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Léase: Éxodo 2:5-10; Hechos 7:20-22; Hebreos 11:23-28.<br />
Había muy pocos judíos en Egipto que vivieran en el distrito del palacio real. El rey<br />
los destinaba en su mayoría a la región de Goshen o Pithom y Ramesés. Ello explica<br />
que no ocurriera probablemente en ninguna otra ocasión que alguna familia hebrea<br />
desesperada recurriera a depositar a un niño en el río, para ver de salvarlo. En todo caso,<br />
para la hija de Faraón tiene que haber sido un espectáculo sorprendente encontrar a un<br />
niño escondido entre juncos cuando iba a bañarse al río.<br />
Lo que nos interesa destacar es que tenía que haber un corazón humano de veras<br />
latiendo dentro del pecho de esta princesa pagana. Habría en el fondo del mismo, a<br />
pesar de la pompa y formalidad de su vida en el ambiente regio, el verdadero impulso<br />
que mueve a las madres a abrazar en su pecho a la criatura.<br />
La imaginación de la princesa sería cautivada por el pequeño, sonrosado y caliente,<br />
vivo, probablemente llorando entre los juncos. La princesa sabía que su padre había<br />
ordenado que todos los niños varones de los hebreos tenían que perecer ahogados. Y por<br />
ello es muy probable que hasta cierto punto se diera cuenta de que en este extraño<br />
suceso había una añagaza, y que el niño que tenía intención de quedarse pertenecía a los<br />
que debían perecer por orden de su propio padre. Pero la princesa no tiene en cuenta la<br />
amenaza de tener que hacer frente al ceño de su padre que le podía exigir cuentas por su<br />
acto. Da rienda a su impulso amoroso, maternal, y acepta la oferta de María, haciendo<br />
oído sordo a la sospecha añadida cuando la niña le dice que iría a buscar “una nodriza<br />
entre las hebreas para criar al niño”.<br />
La princesa está conforme, y la orden que la da es el sello le protección para el niño.<br />
La “nodriza” tiene órdenes de devolver al niño una vez criado. Y así sucedió. “Cuando<br />
el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre<br />
Moisés”.<br />
Esta serie de acciones de una princesa pagana puede ser causa de sonrojo a más de<br />
una madre cristiana hoy en día. Cuando el niño acaba de nacer parece que les sale el<br />
amor por todos los poros, están locas de alegría, como suele decirse, pero tan pronto<br />
como empiezan las responsabilidades y el cuidar a la criatura limita su libertad de<br />
movimientos, empieza el descuido y negligencia en la crianza. Esta conducta es indigna<br />
de personas. Todo el afecto e ilusión inicial es espuma y desaparece al llegar la realidad<br />
adusta y agria.<br />
En comparación, la conducta de esta princesa egipcia demuestra su grandeza. Era<br />
una mujer pagana, pero su conducta hacia Moisés ilustra que estaba por encima de lo<br />
que esperamos de los paganos. Para ella el niño Moisés no era un objeto de ilusión y de<br />
juego. Se cuidó de hacer planes para su bienestar sin contar los riesgos personales que<br />
implicaban su decisión.<br />
Preguntas sugeridas para estudio y discusión:<br />
1. ¿Qué podemos aprender de esta meditación respecto al cuidado y crianza de<br />
nuestros hijos?<br />
2. ¿Por qué era necesario que Moisés tuviera esta educación particular para cumplir<br />
los planes de Dios?<br />
3. ¿Podría haber permanecido leal a su Dios una persona con un carácter distinto del<br />
de Moisés?<br />
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