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REVISTA SAPO CUENTOS 01

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Ella le dijo que no, que no quería<br />

casarse. Que ya vería. Quizá esa negativa<br />

provocó una reacción inesperada en José,<br />

que pretendía, acaso sin saberlo, con<br />

el vínculo del anillo, sujetar a su pareja:<br />

anularla. Puso más empeño que nunca en lo<br />

que quería, y desde aquel “no” fue, sin serlo,<br />

un marido perfecto. Nadie más cumplidor<br />

que José. Nunca un “no” fue tan fructífero,<br />

tan aleccionador. Estefanía vivía aún con sus<br />

padres en un barrio piola. También José, con<br />

el tiempo, acabó yéndose a vivir con ellos,<br />

primero en un departamento independiente<br />

en el patio –los padres de Estefanía eran<br />

ridículamente conservadores, y seguían<br />

soñando, por algún conducto ingenuo de su<br />

cerebro, que su hija se casara con un patrón<br />

de fundo- y finalmente la realidad se impuso<br />

(siempre lo hace), y durmieron ambos<br />

oficialmente en la misma pieza.<br />

José empezó a ganarse la vida con un<br />

pequeño taller de cletas, y quedaron atrás<br />

sus devaneos, hasta que, dos años después,<br />

Luís Marín, novelista afincado en Temuco, le<br />

propuso pagarle con su novela Ciudad Sur la<br />

reparación de un fenomenal tortazo que no<br />

era fácil saber si había afectado más al ciclista<br />

o a la cicleta. Nunca hasta ese momento la<br />

ficción había afectado tanto la realidad de<br />

José como aquella vez, y no pocas veces ha<br />

venido a preguntarse si fue buena aquella<br />

concesión de dejarse pagar con un libro. Lo<br />

cierto es que aquellas páginas vinieron a<br />

prender una llama incógnita, un interruptor<br />

que había permanecido hasta entonces<br />

oculto, y que ya no podría apagar más. Y<br />

descubrir la literatura fue uno y lo mismo que<br />

descubrir a los escritores que pululan por las<br />

páginas de Marín, que estaba encantado con<br />

el entusiasmo sin límites de Antillanca, que<br />

pronto compartía cervezas en los bares con<br />

los protagonistas de los relatos, y aprendía a<br />

velocidad de vértigo todo lo que su atrofiada<br />

curiosidad había pasado por alto durante<br />

tantos años aciagos.<br />

www.revistasapo.com<br />

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