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DEJA VU- ACTO IV<br />
Al llegar al edificio donde trabajas<br />
nadie me pide identificación, he venido<br />
tantas veces que me confunden con un<br />
empleado más. Son las nueve, sé que vendrás,<br />
lo presiento como a la gente, como al gato,<br />
como a este ascensor donde te robé el primer<br />
beso y donde el tiempo congeló el mundo<br />
para que nosotros creáramos un paraíso por<br />
encima de este infierno urbano.<br />
Te espero en el séptimo piso, cuento los<br />
segundos que faltan para verte, hasta que<br />
de pronto apareces. Mi sonrisa te busca,<br />
pero tu mirada me atraviesa con frialdad<br />
como si yo fuera simplemente una sombra.<br />
Ingresas a la oficina, pero al intentar asir tu<br />
mano, mi cuerpo es como aire pretendiendo<br />
retenerte. Naufrago en el eco de tus pasos<br />
lejanos, mientras por mi mejilla una lágrima<br />
involuntaria resbala. Aunque podrían ser<br />
rezagos de la lluvia, pues jamás te demostraría<br />
ese signo de debilidad.<br />
Miro el pasillo limpio, mi ropa luce<br />
impecablemente seca, abro el ascensor y no<br />
hallo mi reflejo. Si antes me reí del payaso<br />
de la estación, ahora mi mente pintaba en el<br />
espejo un rostro angustiado como El grito de<br />
Edvard Munch.<br />
Llegan como destellos los últimos recuerdos<br />
de algo borroso que sucedió: me miro<br />
saliendo en el auto a toda prisa en medio de<br />
un torrencial aguacero para pedirte que seas<br />
mi compañera eterna, un semáforo en rojo,<br />
un choque, un fulgor que enceguece…<br />
Salgo del ascensor y camino sin rumbo por la<br />
ciudad, perdido entre recuerdos brumosos y<br />
esquinas con rascacielos, mientras mi sombra<br />
se difumina como la lluvia con el zenit.<br />
Mañana, la tormenta caerá sobre la ciudad<br />
y vagaré por estas mismas calles frías<br />
buscándote. En el camino, mientras llueve<br />
torrencialmente, aparecerá el payaso, el<br />
padre, el hijo, los ciegos, la madre, su niño…<br />
el gato; entraré al edificio y te veré salir del<br />
ascensor. Y, entonces, intentaré ser más que<br />
una sombra en tu memoria; tomaré tu mano<br />
y te narraré esta incomprensible historia<br />
que gira como un tiovivo eterno impelido por<br />
algún Dios travieso.<br />
Por: Fausto Ramos, Ecuador.<br />
www.revistasapo.com 35