L - Biblioteca Luis Ángel Arango

Prólogo
Comienza feli zmente el prólogo del Príncipe de los teólogos y
Docror Angélico Santo Tomás de Aquino, de la Sagrada orden de
Predicadores, al libro I de las Sentencias.
Yo, la sabiduría, derramé ríos. Yo flu yo como canal pleno de
agua. Yo, como canal de un río y como acueducto salí del paraíso,
dije : regaré mi huerto de plantíos y embriagaré el fruto de mi pra·
do. Eccli. 24 (v.40).
Entre las mu chas frases qu e han pronunciado tantos acerca de la
sabiduría, es decir, qué es la sabiduría verdadera, el Apóstol expre·
só una particularmente firme y acertada , cuando dijo : Cristo, la
virtud y sa biduría de Dios, que fu e hecho por Dios Sabiduría para
nosotros (1 Coro J . w. 24 y JO ). Pero no se dijo que sólo el Hijo
es la Sabiduría, puesto que Padre, Hijo y Espíritu Santo son una
sola Sabiduría, como son una sola esencia ; si no que la sabiduría
suel e atribuirse al HiJO de manera especia l, porque las obras de ella
parecen convenir bastante a las propiedades del Hijo. Ya que por
ella se ponen de manifiesto los secretos de las cosas divinas, sa len a
luz las obras de las cri aturas, y no sólo esto sino que se restauran y
perfeccionan, me refiero a aquella perfección por la cual cada cosa
puede llamarse perfecta según que logra su fin.
El que la manifesración de las cosas divinas pertenezca a la sabi·
duría de Dios es obvio, puesto que el mis mo Dios se conoce plena
)' perfectamente a sí mismo por la sabiduría. En consecuencia, si
algo conocemos de El, conviene que se derive de El, pues todo lo
im perfecro trae su origen de lo perfecto. De ahí que la Escritura
afirme (Sap. 9, v. 17 ): Quién conocerá tu voluntad si no le das sa·
biduría. Pu es bien, esra manifestación se encuentra realizada espe·
cialmente por tu Hijo ...
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