Excodra XVII-XVIII: El capital de La infancia
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III<br />
Mi vida en Marte<br />
Mi familia viene <strong>de</strong> Marte. Ahora estamos atrapados aquí porque la nave<br />
espacial en la que veníamos se <strong>de</strong>scompuso. Mi papá dice que no po<strong>de</strong>mos<br />
respirar el aire <strong>de</strong> afuera, porque somos chiquitos. Los gran<strong>de</strong>s sí, porque a los<br />
gran<strong>de</strong>s le crece una cosa en la nariz con la que pue<strong>de</strong>n respirar en cualquier<br />
parte.<br />
¿También don<strong>de</strong> hay gases lacrimógenos o Napalm?<br />
Nosotros, los niños, todavía no la tenemos. Eso le sale a uno cuando tiene<br />
como dieciséis.<br />
O cuando hay hijos y tienes que salir sí o sí.<br />
Pero nosotras todavía estamos chiquitas. Por eso nos quedamos todo el día<br />
jugando en la nave espacial que nos trajo a la Tierra. No sabemos en qué<br />
planeta estamos, pero <strong>de</strong>be ser un planeta muy malo, porque, así como lejos,<br />
se oyen ruidos bien raros.<br />
¿Son balazos? No lo sabemos con exactitud, sólo sabemos que así se oía la al<strong>de</strong>a,<br />
el día que tuvimos que escaparnos a la montaña.<br />
Mi papá dice que nuestra nave espacial es segura y que aquí no pue<strong>de</strong> entrar<br />
ninguno. Eso es bueno porque si no, sentiríamos mucho miedo cada vez que<br />
ellos nos <strong>de</strong>jan aquí solitas. Él nos prometió que vamos a volver a Marte, que<br />
vamos a po<strong>de</strong>r salir, y que vamos a po<strong>de</strong>r jugar afuera, cuando regresemos a<br />
casa.