Dragon Army Chronicles

Eddy completamente desesperado tomó la katana con su
mano y le gritó: – ¡Haz lo que te he dicho!
A Gabriela, muy asustada, no le quedó más remedio que
disminuir la velocidad muy lentamente sin que su persecutor
se percatara de aquello, mientras Eddy desactivaba la luz
interior del vehículo, y entreabría la puerta, sin dejar de mirar
atentamente por el retrovisor. Cuando la moto se encontraba
a una distancia muy cercana de la camioneta, Eddy abrió la
puerta en un instante y brincó muy ágilmente, cual si fuera un
murciélago que emprendiera el vuelo. Con la mirada fija en
la motocicleta, y sujetando fuertemente su katana, esperaba el
momento justo en el que se encontrara en el rango de su ataque.
El motociclista ni siquiera se había percatado del movimiento de
Eddy, hasta cuando observó un pequeño reflejo de la luz de la
luna en un pequeño fragmento de la hoja de la katana. Miró hacia
el lugar de donde se aproximaba a toda velocidad Eddy, quien
con un movimiento muy veloz desenfundó su espada y lo degolló
limpiamente. El Yakuza dio un giro justo a tiempo para amortiguar
su caída, rodando por varios metros en el piso. Cuando al fin se
detuvo, se incorporó de inmediato, ágilmente guardó su arma, y
comenzó a correr a la camioneta, la cual venía en reversa, después
que Gabriela observara que la moto había caído al piso. Minutos
después decenas de patrullas y algunas ambulancias acudían al
plantel y en el lugar donde habían acabado con el motociclista, una
patrulla se había percatado de lo sucedido y comenzó a perseguir
la camioneta plateada. Gabriela ya no tenía “minas” como las que
había usado anteriormente, y lo único que podía hacer era evitar
ser alcanzada por el automóvil de la policía, quien trataba de no
ser superado por la hábil conductora.
Luego, un cercado de patrullas le impidió el paso a Gaby,
quien irremediablemente se detuvo al percatarse que no podría
pasar, y en ese instante varias patrullas más le bloquearon la ruta
de retirada. Decenas de oficiales rodeaban el vehículo apuntando
a sus pasajeros y ordenando sin cesar que se bajaran del mismo.
Gabriela activó un botón y los vidrios de toda la camioneta se
polarizaron rápidamente evitando que pudieran verlos. Mientras
ignoraban a los oficiales, ella hablaba con Lord Pénril:
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