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Como en cada ocasión Isabel tomaba<br />
la galleta entre sus manos, observaba a su<br />
alrededor como si ocultase un gran tesoro<br />
valioso y luego la abría con mucha suavidad<br />
partiéndola por la mitad, hasta atisbar el<br />
trozo de papel con su fortuna dentro de ella.<br />
La mayor parte del tiempo, Isabel recibía<br />
mensajes de amor, o de que su salud podría<br />
estar un poco inestable, o de buena suerte en<br />
general.<br />
Aquella noche, la joven tomó el papel entre<br />
sus manos, miró por la ventana y sólo vio un<br />
perro que la observaba. Volvió la vista sobre<br />
el trozo de papel y leyó: “Cuidado, hoy podrías<br />
morir”. En segundos que parecieron horas<br />
Isabel dejó caer el papel por entre sus dedos,<br />
miró nuevamente por la ventana, pero el perro<br />
ya no estaba. Observó dentro del restaurante<br />
y logró ver sólo imágenes borrosas. Su cabeza<br />
daba vueltas. Aquel mensaje le hizo recordar<br />
aquello que le causaba escalofríos. Aquel,<br />
era el mismo mensaje que sus padres leyeron<br />
cuando ella era pequeña allá en China. Tiempo<br />
después éstos fallecieron en un accidente de<br />
tránsito.<br />
Isabel buscó con la mirada al mozo quien le<br />
había entregado la galleta, pero ya no estaba.<br />
Fue a preguntar por él, no obstante la cajera<br />
le dijo que allí no trabajaba nadie con esa<br />
descripción. La joven corrió hacia la puerta<br />
con el corazón en la mano, palpitaba tan<br />
fuerte que podía oírlo todo el lugar. Las otras<br />
personas miraban a Isabel, porque estaba<br />
actuando de manera extraña. La chica sólo vio<br />
rostros distorsionados, figuras tan sombrías<br />
y borrosas que le sobresaltaron. Isabel quiso<br />
correr fuera del lugar, donde vio nuevamente<br />
al perro que antes la observaba a través de<br />
la ventana. Éste, le ladró asustando más aun<br />
a la pobre chica. Isabel caminó al tic tac del<br />
reloj por la misma avenida del restaurante.<br />
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