L - Biblioteca Luis Ángel Arango

Diálogos del Orador, de 1\1 . T. Cicerón a su hermano Quinto.
Prólogo.
Trayendo yo muchas veces a la memoria los tiempos antiguos,
me han parecido siem pre muy felices, Quinto hermano, aquellos
hombres que, habiendo viv.ido en la época mejor de la república,
insignes por los honores y gloria de sus haza ñas, lograron pasar la
vida sin peligro en los negocios y con suma dignidad en el descanso.
Ha llegado el tiempo en que a todos parecería normal (y no habría
dificultad en concedérmelo ) que yo también comenzase a descansar
un poco y dedicarme a nuestros estudios predilectos, ya
cuando en mi vejez ha cesado el enorne trabajo de los asuntos forenses
y la asidua ambición de los honores públicos.
Mas esta esperanza y anhelo mío han fracasado debido a las calamidades
nacionales y a mi varia fortuna. Pues donde pensé haber
tranquilidad y calma, allí me asaltaron torbe ll inos de preocupaciones
y molestias. Y por 1Il.c. yUt: lu lks~aba vivamente, no pude dedicar
el fruto de mi retiro a cultivar }' refrescar enrre nosotros
aquellas arres a las que, desde la infancia, me he consagrado.
Ya de joven presencié la revolución y trastorno del viejo régimen;
llegué al consulado en medio de confusiones y de peligros;
desde entonces hasta ahora mi destino ha sido luchar con las mismas
olas que yo aparré de la república, las cuajes se alborotaron
luego conrra mí.
Pero ni lo áspero de mi fortuna, ni los tiempos difíciles serán capaces
de hacerme abandonar esos estudios, y no dedicarme a escribir
todo el espacio que me dejen libre el odio de mis enemigos, las
causas de mis amigos o el interés de la patria.
Nunca, hermano, dejaré de complacerte ni de atender a tus ruegos
y consejos. porque nadie tiene para conmigo mayor autoridad,
ni profeso a nadie tan buena voluntad. Y he de traer a la memoria
de una antigua ...
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