L - Biblioteca Luis Ángel Arango

o •• ¿Por qué las fuerzas corporales alientas y ejercitas? Más robustas
que las tuyas las dio Naturaleza a los animales (salvajes), ¿A
qué tanto preocuparte de la apariencia? Después de hartos esfuerzos
serás vencido en hermosura por muchos animales. ¿A qué aderezarte
los cabellos con tan meticuloso aliño? Por más que lo lleves
suelto al estilo de los Partos, o ceñido al uso de los Germanos,
o al viento como suelen los Escitas, una crin más espesa ondeará
en cualquier cabal lo y una melena más hermosa se erizará en la
cerviz de los leones. Por más que te adiestres en la velocidad, nunca
igualarás a una liebre. ¿Quieres tú, dejando aquello en que necesariamente
has de ser vencido, pues te empeñas en lo ajeno, volver
al bien tuyo? y ¿cuál es él? El alma purificada y limpia, émula de
Dios, erguida sobre lo humano (transitorio), que fuera de sí nada
pone racional. Animal eres. ¿Cuál es, pues, el bien de la vida? La
razón perfecta. Elévala a su fin supremo, hazla crecer lo más po·
sible. Ella juzga que eres feli z cuando haya de producirte toda la
alegría. Cuando hayas visto cuanto los hombres arrebatan, buscan
y guardan, nada has de hallar, no digo que prefieras. pero ni que siquiera
anheles. Voy a darte una breve fórmula con la cual te midas,
con la cual te sientas que ya eres perfecto. Entonces lograrás
tu bien, cuando comprendas que los más infelices son los felices.
Adiós.
Aquí terminan venturosamente las cartas del moralísimo Séneca.
l ... J Impreso en Treviso por Bernardo de Colonia, el año del Señor
1478.
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