

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