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segundo concurso iberoamericano de ensayo para jóvenes 2016<br />
¿La revolución<br />
era una fiesta?<br />
Mención honorífica en el Segundo<br />
Concurso de Ensayo Hispanoamericano<br />
para Jóvenes (2016), el presente e texto<br />
discurre sobre la relación de la violencia<br />
homicida y la fiesta en la obra de<br />
Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán<br />
desde un enfoque antropológico<br />
y filosófico.<br />
carlos andrés torres cabrera<br />
Martín Luis Guzmán<br />
tituló La<br />
fiesta de las<br />
balas a su más<br />
famoso cuento<br />
sobre la revolución<br />
mexicana.<br />
Revolucionario también, pero con el<br />
arma de la novela, Mariano Azuela<br />
escribió Los de abajo, un retrato de<br />
campesinos inmersos en el paisaje<br />
festivo y mortal de principios del siglo<br />
XX mexicano.<br />
Todas estas alusiones a lo festivo<br />
nos hacen preguntar si en verdad la<br />
Revolución mexicana pudo ser una<br />
fiesta, a pesar de las celebraciones<br />
bajo el fulgor de las balas, el brindis<br />
con copas manchadas de sangre y<br />
el baile de corridos con la muerte.<br />
Pareciera que los escritores antes<br />
mencionados se quedaron con un<br />
sabor amargo, sardónico e insatisfecho<br />
de lo que creyeron fue una<br />
fiesta.<br />
Martín Luis Guzmán plasma en su<br />
cuento la figura hercúlea y solitaria<br />
de Rodolfo Fierro, mano derecha de<br />
Pancho Villa. A pesar de sus notables<br />
atributos humanos (a Guzmán<br />
le parece que) Fierro enfermó de<br />
antagonismo porque puso en escena<br />
las asesinas dramaturgias del general<br />
Villa.<br />
A un suceso que tendría que ser<br />
rutinario, Fierro le inyecta una dosis<br />
de sádica diversión. Fusilar quinientos<br />
prisioneros de guerra es una<br />
rutina de la revolución que cualquier<br />
hombre de bien trataría de terminar<br />
lo más pronto posible como un trámite<br />
doloroso pero necesario. Cuando<br />
cualquiera optaría por un rápido<br />
fusilamiento en el paredón, Fierro<br />
—sin dejo de compasión— se brinca<br />
la costumbre y propone un juego: los<br />
prisioneros harán carreras con la<br />
bala; si logran brincar y sobrevivir<br />
al paredón de fusilamiento, se ganan<br />
su libertad.<br />
No hay salvación, todo es la ilusión<br />
de un juego falso. La perfecta<br />
puntería de Fierro acaba con todos<br />
los prisioneros. Los espasmos de<br />
los hombres al morir semejan, para<br />
el autor, a cuerpos bailando en una<br />
fiesta. De la misma forma, en Los<br />
de abajo, el güero Margarito hace<br />
bailar enanos disparando balas a<br />
sus pies. En ambos relatos las balas<br />
ironizan sobre el cuerpo ajeno y lo<br />
hacen bailar la danza de la muerte.<br />
Martín Luis Guzmán enfatiza el<br />
trato hostil que Rodolfo Fierro da a<br />
sus prisioneros, haciéndonos creer<br />
que les da una oportunidad para<br />
salvarse al brincar el paredón. En<br />
realidad no hay tal oportunidad,<br />
todo está maquinado de tal forma<br />
que nadie escape, Fierro muestre<br />
su habilidad con la pistola y todos<br />
mueran por igual. El fugitivo sobreviviente<br />
resulta una afortunada<br />
equivocación.<br />
Mientras Rodolfo Fierro se divierte<br />
jugando al asesino, se duerme<br />
fetalmente en un cómodo “pesebre”<br />
y se preocupa tiernamente por quitarse<br />
la hinchazón de su dedo índice<br />
por tirar del gatillo; la masa de<br />
prisioneros muere con la esperanza<br />
de sobrevivir. Juego con la muerte<br />
y con las ilusiones, La fiesta de las<br />
balas parece un brutal antecesor del<br />
videojuego.<br />
Llamar fiesta a este cuento se<br />
vuelve una calurosa ironía. Decir lo<br />
contrario, tomar en serio la palabra<br />
fiesta, sería un absurdo. Así como<br />
sería absurdo decirle a un niño que<br />
está en una fiesta cuando juega<br />
a asesinar marcianos frente a su<br />
televisor. Festejo el de las balas que<br />
cumplen con su cometido. Festejo<br />
onanista, ególatra, el de Fierro. Festejo<br />
brutalmente liquidado el de los<br />
prisioneros creyendo en su salvación;<br />
pero nunca fiesta.<br />
En la película boliviana Yvy<br />
Maraey (2013), Elio Ortiz y Juan<br />
Carlos Valdivia asisten a la fiesta de<br />
un pueblo. El pueblo está dividido<br />
en dos: el barrio guaraní, indígena,<br />
y el barrio karai, de personas de<br />
piel blanca. Ambos barrios celebran<br />
fiestas al mismo tiempo en<br />
un ambiente tenso, al borde de la<br />
confrontación. Inevitablemente,<br />
después de horas de tomar bebidas<br />
alcohólicas, los barrios pelean por<br />
una nimiedad. Elio Ortiz, antropólogo,<br />
lamenta la pelea y afirma:<br />
“Esto ya no es una fiesta”. Y Juan<br />
Carlos Valdivia, cineasta, reflexiona<br />
si en algún momento no deberíamos<br />
dejar de ser occidentales o indígenas<br />
para ser más humanos y estar más<br />
unidos.<br />
Octavio Paz (1999) no piensa lo<br />
mismo cuando, en El laberinto de la<br />
soledad, afirma que por la explosión<br />
desbordada de las íntimas pasiones<br />
humanas en una fiesta uno puede<br />
llegar a asesinar, emocionado por el<br />
encuentro con sus semejantes humanos.<br />
Richard Schechner y Victor<br />
Turner cuando estudian el ritual<br />
—operación similar a la fiesta— hablan<br />
de la “experiencia de la camaradería<br />
ritual comunitas”:<br />
La comunitas […] representa el deseo<br />
de una relación total, no mediatizada<br />
de persona a persona, una relación<br />
que no obstante no sumerja al uno<br />
en el otro, sino que salvaguarde sus<br />
caracteres únicos en el acto mismo<br />
de realizar su comunidad […] Casi en<br />
cualquier parte la gente puede ser<br />
subvertida respecto a sus deberes y<br />
derechos y llevada a una atmósfera<br />
de comunitas […] ese momento en<br />
que personas compatibles —amigos,<br />
congéneres— alcanzan un destello<br />
de mutuo entendimiento lúcido en el<br />
plano existencial, en que sienten que<br />
todos los problemas, ya sean emocionales<br />
o cognitivos, y no sólo sus propios<br />
problemas, podrían resolverse si<br />
tan sólo el grupo al que se percibe […]<br />
como nosotros pudiera sostener su<br />
iluminación intersubjetiva. [Turner<br />
citado en Schechner, 2012].<br />
Este alto grado de comunidad, de<br />
relación y empatía, imposibilita el<br />
homicidio. El acto de matar requiere<br />
distancia emocional entre personas.<br />
Una fiesta es un espacio para hacer<br />
comunidad. Quien está dentro de<br />
una fiesta se vuelve parte de una<br />
comunidad. Un acto violento suspende<br />
el ambiente festivo y propicia<br />
la guerra.<br />
La fiesta es una forma de ritual.<br />
Es necesario recordar que lo que<br />
nosotros llamamos fiesta tiene su<br />
antecedente en las formas rituales<br />
de la Antigüedad clásica y cristiana.<br />
La fiesta es un momento de derroche,<br />
se consumen los excesos de la<br />
producción alimenticia. Fiesta es<br />
signo de abundancia en todos los<br />
sentidos. Exceso de alimentos terrenales<br />
para el estómago, emocionales<br />
para el espíritu, sexuales para el<br />
cuerpo. La fiesta es fuego artificial,<br />
no arma de fuego. Aceptación de la<br />
muerte, no consumación. Goce de la<br />
vida, no sacrificio. Después del goce<br />
viene la redención de los pecados.<br />
Entonces sí, la muerte se presenta<br />
en forma simbólica cuando termina<br />
la fiesta. No puede haber sacrificios<br />
ahí donde todavía no hace falta nada<br />
por lo cual sacrificarse.<br />
Cuando Ernest Hemingway escribió<br />
Fiesta en la década de 1920,<br />
retrató a la “generación perdida” de<br />
estadounidenses que iban a París a<br />
buscar una justificación, una motivación<br />
existencial en la vivacidad de<br />
las fiestas nocturnas. Los estadounidenses<br />
buscaban tomar cucharadas<br />
condensadas de vida después del<br />
vacío que les dejó la primera Guerra<br />
Mundial. Los jóvenes contraponían<br />
la vivaz locura de la fiesta parisina<br />
a la mortal experiencia de la guerra.<br />
(Juan Villoro, 2006)<br />
18 la gaceta © andrea garcía flores<br />
enero de 2017