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REVISTA SAPO CUENTOS 01

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El sonido del tren subterráneo que se<br />

oyó sin previo aviso desde el alcantarillado<br />

la exaltó nuevamente, tornando su rumbo<br />

hacia un callejón. La cabeza de Isabel aun<br />

daba vueltas, sudor corría por la palma de<br />

sus manos y la obsesión de aquel mensaje<br />

idéntico al que recibieron sus padres no la<br />

dejaba caminar bien. En el camino, un mendigo<br />

extendió su brazo, pero Isabel no le oyó,<br />

sino que continuó caminando hasta que una<br />

sombra frente a ella le hizo cesar su marcha<br />

desorbitada. Era aquel mozo del restaurante,<br />

quien le había entregado su fortuna en la<br />

ahora tan aborrecida galleta. Isabel gritó y<br />

corrió de regreso, el mendigo le hizo tropezar<br />

por no haberle dado dinero antes. La joven se<br />

puso de pie, volteó y vio que el mozo la seguía<br />

y le gritaba algún mensaje, pero Isabel no<br />

entendía ya que las emociones no le dejaban<br />

ver bien ni oír lo que el chico le decía. La joven<br />

volvió a la marcha, hasta la esquina donde el<br />

perro se le lanzó haciéndola correr aún más<br />

rápido y cruzar la avenida. La aflicción que<br />

sintió en aquel momento no le permitió si<br />

quiera atisbar el vehículo que en una fracción<br />

de segundos lanzó a Isabel por los aires,<br />

dejándola cubierta en sangre. Isabel yació<br />

en la avenida, el restaurante adornó el rostro<br />

de la chica con luces de color rojo y amarillo.<br />

El desconocido se aproximó a Isabel, junto al<br />

perro que le movía la cola, sólo buscaba con<br />

quien jugar. Finalmente el joven le dijo que<br />

solo necesitaba decirle que él era su hermano.<br />

Su padre había conocido a su madre en China,<br />

así que él había estado buscándola hasta<br />

que finalmente la encontró; dijo llorando y<br />

mirando la sangre de su hermana por sus<br />

brazos.<br />

Isabel únicamente cerró los ojos, le dijo<br />

que todo estaría bien y que no dejara que la<br />

fortuna guiara su vida, solo que disfrutara del<br />

día a día y forjase su propio destino.<br />

Por: Loreto Gárate, Chile.<br />

www.revistasapo.com<br />

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