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entender el consejo de Dios para la redención de los pecadores. Deforman la historia de<br />
Rahab porque quieren establecer un esquema de salvación a base de la bondad humana.<br />
Pero las conjeturas no alteran los hechos. Rahab era una ramera. No hay manera de<br />
cambiar el significado de “zoonah”, ni el del griego “porne”. Aunque nos repugne<br />
admitirlo, hemos de recordar que no sólo Rahab, sino Tamar y Betsabé eran mujeres<br />
pecadoras, aunque constan en la genealogía de nuestro Salvador.<br />
“Todos pecaron y han sido destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados<br />
gratuitamente por su gracia”. Esta es la gran verdad que hemos de recordar al considerar<br />
la materia, y esto se aplica a Rahab o a toda mujer virtuosa hoy. Las Escrituras no hacen<br />
excepciones. Pero Rahab tuvo fe y se arrepintió de su pecado. Después que cayeron los<br />
muros de Jericó y ella fue salvada, se casó con un príncipe de Israel. Por su fe, que<br />
nació cuando todavía vivía una vida de pecado, su nombre ha sido inmortalizado por el<br />
apóstol.<br />
Rahab, probablemente, oiría del extraño pueblo que se estaba acercando a Jericó, por<br />
algunos mercaderes, gente que frecuentaba una casa como la suya. Por otra parte hemos<br />
visto que en el pueblo escogido el pecado era frecuente, había una murmuración<br />
constante. (Recordemos a María la hermana de Moisés, nada menos). Recordemos<br />
también a Séfora, la esposa de Moisés. Incluso el mismo Aarón pecó en numerosas<br />
ocasiones. Entretanto, Dios tuvo compasión de esta mujer y le concedió su gracia. Es<br />
indudable que había centenares de mujeres incomparablemente más virtuosas en Jericó<br />
que Rahab. Todas ellas fueron pasadas por alto y el toque de gracia recayó sobre Rahab.<br />
Es posible que la fe ya hubiera estado creciendo en su alma. Que hubiera oído de los<br />
milagros extraños que se realizaban entre aquel pueblo que peregrinaba por el desierto,<br />
cercano ya a Jericó. En este momento de su fe la visitaron dos representantes de Dios.<br />
Su entrada en la casa fue parte de la preparación para el camino de Dios en favor de su<br />
pueblo. Ahora la fe de Rahab se vuelve decisiva. Considera a sus visitantes como<br />
embajadores de Dios. Arriesga su vida por ellos. El peligro en que incurrió era grave en<br />
extremo. Sin embargo salva a aquellos dos hombres, no por simpatía humana, no<br />
porque le convino para su propia seguridad, sino porque habían sido enviados por el<br />
altísimo Dios.<br />
Rahab hizo lo que hizo por amor a Dios. Los primeros frutos de su fe se hacen<br />
evidentes al instante. Su corazón antes de hielo se derrite y piensa en su padre y su<br />
madre, y pide si pueden ser salvados.<br />
Los ejércitos de Israel se estacionaron alrededor de Jericó. Pero en toda la ciudad<br />
sólo hay una persona que reconoce en aquel ejército a los enviados de Dios. Abre la<br />
ventana y hace descender un cordón de grana. Rahab cree, y su redención es segura.<br />
Dios la incorpora en la línea santa de su Hijo unigénito. Con ello Dios no aprueba los<br />
actos pecaminosos. Lo que hace es decirnos que El es omnipotente y que puede redimir<br />
incluso al más profundamente pecaminoso. Y nos dice, además, que por el hecho de que<br />
haya puesto fin al conflicto agudo del pecado en nosotros, no hemos de tenernos por<br />
santurrones, y mirar con desdén a los otros porque pecan.<br />
Preguntas sugeridas para estudio y discusión:<br />
1. ¿Por qué las vidas de tantas mujeres qué no pertenecieron a Israel son<br />
consignadas en la Palabra de Dios?<br />
2. ¿Podían ser salvas estas mujeres, incluso en los días del <strong>Antiguo</strong> <strong>Testamento</strong>?<br />
3. ¿Cómo podemos explicar el hecho que Rahab tuviera conocimiento del<br />
verdadero Dios?<br />
4. ¿Cuál fue el premio de su fe? ¿Reciben “las buenas obras” su recompensa?<br />
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