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La vieja blanca

La vieja blanca, Luis Martín Hinojosa Flores

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© INSTITUTO DE CULTURA DEL ESTADO DE DURANGO<br />

DIRECCIÓN GENERAL<br />

Priv. Cerro de la Cruz #122 Fracc. Lomas del Guadiana<br />

C.P. 34110 Durango, Dgo. Méx.<br />

Tel. 01(618)128-44-22 / 812-46-31.<br />

Corrección de Estilo:<br />

Zita Barragán<br />

Diseño Editorial:<br />

@editorautomata (interiores y portada)<br />

Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta obra<br />

(Sin excluir diseño de exteriores e interiores).<br />

ISBN: 978 —607 —7820 —66 —6<br />

Impreso en Durango, Dgo., México.


Jorge Herrera Caldera<br />

Gobernador Constitucional del Estado de Durango<br />

Rubén Ontiveros Rentería<br />

Director General del Instituto de Cultura del Estado de Durango<br />

Cecilia Sofía Piña Salas<br />

Secretaria Técnica<br />

María del Socorro Salazar Sosa<br />

Coordinadora del Programa Editorial


Dedicatoria<br />

Dedico con todo mi amor y cariño este trabajo,<br />

a mis hijos y a mi familia.<br />

A mi madre, por su gran fortaleza.<br />

A mis hermanos y hermanas,<br />

especialmente a mi hermana Luz Evelia Hinojosa,<br />

por sus sabios consejos.<br />

A toda la familia Hinojosa.


Palabras del autor<br />

En el Durango del pasado sucedieron tantos hechos, que algunos<br />

quedaron en la historia y otros se fueron perdiendo de boca en boca<br />

a través del tiempo y el espacio. Algunos relatos e historias se han<br />

relacionado con el Durango moderno, y en la actualidad, algunos<br />

historiadores han podido rescatarlas para ser plasmadas en libros<br />

en forma de narraciones, con el deseo de dar a conocer a nuestros<br />

connacionales que radican en Estados Unidos, especialmente a la<br />

comunidad duranguense, la importancia de nuestra cultura, raíces<br />

y costumbres. Este es un relato más de los tantos que han surgido en<br />

el bonito estado de Durango.<br />

Antes de comenzar quiero agradecerle a usted, amable lector, su<br />

disposición por leer esta novela y le ofrezco con anticipación mil<br />

disculpas si no es de su agrado. No soy un escritor ni mucho menos<br />

un profesional en esta actividad, pero le aseguro que mi intención fue<br />

aportar un granito de arena para que quienes tengan el trabajo en sus<br />

manos, puedan deleitarse con lo escrito en las próximas páginas. El<br />

relato es totalmente ficticio y el autor utiliza los nombres de algunos<br />

amigos para darle un toque moderno a su inspiración.<br />

De manera que ya avisados, quiero pedirles su permiso para empezar.<br />

Luis Martín Hinojosa Flores<br />

<strong>La</strong>s Vegas, Nevada, USA. Marzo de 2013


Prólogo<br />

En su ensayo titulado <strong>La</strong>s Fuerzas Morales, específicamente en<br />

el capítulo doce, para el filósofo José Ingenieros “El terruño es la<br />

patria del corazón”. De todos los sentimientos humanos, ninguno<br />

es más natural que el amor por la ciudad, el pueblo o el barrio<br />

en que vivimos los primeros años. El terruño habla a nuestros<br />

recuerdos más íntimos, estremece nuestras emociones más hondas;<br />

un perfume, una figura, un eco, despiertan un mundo en nuestra<br />

imaginación. Todo lo suyo lo sentimos nuestro, en alguna medida;<br />

y nos parece, también, que de algún modo le pertenecemos, como<br />

la hoja a la rama.<br />

En el terruño se sienten los primeros afectos maternales y se escuchan<br />

los consejos del padre; se sienten las inquietudes del primer amor; se<br />

tejen las juveniles ilusiones y se tropieza con inesperadas realidades; se<br />

adquieren las más hondas creencias y se contraen las costumbres más<br />

firmes. Nada de él nos es desconocido ni nos produce desconfianza.<br />

Llamamos por su nombre a todos los vecinos, conocemos en detalle<br />

todas las casas, nos alegran todos los bautismos, nos afligen todos los<br />

lutos. Por ello sentimos en el fondo de nuestro ser una solidaridad<br />

íntima con lo que pertenece al terruño en el que transcurrieron<br />

nuestros primeros años de existencia.<br />

Sin decirlo así, en Luis Martín Hinojosa Flores surge de forma<br />

ingenua o por instinto el amor a su terruño. A ese Durango donde<br />

nació y creció hasta que por caprichos que la vida impone tuvo<br />

necesidad de buscar un mejor porvenir en los Estados Unidos. <strong>La</strong><br />

Vieja Banca es una novela que revela de forma amena que la fuerza<br />

del sentimiento que nos liga al terruño se comprende mejor a la<br />

distancia. Ese sentimiento al que llamamos nostalgia se refleja en<br />

el trabajo del autor nacido en la población de Calixto Contreras,<br />

pintoresco lugar perteneciente al municipio de Guadalupe Victoria,<br />

del estado de Durango. A través de personas, lugares y relatos que<br />

conjugan una atractiva historia, Luis Martín Hinojosa recuerda al


Durango que la distancia no ha podido arrancar de su corazón. <strong>La</strong><br />

Vieja Banca es un testimonio de que el tesoro de nuestros recuerdos<br />

iniciales está formado por las impresiones que recibimos en el terruño.<br />

Bienvenido este trabajo y este esfuerzo de Luis Martín Hinojosa, que<br />

le quitó horas al sueño durante meses enteros para regalarnos, a los<br />

que estamos aquí y a los que están allende las fronteras de México<br />

y Durango, un relato que indudablemente servirá de estímulo para<br />

recordar que nuestras raíces están en Durango.<br />

Gilberto Jiménez Carrillo<br />

Durango, Dgo., julio de 2011


<strong>La</strong> enamorada secreta<br />

En la bonita ciudad de Durango, la negra noche de aquel esperado<br />

viernes empezaba como la típica del mes de noviembre, es decir,<br />

fresca y callada. El aire frío parecía azotar el rostro de la apresurada<br />

gente que aún rondaba por las calles. Con pequeños golpes, el aire<br />

se dejaba sentir tan frío como el hielo. <strong>La</strong> helada época parecía<br />

que estaba cobrando fuerza por los días que no había hecho tanto<br />

frío. Ese año se había adelantado el invierno y en esa noche ya se<br />

sentía frío por todos los rincones de la Perla del Guadiana que,<br />

junto con la oscuridad, anunciaba una posible nevada. Aún así,<br />

en el Durango activo se miraba el ir y venir de los trabajadores de<br />

tiempo completo. Muchos de ellos no traían sus chamarras puestas<br />

y pasaban encorvados tratando de esquivar el clima que calaba<br />

hasta los huesos. El aire daba rienda suelta a la ola de brisa casi ya<br />

convertida en hielo. Por su parte, la gente precavida se abrigaba<br />

y felizmente compraba sus juguetes navideños en las diferentes<br />

tiendas de la ciudad. <strong>La</strong>s personas que aman las caídas del sol,<br />

permanecían bien enchamarradas y sentadas en las confortables<br />

bancas de la Plaza de Armas.<br />

Por los bien arreglados corredores de la Plaza, las jóvenes<br />

muchachas caminaban sonrientes, unas solas y otras acompañadas.<br />

En la parte alta del kiosco, la banda de música tocaba al aire libre,<br />

aglomerándose cada vez más personas alrededor. Mientras tanto,<br />

algunas parejas bailaban y otras sólo movían sus cuerpos al ritmo<br />

de la música, sin despegar los pies del suelo. Los que gustaban de<br />

tomar café, ya sea en casa o en algún restaurante, disfrutaban de<br />

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los momentos de la fría temporada, sintiéndose en el ambiente el<br />

riquísimo folclor duranguense.<br />

Somos los duranguenses un pueblo lleno de amistad y amor,<br />

una comunidad tranquila y bella, característica que nos identifica<br />

en todo el país. Por cierto que por esta sinceridad, a nivel nacional<br />

ocupamos los primeros lugares en hospitalidad.<br />

Retomando el relato, resulta que en un tradicional barrio de<br />

la ciudad, precisamente en día viernes, después de cerrar las puertas<br />

y ventanas de su negocio, Marcos se encontraba muy tranquilo<br />

consigo mismo. Se venía haciendo costumbre que recogiera la<br />

tarjeta anónima que diariamente aparecía en una de las puertas de<br />

la entrada principal; la tarjeta contenía una declaración de amor de<br />

alguien que no se atrevía a hacerlo en persona. Después de leerla<br />

una vez más, sonrió para sus adentros y dejando escapar un suspiro,<br />

la guardó en la bolsa de su camisa para después depositarla en una<br />

cajita de aluminio que había diseñado especialmente para guardar<br />

esos lindos detalles de amor. Sabía que se trataba de alguien muy<br />

especial, y a pesar de no tener la menor idea de quién y cómo era<br />

su enamorada, ya le había tomado algo de cariño. Pensaba en que<br />

se llegaría el día que su desconocida enamorada se haría presente,<br />

momento que iba a aprovechar para mostrarle todos sus recados de<br />

amor, que uno a uno y en su respectivo orden, gustoso guardaba<br />

para tan esperada ocasión. Se apuró en apagar las luces y así evitar<br />

pensar en quién sería su enamorada secreta.<br />

Al principio llegó a pensar que se trataba de una de sus<br />

secretarias, que soltera y muy guapa, siempre lo atendía con mucho<br />

esmero. Pero con el tiempo se dio cuenta que por el carácter y la<br />

buena entrega a su trabajo, esta muchacha se comportaba de la<br />

misma manera con todos sus compañeros. Al mismo tiempo<br />

sintió que la estimaba demasiado y sería incapaz de establecer una<br />

relación amorosa con ella. Además, quería respetar su juramento, un<br />

juramento que sólo él y Dios sabían. Instantes después, todo quedó<br />

oscuro y desolado en el local donde se vendían partes electrónicas.<br />

Marcos tenía pocos años viviendo en Durango. Anteriormente<br />

radicaba en los Estados Unidos, y una vez pensionado decidió<br />

regresar a su tierra natal, dedicándose a montar el mismo negocio<br />

que tenía allá, con la intención de que le sirviera como pasatiempo<br />

14


y distracción. Acostumbrado a trabajar y a llevar una vida activa,<br />

en corto tiempo logró conseguir lo que quería: una buena posición<br />

económica, trabajar por su cuenta, formar un hogar y finalmente<br />

vivir y trabajar para su familia.<br />

Pero el destino tomó otro rumbo.<br />

Marcos era un hombre de cuarenta y seis años de edad,<br />

estatura de la que llaman normal —ni muy alto, ni muy chaparro—,<br />

tez morena, bigote bien arreglado, barba de candado medio canosa,<br />

cejas pobladas y ojos grandes color café claro, adornados por unas<br />

negras y largas pestañas. Su cabello era quebrado, con más de la<br />

mitad pintado en canas en las sienes. Este toque natural le daba<br />

una especial apariencia de hombre de negocios. Sus músculos eran<br />

fuertes y jóvenes. Era ancho de espalda, con un velludo y musculoso<br />

pecho. Vestía de mezclilla, botas vaqueras y camisa de manga larga,<br />

que por costumbre se arremangaba arriba de la muñeca. Algunas<br />

muchachas del barrio se habían enamorado de este galán, pero al ver<br />

que él no hacía mucho por buscarlas o hablarles, se iban retirando<br />

poco a poco. Sólo una joven estudiante de enfermería se interesó<br />

tanto en este hombre, que no le importó su edad ni saber si era<br />

soltero o casado; se dedicó a tener paciencia esperando el momento<br />

en que Marcos pusiera sus ojos en ella.<br />

Pasó el tiempo y no se miraba a ninguna mujer a su lado,<br />

lo cual indicaba que podría ser soltero. Su apariencia era muy<br />

misteriosa pero al mismo tiempo tranquila. Tenía una mirada<br />

triste y vaga. Su recio rostro dibujaba un sufrimiento doloroso en<br />

su alma; aun así, sonreía a todos sus clientes que diariamente iban<br />

aumentando. Los atendía con mucho respeto y afecto, pero con<br />

muy pocas palabras. Algo tenía que caía bien e inspiraba confianza.<br />

Sus conocidos decían que era una persona con una calidad humana<br />

muy especial. En su rostro se dibujaba una sombra alrededor de<br />

su sonrisa. Se notaba que a este señor le hacía falta algo o alguien,<br />

pero por respeto, nadie se atrevía a cuestionarlo. Por si fuera poco,<br />

constantemente se reservaba a hablar con la gente más allá de su<br />

negocio. Como rutina diaria, antes de dormir echaba un vistazo al<br />

panorama por una de las ventanas de la sala, que por cierto tenía<br />

una vista hermosa, ya que se encontraba exactamente frente al<br />

parque, a donde todos los domingos acostumbraba salir a caminar.<br />

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<strong>La</strong> segunda planta de su casa se componía de cinco habitaciones<br />

bastante amplias, cocina y comedor. Cada habitación tenía vista<br />

a la ciudad, con un ángulo diferente, pero a Marcos le fascinaba<br />

particularmente la vista de la sala; en ese lugar permanecía horas<br />

y horas.<br />

En uno de los cuartos de la segunda planta había diseñado un<br />

agradable balcón, el cual usaba únicamente para leer y tomar café<br />

por las noches. Debajo de esta habitación se encontraba la entrada<br />

principal del negocio, por lo que aprovechaba para mirar a los<br />

chiquillos jugando y el constante ir y venir de la gente. Los momentos<br />

en que se refugiaba en el balcón lo hacían sentir nostalgia por las<br />

noches que se viven en la ciudad de Durango; noches hermosas<br />

de luna llena, sobre todo las del mes de noviembre. Oscuridades<br />

frías y quietas, pero al mismo tiempo alegres y llenas de pasión que<br />

seguramente aprovechaban los jóvenes para citarse con su pareja<br />

o simplemente para ir a dar la vuelta. Noches que también eran<br />

propicias para que las familias se visitaran o se reunieran para tomar<br />

una tacita de café y contar las interesantes historias y leyendas que<br />

tiene como tesoro esta bonita ciudad.<br />

Ya establecido en Durango, uno de sus clientes le contó<br />

una leyenda que lo impresionó bastante. Marcos le prometió que<br />

alguna noche iría a presenciar la aparición de la famosa monja de<br />

la catedral, personaje central de una de las leyendas más conocidas<br />

en todo el estado. Entre sus múltiples distracciones y pensamientos,<br />

Marcos imaginaba que era el muchacho que llevaba a su novia de<br />

la mano, y se veía como aquel señor acompañado de su esposa y<br />

de sus hijos; el individuo que conversa de algún tema interesante<br />

con sus amigos; aquel que pasa horas y horas jugando dentro del<br />

billar; el chofer de aquel camión ruidoso y desafiante; de aquel que<br />

sale feliz de la sala de un cine. Muchas imágenes inciertas y deseos<br />

reprimidos acudieron a su mente en un solo instante. Quería ser<br />

todo eso y más, sólo que la responsabilidad de su negocio lo tenía<br />

atado por muchas horas.<br />

Salía solamente una vez a la semana, precisamente el domingo<br />

por la tarde. Le gustaba ir al parque porque ya se había “conseguido”<br />

una amiga. Su nombre era Paquita, a secas, y la consideraba así<br />

por su sinceridad. Paquita era una niña muy inteligente, sencilla<br />

16


y humilde pero muy tierna, que vendía duros de cuero de puerco<br />

y de harina, refrescos y otras chucherías. Sin pensarlo, a Marcos se<br />

le hizo costumbre comprarle a Paquita uno de sus duros favoritos,<br />

precisamente los de cuero de puerco, con verduras, chile y queso.<br />

Disfrutaba cada mordida a lo máximo, perdiendo la noción del<br />

tiempo mientras se terminaba el dichoso duro de puerco, mismo<br />

que acompañaba con una bien fría Coca-Cola de botella.<br />

Cuando Paquita conoció a Marcos le cayó muy bien, siempre<br />

le escogía el mejor de los duros y se esmeraba en preparárselo.<br />

Marcos aprovechaba el gesto tan noble para hacerle algún regalo;<br />

un regalo sencillo pero muy significativo para él. De esta manera<br />

nació una bonita amistad, a pesar de la gran diferencia de edades y<br />

a pesar de los constantes peligros que han existido sobre abusos de<br />

menores. Para Paquita eso no existía; su mente estaba totalmente<br />

familiarizada con Marcos, convencida de que entre ellos existía<br />

una linda y limpia amistad. Sentía un gran apoyo moral y un amor<br />

paternal, tal vez el amor de un padre que nunca tuvo pero que<br />

siempre deseó.<br />

Los temas más frecuentes eran los relacionados con su<br />

perrito “Coquito”, los estudios de Paquita y el cuidado de la niña<br />

para su abuelita, señora que Marcos no conocía. En ocasiones<br />

Marcos sentía que estimaba a la señora a través de aquella sencilla y<br />

tierna chiquilla. En las tardes, cuando Paquita terminaba de vender<br />

su producto, se despedía de su amigo, estando segura de que lo<br />

vería la próxima semana. Con un poco de tristeza en sus ojos, pero<br />

sintiendo una gran felicidad por la compañía de aquel señor, le<br />

decía con su dulce voz:<br />

—Te espero el próximo domingo a la misma hora y por el<br />

mismo canal —esa era la frase que todo el tiempo usaba Paquita<br />

para dejar el ambiente alegre. De esa manera los dos sonreían y se<br />

alejaban alegremente.<br />

Después de quedarse solo, Marcos aprovechaba para<br />

caminar y hacer un poco de ejercicio, dando vueltas alrededor del<br />

gran parque. Hubo ocasiones en que se le hacía tarde para llegar<br />

al sitio indicado, en donde marcaría la vuelta completa al dichoso<br />

recorrido, que sin duda era el lugar donde se instalaba Paquita con<br />

su vendimia. Ahí comenzaba y allí tenía que terminar su ejercicio;<br />

17


incluso algunas personas que también hacían ejercicio ya lo<br />

conocían. Lo saludaban con una sonrisa y algunos hasta de mano,<br />

pero nunca prolongaba la conversación por más de un minuto y<br />

siempre con el mismo saludo de “buenas tardes ¿cómo les va?”,<br />

al mismo tiempo que seguía caminando sin dejar de mirar a su<br />

interlocutor, y si tenía que contestar algo, lo hacía caminando, pero<br />

esta vez dando la espalda a quien le hablaba.<br />

Era todo un caballero, pero por razones desconocidas hasta<br />

ese momento, evitaba formalizar una amistad, con excepción de<br />

Paquita. Algunas personas pensaron que era antisocial porque<br />

sonreía muy poco; y en verdad era un hombre muy extraño, al<br />

grado de que con frecuencia dejaba a las personas con la palabra<br />

en la boca. Mucho se hablaba de él por su extraña soledad. Así era<br />

la vida de aquel solitario personaje que disfrutaba el domingo a lo<br />

máximo.<br />

Tenía muy bien organizado su tiempo y el domingo era su<br />

día libre, en el cual podía quebrantar su reglamento olvidándose de<br />

todo. Su trabajo era muy importante para él, lo consideraba vital, ya<br />

que pensaba que esa forma de invertir su tiempo le ayudaba física<br />

y moralmente en su existir. Sabía que trabajando y cuidando su<br />

alimentación se mantendría activo por mucho tiempo.<br />

Inesperadamente y encontrándose en su negocio, sintió que<br />

algo raro pasaba, porque se sentía incómodo, algo no muy común en<br />

la vida activa de este hombre fuerte, lleno de espíritu y fortaleza, que<br />

carecía de malestares. Pero ese día se sentía desesperado, ansioso,<br />

distraído y pensaba que algo malo le iba a pasar. Quería y no cerrar<br />

su negocio. No podía hacer eso. Como dueño y buen comerciante<br />

prefería seguir atendiendo a su clientela que diariamente iba en<br />

aumento.<br />

El giro de su negocio era nuevo en la ciudad, pero estaba<br />

muy bien recomendado por los expertos sabedores de partes<br />

electrónicas. En el negocio de Marcos se encontraba de todo lo que<br />

tuviera que ver con electrónica, desde lo más sencillo hasta lo más<br />

sofisticado; baterías para reloj, radios, estéreos, televisores, teléfonos<br />

celulares, lo más nuevo en video-juegos y partes para toda clase y<br />

marcas de aparatos electrónicos y computación. Era el principal<br />

proveedor de esta mercancía en varios municipios del estado de<br />

18


Durango. Ocupaba a ocho muchachas en el Departamento de<br />

Administración y doce jóvenes que atendían las diferentes áreas<br />

del negocio. Como buen comerciante atendía a sus principales<br />

clientes, mientras que dos de las muchachas se dedicaban a lo<br />

relacionado con la contabilidad. El resto se distribuía en diferentes<br />

departamentos. Con su amplio conocimiento en el campo de la<br />

electrónica, Marcos se ocupaba de orientar a los clientes para que<br />

compraran las partes correctas o aparatos que necesitaban. Por esa<br />

razón se ganó la confianza y la amistad de mucha gente de la región,<br />

en especial compradores y revendedores de mayoreo y menudeo.<br />

Sin embargo, ese día Marcos estaba raro: sus acciones eran lentas y<br />

distraídas.<br />

Tenía algunos clientes esperando por más tiempo de lo<br />

normal. Un muchacho conocido por Marcos de mucho tiempo lo<br />

notó, preguntándole:<br />

—¿Se siente bien, don Marcos? ¿Le sucede algo?<br />

Antes de contestar, Marcos afinó muy bien su garganta, y<br />

después de un suspiro se limitó a decir: No, no pasa nada, estoy<br />

bien. Gracias de todas maneras por preocuparte por mí, <strong>La</strong>lo; estoy<br />

un poco cansado, creo que es todo el problema.<br />

El joven Eduardo era un cliente muy fiel que tenía un taller<br />

de reparación de televisores, motivo por el cual conocía muy bien a<br />

Marcos y estaba seguro que algo le ocurría. Le llamó la atención que<br />

en el tiempo que se había hecho su cliente, Marcos jamás se había<br />

equivocado al surtirle los pedidos, y esta vez le entregó piezas que<br />

posiblemente eran para un amplificador muy sofisticado y además<br />

muy caras. Un poco apenado, el joven dijo a Marcos:<br />

—Señor Marcos, disculpe pero estas piezas no son las que le<br />

pedí, son micro resistencias para aparatos especiales y yo le solicité<br />

lo de siempre para mis televisiones.<br />

—Disculpa, <strong>La</strong>lo, estoy muy cansado y no sé lo que estoy<br />

haciendo, pero ahorita te las traigo, espera un minuto.<br />

Marcos sabía lo honesto que era el joven <strong>La</strong>lo, de lo contrario<br />

hubiera perdido buen dinero en esas partes. Luego de traerle las<br />

correctas le ofreció disculpas, dándole las gracias por su honradez<br />

al mismo tiempo que le decía: Me has ahorrado un buen dinero,<br />

<strong>La</strong>lo, esta vez te regalo tu pedido, muchas gracias.<br />

19


El muchacho también le dio las gracias, recomendándole con<br />

un tono muy amable —como si se tratara de algún familiar muy<br />

cercano—, que descansara un poco.<br />

—Gracias, <strong>La</strong>lo, muchas gracias, lo tomaré en cuenta —le<br />

respondió Marcos.<br />

El resto del día transcurrió lento. Marcos llamó a las<br />

muchachas y después de darles su pago les agradeció por ser tan<br />

eficientes y entregadas en su trabajo, al mismo tiempo que les<br />

recomendaba abrir una cuenta bancaria y empezar a ahorrar.<br />

Una de ellas se regresó diciéndole que se miraba muy cansado,<br />

aconsejándole que sería bueno cerrara el negocio y se fuera a<br />

descansar. Esta vez Marcos no lo pensó y por primera ocasión cerró<br />

su negocio más temprano que de costumbre. Subió a la segunda<br />

planta y al pasar por la sala encendió la televisión. Se sirvió un té de<br />

manzana, dejándose caer en su sillón preferido de una manera poco<br />

común a su educación. Regularmente a Marcos le gustaba cuidar<br />

muy bien sus cosas, pero curiosamente esta vez parecía olvidarse<br />

por completo de sus propias reglas, por lo que subiendo los pies en<br />

la mesita de centro, se dedicó a descansar.<br />

Sin embargo, su pensamiento no tenía sosiego y algo lo<br />

inquietaba. Sufría al no poder acordarse de nada, tratando varias<br />

veces de recordar algo de lo sucedido años atrás, pero todo fue<br />

inútil. Se levantó y por teléfono ordenó una comida rápida en la<br />

fondita de la esquina. Limpió la cocina arreglando debidamente<br />

la mesa para la comida. Pasaron unos minutos cuando tocaron el<br />

timbre de su casa. Era el pedido de la comida.<br />

Marcos comió lentamente y después de volver a limpiar la<br />

mesa, se aseguró de apagar la televisión; quería mantener su mente<br />

ocupada, de manera que fue al lugar donde guardaba todas las<br />

notas anónimas, leyéndolas una a una, sin saber qué hacer ni qué<br />

pensar. Imaginó que posiblemente se trataba de alguna broma<br />

de sus trabajadores, pero no dejaba de llamarle la atención que<br />

cada nota decía algo diferente, aunque todas ellas con la misma<br />

pretensión. Algunas decían: “me gustas”; otras: “estás bien guapo”;<br />

en otra lo felicitaba por su cumpleaños, por lo que no cabía duda<br />

de que el remitente era alguien muy cercano a él. Pasaron algunas<br />

horas y antes de irse a dormir, Marcos tomó un buen baño. Fiel<br />

20


a su costumbre, antes de ir a la cama echó un vistazo por una de<br />

las ventanas que tenía como vista la mayor parte de la ciudad de<br />

Durango. En ese lugar pasó un largo rato mirando cada una de las<br />

calles, observando que algunas estaban más iluminadas que otras;<br />

también se fijaba en los movimientos de la gente a pie y en coche,<br />

miraba el ir y venir de los chiquillos pateando la pelota. Todo aquello<br />

formaba parte importante en la rutina de este hombre solitario.<br />

Caminó muy lentamente hacia su dormitorio, sin prisas,<br />

como haciendo tiempo para mantener vivo su pensamiento. Al fin<br />

llegó a su cama, hizo las cobijas a un lado, acomodó su almohada<br />

dejándose caer suavemente en medio de su lecho. Dio rienda suelta<br />

a sus pensamientos sin percatarse que el tiempo pasaba y pasaba. Ya<br />

era tarde y se daba vueltas y más vueltas tratando de dormir; el sueño<br />

se le había ido y continuaba intentando dormir sin conseguirlo. Se<br />

levantó varias veces para caminar dentro de su habitación; minutos<br />

después se volvió a meter en su cama y no lograba conciliar el<br />

sueño. Un raro presentimiento le taladraba el cerebro, se le había<br />

metido a la cabeza, posiblemente el mismo que tuvo en el negocio.<br />

Se levantó nuevamente y esta vez se dirigió a la cocina a tomar un<br />

vaso de leche caliente. Al sentirse relajado regresó a su habitación,<br />

pensando que eso era lo que le hacía falta para quedarse dormido.<br />

Después de unos minutos de intentar nuevamente dormir, no pudo.<br />

Decidió darse una ducha y vestirse para salir. No sabía por qué ni a<br />

dónde; quizá a un lugar nocturno o simplemente a caminar, a pesar<br />

de saber que a esas horas de la noche era peligroso. Se detuvo unos<br />

minutos antes de tomar las llaves de su camioneta, preguntándose<br />

por tercera vez y en voz alta:<br />

—¿A dónde voy? Esa chiquilla, esa chiquilla... Paquita. Dios<br />

mío, ¿por qué la tengo metida en la cabeza? ¿Le habrá ocurrido<br />

algo? No, Dios mío, cuídala; es tan buena.<br />

Paquita era la niña que vendía los duros de cuero de puerco<br />

en el parque. <strong>La</strong> realidad era que esa niña le había robado el corazón.<br />

Desde el primer día en que la conoció, su vida interior cambió por<br />

completo. Esa era la razón de sus intranquilidades y desvelos, y<br />

Marcos lo sabía.<br />

21


Policías corruptos<br />

Sin más tiempo que perder tomó sus llaves, saliendo de prisa como si<br />

se tratara de una emergencia. Cuando arrancó su camioneta ya tenía<br />

pensado el lugar exacto a dónde ir. Al mismo tiempo se preguntaba<br />

por qué ir al parque si ya era muy noche y a esas horas ya estaba<br />

cerrado al público. No le importó y se fue a toda velocidad. En la<br />

esquina de la calle principal de la colonia se encontraba estacionada<br />

una patrulla de policía, cubriendo su rutina nocturna. Debido a la<br />

tranquilidad de la noche, no se percató de los señalamientos viales,<br />

por lo que sin querer no hizo caso de una señal de tránsito que en<br />

una esquina le marcaba el alto. Los patrulleros lo siguieron con las<br />

torretas encendidas, ordenándole que parara a un lado de la calle.<br />

Marcos se asustó de pensar que lo detendrían; creyó que pasarían<br />

minutos o tal vez horas de molesto interrogatorio y posiblemente<br />

tuviera que ofrecer dinero o amagar para que no se lo llevaran<br />

detenido a la delegación. Un poco más relajado, Marcos se detuvo<br />

y sin apagar el motor de su camioneta esperó a que se acercara el<br />

oficial de la policía.<br />

—Buenas noches, señor —dijo el policía—, lo detuvimos<br />

para un chequeo de rutina, ya que está manejando muy rápido a<br />

estas horas de la noche y sin respetar el señalamiento de tránsito.<br />

Por favor, muéstreme su licencia de conducir y documentos legales<br />

para poder manejar un vehículo extranjero en México.<br />

Marcos notó la buena conducta y educación del oficial, pero a<br />

pesar de ello y utilizando la voz suave y ronca que tenía, le contestó<br />

a quemarropa:<br />

23


—Oficial, déjeme ir porque tengo una emergencia, una<br />

verdadera emergencia. ¡Por favor!<br />

—¿Cuál es tu urgencia de llegar rápido?, ¿a dónde vas? —le<br />

preguntó el compañero del primer oficial.<br />

—Tengo un mal presentimiento —dijo Marcos muy sincero.<br />

Los policías se echaron a reír a carcajadas burlándose de la<br />

bondad, inocencia y sinceridad de aquel hombre incapaz de hacerle<br />

daño a alguien. Sin dejar de reír, el segundo oficial preguntó a<br />

Marcos:<br />

—¿Me permites revisar tu camioneta?<br />

Sin decir una palabra, Marcos asintió. El malvado polizonte<br />

dijo unas palabras al oído de su compañero, esbozando una<br />

malévola sonrisa. En ese momento el oficial dio vuelta por la puerta<br />

del copiloto, abrió la puerta suavemente y fingiendo un minucioso<br />

chequeo, le ordenó a Marcos:<br />

—¡Bájate, tengo que revisar debajo del asiento!<br />

Marcos insistió: Señores, déjenme ir por favor, es urgente. De<br />

pronto, el oficial que inspeccionaba gritó con palabras muy bien<br />

estudiadas:<br />

—¡Hey, pareja! Mira nomás lo que se carga el señor.<br />

Sabrá Dios de dónde sacó el oficial una bolsita que contenía<br />

más o menos un cuarto de kilo de cocaína.<br />

—Conque mucha prisa, ¿no? —dijo el primer oficial con<br />

pistola en mano.<br />

Marcos se dio cuenta que era un truco para envolverlo en un<br />

problema del cual los supuestos guardianes de la ley saldrían muy<br />

bien beneficiados. Al ver la reacción de los oficiales, Marcos se dio<br />

cuenta de que ya estaba metido en un lío, por lo que inesperadamente<br />

le dio un manotazo al policía que lo encañonaba, tumbándole<br />

su pistola. Arrancó en reversa, pegándole fuertemente con la<br />

defensa trasera de su camioneta a la parte delantera de la patrulla,<br />

destrozándole el radiador y otras partes vitales del automóvil. Al<br />

mismo tiempo le pegó fuertemente al maleante oficial con la puerta<br />

abierta del lado del copiloto, cayendo éste y rodando por el suelo,<br />

lo que aprovechó para darse a la fuga. Los tránsitos no esperaban la<br />

reacción de Marcos y cuando quisieron seguirlo, la patrulla no quiso<br />

arrancar: el golpe le había dañado todo el sistema de encendido<br />

24


que ya casi ardía. Uno de ellos apagó las llamas con el extinguidor,<br />

mientras que el otro reportaba a la base el incidente, quejándose al<br />

mismo tiempo de los golpes causados por el portazo. Para entonces<br />

Marcos había tomado considerable ventaja y no supo a qué hora<br />

ni cómo llegó al centro de la ciudad. Sabía lo peligroso que era<br />

conducir a alta velocidad pero tenía que hacerlo para escabullirse<br />

de sus perseguidores. Lo más seguro es que los oficiales ya habrían<br />

pedido por radio ayuda a otros compañeros. Sin perder tiempo —<br />

que en esta ocasión valía oro—, Marcos buscó desesperadamente<br />

una pensión donde se pudieran guardar vehículos sin ningún<br />

problema. Después de intentarlo en varias partes, al fin miró un<br />

portón viejo con unas letras rojas, casi borradas por el tiempo, que<br />

decían: “Pensión las 24 horas”. Paró rápidamente y bajándose de su<br />

camioneta tocó la puerta muy fuerte, ayudándose con una piedra<br />

que estaba a un lado, la que seguramente utilizaban para atrancar<br />

una de las pesadas hojas del portón.<br />

Gracias a Dios no hubo necesidad de tocar dos veces, porque<br />

se escuchó la voz fuerte y recia de un señor, ya mayor pero muy<br />

bien educado.<br />

—¡Ya voy, espere un momento!<br />

El encargado de la pensión no tardó en abrir más de dos<br />

minutos, tiempo que a Marcos se le hizo eterno.<br />

—Pase por aquí, a la derecha hay espacios con sombra, señor<br />

—le dijo don Chuy, que tal era el nombre de esa persona—, porque<br />

me imagino que es usted fuereño y de seguro quiere un espacio por<br />

unos días, ¿verdad?<br />

—Sí, sí —contestó Marcos un poco nervioso, y apenas metió<br />

la camioneta se bajó inmediatamente para ayudarle a don Chuy a<br />

cerrar el portón. <strong>La</strong> cosa era evitar que si alguna patrulla pasaba,<br />

se diera cuenta de que el vehículo que estaba en la pensión tenía<br />

reporte de fuga.<br />

Una vez estacionado en el lugar indicado por don Chuy,<br />

Marcos pasó al cuarto que servía de oficina. El señor le pidió que se<br />

sentara mientras le daba un comprobante, ofreciéndole al mismo<br />

tiempo una taza de café.<br />

—Siéntese, tómese un cafecito; ándele, le va a caer muy bien<br />

con este frillito que está haciendo.<br />

25


Marcos aceptó la invitación de don Chuy, ya que hacía mucho<br />

tiempo que no sentía tanta bondad y confianza en una persona.<br />

Don Chuy tenía ese don que Dios les da a pocas personas, y además<br />

lo sabía trasmitir.<br />

—Gracias —le contestó Marcos muy agradecido,<br />

preparándose su café negro en un vaso de barro. Se sentó en una de<br />

las sillas de plástico más cercanas al buen hombre, y confiando en el<br />

encargado del local, entablaron conversación.<br />

Marcos le comentó lo sucedido y después de escucharlo, el<br />

encargado de la pensión le dio la razón prometiéndole que no diría<br />

una sola palabra a nadie. Inclusive, sonriendo, dijo entre dientes que<br />

ya era hora que alguien pusiera en su lugar a las dizque autoridades,<br />

que se aprovechaban de los fuereños y más cuando se trataba de<br />

carros con placas de Estados Unidos.<br />

—Hiciste bien, muchacho —terminó diciéndole don Chuy.<br />

Lo de muchacho hizo sentir muy bien a Marcos, que<br />

sonriendo le respondió: Gracias, don Jesús, es usted muy bueno.<br />

Ahora, por favor, pídame un taxi porque quiero irme a descansar.<br />

Un poco serio, el señor le preguntó que a dónde iba a ir, que<br />

era muy peligroso que se fuera, porque lo más probable es que a esas<br />

horas de la noche los taxistas ya supieran que andaban siguiendo a<br />

una persona y lo podían delatar. Mejor le recomendó un hotel que<br />

estaba cerca de la pensión para que pasara esa noche, diciéndole: Ya<br />

mañana Dios dirá.<br />

Justo en ese momento se escuchó el rundido de un carro que<br />

pasaba muy despacio frente a la pensión y por la bocina, las voces<br />

de los oficiales que estaban hablando a la base.<br />

—Shhh —dijo don Chuy, ordenando silencio y hablando en<br />

voz baja—. Son ellos y de seguro, como en otras ocasiones, vendrán<br />

a preguntar si he visto algo. No temas, que no pasará nada.<br />

Don Jesús encendió una vela y apagó la luz de su supuesta oficina,<br />

pero apenas habían pasado unos segundos cuando se escucharon los<br />

fuertes e insistentes toquidos en el portón. Sabiendo de la gravedad del<br />

problema que estaba encubriendo, se hizo el fuerte y dejó que siguieran<br />

tocando, aparentando que estaba dormido y que todo transcurría<br />

en absoluta normalidad. Los toquidos se hicieron más frecuentes y<br />

calculando el tiempo normal de espera, don Jesús respondió:<br />

26


—¡Un momento, ahorita abro, esperen un momento!<br />

Se acomodó su cachucha y respirando hondo le dijo a<br />

Marcos, en voz muy baja, que no hiciera ruido y que pasara lo que<br />

pasara no saliera del cuarto. Abrió ligeramente una de las puertas y<br />

efectivamente, ahí estaban unos hombres vestidos de azul.<br />

—Buenas noches —dijo uno de los que tocaron, y con los<br />

ojos vidriosos fijos en los de don Chuy, preguntó—: ¿De casualidad<br />

han llegado clientes hace una hora o dos?<br />

—No, señor, no he tenido ninguno desde las ocho de la<br />

noche, ¿ocurre algo?<br />

Don Chuy preguntó con toda la normalidad que le fue posible<br />

y como lo vieron muy convencido de su respuesta, los guardianes<br />

de la ley le dieron el número del teléfono del comandante López,<br />

para en caso de observar algo raro o tener un cliente a esa hora,<br />

les avisara. No era la primera vez que pasaba algo similar, porque<br />

en otras ocasiones don Chuy y sus trabajadores habían cooperado<br />

con información para desmantelar algunas bandas de roba-coches,<br />

así que ya sabía de qué manera actuar. Don Chuy se despidió<br />

cortésmente, y una vez que la patrulla arrancó, inmediatamente<br />

cerró el portón. Por el esfuerzo y los nervios se sintió desfallecer,<br />

razón por la cual se recargó un momento en una de las puertas,<br />

sentía que le faltaba aire y el corazón le latía. No era para menos, la<br />

descarga de adrenalina había sido muy fuerte, además su avanzada<br />

edad le provocaba este tipo de vahídos. Después de unos minutos<br />

de recuperación regresó a la oficina, comentándole a Marcos que ya<br />

había pasado el peligro. Más de una hora duraron los dos hombres<br />

charlando de mil cosas, cuando de repente don Jesús se levantó de<br />

su lugar, y apoyándose en la esquina de la mesa le dijo a Marcos que<br />

le permitiera un momento porque iba a hacer una llamada.<br />

Tomó el teléfono marcando al número que el oficial le había<br />

dejado, escuchando a su interlocutor decir: Habla el comandante<br />

Salazar, ¿en qué le puedo ayudar?<br />

—Mi comandante: soy Jesús Arriaga, de la pensión “Don<br />

Chuy”, y le hablo para reportarle que tengo un cliente enfrente de mí.<br />

Al escuchar lo que don Chuy decía, Marcos se quedó<br />

congelado, no podía creer que aquel señor lo estuviera delatando.<br />

Pensó mil cosas en un segundo y estuvo a punto de arrebatarle el<br />

27


teléfono o de darle un golpe. No sabía cómo reaccionar, le parecía<br />

imposible que después de haber depositado toda su confianza en<br />

aquel noble hombre, de repente parecía que lo estaba traicionando.<br />

Se levantó lentamente, preguntándose qué estaba pasando con<br />

don Chuy, pero los nervios y el miedo de ir a la cárcel lo estaban<br />

traicionando. Luego de escuchar las siguientes palabras casi se<br />

desvanece. Tenía su mano derecha en posición de golpear y estaba<br />

pensando en darle un fuerte golpe en la cabeza a su falso protector<br />

y salir corriendo de ese lugar, que sin querer se había convertido en<br />

su escondite por unas horas.<br />

—Sí, le hablo para reportarle que tengo un cliente con un<br />

carro rojo, es un Nissan Sentra con placas de aquí del estado y como<br />

me dijeron —al mismo tiempo que miraba de reojo a su nuevo<br />

amigo— que reportara cualquier cliente que llegara después de esta<br />

hora, pues por eso le estoy llamando.<br />

Después de unos segundos de intercambiar comunicación,<br />

don Chuy le dio las gracias al supuesto comandante. Al colgar el<br />

teléfono se dejó caer en el sillón reclinable que usaba frente a su<br />

modesto escritorio y llenando sus pulmones de aire volteó a ver a<br />

Marcos.<br />

—Tuve que mentir para que los oficiales nos dejen en paz<br />

el resto de la noche. Conozco muy bien al comandante Salazar<br />

—dijo don Chuy mirando fijamente a Marcos, que aún seguía<br />

desconcertado por desconfiar de aquel buen hombre al que casi le<br />

propina un golpe en la cabeza para escapar—. Es una persona muy<br />

aferrada en su trabajo —hizo una pausa y sacando una cajetilla de<br />

cigarros de la bolsa de su chaqueta de pana, le ofreció un cigarro a<br />

Marcos.<br />

—No, don Chuy, muchas gracias, yo no fumo.<br />

Don Chuy no dijo nada, solamente encendió su cigarro y<br />

dándole dos veces el golpe a la primera fumada, dejó escapar el<br />

humo suavemente, prosiguiendo con la charla. Le dijo a Marcos<br />

que conocía al comandante Salazar muy bien porque sus padres<br />

y él eran vecinos, que vivían en la misma cuadra. Le platicó que<br />

desde que era un chiquillo fue muy polémico, pero la mayoría de<br />

las veces que discutía con alguien, el muchacho Salazar tenía la<br />

razón. Incluso siempre peleaba contra la injusticia. Así creció junto<br />

28


con otros muchachos del barrio que lo apoyaron en sus ideas y<br />

aspiraciones. Don Chuy le comentó a Marcos que su hijo, el menor,<br />

había cursado el bachillerato junto con Salazar y de esa manera se<br />

había enterado del pensamiento y acciones del actual comandante.<br />

Desde joven trabajaba para el gobierno y tenía un historial excelente<br />

dentro de la corporación. Marcos, muy atento, saboreaba la plática<br />

de aquel señor, que parecía no tener fin. <strong>La</strong> verdad es que a Marcos<br />

le habían caído bien su honestidad y sinceridad.<br />

—Marcos, muchacho, creo que ya te aburrí con tantas cosas<br />

—dijo don Chuy riendo—. ¡Vamos! ¡Anímate! No te preocupes, no<br />

te va a pasar nada.<br />

Lo que pasaba era que el viejo no sabía lo que en verdad le<br />

preocupaba a Marcos... era aquella chiquilla que le había robado su<br />

corazón: Paquita.<br />

—Ya verás, yo mismo te voy a ayudar. Esta es mi tarjeta y aquí<br />

está mi número de teléfono y mi dirección, por si necesitas algo.<br />

Marcos no hallaba cómo agradecerle a aquel buen hombre<br />

que por cosas del destino vino a conocer, y que en el futuro, después<br />

de esa noche, sería uno de sus mejores amigos.<br />

—Ahora alístate, que yo te llevaré al hotel para que descanses;<br />

ya mañana será otro día.<br />

—Don Chuy —dijo Marcos muy apenado—, perdóneme<br />

por no decirle antes que yo vivo aquí en la ciudad y no soy un<br />

fuereño, como al principio había pensado. Tal vez por el miedo que<br />

sentía descuidé este detalle tan importante, por lo que le ruego me<br />

perdone.<br />

—No tengo nada de qué perdonarte, al contrario, qué tonto<br />

de mí por no preguntarte tu domicilio para lo del comprobante de tu<br />

camioneta —riendo burlonamente, dijo—: pero... ¿cuál camioneta?,<br />

aquí no hay ninguna camioneta con esas características, señor.<br />

Los dos se echaron a reír chocando fuertemente sus manos<br />

abiertas.<br />

—Vamos, Marcos, yo te llevo a tu casa si así lo deseas.<br />

—Claro que sí, pero… ¿y el negocio? —preguntó Marcos—,<br />

no quiero que vaya a tener problemas con su patrón.<br />

—Pero cuál patrón, muchacho, si yo soy el dueño.<br />

Los dos salieron de la supuesta oficina sin parar de reír, y<br />

29


deteniendo de repente su caminar, don Chuy bromeó nuevamente<br />

diciendo: ¿Y en qué te voy a llevar? —apuntando con la mano<br />

extendida hacia un montón de carros—, si no tengo ni una bicicleta.<br />

Volvieron a carcajear animadamente.<br />

—Ten las llaves de este carro, acércalo al portón mientras yo<br />

abro. Don Chuy se encargó de sacar el carro y a Marcos le tocó<br />

cerrar el portón de madera lleno de astillas que, como quedó antes<br />

dicho, por el paso del tiempo tenía unas letras medio borradas que<br />

decían “Don Chuy”.<br />

30


Visita al parque<br />

Antes de subir al carro, Marcos miró la finca por unos segundos,<br />

como si estuviera agradeciéndole al lugar por haberse aparecido<br />

en su camino, o quizá pensando cuál hubiera sido la suerte de<br />

su camioneta si no la deja en ese lugar. El caso es que Marcos se<br />

sentía del todo agradecido y además había encontrado a un amigo,<br />

sentimiento que lo confortaba. Subió al vehículo y con las palabras<br />

más nobles que pudo, le dijo a don Chuy que no sabía cómo<br />

agradecerle todo lo que había hecho por él. Al sentir sinceridad en<br />

sus palabras, el señor Arriaga le respondió que no se preocupara,<br />

ya que él también debía muchos favores y haciendo otros se sentía<br />

muy bien espiritualmente. Le recordó la frase de “haz el bien sin<br />

ver a quién”, recomendándole que si quería sentirse bien, tenía la<br />

obligación de hacer sentir bien a otros. Terminadas las reflexiones<br />

le pidió que le dijera cómo llegar a su casa. Marcos le dio santo y<br />

seña, pidiéndole de favor que primero pasaran a donde él quería ir<br />

inicialmente, precisamente a donde su presentimiento y corazón lo<br />

jalaban.<br />

Al cabo de unos minutos ya estaban enfrente del parque,<br />

justamente donde Marcos había tenido aquel mal presentimiento.<br />

Parecía absurdo pero quería estar ahí.<br />

—Espéreme aquí, don Chuy, solamente quiero echar un<br />

vistazo.<br />

Bajó Marcos del carro, y parado frente a una de las entradas<br />

de aquel bonito y ahora callado y desolado parque, miró de un lado<br />

para otro muy lentamente, como si con su mirada buscara a algo o<br />

31


a alguien. Don Chuy lo observaba sin comprender, se le hacía raro<br />

que alguien quisiera echar un vistazo a un lugar cerrado. Después<br />

de breves instantes, Marcos dio media vuelta, subió al carro y con la<br />

voz más ronca de lo normal le dijo a su acompañante que era todo<br />

lo que necesitaba: echar un vistazo al parque. Igual de extrañado,<br />

don Chuy le contestó que a esa hora el único que podía andar en el<br />

parque era el velador, porque el parque estaba cerrado al público. Le<br />

mencionó que tenía entendido que estaba prohibido caminar por el<br />

parque a esa hora por seguridad, y si sorprendían a alguien adentro,<br />

seguramente iría a parar en la cárcel.<br />

—Don Chuy: ¿usted cree que pueda hablar con el guardia de<br />

seguridad a esta hora? —preguntó Marcos sin pensar.<br />

—No, muchacho, es muy noche y el guardia debe andar por<br />

allí haciendo su recorrido, pero yo lo conozco, si quieres mañana en<br />

cuanto pueda te consigo su número de teléfono.<br />

A Marcos le dio mucho gusto saber que su nuevo amigo<br />

conocía al guardia y abrigó la esperanza de que el velador supiera<br />

algo de su amiguita. Por su aferrada intención, don Jesús presentía<br />

que Marcos necesitaba hablar con ese guardia del parque. Fue por<br />

eso que se esmeró más en ayudarlo, haciendo hasta lo imposible<br />

para que su amigo consiguiera comunicarse con el vigilante del<br />

paseo.<br />

Se fueron por el camino indicado hasta llegar a casa de<br />

Marcos. Durante el trayecto transcurrieron varios minutos<br />

en silencio, como si cada quien estuviera acomodando sus<br />

pensamientos, recordando la estancia de Marcos en el negocio de<br />

don Chuy. Los dos se sentían culpables: Marcos por lo sucedido con<br />

los oficiales y el señor Arriaga por encubrimiento. Lo importante<br />

era que lo malo ya había pasado, de manera que sólo les quedaba<br />

seguir con el juego. Dos cuadras antes de llegar a su casa, Marcos<br />

por fin habló. Le dijo a don Chuy que le gustaría tener su amistad<br />

y cuando necesitara algo podía contar con él. Don Jesús le dio las<br />

gracias ofreciéndose a que pasados unos días, él mismo le llevaría<br />

la camioneta a su casa. Lo tranquilizó prometiéndole hablar con el<br />

comandante Salazar para tratar de remediar el problema. Se detuvo<br />

frente a la casa, se dieron un fuerte y prolongado apretón de manos<br />

para finalmente despedirse.<br />

32


Como automatizado, Marcos abrió la puerta de entrada a su<br />

casa, misma que estaba a un lado de la puerta principal del negocio.<br />

Un poco atemorizado, sentía que alguien lo perseguía, era el mismo<br />

miedo que cuando escapó de los oficiales de policía. Encendió la luz<br />

del pasillo subiendo la escalera rumbo a la segunda planta. Caminó<br />

con largas zancadas dejando encendida la luz del pasillo; atravesó<br />

la sala, se dirigió al baño y después de un ligero aseo se dirigió a su<br />

recámara sin voltear a ver, como era su costumbre, por la ventana<br />

grande que daba hacia la ciudad. Se detuvo en la puerta de su<br />

habitación, miró hacia atrás y se regresó a recorrer las cortinas.<br />

Cuando abrió un poco una de las hojas de la ventana respiró un aire<br />

limpio y fresco, echando un vistazo a las luces del parque que hasta<br />

de noche le gustaba. <strong>La</strong> verdad es que era un parque encantador.<br />

Cerró la ventana, recorrió las cortinas a su posición normal<br />

y se dispuso a dormir las pocas horas que le quedaban para abrir su<br />

negocio, no sin antes musitar: Te encontraré, Paquita, cueste lo que<br />

cueste, juro que te encontraré.<br />

33


.<br />

El malestar de Marcos<br />

No supo cuánto tiempo durmió, ya que lo sorprendió el sol de la<br />

fresca mañana. Inmediatamente saltó de la cama directamente al<br />

baño, sintiendo un ligero mareo; se lavó su cara y cepilló los dientes.<br />

Mirándose fijamente al espejo notó en su rostro unas ojeras enormes,<br />

producto seguramente del cansancio y la falta de sueño. No se sentía<br />

bien, por lo que rápidamente se tomó unas pastillas para el dolor de<br />

cabeza, que ya lo acosaba. Se sentó en su sillón favorito y habló por<br />

teléfono con las muchachas, pidiéndoles que por favor atendieran el<br />

negocio mientras él se recuperaba. También pensó en pedirle a <strong>La</strong>lo,<br />

el muchacho del pequeño taller de reparación de televisores, que le<br />

ayudara a sus empleadas. Les comentó que se sentía un poco mal<br />

pero que se recuperaría rápidamente, sólo era cuestión de reposar<br />

unas horas. Rosalía y Marthita —como les llamaba Marcos—, eran<br />

empleadas de mucha confianza y cumpliendo las órdenes de su<br />

patrón, abrieron el local. Mientras tanto, Marcos se comunicó con<br />

su amigo <strong>La</strong>lo, pidiéndole de favor que asistiera a las muchachas<br />

hasta su recuperación. El muchacho, encantado en poder hacerle<br />

un favor a Marcos, aceptó en seguida.<br />

<strong>La</strong>lo era un muchacho muy serio y trabajador y tenía el<br />

taller de reparación de televisiones en su casa. Cuando Marcos se<br />

enteró, le sugirió que construyera un nuevo local prometiéndole<br />

apoyo. Marcos le ayudó a crecer dándole crédito a plazos para<br />

que construyera rápido el local que tanto anhelaba. Así fue como<br />

Eduardo se hizo cliente de Marcos, de manera que se conocían muy<br />

bien y se tenían mutua confianza.<br />

Para las ocho de la mañana <strong>La</strong>lo ya estaba en el mostrador, en<br />

el lugar de Marcos. El joven técnico se sentía muy feliz porque estaba<br />

rodeado de partes electrónicas, que eran su fuerte, sintiéndose<br />

35


familiarizado con ellas aunque no fueran de su propiedad. Así<br />

transcurría el día: <strong>La</strong>lo, Rosalía y Marthita trabajaban como si el<br />

negocio fuera de ellos. Querían tanto a su patrón que realizaban su<br />

trabajo con verdadera entrega y pasión. Casi al final del día, Marcos<br />

les llamó por teléfono, contestándole Marthita.<br />

—Marcos, ¿cómo está? Ya estábamos preocupados. ¿Por qué<br />

no se había comunicado con nosotros? ¿Está bien?, ¿necesita algo?<br />

—Hola, Martita, muchas gracias por preocuparse tanto por<br />

mí, se los agradezco mucho. Estoy bien, gracias a Dios, sólo me<br />

hacía falta dormir y descansar un poco.<br />

Lo que Marthita, Rosalía y <strong>La</strong>lo no sabían, era que Marcos se<br />

había metido en un grave problema y que a consecuencia de eso se<br />

mantuvo despierto casi toda la noche en la pensión de don Chuy.<br />

—Aquí en el negocio todo está bien; en los ratos libres sólo<br />

hablamos de usted, preguntándonos cómo se encontraría, pero qué<br />

bueno que ya está mejor, Marcos—. Marthita le preguntó si lo iban<br />

a esperar para cerrar el negocio.<br />

—No, no me esperen —contestó Marcos—, precisamente para<br />

eso estoy hablando: quiero que me hagan favor de cerrar bien, hagan<br />

lo de siempre y luego yo les comunico cuando esté listo para trabajar,<br />

ya que ahorita estoy abusando de su confianza. Quiero que me ayuden<br />

con el negocio por unos días, tengo que salir a resolver unos asuntos<br />

pero estaremos en comunicación. Gracias por todo y que pasen un<br />

bonito fin de semana. Marthita: pásame por favor a <strong>La</strong>lo.<br />

—¿Qué tal, Marcos, cómo está? Estamos preocupados por<br />

usted, ¿ya se siente mejor?<br />

—Sí, <strong>La</strong>lo, ya estoy, sólo que te quiero pedir otro favor: tengo<br />

que salir de la ciudad y quisiera saber si me puedes atender el<br />

negocio mientras regreso. No sé todavía cuánto tiempo.<br />

Al escuchar a Marcos, Eduardo sentía la necesidad de<br />

ayudarlo y orgullosamente le contestó que sería un honor para<br />

él poder servirlo, agregando que contara con él para lo que se<br />

ofreciera. Marcos se quedó tranquilo, esperando la llamada de su<br />

amigo don Chuy.<br />

36


Aparece la enamorada<br />

Ya muy tarde, cuando Marcos se disponía a preparar su cena, timbró el<br />

teléfono. Marcos fue a su recámara y tomó el inalámbrico para seguir<br />

con sus actividades: —Hello—, respondió Marcos, esperando escuchar<br />

la voz firme de don Chuy, pero esta vez se equivocó.<br />

—Buenas noches, Marcos, ¿cómo está? Supe que se encuentra<br />

enfermo y sólo le llamo para ponerme a su disposición. Soy <strong>La</strong>ura, ¿me<br />

recuerda?<br />

Pasaron unos segundos para que Marcos pudiera contestar; lo<br />

que pasó es que no creía que esa muchacha le estuviera hablando y<br />

mucho menos de esa manera.<br />

—Hello, Marcos, ¿me escucha?<br />

Por un instante Marcos pensó en cómo se había dado cuenta la<br />

muchacha de que estaba enfermo.<br />

—Hem, hem, sí, sí te escucho, <strong>La</strong>ura ¿cómo estás? Lo que pasa es<br />

que nunca me imaginé que fueras tú.<br />

—Pues sí, soy yo y disculpe el atrevimiento, pero me preocupó<br />

su salud. ¿Qué fue lo que pasó?, ¿de qué está enfermo?<br />

Marcos le contestó a <strong>La</strong>ura que no era nada grave, sólo<br />

agotamiento, preguntándole la muchacha si ya había consultado a un<br />

doctor y al mismo tiempo le recomendaba uno muy bueno de nombre<br />

Antonio Ávila, que trabajaba en la misma clínica donde <strong>La</strong>ura prestaba<br />

sus servicios. Incluso se ofreció a ir al domicilio del doctor. Marcos le<br />

agradeció tan amable gesto.<br />

<strong>La</strong>ura era una muchacha joven, de escasos 25 años, que siempre<br />

le coqueteó a Marcos. Lo invitó varias veces a que la acompañara al<br />

cine, pero el resultado fue negativo. En una ocasión conversaron un<br />

par de horas, dándose cuenta Marcos que le gustaba a la chica. Después<br />

37


de ese día, <strong>La</strong>ura le dejaba anónimos recados de amor en el parabrisas<br />

de su camioneta. Esta joven enfermera sabía que a Marcos también le<br />

gustaba, por eso insistía, y ahora que se dio cuenta que estaba enfermo,<br />

quería aprovechar para estar junto a él.<br />

—Mire, Marcos, usted sabe que me interesa y más estando su<br />

salud de por medio, así que déjeme contactar al doctor para que lo<br />

revise —le dijo <strong>La</strong>ura en tono enérgico.<br />

—Está bien, <strong>La</strong>ura, tú ganas; haz una cita para ver al doctor.<br />

—No es necesario, ¿le parece si mañana mismo vamos a su casa<br />

a las ocho?<br />

Marcos aceptó, más que nada por compromiso, además sería<br />

muy bueno un chequeo general. Se pusieron de acuerdo y después de<br />

una pequeña charla se despidieron para verse en la mañana del domingo.<br />

38


En busca de Paquita<br />

Instantes después de haber colgado, sonó nuevamente el teléfono.<br />

—Don Chuy, estaba esperando su llamada, ¿cómo ha estado,<br />

mi amigo don Chuy?<br />

—Muy bien, amigo, ¿pudiste dormir?, porque yo me acabo de<br />

levantar y no tengo nada que hacer hoy. Sabes, mi esposa se fue a visitar<br />

a su mamá a Zacatecas desde la semana pasada, de manera que hay<br />

chanza de ir a dar una vuelta por ahí. Conozco muy buenos lugares y<br />

con muy buena variedad. ¿Qué dices?, te invito a cenar primero.<br />

A manera de broma don Chuy le dijo que esta vez él iba a<br />

manejar sin pasarse los altos, para evitar que los parara una patrulla.<br />

Don Chuy bromeó con lo que Marcos temía, pero le gustó el carácter<br />

de su nuevo amigo. Ese era don Chuy: siempre alegre, corriendo de la<br />

tristeza y evitando tropiezos con la soledad. Apenas había conocido a<br />

Marcos y ya lo estimaba. Esa era la característica más notable de don<br />

Chuy: la humildad, un hombre muy fuerte en sus decisiones y más<br />

que nada, una persona que sabía siempre a dónde dirigirse, exitoso en<br />

todos los aspectos y en todo momento amigo de los amigos. Marcos<br />

aceptó y quedaron de verse en una hora; finalmente el señor Arriaga<br />

ya conocía el domicilio de su invitado.<br />

Acordaron la cita como dos adolescentes, y es que en verdad<br />

así sucede cuando se encuentra a un verdadero amigo. Te sientes<br />

positivo, joven y activo, porque de esa manera la vida te sonríe y<br />

siempre tienes algo por hacer. El positivismo es parte de la vida<br />

joven, no importa la edad que tengas y sobre todo, si aceptas los<br />

buenos consejos de alguien que ya vivió algunas experiencias, de<br />

39


las cuales te han resultado problemas. Siempre hay una solución,<br />

siempre. No quieras resolverlos de un jalón, los problemas de uno<br />

en uno y todos se resuelven.<br />

Marcos suspendió sus actividades, guardó las cosas que había<br />

sacado para preparar su cena y asegurándose de que todo quedara<br />

limpio y cada cosa en su lugar, fue al baño; como de costumbre, se<br />

dio una ducha con agua tibia, alistándose para cuando llegara su<br />

amigo don Chuy. Casi una hora exacta había transcurrido desde<br />

que le hablara don Chuy, cuando de pronto sonó el timbre de la<br />

puerta de su casa; efectivamente, ahí estaba don Chuy muy puntual.<br />

Se dieron un fuerte abrazo y un apretón de manos. Marcos cerró<br />

la puerta y caminaron hacia el carro sin dejar de hablar, y vaya que<br />

tenían mucho de qué hablar.<br />

Llegaron a una fondita en el centro de la ciudad, caracterizada<br />

entre las mejores por su excelente comida, además de una minuciosa<br />

limpieza del local. Ya adentro, mientras les servían la orden, don<br />

Chuy, ansioso por comentar lo que había investigado, atinó a decir:<br />

—Por dónde empiezo: a ver, ¿cómo dices que se llama la niña<br />

que vendía duros de cuero de puerco, en el parque?<br />

Marcos no entendía lo que estaba oyendo, fue tan sorpresiva<br />

la pregunta que se quedó mudo por unos segundos.<br />

—¿Sabe algo de ella, don Chuy?<br />

—Calma muchacho, ten calma.<br />

—Sí, sí, disculpe usted, estaba distraído. Se llama Paquita,<br />

nada más Paquita.<br />

Don Chuy, mirándolo a los ojos, sabía qué tanto significaba<br />

el nombre de Paquita para Marcos; sus ojos brillaban de fe y de<br />

esperanza. No cabía duda: algo muy fuerte unía esa linda amistad y<br />

estimación que Marcos sentía por esa niña.<br />

—Paquita, sí, creo que es la misma persona de la que<br />

hablamos. Mira, localicé al guardia del parque, que precisamente no<br />

tarda en llegar; lo invité aquí para que lo conozcas y puedas hablar<br />

con él. Ahí viene, mira. ¡Qué puntualidad! Pasa, pasa Carlos; mira,<br />

él es Marcos, mi amigo. Marcos: él es Carlos, el guardia del parque.<br />

Carlos era un hombre algo mayor que Marcos; rondaba los<br />

cincuenta años, casado y vivía en una colonia cerca del parque,<br />

por lo que no se le dificultaba ir y venir del trabajo a su casa. Su<br />

40


familia era numerosa: ocho hijos y su esposa. El tiempo que tenía<br />

trabajando en el parque le había servido para acomodar a tres<br />

de sus hijos mayores, los cuales tenían los mismos principios de<br />

Carlos: querían tanto al parque que lo mantenían muy limpio y bien<br />

adornado con varias plantas florecientes y por este gesto tan bonito,<br />

se habían ganado la confianza de los presidentes municipales, que<br />

siempre los recomendaban con las demás autoridades.<br />

Fue así como Marcos y Carlos se conocieron por medio<br />

de don Chuy, que ya también se empezaba a preocupar por los<br />

problemas de su amigo Marcos, y después de una charla y de unas<br />

bromas de muy buen humor, les sirvieron los platillos que los tres<br />

habían pedido. Pasaron unos minutos de silencio, parecía que los<br />

tres habían estado de acuerdo en guardar silencio mientras comían<br />

sus alimentos. Al fin habló don Chuy:<br />

—Bueno, creo que yo ya terminé, ¿quieren pedir algo<br />

más ustedes, señores? <strong>La</strong> respuesta fue negativa por parte de los<br />

invitados de don Chuy y después de que la mesera recogió la mesa<br />

se dispusieron a charlar.<br />

—A ver, Carlos: aquí mi amigo está muy desesperado<br />

buscando a una niña que vendía duros de cuero de puerco en el<br />

parque en donde tú trabajas como guardia. ¿Nos puedes ayudar<br />

con alguna información?<br />

Carlos ya sabía de lo que se trataba el tema, puesto que<br />

cuando don Chuy lo contactó le hizo algunos comentarios de lo<br />

que su amigo le había pedido, así es de que se acomodó muy bien en<br />

su silla, tratando de colaborar con lo que él sabía, y aclarando muy<br />

bien su garganta, empezó diciendo:<br />

—Bueno, yo tengo cerca de cuarenta años trabajando como<br />

guardia en ese bonito parque y siempre lo he cuidado como si<br />

fuera mío. Somos diez trabajadores; yo, por mi antigüedad, me he<br />

ganado mi puesto como jefe de los nueve restantes; tres de ellos son<br />

mis hijos, no quisieron seguir estudiando y pues ahí los acomodé,<br />

que de todas maneras es un trabajo y vaya que es un bonito trabajo;<br />

luego les mostraré los jardines que somos capaces de crear. Y a cada<br />

quien le asigno un trabajo diferente cada semana, pero trabajamos<br />

como si fuéramos una familia, porque los otros seis también están<br />

formados por padres e hijos y todos hacemos nuestro trabajo sin<br />

41


ningún problema... sí, sí conozco a la niña: se llama Paquita y<br />

también conozco a su abuelita, pero tengo mucho tiempo que no<br />

las he mirado.<br />

42


<strong>La</strong> historia de la<br />

maestra Mary<br />

—A doña María la conozco desde hace muchos años;<br />

precisamente cuando don Chuy me preguntó si conocía a Paquita, la<br />

niña que vendía duros en el parque, luego luego supe que se trataba<br />

de la nieta de doña María a la que, como ya les dije, conozco desde<br />

hace mucho tiempo, desde que tenía su casa cerca del centro. Ella<br />

en sus tiempos de juventud fue maestra; a mí me impartió clases<br />

en primaria, por ese detalle es que la conozco. Después por ella<br />

misma me di cuenta que se casó con un militar, el cual le prohibió<br />

seguir dando clases en la escuela, hecho del que se arrepintió por<br />

mucho tiempo, se puede decir que casi toda la vida. Él quería que<br />

lo atendiera y lo acompañara a varios lugares en donde tenía que<br />

trabajar. Me dijo que durante los primeros años de estar casada<br />

con ese militar, de nombre Manuel Juárez, la había tratado como a<br />

una reina; cuando tuvo a su primera hija le puso de nombre Leticia<br />

Juárez. El señor militar le compró una casa cerca del centro de la<br />

ciudad; era una casa muy grande que tenía un jardín enorme, con<br />

muchos rosales y una infinidad de plantas florales, en el cual ella<br />

se pasaba horas y horas cuidando de ese enorme jardín. Mi madre<br />

y yo mismo le ayudamos varias veces a podar rosales y a plantar<br />

muchas otras plantas, hasta que un día nos encontró ahí el militar<br />

y le dijo a la “Señorita Mary” que no quería visitas en su casa y se<br />

alejó a su recámara. <strong>La</strong> maestra no sabía cómo disculparse con<br />

nosotros por lo que su esposo había dicho y mi mamá le dijo: No<br />

te preocupes m’ija, yo entiendo; tengo varios años de casada y sé<br />

43


cómo se encelan los esposos cuando quieren mucho a su esposa. De<br />

seguro a la maestra le gustó oír eso, porque preguntó sin malicia:<br />

¿Es cierto eso, doña Carmen? ¿Es porque el esposo quiere mucho a<br />

su esposa? Pues algunas veces sí, m’ija, le contestó mi madre. Bueno<br />

pero eso se los contaré a su debido tiempo.<br />

Y prosiguió Carlos con la historia de la maestra María, “la<br />

señora del parque”, como a veces le llamaban por más respeto; les<br />

comentó en resumen lo más importante. Más bien Carlos necesitaba<br />

más tiempo para hacer acopio de todo lo que él sabía acerca de “la<br />

Maestra“, como él acostumbraba llamarla de cariño y respeto, por<br />

haber sido su maestra en la primaria. Carlos continuó diciendo:<br />

—<strong>La</strong> casa de la maestra, la cual sí llegué a conocer, porque<br />

después de unos años cambió de propietario… —¿Cómo que<br />

cambió de propietario? —preguntó don Chuy y Marcos lo asegundó<br />

diciendo: —¿Por qué? ¿<strong>La</strong> vendió o qué pasó, don Carlos?<br />

—Esperen, no se precipiten, yo les contaré todo lo que sé,<br />

pero a su debido tiempo. ¿Por qué tanto empeño en saber de esa<br />

familia?<br />

Carlos hizo una pregunta que seguramente no les gustó a sus<br />

acompañantes, que lo miraron con las cejas fruncidas.<br />

—Está bien, está bien. Esa casa fue la desgracia de la familia —<br />

prosiguió Carlos—, desde que la compraron, según doña María, todo<br />

empezó a marchar mal: él se tuvo que ir de la ciudad de emergencia y<br />

tardó casi seis meses en regresar; para doña María fue muy duro ese<br />

tiempo, puesto que el militar no le dejó dinero suficiente; la niña se le<br />

enfermó de gravedad, por lo que tuvo que gastar el poco dinero que<br />

tenía; buscó como loca al militar sin éxito, nadie sabía exactamente<br />

dónde ubicarlo; se fue para la sierra, era todo lo que le respondían en<br />

el cuartel. Tenía crédito en una de las tiendas cercanas, pero como<br />

no abonaba nada por semana o quincena, le retiraron la cuenta. Un<br />

diez de mayo, casi a la hora de cerrar el parque al público, miré a<br />

una señora caminando por una de las aceras del jardín principal,<br />

cargando en sus brazos a una niña como de cinco años; no era nada<br />

raro ver caminar a personas con sus hijos por las áreas del parque, lo<br />

que sí era raro es que ya era muy noche y la forma en que caminaba<br />

me llamó la atención, por lo cual opté por seguir a aquella persona,<br />

que posiblemente necesitaba ayuda.<br />

44


—Era nuestra responsabilidad asegurarnos de que no<br />

hubiera gente transitando a esa hora por las áreas del gran parque,<br />

por lo peligroso que sería ya que había algunas quejas de rapto de<br />

personas solas; más bien, mujeres y niños.<br />

—Al estar a unos cuantos pasos detrás de ella, se dio cuenta<br />

de que alguien la perseguía y aceleró el paso; yo hice lo mismo y<br />

evitando asustarla, le hablé fuerte para que me escuchara y se<br />

diera cuenta de que yo era un guardia, un trabajador de limpieza<br />

de aquel bonito parque; después de tres o más gritos pidiéndole<br />

que esperara, que las puertas ya estaban cerradas, que sólo estaban<br />

abiertas las que nosotros usábamos para entrar y salir de un área a<br />

otra; eran unas puertas muy chicas que estaban hechas por nosotros<br />

mismos, “puertas secretas”, como les llamábamos. Al fin la señora o<br />

muchacha que cargaba a un bebé se detuvo y yo sentí una corriente<br />

de miedo; a pesar del tiempo que tenía trabajando ahí, sentí un<br />

poco de miedo, pensé qué tal y era un truco para asaltarme; era<br />

quincena y eso sería la clave para un ladrón, sin embargo me di<br />

valor: relajándome un poco y alertando mis sentidos, por si se<br />

trataba de un ataque o algo parecido, me acerqué a unos cuatro<br />

metros de donde estaba esa persona que, créanme, me puso los<br />

pelos de punta. Le dije: “Señora, todas las puertas están cerradas,<br />

sólo está una que nosotros usamos para entrar y salir rápido”. Se<br />

dio media vuelta y casi se me sale el corazón, creía que al verle la<br />

cara sería de un alma de ultratumba, de terror, pero qué sorpresa:<br />

no creía lo que mis ojos estaban viendo, sólo pude pronunciar estas<br />

palabras: “¡Maestra! ¡Maestra Mary! ¿Es usted?” Pobrecita: tenía la<br />

cara llena en lágrimas, los ojos rojos, rojos tal vez de tanto llorar.<br />

“Maestra —le volví a decir—, ¿pero qué le pasó?, ¿por qué está<br />

usted aquí a esta hora?”<br />

—¿Están bien, señores? ¿Desean ordenar algo más? —Era la<br />

señorita que atendía la mesa en donde se dieron cita estos señores, y<br />

que esa noche la plática de Carlos les interesaba más que el tiempo.<br />

—Sí, sí, con mucho gusto —contestó don Chuy—, sírvanos<br />

otras tres cervezas, que la plática está muy bien.<br />

Después de brindar y compartir unas sanas bromas de ánimo,<br />

Carlos prosiguió.<br />

45


—¡Carlos!, ¿eres tú, el hijo de doña Carmen? —me preguntó,<br />

y de inmediato contesté—: Sí maestra, soy Carlos; estuve con usted<br />

en segundo y tercero de primaria.<br />

—¡Qué pena!, Carlos; discúlpame, no sé qué hacer, me<br />

quitaron mi casa, ahora no sé qué hacer; ya con hoy tengo ocho<br />

días sin casa y parece que mi hija está enferma.<br />

—¡Oh, Dios mío!, pero, ¿qué pasó?, ¿por qué dice que le<br />

quitaron su casa?, y la niña seguramente tiene calentura, está muy<br />

pálida; pero no se preocupe, maestra, yo le voy a ayudar; la voy a<br />

llevar con mi mamá y Dios dirá. A ver, déjeme ayudarle con la niña.<br />

Yo apenas tenía diecisiete años; la maestra, yo creo que rebasaba los<br />

treinta pero estaba tan bonita y bien formada que se miraba muy<br />

joven. Me dio a la niña y la arropé como pude; ella me ayudó a<br />

tomarla bien en mis brazos, creo que era la primera vez que cargaba<br />

yo a una criatura entre mis brazos. Me dijo: Espérame aquí cinco<br />

o diez minutos, no te muevas de aquí. Me sorprendió lo que me<br />

dijo y mucho; me quedé mudo, no pude hablar; sólo miré que se<br />

alejó a toda velocidad y se perdió en la obscuridad en un área del<br />

jardín; a esa hora las luces estaban apagadas y era difícil ver entre<br />

la obscuridad. Pasaron largos veinte minutos, yo creo que los más<br />

largos de mi vida; pensé mil cosas de la maestra. Es que, créanme,<br />

yo era un adolescente, sin ninguna experiencia. Estuve a punto de<br />

desobedecer la orden de la maestra, quería correr para con mi patrón<br />

y pedirle auxilio para la niña; yo la miraba muy mal, su respiración<br />

estaba muy agitada. Yo pensaba contarle lo ocurrido y después me<br />

di cuenta por él mismo, que ya me buscaban desesperadamente<br />

por todo el parque. Me dijo que no gritaban mi nombre en mi<br />

búsqueda porque pensaron que tal vez estaba con una chica por ahí<br />

escondido, por lo de mi edad, que era muy común.<br />

—Mi patrón me quería mucho, pues a mí todo el tiempo me<br />

ha gustado trabajar y él lo sabía, por eso cuando le pedía que me<br />

diera un día de descanso, nunca me decía que no.<br />

—Al fin, después de tanta desesperación, oí unos pasos a mi<br />

espalda; entre los árboles se oían muy claros, por el sonido de las<br />

hojas secas; volteé rápidamente para donde se escuchaba el ruido,<br />

ya para entonces tenía los nervios de punta; miré un bulto negro<br />

que avanzaba hacia mí con rapidez; seguía mudo, no podía articular<br />

46


palabra alguna, sólo me esforzaba por descifrar aquel enorme bulto.<br />

Cuando la maestra me alcanzó a mirar, me preguntó suavemente:<br />

Carlos, ¿eres tú?, ¿estás ahí? Sí, sí —le contesté con la voz entrecortada<br />

por el miedo—, aquí estoy, maestra. Caminé hacia ella tratando de<br />

mirar mejor aquel bulto negro; ahí estaba la maestra, alta y con su<br />

figura de mujer muy bien formada, pero el enorme bulto lleno de<br />

ropa y cosas que cargaba en su espalda la desfiguraba de tal manera<br />

que daba miedo en la obscuridad, y sorprendido le pregunté: ¿Pero<br />

qué es lo que trae cargando, maestra? Me dijo un poco apenada:<br />

Mis cosas, son mis cosas, luego te cuento la historia; por ahora, si<br />

me haces favor de llevarme con tu mamá. Sí —le contesté—, vamos<br />

por aquí, tengo que pedir permiso a mi jefe.<br />

Así, platicando en voz baja caminamos hacia la oficina que<br />

también la hacía de almacén; ahí teníamos lleno de plantas, semillas,<br />

tierra, utensilios para cavar y productos para limpieza; sólo había<br />

un pequeño espacio donde estaban un escritorio viejo, dos sillas y<br />

una parrillita eléctrica en la que siempre había una olla con agua<br />

caliente para café. Unos cien metros antes de llegar, se escuchó un<br />

grito de mi patrón, el clásico: “¿Quién vive?” ¡Yo! —contesté—. Yo,<br />

jefe. Nunca lo llamé por su nombre, don Abel, siempre le dije “jefe”.<br />

Soy Carlos. Me empezó a regañar como si fuera su hijo. Le pedí<br />

mil disculpas y le presenté a la maestra; le platicamos lo sucedido y<br />

después de disfrutar de un rico vaso de café calientito, hecho por mi<br />

jefe, me dijo: Ve, muchacho, ve y lleva a la maestra, que seguramente<br />

necesita descansar. Llévala en el triciclo y ten mucho cuidado, ya<br />

sabes por dónde salir.<br />

—Ya rondaban las tres de la mañana y era peligroso andar<br />

solo por esos lugares. Existían grupos de borrachitos alrededor<br />

del parque, en diferentes áreas; unos groseros, otros se dedicaban<br />

solamente a terminarse su botellita y otros a conseguir para<br />

comprar más y así sucesivamente, así es de que no sabía por cuál<br />

de las puertas secretas salir, porque precisamente se encontraban<br />

en esos lugares más obscuros y menos transitados, por lo que me<br />

sorprendió muchísimo, pero créanme por favor lo que les digo:<br />

la maestra me dijo: No, por ahí no, Carlos, a esta hora es muy<br />

peligroso; ven por aquí, está mejor, aunque es un poco más lejos<br />

pero no hay ningún peligro, sólo que tenemos que caminar sin el<br />

47


triciclo, déjalo por ahí entre algunas plantas, después pasas por él.<br />

—Así le hice: dejé el triciclo de mi jefe entre una guirnalda,<br />

muy bonita por cierto; cuando regresé con la maestra, ya tenía<br />

nuevamente el bulto de sus cosas cargado en la espalda. No, maestra<br />

—le dije—, déjeme ayudarle; yo cargo sus cosas, no se preocupe. Y<br />

así fue: me tercié el bulto en mi espalda y casi me arrepiento de lo<br />

dicho: estaba tan pesado que me dejó el lomo rojo, rojo, y las manos<br />

llenas de callos. Me quedé de una pieza, sin palabras, solamente<br />

la seguí como sonámbulo; ni siquiera mis diecisiete años con los<br />

que contaba me hicieron pensar mal o simplemente excitarme<br />

con el hecho de que nos encontrábamos solos en la obscuridad;<br />

la niña seguía dormida, parecía que sabía lo peligroso que sería si<br />

llegase a despertar y empezar a llorar (después me daría cuenta de<br />

por qué tanto tiempo dormida y sin hacer ningún ruido fuerte).<br />

Así transcurrieron los minutos largos y cada vez más suspensos,<br />

porque les juro que yo ya tenía mucho tiempo trabajando en ese<br />

enorme parque y jamás había caminado por esas veredas secretas<br />

por donde la maestra me conducía; ya había transcurrido alrededor<br />

de una media hora y no salíamos de esa intensa obscuridad. Ella<br />

llevaba una linternita de petróleo de su propiedad en su mano<br />

izquierda, que no aluzaba más de un metro alrededor, por lo cual<br />

me mantenía más que nada mirando hacia abajo, muy pendiente a<br />

las recomendaciones e indicaciones de la maestra que me anunciaba<br />

piedras, agua y las condiciones del camino; con la derecha sostenía a<br />

su querida hija, que dormía profundamente. Pasamos por un lugar<br />

que si no lo hubiera caminado después junto a la maestra, pero esta<br />

vez de día, no hubiera creído lo que mis ojos estaban viendo: era<br />

un jardín, un enorme jardín tan precioso, frondoso, privado, no sé<br />

cómo calificarlo por su cuidado intensivo. Tenía un diámetro de<br />

alrededor de cinco metros o un poco más, bien tupido, un rosal<br />

con otro, y algo que me llamó la atención fue que todas las ramas<br />

de abajo hacia arriba estaban entrecruzadas, como si las hubieran<br />

tejido al empezar a crecer; sus ramas llenas de unas enormes y<br />

preciosas rosas; rosas muy pocas veces vistas.<br />

—<strong>La</strong>s plantas en sí tenían una altura aproximadamente de<br />

1.80 metros, olía a gloria; diferentes rosales con bastante variedad<br />

de rosas de colores, cuyos olores se percibían a una distancia<br />

48


considerable, pero lo que más me impresionó fue la exactitud del<br />

diámetro formado por ese hermoso y cuidado jardín. Este lugar<br />

estaba muy bien escondido entre lo más tupido de árboles del<br />

grandioso y bonito parque, en donde había una tela ciclónica de<br />

alambre, como de cuatro metros de altura, y la verdad no sé cuántos<br />

metros de largo, sólo sé que era un área no habitable, que estaba en<br />

un proyecto futuro de adición al parque, y prohibiendo el paso al<br />

público tenía letreros que decían: “Cuidado, no entre”, “Animales<br />

peligrosos”, pero de esto les contaré en otra ocasión.<br />

Yo, sorprendido por el intenso y cada vez más fuerte aroma<br />

de rosas, le pregunté: Maestra, ¿son rosales a lo que huele? Sí, —me<br />

contestó—, y están bien bonitos; cualquier otro día te traigo para que<br />

los veas de día, pero no te atrevas a venir solo ni le vayas a decir a<br />

nadie de este jardín, ¿está bien? Sí —le contesté un poco intrigado<br />

por la recomendación—. Ya en la casa me diría del porqué conocía<br />

tan bien el parque: según ella, ahí vivió junto a su hija por varios años.<br />

—Después de unos minutos de caminar sin parar, se empezó<br />

a oír cada vez más cerca el ruido de carros al pasar por la calle y<br />

ya se divisaban algunas lámparas de la luz pública; sentí alivio al<br />

pensar que ya estábamos casi saliendo de ese gran laberinto; no<br />

me equivoqué. Me dijo suavemente: Ya estamos a unos pasos de la<br />

puerta que conozco, nada más tengamos cuidado de que no pase<br />

una patrulla, porque se nos arma. Salimos sin ningún problema;<br />

llegamos a una de las calles principales y ahí en una esquina, en<br />

donde estaba muy bien alumbrado, esperamos un taxi. No tardó<br />

mucho tiempo y ya camino a la casa de mi mamá me preguntó que<br />

cómo le iba yo a pedir permiso para que se quedara unos días en su<br />

casa. Le dije: Tenemos una habitación disponible, no se preocupe;<br />

además, mi mamá le tiene mucho cariño. Llegamos a la casa de mi<br />

mamá, abrí la puerta principal y me anuncié en voz alta, porque no<br />

era común que si estaba trabajando llegara a esa hora. Hablé con mi<br />

madre, quien salió a recibir a la maestra inmediatamente. Miré a<br />

mi madre cómo recibió a la maestra, con besos y abrazos y después<br />

de despedirme, salí de la habitación porque comprendí que era<br />

plática de mujeres y debían de estar solas. Ahí pasaron unas horas,<br />

seguramente contando lo sucedido; después, juntas limpiaron el<br />

cuarto vacío y optaron por dormir.<br />

49


—Al otro día, muy temprano me fui a mi trabajo; no miré<br />

a mi mamá ni a la maestra. Tenía que regresar a ver qué trabajo<br />

me asignaba el jefe, pues como les dije, ahí éramos de seguridad y<br />

de mantenimiento. Los turnos estaban tan bien rolados que no era<br />

pesado ni el turno de noche ni el de día; por ejemplo: si yo estaba<br />

en el turno de la noche, al cerrar las puertas al público ya estaba<br />

libre; sólo un día a la semana nos tocaba trabajar las veinticuatro<br />

horas a cada quien. Agarrábamos un día de descanso y al siguiente<br />

trabajábamos sólo cinco horas al día: de 7:00 AM a 12:00, y otras<br />

cinco de noche: de 7:00 PM a 12:00 de la noche. Para mí era muy<br />

especial el turno y para los casados pues mejor, porque cuando<br />

tenían que trabajar las 24 horas se traían a sus esposas. Total, que se<br />

terminó mi turno de ese día y llegué a la casa de mi madre y a puro<br />

platicar con la maestra, y fue entonces cuando supe por qué perdió<br />

su casa y en qué condiciones vivía hasta el momento.<br />

—Resulta que el esposo de la maestra Mary era casado, y lo<br />

de que se internaba en la sierra también era puro cuento: lo que<br />

pasaba era que tenía que ir a ver a su otra esposa y a sus hijos. No sé<br />

cómo le haría para casarse dos veces, pero así fue. <strong>La</strong> maestra Mary<br />

era muy alta y bonita, siempre jovial, con la sonrisa en sus labios<br />

hasta ese momento. Dice que cuando perdió la casa se tuvo que<br />

salir por órdenes judiciales, puesto que cuando quiso reclamar, la<br />

casa estaba a nombre de la primera esposa del militar; tenía cinco<br />

hijos: el más grande tenía mi edad: diecisiete años, y la más chica,<br />

que era mujer, tenía cuatro. Pobre maestra: salió de su casa, la que<br />

siempre tuvo en sus sueños; caminó sin rumbo fijo, sin saber a<br />

dónde ir ni con quién. Sin proponérselo fue a parar al parque, en el<br />

cual por cosas del destino tuvo que vivir por un tiempo. Esto se los<br />

cuento más delante.<br />

—Cuando renunció a su puesto como maestra de primaria,<br />

perdió la plaza, la que ya nunca pudo recuperar. Ya en casa de mi<br />

mamá se dedicó a buscar trabajo. Al día siguiente Mary fue a buscar<br />

trabajo sin encontrarlo y así pasaron cuatro meses y no podía<br />

encontrar ninguna clase de trabajo que ella pudiera desempeñar.<br />

—Ya para entonces nos había platicado a mi madre y<br />

a mí que el día que la encontré en el parque me mintió al decir<br />

que tenía ocho días sin casa, que no sabía cómo decirnos pero<br />

50


que ya no tenía caso seguirlo ocultando; nos dijo que cuando se<br />

casó con el militar, su familia de ella vendió las propiedades que<br />

tenían como patrimonio, y ya una vez casada, ellos ya no vieron<br />

la necesidad de mantener la casa que tenían en Durango, por lo<br />

que la vendieron para comprarse una en México y se fueron a vivir<br />

al Distrito Federal. Que poco después sus familiares murieron en<br />

un accidente automovilístico. Dijo que casi se volvió loca con la<br />

noticia y después de unos meses tuvo que ir al Distrito Federal a<br />

firmar unos documentos relacionados con la familia identificada;<br />

se regresó a la ciudad de Durango, al lado de su amado, que era la<br />

única persona con quien hasta ese momento contaba. Llegó a su<br />

casa tan cansada y triste que no se percató de que en la puerta había<br />

un aviso de desalojo, por lo que ella siguió en sus labores diarias.<br />

—Contó que desde que compraron esa casa tan grande<br />

vinieron las desgracias: perdió su trabajo, perdió a su familia, la<br />

única que tenía, y ahora sola, sin saber de su esposo, pues poco<br />

después de que se embarazó ya no volvió a ver a su amado, la casa<br />

que pensó que su esposo les había comprado a ella y a su bebé, ya<br />

pertenecía a otra familia, así es de que ya no pudo saber nada del<br />

militar. Se puso a trabajar de sirvienta con una familia muy bien<br />

acomodada y ahí pasó todo el embarazo, hasta poco antes de<br />

dar a luz. El patrón la quiso violar un día que llegó muy tomado;<br />

forcejearon de tal manera que los ruidos hicieron que despertara<br />

la esposa de éste y el muy sinvergüenza le dijo a su esposa que ella<br />

lo había forzado a entrar a su habitación; la señora, muy enojada, la<br />

corrió de la casa a esa hora. Se fue a un hotel de ahí cerca, conocía<br />

muy bien al recepcionista, a quien le pidió que por favor hablara con<br />

su patrón para que le diera alojamiento por unos días y a cambio<br />

ella trabajaría gratis mientras daba a luz. El buen patrón cedió sin<br />

ningún problema, puesto que le faltaba una recamarera; esto sirvió<br />

para que Mary se acomodara ahí por un tiempo, pero siempre hay<br />

un pelo en la sopa: resulta que el hotel pasó a manos de otro dueño<br />

y la nueva administración contrató a nuevos empleados y a ella y<br />

a su amigo los despidieron. El amigo de Mary la llevó al hospital<br />

general, dejándola ahí por mayor seguridad, ya que él vivía con su<br />

esposa en casa de su cuñado y familia y no tenía espacio para la<br />

maestra y su bebé, que muy pronto llegaría a este mundo.<br />

51


—Después de unos días la maestra se comunicó con su<br />

amigo, dándole la noticia de que ya había dado a luz a una hermosa<br />

y linda niña, que pronto saldría del hospital y que necesitaba que la<br />

ayudara a alojarse unos días con algún familiar o amigo.<br />

—Su amigo fue por ella, se quedó tres semanas en casa de<br />

su primo y después buscó y buscó otro lugar, sin éxito. Se fue de la<br />

casa del primo de su amigo porque ya se habían cumplido las tres<br />

semanas que pidió de favor alojamiento.<br />

52


<strong>La</strong> <strong>vieja</strong> banca<br />

—Sintiéndose sola y desesperada, se fue al parque, en donde<br />

precisamente había conocido a su amado militar y ahí, en la misma<br />

banca <strong>vieja</strong> en donde por primera vez ella lo miró sentado leyendo el<br />

periódico, ahí se sentó a llorar sin consuelo, sin alguien que pudiera<br />

ayudarla; se le cerró el mundo, se sentía ahogada en un vaso de<br />

agua, no traía dinero, lo único que le acompañaba era poquita ropa<br />

que le habían regalado en el hospital para su niña y un cambio para<br />

ella, que traía en una bolsa de plástico. Pasó toda la tarde llorando<br />

en la misma banca, sin esperanzas ni apoyo; ya muy tarde la niña<br />

empezó a llorar, tenía hambre; la arrulló, le cantó una cancioncita<br />

que ella misma había compuesto para su niña antes de nacer y así<br />

permaneció por varios minutos, sin que la linda bebita dejara de<br />

llorar, pues el hambre la atacaba cada vez más.<br />

—De pronto se acercó una señora, de esas con alma caritativa<br />

y le dijo: “Disculpa, ¿te puedo ayudar en algo?” <strong>La</strong> señora vestía<br />

de blanco, lucía un pelo rubio ondulado hasta el hombro, ojos de<br />

color miel y con su voz suave, como acariciando a su bebé, volvió<br />

a preguntar, pero ella no le contestó; más bien no pudo hablar:<br />

el nudo que sentía en su garganta por la pena, le impedía emitir<br />

una palabra. <strong>La</strong> señora siguió insistiendo, diciéndole que la niña<br />

tenía hambre, que si tenía algo de comida y si no, que ella le iba<br />

a dar un poco de dinero para que le comprara algo de comer. Sin<br />

poder contestar, la maestra sólo agradeció como pudo cuando la<br />

señora depositó unos billetes en sus manos. <strong>La</strong> señora, cerrando<br />

con sus dos manos la mano de la maestra, le dijo: “Anda m’ija, ve<br />

53


y cómprale algo de comer a tu hija; de seguro llora porque tiene<br />

hambre y también te alcanza para que le compres pañales. ¿Tuviste<br />

problemas con tu esposo? Tienes que pensar en tu criatura, regresa<br />

y habla con él, ahorita no te conviene que estés desamparada. Ve<br />

pues, m’ija y recuerda: cuida muy bien a tu bebé“. Se alejó la señora<br />

y María se quedó viéndola hasta que se perdió entre los árboles del<br />

enorme parque.<br />

—Después dijo que inmediatamente buscó la tienda más<br />

cercana, compró algo de comida; la muchacha que la atendió en<br />

la tienda también se compadeció de ella, supo descubrir en sus<br />

ojos que necesitaba ayuda y le dio unas cobijitas para su bebé; se<br />

regresó al parque y después de caminar dos o tres horas sin rumbo<br />

ni dirección, terminó por regresar al mismo lugar, a la banca <strong>vieja</strong>,<br />

el lugar en el que conoció a su amado. Quería estar ahí, pensaba que<br />

posiblemente él regresaría a ese sitio y ahí se encontrarían, puesto<br />

que cuando vivió con él, que fue muy poco tiempo, éste le había<br />

confesado que esa banca le traía muchos recuerdos y bienestares,<br />

mas nunca le dijo qué clase de recuerdos y ella, por no causar<br />

problemas y por el temor a perderlo, se quedó con sus dudas; sólo se<br />

limitó a escuchar. Le había dicho además, que después de sentarse<br />

ahí, al retirarse se sentía muy bien, se olvidaba de penas y pesares.<br />

—Cuando llegó a la banca <strong>vieja</strong>, miró a su alrededor<br />

buscando a aquella buena mujer, vestida de uniforme blanco, que<br />

sin conocerla le había brindado su ayuda, depositándole en sus<br />

manos una cantidad considerable de dinero y un recado que decía:<br />

“Cuando necesites ayuda, búscame en esta dirección”, y agregaba<br />

su nombre y teléfono. Pensó que trabajando un mes normalmente<br />

apenas podría juntar la mitad del dinero que la buena señora le<br />

había regalado. Y así, con el rostro lleno de lágrimas, le pidió a Dios<br />

de todo corazón que socorriera a esa mujer y le diera las gracias<br />

por ella, ya que Él podía saber quién era esa persona y en dónde<br />

podría encontrarla sin ningún problema. Esto y muchas cosas más<br />

me contó mi maestra, a la que cada vez estimaba más —pero esto<br />

se los contaré a su debido momento.<br />

—Un día le hablaron de una residencia en donde había<br />

tenido una entrevista dos meses antes; ya ni se acordaba, la pobre.<br />

Total que desde ese día se fue a vivir a la casa en donde trabajó por<br />

55


muchos años; de esto me di cuenta mucho después, porque desde<br />

que se fue de la casa, algunos fines de semana, cuando tenía el día<br />

libre, nos iba a visitar.<br />

—Señores: disculpen, ya vamos a cerrar; por favor, quiero<br />

limpiar la mesa.<br />

Era nuevamente la mesera que los había atendido desde<br />

que llegaron al local y ya estaban por cerrar; todos estuvieron de<br />

acuerdo y después de pagar la cuenta, don Chuy los invitó a seguir<br />

la conversación; esta vez sería en su casa. Hicieron intercambio<br />

de opiniones y al fin quedaron de verse el próximo fin de semana<br />

en la casa de don Chuy. Descansarían esa noche porque los tres<br />

amigos tendrían un día muy activo cada quien, con sus respectivos<br />

compromisos y responsabilidades.<br />

—Muchas gracias, Carlos —dijo Marcos—. Estoy<br />

completamente endeudado contigo, me has calmado un poco mis<br />

ansias, yo creo que esto es lo que necesitaba. Nos vemos pues este<br />

fin de semana en casa de don Chuy.<br />

Así se despidieron como buenos amigos, recordando una vez<br />

más la cita en casa de don Chuy, como esa noche habían prometido.<br />

Don Chuy llevó a Marcos a su casa, como habían quedado.<br />

En el transcurso del camino, don Chuy le comentó a Marcos que<br />

en una semana más ya tendría su troca en su casa, que por ahora<br />

disfrutara de chofer. Y así, riéndose a carcajadas, se dirigieron a la<br />

casa de Marcos. También le comentó que tendrían una reunión con<br />

el comandante Guillermo Salazar, ya que todo eso pasara.<br />

—Ya estamos por llegar, Marcos y quisiera decirte algo:<br />

tal parece que el comandante Salazar quiere que tú le ayudes a<br />

capturar a los policías que te atacaron, dice que lo que hiciste fue en<br />

defensa propia; que ya trae muy de cerca a estos malos elementos<br />

y quiere usarte de carnada para así poder acusarlos y meterlos a<br />

la cárcel, donde deben de estar esta clase de tipos sin escrúpulos,<br />

aprovechándose de inocentes para hacer sus fechorías, ¿qué dices?<br />

—Claro que sí, don Chuy, con mucho gusto.<br />

56


Los coqueteos de <strong>La</strong>ura<br />

Marcos era un hombre fuerte, había servido al Army de USA por<br />

unos años, tenía conocimientos y experiencia en cualquier clase<br />

de pelea o peligro. Esto le serviría para recordar algunas de sus<br />

aventuras experimentadas en su trabajo como oficial del ejército.<br />

Llegaron a casa de Marcos casi a media noche y después de<br />

un afectuoso apretón de manos se despidieron, recordando una vez<br />

más la cita del día siguiente.<br />

Marcos abrió la puerta de un lado del negocio, cerró y<br />

con la cara levantada hacia el techo suspiró muy hondo, como<br />

si quisiera quitarse todos aquellos malos momentos de su mente<br />

y dejarla limpia para poder dormir, ya que el día siguiente sería<br />

un día muy activo.<br />

Se sentía inmensamente feliz, sabía que pronto vería a<br />

Paquita, la niña que tanto extrañaba. Subió uno a uno los escalones<br />

de la escalera hacia su recámara; pasó por el ventanal de la sala<br />

y mirando hacia afuera sonrió mientras recorría las preciosas<br />

cortinas que cubrían toda la pared de la gran sala. Estaba feliz, se<br />

tomó el vaso con agua, como de costumbre, antes de dormir, y se<br />

dejó caer pesadamente sobre la cama, quedándose profundamente<br />

dormido en una sola posición.<br />

Al día siguiente muy temprano sonó el teléfono; era <strong>La</strong>ura<br />

que estaba avisando a Marcos que se verían en su casa a las nueve,<br />

para la cita con el doctor Ávila. Marcos le contestó que estaba bien,<br />

que ahí los esperaba. Se quiso acomodar para seguir durmiendo y<br />

en eso echó un ojo al reloj y vio que ya faltaba media hora para la<br />

cita. ¡Caramba! —gritó—, ¿pues qué horas son? ¡Dios mío!<br />

57


De un brinco se puso de pie y fue directamente al baño;<br />

se dio un rápido regaderazo, se afeitó, se cortó las uñas de las<br />

manos y de los pies, se lavó muy bien la boca con gárgaras y<br />

enjuague bucal; se limpió los oídos y después de una completa<br />

revisión de limpieza, se acomodó en su sillón preferido a esperar<br />

al doctor y a <strong>La</strong>ura.<br />

Sonó el timbre; ahí estaba ya la pareja esperada. Marcos<br />

bajó las escaleras y después de saludos y presentaciones, les<br />

indicó el camino a la sala, en donde sería la revisión general.<br />

Pasaron dos horas y terminada la revisión, el doctor le dijo<br />

que él se retiraba porque tenía otro compromiso, que surtiera la<br />

receta y el medicamento se lo tomara como estaba indicado en<br />

las instrucciones.<br />

—Son vitaminas, señor Marcos: esto es para que el estrés<br />

salga rápido y no dañe sus sentidos —y agregó que si quería ir<br />

por los resultados a su oficina o bien, que <strong>La</strong>ura se los podía<br />

traer, y rápidamente <strong>La</strong>ura contestó muy sonriente:<br />

—Yo se los traigo, Marcos, no se moleste; yo me hago<br />

cargo de traerle sus resultados aquí a su casa.<br />

—Está bien, <strong>La</strong>ura, tú ganas, y muchas gracias por<br />

preocuparte tanto por mí; háblame antes de que vengas, para<br />

ver si estoy en casa.<br />

A <strong>La</strong>ura no le gustó esa respuesta y rápidamente contestó:<br />

Pero si usted dice que no sale de su casa, que del negocio a su<br />

habitación y de su habitación al negocio, ¿no es así, Marcos?<br />

—Sí, así es, <strong>La</strong>ura, pero en ocasiones tengo que salir de<br />

mi casa y hay veces que de la ciudad y hasta del estado, cuando<br />

tengo que ir a surtir de mercancía. ¿Algo más, señorita? ¿Algo<br />

más que quiera usted saber acerca de mi vida privada?<br />

—Bueno, dijo el doctor, yo me retiro; tengo muchas cosas<br />

que hacer. Que <strong>La</strong>ura te dé más indicaciones de cómo tomar el<br />

medicamento.<br />

—Lo acompaño a la puerta —dijo Marcos al doctor—.<br />

Espérame, <strong>La</strong>ura, ahorita regreso.<br />

Cuando Marcos regresó, <strong>La</strong>ura hojeaba unos libros que<br />

éste tenía en su librero y pronto reaccionó y dijo: Disculpa,<br />

Marcos, no quise molestarte hablando de tu vida privada, creí<br />

58


que… Marcos le contestó rápidamente y tomándola de los<br />

hombros le dijo que estaba bromeando, cosa muy rara en la vida<br />

rutinaria de Marcos.<br />

Bueno, las cosas se arreglaron entre Marcos y su supuesta<br />

amiga y mostrándole más de su colección de libros, le dijo que<br />

podía llevarse el que quisiera, que podía leer toda su colección<br />

pero que se llevara uno hasta que terminara el otro y así,<br />

enseñándole otras cosas que Marcos guardaba, le preguntó:<br />

—Marcos, ¿por qué no tienes fotos de tu familia?<br />

Marcos la miró pero no le contestó y al ver que <strong>La</strong>ura<br />

insistía, Marcos cambió de tema rápidamente y le mostró<br />

unas revistas de las computadoras más nuevas que había en<br />

el mercado; al terminar de mostrarle casi todos los libros, se<br />

quedaron frente a frente, muy cerca uno del otro y después de<br />

una mutua mirada de amor, se despidieron. Marcos le agradeció<br />

mucho el gesto que había tenido por él.<br />

—Te acompaño hasta la puerta, <strong>La</strong>ura, y ten cuidado con<br />

los escalones. Eso es, despacio; como te dije, <strong>La</strong>ura, háblame<br />

antes de venir para tener limpia mi casa.<br />

Echaron a reír como dos colegiales y en la puerta de la<br />

calle, antes de abrir, <strong>La</strong>ura se detuvo bruscamente, pues Marcos<br />

al bajar el último escalón no pudo detenerse y topando por la<br />

espalda con el cuerpo bien formado de <strong>La</strong>ura, sin pensar, más<br />

bien automáticamente, los brazos fuertes de Marcos rodearon<br />

el cuerpo joven de <strong>La</strong>ura, quedando una mano en cada pecho,<br />

los cuales tuvo que apretar suavemente con sus manos fuertes<br />

para sostenerse y no perder el control, evitando empujarla con<br />

el peso de su cuerpo y la velocidad con que venía bajando la<br />

escalera; su cuerpo ensambló perfectamente en el de <strong>La</strong>ura y por<br />

accidente su boca quedó rozando el cuello suave y perfumado<br />

de la joven, e inmediatamente ambos sintieron la inevitable<br />

atracción que existe en el sexo opuesto. Un suave golpe de los<br />

brazos de Marcos contra la puerta protegiendo de esa manera a<br />

<strong>La</strong>ura, hizo sentir más el roce de sus cuerpos, y en ese momento<br />

sintieron que la sangre caliente, por la fricción de sus físicos, les<br />

recorrió por toda su humanidad, sintiendo sin duda vibrar las<br />

hormonas hasta el último rincón de sus cuerpos.<br />

59


Después de unos breves instantes, atrapados por la magia<br />

del amor, reaccionaron. ¡<strong>La</strong>ura! —dijo Marcos, con la voz<br />

entrecortada por el sentimiento producto de aquel caluroso<br />

choque, tal vez provocado por la muchacha enamorada de<br />

Marcos. <strong>La</strong>ura en el fondo agradeció aquel afortunado incidente,<br />

porque se dio cuenta de ese nuevo sentimiento entre los dos—.<br />

<strong>La</strong>ura, disculpa. Oh, Dios, qué torpe soy; discúlpame, no fue<br />

intencional.<br />

Esas palabras que Marcos le dijo a <strong>La</strong>ura, con los labios<br />

pegados a su oído izquierdo, la paralizaron por unos segundos;<br />

después se deslizó sin dejar de presionar las manos de Marcos,<br />

invitándolo a mantenerlas sobre su cuerpo, y dando media vuelta,<br />

sin dejar de rozar suavemente su cuerpo con el de él, se miraron y<br />

dejaron que los corazones hablaran por ellos y así, se entregaron<br />

con un beso, con una inmensa pasión que los consumía, hasta<br />

perder por un momento la conciencia, el tiempo y todo lo que<br />

el amor y la pasión causan cuando se consumen mutuamente.<br />

Después de un buen rato reaccionaron casi al mismo<br />

tiempo, no dejando pruebas de quién insistía a quién; solamente<br />

se separaron sin dejar de presionar sus manos suavemente;<br />

sintieron que se necesitaban uno al otro, sin remedio.<br />

—Adiós, Marcos, y discúlpame. Esas fueron las palabras<br />

de <strong>La</strong>ura al salir de la casa de Marcos, y sin voltear hacia atrás se<br />

alejó rápidamente a donde había dejado estacionado su carro y<br />

arrancó a toda velocidad.<br />

Marcos se quedó mirándola hasta perderla de vista entre<br />

los demás carros que iban y venían por toda la calle. Cerró la<br />

puerta lentamente; sentía que algo le brincaba en el estómago y<br />

al mismo tiempo le lastimaba, le hería por dentro. ¿Ya se había<br />

sentido un muchacho de la edad de <strong>La</strong>ura? Subió lentamente las<br />

escaleras con la cabeza inclinada y con la mirada perdida, con<br />

los ojos abiertos como si le fueran a echar gotas; cuando llegó<br />

a la sala, a su sillón favorito, antes de sentarse se preparó una<br />

limonada bien fresca y después de tomar unos tragos de manera<br />

desesperada, casi hasta terminarse el contenido que rebasaba<br />

fácilmente el medio litro, dejó el vaso en la mesita de centro y<br />

mirando hacia arriba dijo en voz alta: ¡Perdóname! Perdóname,<br />

60


mi amor, ya te fallé, no pude contenerme, perdóname. Yo sé<br />

que lo que diga no justifica mi acción, perdóname por favor, ya<br />

rompí mi juramento. Y como un bulto de arena se dejó caer en<br />

su sillón, quedando sumido en un profundo sueño.<br />

61


Trampa a los<br />

policías corruptos<br />

Marcos tenía un secreto que nadie en la ciudad de Durango sabía,<br />

era por eso que se retiraba de la gente para no tener amistades que<br />

pudieran saberlo, porque le lastimaba su alma el recordarlo. Y así<br />

dormido se pasó varias horas, se olvidó de todos sus compromisos y<br />

quehaceres. Hasta ya muy tarde se levantó de un brinco. Dios mío, ¿qué<br />

horas son? Tenía un compromiso que cumplir con su ahora amigo don<br />

Chuy, y ya casi era tiempo de que estuviera listo para la siguiente cita.<br />

Se bañó rápidamente y luego de alistarse para salir llamó a don Chuy<br />

para confirmar la cita, y en efecto, don Chuy ya estaba por salir a la<br />

casa de Marcos. Esta vez era para planear cómo servir de carnada para<br />

desenmascarar a unos delincuentes vestidos de azul.<br />

Casi pasaba media hora de que Marcos había hablado con don<br />

Chuy para confirmar la cita, cuando sonó el timbre de su puerta; era<br />

don Chuy, que muy puntual llegaba por su amigo, pero esta vez lo<br />

acompañaba un señor muy alto, fornido, con apariencia policial o de<br />

guarura: era el comandante Salazar. Después de presentarlos, don Chuy<br />

preguntó si podían pasar a su casa para planear la trampa, como así la<br />

bautizaron. Claro que sí —dijo marcos—. Adelante, pasen por aquí.<br />

Dentro de la casa de Marcos hicieron los ensayos para la<br />

trampa y todo hacía suponer que estaba bien planeada. También se<br />

aseguraron de que la grabadora miniatura traída de su negocio, que<br />

portaría Marcos, funcionara correctamente.<br />

63


—Ya son las diez de la noche, dijo don Chuy. Creo que ya es<br />

hora de ir en busca de esos malhechores.<br />

Salieron de la casa con rumbo al área que esa noche los policías<br />

supuestamente resguardarían. El comandante hizo una llamada<br />

por su celular, para saber exactamente el lugar donde estarían esos<br />

señores y también para tratar de mantener cerca a varias patrullas,<br />

para el caso de que se requiriera ayuda. Así pues, como lo acordaron,<br />

una cuadra antes de llegar a ellos Marcos caminaría en sentido<br />

contrario al lugar en donde estaban estacionados.<br />

Marcos caminó lento y decidido; confirmó con un ademán<br />

bien estudiado el seguro de su pistola, por si la llegara a necesitar;<br />

nada se podía confiar de esos bandidos. <strong>La</strong> calle se encontraba<br />

obscura y desolada y al ver avanzar la silueta de Marcos, de seguro<br />

pensaron en la siguiente víctima; de pronto la luz de los faros de la<br />

patrulla se encendieron pegando directamente en la cara de Marcos,<br />

por lo que éste se cubrió con su mano izquierda y sin dejar de<br />

mirarlos, pasó despacio a un lado de ellos. Marcos sentía el corazón<br />

más agitado que en otras ocasiones en que llegó a sentir miedo; los<br />

faros se apagaron, volteó la mirada un poco más hacia ellos, pero<br />

por la intensa obscuridad no miró nada, sólo se escuchó el choque<br />

de dos botellas medio vacías en el suelo. Efectivamente: esos señores<br />

estaban tomando bebidas embriagantes, y después de un silencio<br />

interminable y con el corazón a todo lo que daba, Marcos escuchó<br />

de uno de ellos el ¡Alto! ¡Detente!<br />

Marcos, sin pensar se detuvo y esperó a sus atacantes, que así<br />

los habían nombrado. Buenas noches, señor —dijo uno de ellos—,<br />

¿a dónde te diriges y de dónde vienes? Todavía no contestaba Marcos<br />

cuando el otro oficial ya le hacía otras preguntas: ¿Estás borracho,<br />

verdad? ¿Cuántas cervezas te has tomado?<br />

Al fin Marcos contestó: No he tomado ninguna cerveza y voy<br />

a visitar a un amigo.<br />

—¡Hey, hey! Bájale, bájale; no te aceleres, te estamos<br />

preguntando bien.<br />

—Yo también le estoy contestando bien.<br />

—Ah, conque muy valiente; se me hace que tú vendes drogas,<br />

y además tenemos una denuncia y tú reúnes los detalles de la persona<br />

que estamos buscando.<br />

64


Uno de ellos sacó una batería, le aluzó a la cara y le dijo a su<br />

pareja, al mismo tiempo que sacaba su pistola dándole carro, que esa<br />

cara se le hacía conocida y muy familiar:<br />

—Se parece al bato que nos chocó la patrulla y al mismo que<br />

le pusimos el paquete de droga en su troca; ¿qué hacemos con él?<br />

Nos puede delatar. Déjame le doy un tiro y decimos que él nos atacó<br />

primero.<br />

—No, no —dice el que andaba más tomado—, no hoy, ya<br />

casi ando pedo y nos van a investigar, y además hoy no está en la<br />

comandancia el guardia que nos hace el paro.<br />

El policía que estaba más tomado que nada, ya ni siquiera<br />

podía mirar bien, por lo que ni caso hizo de lo que su pareja le decía.<br />

Éste más bien quería acabar rápido su atraco, para seguir tomando.<br />

—¿Sabes qué? Te vamos revisar como rutina, ¿está bien? Está<br />

bien —dijo Marcos.<br />

Y casi como habían planeado salió el truco: uno de ellos, sin<br />

siquiera meter la mano a uno de los bolsillos, dijo: Mira nomás,<br />

pareja, lo que se carga este bato, y le enseñó el paquete envuelto en<br />

papel de periódico, al mismo tiempo que lo encañonaba con su<br />

pistola. Ahora me vas a decir de dónde agarraste esta droga o te llevo<br />

a la delegación.<br />

Marcos sabía perfectamente que era uno más de sus trucos,<br />

por lo que tenía que fingir para tener más evidencias grabadas:<br />

¿Cuál droga, señor? Yo no traía ese paquete. Está bien —dice uno<br />

de ellos—, dame todas tus pertenencias y te puedes ir. Si no, pues al<br />

bote, ahí puedes probar tu inocencia. Por lo pronto cáete con lo que<br />

traigas.<br />

Uno de ellos le quiso arrebatar el reloj, pero recibió un fuerte<br />

golpe en el mentón que le hizo caer redondito; el otro, sin dar crédito<br />

a lo que estaba mirando, se quedó de una pieza cuando Marcos le<br />

propinó otro de sus certeros golpes, y ya estaba tocando el suelo. Sin<br />

más tiempo que perder, los desarmó y tomando a cada uno del cuello<br />

de su camisa, los arrastró y los subió a su misma patrulla; llamó al<br />

comandante Salazar, avisándole que el asunto ya estaba arreglado.<br />

Luego de unos segundos llegó el comandante acompañado por<br />

don Chuy y con ellos otra patrulla, la cual se hizo cargo de los ya<br />

detenidos policías; los revisaron encontrando varias armas de<br />

65


diferentes calibres, varios paquetes de droga ya listos para vender;<br />

paquetes de a medio kilo y de a un kilo, y cincuenta mil pesos en<br />

efectivo, seguramente producto de la droga ya vendida; firmaron un<br />

documento que presentarían ante el juez, junto con la cinta grabada<br />

como mayor evidencia, para declarar en contra de estos malos<br />

elementos policiacos.<br />

Todo se arregló: los delincuentes fueron encarcelados por<br />

diversos delitos, los cuales pagarían con varios años de prisión, y<br />

junto con ellos otros más, que los mismos malhechores delataron<br />

como cómplices, y así varios elementos que se encontraban dentro<br />

de la corporación se vieron envueltos, los cuales ahora pagan una<br />

condena dentro del CERESO.<br />

A Marcos le dieron un documento en donde se cancelaba<br />

la orden de aprehensión en su contra, por la denuncia que habían<br />

puesto esos malhechores y por los daños a un carro de la policía.<br />

Después de unas semanas todo se aclaró y Marcos le agradeció<br />

personalmente al comandante Salazar.<br />

—Ahora vamos por tu troca, Marcos —dijo don Chuy—,<br />

ya no hay nada qué temer. El comandante nos quiere acompañar<br />

porque quiere platicar contigo y prefiere hacerlo en mi pensión.<br />

Se dirigieron al negocio de don Chuy, pero antes de llegar se<br />

detuvieron en una tienda: el comandante Salazar quería celebrar y<br />

compró unas botellas de vino y unas cervezas; Marcos compró carne<br />

para asar y don Chuy se encargó de contratar a unos músicos que<br />

tocaban en una barra cerca de su negocio. Al llegar al local Marcos<br />

abrió la pesada hoja de la puerta, como aquella noche, agradecido de<br />

haber encontrado un amigo, un fiel amigo llamado don Chuy, y por<br />

medio de él conoció a varios más.<br />

—Ahora sí, don Chuy, háblele a Carlos. Dígale que queremos<br />

que nos acompañe hasta que amanezca, ja, ja, ja. ¿O qué, mi<br />

comandante, cómo ve?<br />

—Pues nomás eso nos faltaba; claro que sí, pero te ruego,<br />

Marcos que por favor no me digas comandante, yo también quiero<br />

ser tu amigo; llámame Guillermo, ¿está bien?<br />

—Claro que sí, Guillermo. Así es: mi amigo Guillermo Salazar.<br />

Vamos a poner el carbón a quemar de una vez, y también quiero aprovechar<br />

para acomodar la cerveza en la hielera y las botellas de vino en su lugar.<br />

66


En eso estaban cuando llegó don Chuy diciendo que Carlos<br />

ya venía en camino y parecía que iba a invitar a otras personas.<br />

Efectivamente: Carlos llegó poco después, acompañado de algunos<br />

amigos y compañeros de trabajo. Todos se presentaron, algunos de<br />

ellos ya se conocían o se habían visto en algún lugar. <strong>La</strong> noche caía<br />

y no tenían ningún tema en común; cada quien decía lo que quería:<br />

contaban chistes, relataban hazañas y hasta se comentó lo de los<br />

malhechores, que: ¿qué hubiera pasado si alguno de ellos le hubiera<br />

disparado a Marcos?<br />

Contestó don Chuy: Pues ya le tocaría, ¿verdad, Marcos? Ja,<br />

ja, ja. No, no te creas, muchacho; nosotros confiamos en ti porque<br />

tienes muchos conocimientos en ese aspecto y fácilmente podrías<br />

escaparte de algún ataque o por lo menos contraatacar, que eso<br />

era lo que nosotros habíamos pensado. Que no ibas a dejar que te<br />

esculcaran.<br />

—Sí, sí, yo lo sé, don Chuy. Lo que ha de ver, que esos<br />

malhechores cuando quieren hacer una fechoría no necesitan<br />

esculcar a nadie y menos a esa hora y en esa terrible oscuridad; yo<br />

creo que estaría bueno hacerle una petición por escrito al presidente<br />

municipal para que hagan un rastreo a esa colonia olvidada y le hagan<br />

un poquito de bien extendiendo un poco más la red de electricidad;<br />

yo pienso que los vecinos van a estar contentos con este beneficio.<br />

—Es muy buena idea —dijo el comandante Salazar—, yo<br />

pienso que el presidente va a acceder, pues esta es una buena manera<br />

de combatir el crimen, las violaciones, la distribución de drogas y<br />

los asaltos en la vía pública. Yo me encargaré de llevar la petición<br />

personalmente, pero falta algo muy importante: las firmas de los<br />

vecinos y de los jefes de manzana son muy importantes.<br />

—Yo puedo ayudar en eso —dijo Carlos—. Yo conozco a<br />

algunas personas de esa colonia y creo poder lograrlo; ahora, si me<br />

permiten decirles que uno de mis amigos trabaja para la Comisión<br />

Federal de Electricidad y es de los de arriba; él nos podría conseguir<br />

un buen descuento, ¿cómo ven?<br />

Todos estuvieron de acuerdo y volvieron a brindar, chocando<br />

sus copas y vasos llenos de licor. Se empezaron a formar grupitos<br />

de dos y de tres, según el tema de la plática. A Marcos se le acercó<br />

un señor, compañero de Carlos, quien le hizo varios comentarios<br />

67


con respecto a lo que él andaba investigando; Marcos se interesó<br />

inmediatamente y pidiendo permiso a los presentes, se retiraron un<br />

poco de los demás. Ahí, a unos pasos del grupo, el amigo de Carlos le<br />

dijo que él también había conocido a la maestra Mary; le dijo que era<br />

muy bonita, que él siempre la quiso para esposa y se lo pidió muchas<br />

veces, las mismas que ella lo rechazó, pero que siempre la cuidó de<br />

cualquier peligro hasta que se le perdió de vista; jamás supo de su<br />

paradero, pero que él sabía quién podría saber dónde encontrarla.<br />

En eso se escucharon unos toquidos muy fuertes en una de<br />

las hojas del viejo portón. Don Chuy fue a abrir y todos esperaban<br />

a ver de quién se trataba. —Pasen, pasen, muchachos, ya tenemos<br />

tiempo esperándolos.<br />

Eran los músicos que don Chuy había contratado, y luego<br />

se escuchó una voz fuerte y en tono alto: era el comandante, que<br />

anunciaba el porqué de la reunión:<br />

—Señores: estamos celebrando el cumpleaños de un gran<br />

amigo. Desde que yo era un niño este señor ha sido para mí como un<br />

segundo padre, ni más ni menos que el licenciado don Jesús Arriaga.<br />

Todos aplaudieron al gesto del comandante. Marcos, sin dejar<br />

de aplaudir, siguió con la mirada a su amigo, con una expresión de<br />

admiración y respeto; hasta ese momento se dio cuenta que don<br />

Chuy no era cualquier velador ni cualquier guardia de pensión de<br />

carros. Todos lo felicitaron con un abrazo y cuando llegó el turno<br />

a Marcos, éste lo abrazó muy fuerte deseándole buena salud y al<br />

mismo tiempo dándole las gracias por el libramiento de la orden<br />

de arresto, ya que seguramente él había abogado en su defensa. —<br />

Don Chuy: de verdad, gracias. Es usted un hombre a todo dar; yo no<br />

sabía que usted era abogado y mucho menos que usted intervino en<br />

mi defensa. Muchas gracias, don Chuy, cuente conmigo para lo que<br />

se le ofrezca.<br />

—Gracias, Marcos, yo sé que tú también eres buen hombre,<br />

es por eso que te elegí como amigo, pero vamos pues a brindar<br />

nuevamente por nuestra amistad.<br />

Así, todos contentos y brindando por la amistad, siguieron<br />

disfrutando del ambiente alegre, acompañado con bonitas melodías<br />

que los músicos fueron seleccionando para el festejado; la carne<br />

estaba lista y todos se arrimaron a comer alrededor del asador y<br />

68


con gritos y porras siguieron hasta el fin de la reunión. Se fueron<br />

despidiendo uno a uno hasta quedar solamente Marcos, Carlos y<br />

don Chuy; en eso sonó el teléfono de Marcos, éste contestó:<br />

—¿Halo? Hola, <strong>La</strong>ura, ¿cómo estás? Yo bien, gracias a Dios;<br />

aquí estoy con mi amigo don Chuy. No sé... más tarde o tal vez<br />

mañana, ja, ja, ja. No, no te creas, estoy bromeando; yo te hablo más<br />

tarde o mañana. ¿Ok? Bye —Marcos apagó su celular y le empezaron<br />

a hacer relajo:<br />

—Era <strong>La</strong>ura, la chica enamorada de Marcos —dijo don<br />

Chuy—. Marcos, pues viéndola bien, deberías de formalizar esa<br />

relación con <strong>La</strong>ura, es una chica buena, se ve que te quiere, que se<br />

preocupa por ti. O cómo ves tú, Carlos, ¿verdad que forman bonita<br />

pareja? Lo de la edad no te preocupe, ahora ¿quién no está casado<br />

con una chica joven? Por ejemplo yo: mi esposa es menor que yo<br />

veinte años y la llevamos a todo dar; mi primer matrimonio no<br />

funcionó y ella y yo éramos de la misma edad. Hay veces que ser de<br />

la misma edad no cuenta, tienes que analizar bien la relación y lo que<br />

tu corazón te diga, ¿o no, Carlos?<br />

—Así es, don Chuy. Mira, Marcos: las muchachas de hoy<br />

quieren a hombres de verdad, de responsabilidad, madurez y<br />

experiencia para afrontar la vida con buena cara; a los jóvenes ya no<br />

les creen; uno que otro sale bueno y responsable, trabajador o con<br />

algún grado de estudios que le permita abrirse un buen camino. Tú<br />

sigue tu relación con <strong>La</strong>ura, que no te importe lo que la gente pueda<br />

decir con respecto a la diferencia de edades; tú ámala, cuídala y será<br />

tuya para siempre, y te aseguro que ella hará lo mismo contigo; es<br />

una muchacha de buenos sentimientos.<br />

Carlos hablaba con la verdad; desde que Marcos se la presentó<br />

un día que la acompañó a su trabajo y se encontraron por casualidad,<br />

tomaron un café juntos para matar el tiempo antes de que <strong>La</strong>ura<br />

entrara a su trabajo y ahí, sin querer queriendo, fue como Carlos la<br />

conoció y se dio cuenta de los buenos sentimientos de la enamorada<br />

de Marcos.<br />

—Muchas gracias, Carlos, tendré en cuenta tus consejos, ¿y<br />

sabes qué quiero hacer? Ya se acerca la Navidad y quisiera pedirle<br />

permiso a sus papás para salir formalmente con ella. ¿Cómo ves, está<br />

bien?, ¿o me espero a ver qué decide el tiempo?<br />

69


—Marcos, muchacho —dijo don Chuy—, yo sé que tú<br />

también eres buen hombre; yo te aconsejo que hables primero con<br />

sus papás, ellos entenderán tus buenos sentimientos hacia ella, pero<br />

yo te aseguro que aunque es una jovencita, ellos preferirían que su<br />

hija se case con un buen hombre que con un desconocido sin oficio<br />

ni beneficio.<br />

Los consejos y ánimos siguieron para Marcos de parte de sus<br />

amigos, que en verdad deseaban lo mejor para él; luego de unos<br />

minutos creyeron conveniente irse a dormir.<br />

—Ya te puedes llevar tu camioneta, Marcos, las cosas se<br />

arreglaron.<br />

—Gracias, don Chuy. Carlos, ¿quieres que te lleve a tu casa?<br />

—Claro que sí, Marcos, si me haces favor. Don Chuy, pues<br />

muchas gracias y muchas felicidades; ahora me voy con Marcos y<br />

estamos en contacto.<br />

—Gracias a ti por venir, Carlos y váyanse con mucho cuidado.<br />

—Gracias, don Chuy, nosotros nos retiramos; mañana le<br />

hablo durante el día, quiero que me haga un gran favor.<br />

—Lo que se te ofrezca, Marcos, ya sabes.<br />

Y así, con un abrazo fuerte se despidieron Marcos y Carlos de<br />

don Chuy. Cuando ya se alejaron también don Chuy decidió irse a<br />

su casa: un día más, un día menos; total, ya se le habían cumplido<br />

las vacaciones a sus trabajadores y sabía que regresarían cualquier<br />

día de la semana. Lo único que tenía que hacer era regresar al día<br />

siguiente para abrir y dar salida a los clientes que estacionaban su<br />

carro a diario en su local.<br />

70


<strong>La</strong> confesión en<br />

el parque<br />

Marcos arrancó su camioneta, le quitó el cubridor y cuando ya todo<br />

estaba arreglado, le abrió la puerta a su amigo Carlos, y sonrientes se<br />

alejaron del local de don Chuy. Ya en el camino le dijo Carlos a Marcos<br />

que si quería dar una vuelta por el parque, que le confesaría algo.<br />

—Encantado, le contestó Marcos, y arrancando a toda velocidad<br />

se dirigieron al famoso parque.<br />

—Sabes, Marcos, que no te había revelado algo que pasó cuando<br />

la maestra Mary vivía en casa de mi mamá. Bueno, como la maestra<br />

quería trabajar y no encontraba un trabajo en donde le dejaran tener a<br />

su hija, decidió que mi mamá se la cuidara. Así pasaron unos meses. Yo<br />

era un adolescente sin malicia, había veces que la maestra llegaba muy<br />

de madrugada o a veces hasta el día siguiente. Mi mamá habló con ella<br />

y le dijo que no estaba bien que anduviera llegando muy tarde, que la<br />

niña la necesitaba y tú sabes, un montón de cosas más, hasta que un día<br />

por la mañana, María le dijo a mi mamá que si se quería hacer cargo<br />

de su hija, que porque ella no podía trabajar y cuidarla; que le daba<br />

mucha pena por esta decisión, pero que ella pensaba que era lo mejor,<br />

que vendría muy seguido a visitarla y traerle cosas; total, que mi mamá<br />

se quedó con la niña por un tiempo…<br />

—¿Por qué dices que por un tiempo, Carlos?<br />

—Porque después regresó y se la llevó cuando tenía nueve años;<br />

para ese entonces ya vivía con un fulano, en una casita chiquita pero<br />

muy bien arreglada. Mi mamá le tomó tanto cariño a su niña que me<br />

pedía que la llevara a visitar a la maestra muy seguido, hasta que de<br />

71


epente un día fuimos a visitarla y ya no vivían ahí, se habían movido<br />

para Guadalajara; total, que ni dirección ni teléfono nos dejaron para<br />

localizarlos. Mi mamá sufrió mucho por un tiempo, por la ausencia de<br />

su niña, como así le llamaba. Pero qué descuidado soy: no te he dicho el<br />

nombre de la niña: Leticia, Lety, así se llama la hija de la maestra.<br />

—Pasaron los años; yo me casé, tuve mis hijos, vivía en casa de<br />

mi madre hasta que junté dinero para comprarme mi propia casa, que<br />

también es tuya cuando gustes.<br />

—Gracias, Carlos.<br />

—<strong>La</strong> compré aquí cerca, quería estar al pendiente de mi madre<br />

y vivo a tres casas de la de ella. Lo que son las cosas del destino: ya te<br />

digo, pasaron muchos años; un día, en cuanto entré a trabajar hacía mi<br />

trabajo de rutina, regando los árboles y jardines de mi área y en una<br />

banca <strong>vieja</strong>, que por cierto fue donada por una persona muy famosa…<br />

Carlos continuó con su relato, manteniendo a Marcos muy<br />

interesado en todo lo que le contaba:<br />

—…en esa banca estaba un bulto; pensé que era un borracho<br />

y fui inmediatamente a quererlo levantar; era un reglamento que<br />

nadie podía dormir encima de las bancas. Cuando me fui acercando<br />

se miraba algo rojo, como sangre alrededor de la persona y empecé<br />

a escamarme; pensé que tal vez se trataba de un asesinato, porque la<br />

sangre se distinguía de lejos; apresuré el paso: la persona que estaba<br />

enredada en una cobija no tenía ningún movimiento. Llegué y miré<br />

asustado aquel cuerpo envuelto en una cobija húmeda de sangre.<br />

Como pude le destapé la cara, pidiéndole a Dios que no fuera nada<br />

grave, pero, ¡oh, Dios mío! Era un cuerpo sin vida, un cuerpo sin vida.<br />

Rápidamente levanté un poco más la cobija, por curiosidad de ver qué<br />

le había pasado o de saber de dónde salió tanta sangre, y cuál fue mi<br />

sorpresa... era una muchacha que dio a luz a una bonita niña; estaba<br />

todavía calientita cuando la toqué para sentir su pulso, porque tenía<br />

un color muy feo que no se me hacía que estuviera desmayada. Grité y<br />

grité para que alguien me ayudara. A la mejor había manera de que esa<br />

pobre muchacha se salvara.<br />

—<strong>La</strong> bebé temblaba de frío, no podía llorar, era como si estuviera<br />

sollozando; la pobre muchacha se desangró: después del parto tuvo una<br />

fuerte hemorragia que la dejó sin fuerzas. Dijo el doctor que dictaminó<br />

su muerte, que había perdido el sentido a causa de la hemorragia y<br />

72


sólo alcanzó a cubrir a su pequeña hija, porque estaba envuelta en su<br />

cobijita, por lo que suponen que la muchacha sabía que se aliviaría en<br />

cualquier momento, porque incluso traía cosas y ropa para bebé.<br />

—Casi se me salió el corazón al ver a la niña a un lado de su<br />

madre muerta, queriendo tal vez su comida o que la cubriera del<br />

frío con su pecho, con su calor; era un cuadro de tristeza que no te<br />

imaginas. Cuando alguien llegó a donde estaba yo gritando, gritando<br />

como un loco; pronto se llenó de curiosos y de buenas personas que<br />

inmediatamente se quitaban sus chamarras para cubrir a la inocente y<br />

ofreciendo su ayuda para lo que fuera. A los quince o veinte minutos<br />

de que descubriéramos aquel cuadro de la <strong>vieja</strong> banca, sirviendo de<br />

cama y también, por qué no, de refugio para aquella chiquilla que<br />

contaba con unas cuantas horas de vida. ¿Qué sería de la muchacha?<br />

¿Cuál sería su nombre? Pobres padres o familiares. ¿Tendría esposo?<br />

¿Tendría más familia? ¿A quién hay que hablarle y avisarle para que<br />

venga y reconozca el cadáver?<br />

—En eso alguien gritó: ¿Qué pasa?, ¿qué pasa? Yo soy doctor,<br />

déjenme pasar y revisar a esta persona. Pero el doctor o supuesto<br />

doctor no se imaginaba lo que vería. <strong>La</strong> gente se hizo a un lado para<br />

que el doctor revisara a su paciente y gritó, ante la desesperación de la<br />

gente: ¡Dios mío! Pero… ¿qué pasó? Esta mujer dio a luz por sí sola y<br />

se desangró. ¡Oh, Dios mío! ¡Qué mal están las personas de ahora que<br />

no hacen caso de lo que les recomienda el doctor! Pronto, que alguien<br />

consiga agua caliente; a ver, alguien que busque agua caliente. Le dije al<br />

doctor que yo trabajaba aquí en el parque y la oficina estaba a unos cien<br />

metros, que ahí teníamos agua caliente, que me esperara y volvería en<br />

seguida. Alguien de las personas presentes se ofreció a ayudarme y así<br />

trajimos unos baldes con agua caliente, de la cual usó una parte para<br />

bañar a la niña y la otra para limpiar a la muchacha, ya sin vida. De<br />

verdad, Marcos, que era una cosa muy triste.<br />

Marcos, sin que Carlos se diera cuenta, lloraba en silencio por la<br />

desgracia de aquella humilde muchacha; sus lágrimas rodaban hasta el<br />

cuello, y cuando Carlos lo miró con la luz de las lámparas del parque,<br />

se disculpó por causarle esa tristeza. Marcos le dijo que siguiera, que<br />

hay cosas que llegan hasta el alma y es imposible evitar las lágrimas,<br />

producto del sentimiento. Carlos siguió, pero esta vez sin voltear a<br />

mirar a su amigo.<br />

73


—Nadie quería irse del lugar, todos queríamos cooperar con<br />

lo que fuera, con tal de que las cosas se le facilitaran al doctor. Con<br />

respecto a la muchacha, ya nada se podía hacer, pero sí con la niña, la<br />

que ya tenía muchas cosas regaladas por las personas que acudieron<br />

al lugar. En esos momentos llegaron dos ambulancias: una de la Cruz<br />

Roja y otra del Seguro Social; momentos después llegaron unos policías<br />

y el forense.<br />

—Después de levantar el acta por parte del forense, se dictaminó<br />

que la muerte fue causada por hemorragia transvaginal en el acto de<br />

dar a luz. El cuerpo fue cubierto con una sábana <strong>blanca</strong> y la subieron a<br />

la ambulancia del Seguro Social; la policía despejó a todos los mirones,<br />

solamente nos dejó a algunos que llegamos primero al incidente. Al<br />

doctor y a mí nos hicieron un montón de preguntas y al final de cuentas,<br />

nos detuvieron por unas horas solamente para hacer la declaración en<br />

la estación de policía.<br />

—Yo no dejaba de preguntar qué harían con la niña, inclusive<br />

les sugerí que yo podría adoptarla. Les pedí permiso para hablar por<br />

teléfono con mi esposa y con uno de mis hijos, para que se hiciera cargo<br />

del trabajo mientras yo regresaba; mi esposa llegó como a la media hora<br />

de que le hablé; ahí se estuvo hasta que me dejaron libre, era sólo para<br />

hacer una declaración, pero por el momento sí te da miedo, porque<br />

hay ocasiones que han encerrado a testigos, los hacen responsables a la<br />

fuerza, pero éste no fue mi caso. Cuando me dejaron libre firmé unos<br />

documentos, en los cuales estaba bajo palabra no salir del estado y tenía<br />

que presentarme cuantas veces se me pidiera.<br />

—Cuando me dejaron libre, salimos mi esposa y yo en busca<br />

de un taxi, queríamos ir al DIF; esto con el fin de saber qué sería de la<br />

chiquilla que se había quedado sin mamá a tan sólo unas cuantas horas<br />

de nacida. Cuando llegamos estaba la señora encargada de la guardia y<br />

le hice saber el porqué de nuestra visita; le di datos de la niña y también<br />

le dije que mi esposa y yo estábamos dispuestos a adoptarla, que<br />

queríamos llenar una solicitud para poder dar seguimiento al proceso<br />

de adopción. <strong>La</strong> señora no me contestó, sólo fue al archivo y sacó un<br />

folder; después fue a uno de los escritorios de al lado y trajo una hoja; en<br />

ella había una lista de nombres y dijo: “Pues que tengan suerte, esta es la<br />

lista de las personas interesadas en esta criatura; todos ellos han hecho<br />

el comentario que estuvieron presentes cuando la encontraron en<br />

74


azos de su mamá muerta y es muy doloroso. Todos tienen el mismo<br />

sentimiento hacia la bebita; pongan su nombre completo, dirección,<br />

teléfono o lugar donde podamos contactarlos, y aquí su firma”. Así, con<br />

el mismo sentimiento que nos envolvía a mi esposa y a mí, llenamos<br />

los formularios. En verdad mi esposa y yo estábamos muy interesados;<br />

aunque ya teníamos familia, el amor que nos empezaba a nacer por esa<br />

criatura ya se familiarizaba con el resto de nuestros hijos.<br />

—Pasó casi un mes, pero para esto sin dejar de ir a visitar a la<br />

niña, llevándole ropa y algo de comida, primero al hospital y luego al<br />

DIF, hasta que una mañana cuando terminábamos de almorzar, sonó el<br />

teléfono: eran ellos, los del DIF, nada más para decirnos que habíamos<br />

fallado, que otra familia sin hijos habían sido los que por medio del juez<br />

correspondiente en esos asuntos, les dio la custodia para adoptar a esa<br />

linda bebita. Pedimos los nombres de las personas que la adoptaron,<br />

esto con el fin de seguir visitando a la niña, pero nos fue negado; dijeron<br />

que darían nuestros nombres a ellos, para ver si estaban de acuerdo a<br />

nuestro interés. Después de un tiempo recibimos una llamada de ellos<br />

mismos, dándonos su dirección y teléfono, para cuando quisiéramos<br />

ir a visitarlos, y así lo hicimos por mucho tiempo. Luego de mirarnos<br />

tan seguido, nos pidieron que bautizáramos a su niña y nosotros con<br />

mucho gusto aceptamos. Somos sus padrinos de bautismo.<br />

—Pero te digo que el destino a veces juega con nosotros: un<br />

día que fuimos a visitarlos, en diciembre, por cierto, ya no estaban en<br />

su casa, se habían ido para Estados Unidos. De esto nos comunicó la<br />

vecina de la casa de junto, que solamente le dijeron que le regalaban<br />

todas sus cosas porque se irían a Estados Unidos y no supo más. Miré<br />

a mi esposa, quien tenía unas lágrimas en sus ojos; la calmé como pude<br />

mientras le daba mis datos a la señora, para que si un día llegara a saber<br />

de mis compadres, me contactara inmediatamente o que les diera mis<br />

datos para que ellos se pudieran comunicar conmigo. Compadres,<br />

como ya se nos había hecho costumbre de identificarlos con los vecinos,<br />

porque ellos tenían la costumbre de salir a pasear fuera de la ciudad y lo<br />

hacían muy seguido y sin decirle a nadie a dónde irían, sólo arrancaban<br />

y regresaban a veces después de una semana; en fin, siempre estaban<br />

fuera de casa.<br />

—Desde ese día a la fecha no supimos ni hemos sabido nada<br />

de los compadres ni de nuestra ahijada. Bueno, el punto principal de<br />

75


esta conversación es que así como le pasó a esta muchacha le puede<br />

pasar a cualquiera, y también quiero decirte que podemos investigar el<br />

paradero de Paquita. Con ayuda de alguien conocido que trabaje en el<br />

gobierno, para que nos dé copias de los registros de niños abandonados<br />

por sus padres o accidentados, que muchas de las veces no hay quien<br />

los reclame. Registros de violación y maltrato, o también de niños<br />

desamparados.<br />

Carlos siguió haciendo mención de muchos otros casos en<br />

donde posiblemente haya registros y de esa manera poder ver si Paquita<br />

se encontraba en alguno de esos penosos pero existentes casos. Marcos<br />

lo miraba sin saber qué decir, pero sí entendía lo que Carlos trataba de<br />

decir y al fin habló:<br />

—Hummm... hummm... —Marcos afinó su garganta, que ya la<br />

tenía desde hacía largo rato hecha nudo y sin poder hablar—, Carlos,<br />

amigo, ¿quieres decir que Paquita… pudiera estar muerta? ¿Eso es lo<br />

que me tratas de decir?, ¿que busquemos en los archivos su nombre?<br />

Ni siquiera sé sus apellidos, pero… ¿cómo puedes pensar eso, Carlos?<br />

Carlos sintió que lastimó a su amigo, que le molestó lo que con<br />

muchos rodeos le quiso decir. Lo que Carlos deseaba era que Marcos<br />

no sufriera con lo que podría pasar.<br />

—No, Marcos, yo lo que quiero es que encuentres a Paquita<br />

bien, a salvo, sana, con su abuelita; yo te ayudaré en lo que pueda<br />

para localizarla, ya verás. Le comenté a mi esposa de todo esto<br />

y ella también nos va a ayudar: uno de sus familiares trabaja en<br />

un canal de televisión y dice que con una foto de la niña nos<br />

ayudaría a televisarla y así la comunidad entera que mire ese<br />

canal, se enteraría de que la niña es buscada y…<br />

Marcos lo paró en seco:<br />

—¿Cómo se te ocurre decir en televisión que andamos<br />

buscando a una niña que ni siquiera es de nuestra familia, ni<br />

sabemos más datos de ella? Capaz de que está viviendo con sus<br />

familiares muy a gusto y nosotros publicando su fotografía, en caso<br />

de que tuviéramos una. ¿<strong>La</strong> exhibiríamos por televisión diciendo<br />

que se trata de una niña extraviada?<br />

Los dos amigos se quedaron pensando en sus ideas, y<br />

atropellando la realidad pasaron unos minutos en silencio.<br />

Carlos estaba con la cabeza hacia abajo, sin pronunciar palabras,<br />

76


econociendo que tenía mucha razón su amigo Marcos; ellos estaban<br />

exagerando demasiado. Marcos se encontraba con la mirada perdida,<br />

con las dos manos sobre el volante de su camioneta y mirando<br />

hacia su izquierda por encima del hombro, las cejas pobladas muy<br />

pegadas una con la otra, con motivo de su preocupación y por haber<br />

ofendido a su amigo con su inadecuada respuesta.<br />

—Marcos, perdóname si estaba exagerando demasiado,<br />

pero de todas maneras, como sea yo te ayudo a que encuentres<br />

a tu amiguita. ¿Ok?<br />

—Ok, Carlos, gracias, muchas gracias. Mañana seguiremos con<br />

la plática, por hoy yo creo que lo mejor es ir a descansar. Ahora sí dime:<br />

¿por dónde vives, Carlos?<br />

Así terminaron aquella pequeña discusión, como verdaderos<br />

amigos que todo se perdonan, que se comprenden y que están juntos<br />

en las buenas y en las malas.<br />

En el transcurso del camino a casa de Carlos, sólo se comentó del<br />

rápido crecimiento de la ciudad y los grandes terrenos baldíos, ahora<br />

ya fincados con grandes empresas maquiladoras, del estado y foráneas,<br />

que son un sostén muy importante para la economía duranguense,<br />

dando empleo a un número muy elevado de personas capacitadas y<br />

de mano obrera; los grandes y modernos hoteles y restaurantes de lujo,<br />

en los cuales se puede disfrutar de unas bonitas y cómodas vacaciones,<br />

deleitándose con el tesoro cultural y turístico existente en todo el estado<br />

de Durango; todo esto gracias a los grandes esfuerzos de los últimos<br />

gobernantes para contribuir con ello a la mejora de la bonita ciudad de<br />

Durango; una ciudad de las mejores para vivir tranquilamente, por lo<br />

que ocupa uno de los primeros lugares entre varias de México.<br />

—Aquí es. <strong>La</strong> segunda casa, que también es tu casa cuando<br />

gustes, Marcos, modesta pero muy honrada.<br />

—Gracias, Carlos, te agradezco mucho lo que haces por mí y<br />

también por darme la oportunidad de ser tu amigo.<br />

Marcos frenó su camioneta justamente enfrente de la casa de<br />

Carlos, y al instante se encendió la luz de una de las habitaciones.<br />

—Mírala, ahí está mi pobre esposa, esperándome. Olvidé<br />

hablarle por teléfono y decirle en dónde me encontraba. Lo bueno es<br />

que ya estamos aquí. Ven, Marcos, pasa, permíteme presentártela, te va<br />

a caer bien; tiene un carácter muy bonito.<br />

77


—Oh, Carlos, no te molestes; otro día: ve la hora que es. Ya<br />

es de madrugada y de seguro quiere descansar, lo mismo que<br />

nosotros. Te lo prometo que para la próxima vez que me invites<br />

no te fallaré. ¿Ok? Ahora, hasta mañana, que tenemos muchas<br />

cosas que hacer; recuerda que tenemos una cita en casa de don<br />

Chuy.<br />

—Sí, claro, yo estaré listo a la hora que me hables.<br />

—Mejor yo paso por ti y de regreso me invitas un café en<br />

tu casa, para conocer a tu esposa, ¿estamos? —Estamos, aceptó<br />

el amigo.<br />

Carlos bajó de la camioneta de Marcos y después de un<br />

fuerte choque de manos se despidieron. Marcos se alejó un poco<br />

apresurado, mientras que Carlos entró a su casa y después de<br />

contar a su esposa de su participación en la fiesta sorpresa que<br />

le organizaron a don Chuy, le comentó lo que platicaron en el<br />

parque y también lo que Marcos había pensado de la idea de<br />

buscar a Paquita en los medios de comunicación y en el canal<br />

local de televisión. —Todo esto le pareció absurdo, dijo que no<br />

deberíamos de hacer pública la búsqueda de Paquita, porque<br />

si ella vive con sus padres o con sus familiares, éstos podrían<br />

molestarse y hasta podrían armar un escándalo.<br />

Todo lo que Carlos le comentó a su esposa, ella ya lo<br />

imaginaba y le dijo que antes de hablar, hay que pensar, y para<br />

esto lo primero sería investigar antes de cometer un error que<br />

les podría causar un grave problema. Luego optaron por ir a<br />

dormir y así descansar para el siguiente día estar listos para las<br />

citas pendientes.<br />

78


El asalto al negocio<br />

de Marcos<br />

Marcos se disponía a meter su troca a la cochera, cuando de<br />

pronto escuchó un ruido dentro del local; algo se había caído<br />

al piso, haciendo un ruido suave pero alertó a Marcos, quien<br />

de pronto sacó su pistola calibre .45, y con un ademán bien<br />

estudiado le dio carro y cerrando la puerta de la cochera, apagó<br />

las luces y caminó lentamente hacia la puerta interior que<br />

comunicaba al local de su negocio. Al estar cerca pegó su oído<br />

a la puerta, tratando de escuchar algún ruido que siguiera al<br />

primero, pero al no oír ningún otro más que el de su corazón,<br />

que latía con rapidez golpeando su pecho cada vez más fuerte,<br />

se tocó el pecho con su mano izquierda, tratando de calmar su<br />

agitado corazón y así también para darse unos leves masajes en<br />

su garganta, que la tenía reseca por la desesperación de no saber<br />

qué ocurría dentro del local.<br />

El ruido parecía haberse escuchado en el área de las<br />

computadoras y eso daba alivio a Marcos, porque él conocía<br />

perfectamente su local y sabía también que si alguien se<br />

encontraba adentro, tenía que salir por la puerta en donde él<br />

estaba esperando escuchar algún ruido o voces de alguien, o<br />

también de algún animal que se hubiera quedado encerrado y<br />

que tal vez estaba tratando de salir. Pensó mil cosas antes de<br />

abrir la puerta; decidió esperar un rato más: él estaba en su<br />

casa y podría quedarse el tiempo que deseara y algún extraño<br />

tendría que buscar la manera de escapar y con mayor razón,<br />

79


porque de una manera u otra, quien fuera también ya se había<br />

dado cuenta de que el dueño estaba ya dentro de su casa y que<br />

cualquier ruidito o movimiento en falso, lo podría delatar y éste<br />

podría hablar a la policía, o simplemente sentir la incomodidad<br />

de saber que ya no están solos y que tienen que escapar.<br />

Todas las puertas del local tenían doble cerradura y esto<br />

calmaba un poco más a Marcos: si alguien está adentro y entró<br />

por las puertas principales, es alguien que tiene llaves para<br />

abrir, y las únicas personas que tienen son los tres empleados<br />

de confianza de Marcos: Rosalía, Martita y <strong>La</strong>lo; los demás<br />

empleados sólo esperaban que alguien de los tres abriera las<br />

puertas del negocio para poder entrar y empezar con sus labores<br />

diarias. <strong>La</strong>s puertas están seguras, están hechas contra robos,<br />

pero de todas maneras los monitores secretos instalados en<br />

varias partes del local, grabarían lo que suceda ahí dentro.<br />

Marcos se empezó a desesperar, aun sabiendo que debería<br />

de tener mucha calma para poder salir triunfante de esa espera<br />

tan absorbente, y con mucho nerviosismo quiso abrir la puerta<br />

interior que daba al local, pero por más que intentaba dar<br />

vuelta a la manivela, nomás no pudo; la puerta se encontraba<br />

atrancada con el seguro por dentro, lo que indicaba que alguien<br />

que conocía la casa de Marcos se atrevió a entrar.<br />

Rápidamente llamó a la casa de <strong>La</strong>lo, pero no por<br />

desconfianza; sólo le llamó para saber si había cerrado bien las<br />

puertas del local. <strong>La</strong>lo contestó y Marcos, con la voz lo más bajita<br />

que pudo, le pidió que viniera rápidamente a su casa:<br />

—<strong>La</strong>lo, escucha: no puedo hablarte fuerte; alguien está<br />

dentro del local. Ven rápido, quiero que me ayudes a atraparlos;<br />

son dos o tres.<br />

Marcos había ya escuchado dos o tres voces diferentes, y<br />

esto ya se había puesto bueno, porque los ladrones o quien fuera,<br />

ya sabían que habían sido descubiertos y de seguro estaban<br />

planeando algo para huir. Y efectivamente, eso era lo que estaban<br />

haciendo dentro del local: ya tenían bastantes cosas en cajas<br />

listas para sacarlas; también tenían en su poder lo que Marcos<br />

no se imaginaba: tenían nada más ni nada menos que a Rosalía,<br />

la tenían secuestrada. Rosalía se había quedado a terminar<br />

80


unos documentos que tendría que enviar ese mismo día y para<br />

cumplir con su trabajo y por querer ayudar a su patrón, a quien<br />

tanto estimaba, les dijo a Martita y a <strong>La</strong>lo que se quedaría unas<br />

horas después para terminar esos documentos, los que enviaría<br />

a sus proveedores por fax, que era muy importante que los<br />

recibieran ese mismo día. Esa fue la causa por la que alguien<br />

quiso aprovechar para saquear el negocio de Marcos. Después,<br />

Marcos se daría cuenta por la misma Rosalía, acerca de cuál fue<br />

la mera verdad del atraco.<br />

Cuando <strong>La</strong>lo llegó al negocio de Marcos, detuvo su carro<br />

una cuadra antes y se fue caminando muy despacio, para no<br />

hacer ningún ruido que fuera alterar la situación que se vivía<br />

hasta el momento en la casa de Marcos. Cuando llegó a la puerta<br />

principal del negocio, pegó la oreja en una de las puertas pero<br />

no escuchó ningún ruido anormal más que el de sus intestinos;<br />

se deslizó sobre la pared y junto a la puerta de entrada a la<br />

cochera, pegó su cara lo más que pudo al portón automático y<br />

suavemente llamó a Marcos; éste le contestó de la misma manera<br />

y le dio rápidamente instrucciones de lo que tenía que hacer.<br />

<strong>La</strong>lo, un poco tembloroso, caminó hacia su carro; tendría que<br />

hacer algunas llamadas por teléfono. Le llamó al comandante<br />

Salazar y le comentó lo sucedido, le dijo lo que Marcos le había<br />

indicado. Luego de confirmar que el comandante estaría en<br />

unos minutos, le llamó también a don Chuy, quien también<br />

le contestó lo mismo: que en unos minutos estaría en casa de<br />

Marcos.<br />

No pasaron más de veinte minutos cuando el comandante<br />

ya estaba frente a donde <strong>La</strong>lo tenía su carro estacionado y en<br />

donde quedaron de verse, para no espantar a los ladrones. El<br />

comandante Salazar saludó a <strong>La</strong>lo y le preguntó si era él con<br />

quien había hablado unos minutos antes, a lo que <strong>La</strong>lo contestó<br />

afirmativamente. En unos instantes, mientras conversaban,<br />

llegaron al lugar cuatro patrullas con elementos al mando del<br />

comandante Salazar, quien les dio instrucciones de distribución.<br />

En eso estaban cuando de pronto se escucharon disparos dentro<br />

del local; todos se pusieron en guardia, como por arte de magia,<br />

mientras el comandante les gritaba que fueran a salvar a su<br />

81


amigo Marcos y que tuvieran mucho cuidado al disparar; estaba<br />

obscuro y podrían lastimarlo. Mientras todos corrían a tomar<br />

sus puestos en esos casos de ataque, llegó otro carro: era don<br />

Chuy, que también venía armado y junto al comandante Salazar<br />

avanzaron hacia el local; ya se habían escuchado algunos gritos<br />

de:”Ya me dieron, corran ustedes, sálvense”.<br />

El comandante y los demás no sabían quién estaba<br />

gritando ni podían reconocer la voz. Tal vez hirieron a Marcos<br />

y nos está pidiendo ayuda —dijo don Chuy casi corriendo—.<br />

Una de las puertas cortina del local se abrió automáticamente y<br />

el comandante gritó con todas las fuerzas que pudo: “¡Al suelo,<br />

todos al suelo!”<br />

Dos de ellos abrieron fuego con sus armas de alto poder,<br />

tumbando inmediatamente a dos de los policías que habían<br />

llegado con el comandante, y la balacera se desató por parte de<br />

los oficiales, que rápidamente contestaron el fuego, y después<br />

de un largo rato de intercambio de disparos, cayeron dos de los<br />

delincuentes que abrieron fuego contra los oficiales. Luego, con<br />

su bocina, el comandante empezó a negociar con los que según<br />

parecía estaban vivos, aprovechando también para hacerle saber<br />

a Marcos que estaban ahí para ayudarlo, que sus hombres iban a<br />

entrar por el resto de la banda.<br />

No consiguió respuesta de nadie. Los disparos se dejaron<br />

de escuchar y todo quedó en un silencio mortal. Esto era lo más<br />

peligroso: el silencio. Volvió a negociar el comandante:<br />

—Quienes sean ustedes, están rodeados; más vale que se<br />

rindan. Sus compañeros están ahora muertos, ya no tiene caso<br />

que se resistan. Salgan con las manos en alto y nada les va a<br />

pasar; sigan mis instrucciones y podrán salir con vida.<br />

Volvió a reinar el silencio. Mientras tanto, ya la calle<br />

estaba llena de vecinos curiosos que estaban entorpeciendo la<br />

operación. Retírense por favor, señores, les puede tocar una<br />

bala perdida; la pelea no ha terminado —dijo don Chuy a los<br />

mirones, que por cierto ya eran varios y no tenían ni la más<br />

mínima idea de lo peligroso que era estar cerca de un tiroteo.<br />

Adentro reinaba la obscuridad y el silencio; de pronto se<br />

escucharon los gritos de una mujer dentro del local, que casi<br />

82


al mismo instante fueron silenciados por un fuerte golpe; por<br />

su parte los oficiales, que ya eran varios pues habían llegado<br />

otros más, todos se pusieron en guardia; seguramente había dos<br />

o tres personas todavía adentro y por supuesto una muchacha.<br />

El comandante Salazar buscó a <strong>La</strong>lo para interrogarlo acerca<br />

de la muchacha, y efectivamente, se trataba de una de las<br />

secretarias de contabilidad llamada Rosalía. Esta muchacha<br />

había empezado a trabajar para Marcos casi desde el principio,<br />

cuando comenzó con su negocio y después contrató a Marthita<br />

para el departamento de contabilidad, las cuales se habían<br />

familiarizado tanto con Marcos que lo estimaban bastante, por<br />

lo que resultaba muy difícil pensar que pudieran tener alguna<br />

complicidad con los ladrones.<br />

El comandante ya tenía a dos de sus mejores elementos<br />

para el rescate y ya estaban planeando, junto con <strong>La</strong>lo, pues era<br />

el único que conocía muy bien el local, el cual consistía en una<br />

superficie de casi 2,500 metros cuadrados y estaba muy bien<br />

distribuido en varios departamentos, por lo que resultaba difícil<br />

e inseguro el rescate. <strong>La</strong>lo preguntó por Marcos, le preocupaba<br />

la salud de su jefe:<br />

—Comandante, ¿y qué pasará con Marcos? Él no conoce<br />

a los oficiales ni los oficiales a él, pueden dispararse entre ellos;<br />

suponga que Marcos los pueda identificar por sus uniformes,<br />

pero ellos a Marcos, ¿cómo lo irán a reconocer para no dispararle?<br />

—Tienes razón, muchacho, pero estoy seguro que Marcos<br />

no corre peligro.<br />

De pronto se escuchó una voz fuerte cerca de la puerta<br />

principal del local: eran ellos, los ladrones, que estaban diciendo<br />

que tenían a un rehén, a Rosalía, y “queremos negociar; decídanse<br />

rápido porque en cinco minutos le vamos a disparar”.<br />

El comandante, poco preocupado, le contestó: “¿Cuántos<br />

son ustedes y qué es lo que quieren?” Los ladrones no contaban<br />

con que Marcos se encontraba dentro del local y tal vez con<br />

vida. Ellos pensaban que lo habían matado en el primer tiroteo,<br />

y rápido contestó el supuesto jefe de la banda:<br />

—Somos tres y una muchacha; queremos una Suburban<br />

en buenas condiciones, que tenga suficiente gasolina para correr<br />

83


más de seiscientos kilómetros, y queremos una escolta de cuatro<br />

policías en motocicleta: uno será el guía que nos saque de la<br />

ciudad sin ningún alto; los otros dos, irán uno a cada lado y el otro<br />

irá atrás de nosotros. Si no es así como te estoy ordenando, cuenta<br />

a esta muchacha por muerta. El tiempo ya empieza a correr.<br />

—Espera, como te llames: tienes que considerar el tráfico<br />

que hay en la ciudad para que las motocicletas patrullas estén<br />

aquí, para lo que tú estás pidiendo.<br />

El comandante sabía que estos señores amantes de la<br />

maldad no se andan con rodeos; cuando se sienten acorralados<br />

son capaces de todo, por lo que pidió de inmediato lo que le<br />

habían solicitado.<br />

—<strong>La</strong>s motocicletas ya vienen en camino, tienes que<br />

considerar el tiempo que se tardan en cruzar la ciudad, son cerca<br />

de 20 kilómetros los que tienen que recorrer hasta llegar aquí;<br />

dame un poco más de tiempo.<br />

—Está bien, tienes veinte minutos para sacarnos de aquí.<br />

—¿Y la muchacha? ¿Dónde me la vas a entregar?<br />

—Yo soy el que da las órdenes: tienes que esperar hasta<br />

nuevo aviso.<br />

El comandante Salazar siguió negociando con el ladrón<br />

sin tener respuesta; éste ya se estaba alistando para salir y el<br />

comandante insistía. Esto era con el fin de distraerlos, sabía que<br />

Marcos estaba vivo pero que no podía hacer nada porque lo<br />

podrían descubrir; ya le había marcado dos veces a <strong>La</strong>lo pero<br />

no hablaba ni una sola palabra. Cuando <strong>La</strong>lo le hizo saber al<br />

comandante Salazar lo de las llamadas de Marcos, éste muy<br />

astuto supo que eran señales de que Marcos estaba bien y muy<br />

cerca de los bandidos, es por eso que no podía hablar. En una<br />

de las llamadas sólo se escuchaba lo que estaban negociando<br />

el jefe de la banda con el jefe de los oficiales. Entonces —dijo<br />

el comandante—, esto quiere decir que Marcos se encuentra<br />

mucho muy cerca de los maleantes.<br />

En esos instantes llegaron los de las motocicletas. El<br />

comandante les empezó a decir un montón de incoherencias, para<br />

que los ladrones no se la olieran de que eran claves que modernamente<br />

el equipo del comandante Salazar ha estado estudiando para en<br />

84


estos casos, que ya sumaban varios con similar acontecimiento, y<br />

los oficiales de inmediato supieron qué hacer durante el trayecto de<br />

escolta. El chofer de la Suburban también ya había hecho todo lo<br />

indicado y aprendido en clases en la Academia.<br />

Seguros de lo que hacían, todos los oficiales involucrados<br />

estaban listos para actuar; solamente esperaban la orden del<br />

jefe para tomar sus puestos. El comandante Salazar, ya por<br />

experiencia, dejó a otros seis hombres como repuesto de los<br />

primeros, por si el ladrón era más inteligente, como ya le había<br />

pasado una vez: a la mera hora de partir el ladrón con los<br />

rehenes, había cambiado de idea y pidió que los policías que lo<br />

escoltarían fueran cambiados y esa vez se salieron con la suya,<br />

porque los oficiales que sabían qué hacer, fueron substituidos<br />

por el mismo ladrón y los que se llevó no sabían de los trucos<br />

que el comandante había inventado, pero esta vez estaba todo<br />

bajo control y él y los demás estaban listos para el rescate.<br />

Los minutos pasaban lentos para Marcos: él estaba debajo<br />

de una vitrina que tenía bastante espacio para deslizarse sin<br />

causar ningún ruido, pero no tenía la seguridad de salir sin<br />

ser visto por algún ladrón, que de seguro se encontraban en<br />

diferentes partes del local; si ya había permanecido por más de<br />

dos horas, lo más conveniente sería esperar que se fueran, pero<br />

el valor de Marcos no lo dejaba en paz, lo hacía que pensara<br />

en mil maneras de escapar y de rescatar a su secretaria, aunque<br />

confiaba en la estrategia que usaría el comandante. También ya<br />

estaba sintiendo calambres que le recorrían del cuello y toda la<br />

espalda hasta los dedos de los pies, y sin dejar de hacer suaves<br />

y lentos movimientos para que la sangre fluyera normal por<br />

sus venas y le ayudara a permanecer más tiempo en la misma<br />

posición, si así se requería.<br />

En eso escuchó a los ladrones que empezaron a prepararse<br />

para salir: uno de ellos se quejaba muy suavemente pero sí<br />

se apreciaba, mientras el otro, tal vez el jefe, le decía que se<br />

aguantara, que pronto estarían en casa y ahí lo atendería el<br />

doctor. Para esto Marcos ya le había marcado una vez más<br />

a <strong>La</strong>lo, con la intención de que ellos escucharan lo poco que<br />

fuera de los ladrones, y aunque Marcos no lo sabía, sí tenía<br />

85


azón: estaban escuchando las conversaciones de los ladrones,<br />

aunque no muy claras pero de algo estaban sirviendo; les daba<br />

tiempo de hacer y deshacer con facilidad, sin que los ladrones<br />

se enteraran de que estaban siendo escuchados, por lo que éstos<br />

siguieron hablando, confiados de que estaban solos en el local.<br />

<strong>La</strong> muchacha permanecía en ese momento bajo el efecto de una<br />

droga que le habían inyectado, para poderla controlar.<br />

Para esto, ya el comandante había puesto vigilancia en<br />

todas las salidas de la ciudad, con policías encubiertos, para hacer<br />

más fácil el rescate. Se escuchó otro grito: esta vez era el jefe de<br />

la banda anunciando la salida y mencionando que la muchacha<br />

estaba bajo el efecto de una droga para poderla cargar.<br />

—Ella irá al frente… y les aseguro que no lo pensaré dos<br />

veces para dispararle, en caso de sospechar algo raro, ¿entendido?<br />

—Está bien —contestó el comandante—, tú ganas por ahora.<br />

De pronto surgió algo que nadie se esperaba: llegó una<br />

muchacha corriendo y gritando: “¡Marcos!, ¡Marcos! ¿Qué<br />

pasa, dónde está Marcos?” Era <strong>La</strong>ura, la novia de Marcos, que<br />

gritaba desesperada reclamando a su amado. El comandante le<br />

gritó enfurecido que se calmara, que todo estaba bien. En eso se<br />

adelantó don Chuy:<br />

—<strong>La</strong>ura, cálmese por favor. Marcos está bien.<br />

<strong>La</strong>ura echó a llorar sin consuelo: algo le decía que Marcos<br />

estaba en peligro y necesitaba ayuda; se abrazó de don Chuy. —<br />

Cálmese, <strong>La</strong>ura, Marcos está bien; todo está bien. Ahora hágase<br />

para acá porque estamos esperando que salgan esos malvados.<br />

—Pero, ¿qué fue lo que pasó?, dígame por favor, don Chuy.<br />

—Cálmate, muchacha, ahorita te cuento todo lo sucedido.<br />

Caminaron hacia la esquina contraria del local, para de<br />

ahí ver y esperar cuando saliera Marcos. Pero adentro del local<br />

los gritos de <strong>La</strong>ura habían puesto nervioso al jefe de la banda, el<br />

cual retrocedió y se volvió a poner en alerta:<br />

—¿Qué pasa?, ¿quieres que se muera esta muchacha por<br />

no hacer lo que te ordené?<br />

—Todo está en orden —dijo el comandante—, ahora dinos<br />

tú cuándo y dónde vas a dejar libre al rehén. Esta vez no recibió<br />

respuesta y después de unos minutos de esperar se escuchó una<br />

vez más al bandido:<br />

86


—Ok. Vamos a salir. Retírense todos, que sólo quede el<br />

chofer y que abra las puertas de este lado únicamente.<br />

Con mucho cuidado se retiraron un poco de donde estaba<br />

Marcos, y éste pudo al fin salir de abajo de la vitrina; ya estaba casi<br />

amanecido, ya se podía ver dentro y fuera del local y esto ayudó<br />

a Marcos a enfocar su pistola .45 a la nuca del supuesto jefe, el<br />

mismo que con la mano izquierda sostenía el cuerpo de Rosalía,<br />

medio bamboleante por los efectos de la droga inyectada por<br />

sus secuestradores. Cuando Marcos pudo hablar por teléfono<br />

le pidió a <strong>La</strong>lo que le pasara rápidamente al comandante; éste<br />

obedeció inmediatamente y con mucho cuidado se acercó al<br />

comandante para entregarle el teléfono.<br />

—Comandante, qué gusto. Tengo en la mira al que lleva<br />

a la muchacha; no fallo, tengo el 99% de seguridad de acertar el<br />

disparo en la cabeza, nada más deme su autorización; ustedes<br />

encárguense de los otros dos, pero esto decídalo ya.<br />

—Adelante, Marcos, y no salgas hasta que yo te lo indique.<br />

En fracción de segundos escuchó la detonación de un<br />

balazo certero, que inmediatamente fue acompañado por unos<br />

gritos y otros disparos más. El ambiente se confundió: sólo se<br />

miró caer casi al instante del primer disparo, al que llevaba a la<br />

muchacha por delante; ésta, por el efecto de la droga que aún le<br />

duraba, cayó sin sentido encima de su secuestrador; los otros<br />

dos cómplices restantes de la banda, sólo recibieron una bala<br />

en las piernas cada uno; quisieron disparar pero al revisar sus<br />

armas, éstas estaban vacías, sin ninguna bala; se la iban a jugar<br />

de todas a todas, pero… ¿y sin balas? Después confesarían que el<br />

único que traía balas en su “cuerno de chivo” era el jefe.<br />

Todos los policías presentes se lanzaron sobre los heridos;<br />

ya la ambulancia venía en camino, así como también más refuerzos<br />

de oficiales de policía del estado. Cuando éstos llegaron ya las cosas<br />

estaban bajo control, ya se vivía un ambiente de triunfo y felicitaciones.<br />

El comandante se encontraba adentro del local con Marcos;<br />

había llevado a <strong>La</strong>ura y a don Chuy a ver cómo estaba su amigo<br />

Marcos, al que encontraron con los ojos rojos de desvelo, con el<br />

susto reflejado en su rostro, triste por haber hecho lo que hizo,<br />

pero ya lo estaban tranquilizando.<br />

87


—<strong>La</strong>ura, ¿cómo te enteraste?<br />

—Mi mamá me dijo que algo estaba pasando aquí en tu<br />

local, porque había mucha policía rodeando la casa, y que se<br />

habían escuchado disparos de diferentes armas de fuego, y aquí<br />

me tienes mi amor, quiero estar contigo.<br />

—Gracias, muchas gracias, <strong>La</strong>ura. Don Chuy, muchas<br />

gracias por venir y disculpe que los haya molestado, sólo debí de<br />

haber hablado a la policía, que ellos se encargaran.<br />

—No, Marcos, hiciste bien en defender tu propiedad, estás<br />

en todo tu derecho. Ahora tenemos que hablar con el comandante<br />

López, antes de irnos a declarar. Me pidió que hablemos en tu<br />

casa, en privado; lo siento <strong>La</strong>ura, tenemos que subir a la casa de<br />

Marcos. Ahorita tenemos que llenar unos documentos y luego<br />

que él te hable. ¿Ok? No —dijo <strong>La</strong>ura—, que ella quería estar al<br />

lado de Marcos, que por favor la dejaran. <strong>La</strong>ura se olvidó que<br />

tenía que cumplir su compromiso en su trabajo. Pero pronto<br />

hablaría con Marcos, quien la convenció de que tenía que ir<br />

a trabajar, que él iría a la comandancia después de tener una<br />

conversación con el comandante Salazar.<br />

En eso se arrimó uno de los hombres del comandante<br />

y le dijo que el que llevaba a la muchacha estaba vivo, que no<br />

estaba muerto como habían pensado al verlo desplomarse<br />

después de que Marcos le disparara desde adentro del local.<br />

Esto le dio gusto a Marcos, aunque ya sabía que al hombre que<br />

él había disparado sólo lo había herido; él sabía perfectamente<br />

en qué partes del cuerpo las personas quedan paralizadas por<br />

unos minutos, por lo que este efecto les da tiempo para arrestar<br />

al individuo y llevarlo a declarar. De esa manera se han dado<br />

cuenta de muchos casos de complicidad, que por lo contrario, se<br />

mueren y no delatan a sus cómplices.<br />

—¡Marcos! —le reclamó un poco nervioso el comandante,<br />

al mismo tiempo que lo tomó de la mano y lo hizo caminar unos<br />

cuantos metros, y ya solos le dijo—: ¿Entonces, fallaste? ¿Qué<br />

el tiro no iba a la cabeza? Pero qué tonto, cómo pude confiar:<br />

él estaba muy bien armado, pudo haber matado a su rehén y a<br />

varios de los nuestros… Antes de que siguiera el comandante,<br />

Marcos le aclara:<br />

88


—No, no disparé a la cabeza, como le había dicho. No<br />

quise matar a ese hombre, sólo le pegué en donde quedaría unos<br />

minutos inmóvil. Hay partes en nuestro cuerpo que con un<br />

pequeño golpe nos pueden dejar paralizados momentáneamente<br />

y eso fue lo que hice: le disparé exactamente en donde yo estaba<br />

seguro que no se movería por unos cuantos minutos y esto nos<br />

ayudaría a capturar a toda la banda.<br />

—Muchas gracias, Marcos, es un peso menos de encima.<br />

Así de esta forma tendremos información, sabemos cómo hacer<br />

para que suelten la sopa muy fácilmente, sin lastimarlos. Humm<br />

—el comandante clareó su garganta y después se quedó mirando<br />

fríamente a Marcos.<br />

—¿Ocurre algo, comandante? Quiere que lo acompañe a<br />

la delegación a declarar, ¿verdad? Ok, espéreme aquí, tengo que<br />

hacer unas llamadas por teléfono y bajo en seguida.<br />

Marcos llegó a donde esperaban <strong>La</strong>ura y don Chuy, y<br />

sólo les dijo que esperaran un poco, que bajaba en seguida;<br />

quería hablar con los familiares de Rosalía y hacerles saber que<br />

contaban con él para lo que se les ofreciera; habló también con<br />

Marthita, le comentó rápidamente lo sucedido y le pidió que se<br />

presentara un poco más temprano al trabajo, porque tenían que<br />

hacer un inventario entre ella, <strong>La</strong>lo y unos agentes de la policía<br />

del departamento de robos.<br />

Ya para entonces había cinco o seis personas de la prensa<br />

esperándolo, junto con don Chuy y <strong>La</strong>ura. El comandante<br />

Salazar ya tenía todo listo para salir a la delegación: unos cuantos<br />

testigos, el herido y Marcos, que era el principal en este caso.<br />

—Ahí viene —dijo don Chuy—. <strong>La</strong>ura, despídete porque<br />

esto va para rato; ve a tu trabajo tranquila, muchacha, y ya cuando<br />

termines tu turno, háblale, a la mejor ya está aquí en la casa.<br />

—Pobrecito, mírelo cómo viene, está temblando.<br />

—No te preocupes, <strong>La</strong>ura. Marcos es un hombre muy<br />

inteligente y muy fuerte, él sabe hacer las cosas bien; ten fe, que todo<br />

esto lo vamos arreglar lo más pronto que se pueda. Llegó Marcos.<br />

—Ahora sí, vámonos, estoy listo. <strong>La</strong>ura, m’ija, espérame en<br />

tu trabajo, ¿sí? Yo paso por ti. Si salgo más tarde de la delegación<br />

yo te llamo para decirte dónde nos podemos ver.<br />

89


Se abrazaron fuertemente uno al otro y después se<br />

miraron con amor y pasión que los consumía; no hubo palabras,<br />

no eran necesarias en esos momentos, se comunicaron con sus<br />

corazones. Don Chuy los miraba tiernamente y con sus manos<br />

extendidas trataba de parar a los de la prensa, que ya esperaban<br />

ansiosamente entrevistar a Marcos. El comandante Salazar<br />

esperaba paciente en un lado de su camioneta; se irían con él,<br />

Marcos y don Chuy.<br />

Cuando don Chuy miró a Marcos y a <strong>La</strong>ura despedirse,<br />

recordó la primera vez que se enamoró. Esto es el amor, era<br />

tan difícil alejarse del ser querido, que las lágrimas se hacían<br />

presentes, producto del sentimiento que lastima, que hiere, que<br />

mata. Esto es el amor, que te llena de tantas cosas bonitas que<br />

después te lastiman de tanto amar, de sentir necesidad del ser<br />

amado. Suspiró profundamente, alejando así los recuerdos que<br />

mantenían vivo el amor, y en ese momento deseaba ver a su<br />

esposa y decirle cuánto la amaba.<br />

—Vámonos, Óscar, ya estoy listo; por aquí, don Chuy,<br />

usted es el jefe.<br />

Don Chuy se sentó en el asiento de en medio de la<br />

camioneta; el comandante López durante el camino a la<br />

delegación, les contó algunas experiencias similares a la que<br />

acababan de pasar y en la cual le daba gracias a Dios que Marcos<br />

estuviera bien. Ya en la delegación se adelantó el comandante<br />

Salazar; después salió y se llevó a Marcos a una oficina en la que<br />

se pasaron horas y horas, firmando papeles y escribiendo, con su<br />

propio puño y letra, cómo había estado el robo. Al fin, después<br />

de varias horas, el comandante se dejó ver en una de las puertas<br />

de cristal de la oficina y le hizo una seña a don Chuy, que seguía<br />

fiel esperando a su amigo. Todavía no era su turno para actuar,<br />

él sólo esperaba a su amigo, ya después vendría su trabajo de<br />

defensor, si es que lo llegara a necesitar.<br />

Pasó menos de una hora, después de que el comandante<br />

le hiciera la seña a don Chuy de que todo iba bien y que pronto<br />

saldrían. Cuando se abrió la puerta principal de la oficina del<br />

departamento de robos y ahí un poco cansado se miraba el rostro<br />

de Marcos, pero en sus ojos se podía apreciar el gusto de ver a<br />

90


don Chuy en la sala de espera. Éste se levantó haciendo un leve<br />

esfuerzo; ya tenía varias horas en el mismo lugar, sin hacer ningún<br />

ejercicio. Tendió su mano a Marcos para saludarlo, y después un<br />

fuerte abrazo de apoyo moral, que tanto le sirvió a Marcos que le<br />

hizo sentir protegido, querido por un amigo sin condiciones, de<br />

un amigo que a pesar de su edad era todo un amigazo.<br />

—Marcos, muchacho, qué gusto me da que no hayas<br />

tenido problemas para arreglar lo del incidente. Vamos pues a<br />

comer, yo invito, y de ahí nos vamos a descansar.<br />

Al tiempo en que salían por la puerta principal que da a la<br />

calle, se toparon con Carlos; éste venía a ver a Marcos, le habían<br />

dado ya la noticia y quería saber en qué podía ayudar. Todos se<br />

saludaron, pues ya se conocían y tenían tiempo de ser amigos.<br />

Se fueron a comer a un lugar en el que ya habían comido; el<br />

comandante insistió y se hizo su voluntad. Ahí también<br />

conocerían, por obra del destino, a otra persona clave, que en el<br />

futuro ayudaría mucho a Marcos a buscar a Paquita.<br />

Llegaron al lugar, se sentaron y después de ver el menú,<br />

casi todos pidieron lo mismo: caldo de res. Por cierto, en lo<br />

general es una comida muy típica en el estado de Durango.<br />

Se acercó un señor de edad avanzada a saludar al<br />

comandante; éste lo presentó a sus amigos y cuando le tocó<br />

el turno a Marcos, le dijo: Parece que yo te he visto en alguna<br />

otra parte, ¿me has visto antes, muchacho? Marcos se le quedó<br />

mirando por unos segundos y le contestó que no, que no había<br />

tenido el gusto, pero él insistió en que se le hacía conocido su<br />

rostro o que tal vez era muy parecido a otra persona que él había<br />

conocido en una escuela. Luego de mirarlo unos segundos,<br />

volvió a decir y esta vez más fuerte:<br />

—Sí, sí, te pareces a… —intentó recordar el nombre de la<br />

persona que este señor estaba seguro de que Marcos tenía tanto<br />

parecido, cuando en ese momento le timbró el celular a Marcos<br />

y éste, pidiendo disculpas, contestó la llamada. Era su novia, su<br />

amada <strong>La</strong>ura, y al instante en que escuchó su voz, se puso de<br />

pie y dio unos cuantos pasos alejándose de la mesa en donde<br />

estaban comiendo, para decirle a <strong>La</strong>ura que le hacía falta y otras<br />

cosas más de amor que no quería que nadie lo escuchara.<br />

91


Siguieron compartiendo palabras de amor, mientras en<br />

la mesa en la que estaban esperando a Marcos, el señor que<br />

acababan de conocer los amigos del comandante, siguió con su<br />

conversación y ahora con más confianza ya, aprovechó que no<br />

estaba Marcos y se refirió a él diciendo: —Si no me equivoco, un<br />

familiar de este muchacho estuvo en mi clase hace unos veinte<br />

años. Pero qué parecido, ¿eh? Pudiera decir que se trata de un hijo<br />

o hija, o de un familiar muy cercano—. Luego lo interrumpió el<br />

comandante diciendo que Marcos, su amigo, tenía poco tiempo<br />

viviendo en la ciudad, y añadió que él nació en el estado pero<br />

que se fue a Estados Unidos siendo muy joven, casi cuando salió<br />

de la secundaria y allá estudió y ya no regresó hasta hace unos<br />

cuantos años; instaló un negocio de partes electrónicas, en el<br />

cual le ha ido muy bien y ahora ha crecido tanto que ya tiene<br />

pensado expandirlo en varias partes de la ciudad. ¿Es cierto, don<br />

Chuy?<br />

Don Chuy, más que nadie, sabía lo próspero que le ha sido<br />

el negocio a su amigo y asegundó las palabras del comandante,<br />

añadiendo que… —De lo tanto que ha prosperado, hasta se nos<br />

quiere casar—. Echó una carcajada que fue acompañada por sus<br />

oyentes, y después de hacer una bien y estudiada pausa, de las<br />

que lo caracterizaban, en voz baja y bien firme le dijo al nuevo<br />

amigo: —Yo creo que lo está confundiendo, señor Meraz, este<br />

muchacho es nuevo en la ciudad y no tiene familiares aquí en<br />

Durango. Todos se fueron a vivir a USA.<br />

El señor Meraz era un maestro retirado que trabajó por<br />

muchos años, fue maestro en varias escuelas. Estudió hasta que<br />

consiguió su doctorado y estaba capacitado para impartir varias<br />

materias y en una de las materias que impartía conoció a una<br />

muchacha que se parecía tanto a Marcos, que él les aseguró que<br />

buscaría en sus archivos y en su baúl de recuerdos, algo que<br />

lo sacara de dudas; este señor Meraz era tan aferrado a lo que<br />

quería conseguir y lo conseguía gracias a su paciencia y a su<br />

arduo trabajo para hacer las cosas; todo se le facilitaba y esto era<br />

lo que lo motivaba a seguir con gran empeño en la investigación.<br />

Después de un par de horas todos se despidieron y<br />

quedaron de verse la próxima semana, que sería el comienzo<br />

a las noches navideñas, estos días de fiestas en todo el mundo.<br />

En la ciudad de Durango la gente sabía disfrutarla de<br />

92


una manera muy especial: casi en todas las casas se ponen de<br />

fiesta, se acuesta al Niño Dios, que es una tradición que se ha<br />

seguido por muchos años; se acuesta el día 24 de diciembre,<br />

a diferente horario, la mayoría en la noche, de 8:00 PM en<br />

adelante, y se levanta el día 6 de enero. Pero antes de esto se<br />

empiezan las posadas, el 16 de diciembre, en donde la mayoría<br />

de los muchachos y muchachas se dan cita para salir y disfrutar<br />

de las noches navideñas. Ya Marcos tenía en su agenda varias<br />

invitaciones para esos días y en especial guardaba la de su novia<br />

<strong>La</strong>ura, que con tanto tiempo le había pedido que fuera a su casa<br />

a cenar con sus padres y así darles a conocer que él era el novio.<br />

En poco menos de dos horas terminaron de comer,<br />

retirándose a descansar quedando de acuerdo en verse al día<br />

siguiente, en casa de Marcos.<br />

93


Cuantificación de<br />

los daños<br />

Cuando llegaron a casa de Marcos, éste los recibió: —Pasen, pase<br />

por favor, don Chuy; pase, comandante, por aquí; esta puerta da<br />

a la casa sin tener que entrar por el local.<br />

En el local había aún personas de los encargados de robos.<br />

Junto con ellos asistían Marthita y <strong>La</strong>lo; muy fieles a su jefe,<br />

siguieron las instrucciones que Marcos les había asignado. Ya<br />

una vez dentro de la casa:<br />

—¡Marcos!, pero mira, ¿cómo no me habías dicho que te<br />

gusta leer?, yo soy amante a la lectura, ¿puedo ver tu colección?<br />

—preguntó el comandante, muy emocionado.<br />

—Claro que puedes, Óscar, si algún libro te gusta puedes<br />

quedarte con él, te lo regalo. Don Chuy, si usted quiere también<br />

ver qué libro le gusta, para regalárselo.<br />

—Gracias, Marcos, la lectura me fascina y tengo también<br />

una gran colección; el día que quieras intercambiamos libros.<br />

Echaron a reír; de verdad estos señores se habían hecho<br />

muy buenos amigos. Marcos les ofreció algo de tomar.<br />

—Sí, Marcos, yo quiero café; yo lo preparo.<br />

—Yo también —dijo don Chuy—, y después de este<br />

cafecito, yo creo que nos retiramos, ya tenemos que descansar.<br />

Lo que yo quería era que tú, Marcos, salieras libre de lo que pasó<br />

y pues ya lo conseguimos; ahora queremos ayudarte también en<br />

los trámites para la aseguranza; en cuanto terminen el inventario<br />

95


nos reunimos otra vez, para hacer el proceso correspondiente<br />

para la mayor cobertura.<br />

Así se pasaron un buen rato, hablando de lo que estaba<br />

pendiente por hacer y ya darle fin a este problema del robo.<br />

El tiempo transcurrió lentamente y casi pasaron dos<br />

semanas. Era poco antes de la Nochebuena, cuando Marcos<br />

recibió a unos agentes de la aseguranza de su negocio, para que<br />

firmara los últimos documentos para hacerle el pago total por<br />

las pérdidas causadas por el robo. También había recibido una<br />

llamada del comandante López, en la cual le dijo que su libertad<br />

condicional ya había pasado a la historia, que ahora fuera<br />

pensando en unas buenas vacaciones, que su libertad ya estaba<br />

de cuenta nueva, y bromeando le había dicho que de lo único<br />

que no estaba libre era de <strong>La</strong>ura, su novia.<br />

En cuanto Marcos se sintió despejado de compromisos, se<br />

sentó en su sillón favorito, tomó el teléfono e hizo una llamada.<br />

—Hello —contestó <strong>La</strong>ura.<br />

—Soy yo, mi amor.<br />

—¡Oh! Qué gusto. Precisamente en este momento estaba<br />

a punto de llamarte. ¿Cómo estás, mi vida?<br />

Los dos enamorados siguieron conversando por teléfono.<br />

Marcos le comentó que ya estaba todo arreglado, lo de su<br />

aseguranza y lo de su libertad condicional, y que el negocio se<br />

abriría el lunes siguiente, y que ahora estaba pensando en unas<br />

vacaciones. Los dos se pusieron de acuerdo para reunirse esa<br />

tarde y conocer a los papás de <strong>La</strong>ura y ahí les comentarían que<br />

se querían casar; siguieron conversando durante un buen rato y<br />

luego de despedirse acordaron la hora en que se verían.<br />

Marcos permaneció sentado en su sillón favorito y<br />

después de unos instantes se quedó completamente dormido: el<br />

cansancio y los problemas anteriores se le habían acumulado y<br />

en unos minutos se le cerraron los ojos, en contra de su voluntad,<br />

y así permaneció dormido por unas horas.<br />

96


Los celos de <strong>La</strong>ura<br />

En otra parte de la ciudad, <strong>La</strong>ura esperaba en el lugar acordado<br />

con su amado: era una pequeña fondita; ahí decidieron verse para<br />

tomar un café y luego irse a casa de <strong>La</strong>ura. Ya había pasado media<br />

hora de la cita; <strong>La</strong>ura se empezó a desesperar, tomó el teléfono y<br />

llamó a casa de Marcos; éste permanecía dormido todavía. El<br />

sonar del teléfono lo despertó. Marcos había caído nuevamente en<br />

aquel pesado sueño, en el que se presentaría la misma pesadilla, y<br />

cuando escuchó el sonar del teléfono, de un brinco se puso de pie;<br />

estaba empapado de sudor, su rostro amarillento y los ojos abiertos<br />

más de lo normal. Parecía que lo había asustado un fantasma, y<br />

efectivamente eso era lo que a Marcos le sucedía muy a menudo.<br />

Rápidamente contestó el teléfono: “¿Hello?”<br />

—¡Marcos! ¿Qué te pasa? ¡Tengo casi cuarenta minutos<br />

aquí, esperándote!<br />

—¡Oh, Dios mío! Perdóname, mi amor. Me quedé dormido,<br />

perdóname por favor. Espérame un poco más. Después de un<br />

regaderazo salgo inmediatamente para allá.<br />

—No, no voy a seguir aquí como tonta; mejor tú espérame<br />

ahí en tu casa, yo voy para allá.<br />

—Está bien, como tú creas conveniente.<br />

—¿Qué pasó, estás enfermo? —<strong>La</strong>ura había notado algo raro<br />

en la voz de su prometido y le hizo saber—. Te noto raro y además<br />

estás hablando tembloroso.<br />

—Ya te dije que me quedé dormido, el teléfono me despertó;<br />

estoy modorro, creo.<br />

97


—Ok, llego por ti en media hora.<br />

Se despidieron y Marcos, con muy pocas ganas de meterse a<br />

bañar, caminó lentamente, la pesadilla lo atormentaba. Fue, abrió las<br />

llaves del baño, se agarró la cabeza con las dos manos y la presionó<br />

suavemente. Fijando el rostro en el techo gritó desesperadamente:<br />

“¡Déjame en paz, déjame en paz! Yo quiero ser feliz, por favor,<br />

mi amor”, y se dejó caer de rodillas impotente, deseando no caer,<br />

deseando que fuera un abismo en el cual se hundiría y ahí quedarse<br />

en la inmensa obscuridad, y con sus ojos llenos de lágrimas, siguió<br />

hablando muy bajito, casi para sí mismo: “Déjame en paz, déjame<br />

en paz; quiero hacer mi vida, quiero ser feliz, quiero ser feliz”.<br />

Y sin pensar ni saber que había gritado tan fuerte, tanto que<br />

se escuchó hasta adentro del local, por lo que rápidamente Marthita,<br />

que fue quien escuchó el grito de su patrón, rápidamente le llamó<br />

por teléfono. El teléfono sonó y sonó; Marcos seguía de rodillas, con<br />

las manos en su cabeza, como si tratara de sacarse algo de adentro y<br />

no quiso contestar la llamada.<br />

Mientras en el local Marthita insistía en el teléfono sin éxito,<br />

rápidamente le habló a <strong>La</strong>lo por el radio diciéndole que fuera<br />

rápidamente a su escritorio, porque algo le ocurría a su patrón y<br />

ella quería ir a ver qué era lo que ocurría. Inmediatamente <strong>La</strong>lo dejó<br />

a uno de los empleados atendiendo a unos clientes, mientras él iba<br />

con Marthita.<br />

—¿Pero qué pasa?, ¿por qué tanto escándalo, Marthita,<br />

qué pasa?<br />

—El señor Marcos, parece que necesita ayuda: oí que gritaba<br />

algunas palabras. Pero ahorita no hay tiempo, cuídame aquí, en<br />

seguida regreso.<br />

—Está bien, llámame en cuanto llegues, para saber qué es lo<br />

que está pasando con el señor Marcos. ¿Ok?<br />

Marthita se alejó corriendo rápidamente, estaba segura de<br />

que su patrón se encontraba en peligro. Abrió la puerta que da a la<br />

cochera pero antes, con mucho cuidado, quitó la alarma y volvió<br />

a activarla; cerró y caminó de prisa, aguzando bien su oído, por si<br />

algo se escuchaba; cuando subió las escaleras sintió un escalofrío en<br />

todo el cuerpo, sintió que la piel se le erizaba de miedo; el silencio<br />

la ponía más nerviosa y en cada escalón que subía sentía que las<br />

piernas le fallaban. Qué extraña sensación la envolvía.<br />

98


Cuando llegó a la puerta y quiso tocar, pensó en si sería<br />

correcto; a la mejor él iba a pensar mal de ella, por atreverse a<br />

tocar la puerta, ya que no acostumbraba recibir a nadie en sus<br />

habitaciones. Se animó porque el tiempo estaba pasando y tal vez<br />

era necesario que de una vez por todas se diera cuenta de qué era<br />

lo que ocurría ahí dentro… tocó muy suavemente y al instante<br />

preguntó: ¿Señor Marcos, se encuentra bien?, soy Martha. Insistió<br />

una y otra vez y no obtuvo respuesta. Sin más que pensarlo, dio<br />

vuelta a la manija de la puerta, como si tratara solamente de saber<br />

si ésta se encontraba con seguro. Al primer intento se abrió. Deslizó<br />

la hoja muy suavemente y echó un vistazo hacia el frente, hacia los<br />

lados y no se miraban señas de su patrón; con la voz quebrada por<br />

el miedo y desesperación, apenas pudo articular palabra, afinó su<br />

garganta e intentó un poco más fuerte:<br />

—Señor Marcos, ¿se encuentra bien? Dio unos pasos hacia<br />

adentro. Dejó la puerta abierta porque estaba temblando de miedo,<br />

tenía los ojos muy abiertos, fijos en los lados y en el frente, pero no<br />

se fijó en que la casa tenía un desnivel: eran dos escalones los que<br />

tenía que bajar y se fue de bruces, no supo cómo pero se fue hasta<br />

el segundo nivel, golpeándose las rodillas, los codos y un poco en<br />

la frente, por lo que al poco rato ya traía inflamado el lado derecho;<br />

era un chipote del tamaño de una nuez, se había pegado en la pata<br />

de una silla. Se incorporó como pudo y apoyándose en el respaldo<br />

de un sillón, quedó a la altura de la mesita de centro y mirando<br />

hacia enfrente abrió los ojos más de lo normal, no creía lo que<br />

estaba viendo: ahí, ahí estaba su patrón, encorvado, sentado en el<br />

suelo, con las rodillas pegadas en su frente y las manos tocándose<br />

la cabeza.<br />

¡Santo Dios!, se dio valor y de un salto se puso de pie<br />

y corriendo junto a él le tocó el pulso y tratando de animarlo le<br />

hablaba por su nombre, le decía patrón, hasta le llegó a decir querido<br />

Marcos; después se percató de esas palabras y fueron causa de risa.<br />

Marcos empezó a reaccionar, estaba empapado de sudor,<br />

tenía alta temperatura y, sin embargo, sentía mucho frío. Marthita<br />

fue a uno de los cuartos, trajo una cobija y lo cobijó.<br />

—¿Qué es lo que le pasó, patrón? Oí cómo gritaba y es por<br />

eso que vine a ver qué se le ofrece. Levántese y recuéstese aquí en el<br />

sofá, mientras le hablo a un doctor, porque tiene mucha calentura.<br />

99


Luego se comunicó con <strong>La</strong>lo, que también estaba desesperado,<br />

y le comentó que con lo nerviosa que andaba, hasta el radio olvidó<br />

en el escritorio, y le informó cómo estaba el patrón, le dijo que<br />

habló con un doctor para que viniera a checar a Marcos, porque<br />

tiene muy alta la temperatura.<br />

Luego de hablar con <strong>La</strong>lo, Marthita le preguntó a Marcos que<br />

a quién quería que le hablara, pero Marcos dijo que no hacía falta,<br />

que era una cosa pasajera y le pidió que fuera a cerrar la regadera del<br />

baño. En ese momento se escuchó timbrar la puerta de la casa de<br />

Marcos y Marthita le preguntó si iba a abrir, a lo que Marcos aceptó,<br />

pero no imaginaba lo que pasaría: al abrir la puerta se sorprendió<br />

cuando miró a <strong>La</strong>ura.<br />

—Buenas tardes, ¿está el señor Marcos? —Marthita contestó<br />

que sí, y <strong>La</strong>ura, al mirar cómo se limpiaba con una de las toallas las<br />

manos, aún húmedas por el agua de la regadera, se llenó de celos<br />

y sin esperar a que Marthita le dijera que Marcos estaba enfermo,<br />

se alejó sin siquiera despedirse o dejar un mensaje para Marcos.<br />

Marthita trató de hablar con ella, pero no fue posible: <strong>La</strong>ura ya<br />

iba que echaba chispas, pensando lo peor; ya estaba buscando el<br />

porqué no asistió a la cita y el porqué del plantón.<br />

Marthita subió en seguida, no le dijo nada a Marcos pues no<br />

creyó oportuno; esperó a que se mejorara.<br />

—¿Quién era, Marthita?<br />

—Era un vendedor, señor.<br />

—¿Quieres hablar a <strong>La</strong>ura, por favor? —Marthita dijo que<br />

con mucho gusto; marcó el número que él le dio; contestó una<br />

señora y dijo que aún no llegaba <strong>La</strong>ura, pero que le daría el recado.<br />

En eso se escuchó nuevamente el timbre de la puerta y fue a abrir.<br />

Esta vez era el doctor.<br />

—Buenas tardes, soy el doctor Ávila.<br />

—Ah, sí, sí, pase por aquí, doctor Ávila, el señor Marcos me<br />

pidió que lo llamara.<br />

—¿Qué le pasó a Marcos?<br />

—No sé, sólo sé que tiene mucho frío. Lo encontré tirado en<br />

el piso, sudando de calentura, pero él dice que tiene mucho frío;<br />

pase por aquí.<br />

—Gracias.<br />

100


—Mmm... me llamo Martha.<br />

—Mucho gusto, Marthita.<br />

Marthita se adelantó y antes de que el doctor le preguntara<br />

el nombre, por atención solamente, el doctor, sin saber que a ella<br />

la mayoría de la gente le decía Marthita, de cariño, él también se<br />

lo dijo, y en verdad es que sí caía muy bien esta joven muchacha,<br />

guapa, muy guapa por cierto; era alta y muy bien formada, con su<br />

pelo negro, muy negro y los ojos grandes y bellos que con la mirada<br />

acaricia; lindos ojos los de Marthita y que por esa cualidad tan<br />

exquisita se ganaba la confianza y el respeto de la gente. Por ejemplo,<br />

Marcos siempre la respetó, al igual que a Rosalía; las miraba como<br />

de la familia, como a las hijas que no tuvo.<br />

Cuando el doctor miró en las condiciones en que estaba su<br />

ya conocido amigo, le pidió a Marthita que trajera una bandeja con<br />

agua fría y unas toallas. Rápidamente, Marthita empezó a buscar,<br />

no sabía en dónde tenía Marcos las cosas y el doctor, al darse cuenta<br />

de que se tardaba, le sugirió que buscara en el baño. “¡Pero qué<br />

tonta!”, dijo en voz alta, y llevó lo que el doctor le había encargado;<br />

le pidió también que le ayudara a bajarle los pantalones, porque lo<br />

iba a inyectar. Marthita lo miró con mirada de que no era posible,<br />

y el doctor le dijo: “Sí, bájele los pantalones y el calzón hasta media<br />

nalga”. Marthita estaba roja, roja de su linda cara; es que nunca<br />

había estado en esas situaciones y pues ni modo, tuvo qué.<br />

En eso se escuchó el teléfono: era <strong>La</strong>lo avisando a Marthita<br />

que iría para allá, por la puerta del garaje. Fue y le abrió la puerta casi<br />

al tiempo en que ya estaba ahí; luego de intercambiar unas palabras<br />

en voz baja, pasó y se sentó a un lado de su patrón, le saludó y le dijo<br />

que ahí estarían con él hasta que el doctor lo diera de alta.<br />

—Muchas gracias, <strong>La</strong>lo, por eso los quiero, porque son a todo<br />

dar conmigo. No se alarmen, no es nada serio, ¿verdad doctor?<br />

—Así es, Marcos, es sólo cansancio y un poco de debilidad;<br />

te voy a recetar unas vitaminas muy buenas para el cerebro. Esto lo<br />

ocasionó un shock nervioso. ¿Has tenido problemas últimamente?<br />

Esta vez contestaron los muchachos, le pidieron a Marcos<br />

que descansara y tratara de no hablar tanto. Le comentaron al<br />

doctor lo ocurrido en el local de partes electrónicas apenas unos<br />

cuantos días, y le dieron algunos datos de lo sucedido a Marcos<br />

101


ecientemente. Con esa información, el doctor luego luego se dio<br />

cuenta de que Marcos padecía de un shock nervioso agudo, que<br />

tenía que ser tratado con terapias psicológicas antidepresivas y para<br />

esto tendría que enviar a <strong>La</strong>ura, su enfermera, y esto sería hasta el<br />

lunes próximo.<br />

El doctor se retiró y en cuanto quedaron Marthita y <strong>La</strong>lo<br />

solos con Marcos, volvió a sonar el teléfono. Contestó Marthita,<br />

quien fue agredida verbalmente por <strong>La</strong>ura, y aparte exigió que le<br />

pasara a Marcos.<br />

—Ya le dije, señorita <strong>La</strong>ura, que Marcos no se encuentra<br />

bien de salud. En vez de estar con sus celos debería de venir a<br />

desengañarse por sí misma de que es cierto lo que le digo. Espere<br />

un poco. Le pasó el teléfono a <strong>La</strong>lo, para que se convenciera de que<br />

en verdad estaban acompañando a su patrón.<br />

—¿Señorita <strong>La</strong>ura? Soy yo, <strong>La</strong>lo. Aquí estamos en casa de<br />

Marcos; no es nada grave pero sí se sintió mal de salud y ahora<br />

aquí estamos cuidándolo por un rato; si gusta venir, ahí usted sabe.<br />

Nosotros cumplimos con decirle, el resto es cosa suya. Reinó el<br />

silencio por unos instantes hasta que <strong>La</strong>ura se decidió a hablar.<br />

—Está bien, <strong>La</strong>lo, discúlpenme; en seguida salgo para allá.<br />

<strong>La</strong>ura vivía a unas cuentas cuadras de ahí, por lo cual no le<br />

fue difícil llegar inmediatamente a casa de Marcos. Cuando ésta<br />

timbró la puerta, Marthita corrió a abrirle.<br />

—Pase, señorita <strong>La</strong>ura, pase usted.<br />

—Gracias, Martha, ¿cómo está Marcos? Discúlpame por lo<br />

grosera que fui contigo, pero es que no pude controlar mis celos<br />

y…<br />

—No tenga cuidado, señorita <strong>La</strong>ura, yo entiendo y sé que<br />

está totalmente enamorada de Marcos, por eso es que la entiendo.<br />

Pase por aquí.<br />

<strong>La</strong>ura ya no escuchó, ella quería ver a su amado y cuando<br />

entró a la recámara de Marcos, porque ahí se encontraba dormido,<br />

ésta lo tomó de las manos y le empezó a hablar, pero Marcos se<br />

encontraba bajo un medicamento que le provocó sueño y no la<br />

escuchó. Llegó Marthita, le pidió que lo dejara dormir, que eran<br />

recomendaciones del doctor. <strong>La</strong>ura no dijo nada, esta vez sólo<br />

obedeció; se sentó en la sala y pidió que la comunicaran con el<br />

doctor que lo atendió.<br />

102


—Aquí tiene su tarjeta, dijo Marthita.<br />

—Pero qué tonta soy, si es nada menos que el doctor Ávila.<br />

Yo soy su enfermera asistente y en verdad que jamás me imaginaría<br />

que el doctor Ávila lo hubiera atendido nuevamente.<br />

Le llamó y entre ellos hablaron de medicinas y<br />

recomendaciones. <strong>La</strong>ura le dijo que ella cuidaría de él mientras<br />

estuviera enfermo. <strong>La</strong>lo y Marthita se despidieron, sabían que<br />

<strong>La</strong>ura era su novia y que lo quería mucho; le dejaron sus teléfonos<br />

personales por si algo se necesitaba. <strong>La</strong>ura les agradeció el gesto y<br />

les dijo que tal vez ahí pasaría la noche, pero que de todos modos<br />

hicieran lo que tenían que hacer.<br />

—Me imagino que son empleados de confianza de Marcos,<br />

y la verdad yo no me quiero meter en sus cosas. Mañana a primera<br />

hora le digo que se comunique con ustedes. Nuevamente gracias<br />

por todo y disculpen mi agresivo comportamiento que tuve por<br />

teléfono; ahora mismo me comunicaré con mi mamá, para que<br />

venga a acompañarme esta noche.<br />

103


Marcos conoce<br />

a su suegra<br />

Los despidió con un abrazo fuerte y los acompañó hasta la<br />

puerta principal de la casa; subió con el pensamiento fuera de<br />

control: ¿ahora qué haría?, ¿cómo le iba a decir a su mamá que se<br />

quedaría en casa de Marcos, y mucho menos que necesitaba que<br />

la acompañara por lo menos esa noche? Ella sabía claramente que<br />

no era peligroso que Marcos pasara la noche solo, sin alguien que<br />

estuviera al cuidado de él, porque en realidad despertaría y lo único<br />

que pasaría es que seguiría un poco mareado, por la dosis fuerte<br />

de la medicina recetada por el doctor Ávila, pero de ahí no pasaría.<br />

Pero ella insistía en que era el momento de decirle a Marcos que él<br />

era lo que más le interesaba, que él era el amor de su vida y que por<br />

ningún motivo lo dejaría solo, por eso había decidido dormir ahí,<br />

por si algo se le pudiera ofrecer a su novio.<br />

Llamó a su mamá y le comentó todo lo que había pasado<br />

hasta el momento y le pidió de favor que hablara con su papá para<br />

que las dejara dormir en casa de Marcos, que al fin ella ya estaba<br />

ahí. <strong>La</strong> mamá le dijo que esperaría a que su papá llegara del trabajo<br />

y se lo diría lo más pronto posible, que ahí se estuviera, que ella<br />

le hablaría en cuanto tuviera alguna respuesta. <strong>La</strong>ura sabía que su<br />

papá no se opondría, la quería mucho y siempre le cumplía sus<br />

caprichos; además ya sabía de su noviazgo con Marcos y también<br />

sabía que era mucho mayor que ella y aun así, él le había dicho que<br />

ella sabía lo que hacía, que ya tenía la edad para saber lo que está<br />

bien y lo que está mal; por ese lado las cosas estaban bien.<br />

105


<strong>La</strong>ura había planeado presentar a su novio a sus papás, pero<br />

las cosas no salieron bien, se adelantó el tiempo y así tendría que ser;<br />

mientras la mamá le confirmaba si irían ella y su esposo a la casa<br />

de Marcos, <strong>La</strong>ura dio un vistazo al resto de la casa de su prometido;<br />

le sorprendió la minuciosa limpieza en toda la casa, las cosas en<br />

su lugar; parecía que alguien perfeccionista se hubiera tomado el<br />

tiempo en acomodar cosa por cosa y en orden; en la cocina hasta los<br />

platos y vasos tenían un lugar especial y un espacio curiosamente<br />

designado. El orden en que las cosas aparecían era envidiable; <strong>La</strong>ura<br />

no podía creer en ese momento, qué era verdaderamente lo que<br />

hacía a Marcos ser tan cuidadoso con sus cosas; es que en verdad,<br />

estaban cuidadosamente ordenadas en sus respectivos lugares. Casi<br />

pasó una hora y todavía <strong>La</strong>ura no terminaba de recorrer y admirar<br />

el minucioso orden de todas las cosas de la casa de su amado; se<br />

puso nerviosa sólo de pensar en qué pasaría cuando Marcos fuera<br />

a conocer su casa, su cuarto, su baño; era todo lo contrario. Tendría<br />

que pasar mucho tiempo para poder acomodar todas sus cosas<br />

en su casa. En eso estaba cuando de pronto se sobresaltó al oír el<br />

timbre del teléfono. Tomó aire y contestó inmediatamente: era su<br />

mamá, que le decía que su papá la llevaría y que después tenían que<br />

hablar muy seriamente.<br />

A los pocos minutos timbró la puerta: eran ellos. Rápido<br />

bajó <strong>La</strong>ura a recibirlos, evitando que fuera a despertar su enfermo.<br />

Saludó a su papá y lo animó a pasar, pero él se resistió y le prometió<br />

que cuando Marcos se recuperara, él mismo haría una cita para<br />

conocerlo. Le dio un beso a su hija y se despidió de su mujer con<br />

otro beso, pero éste lleno de pasión (los papás de <strong>La</strong>ura eran una<br />

pareja de los que se aman de por vida; el amor los mantenía jóvenes<br />

y se portaban como una pareja de novios enamorados; por ese lado<br />

creo que podrían entender a su hija, que también ella les había<br />

confesado que estaba totalmente enamorada de su novio, al cual,<br />

ellos no conocían pero sí estaban interesados en conocerlo, porque<br />

ya estaban dispuestos a integrarlo a la familia).<br />

Lo que el papá de <strong>La</strong>ura no sabía era que su novio casi tenía<br />

la misma edad que él y ahora ya le preocupaba saber qué pasaría<br />

en caso de no aceptar que su hija se casara con un hombre mucho<br />

mayor que ella, que fácilmente podría ser su papá. Todo este mal<br />

presentimiento lo tendría que arreglar con su mamá.<br />

106


El papá de <strong>La</strong>ura subió a su carro y se alejó tranquilamente.<br />

Sin dejar de mirarlo, <strong>La</strong>ura y su mamá permanecieron en la puerta<br />

principal hasta que se perdió en las calles.<br />

—Pasa, mamá, pasa; esta es la casa de Marcos. Aquí vive mi<br />

novio y este local de al lado es su negocio.<br />

Cerró la puerta y hablando con su mamá subieron la escalera,<br />

indicándole cuidado en cada escalón. Abrió la puerta de entrada a<br />

la casa y le dijo su mamá:<br />

—Oye, <strong>La</strong>ury, este hombre no vive solo; está muy bien<br />

atendida la casa como para un hombre solo, como dijiste.<br />

—Sí, mamá, tienes razón, pero así es: Marcos ha tenido ese<br />

cuidado. Mira, ven, ve esto.<br />

<strong>La</strong>ura empezó a enseñarle de qué manera este señor tenía el<br />

gran cuidado de mantener en orden su casa, sin la necesidad de una<br />

mujer.<br />

—Pues ya ves, lo siento por ti, m’ijita. ¿Ya ves cómo tienes<br />

tú tus cosas? Si te llegas a casar con este hombre, yo no sé cómo le<br />

vas a hacer, o más bien, él cómo le va a hacer para educarte de esta<br />

manera tan estricta de mantener limpio y tener en orden toda una<br />

casa.<br />

—Shhh. Baja la voz, que puede oírte. Ahora no es el momento<br />

que me reproches por mis cosas. Mira, esa es la recámara de él, ahí<br />

está dormido.<br />

<strong>La</strong> señora ya no la escuchó, se quedó encantada de unos<br />

cuadros hermosos que Marcos había escogido para la sala, que<br />

cuando reaccionó caminó sin cuidado, no se percató que el piso<br />

tenía desnivel y ahí va la mamá de <strong>La</strong>ura, que cae y no cae, y con<br />

tanto manoteo y zancadas, sin poder controlar su estabilidad, cae<br />

de pura frente y pega con su cabeza a uno de los jarrones preferidos<br />

de Marcos, situado en el piso, a un lado de la televisión de pantalla<br />

gigante. Los gritos de ambas se confundieron, unos de sorpresa y<br />

otros de dolor. En su mano derecha traía una bolsa de mano y en<br />

la izquierda una mochila de viaje, en donde llevaba las cosas para<br />

dormir y de baño, que le había encargado con mucha insistencia su<br />

hija; pues a volar todas esas cosas, sin remedio. Una de ellas alcanzó<br />

a tumbar un pequeño florero que lucía en una mesita de centro, en<br />

donde se encontraba uno de los teléfonos.<br />

107


—¡Mamá!, pero… ¿qué te pasó? Ten cuidado. Pero qué tonta<br />

de mí que no te anuncié que ahí está el desnivel, ja, ja, ja. Ven, mamá,<br />

deja te ayudo a levantarte, mira nomás que… ja, ja, ja.<br />

<strong>La</strong>ura echó a reír a carcajadas, mientras que su madre, con<br />

pena y todo, se empezó a levantar por sí sola, rechazando las manos<br />

tendidas de <strong>La</strong>ura ofreciéndole ayuda, y pidiendo con coraje a <strong>La</strong>ura<br />

que se hiciera a un lado y dejara el espacio libre que necesitaba para<br />

poder ponerse de pie. Ya estaba de rodillas, que seguramente le<br />

dolían bastante, porque los gestos que hacía no eran para menos.<br />

<strong>La</strong> señora estaba que echaba chispas de rabia y de pena a la vez; qué<br />

bueno que sólo estaban <strong>La</strong>ura y ella. Se arrastró como pudo hacia<br />

uno de los sillones y sin dejar de maldecir, no dejó que <strong>La</strong>ura le<br />

ayudara a incorporarse; tardó unos minutos casi a mitad del sillón,<br />

sosteniéndose con su vientre en donde no podía sostenerse con sus<br />

pies adoloridos y tratando de no apoyarse con sus codos raspados,<br />

que ya le estaban molestando bastante por el dolor. Dijo unas cuantas<br />

maldiciones y haciendo un gran esfuerzo para lograr estar de pie, lo<br />

hizo pero en el esfuerzo dejó escapar un fuerte grito de dolor.<br />

—¡Shhh, mamá! Puedes despertar a Marcos. Mira nomás qué<br />

chipotote te hiciste en la frente, ¿te duele? Déjame ayudarte, ahorita<br />

te busco una pastilla para el dolor, a ver si Marcos de casualidad<br />

tiene una aspirina o algo para el dolor.<br />

<strong>La</strong> señora, muy enojada, no dejó que la tocara. Cuando<br />

creyó prudente y después de descansar un poco, apoyada con su<br />

vientre en el borde del sillón, trató de quitarse los zapatos, que ya<br />

le estaban apretando cada vez más por lo hinchados que estaban<br />

los pies, y así, uno a uno de los zapatos fueron despedidos con un<br />

fuerte movimiento de sus pies, que por poco uno de ellos pega en el<br />

vidrio de una de las ventanas de la sala. Cuando estuvo libre de los<br />

pesados zapatos, se dejó caer suavemente en el lugar en el que antes<br />

había caído sin control; ahí permaneció por unos minutos, hasta<br />

que su hija llegó con la pastilla para dolores y un vaso con agua.<br />

—Ten, mamá, ¿pero qué haces ahí tirada en el suelo? ¡Mira<br />

nomás qué mal te ves! Vamos, mamá, arriba, ¿o quieres que le hable<br />

a mi papá para que venga por ti?<br />

<strong>La</strong>ura se quedó mirando fijamente a los ojos de su mamá y<br />

no se había percatado que los tenía llenos de lágrimas; había llorado<br />

de pena y dolor. Dejó el vaso con agua y la pastilla en una de las<br />

108


mesitas de centro, y sin avisarle ni decirle una sola palabra, le metió<br />

las manos por entre las axilas y la jaló hasta cerca de uno de los<br />

sillones, y como pudo la sentó y la acomodó para que se tomara la<br />

pastilla; después de unas cuantas palabras de no muy buen tono,<br />

se tomó la pastilla que <strong>La</strong>ura le había recomendado para el dolor<br />

y acto seguido fue <strong>La</strong>ura a traerle una cobija, porque tal vez ahí<br />

dormirían sentadas en el sillón.<br />

—Aquí tienes esta cobija. Mientras estás aquí sentada, te voy<br />

a dar una buena sobada en los pies para que se te calme el dolor;<br />

mira, ahí encontré esta botellita de aceite de olivo.<br />

Se acomodó de modo que sus pies quedaran exactamente<br />

en sus rodillas y cubriéndose con una toalla de baño las rodillas,<br />

vació el aceite frío en los pies de su madre, quien al instante pegó<br />

un grito al sentir el frío y espeso líquido sobre sus pies calientes.<br />

Pasaron unos minutos y la madre de <strong>La</strong>ura, con manotazos y gritos,<br />

tuvo que soportar los modos bruscos de sobar de <strong>La</strong>ura. Mientras<br />

peleaban y reían por lo ocurrido, madre e hija no se percataron de<br />

que estaban siendo observadas por Marcos, que hacía casi media<br />

hora que había despertado, y para no influir en el cuidado de la<br />

señora por parte de su novia, la dejó que hiciera lo que tenía que<br />

hacer para controlar el dolor y ayudar para que lo hinchado de los<br />

pies se le bajara con unos pedazos de hielo.<br />

Marcos no aguantaba la risa. Era la primera vez que miraba<br />

a la mamá de su novia, que nunca esperaba que iba a pasarle eso<br />

y menos en su casa. Cuando ya las cosas estaban más calmadas se<br />

regresó a su cama y empezó a recordar lo que le había sucedido;<br />

no podía ser que aunque ya habían pasado muchos años estuviera<br />

sintiendo lo mismo por su esposa; él no sabía qué le pasaba en<br />

ese instante, por qué se sentía feliz. Sería porque estaban cerca<br />

de él su novia y también su mamá, que fueron capaces de dejar<br />

su casa por esa noche para pasarla con él, cuidándolo en caso de<br />

necesitar algo. Estaba un poco confundido, pero en el fondo de su<br />

corazón estaba pasando algo muy importante: se estaba llenando<br />

nuevamente de amor, sentía que las mariposas que habitan en el<br />

estómago volvían a revolotear dentro de él; tenía los ojos totalmente<br />

abiertos de felicidad; sentía una familia cerca de él, sentimiento que<br />

había desaparecido desde hacía ya mucho tiempo. Quería salir de<br />

su recámara y gritar de alegría que ya tenía una familia, que hay<br />

109


uido en la casa, hay calor de hogar, hay con quién hablar y discutir,<br />

sonreír y llorar; alguien con quién contar.<br />

Se volvió a levantar de su cama y mirando por entre la ranura<br />

de la puerta, miró la cara de su novia feliz, contenta de estar ahí en<br />

su casa; luego se regresó a su cama nuevamente, pensando en qué<br />

pasaría cuando se den cuenta los papás de <strong>La</strong>ura que él es mucho<br />

mayor que ella. Se recostó preocupado, pensando que ese era el<br />

momento de hablar con la mamá de ella.<br />

Ya no sabía ni lo que estaba pensando, que no se fijó y con<br />

su brazo derecho, al estirarlo hacia el otro lado de la cama, tiró la<br />

jarra con agua que Marthita le había arrimado esa tarde, para que<br />

se tomara sus pastillas, y rápidamente se acomodó como estaba<br />

anteriormente, se cobijó hasta la cabeza y recostado hacia su lado<br />

derecho, con la seguridad de que <strong>La</strong>ura levantaría la jarra. El ruido<br />

se escuchó hasta la sala y rápidamente se levantó <strong>La</strong>ura, para ver qué<br />

era lo que había ocurrido en el cuarto de su novio; abrió la puerta<br />

suavemente, encendió la luz y miró que todavía escurría agua del<br />

buró de su cama y la jarra estaba ladeada. Se acercó suavemente<br />

para no hacer ningún ruido que fuera a asustar a su amado, porque<br />

ella pensaba que él no sabía que ella y su mamá estaban ahí en su<br />

casa; acomodó la jarra y fue y abrió una puerta que estaba en su<br />

habitación, pensando que era un closet en donde podría encontrar<br />

una toalla para limpiar el agua que había caído sobre el buró, y al<br />

abrir… ¡Oh, sorpresa!, era un baño dentro de su recámara, pero un<br />

hermoso baño con jacuzzi y unos floreros enormes a cada lado de<br />

la tina del jacuzzi; a un lado se encontraba la regadera, cuya agua<br />

caía de entre unas piedras bien diseñadas, simulando una pequeña<br />

cascada dentro del baño de la regadera. Tenía sus puertas de cristal<br />

cortado, donde estaban las figuras de unas chinitas desnudas dando<br />

un baño a un varón.<br />

Se quedó unos instantes deleitándose con la preciosa vista de<br />

aquella gran habitación, y luego tomó una toallita de uno de los<br />

closets que tenían puertas de espejo. Sin dejar de mirar las cosas que<br />

hacían completo el diseño, caminó hacia la recámara de Marcos y<br />

no se fijó que éste estaba parado en la puerta y cuando se topó con<br />

él, pegó un grito de susto. Era el susto de su vida, jamás pensó que<br />

Marcos se levantaría de su cama, pues lo creía dormido, y llorando<br />

110


de susto se abrazó de él. Después de decirle que le había causado el<br />

susto de su vida, los dos se echaron a reír y Marcos le dijo:<br />

—Gracias por estar aquí, mi amor. Espérame afuera, me voy<br />

a meter a bañar.<br />

En eso la mamá le gritaba a <strong>La</strong>ura, preguntando qué era lo<br />

que ocurría. Los dos se miraron y <strong>La</strong>ura le explicó rápidamente que<br />

era su mamá y que se encontraba en la sala.<br />

—<strong>La</strong> invité para que me acompañara a cuidarte y mi papá<br />

y ella estuvieron de acuerdo y aquí nos tienes. Perdóname por el<br />

atrevimiento, si ya te sientes bien nosotras nos podemos ir a dormir<br />

a nuestra casa.<br />

—No, no, por favor quédense aquí.<br />

En la sala seguía gritado la mamá de <strong>La</strong>ura, preguntando qué<br />

había pasado.<br />

—Ve y dile a tu mamá que ya desperté, que ya estoy bien,<br />

pero que quiero que me hagan favor de dormir aquí. Que me siento<br />

muy solo, que necesito que estés conmigo, aunque sea esta noche.<br />

Por favor, m’ija, no me dejes solo, te necesito. Ahorita salgo para<br />

hablar con tu mamá.<br />

—Está bien, cálmate, estoy aquí porque me interesa que estés<br />

bien; por lo tanto, no te dejaré solo, mi amor. No te tardes, mientras<br />

voy y le digo a mi mamá que ya estás bien, que te vas a bañar para<br />

luego hablar con ella.<br />

Le dio un beso corto pero lleno de amor y ternura. Y<br />

mirándose fijamente sonrieron, como dos chiquillos; a <strong>La</strong>ura se le<br />

pintaron las mejillas de un color rosado muy bonito, que después<br />

le invadió el rostro despejando así una imagen linda, hermosa; era<br />

la transparencia de su amor por Marcos. Él pudo apreciar ese lindo<br />

color de piel, que sus ojos reflejaron el producto del amor que lo<br />

invadía completamente; se quedaron sin palabras y con otro beso<br />

más candente que el primero y con un poquito más de duración, se<br />

despidieron por un instante, mientras salía Marcos del baño. <strong>La</strong>ura<br />

caminó lentamente, sin dejar de mirar a su amado; en la puerta<br />

por poco pega en su cara, paró repentinamente y aguzando sus<br />

sentidos alcanzó a evitar el golpe en el filo de la pesada puerta de<br />

madera, que dividía el dormitorio del cuarto de baño, y regresando<br />

su mirada un poco apenada con su novio, que ya estaba muerto<br />

111


de risa y cubriéndose la boca con su mano, para no hacer tanto<br />

ruido. Ella se acercó a él y le dio un santo pellizco en uno de sus<br />

fuertes brazos, que esta vez sí gritó, y tan fuerte que la mamá se<br />

alarmó y empezó nuevamente a gritar preguntando qué pasaba<br />

ahí adentro; llamó varias veces a <strong>La</strong>ura y ésta respondió que no<br />

pasaba nada: “Ya voy, mamá”.<br />

Llegó <strong>La</strong>ura con su mamá y le dijo:<br />

—Mamá, ¿qué crees? Marcos ya está bien. Sólo estaba<br />

dormido bajo la influencia de la medicina que el doctor Ávila le<br />

suministró, con el fin de que reposara y de esa manera calmara<br />

los nervios, pero parece que ya se restableció; ahora siente mucha<br />

felicidad, quiere que lo acompañemos a dormir esta noche y<br />

aprovechar que estamos aquí para cenar. Le comenté que eres<br />

buena cocinera y está súper encantado de que tú prepares la cena.<br />

Ya pasaba de las diez de la noche y la mamá de <strong>La</strong>ura, no<br />

acostumbrada a cenar tan noche, protestó:<br />

—M’ija, tú sabes que yo no cocino muy tarde y mucho menos<br />

cenar a esta hora. Dile a este hombre que si no tiene qué hacer<br />

mañana. ¿Qué puntadas de querer cenar a esta hora? ¿Te imaginas?<br />

Pasa de las diez, a esta hora ya estoy dormida en mi casa.<br />

—Sí, mamá, pero aquí estamos en casa de mi novio, de tu yerno.<br />

—No, no es mi yerno todavía.<br />

—Pero ya falta poco para que lo sea, ya nos queremos casar<br />

y él, tanto como yo, estamos de acuerdo en vivir entre la familia;<br />

bueno, entre mi familia, porque él no tiene.<br />

—¿Cómo que no tiene familia?<br />

—Bueno, yo no sé. Me dijo un día que su familia se encontraba<br />

viviendo en USA pero que no tienen comunicación desde hace<br />

mucho tiempo, así es que nosotros seremos su familia de aquí en<br />

adelante, quieras o no.<br />

—Bueno, si tú lo dices.<br />

112


El amor llegó de nuevo<br />

Siguieron hablando de Marcos, sin darse cuenta de que él ya estaba<br />

en su habitación escuchando lo que discutían, esbozando un<br />

gesto de diversión por cada cosa que decían. Estaba feliz, era una<br />

noche muy especial; él sabía que tuvo que pasarle algo para que<br />

las cosas tomaran ese curso, pues de otra forma no habría logrado<br />

conocer a su futura suegra y en su propia casa. No hallaba mejor<br />

manera para presentarse, se miraba en el espejo, se peinaba una<br />

y otra vez, se desbarataba el primer peinado y se volvía a arreglar<br />

su pelo; actuaba con ademanes simulando que estaba frente a la<br />

mamá de <strong>La</strong>ura, que por cierto era muy guapa, señora bonita, que<br />

a pesar de su edad estaba muy bien conservada; era del tipo de<br />

mujeres que irradian felicidad aunque estén calladas. Él se sentía<br />

como un chiquillo que va por primera vez a la escuela, feliz como<br />

una lombriz, brincaba de gusto. <strong>La</strong> felicidad que tenía en su alma,<br />

producto de aquel encuentro inesperado, hacía que todo pintara<br />

de colores, era nada más que la felicidad, el amor, la esperanza, la<br />

buena vida, sin malicia ni rencores. Era lo bello de la vida, el amor<br />

que transforma y transporta hasta el infinito. El amor que se siente<br />

en el corazón, el que habla sin palabras, el que no perdona porque<br />

no hay nada que perdonar.<br />

Esto era el amor de aquel pobre hombre sumido en el pasado,<br />

un pasado que lo enfermaba y lo enloquecía de soledad; ahora ya<br />

conocía por lo menos los primeros síntomas que había perdido por<br />

el erróneo y aferrado pasado, el de querer vivir una vida atada a un<br />

pasado lleno de tristeza y desolación.<br />

113


Seguía brincando y bailando al ritmo de danza de indios<br />

enfrente de un espejo, dando gracias por la felicidad acumulada en<br />

tan pocos minutos de haber despertado de ese sueño que casi lo<br />

deja en coma; cuando dio una vuelta en un solo pie, con las manos<br />

arriba y haciendo movimientos con los dedos, se quedó de una<br />

pieza. Sus ojos casi a punto de salir, su rostro rojo como tomate,<br />

así permaneció por unos instantes; después bajó las manos muy<br />

lentamente, sin dejar de mirar lo que estaba viendo; bajó la pierna<br />

izquierda, pues la tenía casi hasta que la rodilla le topaba en el rostro,<br />

se puso en posición de firmes muy lentamente y esbozando una<br />

sonrisa a <strong>La</strong>ura y a su mamá, que ya tenían unos minutos paradas<br />

en la puerta de su habitación, y al ver que no le correspondieron su<br />

sonrisa, levantó su mano derecha y con movimientos nerviosos de<br />

sus dedos solamente atinó a decir: “Hola, ¿cómo están?”<br />

<strong>La</strong>ura y su mamá echaron a reír al mismo tiempo, una risa<br />

de esas que a veces no se puede evitar; es que aparte de que estaba<br />

haciendo un show, se encontraba en puros calzones, y cuando<br />

Marcos se dio cuenta, echó a correr hacia el cuarto de baño y<br />

en la carrera sin control se resbaló poquito antes de entrar al<br />

cuarto, topando así en el marco de la puerta principal, pegándose<br />

fuertemente en la rodilla derecha. Con el golpe repentino y fuerte la<br />

puerta se cerró y Marcos no alcanzó a entrar, cayendo pesadamente<br />

al piso, a vista de su novia y su futura suegra, que estaban muertas de<br />

risa. <strong>La</strong>ura pasó a su habitación corriendo en su auxilio, al tiempo<br />

en que él le gritaba: “¡Dame una toalla, dame una toalla por favor!”<br />

<strong>La</strong>ura, tan rápido como pudo, le dio la toalla que estaba a un<br />

lado del tocador de su cama. Estaba húmeda, seguramente era la<br />

que había usado para salir del baño. Se tapó de la cintura para abajo<br />

y con la ayuda de su novia, que no dejaba de reír a carcajadas, se<br />

incorporó y renqueando se metió al cuarto de baño para vestirse.<br />

Se miró al espejo y el rostro cambiado totalmente al de unos<br />

instantes, suspiró hondamente y salió a la sala, en donde todavía se<br />

escuchaban la carcajada de <strong>La</strong>ura y la voz de la señora, que le pedía<br />

que ya se calmara, dándole uno que otro pellizco.<br />

—Mamá, esto es de dar risa, primero tú y ahora él, ¿pues tú<br />

crees que es normal? Y volvió a soltar la carcajada abierta.<br />

114


Se abrió la puerta de la habitación de Marcos y éste salió con<br />

la cara hacia abajo, y con un saludo muy formal se presentó con la<br />

señora, que también ya estaba esperando. <strong>La</strong>ura se levantó del sofá<br />

y fue al encuentro de su amado.<br />

—Mira m’ijo, ella es mi mamá. Mamá, él es Marcos, mi<br />

novio —quiso reír nuevamente—, creo que ya se habían conocido<br />

un poquito antes, pero fue en otras circunstancias. Pues bien —<br />

dijo sonriendo aún poquito, que casi se le sale la carcajada—, ya se<br />

conocen; ahora vamos a hablar de cada quien. Que empiece Marcos<br />

—dijo <strong>La</strong>ura coqueta y sonriendo.<br />

En esos instantes timbró el teléfono. “¡Qué suerte!”, pensó <strong>La</strong>ura.<br />

—No, no voy a contestar. Ahora que están ustedes aquí, no<br />

quiero que nadie interrumpa nuestra conversación.<br />

El timbre del teléfono se fue al correo de voz y se escuchó la<br />

voz ronca y fuerte del papá de <strong>La</strong>ura, que sólo preguntó a ver si todo<br />

estaba bien.<br />

—<strong>La</strong>ura, es tu papá, contesta —dijo un poco apurada su mamá.<br />

<strong>La</strong>ura, atenta a petición de su madre, contestó la llamada:<br />

—Papá, ¿cómo estás? Aquí estamos hablando con Marcos,<br />

mi novio; tiene como media hora que despertó y todo está bien,<br />

¿quieres venir?<br />

—No, m’ija, ya te dije que en otra ocasión. Bueno, hasta<br />

mañana, dile que se mejore. ¿Y tu madre?<br />

—Aquí está, a un lado de mí; deja te la paso.<br />

Hablaron los papás de <strong>La</strong>ura por unos minutos y le dijo<br />

que la extrañaba; la señora, mirando a Marcos y después a su<br />

hija, contestó la misma palabra sonriendo al instante. Colgó el<br />

teléfono acompañada de un suspiro. Marcos no se perdió ningún<br />

detalle: se dio cuenta de que los papás de <strong>La</strong>ura se amaban,<br />

que el amor que ellos se tenían era sin barreras… así deseaba<br />

él amar a su novia; más bien, ya estaba seguro, sólo faltaba el<br />

casamiento, los hijos y el cuidado de la familia; la comunicación,<br />

comprensión y amor por toda la vida. Suspiró nuevamente y<br />

mirando a su novia, sonrió y le guiñó un ojo.<br />

115


El gordo y Santa Claus<br />

Casi al lado opuesto de la ciudad, en una colonia nueva<br />

que estaba empezando a tener servicios públicos, en un callejón<br />

obscuro se detuvo un auto enfrente de una casita pequeña, formada<br />

por un cuarto y que tenía como barda pedazos de triplay y láminas<br />

de cartón. Bajó un señor gordo, y con fuertes toquidos en una de<br />

las láminas, despertó a medio vecindario. Un señor de la casa de<br />

enfrente contestó a los toquidos por la ventana: —¿Qué se le ofrece?<br />

—Me dijeron que por aquí vive una señora que se llama<br />

María, que tiene a una niña con el nombre de Paquita.<br />

—Sí, sí, ahí es, ¿las conoces?<br />

—Soy buen hombre, tengo un recado para ellas.<br />

—Pásele y tóqueles en la puerta, ahí han de estar.<br />

El hombre gordo pasó como pudo, no sabía que esa clase<br />

de puertas de entrada tienen una tranca, ésta era un alambre,<br />

sujetando de lado a lado un palo que la hacía de marco y del pedazo<br />

de lámina que la hacía de puerta. En el esfuerzo que hizo para entrar<br />

sin abrir la pequeña puerta, se rompió parte de su saco, por lo que<br />

nomás rechinó los dientes; llegó a la puerta todo nervioso, por la<br />

constante y cada vez más ladradera de perros, que obviamente lo<br />

desconocían. Uno de ellos, el más bravo, casi le muerde una de<br />

sus piernas; se lo quitó como pudo, quedándose el feroz animal<br />

arañando escandalosamente la lámina. Al fin llegó a la puerta: era<br />

un pedazo de hoja de triplay que no alcanzó a cubrir el espacio de<br />

lo que en realidad era la puerta, y por entre esa ranura se dejaba ver<br />

la lucecita de una vela a medio apagar, casi terminándose.<br />

117


Con todo, se dio valor para tocar y resistir el sentimiento<br />

de pobreza que ya le había formado un nudo en la garganta. Tocó<br />

tres veces muy suavemente, como procurando hacer el menor<br />

ruido posible; no hubo respuesta. Luego repitió los mismos tres<br />

toquidos, pero ahora algo más fuertes que los primeros; se escuchó<br />

el ruido de alguien adentro; ya por lo menos sabía el gordo que<br />

alguien estaba vivo dentro de ese malhecho cuartito. Habló con la<br />

voz entrecortada, preguntando por la señora María; nadie contestó<br />

pero los ruidos se seguían escuchando. Al fin se escuchó la voz<br />

ronca y cascarriosa de una viejita, a la que le pegó una fuerte tos que<br />

le impedía hablar. Esperando que se le calmara esa tos, sintomática<br />

de alguien enfermo, miró algo que le llamó la atención: era un<br />

bulto de adobes que la hacían a la vez de comal y estufa; se acercó y<br />

efectivamente, tocando con el dedo índice se dio cuenta que estaba<br />

aún caliente la ceniza y olía como a aceite.<br />

Este señor no sabía que ellas se dedicaban a vender duros de<br />

cuero de puerco y de harina, que era la forma de subsistir. Después<br />

de que Paquita salía de la escuela se ponía a cocinar los cueritos<br />

de puerco y los duros de harina y en un triciclo que tenían dentro<br />

de la habitación, por precaución para evitar que fuera nuevamente<br />

robado por los amantes de lo ajeno, se iba a la escuela en donde<br />

estudiaba para venderlos por las tardes.<br />

En eso estaba cuando de pronto escuchó la voz ronca de<br />

la mujer de edad avanzada, que le pedía con malas palabras que<br />

se alejara de su casa, porque si no, le iba a hablar a la policía.<br />

Rápidamente contestó el gordo:<br />

—Señora doña María, yo soy abogado de… Lo interrumpió<br />

y nuevamente le pidió que saliera de su casa.<br />

—Doña María, vengo a investigar si en verdad es usted la<br />

persona que ando buscando. ¿Le recuerda algo el general Manuel<br />

Juárez?<br />

Un silencio que daba miedo se vivía en esos momentos<br />

de espera. El gordo ya tenía años buscando a doña María y ya<br />

quería cumplir con su deber, quería terminar lo que tanto le había<br />

costado y ahí estaba ya la verdad. Todo esto ya era para este señor<br />

un compromiso de trabajo más que nada, y volvió a preguntar:<br />

¿Conoció usted al Sr. Manuel Juárez?<br />

118


No contestó, sólo se escuchó el ruido de una cadena en<br />

movimiento. <strong>La</strong> señora estaba tratando de abrir la puerta. En eso se<br />

escuchó la voz suave y dulce de una niña: Mamá María, ¿qué haces<br />

y ahí despierta?, ¿a dónde vas?<br />

—Espera m’ija, espera.<br />

Abrió un poco la puerta, que por poco le pega en la cara al<br />

gordo, ya que al momento de desatorarla se ladeó hacia afuera;<br />

rápidamente el gordo, con un movimiento más que automático, la<br />

detuvo y la recorrió para un lado y le dijo a doña María:<br />

—Disculpe la hora en que vengo a molestarla, señora. Yo<br />

soy abogado y por lo tanto tengo un compromiso con usted; la he<br />

buscado por mucho tiempo para que me firme unos documentos<br />

que le dejó el señor Juárez antes de morir. Son unas propiedades a<br />

nombre de Leticia Juárez, y como esta persona ya falleció también,<br />

a usted le corresponden como segundo sucesor.<br />

<strong>La</strong> niña se acercó a la puerta, saludó al señor gordo y le dijo:<br />

Pásele, señor, usted se mira buena persona, nomás que no tenemos<br />

sillas, tenemos poco viviendo aquí. Mire, por acá está un bote para<br />

que se siente mientras mi ma’ María le firma esos documentos.<br />

No se daban cuenta que la señora estaba bañada en lágrimas.<br />

Había recordado a su amado después de tanto tiempo y ahora no<br />

podía creer que ya había muerto y que jamás las buscó y ni ella lo<br />

pudo encontrar para decirle que su hija, producto de aquel amor<br />

imposible, había muerto y que fue justamente en la banca <strong>vieja</strong> de<br />

aquel parque, en donde lo había conocido leyendo el periódico.<br />

Siempre pensó que el militar, como así fue bautizado por los<br />

conocidos de doña María, jamás la amó; que sólo quería conseguir lo<br />

que muchos hombres buscan en una mujer, y ahora que estaba este<br />

hombre en su casa, todo aquel sentimiento de rencor y desprecio,<br />

guardado por mucho tiempo, desapareció y así, de pie, por unos<br />

instantes recordó los momentos de felicidad que pasó al lado de su<br />

primer amor.<br />

<strong>La</strong> luz de la linterna que Paquita amablemente encendió para<br />

ver mejor, interrumpieron sus bellos recuerdos de aquel hombre<br />

que había compartido muy poco tiempo a su lado, pero al que ella<br />

le entregó todo su amor.<br />

119


—Ma’ María, ¿por qué lloras? No llores, por favor, te puede<br />

hacer daño. ¿Quién era ese señor? Y tomándole la mano la invitó a<br />

sentarse.<br />

—Aquí, ma’, este es tu lugar preferido.<br />

—Sí, mi amor, gracias. Ahora ve a dormir, que mañana será<br />

día de clases. Yo atenderé al señor y luego te contaré quién fue<br />

Manuel Juárez, el militar.<br />

<strong>La</strong> niña obedeció y llevándose las manos a su cabeza,<br />

se fajó un chonguito y lo ató con un listón que tenía en su<br />

mano izquierda, que la hacía de pulsera; se volvió a persignar<br />

y pidiéndole a Diosito en voz alta que ayudara a su abuelita y<br />

que no se la llevara con Él, porque aún estaba chiquita y era a<br />

la única persona que tenía como familiar. Su abuelita la miró<br />

tiernamente, y con la mejor de sus sonrisas le pidió al señor<br />

gordo que continuara con la conversación. Le hizo muchas<br />

preguntas, las cuales, sin que ellos se dieran cuenta, Paquita<br />

estaba escuchando, y que tiempo después haría presa de<br />

preguntas para la mujer que tanto la cuidaba, como el tesoro<br />

más grande, o más bien, como el último familiar.<br />

Se volvió a escuchar la voz de la niña, suave, amorosa, tierna<br />

y cálida, que acariciaba con su roce de voz: Ma’ María, tengo sed.<br />

¿Me puedo levantar a tomar agua?<br />

—Sí, mi amor, pero ya duérmete por favor.<br />

—Espere, señora, yo se la doy, nomás dígame dónde está el<br />

agua y un vaso.<br />

—No se moleste, señor —dijo la señora.<br />

—No se preocupe, yo también tengo hijos.<br />

—¿Cuántos hijos tiene, señor? preguntó Paquita<br />

inocentemente, pero al instante fue silenciada por la maestra.<br />

—No hay problema, señora. Yo también de niño fui muy<br />

preguntón y ahora me toca a mí contestar: tengo tres, m’ija: dos<br />

niñas y un niño.<br />

—¿Y cuántos años tienen?<br />

—Pues una de las niñas es la mayor, tiene doce años; el niño<br />

tiene diez y la otra niña tiene ocho.<br />

—¿Y cómo se llaman?<br />

—Ya, Paquita, deja en paz al señor abogado…<br />

120


—José. José de la O, pero llámenme José, a secas.<br />

El abogado se dejó llevar por la plática tierna de Paquita, que<br />

rápidamente se hicieron amigos.<br />

—¿Y les trae juguetes Santa Claus?<br />

—Sí, cuando se portan bien sí les trae.<br />

—¿Como qué? ¿Muñecas con ropita y trastecitos?<br />

Nuevamente el abogado sintió un nudo en la garganta, al<br />

imaginar que la niña deseaba un juguete traído por Santa Claus.<br />

—Sí, m’ija, ¿y a ti? ¿Ya le hiciste la carta a Santa Claus para que<br />

te traiga regalos?<br />

—Sí, muchas veces, pero a la mejor no le llegan o tal vez en<br />

el camino se pierde, porque nunca llega a mi casa. Bueno, esta es<br />

la primera Navidad que pasaremos aquí en esta casa ¿verdad, ma’<br />

María?<br />

<strong>La</strong> niña siguió hablando con su amigo, mientras su abuelita<br />

se perdió en sus pensamientos por unos instantes y tristemente<br />

le pidió a Paquita que dejara en paz al señor de la O, porque él<br />

debería continuar con su compromiso. Pero no hizo caso y siguió<br />

quejándose con su amigo, el gordo:<br />

—Siempre se va de paso y al día siguiente, a las primeras horas<br />

de la mañana, me despiertan los gritos de felicidad de los niños y<br />

los ruidos de los juguetes electrónicos; miro a muchos niños que<br />

tienen juguetes nuevos, seguramente con ellos sí llegó Santa Claus.<br />

—Mira, m’ija, vamos a hacer una cosa: dame tus cartas que<br />

tengas hechas y yo personalmente se las llevo.<br />

—¿Lo conoces?, ¿puedes verlo?, ¿puedes preguntarle por qué<br />

nunca ha contestado a mis cartas? ¿Que por qué a mí no me trae los<br />

juguetes que le pido?, ¿puedes hacer todo eso?<br />

—Claro que sí, mi reina. Yo me hago cargo de que Santa<br />

Claus te traiga esos juguetes que tanto deseas.<br />

En eso se volvió a escuchar la voz ronca de la maestra, que<br />

le pedía a Paquita que por favor los dejara hablar, que era muy<br />

importante. Luego de volverse a despedir y una vez más recordando<br />

todos los juguetes que ella deseaba pedirle a Santa Claus, se despidió<br />

del señor gordo, que esa noche le había llenado un espacio en su<br />

noble corazón infantil, lleno de amor y ternura para toda la gente<br />

que ella conocía.<br />

121


Era una linda chiquilla, con una esperanza enorme de<br />

vivir, de servir, de ser amable y respetuosa con todo mundo; era<br />

amante de los animales, de las plantas; ya a tan corta edad era<br />

defensora de los derechos civiles, amaba la justicia. En la escuela<br />

era una atracción de todos sus compañeros, todos la conocían<br />

y la querían y algunos de los maestros le compraban algo de<br />

ropa y le regalaban cosas de sus hijos. En los ratos de recreo<br />

siempre le rodeaban más de veinte niños, ansiosos de escuchar<br />

sus leyendas y chistes; tenía un carácter especial que atraía,<br />

que emanaba confianza y ternura en su hablar; eso era lo que<br />

caracterizaba a esa chiquilla inocente.<br />

Al fin se quedó dormida y la maestra pidió nuevamente<br />

disculpas al señor de la O, diciéndole además que esa niña era muy<br />

inquieta, que parecía que todo le interesaba, que se ponía a conversar<br />

con niños y adultos, dejándolos a veces hasta sorprendidos por la<br />

sabiduría y facilidad de palabra con la que se desenvolvía; total,<br />

que pasaron unas horas conversando después de firmar varios<br />

documentos, en los cuales se le concedían los derechos por ser la<br />

única familiar viva de la principal heredera de Leticia Juárez, hija<br />

legítima del general Manuel Juárez (finado), quien antes de morir<br />

pudo hacer su testamento y que parte de su riqueza la heredó a su<br />

hija, que vivió pocos años a su lado, que por cuestiones familiares<br />

en los cuales él respondió, quedándose con la primera y numerosa<br />

familia, con cuya mujer estaba casado por las dos leyes y dejando<br />

sin ver por un tiempo, por cuestiones de trabajo, a su segunda<br />

esposa y su hija de apenas unos meses.<br />

El abogado terminó con su cliente una vez llenados y firmados<br />

todos los documentos, le hizo unas recomendaciones a seguir lo<br />

más pronto posible; él mismo se ofreció a ayudarlas y le dijo que<br />

pasaría al día siguiente, después de que Paquita saliese de la escuela,<br />

para llevarlas a los lugares correspondientes en donde se diera de<br />

alta como nueva dueña de las propiedades que el militar les heredó,<br />

así que quedaron, pues, de verse al día siguiente por la tarde.<br />

<strong>La</strong> señora ya no se levantó para despedirlo; a petición de él<br />

se quedó en el lugar preferido y le dijo que él cerraría la puerta al<br />

salir y que tratara de dormir, porque al día siguiente tendría muchas<br />

cosas qué hacer.<br />

122


El señor gordo se levantó de su lugar, de un bote que la<br />

hizo de silla por el momento que pasó con la familia del militar,<br />

y se quedó medio encorvado, con las manos puestas hacia atrás,<br />

como si quisiera detener parte de la espalda con un dolor que<br />

le recorrió desde las corvas hasta la parte del cuello. Por un<br />

momento se bamboleó y dando unos cortos pero seguros pasos,<br />

se fue enderezando poco a poco, soportando el dolor que lo<br />

acosaba cada vez más, y con un quejido que le salió sin querer,<br />

se disculpó con la señora, pero ella comprendió de inmediato<br />

y le dijo que ese dolor era causa del tiempo que permaneció<br />

sentado y sin movimiento en ese incómodo bote de plástico,<br />

pero que para la próxima vez le tendría una buena silla, y los<br />

dos soltaron a reír, dando rienda suelta a unas carcajadas con las<br />

que se olvidaron por un momento de que Paquita dormía y que<br />

podría ser despertada.<br />

El gordo salió despidiéndose de la maestra, y al querer cerrar<br />

la puerta, ésta hizo el mismo movimiento que cuando llegó, pero<br />

esta vez el señor gordo no se percató a tiempo y recibió un fuerte<br />

golpe en la mera frente, que casi lo hace caer hasta el suelo. Esta<br />

vez no se rió, dijo algunas maldiciones entre dientes, mientras la<br />

señora, tapándose la boca para no soltar la carcajada, se levantó de<br />

su lugar y con la voz bajita y ronca le dijo: Cuidado con la puerta,<br />

señor De la O, no se le vaya a caer encima.<br />

El señor gordo no respondió, atrancó la puerta, pasó la<br />

cadena hacia adentro y se retiró del lugar lo más pronto que pudo,<br />

lleno de pena y coraje por la despedida que la puerta le diera. Subió<br />

a su carro negro, más negro que la misma noche en la que encontró<br />

a la familia del militar; arrancó el potente motor de su Lincoln y al<br />

encender las luces, casi se le salen los ojos por lo que miró enfrente<br />

de su carro; el corazón golpeando su pecho a todo lo que daba y con<br />

las manos presionando fuertemente el volante, como si lo quisiera<br />

quebrar, no tuvo ningún movimiento: se quedó paralizado por el<br />

tremendo susto que le causó aquel ser tan feo que estaba parado<br />

enfrente de su carro.<br />

Temblando de miedo y sudando helado, después de<br />

unos largos y terribles minutos pudo agarrar un poco de aire y<br />

lentamente pasó su mano izquierda hacia los botones, para cerrar<br />

123


con seguro las cuatro puertas y así, con la mirada de miedo que<br />

se fue convirtiendo en coraje, se quedó viendo a aquel individuo<br />

que lo miraba también con los ojos tan abiertos y rojos que daba<br />

miedo; el pelo descuidadamente largo y sucio, como toda su ropa;<br />

tenía las manos apoyadas en el cofre del carro, como si tratara de<br />

detenerlo. En fracción de segundos, sólo se escuchó un rugido y<br />

un fuerte sonido causado por el derrape de las llantas con la tierra,<br />

que se confundió con el fuerte rugido de los dos mofles directos<br />

del Lincoln al arrancar hacia atrás; en un instante se cubrió el<br />

panorama con una nube extensa de polvo, que no se miraba nada<br />

hacia enfrente; el gordo frenó de repente, quiso buscar con la<br />

mirada al ser que le había causado tanto terror pero fue inútil, por<br />

el polvo todavía denso era imposible ver a un metro de distancia; se<br />

quedó unos minutos esperando poder ver y asegurarse de qué era<br />

lo que había pasado con el personaje sucio y tal vez drogado, por la<br />

apariencia de su semblante.<br />

El polvo se fue extinguiendo y la luz alta de su carro empezó a<br />

tener fuerza cada vez más, pero fue inútil esperar, pues el individuo<br />

ya no se encontraba. El gordo empezó a entrar en un estado de<br />

nervios que ya no sabía qué hacer, si irse o buscar al sujeto; pensaba<br />

que a lo mejor en el arranque se había atorado en la defensa y tal<br />

vez lo arrastró y aún se encontraba abajo del carro; empezó a sentir<br />

miedo, porque tal vez en ese instante se habría convertido en un<br />

criminal sin querer. Pensó mil cosas, pero al fin se decidió a echar<br />

un vistazo debajo del carro, y casi automáticamente abrió la puerta<br />

lentamente, bajó de su carro y temblando de miedo se inclinó para<br />

ver debajo. Negativo, no se encontraba el cuerpo del individuo y eso<br />

lo tranquilizó; subió nuevamente, arrancó suavemente dirigiéndose<br />

hacia la izquierda, después a la derecha, ayudado por la luz alta para<br />

buscar al sujeto y no pudo ver ningún rastro entre las pocas casas y<br />

tapias de aquel vecindario lejano a la ciudad.<br />

Se detuvo, miró su reloj y ya era muy noche; lo invadió un<br />

sinnúmero de pensamientos macabros: tal vez se trataba de algún<br />

fantasma o del militar, que en su afán de buscar a su familia volvió<br />

después de su muerte; un escalofrío lo estremeció y al mismo<br />

tiempo un sudor frío le corrió por la frente al imaginarse tantas<br />

cosas de ultratumba, y la verdad, ese lugar tan solo y obscuro se<br />

124


prestaba para pensar que alguien normal jamás se arriesgaría a<br />

querer asustar a una persona que posiblemente, por la apariencia<br />

del carro, podría estar armado.<br />

Total, el gordo se controló, suspiró hondo y dio vuelta a su<br />

carro con mucho cuidado, temía que ese individuo estuviera por<br />

ahí escondido entre alguna zanja o tal vez herido por un golpe<br />

causado por el repentino arrancón; no miró nada y se alejó sin dejar<br />

de mirar por el espejo retrovisor; sentía que alguien lo seguía, salió<br />

como pudo de aquel laberinto de casas y chozas sin trazo alguno,<br />

sólo se iba guiando por las luces de la ciudad. Así llegó a una de<br />

las carreteras que cruzan por la ciudad y hasta ese momento sintió<br />

alivio, pero en fracción de segundos frenó bruscamente, y con las<br />

manos fuertemente sujetas al volante, se quedó mirando fijamente<br />

hacia adelante, con los ojos más abiertos que de costumbre, y con<br />

un fuerte golpe con su mano derecha abierta golpeó el volante<br />

diciendo una maldición. Y en voz alta, casi gritado, dijo: “Me lleva<br />

la… nunca se me ocurrió checar detrás de la casa de la maestra”. Y<br />

a toda velocidad, sin importarle el estado del camino, derrapó su<br />

carro y se dio media vuelta hacia donde había visto al sujeto, que ya<br />

a esa hora le había dado mala espina.<br />

Después de varios minutos y de manejar a toda velocidad por<br />

esos callejones disparejos que lo conducirían a la casa de la maestra,<br />

dando vuelta a la izquierda, a la derecha y de reversa, para poder<br />

llegar lo más pronto posible, porque ahora sí que estaba pensando<br />

mal, y efectivamente, cuando por fin llegó al lugar, frenó su carro<br />

dejándolo con la luz alta enfrente de la casa de la abuelita de Paquita,<br />

y echando mano a su pistola, que esta vez sí estaba dispuesto a usarla<br />

en caso necesario, bajó casi corriendo, dejando la puerta abierta.<br />

Abrió la cajuela, sacó una lámpara de mano y se dirigió al interior<br />

de la casa, donde se podía oír, llorando a gritos, a la niña, pidiendo<br />

auxilio a sus vecinos:<br />

—Abuelita, abuelita, ¿qué tienes? Háblame por favor. Ayuden<br />

por favor, mi abuelita tiene sangre en la cabeza, ayuden por favor.<br />

Abuelita, no te mueras, háblame por favor.<br />

En eso, el gordo le gritó de cerca, anunciándole que era él,<br />

para no asustarla más.<br />

—Señor, señor, mi abuelita.<br />

125


<strong>La</strong> inocente niña lloraba sin consuelo en medio de esa<br />

obscuridad que daba miedo. Ahí, abrazando a su ser más querido,<br />

protegiéndola con sus bracitos tiernos pero bien aferrados, hacía el<br />

intento de levantar a su abuelita, que era el único ser en su familia;<br />

le pedía a gritos a Dios que ayudara a su abuelita para que no se<br />

fuera a morir.<br />

De pronto, se escuchó un fuerte golpe en los pedazos de<br />

triplay que hacían de puerta y que ahora se encontraba casi encima<br />

de estos pobres inocentes. Era el gordo, que con todas sus fuerzas<br />

tiró hacia afuera aquel pedazo de sombra de madera que bloqueaba<br />

la entrada.<br />

—Paquita, Paquita, soy yo, m’ija, José; no temas, vengo por ustedes.<br />

Y enfocando su lámpara de mano hacia el fondo del<br />

cuartucho, pudo observar aquel cuadro tan triste de la niña que<br />

lloraba sin consuelo, abrazando contra su pecho a su abuelita sin<br />

sentido, sin importarle que se manchara su piyama. Rápidamente<br />

el gordo, colocando la lámpara de mano en uno de los botes de<br />

plástico, tomó en sus brazos a aquella chiquilla llena de lágrimas,<br />

diciéndole que de él tendrían todo su apoyo.<br />

—Cálmate, mi amor, aquí estoy para ayudarlas; ven, vamos<br />

a mi carro y ahorita vengo por tu abuelita, pero cálmese, m’ija, su<br />

abuelita va a estar bien; ahorita la llevamos a un hospital en donde<br />

la atenderán y muy pronto estará bien.<br />

Sin soltar a la niña se arrimó a la señora, checó su pulso y<br />

dijo: Está bien, sólo está desmayada por el golpe.<br />

Echó mano de su lámpara y a toda prisa salió del jacal,<br />

pateando las cosas que estaban en su camino; dejó a Paquita en<br />

el asiento delantero y le dio instrucciones de cómo mantener las<br />

puertas con seguro.<br />

—En cuanto salga con tu abuelita y me mires aquí, enfrente<br />

de la puerta, accionas este botón nuevamente, ¿entendido?<br />

<strong>La</strong> niña sólo respondió afirmativamente con un movimiento<br />

de cabeza y con los ojos llenos de lágrimas; no podía creer que su<br />

abuelita estuviera tan mal, sólo le pedía a Dios que le diera fuerzas a<br />

su abuelita para que no se fuera a morir. De pronto miró que venía<br />

el gordo con su abuelita cargada en sus brazos; traía los brazos<br />

colgando en los costados, descalza y aún se podía observar cómo<br />

126


le brotaba la sangre de entre su pelo. Y nuevamente se escuchó un<br />

fuerte grito de Paquita:<br />

—Abuelita, no te mueras, no me dejes sola, te necesito. No<br />

me dejes sola, abuelita; por favor háblame y dime que estás bien,<br />

necesito que me hables, dime que pronto estarás bien.<br />

—Por favor, m’ija, abre la puerta.<br />

Ya eran dos veces que el gordo le pedía a Paquita que abriera<br />

la puerta, sin éxito, y como pudo, pateó la puerta fuertemente.<br />

Tenía que llevar a esta señora al hospital lo más pronto posible. Al<br />

fin reaccionó la niña, estaba en shock nervioso y le era imposible<br />

calmarse. En eso se acercó una señora acompañada por un señor,<br />

ofreciendo ayuda. El gordo se sobresaltó cuando escuchó las voces<br />

a su espalda, miró hacia atrás rápidamente y pudo ver y confiar en<br />

la pareja, que se miraba gente de bien.<br />

—Sí, por favor traten de convencer a la niña de que abra la<br />

puerta, la señora está muy mal y necesita urgentemente ser atendida<br />

por un doctor.<br />

Los vecinos conocían poco a la maestra y a Paquita, las<br />

habían visto algunas veces, y rogándole a Paquita para que abriera<br />

la puerta, los tres —la pareja y el gordo— casi pierden el control. Al<br />

fin, como pudieron, convencieron a la niña de que tenía que abrir<br />

la puerta para poder llevar a su abuelita a un hospital. Se escuchó el<br />

sonido del botón que desactivó el seguro de la puerta y rápidamente<br />

abrieron las puertas de atrás, y acomodando a la maestra, el gordo<br />

dio las gracias a los buenos vecinos y les entregó una de sus tarjetas,<br />

pidiéndoles que en cuanto tuvieran tiempo se comunicaran con él.<br />

Y encargándoles las pocas cosas que la familia había comprado con<br />

tanto sacrificio, arrancó su carro y se dirigió rápidamente hacia el<br />

hospital más cercano; en poco menos de una hora, la abuelita de<br />

Paquita ya estaba siendo atendida.<br />

En la sala de espera estaban el gordo y Paquita acompañados<br />

de dos enfermeras, que amablemente atendieran a la señora y<br />

dieron un calmante a la niña, después de darle un buen baño y un<br />

poco de ropa. Ya para esto la policía estaba en camino para levantar<br />

el reporte del incidente.<br />

Después de unos minutos de interrogatorio, uno de los<br />

policías fue a ver a la señora para ver si estaba dispuesta a contestar<br />

127


algunas preguntas e identificar al malhechor que fue capaz de<br />

golpearla para robar sus pertenencias; regresó rápidamente y dijo<br />

que se quedaría un policía a hacer guardia hasta que la señora<br />

estuviera en condiciones de declarar, para así buscar al culpable,<br />

pero que de todas maneras irían a dar una vuelta al lugar de los<br />

hechos. <strong>La</strong> niña escuchó y les pidió a los policías un favor:<br />

—Señores policías, ¿me pueden traer mis cosas? Necesito mi<br />

triciclo en el que vendo mis duros, mi muñeca, mi ropa y las cosas<br />

de mi abuelita, porque se las pueden robar otra vez.<br />

—¿Cómo que otra vez? —preguntó un policía.<br />

—Sí, ya son varias veces que nos roban cosas: el triciclo, dos<br />

veces el tanque de gas y dinero que mi abuelita guarda en su maleta;<br />

dice que es su ahorro para comprar una casa.<br />

Los policías tomaron nota y se retiraron, luego el gordo le<br />

pidió a Paquita que le contara cómo se les habían perdido las cosas.<br />

También le preguntó si era la primera vez que alguien había golpeado<br />

a su abuelita y la respuesta fue afirmativa. El gordo sospechaba del<br />

individuo que lo asustó enfrente de su carro, y le preguntó a la niña:<br />

¿Has visto a un señor barbón, con el pelo largo, descuidado y sucio,<br />

rondar por esas calles?<br />

Paquita se sobresaltó al oír los datos de esa persona, y asustada<br />

asintió con la cabeza, y después de unos minutos de silencio, dijo:<br />

—Sí, es un señor que siempre anda borracho y que nos asusta<br />

a todos los niños; cuando regresamos de la escuela a nuestra casa,<br />

tenemos que pasar por un lugar baldío en donde hay mucha hierba<br />

y ahí se aparece; hay veces que nos carrerea, nos da mucho miedo,<br />

pero como somos varios niños juntos los que pasamos por ahí,<br />

todos agarramos piedras y le tiramos; es así como se aleja y eso es<br />

casi todos los días.<br />

—¿Y le han dicho a los maestros de esto? Porque esto lo<br />

deben de reportar en la escuela y posteriormente a la policía, para<br />

que se lleven a ese sujeto a la cárcel.<br />

—Sí, sí se lo han llevado, pero pasa un tiempo y luego aparece<br />

nuevamente, y a veces con alguien más. Es por eso que ya se nos ha<br />

hecho costumbre verlo por ahí. Pero cómo está feo ese señor, eh.<br />

Oiga José, ese señor, ¿por qué anda siempre borracho y en la calle?,<br />

¿no tiene casa? Tendrá hijos, pobrecitos, me imagino cómo les hará<br />

falta su padre, como a mí.<br />

128


El gordo miró a Paquita y conteniendo las lágrimas, que<br />

estaban a punto de salir, le cambió de tema tratando de invadir su<br />

privacidad.<br />

—Ya se terminaron esas pesadillas por esos lugares… —<br />

suspiró—, ahora esperemos que tu abuelita se recupere y las voy<br />

a llevar a vivir a una casa nueva que tu abuelita compró. Es por<br />

eso que fui a casa de ustedes, para que me firmara los documentos<br />

como nuevo propietario.<br />

<strong>La</strong> niña volvió a recordar a su abuelita y con lágrimas en los<br />

ojos le pidió al señor gordo que no las abandonara, que Dios en el<br />

cielo se lo iba a pagar todo lo que por ellas estaba haciendo.<br />

—Calma, m’ija, ten calma. Tu abuelita es muy fuerte y se va<br />

a recuperar muy pronto; ya verás que hoy mismo la darán de alta y<br />

nos vamos a descansar unas horas, porque nos espera un día muy<br />

atareado. Tenemos que hacer muchas cosas para que tú y tu abuelita<br />

puedan vivir en su nueva casa.<br />

—¿Tú conoces la casa? ¿Sabes cómo es? Mi abuelita siempre<br />

me contaba cuentos y siempre hablaba de una casa muy grande,<br />

con un bello jardín de rosas de Castilla; creo que son las rosas más<br />

grandes que existen, y que contaban con una sorprendente variedad<br />

de colores. Y la propietaria, la mayoría de las veces se esmeraba por<br />

combinar los colores para darle una vista diferente y única de su<br />

jardín. Siempre se le rodaban las lágrimas al empezar a describir el<br />

famoso jardín, y cuando vi que ella sufría, le supliqué que no me<br />

volviera a contar cuentos de la casa grande con un bello jardín. Te<br />

voy a contar un secreto, es algo muy interesante: en medio del jardín<br />

había una <strong>vieja</strong> banca, olvidada por sus dueños, o tal vez creció<br />

tanto el jardín que ya no pudieron sacarla de entre sus espinosas<br />

y peligrosas ramas. Yo, en los cuentos de mi abuelita inventé este<br />

detalle: le sugerí que cuando describiera el jardín de la casa grande,<br />

siempre mencionara que en medio del bello jardín había una <strong>vieja</strong><br />

banca en ruinas, maltratada por el paso del tiempo.<br />

El señor gordo escuchaba muy atento a la niña, que parecía<br />

que ella era la autora del cuento, y la interrumpió un poco nervioso,<br />

pensando que tal vez con sus preguntas le iba a cortar su inspiración;<br />

le había encantado la forma de su expresión al relatar lo que su<br />

abuelita muy seguido le contaba.<br />

129


—Paquita, qué interesante está esto. ¿Por qué le sugeriste a tu<br />

abuelita lo de la <strong>vieja</strong> banca? Y ¿por qué inventaste lo de que estaba<br />

quebrada de dos de sus barrotes?<br />

—Muy fácil, mira: una vez miré una… En eso se escuchó la<br />

voz del doctor, pidiendo a los presentes que quien fuera familiar<br />

de María, pasara con él para explicarle cómo suministrarle el<br />

medicamento y lo que tenía que hacer para las curaciones en casa,<br />

sin necesidad de traer al enfermo al hospital.<br />

—Nosotros somos de la familia de la señora, doctor.<br />

El gordo, muy firme y llevando a Paquita del brazo hacia el<br />

doctor, caminó más rápido que de costumbre: Dígame doc. ¿Cómo<br />

sigue la enferma?, ¿ya nos la podemos llevar a casa?<br />

El doctor le contestó afirmativamente, que nomás firmara<br />

unos documentos en donde se le estaba dando de alta y que él se<br />

hacía responsable de la señora. Tomaron asiento mientras una de las<br />

enfermeras de turno les dio la receta para la medicina y en voz baja<br />

y muy cerca del oído, le comentó al gordo que la señora ya se acaba<br />

por saber de su nieta, pero no le hemos dicho, para que la niña no se<br />

preocupe. “<strong>La</strong> señora sabe que está usted muy pendiente con ellas<br />

y eso la tranquilizó”. Y amablemente les pidió que esperaran en la<br />

puerta de urgencias a su familiar, que por ahí saldría lista para ir a<br />

casa. El gordo y Paquita caminaron en silencio por todo el largo y<br />

solitario pasillo, rumbo a la sala de urgencias, y poco antes de llegar,<br />

inocentemente le preguntó la niña que dónde dormirían, y el gordo<br />

en realidad no había reparado en ese detalle.<br />

—Santo Dios, no te había dicho, porque necesitaba saber si<br />

tu abuelita seguiría dentro del hospital, y si fuera así, tendríamos<br />

que acompañarla el tiempo necesario hasta que los doctores nos la<br />

dieran de alta.<br />

Y tomándola de sus pequeños hombros y cerrándole un ojo,<br />

le dijo:<br />

—Ahorita que tu abuelita esté con nosotros, ella lo decidirá;<br />

ella es la jefa, ella es la que manda, ¿entendido?<br />

Aquel buen hombre, que contaba apenas con unas pocas<br />

horas de haberlas conocido, ya se sentía comprometido, pero no<br />

por su trabajo, sino por su grandeza humanitaria. El afán de servir<br />

sin pedir nada a cambio, lo obligaba a seguir al pendiente de esta<br />

pobre familia, que eran solas en el mundo, sin ningún otro familiar.<br />

130


El gordo había investigado el paradero de los padres de la<br />

maestra y tristemente se enteró de que habían fallecido en un<br />

fatal accidente. Esto lo hizo cuando se le entregó el trabajo de<br />

buscar los herederos más cercanos a Leticia Juárez, la principal<br />

heredera del militar, y por el acta de nacimiento se dio cuenta de<br />

los familiares existentes de la maestra, ya que los del militar no<br />

sabían nada de esta familia.<br />

Leticia Juárez nunca se casó. En secundaria conoció a un<br />

muchacho del que en pocos días se enamoró. Por causas familiares,<br />

el novio se tuvo que ir del país y ella se entregó a él por miedo a<br />

perderlo, pero aun así, él jamás se dio cuenta de que ella había<br />

quedado embarazada y que falleció al dar a luz una bebita. Jamás se<br />

supo del paradero del muchacho; se le miró unas pocas veces junto<br />

a ella y se perdió, ya nadie dio señas. Los dos eran unos jovencitos<br />

estudiantes de secundaria a los que se les hizo fácil dejarse llevar<br />

por el amor. <strong>La</strong> niña fue llevada por personal del DIF a un hospital,<br />

en donde le dieron un cuidado intensivo para después donarla a un<br />

matrimonio sin hijos y de un buen estado económico. Hasta aquí<br />

es lo que el gordo sabía.<br />

Al fin, la señora salió por la puerta de urgencias, acompañada<br />

por una enfermera de turno, la cual se despidió amablemente de la<br />

maestra y le dijo que cuando tuviera tiempo le hablara al número<br />

que le había dado, que era muy importante, que ella sabía de alguien<br />

que se interesaba bastante en saber de ellas.<br />

Se escuchó un grito de felicidad muy fuerte. Era Paquita, que<br />

no pudo evitar la fuerte emoción al ver a su abuelita. —Abuelita,<br />

abuelita, ¿estás bien?<br />

<strong>La</strong> niña corrió a encontrar a su abuelita, colmándola de<br />

besos y abrazos; las lágrimas por toda su cara eran producto de la<br />

desesperación y la alegría que de una manera u otra quería transmitir<br />

y el vivo ejemplo del amor que Paquita le tenía a su abuelita. Ya<br />

habían pasado bastantes horas sin saber de ella y el miedo de<br />

quedarse solita la consumía y la emoción de verla nuevamente y<br />

a salvo, no hizo otra cosa más que llorar y darle gracias a Dios por<br />

dejar más tiempo de vida a su abuelita. Después de intercambiar<br />

algunas palabras y sin dejar de abrazarse, caminaron a saludar y a<br />

dar gracias al abogado; hicieron algunas bromas de las que pudieron<br />

131


eírse y ya una vez que las penas y el dolor se alejaron, hablaron<br />

por primera vez del lugar en donde dormirían las pocas horas que<br />

faltaban para que el sol saliera, anunciando un nuevo día.<br />

El abogado les habló de un hotel cerca de su casa y les comentó<br />

que ahí podrían verse más rápido para trasladarlas a cualquier parte<br />

de la ciudad. Así pues, salieron rumbo al carro, y a pesar de que ya<br />

eran horas altas de la noche, no se les agotaba el buen humor para<br />

seguir haciendo bromas. Esta vez le tocarían a la señora: Paquita<br />

le decía que parecía familia de árabe por el turbante y las ojeras;<br />

también le dijo que parecía momia, por la cabeza vendada y los<br />

brazos tiesos y abiertos en los costados. En cuanto subieron al carro<br />

dijo Paquita que tenía hambre, y el gordo le hizo segunda: “Yo<br />

también”. Dijo la señora:<br />

—Conozco un lugar en donde venden un rico menudo,<br />

¿qué, vamos?<br />

—No se hable más, vamos al menudo. Ahora dígame para<br />

dónde es ese lugar, que ya se me hizo agua la boca.<br />

<strong>La</strong> señora le dijo que no hay lugar en donde vendan mejor<br />

menudo que en la estación del tren, así es de que “Apúrate José, que<br />

parece que ya se me abrió el apetito”.<br />

—Sí, yo también quiero comer menudo, abuelita. ¿Es en<br />

donde siempre me llevas, verdad?<br />

—Sí, mi amor, ahí es.<br />

<strong>La</strong> señora se quedó pensativa por unos instantes… recordó<br />

que cuando vivían en el parque, los fines de semana, antes del<br />

amanecer, llevaba a Paquita a comer menudo y más en tiempo de<br />

frío. Ahí también solía ir con su amado; el militar era una de las<br />

personas que iban a almorzar menudo acompañado de su esposa,<br />

como una tradición de familia.<br />

Después de una buena cena-almuerzo, decidieron a dónde<br />

ir a dormir: el gordo las llevó a un modesto hotel, cerca de su<br />

casa, con el fin de estar lo más cerca posible de esa pequeña y<br />

pobre pero feliz familia. Al llegar al hotel, José las registró como<br />

de su familia y ordenó que no se les molestara hasta la hora de<br />

la comida. <strong>La</strong>s acompañó a su recámara y de ahí se despidió,<br />

diciendo que vendría alrededor de las tres de la tarde.<br />

132


Así se despidieron, ya con los ojos medio cerrados por la<br />

falta de dormir. Al cerrar la puerta, José se detuvo, quería quedarse<br />

un tiempo más con tan inocentes personas; sentía que les hacía falta<br />

y en eso que pasaba miró el reloj: ya faltaban unos minutos para que<br />

el sol saliera con su débil proyección, anunciando el nuevo día.<br />

Corrió a su carro y arrancó a toda velocidad para su casa,<br />

tratando de llegar poquito antes de que su esposa se fuera a su<br />

trabajo. Llegó, estacionó su carro afuera de su casa, algo no común<br />

en este cuidadoso señor; al entrar a su casa se encontró en la puerta<br />

de salida a su esposa, que nomás le dirigió una mirada con ojos<br />

llenos de rabia; él quiso explicarle y fue en vano: la señora siguió<br />

caminando hacia su carro, sin decir una sola palabra. José se quedó<br />

mirándola hasta que ya no la pudo ver; él sabía lo grave que era el<br />

asunto, por no haber dormido en casa. Movió la cabeza en forma<br />

negativa, caminó muy despacio hasta el cuarto de los niños, los<br />

miró: estaban durmiendo todavía; la muchacha de servicio estaba<br />

haciendo el desayuno, ya les había ido a decir una vez que era hora<br />

de que se fueran a bañar.<br />

Cuando supo que estaba el señor en casa, fue y le comentó<br />

que los niños hacían caso omiso de arreglarse para la escuela; José<br />

fue y los despertó con mucha ternura, amaba a sus hijos. Éstos no<br />

tardaron en levantarse, después de besar y abrazar a su padre, se<br />

fueron directamente al baño; les dijo muy claro que los esperaba en<br />

el comedor para desayunar juntos.<br />

Mientras que sus hijos se aseaban, fue a la cocina y platicó<br />

unos instantes con la muchacha; más tarde, después de tomar el<br />

desayuno, los acompañó a la escuela; eran pocas las veces que<br />

tenía tiempo para hacerlo y esta vez aprovechó; se llevó también<br />

a la sirvienta y de regreso José le comentó que su esposa estaba<br />

furiosa porque no fue a dormir esa noche a casa, pero que era<br />

cosa de trabajo que se prolongó hasta el amanecer, de lo cual no se<br />

arrepentía porque había ayudado a unas personas que de verdad<br />

necesitaban de su ayuda. Le pidió también que no le pasara ninguna<br />

llamada por teléfono y que lo despertara hasta las dos de la tarde.<br />

Llegaron a la casa y él se metió a darse un regaderazo y ella<br />

se fue a hacer los quehaceres de la casa; a los pocos minutos ya<br />

estaba José roncando en su recámara. <strong>La</strong> muchacha fue y lo cobijó,<br />

133


se miraba que tenía frío, por la postura en que se encontraba. Esta<br />

muchacha estimaba tanto a sus patrones que se sentía como parte<br />

de la familia, ya tenía trabajando para ellos casi doce años y los<br />

conocía perfectamente. Salió de la recámara después de limpiar<br />

un poco, sabía que tenía prohibido entrar a la recámara cuando el<br />

patrón se encontrara dentro, pero esta vez lo hizo porque miró muy<br />

triste a su querido patrón y ella pensó que algo se le podría ofrecer<br />

y ella quería estar cerca para atenderlo, sin ninguna otra intención<br />

más que la de servir.<br />

134


<strong>La</strong>s noticias de Paquita<br />

Mientras tanto, esa misma noche, en la casa de Marcos todo<br />

marchaba muy bien. Después de presentarse, Marcos y la mamá de<br />

<strong>La</strong>ura se cayeron muy bien, fueron a la cocina, cenaron algo ligerito<br />

y ahí se pasaron unas cuantas horas charlando. Ya al amanecer, muy<br />

temprano la mamá de <strong>La</strong>ura tenía el desayuno preparado. Marcos<br />

en su recámara dormía profundamente hasta que el timbre del<br />

teléfono lo despertó, pero alguien más contestó; seguramente era el<br />

papá de <strong>La</strong>ura que quería saber cómo estaban, por lo que Marcos<br />

decidió dormir otro rato más, a pesar de que ya había olido un rico<br />

guiso; alguien estaba cocinando. En unos instantes se escucharon<br />

unos toquidos muy bajitos en la puerta de su recámara y una<br />

voz suave y dulce, como si acariciara el espacio de la habitación,<br />

lo reclamaba por su nombre y le decía que tenía una llamada por<br />

teléfono y que era muy urgente; Marcos se incorporó de un solo<br />

brinco, caminó aprisa y abrió la puerta.<br />

—Buenos días, Marcos, disculpe que lo haya despertado,<br />

pero tiene una llamada.<br />

—Buenos días, señora, no se preocupe, ya estaba despierto,<br />

¿y <strong>La</strong>ura ya se despertó?<br />

—No, ella todavía está dormida. Ya preparé el desayuno,<br />

ándele, para que se venga a desayunar.<br />

—Oh, señora, no se hubiera molestado, yo iba a pedir una<br />

orden de comida al restaurante de aquí cerca; pero bueno, es mejor<br />

la comida hecha en casa, gracias. Déjeme ver quién habla tan<br />

temprano.<br />

135


<strong>La</strong> mamá de <strong>La</strong>ura se retiró a la cocina y…<br />

—¡Don Jesús! ¿Qué milagro que me habla a esta hora? Muy<br />

buenos días.<br />

—Ya me di cuenta que tienes visita, con razón no te habías<br />

comunicado; muy buenos días, Marcos, ¿cómo has estado?<br />

—Mal, bueno, estuve grave y por poco me quedo en coma,<br />

eso dijo el doctor Ávila. ¿Cómo ve?<br />

—Pero cómo, muchacho, ¿qué te pasó? A ver, cuéntame.<br />

Marcos le contó todo, paso por paso, hasta los momentos de<br />

risa y de vergüenza que tuvo que pasar. Una vez más calmado, su<br />

amigo don Chuy ya se acababa por contarle la buena nueva.<br />

—Marcos, mi querido amigo, agárrate porque te tengo una<br />

buena noticia. Estoy leyendo el periódico y aquí está una nota que<br />

te va a interesar: resulta que ya apareció la señora con la niña que<br />

tanto buscabas. Paquita y su abuelita aparecieron.<br />

—¿Pero cómo?, ¿cómo que ya aparecieron? A ver, cuénteme<br />

cómo fue que dieron con ellas o ¿por qué están en el periódico? No lo<br />

puedo creer, don Jesús; muchas gracias, esta sí que es una buena noticia.<br />

—Cálmate, muchacho, mira, es una nota de policía. Según<br />

la nota del periódico, un tipo se metió a la casa de la infortunada<br />

viejita a robarle las pocas pertenencias con las que contaba y ésta, al<br />

resistirse, fue golpeada varias veces en la cabeza con un garrote por<br />

este brutal sujeto, hasta dejarla sin sentido, y así fue como aprovechó<br />

para llevarse lo poco que la señora tenía ahorrado.<br />

—¿Y a Paquita no le pasó nada? Pobrecilla, me imagino qué<br />

susto le causó ese desalmado.<br />

—No, a la niña no le pasó nada. Todo fue muy rápido y<br />

parece que alguien les dio auxilio, un fulano que había estado<br />

unos minutos antes; él confesó que fue a visitar a la familia por<br />

motivo de un negocio y que cuando se retiró, ya muy noche, se<br />

encontró enfrente de su carro a un individuo poco confiable,<br />

que eso fue lo que lo hizo regresar después de unos minutos de<br />

que ya se había retirado.<br />

—Bueno, ¿y en dónde están ahorita?, ¿cómo podemos<br />

ayudarlas? Por favor, don Jesús, ayúdeme a investigar en dónde las<br />

podemos encontrar; yo quiero ayudar a esa familia, usted sabe que<br />

yo aprecio mucho a Paquita. Si se da cuenta de algún dato que nos<br />

pueda llevar hasta donde estén, se lo agradecería muchísimo. Hable<br />

136


con Carlos, a ver si quiere ir con nosotros; yo nomás me desocupo<br />

y me comunico inmediatamente con usted.<br />

—Está bueno, Marcos, tranquilízate, todo se puede arreglar,<br />

ahora atiende a tus invitados; cuando nos veamos no me quiero<br />

perder de ningún detalle de tu visita, ¿eh?<br />

Sonrieron y se despidieron enviándose un abrazo, como era<br />

de costumbre. Apenas terminó de hablar con su amigo, ya estaba<br />

tocando a la puerta su prometida, invitándolo a desayunar.<br />

—Buenos días, mi amor, ¿cómo amaneciste?<br />

—Muy bien, ¿y tú? Pero mira, ven, pasa. Hoy estoy más feliz.<br />

¿Recuerdas de la chiquilla que te comenté?, ¿la de los duros de cuero<br />

de puerco? Pues ya apareció, y eso hace sentirme muy feliz.<br />

<strong>La</strong>ura se quedó seria, no sabía qué decirle. Sintió un poco de<br />

celos porque Marcos hablaba muy bien de esa muchacha que <strong>La</strong>ura<br />

no conocía, y preguntó: ¿Cuántos años tiene?<br />

—No sé exactamente, sólo sé que la estimo demasiado, como<br />

si fuera mi hija, la hija que no tuve. No te enceles, mi amor, ella es<br />

una inocente palomita que se divierte con cualquier cosa, es de las<br />

niñas que aman la naturaleza y a la gente que las rodea, por eso me<br />

cayó muy bien; en el tiempo que la conocí, yo sufría de depresión y<br />

platicando con ella se me retiró esa incómoda compañera.<br />

En eso se arrimó la señora y les dijo: Y ustedes, ¿a qué horas<br />

piensan desayunar? Ya está la comida servida en la mesa.<br />

—Sí mamá, ya vamos para allá, gracias. Apúrate, mi amor, ya<br />

no hagas esperar más tiempo a mi mamá.<br />

—Disculpa, m’ija, es que fue una noticia tan importante<br />

que descuidé tu atención; me doy un regaderazo bien rápido<br />

y salgo en seguida.<br />

—Está bien, m’ijo, yo te espero en el comedor, voy a<br />

acompañar a mi mamá.<br />

<strong>La</strong>ura se retiró con el pensamiento en aquella jovencita de que<br />

tanto hablaba Marcos. ¿Qué sería de ella después de que su amado<br />

hable con esa niña?, ¿cuál sería su lugar?, porque ella sabía cuánto<br />

estimaba a esa chiquilla; no la conocía, pero ya estaba empezando<br />

a sentir celos hacia la inocente. Llegó con su mamá, a quien no se le<br />

escapó ver a su hija cabizbaja, por lo que le preguntó inmediatamente<br />

¿qué era lo que había pasado?, hacía unos minutos la había visto tan<br />

feliz y ahora ya tenía el rostro opacado por alguna pena.<br />

137


—Nada, no tengo nada, mamá, ni me ocurrió nada malo ni<br />

he discutido con Marcos tampoco.<br />

<strong>La</strong>ura la miró con una mirada triste, pensando en si aceptaría<br />

su mamá que Marcos tuviera qué ver con una chiquilla desconocida;<br />

al fin, como nunca le guardaba un secreto, optó por decirle lo que<br />

en verdad estaba ocurriendo.<br />

—Mamá, sabes que antes de que yo conociera a Marcos él<br />

tenía una amiga, una chiquilla de doce años que vendía duros de<br />

cuero de puerco en el parque; esa niña desapareció y hoy le acaban<br />

de llamar para decirle que ya la encontraron.<br />

—Pero, ¿qué estás diciendo, m’ija?, ¿a poco me vas a decir<br />

que tienes celos de esa muchachita? Es apenas una niña, ¿o qué<br />

estás pensando, que es su hija o algo así por el estilo? Pues habla<br />

con él y dile que te diga la verdad, si tiene a otra mujer o qué. No,<br />

mira, ¿sabes qué? ¡Vámonos!, parece que las cosas con tu novio<br />

no están bien.<br />

<strong>La</strong>ura sintió que había cometido el error más grande de su<br />

vida al haberle dicho a su mamá lo de la muchacha. <strong>La</strong> miró con<br />

ojos de tristeza y culpabilidad, como tratando de calmarla, y en<br />

eso estaban cuando se escuchó que se abrió y cerró la puerta de la<br />

recámara de Marcos; efectivamente, éste ya venía bien decidido a<br />

desayunar, ignorante de lo que ocurría en el comedor.<br />

—Buenos días nuevamente, disculpen mi tardanza. Ahora,<br />

señora, ¿dónde debo sentarme? Usted aquí manda, usted es la jefa,<br />

¿verdad m’ija? Y ahora, ¿a ustedes qué les pasa?<br />

El ambiente en la cocina ya no era el mismo que se vivía<br />

unos minutos antes, algo andaba mal; las caras de ellas parecían<br />

preocupadas. <strong>La</strong> mamá de <strong>La</strong>ura fue la que contestó primero y de<br />

un tono no muy agradable:<br />

—Dice <strong>La</strong>ura que usted tiene una amiga de doce años, que<br />

más bien podría ser su hija, ¿no?<br />

—Disculpe, no entiendo lo que está pasando. ¿M’ija, qué pasa?<br />

—Mi mamá quiere saber qué relación hay entre tú y la<br />

chiquilla esa, la del parque. Le comenté que estaba perdida y ahora<br />

ya apareció y que tú te habías puesto muy feliz. Ahora quiero saber<br />

qué lugar voy a tener yo en tu vida.<br />

—Mi amor, ¿pero qué tonterías estás diciendo? Yo soy amigo<br />

de la chiquilla esa, la quiero ayudar porque ella y su abuelita son<br />

138


solas, no tienen casa, viven en donde Dios les da licencia. Señora,<br />

créanme por favor.<br />

—Yo le dije a mi hija que de una vez le diga si usted tiene a<br />

otra mujer, que a la mejor esa niña es hija suya.<br />

—No, no, por favor no piensen mal de mí ni me vayan a dejar<br />

solo ahora que siento que tengo una familia, una familia que son ustedes.<br />

El tono de voz de Marcos se quebró y unas claras y grandes<br />

lágrimas se asomaron en sus ojos pestañones, las cuales rodaron<br />

ligeras por todo lo largo de su cara, como si presumieran su<br />

presencia ante aquellas desconfiadas y celosas miradas, las que<br />

instantes después se transformaron en miradas de amor y ternura,<br />

al ver y oír las palabras de aquel pobre hombre, que lo único que<br />

quería era ayudar a esa humilde chiquilla junto con su abuelita, y<br />

conservar la familia que estaba construyendo con su amada.<br />

Mamá e hija compartieron una mirada que bastó para saber<br />

que el hombre decía la verdad; él ni siquiera se movió de su lugar,<br />

permaneció sentado mientras hablaba; unas palabras las decía<br />

mirando a su lado izquierdo, donde se encontraba la mamá de su<br />

novia, y otras hacia el lado derecho, donde se encontraba <strong>La</strong>ura.<br />

Ésta, al sentir aquel amor eléctrico, invisible, corrió apresurada y<br />

abrazó a su amado, y con su mano derecha limpió la cara, que se<br />

encontraba húmeda a causa de aquellas lágrimas, producto del<br />

sentimiento puro y sincero de aquel buen hombre. Por su parte, la<br />

madre de <strong>La</strong>ura expresó:<br />

—Marcos, perdone usted mi desconfianza, es que, entiéndame,<br />

que uno como madre tiene que ver lo mejor para nuestros hijos,<br />

guiarlos por buen camino; eso es lo que primeramente quiere uno,<br />

que sus hijos se fijen bien en su pareja con tiempo, antes de que<br />

les digan que son casados o ya están comprometidos; esto es muy<br />

común en muchas parejas; perdóneme nuevamente. Yo le creo,<br />

también estoy de acuerdo en que siga su amistad con esa niña.<br />

Marcos miró a <strong>La</strong>ura de reojo y ella le sonrío, con una mirada<br />

tierna, llena de fe y amor; él también sonrío y le tocó la cara, se<br />

levantó de su silla y dijo con voz de ánimo:<br />

—Tengo mucha hambre, podemos olvidar todo esto por hoy<br />

y después de desayunar, quiero contarles un secreto que ya no tiene<br />

caso seguir conservando en mi pecho. Esto tiene que ver con mi vida<br />

139


pasada, yo pienso que es parte de lo que me causó el traumatismo y<br />

parálisis parcial y ahora me siento tan libre que quiero contarles algo<br />

de mi pasado, que hasta hoy pienso dejar en mi pensamiento; una vez<br />

revelado el secreto, ya no será secreto, y ya jamás me dañará mi memoria<br />

ni mi existir y me dejará libre para amar a quien yo quiero tanto.<br />

Con una mirada que le brindó a su amada mientras decía<br />

esas palabras, se refirió a ella y tomándola de la mano le dijo a<br />

quemarropa: Tú, tú mi amor, eres mi amada, ¿me aceptas?<br />

<strong>La</strong> muchacha, muy emocionada, le contestó afirmativamente<br />

y con su mano derecha le acarició parte de su cara; la mamá, al<br />

escuchar y ver a estos dos enamorados, rápido antes de que otra<br />

cosa pasara, intervino:<br />

—Dejen calentar la comida nuevamente; ya dijo Marcos que<br />

yo soy la jefa, así es que se me quedan quietos hasta que vuelva a<br />

servir; primero el café, para que disfruten un poco el momento.<br />

<strong>La</strong> señora recalentó la comida de los platos ya servidos,<br />

y las bromas y chistes de uno y de otro mientras comían, se<br />

escucharon a montones.<br />

—Yo me sirvo, señora.<br />

—No, no, que te sirva de una vez mi hija, que ya que se vaya<br />

acostumbrando, porque yo, en la casa, es fecha de que todavía le<br />

ando sirviendo, ¿cómo ve, Marcos?<br />

—¡Mamá! No es cierto, yo me sirvo sola y te ayudo a cocinar<br />

los fines de semana y los días que no voy a trabajar, y cocino bien<br />

rico, ¿verdad, mamá?<br />

—Pues si cocinas tan rico, ¿por qué no quisiste preparar tú el<br />

desayuno, mi amor?, preguntó Marcos en forma de broma.<br />

—Es que el desayuno cualquiera lo puede preparar, no tiene<br />

mucho qué hacer, es más difícil lavar los trastes, que esos prefiero<br />

que mi mamá los limpie, pero ya tendrás oportunidad de deleitarte<br />

con mis favoritos y deliciosos platillos, m’ijo.<br />

—Bueno, espero que sea lo más rápido posible.<br />

<strong>La</strong> señora los miró de reojo y se dio cuenta de que esta vez<br />

ya no estaban bromeando, que las miradas entre ellos eran ya de<br />

un amor desesperado, el que ya necesita del uno del otro, y sonrió<br />

para sus adentros. Ya estaba convencida de que Marcos sería un<br />

buen hombre para su hija; ella sabía que era muy poco tiempo para<br />

140


pronosticar el futuro de esa pareja de enamorados, que parecían<br />

unos pichones que se olvidaban de todo lo que los rodeaba, hasta<br />

que timbró el teléfono, que fue lo que los hizo volver a la realidad;<br />

timbró varias veces y parecía que también la mamá de <strong>La</strong>ura<br />

esperaba llamada, porque ella era la que insistía más en que alguien<br />

contestara el teléfono. Contestó <strong>La</strong>ura y se lo pasó a su mamá; era<br />

su esposo, que ya estaba desesperado porque todavía no regresaban<br />

a su hogar; compartieron algunas palabras y al fin le confirmó dos<br />

veces que ya en esos momentos saldrían para la casa.<br />

—M’ija, tu papá ya quiere que nos regresemos a la casa y<br />

lo más pronto posible. Marcos, pues mucho gusto en conocerlo y<br />

siento mucho que no podamos quedarnos un rato más, para que<br />

usted nos cuente ese secreto que quiere revelar.<br />

—No, no, muchas gracias a ustedes por haber pasado la<br />

noche aquí en mi casa; le juro que si no hubiera sido por ustedes,<br />

casi me muero. Yo necesitaba de una compañía, mi enfermedad era<br />

la soledad, el estrés y el cansancio.<br />

Timbró nuevamente el teléfono: eran Rosalía y Marthita, que<br />

querían saber cómo seguía de salud; él les contestó positivamente y<br />

les contó que si no hubiera sido por <strong>La</strong>ura y su mamá, quién sabe si<br />

hubiera amanecido vivo; les dio unas instrucciones y les dijo que en<br />

cuanto llegara <strong>La</strong>lo, se comunicara con él; les agradeció el haberse<br />

preocupado por él. Colgó el teléfono y se dispuso a acompañar a<br />

su novia y a su futura suegra a salir de la casa, sin dejar un instante<br />

de invitarlas nuevamente y esta vez pedía que por favor trajeran al<br />

papá de su novia.<br />

—Mejor nosotras lo invitamos a mi casa, Marcos, ¿cómo ve?<br />

Eso fue lo que dijo mi esposo, que la siguiente vez él mismo haría la<br />

invitación, así es que ya está invitado y será en mi casa. Pasaremos<br />

la Nochebuena con muchos invitados y usted también invite a sus<br />

amigos, serán bienvenidos. Nosotros tendríamos la comida típica<br />

para la ocasión; no es muy grande nuestra casa, pero ahí serán<br />

bienvenidos todos sus amigos.<br />

—Di que sí, mi amor, y quiero que invites a don Jesús, a<br />

Carlos y al licenciado Jiménez; son muy buenas personas.<br />

—Claro que acepto, ahora nada más quiero que ellos me<br />

confirmen y en caso de que no puedan asistir, yo no fallaré. Ahora,<br />

141


muchas gracias por su cuidado y por la comida; tenía muchos años que<br />

no comía con una familia, ni siquiera con mis trabajadores; siempre me<br />

rehusé a sus invitaciones, pero ahora todo ha cambiado en mi vida; les<br />

prometo que no faltaré a ninguna invitación a comer juntos.<br />

<strong>La</strong> señora fue por sus cosas a la recámara en donde durmió y<br />

cuando regresó, ¡oh, sorpresa!, Marcos le tenía dos cajas de regalo,<br />

con unos moños blancos grandes y con una tarjetita que decía: “Con<br />

mucho cariño para mi futura suegra. De parte de Marcos”. <strong>La</strong> otra<br />

decía: “Con mucho amor y cariño para mi amada. De Marcos”. <strong>La</strong><br />

astucia y el gran sentido del buen detalle son los que caracterizaban<br />

a Marcos; él siempre tenía una sorpresa para quien lo quería y esta<br />

vez le tocó a su futura familia.<br />

—Muchas gracias, Marcos, es usted muy amable.<br />

—Gracias, mi amor, sabía que tenías algo para nosotras; los<br />

regalos los vamos a abrir en casa, ya se nos terminó el tiempo y<br />

después para otra ocasión que necesitemos salir, mi papá no estaría<br />

de acuerdo. Bye mi amor.<br />

—Bye, las acompaño hasta la puerta de salida.<br />

—Gracias y hasta luego, Marcos.<br />

Marcos se despidió y subió a su casa muy feliz; abrió la puerta<br />

de entrada a la sala y miró todo en orden, callado, vacío; recorrió<br />

con la mirada todos los lugares que fueron ocupados por su novia,<br />

y en cada uno se detuvo y pudo recordar hasta la última palabra que<br />

su novia habló, los gestos, las risas y hasta pudo arreglar el incidente<br />

en la cocina. Ahí parado, sin dar un solo paso, pensó que para la<br />

siguiente vez no dejaría que su novia lo dejara solo; suspiró hondo,<br />

sacudió la cabeza y caminó sin dejar en pensar en su amada. Entró<br />

a su recámara y estaba más vacía que nunca, ella hacía falta, ella<br />

daba vida a las cosas, sin ella nada tenía valor.<br />

Fue al teléfono y lo primero que se le ocurría era hablarle a su<br />

novia, para ver si ya estaba en su casa; nadie contestó, seguramente<br />

no había nadie a esas horas. Colgó el teléfono e inmediatamente<br />

hizo otra llamada: esta vez le tocó a don Jesús.<br />

—¿Bueno? Don Jesús, buenos días. Ya estoy listo, ¿ya<br />

consiguió algunos datos para localizar a Paquita?<br />

—En eso estoy, muchacho, parece que el que las llevó al<br />

hospital para que atendieran a la abuelita de Paquita se llama José de<br />

la O, un abogado que tiene su despacho en el centro de la ciudad; ya<br />

142


fuimos a ese lugar y está totalmente cerrado; ahora estoy esperando<br />

a un amigo que va a buscar en el registro, ojalá y esté dado de alta;<br />

ahí encontraré su dirección y todos los datos que nos hagan posible<br />

encontrarlo y él nos llevará hasta donde estén Paquita y su abuelita.<br />

En cuanto yo sepa algo voy por ti a tu casa, tú no te preocupes,<br />

y a ver, cuéntame, ¿cómo te fue con tus visitantes? Pero primero<br />

cuéntame qué fue lo que te pasó y ¿por qué me dijiste que por poco<br />

y caes en coma?<br />

Marcos, con toda la paciencia que le fue posible, le explicó<br />

por qué fue que cayó en esa depresión, según el doctor. Y<br />

también cómo se la había pasado su futura familia en su casa,<br />

detalle por detalle; hasta le dijo que ya estaban invitados a pasar<br />

la Nochebuena en casa de sus suegros, por lo cual le pedía de<br />

favor que lo acompañara, que iba a ser un día muy especial y<br />

suavizando la voz dijo:<br />

—¿Sabe qué, don Jesús?, quiero pedir a mi novia esa noche,<br />

ya he decidido casarme. Don Chuy, ¿quiere ser mi padrino?<br />

Usted y su esposa me gustan para padrinos; claro que tengo que<br />

pedírselo a los dos juntos. Y aprovechando su gentileza, también<br />

quiero que pidan la mano de mi novia, si me hacen favor, a los<br />

papás de <strong>La</strong>ura, para que se case conmigo.<br />

—Gracias por tomarnos en cuenta en esa importante<br />

situación; hoy mismo le comentaré a mi esposa y creo que<br />

no tiene por qué decir que no; yo te aseguro que contestará<br />

afirmativamente.<br />

—Muchas gracias, don Jesús, yo sabía que no me fallaría;<br />

quiero invitar también a Carlos y a Gilberto con sus parejas;<br />

ustedes son como mi familia y quiero conservarlos como tales.<br />

—Gracias, muchacho, nosotros también te queremos<br />

mucho, ya eres parte de nuestra familia. Bueno, entonces voy a<br />

seguir investigando el paradero del abogado.<br />

Se despidieron y quedaron de comunicarse durante<br />

el día. Marcos ya se había convertido en uno de los mejores<br />

amigos de don Chuy, ya había pasado la barrera de la amistad,<br />

ya más bien lo miraba como a un hijo y este sentimiento don<br />

Chuy lo compartía con su esposa, a quien tanto amaba; total,<br />

que se habían familiarizado tanto que pasaban mucho tiempo<br />

juntos, conviviendo en reuniones familiares muy a menudo.<br />

143


También la esposa de don Chuy era muy especial: los amigos<br />

de su esposo eran también de ella; compartían y disfrutaban su<br />

compatibilidad en muchas cosas.<br />

No tardó mucho cuando ya tenía otra llamada por teléfono:<br />

era su novia, quien llamaba nomás para decirle que ya estaba<br />

en casa y que lo extrañaba muchísimo; él le dijo lo mismo, que<br />

estaba más solo que nunca y que ya deseaba volverla a mirar.<br />

—Ya será pronto, mi amor, y esta vez será para ya no<br />

separarnos más; le comenté a mi mamá que ya queremos<br />

casarnos, que sólo estábamos esperando su aprobación, y ella<br />

contestó que por ella no había ningún problema, que le caíste<br />

muy bien y que ella está de acuerdo en que nos casemos, que la<br />

edad no importa cuando hay amor. Y que muchas gracias por<br />

los regalos.<br />

—Dale gracias a tu mamá por darnos ese apoyo; a mí<br />

también me cayó bien y te aseguro que la llevaremos muy bien;<br />

ahora hay que esperar a ver si tu papá está de acuerdo.<br />

—Él es un poco más desconfiado, pero te aseguro que<br />

por tal de verme feliz, aceptará. Ya mi mamá y él han platicado<br />

varias veces acerca de mi relación contigo y siempre han estado<br />

de acuerdo en que eres un poco mayor que yo, pero que lo que<br />

importa es que tú me quieres y nada qué ver con la edad para<br />

sentir amor, y lo más importante de todo esto es que yo te amo,<br />

te amo sobre todas las cosas; no me importa que alguien se<br />

oponga, yo creo que tengo la suficiente edad para poder decidir<br />

por mí misma, pero recuerda que yo siempre he contado con<br />

mis padres para todo y es por eso que les doy su lugar; yo creo<br />

que todos los padres del mundo lo merecen. Te amo, mi amor;<br />

quiero estar contigo, quiero bailar toda la tarde contigo, como<br />

la otra vez que me arrullaste, haciéndome presa en tus brazos;<br />

es más: ven por mí, nos estamos un rato en tu casa y después<br />

nos vamos a comer a tu lugar preferido, ¿de acuerdo? Pero antes<br />

cuéntame, que ya se me había olvidado: ¿qué pasó con Paquita?,<br />

¿la encontraron?, ¿saben algo de ella? Mi mamá y yo estuvimos<br />

comentando sobre esta niña y llegamos a la conclusión de que la<br />

verdad ella no tiene culpa de nada, que posiblemente yo también<br />

la aceptaré como amiga, si tú me lo permites.<br />

—Claro que sí, mi amor, será nuestra amiga.<br />

144


Platicaron alrededor de una hora de sus cosas; también le<br />

comentó que estaría todo el día ocupado, pero… “después de<br />

que haga lo que tengo por hacer, voy por ti, yo te llamo cuando<br />

esté listo, mi amor”. Luego de despedirse con besos y palabritas<br />

de amor, quedaron en un acuerdo.<br />

145


<strong>La</strong> felicidad de Marcos<br />

Marcos hizo una llamada a sus secretarias, ordenándoles que<br />

arreglaran todo para una junta con los trabajadores, que en media<br />

hora estaría ahí. Minutos después bajó de su habitación y fue a<br />

dar una vuelta al negocio; se paró enfrente y miró con detalle cada<br />

una de las letras, descubriendo que ya estaban deterioradas por el<br />

tiempo, que ya necesitaba darle un cambio al diseño, al nombre<br />

del negocio. Entró y lo primero que hizo fue buscar al encargado<br />

del mantenimiento del local y le ordenó que cambiara toda la<br />

fachada y le diera un retoque profesional al logotipo de su negocio,<br />

con otra clase de letrero. Regresó, saludó a los trabajadores y los<br />

convocó a una junta en la sala de conferencias; ahí en la reunión le<br />

hizo una propuesta a <strong>La</strong>lo: le ofreció el puesto de gerente general y<br />

al instante <strong>La</strong>lo aceptó con mucho gusto, y para protocolar el acto,<br />

se firmó el convenio.<br />

Después de terminar con su discurso, habló de sus planes<br />

de boda y los invitó a todos; habló con cada uno, felicitándolos<br />

por su dedicación y esmero en el trabajo. Les prometió un<br />

aumento de sueldo en la siguiente quincena; no dijo nada de<br />

porcentajes, sino que sólo dijo que sería generoso con todos,<br />

porque así de esa manera quería agradecerles todo lo que han<br />

hecho para que su negocio esté siempre en la mejor disposición<br />

del cliente. Les preguntó si alguien tenía alguna pregunta o queja,<br />

pero no hubo nadie; sólo dijeron que estaban muy contentos<br />

porque les daba libertad en su trabajo, y que cada quien hacía<br />

su trabajo correspondiente, así es de que no había problema con<br />

147


nadie. Ya para terminar, Marcos contó una anécdota chistosa,<br />

no muy común en este señor; todos se echaron a reír sin darse<br />

cuenta que la risa no era tanto por el contenido de su historia,<br />

sino que fue del modo especial que Marcos la contó. Se sintió un<br />

ambiente de amistad y familiaridad; algunos tomaron refrescos y<br />

otros golosinas, agradeciendo a Marthita y Rosalía por ese bonito<br />

detalle; también se rifaron algunos aparatos de línea <strong>blanca</strong> y<br />

utensilios para cocina; otro detalle más del buen patrón. Casi a<br />

todos les tocó regalo; se pasaron unos minutos muy contentos en<br />

compañía de su jefe.<br />

Para despedirlo, todos le aplaudieron y entre vivas y<br />

porras se retiró a cumplir con otros compromisos; todos los<br />

trabajadores regresaron a sus respectivas áreas de trabajo, sólo<br />

<strong>La</strong>lo, Marthita y Rosalía se quedaron unos instantes más en la<br />

sala de conferencias, con el motivo de ajustar algunas cláusulas<br />

en el contrato, en donde <strong>La</strong>lo ya aparecía como nuevo gerente<br />

general de Electronic de Durango, el negocio de Marcos que cada<br />

día crecía en clientela. Ahí <strong>La</strong>lo les comentó a las secretarias que<br />

le propondría a Marcos abrir una sucursal más en otro punto<br />

de la ciudad; esto con el fin de servir mejor a la clientela, que ya<br />

sumaba lo doble que un año atrás; las muchachas estuvieron de<br />

acuerdo, realizaron un plan para la propuesta bien documentada<br />

y <strong>La</strong>lo se comprometió que para la siguiente semana tendría listos<br />

los planos del local, para presentarlos junto a los documentos de<br />

evaluación y distribución de personal.<br />

Quedaron en reunirse un día antes de enviarle por escrito<br />

la convocatoria para la primera reunión presidida por el nuevo<br />

gerente general de la empresa; también ahí aprovecharía <strong>La</strong>lo<br />

para demostrar su capacidad para el puesto que su amigo Marcos<br />

le había asignado: le mostraría todos los nuevos pedidos que la<br />

empresa ha conseguido acomodar en el mercado de la electrónica<br />

en varios estados de la República y que ya era tiempo de ir<br />

pensando no en una, sino en dos o tres sucursales en cada estado,<br />

de los cuales ya tenía los contactos para la realización de éstos; era<br />

un nuevo plan que este joven se había propuesto y lo haría porque<br />

ya había dado el primer paso: conseguir que lo ascendieran a<br />

gerente general, para poder tener la fuerza y el poder para realizar<br />

148


sus planes. Él sabía que su jefe lo apoyaría, que no lo dejaría<br />

trabajar solo y por esa gran confianza que él sentía hacia su jefe, se<br />

desenvolvía de tal manera que parecía que el negocio fuera de él.<br />

Más tarde, cuando Marcos terminó sus quehaceres se<br />

comunicó con su novia para posponer la cita, a lo que <strong>La</strong>ura no<br />

tuvo inconveniente. Después llamó a don Jesús, lo invitó a comer<br />

y le pidió que por favor invitara a Gilberto y a Carlos; se pusieron<br />

de acuerdo en la hora y el lugar. Una hora después ya estaban<br />

reunidos en el lugar seleccionado, y pidieron de tomar unas<br />

cervezas bien frías; la charla empezó y fue única y exclusivamente<br />

de Paquita y su abuelita, que ya las habían encontrado; ahora<br />

era necesario saber el paradero del licenciado De la O, que era<br />

el único que sabía dónde poder encontrar a esta familia; en eso<br />

estaban cuando de pronto:<br />

—Un momento, un momento por favor, ¿de quién están<br />

hablando? —preguntó Gilberto, con las manos extendidas y<br />

mirando a sus compañeros—, si es José de la O el que yo conozco, ya<br />

se hizo la machaca; es mi amigo y compañero en varios proyectos;<br />

sé dónde vive y ahorita, en este mismo instante, lo puedo localizar,<br />

nomás eso faltaba, qué falta de confianza, don Jesús, ¿por qué no me<br />

habían dicho que De la O es amigo de esa familia?<br />

—Disculpa, Gilberto, apenas hoy nos dimos cuenta por el<br />

periódico; una nota del periódico fue la que nos dio a saber que De<br />

la O es el que llevó a la señora al hospital, después de que recibió<br />

una paliza por un desconocido para robarle sus pertenencias, y<br />

según la nota, ese sujeto estaba estafando a la señora desde que<br />

llegó a vivir a ese lugar; es en la orilla de la ciudad y los servicios<br />

públicos todavía no llegan por esos rumbos. Este malhechor,<br />

aprovechando la obscuridad y los pocos vecinos, robaba a la<br />

señora cada vez que le daba la gana o cuando se le terminaba el<br />

dinero, que malgastaba en licores.<br />

—Pero, ¿por qué conoce José a esa familia?, ¿tienen algún<br />

parentesco? Bueno, ahorita le marco a su celular y él que nos<br />

saque de dudas. ¿Ok?<br />

Gilberto se comunicó con José y después de saludarlo le<br />

comentó que había unas personas muy interesadas en hablar con<br />

él, que si podía ir al lugar en donde estaban comiendo. José le<br />

149


contestó que estaba muy ocupado, que tenía una cita y que ya<br />

estaba un poquito retrasado; que era muy importante, pero que<br />

en cuanto se desocupara, él mismo les hablaría para atenderlos.<br />

No dijo más, sólo colgó.<br />

Gilberto conocía muy bien a José, por lo que no insistió, sólo<br />

se limitó a comunicarles a sus amigos lo que su compañero le dijo.<br />

—¡Ánimo, Marcos! -dijo don Jesús presionándole el<br />

musculoso hombro derecho, y mirándolo fijamente le dijo que ya<br />

no estuviera triste, que muy pronto vería a su amiga.<br />

—Gracias, don Chuy, ya no estoy triste, más bien estoy<br />

pensando en cómo me he hecho ilusiones, y me pregunto por qué<br />

me interesa tanto saber de esa niña; posiblemente cuando la vuelva<br />

a mirar ella ya ni me reconozca y yo voy a quedar como un tonto<br />

ante ustedes, porque desde que no la he visto he sufrido y ustedes<br />

se han dado cuenta; he tratado de buscarla y hasta he pensado<br />

adoptar a esa familia; yo no sé cómo explicar pero siento que ellas<br />

me necesitan y yo puedo ayudarlas. Les compraré un lugar digno<br />

en donde vivir, si ellas lo permiten; también me encargaré de que<br />

Paquita estudie y todo va por mi cuenta; le regalaré una beca de<br />

estudios hasta que los termine, y les pondré una sirvienta para<br />

que cuide de ellas.<br />

—Permíteme, Marcos —dijo don Chuy—, yo soy tu amigo<br />

y te aprecio porque eres una persona muy buena, pero tienes<br />

que pensar bien las cosas, se pueden interpretar mal, se puede<br />

pensar que es un interés personal o algo por el estilo. Yo, como tu<br />

amigo que soy, te sugiero que hagamos las cosas más legales y con<br />

documentos de donación, en los cuales ellas puedan sentir mejor<br />

esa ayuda que les quieres brindar; yo personalmente te felicito<br />

porque es una causa muy noble de tu parte el querer patrocinar el<br />

estudio y la ayuda económica a esta familia.<br />

—Gracias, don Chuy, ¿y ustedes?, Gilberto y Carlos, ¿qué<br />

piensan?<br />

Los dos amigos de Marcos le dieron diferentes opiniones<br />

pero con el mismo contenido: estaban totalmente de acuerdo en<br />

que adoptara a Paquita y su abuelita: “Por algo —dijo Gilberto—,<br />

te nació ayudar a esta familia”. En eso timbró el teléfono de<br />

Gilberto: “Permítanme un momento”. Era José, que se estaba<br />

150


comunicando para decirle a su amigo Gilberto que tal vez se<br />

tardaría, que no lo esperaran, pero que otro día estaría dispuesto a<br />

reunirse y conocer a sus amigos. Gilberto lo interrumpió antes de<br />

que le fuera a colgar, como acostumbraba, y le preguntó a secas:<br />

—¿Conoces a una señora que tiene a una niña que se<br />

llama Paquita?<br />

—Claro que las conozco; esas son las personas a las que<br />

precisamente estoy atendiendo.<br />

Ya Gilberto no escuchó las últimas palabras, sólo gritó en<br />

voz alta: ¡Sí son, sí son; sí son las personas que ustedes buscan, sí!<br />

Es José, mi amigo: me acaba de confirmar que está con ellas y que<br />

las está atendiendo.<br />

—Bueno, bueno —reclamaba José en su teléfono—,<br />

Gilberto, ¿qué estás diciendo?, ¿por qué gritas?, ¿qué te pasa?<br />

José, inocente de lo que ocurría en el restaurante, sólo le dijo<br />

que tenía que estar en un lugar y que más tarde se comunicaría.<br />

Marcos estaba tan contento que se le reflejaba en sus ojos grandes<br />

y brillantes. Dijo a don Chuy que ordenara más cervezas, que<br />

esto lo tenían que celebrar. Se puso de pie y con un vaso lleno de<br />

cerveza, brindó por haber encontrado a esa niña y a su abuelita,<br />

y por la amistad que ellos le han brindado. Esta vez se le miraba<br />

feliz, contento, su cara irradiaba confianza, bondad, ternura; todos<br />

brindaron y con un fuerte abrazo lo felicitaron, porque sus deseos<br />

se estaban cumpliendo uno a uno.<br />

151


El secreto de Marcos<br />

—Quiero que esta tarde sea para mí inolvidable; les puedo decir que<br />

siento que algo en mi espalda se desvaneció, que puedo reír con el<br />

alma, que puedo mirar un futuro mejor, que siento que esa familia<br />

es mi familia, parte de mi familia, que espero que me acepten como<br />

familiar; yo la verdad… les confieso, yo tenía una linda familia: mi<br />

esposa y mi hija de seis años.<br />

Unas gruesas y cristalinas lágrimas rodaron por sus mejillas;<br />

su voz se quebró, su rostro cambió drásticamente, su mirada,<br />

perdida como si quisiera hablar con alguien muy lejos; todos,<br />

atentos y sorprendidos por las palabras de Marcos, lo miraban en<br />

silencio y con mucha atención.<br />

Don Chuy, también sorprendido por las palabras de su<br />

amigo, que durante su amistad jamás se había hablado de su familia<br />

ni de sus sentimientos, y esta vez parecía que el señor que hacía<br />

unos minutos era una viva luz de felicidad, ahora su rostro reflejaba<br />

todo lo contrario, pero era la primera vez que Marcos se atrevía a<br />

confesar el secreto que mantenía guardado en su pecho por mucho<br />

tiempo. Tal vez los efectos del alcohol o la confianza que sentía<br />

con sus amigos o el reencuentro que tendría con su amiguita, lo<br />

animaron a revelar parte de su historia en el pasado; historia que se<br />

había vuelto un secreto que él mismo se forjó, para conservar de esa<br />

manera a la que un día fue su familia en Estados Unidos.<br />

Nadie quiso interrumpir, sólo pusieron atención y<br />

calladamente dejaron que él descansara de ese nudo en la garganta;<br />

las lágrimas, una a una, corrían ligeras por su rostro mientras él<br />

hablaba, y tiernamente preguntó:<br />

153


—¿Por qué se tiene que ir la gente buena?, ¿por qué?<br />

Con las manos abiertas, una en cada ojo, se limpió las<br />

lágrimas y con un hondo suspiro continuó con su relato.<br />

—Un día, fin de semana por la tarde, decidimos dar un paseo<br />

mi esposa, mi pequeña hija y yo; fuimos a las montañas, había<br />

nevado un día antes y todo estaba lleno de nieve. Mi hija, contenta,<br />

feliz, correteaba y en ocasiones se echaba maromas en la <strong>blanca</strong><br />

y muy tupida losa de aquella bella montaña; nosotros, mi esposa<br />

y yo, felices mirábamos cómo mi chiquilla se divertía jugando<br />

con su amiguita imaginaria, Carol. Carol era su amiga desde que<br />

ella cumplió dos años; siempre se la imaginó a un lado con ella,<br />

compartía juguetes y comida.<br />

—Ese día mi esposa y yo estábamos planeando darle un<br />

hermanito o hermanita, parecía que todo estaba de nuestro lado; de<br />

pronto se escuchó un fuerte sonido, parecido al de una ambulancia:<br />

era la alarma del guardabosques que anunciaba peligro. Después de<br />

algunos minutos, pasó una patrulla anunciando que posiblemente<br />

habría una avalancha, que todos tendríamos que retirarnos<br />

del lugar. Nosotros hábilmente hicimos caso de la advertencia:<br />

juntamos nuestras cosas y mi niña preguntaba y preguntaba<br />

desesperadamente que, ¿qué era lo que ocurría?, que ¿por qué nos<br />

íbamos de repente?<br />

Marcos en varias ocasiones paraba la plática, porque le<br />

era imposible hablar, y después de unos segundos volvía a la<br />

conversación en donde había cortado; esta vez agarró su vaso de<br />

cerveza y se lo terminó de un sorbo. Rápidamente Carlos tomó su<br />

vaso y mirando a don Chuy, éste le contestó con un movimiento<br />

lento de cabeza, aprobando la acción, dejando nuevamente lleno su<br />

vaso. Marcos continuó:<br />

—Yo le contesté: mi amor, nos tenemos que ir porque la<br />

policía va a limpiar la zona para que todos los niños puedan jugar.<br />

Mi esposa también le dijo que teníamos que retirarnos porque los<br />

niños que jugaban en ese lugar corrían peligro, que tenían que<br />

esperar hasta que la nieve caiga desde la montaña y se acomode<br />

para poder patinar y esquiar. En pocos minutos nos dirigíamos a<br />

nuestra casa; el tráfico de carros de ida y de venida en los carriles<br />

estaba muy lento, era a causa de que todos salimos en el mismo<br />

154


momento. Ya casi después de media hora de lentitud, se empezó a<br />

despejar un poco el carril izquierdo por lo que ya se podía de vez<br />

en cuando rebasar con mucho cuidado. <strong>La</strong> tarde ya estaba cayendo,<br />

ya era necesario encender las luces de los carros que no tenían el<br />

sistema automático de encendido. Yo, un poco preocupado porque<br />

de pronto me había sentido algo mal, sentía un dolor en el pecho<br />

muy leve pero constante, y sentía ansias, miraba a mi hija por el<br />

espejo retrovisor: mi linda chiquilla.<br />

Esta vez Marcos se llevó las manos a su cara cubriendo sus<br />

ojos, lloró un poco y siguió. Nadie se atrevió a decir algo.<br />

—Yo sentía que la amaba más que nunca, sentía que me<br />

hacía falta, sentía que me dolía algo por dentro. Al verla tan tierna e<br />

inocente, me miró con sus ojos brillantes de emoción y me sonrió,<br />

cerrándome un ojo; sentí un amor eterno en sus ojitos; sentí que<br />

me hablaba con la mirada, sabía cuánto me amaba y le sonreí como<br />

nunca; creo yo que fue nuestra despedida; pobrecita, la extraño<br />

tanto… y con mímica me envió un beso, que yo le regresé; miré a<br />

mi esposa y tierna me sonrió, y mirándome fijamente, en voz baja,<br />

más bien leí en sus labios, me dijo: “I love you”, y me volvió a sonreír.<br />

Yo seguía conduciendo sin dejar de mirar hacia el frente y en breves<br />

ocasiones a ellas; ya el sol había cumplido con su tarea diaria; me<br />

acomodé mejor en mi asiento, nos faltaban escasas cincuenta<br />

millas para llegar a nuestra casa, cuando de pronto miré una luz<br />

enfrente de mí, en mi carril; fue todo tan rápido que no pude hacer<br />

nada, sólo traté de ver más allá de la luz, para no perder el control<br />

ni salirme de mi carril, pues a los dos lados había precipicio. Mi<br />

instinto de sobrevivencia me hizo frenar rápidamente, pero fue<br />

inútil: instantáneamente un fuerte golpe y un grito aterrador de mi<br />

esposa, que se confundió con los gritos de mi hija y con rechinidos<br />

de llantas, vidrios quebrados y fierros retorcidos… después, un<br />

silencio infernal.<br />

—Yo miré una luz intensa en mi cerebro, que me dejó ciego<br />

y sin ningún movimiento, sólo sentí muy pesada mi cabeza; trataba<br />

de incorporarme para dar auxilio a mi familia, me asusté al saber<br />

que no podía moverme y pensaba: pobre de mi hija y de mi esposa,<br />

qué van a hacer sin mí. Oh, Dios mío, ayúdame, no me dejes, no<br />

me abandones, necesito fuerzas para salir de aquí y auxiliar a mi<br />

155


esposa y a mi linda niña; por favor sáquenme de aquí. De pronto,<br />

una corriente de aire helado recorrió todo mi cuerpo; sentí cómo<br />

mi cuerpo se estremeció y empezó a temblar; la luz que existía en<br />

mi vista o en mi cerebro se fue opacando lentamente, y un círculo<br />

negro alrededor de la luz, que poco a poco la fue extinguiendo. Es<br />

todo lo que recuerdo. Después de unos minutos de silencio eterno,<br />

volví a mirar esa intensa luz en mi cerebro y en seguida en mi cara;<br />

yo sentía que mis ojos se me cerraban, como que tenía arena dentro<br />

de ellos y no podía mirar más que esa intensa luz en mi rostro; al<br />

mismo tiempo sentía calor; más bien era algo que me quemaba<br />

el rostro; empecé a temblar y todo mi cuerpo se estremecía con<br />

movimientos epilépticos. Sentí que alguien me sujetaba de pies<br />

a cabeza y de pronto quedé inmóvil, pero aun así mis temblores<br />

corporales siguieron; hice un gran esfuerzo, abrí mis ojos con<br />

todas las fuerzas de mi ser y unos instantes después de ver nubes<br />

y figuras irreconocibles, miré a unos señores cubiertos de la cara<br />

y de la cabeza; sentí un calambre fuerte en mi cuello e intenté<br />

incorporarme, quería saber de mi familia. Ya recordaba que algo<br />

nos pegó muy fuerte y que mi familia viajaba conmigo; al fin pude<br />

hablar: amor, mi amor. Hija, mi vida, ¿dónde están?<br />

—Escuché voces de varias personas, pero no entendía lo que<br />

ellos hablaban, sólo se escuchaban como desesperados; miraba<br />

entre borroso que corrían de un lado para otro y hablaban cosas<br />

que yo no podía entender; se escuchaba como cuando un cassete<br />

tiene la cinta al revés y volví a sentir la cabeza tan pesada, que no<br />

resistí inclinarme un poco. Volví a mirar esa intensa luz en mi<br />

rostro y una corriente de frío recorrió todo mi ser; sentí que me<br />

fui a un abismo muy profundo, que no tenía fin, pero aun así podía<br />

mirar a las personas que me rodeaban y parecían más agitadas. Yo<br />

sabía que hablaban de algo muy urgente, por su ir y venir y por<br />

los movimientos de sus manos; yo me empecé a desesperar, quería<br />

hablar y no me salía sonido alguno, ni siquiera un movimiento que<br />

hiciera pensar diferente a esas personas. De pronto uno de ellos se<br />

acercó a mí y con unas cosas redondas, con alambres, pegándolas<br />

a mi pecho, me hizo que me estremeciera y sintiera un poquito de<br />

calor en mi cuerpo. Mis movimientos eran escasos; la luz, que estaba<br />

muy cerca a mi rostro, a veces se encendía y a veces se apagaba;<br />

156


algo andaba mal. Cuando se encendía miraba nuevamente a mis<br />

visitantes, y el de las cosas metálicas redondas, que al pegarlas a mi<br />

pecho me estremecía, parecía que se divertía con las repeticiones,<br />

pero su rostro se miraba muy preocupado y volvía a poner esas<br />

cosas pesadas y calientes en mi pecho una y otra vez.<br />

—Al fin, la luz que estaba en mi cara se encendió y todos<br />

gritaron alegres. Algo estaba pasando en sus cajas eléctricas; ellos<br />

hablaban ya más animados, pero yo no entendía lo que decían,<br />

parecía que hablaban otro idioma; empecé a sentir que algo<br />

calientito corría por mi cuerpo; con un esfuerzo sobrehumano<br />

pude abrir los ojos y rápidamente los cerré, me lastimó la intensa<br />

luz que aún estaba en mi rostro, tan intensa como la que invadió<br />

mi carril; después pude mover un poco la cabeza, que ya pesaba<br />

menos que al principio; uno de los señores ahí presente me tocó la<br />

cara y me regresó mi cabeza al lugar en donde la tenía, y escuché<br />

que me recomendó no hacer ningún movimiento. Ya entendía yo<br />

que estaba en un hospital, que las personas que miraba alrededor<br />

de mí eran doctores y que las cosas redondas que me pegaban en<br />

el pecho eran los choques eléctricos, para reactivar el bombeo de<br />

la sangre por parte del corazón. También sabía que ya me podía<br />

mover, así que intenté hablar pero tenía algo entre mis dientes: un<br />

plástico duro que no me permitía cerrar la boca. Mis labios estaban<br />

fuertemente presionados con algo muy resistente, tal vez cinta o<br />

algo de pegamento. Quería preguntar por mi familia, ¿qué había<br />

sido de mi familia?, ¿por qué no estaban ahí conmigo? o ¿tal vez<br />

estaban en una de las camas siguientes?, ¿qué les había pasado a<br />

ellas? Oh no, Dios mío, cuídamelas, que no les haya pasado nada.<br />

—Uno de los señores, o más bien debo decir doctores,<br />

se acercó a mí, inyectó un líquido en una de las mangueras que<br />

estaban atadas a mis brazos; yo intentaba preguntarle algo pero era<br />

inútil, quería que ellos se dieran cuenta de que yo podía oír y ver; de<br />

pronto caí en un tremendo sueño.<br />

—Tres días después lo supe por los doctores que me atendieron<br />

y que gracias a Dios y a ellos me pude salvar; me mantuvieron<br />

dormido bajo sedantes por esos últimos días; cuando recuperé mi<br />

entero conocimiento, a una de las enfermeras, que me atendió muy<br />

bien, le pregunté por mi familia y qué es lo que nos había pasado.<br />

157


Yo, la verdad no sabía qué fue lo que pasó. Sólo me contestó que<br />

no estaba autorizada para darme ninguna información; le pedí que<br />

hablara con el doctor, que yo necesitaba saber de mi familia. Llegó<br />

el doctor, me miró y me dijo: “Eres muy fuerte, muchacho, ya mero<br />

no te contábamos entre nosotros, los vivos”, y dándome la espalda<br />

dio unos pasos hacia la ventana y me dijo: “Tu familia… —hizo una<br />

pausa que me pareció eterna, y después de un suspiro, continuó—:<br />

“…tu familia no tuvo la misma suerte que tú; lo siento mucho, ellas<br />

murieron instantáneamente y hace un poco más de tres meses que<br />

fueron sepultadas”.<br />

—Yo ya no escuché al doctor sus últimas palabras: caí<br />

nuevamente en un desmayo que tardaron unas horas en volverme<br />

en sí. Desde ese momento sentí que mi vida no tenía razón de ser;<br />

perdí una parte de mi memoria y de esto se dieron cuenta cuando<br />

volví a recuperar el sentido, porque según ellos ya no pregunté por<br />

nadie ni supe dónde vivía. El doctor aseguró que pronto recuperaría<br />

mi memoria, porque no estaba perdida del todo, sólo eran lagunas<br />

mentales que con medicina y ejercicios tenían que desaparecer y mi<br />

memoria volvería a ser la misma. Algunas cosas se me hacían muy<br />

difíciles de recordar; lloré, lloré mi amargura, mi impotencia; me<br />

lamentaba no poder hacer nada para recuperar a mi familia.<br />

—A un lado de la puerta de entrada a mi cuarto estaba un<br />

soldado haciendo guardia y muchas veces me pregunté por qué<br />

el soldado estuvo tanto tiempo haciendo guardia, hasta que me<br />

dijeron las enfermeras que yo era un oficial del Army de USA; esto<br />

confirmaba mi pérdida de memoria; así pasó mucho tiempo, poco<br />

más de un año. Me dieron de alta pero con una enfermera las 24<br />

horas del día. Sí, me dieron de alta hasta que ellos creyeron que era<br />

conveniente, hasta que recuperé la mayor parte de mi memoria.<br />

—Lo primero que hice fue ir a visitar a mi querida esposa y<br />

a mi linda chiquilla; me acompañó mi enfermera de cabecera, ella<br />

ya había investigado en qué lugar habían sepultado a mi familia.<br />

Llegamos al lugar y yo le pedí a mi guía que me dejara solo por unas<br />

horas y así fue. Permanecí mucho tiempo solo, parado enfrente de<br />

la sepultura; lloré y hablé con ellas de todo lo que había pasado y<br />

de cuánto lamentaba el no haber podido hacer nada para salvarlas,<br />

ni siquiera para verlas por última vez. Me hundí en un hoyo de<br />

158


tristeza y desolación, sólo el recuerdo de ellas latía en mi mente;<br />

estaba vacío, completamente vacío; quería morirme en ese instante.<br />

¡Cómo deseé que mejor hubiera sido yo el muerto y no ellas! Les<br />

pedí perdón mil veces, les juré que jamás las olvidaría, les juré un<br />

amor eterno, que ni el tiempo ni la distancia podrían borrar la<br />

existencia de ellas en mi vida.<br />

—En ese instante sentí una mano en mi hombro derecho, que<br />

me presionó suavemente, yo me sobresalté. Era mi enfermera, que<br />

con voz suave y con una tierna mirada, me dijo que teníamos que<br />

retirarnos del lugar, que ya faltaba poco para cerrar; me prometió<br />

llevarme ahí todos los días mientras permaneciera a mi servicio.<br />

Le tomé la palabra, fueron muchas veces las que estuvo conmigo<br />

en esos momentos difíciles. Todavía después de que se le terminó<br />

su servicio como mi enfermera particular, me siguió acompañando<br />

por un tiempo; era una muchacha muy joven y muy bonita, pero<br />

por cuestiones de su trabajo la tuvieron que mover de estado, y de<br />

esa manera fue que nos fuimos distanciando. A los pocos años supe<br />

por parte de su familia, que se había casado. Me sentí solo y triste<br />

nuevamente. Ahora, el ser que me cuidaba y que me comprendía,<br />

se había casado.<br />

—Pasó el tiempo con sube y bajas. Mi amiga me envió una<br />

carta después de tener seis meses de matrimonio, en la que me<br />

pedía perdón por haberse casado, ya que se había dado cuenta que<br />

yo era el amor de su vida, y como siempre estuve muy pegado a<br />

mi familia, aun después de muertos, ella se desesperó y se alejó de<br />

mí para buscar a alguien con quien casarse y formar una familia.<br />

Nuevamente me visitó la tristeza, pero esto fue sólo por unos<br />

meses, ya que yo también estaba feliz porque ella había escogido<br />

ese destino.<br />

—Pasó el tiempo y las cartas cada vez fueron menos; yo<br />

seguí agradecido porque ella fue una persona muy esencial en mi<br />

recuperación. Cuando pensaba en ella o que algo me recordara a<br />

ella, sentía un cariño muy especial. Mi memoria, como les decía,<br />

padecía de lagunas mentales. Jamás fue la misma por mucho<br />

tiempo; poco a poco la he ido recuperando con ejercicios y un poco<br />

de lectura. Regresé al Army casi a los dos años de estar incapacitado<br />

y trabajé unos meses; al poco tiempo me pensionaron con la opción<br />

159


de seguir trabajando en labores de oficina; decidí a seguir con mi<br />

pensión, sin tener que trabajar, pero como yo siempre he sido muy<br />

activo, me dediqué a los negocios y como mi rama es la electrónica,<br />

opté por empezar con un negocio de partes electrónicas; el negocio<br />

creció y pronto necesité expandirlo y con más sucursales. Una<br />

noche que no podía dormir, me decidí por venirme a vivir a México,<br />

a mi Durango querido, ya que todos mis esfuerzos para recordar<br />

de dónde era yo, todos coincidían en que soy duranguense, aquí<br />

tengo mis raíces. <strong>La</strong> casa en donde viví de niño la volví a recuperar;<br />

después la vendí y compré el local en donde hora tengo mi negocio,<br />

y ahí en el techo construí mi casa, que es casa de ustedes también.<br />

—Todos dijeron “gracias” en el mismo tono de agradecimiento.<br />

—Y lo primero que pensé fue en abrir una sucursal de partes<br />

electrónicas aquí en Durango, y aquí me tienen. <strong>La</strong> idea del negocio<br />

fue para vivir aquí y regresar de vez en cuando a los Estados Unidos<br />

para visitar a quienes un día fueron mi familia y que por cosas de<br />

Dios tuvimos que separarnos de esa drástica manera.<br />

—Esto fue lo que me ocurrió, y todo por culpa de un chofer<br />

borracho, que también murió en el accidente, junto con su novia;<br />

ellos iban a pasear a la montaña, a la cual jamás llegaron. Esto lo supe<br />

mucho después de que me incapacitaron. Ya no hubo necesidad de<br />

venganza.<br />

En ese momento se acercó la muchacha del servicio para<br />

decirles que el local estaba por cerrar, que tenían que desalojar para<br />

facilitar la limpieza; don Chuy respondió en seguida pidiendo la<br />

cuenta y disculpándose con Marcos por el inconveniente; Carlos y<br />

Gilberto hicieron lo mismo. Luego que se saldó la cuenta salieron<br />

del restaurante y se despidieron, quedando de verse al día siguiente<br />

para ir a buscar a José, el amigo de Gilberto.<br />

Marcos llegó a su casa cuando ya pasaba de la una de la<br />

mañana, medio tomado. Después de entrar a su habitación, fue<br />

a checar su máquina de mensajes: tenía varios en la memoria<br />

de la contestadora y todos eran de <strong>La</strong>ura, su novia, que estaba<br />

preocupada por él porque no contestaba ninguna llamada, ni de<br />

la casa ni del celular. Sólo escuchó dos de ellos y se fue a dormir;<br />

se dejó caer en su cama con todo y ropa, ni siquiera los zapatos<br />

se quitó, estaba pasado de copas; más bien fue por la falta de<br />

160


costumbre: se había tomado cinco cervezas en el tiempo que estuvo<br />

ahí y no era suficiente para que se sintiera mareado. Lo que pasaba<br />

era que había estado tomando medicina y tal vez eso fue lo que le<br />

causó el cansancio.<br />

Pasaron las horas y por la mañana el teléfono timbró repetidas<br />

veces; Marcos despertó y miró el reloj: era muy temprano, muy<br />

temprano, las ocho y media de la mañana. Al fin contestó:<br />

—¿Hello? Hola, amor. ¿Dónde estabas, dónde te habías<br />

metido que me tenías tan preocupada? Te llamé toda la tarde y parte<br />

de la noche de ayer y tú nada. ¿Qué pasó, mi amor? Cuéntame, ¿te<br />

sientes bien?, ¿cómo seguiste?, ¿encontraste a Paquita? Contéstame<br />

por favor, ¿qué tienes?, ¿estás bien, mi amor?<br />

Marcos esta vez no quería contestar, se sentía más dormido<br />

que despierto y quería seguir durmiendo, pero sólo al pensar que su<br />

novia se disgustaría, mejor trató de decir algo: Mi amor, ¿cómo estás?,<br />

¿pues qué horas son éstas de hablar por teléfono?, ¿qué horas son?<br />

—Ya pasa de las ocho y media, ¿piensas seguir durmiendo,<br />

para dejarte tranquilo?<br />

—No, no, es que me siento con un sueño terrible.<br />

—El doctor te recomendó reposo, mucho reposo, y tú apenas<br />

te miraste solo y luego luego a la calle.<br />

—¿Qué te pasa, <strong>La</strong>ura?, ¿estás enojada?<br />

Marcos se reclinó un poco en la cabecera de su cama, dejando<br />

al descubierto su musculoso y velludo pecho, y habló seriamente<br />

con su novia.<br />

—Tú sabes que estuve con mis amigos buscando a Paquita,<br />

y ahí me tomé unas cervezas y creo que eso fue lo que me causó<br />

este cansancio. Perdóname por no contestar tus llamadas; dame<br />

una hora, me voy a meter a bañar y luego te llamo para que me<br />

acompañes a comer. Tal vez también esté con nosotros mi amigo<br />

don Chuy.<br />

—Ok. Espero tu llamada, mi amor. Bye.<br />

Colgó Marcos el teléfono y se recostó unos instantes, que<br />

casi se queda dormido. Pronto, de un salto se puso de pie, buscó<br />

su ropa y cuando entró al baño se dio cuenta de que la ropa que se<br />

había quitado el día anterior todavía estaba ahí, tirada en el piso,<br />

cosa que lo irritaba sobremanera. En su cara se dibujó un gesto de<br />

161


eprobación y con dos de sus dedos levantó la ropa sucia que estaba<br />

regada en todo el piso. Una vez puesta en su lugar, también se dio<br />

cuenta de que el cesto de la ropa sucia estaba casi lleno; esa era otra<br />

de las cosas que él odiaba.<br />

Cuando se metió a bañar, disfrutaba del agua tibia y del<br />

sonido de la pequeña cascada, que parecía que el agua caía del<br />

techo, cosa medicinal para evitar y curar el estrés; para eso había<br />

diseñado este tipo de baño terapéutico, para curarse de todos sus<br />

malestares emocionales. De esa manera se dio cuenta que estaba<br />

descuidando demasiado su casa, su persona y más que nada, sus<br />

costumbres diarias. Se apuró un poco para salir y poder estar a<br />

tiempo para hablar con su prometida.<br />

162


El encuentro<br />

En esos mismos instantes José, el señor gordo, hablaba por teléfono<br />

con su amigo Gilberto y le estaba comentando todo lo que pasó y<br />

también cómo fue que conoció a la familia que su amigo Marcos<br />

estaba buscando. Luego de contarle toda la historia, Gilberto le<br />

prometió que se lo contaría a su amigo y lo haría de una vez, pero<br />

que él deseaba que lo hicieran juntos, para aprovechar el momento<br />

y presentárselo. Se pusieron de acuerdo en el horario y quedaron de<br />

comunicarse lo más pronto posible.<br />

Después de despedirse, Gilberto llamó a su amigo y al<br />

no contestarle, decidió dejarle un mensaje en su contestadora,<br />

diciéndole que ya sabía el paradero de Paquita y su abuelita, que se<br />

comunicara con él en cuanto escuchara el mensaje.<br />

Antes de hablar con su novia, Marcos revisó el buzón de<br />

mensajes; cuando escuchó el de su amigo Gilberto, brincó y gritó<br />

de gusto, pronunciando una palabra muy común en él: ¡Yes!<br />

Inmediatamente se comunicó con su novia para darle la<br />

noticia y ésta le pidió que por favor la esperara en su casa, que ella<br />

quería ir con él a visitar a esa familia de la que tanto hablaba. Luego<br />

habló con Don Chuy, quien también se alegró bastante al escuchar<br />

aquellas palabras de su amigo y le pidió lo mismo: que le diera la<br />

oportunidad de poderlo acompañar a visitar a tan especial familia;<br />

él también le había tomado un poco de cariño a Paquita a través de<br />

las pláticas de Marcos.<br />

Don Chuy quedó de comunicarse con Carlos, para pedirle<br />

que los acompañara a tan importante reunión. Todos quedaron de<br />

163


verse en casa de Marcos, de donde saldrían acompañados igualmente<br />

por el abogado De la O, que ya había confirmado, a través de su<br />

amigo Gilberto, su visita a casa de Marcos. Ahora todos tendrían la<br />

dicha de presenciar ese momento en que el abogado de la abuelita de<br />

Paquita los llevaría a todos al lugar en donde se encontraban.<br />

Ya casi a las tres de la tarde llegaron uno a uno los invitados;<br />

se tomaron un refresco en la enorme sala de la casa de Marcos; más<br />

bien podría ser una sala de conferencias, por sus dimensiones.<br />

—Bueno, pues…Vámonos haciendo menos —dijo don<br />

Chuy—. Yo creo que es muy buena hora para hacer visita a la casa<br />

de Paquita: la hora de comida —dijo bromeando—, porque tengo<br />

bastante hambre. A ver qué tal cocina la señora María, dijo casi<br />

riendo, y los demás lo acompañaron con una risotada, la cual sirvió<br />

de fondo para que empezaran a hacer movimiento y salir a conocer<br />

a la tan importante familia.<br />

Se acomodaron todos en dos de sus carros; Marcos era el más<br />

nervioso, casi ni hablaba. Su novia le hizo algunas bromas, con el<br />

fin de relajarlo y darle confianza, pero ella se hacía una pregunta en<br />

su mente: ¿Por qué está tan nervioso? Y así, riendo de las bromas un<br />

poco pesadas, todos iban felices.<br />

Después de unos minutos de recorrer algunas calles<br />

importantes y no muy lejos de la casa de Marcos, el auto que iba<br />

adelante y que conducía el licenciado De la O, se detuvo en una<br />

casa muy grande, que parecía abandonada por lo maltratada por<br />

el tiempo, pero aun así se podía apreciar la gran fachada con que<br />

había sido diseñada, posiblemente por arquitectos españoles, que se<br />

habían esmerado por hacer lo mejor en esa construcción. Se bajaron<br />

del coche y con señas les indicó que ahí era el lugar. Marcos fue el<br />

último en acercarse a la puerta principal; Gilberto y José estaban<br />

en los escalones de arriba, listos para tocar la enorme puerta de<br />

madera. Al llegar, Marcos se quedó mirando la casa, como si fuera<br />

atraído por una fuerza sobrenatural, y titubeando preguntó: ¿Esta<br />

es la casa? ¡Qué bonita es!<br />

En eso se dispusieron a tocar, ya que estaban todos juntos<br />

y no querían perderse ningún detalle cuando Paquita mirara a<br />

Marcos. Después de varios y repetidos toquidos, la puerta se abrió<br />

y se asomó una señora de edad avanzada, pero con muy bien<br />

formadas facciones.<br />

164


—Buenas tardes, señores, ¿se les ofrece algo?<br />

Sólo José contestó y rápidamente lo reconoció la<br />

señora, la cual se disculpó al instante. Los demás se quedaron<br />

esperando; Marcos y su novia se quedaron de una pieza<br />

cuando de pronto Carlos, que estaba casi atrás de todos, dijo<br />

con voz alta y con mucho gusto:<br />

—¡Maestra! ¡Mi maestra! ¡Maestra Mary! ¿Cómo está?, ¿me<br />

recuerda? Soy Carlos, el hijo de Carmen.<br />

<strong>La</strong> señora no creía lo que sus ojos estaban viendo. De pronto<br />

su rostro cambió de color, hasta las arrugas que adornaban su cara<br />

parecieron desaparecer y sus ojos se abrieron más al ver a Carlos.<br />

—¡Hijo! ¡Carlos! Oh, Dios mío. ¡Qué gusto de verte,<br />

muchacho! Tanto tiempo sin verte, ya por poco y no te reconocía.<br />

<strong>La</strong> voz de la maestra, que en ese instante como por arte de<br />

magia le cambió, se oía joven, melodiosa, como la voz que tenía<br />

cuando era profesora en la escuela primaria “Guadalupe Victoria”,<br />

de esta ciudad.<br />

—Por Dios, pasen por favor, esta es su casa. ¿Vienen todos<br />

juntos? Pero qué sorpresa, pasen por aquí por favor.<br />

Se dirigió al abogado diciéndole, como a manera de reclamo:<br />

Pero, ¿por qué no me avisaron, para haber preparado una buena<br />

comida y celebrar que estamos bien de salud?<br />

<strong>La</strong> señora vestía un delantal muy largo, unos modestos<br />

guantes y botas de trabajo; sombrero de palma de ala ancha. Ya<br />

todos dentro de la casona, se dieron cuenta que afanosamente<br />

se dedicaban a reconstruir su jardín, que por años había estado<br />

descuidado. En medio del que ya tenía forma de jardín, por su<br />

variedad de plantas y de pequeños rosales, se distinguió la figura<br />

de la pequeña Paquita, que al ver pasar a todos juntos gritó agitada:<br />

—¿Qué pasa, ma’María?, ¿qué pasa? ¿Por qué tanta gente?<br />

Marcos, al escuchar la voz de aquella chiquilla transformada<br />

ahora en casi ya en señorita, pero sin perder su sentido humanitario,<br />

se quedó de una pieza. Mirándola fijamente caminó como<br />

sonámbulo, con el rostro transformado y lleno de felicidad. Era<br />

como si mirara a alguien a quien había amado por mucho tiempo.<br />

Sus labios temblaban de emoción, quería gritarle, quería tocarla<br />

para saber que no estaba soñando; se apartó de sus compañeros y<br />

se escuchó el grito de Paquita, llena de felicidad:<br />

165


—¡Marcos! ¡Señor Marcos! Oh, Dios mío, no lo puedo creer.<br />

¡Ma’María! ¡Ma’María! Ven, mira, él es mi amigo Marcos, del que te<br />

he platicado tanto.<br />

En eso Marcos caminó a su encuentro, que ya la chiquilla<br />

venía corriendo a saludarlo. Todos se quedaron de una pieza: era el<br />

momento de dejar hablar a Marcos y a Paquita, que era el motivo<br />

principal de la visita. El encuentro fue triste, muy triste, porque el<br />

oír gritar con la voz quebrada y ver llorar a un hombre de felicidad,<br />

no es cosa de juego; son palabras y lágrimas de oro que salen del<br />

alma, y mucho más en este hombre misterioso, del que ya conocían<br />

algo de su vida pasada.<br />

<strong>La</strong>ura, sin poder evitar sollozar y derramar algunas lágrimas<br />

que rodaron por sus rosadas y tiernas mejillas, miró a don Chuy,<br />

quien al instante comprendió y tiernamente rodeando su espalda<br />

con sus manos, la invitó a descansar en su pecho. Ahí permaneció<br />

unos minutos; don Chuy no se perdió ningún detalle del encuentro.<br />

Con la más sincera sonrisa en su rostro y con los ojos llenos de<br />

lágrimas por la emoción, Carlos, del brazo de su estimada maestra,<br />

miraba con repetidos suspiros que le hacían un nudo en la garganta.<br />

<strong>La</strong> maestra, sin poder comprender, tenía el rostro empapado<br />

de lágrimas, mientras que José y Gilberto sólo se dispusieron a<br />

presenciar el encuentro, sin hacer ningún comentario, mucho<br />

menos interrumpir la escena; solamente uno de ellos se alejó del<br />

lugar y discretamente se limpiaba sus ojos.<br />

Mientras tanto, Marcos y la chiquilla, corriendo a medio<br />

patio de la casa grande se encontraron de tal forma que casi se<br />

lastimaron por el impacto; ella brincó a sus brazos, impulsada por<br />

una fuerza muy extraña, que sólo se limitó a dar rienda suelta a ese<br />

sentimiento. Marcos, con sus brazos fuertes la cachó en el viento, y<br />

dando vuelta en sus talones la mantuvo por unos minutos, sin dejar<br />

de mirarla con el rostro lleno de felicidad; luego la bajó al piso y sin<br />

dejarla de abrazar, cerró los ojos para evitar las lágrimas; presionó<br />

su cabeza contra su pecho y pensó para sus adentros: Dios mío,<br />

tiene los mismos ojos de mi hija. Oh Dios, ¿por qué te la llevaste?<br />

Por unos instantes se quedó inmóvil, sin dejar de presionar la<br />

cabeza de Paquita a su pecho, que los presentes ya estaban a punto<br />

de interrumpir. En eso, con un ademán de la señora, los que ya iban<br />

166


en camino a rescatar a Paquita de un posible shock de Marcos, se<br />

detuvieron mirando a la señora. <strong>La</strong> maestra no sabía nada de la vida<br />

de Marcos, pero su intuición de mujer le hacía comprender, y con<br />

voz baja le preguntó a Carlos: “¿El tal Marcos tiene hijos?”.<br />

El ex-alumno sólo se limitó a decir: “Tenía su familia y la<br />

perdió en un accidente”. “Oh —dijo la maestra—, pobrecito, lo<br />

siento mucho”.<br />

En ese instante Paquita reaccionó y se apartó de su amigo,<br />

sospechando que algo le ocurría: Marcos, ¿te sientes bien? ¡Marcos,<br />

contéstame! Miró a su abuelita como pidiendo ayuda y todos<br />

caminaron preocupados hacia ellos, para ver qué ocurría. En eso,<br />

limpiándose las lágrimas de sus ojos con su pañuelo, habló Marcos:<br />

Hija, hija de mi vida. Te pareces tanto a mi hija, a mi niña.<br />

—¿Tienes una hija parecida a mí?, y ¿por qué no me habías<br />

dicho que tenías hijos?<br />

—Perdóname, pero de esto hablaremos después —y besando<br />

su frente y sus manos, le preguntó —: ¿Dónde te habías metido?,<br />

¿dónde estabas? Estábamos muy preocupados por ti y por tu<br />

abuelita. Bueno, ahora digo estábamos porque como ves, todos<br />

ellos son mis amigos y los quiero como de mi familia, por eso les<br />

confío y les cuento todo. Mira, ven, deja te presento.<br />

—No, Marcos, yo primero te quiero presentar a mi ma’María.<br />

Ven, ma’María: el es mi amigo Marcos, él es muy bueno, siempre te<br />

quería conocer. Marcos: ella es mi abuelita María. —María y Marcos<br />

se dieron un fuerte abrazo, mientras la chiquilla continuó—: Ella es<br />

la única familia que tengo. Marcos no la dejó continuar, para decirle:<br />

—No, no digas eso, Paquita, ya me tienes nuevamente a mí,<br />

tu amigo, y además, todos mis amigos también quieren ser tus<br />

amigos, ¿verdad muchachos?<br />

—Bueno, no tan muchachos, pero todos tenemos un corazón<br />

muy joven —dijo don Chuy—. Todos rieron.<br />

—Mira, ven, te los quiero presentar uno por uno. Venga<br />

señora, usted también ya pertenece al club. —Todos volvieron a<br />

sonreír—. Ella es <strong>La</strong>ura, mi novia.<br />

—Oh, ¿ya tienes novia? Qué padre; es muy guapa. Me<br />

imagino que ya no estás triste, ¿verdad? Hola, <strong>La</strong>ura.<br />

—Hola, Paquita, mucho gusto; yo también quiero ser tu amiga.<br />

167


—A Marcos lo quiero como si fuera mi papá, cuídalo mucho,<br />

¿eh? —Marcos continuó con las presentaciones.<br />

—Él es don Chuy, él es Carlos, él es Gilberto y él es José.<br />

—Sí, a él ya lo conocía. Él nos salvó la vida y él fue quien nos<br />

ayudó a conseguir esta casa tan bonita, que es exactamente como la<br />

que me cuenta mi abuelita en sus cuentos, ¿verdad, ma’María?<br />

Después de besos y abrazos, la señora acomodó unas sillas<br />

y les pidió de favor que se sentaran; pidió permiso para traerles un<br />

vaso de agua. “No tengo más, dijo, no hemos ido a comprar nada<br />

para la despensa, discúlpenme”.<br />

En eso estaban cuando tocaron a la puerta y al mismo tiempo<br />

timbró el celular de José. “Yo abro”, dijo José levantando su mano<br />

derecha y con la izquierda, sin despegarse el teléfono del oído<br />

y se escuchó que dijo: —Sí, está bien, voy a la puerta—. Abrió la<br />

puerta y todos voltearon a ver quién era, y oh, sorpresa: eran unas<br />

muchachas de uniforme y unos muchachos que cargaban algo.<br />

—Con su permiso, señora María, traemos una comidita.<br />

El ambiente cambió rápidamente: hubo una alegría en<br />

común. Don Chuy preguntó que si necesitaba ayuda, la cual fue<br />

negada, porque ya estaba todo planeado. De pronto, vieron que<br />

los muchachos traían cargando algo: eran mesas y sillas, las que<br />

rápidamente acomodaron y adornaron a todo lo largo del patio.<br />

Alguien preguntó que por qué tantas sillas y mesas, nadie respondió.<br />

Timbró nuevamente el celular del señor gordo y sólo se escuchó<br />

que dijo que ya era hora, que estaban listos.<br />

—Señora, con su permiso nuevamente. Queremos festejar<br />

este momento y le ruego que me disculpe por tomar la decisión y<br />

la libertad de invitar y traer, sin contar con usted, pero esto será por<br />

única vez. Y bromeando, dijo Gilberto: “No se crea señora, éste va a<br />

querer hacer sus fiestas aquí cada ocho días”. Todos rieron. “No hay<br />

problema; cuando quieran, aquí está su casa”.<br />

<strong>La</strong>s muchachas de uniforme empezaron a servir.<br />

—¡Atención todos! —Pidió la palabra la maestra, mirando<br />

a los presentes. Sintió una gran felicidad que hacía años se había<br />

esfumado de su vida. Y desde ese momento empezó a agradecer<br />

a su abogado y defensor, y con voz melodiosa y una sonrisa en sus<br />

labios, avisó a la concurrencia:<br />

168


—Están en su casa. Paquita y yo ahorita regresamos, nos<br />

vamos a dar un baño rápidamente. Sigan disfrutando.<br />

Todos quedaron de acuerdo; en ese momento empezaran<br />

a llegar los invitados, nada más y nada menos que los mismos<br />

familiares de ellos y algunas amigos y vecinos. Total, que se hizo la<br />

pachanga en grande. Muchos niños que también deseaban conocer<br />

a Paquita y otros que la querían saludar.<br />

El señor gordo se las ingenió para invitar a la gente apropiada;<br />

fue por los amigos de escuela de Paquita y unos vecinitos, con<br />

todo y sus papás. También llegaron a la reunión la esposa de don<br />

Chuy y la familia de Carlos con su mamá, que ya se moría de<br />

ansias por saludar a su amiga, a la que por mucho tiempo no<br />

veía. Al mirar don Chuy a su esposa, casi se le salen los ojos: lucía<br />

bella y joven; sintió que el corazón le latía más fuerte, y como<br />

impulsado por un resorte se levantó de su silla y alzando su mano<br />

derecha, con movimientos de derecha a izquierda, le anunció que<br />

ahí estaba su amado; al fin la señora lo miró y levantó también<br />

su mano derecha y con unos ligeros movimientos le aseguraba<br />

que ya lo había encontrado, y con una sonrisa tierna, que a esta<br />

dama caracterizaba, se encontró con su esposo, mucho mayor<br />

que ella, pero bien enamorados. “Ven, mi amor —le dijo— deja te<br />

presento con mis amigos”. Don Chuy alzó la voz y pidió permiso<br />

para presentar a su amada, que por varios años le hacía compañía,<br />

y ésta ya era la segunda esposa de don Chuy.<br />

—Quiero presentarles a mi esposa, que por mucho tiempo<br />

me ha cuidado —y dirigiéndole una mirada pícara, siguió—: digo<br />

que me ha cuidado porque ya soy muy viejo y necesito mucho de<br />

ella para todo, y lo bueno es que me comprende y me escucha, me<br />

ayuda en mis negocios y me… —no lo dejó decir la palabra mágica:<br />

ella lo dijo muy emocionada—: “Me ama”.<br />

Con una sonrisa, mirándose a los ojos se dieron un beso<br />

de amor; el público les aplaudió y les pidió otro beso todos en voz<br />

alta y repetidas veces, y ellos, ni tardos ni perezosos, se volvieron a<br />

besar como dos tortolitos. <strong>La</strong> verdad de esta pareja se llama amor,<br />

comprensión, apoyo en la vida diaria.<br />

Se habían conocido en una biblioteca y desde entonces se<br />

amaban, compartían los mismos sentimientos, eran compatibles en<br />

169


todos los aspectos, incluso en la lectura, porque eran amantes de<br />

ésta: leían los mismos libros y, por curiosidad del destino, habían<br />

leído los mismos libros desde que empezaran a inclinarse por el<br />

gusto a la lectura; este detalle fue el que los flechó, ya que sus<br />

conversaciones eran relacionadas con lo que habían leído por<br />

mucho tiempo.<br />

Después de saludar de mano a todos los invitados y<br />

amigos de don Chuy, se sentaron en torno a la mesa principal y<br />

ahí, sin dejar de conversar ni un segundo con los compañeros,<br />

se dispusieron a esperar a la maestra y a Paquita, para empezar<br />

a comer. Luego de unos minutos, cuando ya parecía que habían<br />

llegado todos los invitados, se escuchó una música suave pero<br />

con mucho ambiente, que inmediatamente contagió a los<br />

presentes, quienes moviendo algunos los pies y otros levantando<br />

la punta del zapato, sin despegar el talón del suelo, se alegraron<br />

y empezaron a preguntar por las festejadas.<br />

En eso se abrió una puerta enorme de un lado del patio, y<br />

ahí apareció Paquita, con una sonrisa de oreja a oreja y con los ojos<br />

muy abiertos; no creía lo que miraba y gritando fuertemente decía:<br />

“¡Ma’María: una fiesta! ¡Una fiesta! ¡Qué padre! ¿Por qué no me<br />

lo habías dicho, ma’María? Muchas gracias, yo siempre quise una<br />

fiesta como esta”. Y con lágrimas en sus ojos abrazó a su abuelita, sin<br />

dejar de brincar; casi lastima a la maestra, quien también lloraba;<br />

lloraba de felicidad. Tenía familia, tenía amigos y ahora una casa y<br />

ésta llena de invitados, todos alegres. Miró sin comprender, sus ojos<br />

llenos de lágrimas, no dejaban distinguir a los presentes; se limpió<br />

los ojos una y otra vez, y al fin pudo distinguir a José, que hasta el<br />

momento él era al que más conocía, y con un ademán de su mano le<br />

indicó venir a su encuentro. José inmediatamente fue hacia ellas, las<br />

tomó del brazo y avanzando lentamente se encaminaron a la mesa<br />

de honor, en donde todos los concurrentes las esperaban de pie; los<br />

músicos pararon la canción que tocaban y con dianas y vivas las<br />

presentó Gilberto Jiménez, el amigo de José. Todos y cada uno de<br />

los invitados pudieron saludar de mano a la maestra y a Paquita,<br />

quienes dieron vuelta a todas las mesas; en el otro extremo se<br />

encontraba la mamá de Carlos, quien ya desesperada quería correr<br />

al encuentro de la maestra.<br />

170


—Cálmese —le decía su hijo—, ya viene para acá.<br />

Al fin llegaron a donde esperaba ansiosa la que un día fue<br />

mamá, por unos años, de una de las hijas de la maestra María, es<br />

por eso que la estimaba tanto; compartió un tiempo de su vida<br />

en su casa y luego, cuando la maestra se quedó sola, la señora<br />

Carmen le ofreció su casa mientras decidía qué hacer. <strong>La</strong> maestra<br />

se detuvo de repente, y mirando fijamente a la mamá de Carlos,<br />

gritó fuertemente:<br />

—¡Carmen! ¡Carmen! Mi hermana Carmen. Señora Carmen,<br />

pero ¿qué es todo esto?, ¿cómo dieron con toda esta gente que tanto<br />

quiero? Por Dios, ven, dame un abrazo.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos no se pudo mover, la emoción le paralizó<br />

las piernas y temblando, con la voz quebrada, le pedía que por favor<br />

fuera hacia ella. Se abrazaron fuertemente, con un amor tan limpio<br />

que varios de los invitados se empezaron a limpiar sus ojos. Carlos,<br />

que estaba en medio de su esposa y de su madre, se retiró un poco<br />

para que no lo miraran con su rostro lleno de lágrimas; se limpió<br />

rápidamente la cara y regresó a su lugar; sabía que su madre estaba<br />

un poco delicada y esas fuertes emociones podrían lastimar su<br />

salud. Sosteniéndola del brazo derecho, la invitó a sentarse y le dejó<br />

un lugar a la maestra. Sabía que ese encuentro no era para menos,<br />

tenían muchos años sin verse. Paquita se sentó a un lado de Marcos<br />

y su novia, enfrente estaban don Chuy y su esposa, que no dejaban<br />

de platicar sus historias.<br />

<strong>La</strong> comida se sirvió y todos se dispusieron a disfrutar<br />

de un rico platillo. Común en las fiestas, brindaron y bailaron<br />

hasta el cansancio; Paquita saludó y jugó con todos sus amigos y<br />

compañeros de escuela. Ya muy tarde se empezaron a despedir, no<br />

sin dejar establecida una fecha para la siguiente reunión: reunión<br />

familiar, le llamaron.<br />

<strong>La</strong>s últimas personas en retirarse fueron don Chuy y su<br />

esposa, Carlos, su esposa y su mamá, Marcos y <strong>La</strong>ura. <strong>La</strong> maestra<br />

les pidió que por favor le ayudaran a convencer a la mamá de Carlos<br />

para que se quedara esa noche en su casa o los días que ella gustara,<br />

pero que sí les pedía que esa noche no la dejaran sola.<br />

<strong>La</strong>ura se levantó de su lugar mientras Carlos y su mamá se<br />

ponían de acuerdo, y fue al jardín. Cuando Marcos la miró, fue<br />

hacia ella y abrazándola por la espalda le preguntó: ¿Qué ocurre?<br />

171


—Nada, mi amor.<br />

—Te gusta el jardín, ¿verdad? Cuando nos casemos te voy<br />

a comprar una casa grande como ésta, para que puedas tener un<br />

jardín como éste, mi amor.<br />

—Sabes —dijo <strong>La</strong>ura un poco confundida y preocupada,<br />

fijando la mirada de aquellos ojos bonitos verde seco en el jardín—:<br />

desde que llegamos a esta casa sentí unas ganas inmensas de venir<br />

a ver el jardín, como si alguien me estuviera llamando, una fuerza<br />

invisible. Marcos la miraba sin comprender.<br />

—¿Pero qué dices? Si sigues hablando de esa manera me vas a<br />

asustar y a estas horas de la noche... después no voy a querer dormir<br />

solo, ¿eh?<br />

<strong>La</strong> pequeña broma pareció no importable a la bella muchacha,<br />

quien prosiguió con la voz muy suave y la mirada fija en aquella<br />

cosa, que con su dedo índice de su mano derecha señalaba:<br />

—Mira, y lo más extraño es aquel bulto que está cubierto<br />

con esas hierbas, parece una banca, una banca de parque. He<br />

tratado evitar mirarlo, pero me ganó la curiosidad y por eso<br />

estoy aquí, para cerciorarme de por qué el deseo de querer saber<br />

qué es exactamente esa cosa.<br />

—Sí, sí, ya veo, también yo creo que es una banca, pero ¿qué<br />

tiene de extraño? Sea o no, una banca, ¿qué te preocupa?<br />

—Creo que no me has entendido —contestó <strong>La</strong>ura mirando<br />

a su amado, esta vez un poco más preocupada—. ¿Es que no me<br />

oíste que desde que llegamos he tenido la curiosidad de saber qué<br />

es ese bulto?<br />

—¿Y por qué la curiosidad? Es un bulto de hierbas secas y<br />

basura o qué sé yo. Pero no te preocupes, ahorita que se desocupe la<br />

maestra le preguntaré acerca de ese bulto, a lo mejor ella ni cuenta<br />

se ha dado y tal vez se eche a reír, o tal vez es un espacio que le falta<br />

de limpiar, ya ves que cuando llegamos a eso se estaba dedicando.<br />

—¿Te digo lo que pienso? Tal parece que es una banca<br />

escondiéndose entre las hierbas.<br />

Marcos echó a reír y bromeando le dijo: —Banca, ¿estás ahí?,<br />

¿sí o no?— y volvió a reír y al mirar que a <strong>La</strong>ura no le causó gracia,<br />

habló más en serio:<br />

—¿Sabes que tienes razón? Se siente un ambiente algo raro<br />

cuando la miras, tratando de saber qué es.<br />

172


Marcos había sentido la misma sensación que <strong>La</strong>ura, pero<br />

él no quería asustarla y mucho menos que fueran a darse cuenta<br />

Paquita y la maestra.<br />

—Ven, vamos a sentarnos un rato más, ya para irnos.<br />

<strong>La</strong>ura no contestó, sólo caminó del brazo de su prometido, y<br />

sin dejar de mirar el bulto, le pareció ver que algo se movió, y llena<br />

de miedo presionó más fuerte el brazo de su novio, apresurando el<br />

paso. Marcos sintió la acción de su amada, se dio cuenta que algo<br />

la había asustado pero no dijo nada; él también había tenido una<br />

ligera sensación de miedo y prefirió no decirle nada a su novia.<br />

En ese momento llegaron a donde estaban los demás y luego<br />

luego surgieron las “preguntas“: ¿en dónde estaban?, ¿se perdieron<br />

un rato? Muy bien, dijo don Chuy, ¿pues como todos los novios,<br />

verdad?, dijo dirigiéndose a la novia y cerrándole un ojo le sonrió.<br />

Marcos preguntó por Paquita y le contestaron que ya se había<br />

ido a acostar, que la acompañó la esposa de Carlos y que ahí se estaría<br />

hasta verla dormir, por petición de la maestra. Luego siguieron los<br />

piropos, por lo que los novios sólo sonrieron a los comentarios.<br />

Marcos miró a su novia y ésta estaba pálida. Inmediatamente<br />

la abrazó y le dijo al oído: “Cálmate mi amor, ya nos vamos”.<br />

Se levantó de su lugar y dijo en voz alta: —Mi novia se siente<br />

mal, disculpen, nosotros nos retiramos. Déjenme darles un abrazo<br />

y desearles buenas noches.<br />

Carlos atizaba la leña en un brasero, por lo que Marcos le<br />

dijo: —Por lo que veo, quieren pasar una velada, ¿no, Carlos?<br />

—Así es, Marcos, a petición de la maestra y de mi madre,<br />

vamos a pasar la noche aquí en el patio.<br />

—Tengan mucho cuidado, ya está muy frío. Bueno, que<br />

pasen muy buena velada, ja, ja, ja.<br />

Todos rieron y acompañándolos hasta la salida, se despidieron.<br />

Marcos no se percató de que su novia nuevamente miraba muy<br />

atenta hacia el jardín. <strong>La</strong> maestra María la miró y pensando que<br />

contemplaba la casa, le dijo:<br />

—Cuando quieras venir, m’ija, ésta es tu casa; yo sé que<br />

te encantó el jardín. Cuando tengas tiempo ven a ayudarme y<br />

te enseñaré el secreto para que siempre mantengas un jardín<br />

bello en tu casa.<br />

173


—Muchas gracias, maestra.<br />

—Dime María, María a secas.<br />

—Mejor doña María, por respeto.<br />

—Como quieras, m’ija, recuerda que ya somos amigas.<br />

Marcos, muchacho, quiero decirte que tienes una linda mujer a tu<br />

lado, que te ama. Cuídala mucho, ámala, que ella, yo estoy segura<br />

que ya te ama —y cerrando un ojo, le dice—: Yo te lo digo por<br />

experiencia propia. Nosotras las mujeres, tenemos un sexto sentido<br />

y nos damos cuenta cuando una mujer quiere a un hombre, así es<br />

de que cuídala mucho m’ijo. Vayan con Dios.<br />

<strong>La</strong> señora se despidió riendo y como siempre, con un buen<br />

humor. Los novios se tomaron de la mano y riendo también<br />

caminaron hacia la camioneta de Marcos.<br />

Don Chuy y su esposa, Carlos y su mamá se quedaron un rato<br />

más, acompañando a la maestra. Cuando más entrados estaban en<br />

la plática, se escucharon unos ruidos en el jardín; todos voltearon<br />

asustados al mismo tiempo, para ver qué pasaba, y un silencio<br />

macabro reinó en toda la casona, sólo las respiraciones de ellos se<br />

escuchaban.<br />

En ese mismo instante una nube cubrió totalmente a la<br />

luna llena, que brillaba con todo su esplendor; se obscureció por<br />

unos segundos y un aire frío se dejó sentir ligeramente. Un poco<br />

asustados, se miraron unos a otros y don Chuy, más tranquilo y<br />

lleno de valor, afinando su garganta, para sofocar un poco el<br />

escalofrío que recorría todo su cuerpo, dijo:<br />

—Esperen aquí, dejen voy a ver qué es lo que está en el jardín.<br />

Al mismo tiempo, su esposa lo tomó del brazo jalándolo para<br />

que regresara a su lugar. —No mi amor, no vayas, ha de ser un gato,<br />

déjalo; le ha de haber calado el frío y se acomodó en un mejor lugar.<br />

Don Chuy no insistió, sólo se limitó a sentarse en su silla,<br />

sin dejar de mirar el lugar de donde provino el inesperado ruido,<br />

que más bien parecía un crujido de madera seca al quebrarse<br />

bruscamente. Todos coincidieron con lo que la esposa de don<br />

Chuy opinó y después de algunos comentarios acerca del ruido,<br />

nadie más quiso seguir con el tema. Se volvieron a acomodar<br />

en sus posiciones, como anteriormente estaban. <strong>La</strong> noche<br />

transcurrió, lenta y fría.<br />

174


Marcos dejó a su novia y se dirigió a su casa, dispuesto a<br />

descansar; el frío arreciaba y se antojaba una buena cama calientita.<br />

El timbre del teléfono lo despertó y dándose cuenta de que ya eran<br />

pasadas de las nueve del nuevo día, contestó. Era <strong>La</strong>lo, su mano<br />

derecha en el negocio, quien sólo le recordó de la reunión en la<br />

que decidirían quién se iría de gerente a la otra tienda. Ya tenían<br />

todo listo y la próxima semana se abriría al público; se pusieron de<br />

acuerdo y después de una breve charla se despidieron y Marcos se<br />

volvió a dormir, se sentía un poco cansado.<br />

Después de unas horas, un poco antes de la cita con <strong>La</strong>lo,<br />

habló con su novia para invitarla y al haberse puesto de acuerdo, fue<br />

por ella; juntos estuvieron en la reunión. Marcos estuvo de acuerdo<br />

con lo que <strong>La</strong>lo decidió en ese caso; él sabía más que Marcos, él<br />

tenía una confianza y una seguridad que no necesitaba pruebas de<br />

nada más; se pusieron a trabajar y a cuidar su negocio.<br />

Marcos pidió que hicieran una reservación en un restaurante<br />

muy conocido en todo Durango, y ahí los invitó a comer. También<br />

habló con Don Chuy y con Carlos para invitarlos, pero ellos<br />

prefirieron seguir durmiendo; habían amanecido en casa de la<br />

maestra y aprovecharon para almorzar un sabroso menudo, del<br />

que venden en la estación del tren. Dando las gracias a Marcos por<br />

la invitación, le comentaron que habían tenido una muy extensa<br />

conversación en casa de la maestra, y que juntos habían decidido<br />

volver a reunirse y que les encargó la maestra que invitaran a<br />

Marcos y a su novia también.<br />

Marcos, muy contento, les confirmó su asistencia y les dijo<br />

que su novia estaba también muy entusiasmada por ir a visitar a<br />

Paquita y a la maestra, que contaran con ellos.<br />

Después de la comida en el restaurante, rumbo a casa de<br />

<strong>La</strong>ura, Marcos le comentó lo de la reunión con la maestra, pero<br />

<strong>La</strong>ura no quiso esperar más, le dijo que la llevara en ese momento<br />

para traerlas a una tienda a comprarles ropa y cosas para su casa.<br />

—Tienes razón, mi amor, yo no me había puesto a pensar en eso.<br />

En la primera calle que pudo se regresó y enfiló hacia la<br />

casona de la maestra, como así la habían bautizado. En el camino,<br />

mientras llegaban se pusieron de acuerdo en cómo pedirles que<br />

los acompañaran a la tienda sin ofenderlas, y también buscaron<br />

175


la mejor manera de decir que ellos querían regalarles esas cosas<br />

para uso personal y para su casa. Pronto llegaron al lugar y después<br />

de un intercambio de miradas, se bajaron de la troca dispuestos<br />

a convencerlas de que aceptaran esos regalos. Al tocar una de las<br />

enormes puertas de madera <strong>vieja</strong>, pero en un excelente estado de<br />

conservación, se escuchó la voz de Paquita, quien en voz alta y cerca<br />

de las enormes puertas, dijo: “¡Ma’María, alguien toca la puerta!”,<br />

y se escuchó que corrió y el ruido de sus pasos se perdió. Después<br />

de algunos minutos de silencio y de espera, se escuchó un ruido<br />

de abrir y cerrar puertas suavemente, y después un sonido como<br />

de un bordón al chocar con el piso del patio, que todo parecía una<br />

sola pieza de mármol café obscuro, y acompañados de unos pasos<br />

medio cansados, se abrió una de las hojas del portón, que era toda<br />

una obra de arte labrada a mano. En una ocasión en que Marcos<br />

estuvo llamando a la puerta de la casa de la maestra, se percató de<br />

que en las puertas había un dibujo difícil de descifrar; se necesitaban<br />

varios minutos de observación para ir acomodando el dibujo, que<br />

más bien era como un rompecabezas que se había formado con el<br />

pasar del tiempo y la mano del hombre, que le había dado varias<br />

pintadas. A pocas personas, según mi punto de vista, les importaría<br />

saber qué es lo que el labrador de esas pesadas puertas había querido<br />

representar con su obra (pero de esto hablaremos más adelante).<br />

—Buenas tardes, doña María, ¿Cómo esta?<br />

—¡Pero qué sorpresa! Muy buenas tardes, pasen muchachos,<br />

pasen, ésta es su casa. M’ija, ven, mira quién está aquí. Pasen por<br />

favor. Hola m’ija, ¿cómo estás? Déjame darte un abrazo.<br />

—Muy bien, doña María, y usted, ¿cómo ha estado? Me<br />

imagino que bien desvelada, ¿verdad?<br />

—No tanto, m’ija, ya dormí bastante, lo suficiente para andar<br />

de pie nuevamente.<br />

Los tres rieron mientras acomodaban unas sillas de las que<br />

habían usado en la fiesta de bienvenida la noche anterior. Paquita<br />

gritó de gusto cuando miró a Marcos y corrió a darle un abrazo.<br />

Marcos, también emocionado y feliz, la recibió con sus brazos<br />

abiertos, tomándola de la cintura la elevó girando sobre sus tacones,<br />

diciendo que la había extrañado muchísimo. Después la bajó al piso<br />

y presionando su cabeza contra su pecho, le dijo:<br />

176


—Hemos venido por ustedes para llevarlas a la tienda,<br />

queremos que compren las cosas que necesiten —y acercándose a<br />

la maestra le dijo—: Por favor maestra, quiero que acepten unas<br />

cosas que mi novia y yo queremos regalarles; a esto hemos venido y<br />

por favor, vamos antes de que se haga más tarde.<br />

<strong>La</strong> maestra se quedó seria, y con lágrimas en sus ojos le<br />

agradeció a Marcos. Al principio se resistió pero con la insistencia<br />

de <strong>La</strong>ura aceptó y les pidió unos minutos para arreglarse un poco.<br />

<strong>La</strong> maestra era de facciones muy finas; de joven había sido<br />

muy bella y siempre le gustaba lucir bien; su estatura y su físico le<br />

ayudaban bastante. Se levantó de su silla y con pasos lentos pero<br />

firmes, ayudada por el bordón en su mano derecha, se dirigió a su<br />

recámara para arreglarse.<br />

Mientras esperaban, Paquita les comentó que se sentía muy<br />

a gusto en esa casona, pero que le daba tristeza porque su abuelita<br />

ya estaba viejecita y tenía miedo a quedarse a vivir sola en esa casa<br />

tan grande.<br />

—No temas por nada m’ija —dijo <strong>La</strong>ura—, nosotros nos<br />

vamos a casar y le pediremos a tu abuelita que nos permita<br />

adoptarte ahorita que ella está en vida, y se irán a vivir con<br />

nosotros. Marcos ya me lo había comentado hace mucho tiempo,<br />

antes de que yo te conociera.<br />

<strong>La</strong> maestra regresó muy rápido y de pie, junto a una de las<br />

puertas que conducen a las habitaciones, anunció que estaba lista<br />

para ir de compras. Lucía un vestido largo de color azul, con tejido<br />

blanco en los hombros y cuello, que había mantenido guardado por<br />

muchos años; éste era uno de sus preferidos cuando salía de compras<br />

junto a su esposo. Su chal le cubría los hombros, como una <strong>vieja</strong><br />

costumbre. Marcos la miró y en un instante juró en su pensamiento<br />

que ya había mirado a esta mujer hacía mucho tiempo, o a alguien<br />

muy parecida a ella. Habló para disimilar su pensamiento y le dijo<br />

que se miraba muy bien.<br />

Caminando rumbo a la puerta trató de recordar algo que le<br />

diera una pista, para poder saber quién era esa misteriosa imagen<br />

que se le vino a la mente; como si sintiera un fuerte dolor, se tocó<br />

las sienes con su mano derecha; inmediatamente su novia, al darse<br />

cuenta del movimiento y los gestos que él hizo, le preguntó si se<br />

177


sentía bien, a lo que él asintió con la cabeza, y con la mano izquierda<br />

le hizo el ademán de que se calmara. Cerró sus ojos fuertemente<br />

para salir de ese pequeño shock.<br />

Aquella mujer de edad avanzada le recordó a una persona<br />

que estaba en su memoria, pero que era difícil de recordar; presionó<br />

sus dientes con fuerza al sentirse impotente. Trató varias veces y el<br />

resultado fue negativo, por lo que se sintió incómodo y un poco<br />

nervioso. Miró a su novia y ésta, con la mirada clavada en el jardín,<br />

no se percató de que su novio la veía. Marcos miró hacia donde<br />

miraba su novia y se dio cuenta, por su expresión, que aún sentía<br />

miedo al jardín, o que algo muy poderoso la atraía. Rápidamente,<br />

con su mano derecha pegándosela a su cara, la presionó suavemente,<br />

invitándola a dejar de mirar lo que le estaba causando esa extraña<br />

sensación; ella captó y obedeció sin resistirse y con una sonrisa le<br />

agradeció su atención, pero la muchacha disimuladamente se dio<br />

cuenta que ese jardín tenía una gran atracción, como una magia<br />

que la hacía débil en su pensamiento y le robaba su voluntad.<br />

Al subirse a la troca de Marcos, su actitud cambió<br />

inmediatamente; se sentó en el asiento de atrás, junto con la maestra<br />

y animadamente conversó con ella, mientras que Marcos y Paquita<br />

recordaban cuando se conocieron en el parque. Unos minutos más<br />

tarde, llegaron a la tienda que habían decidido con anterioridad. <strong>La</strong><br />

abuelita de Paquita se miraba feliz y comentó que hacía muchos años<br />

que no iba de compras a una tienda tan elegante. Le comentó en voz<br />

baja a <strong>La</strong>ura que su esposo siempre la amó, la llenó de atenciones;<br />

siempre comían en lujosos restaurantes y siempre andaba a su lado,<br />

pero un día de repente cambió, tal vez por otra mujer; el caso es que<br />

siempre tenía cosas qué hacer toda la semana, días y noches, y así se<br />

pasó el tiempo hasta que las abandonó.<br />

Compraron ropa y algunas cosas para la cocina, muebles<br />

diversos y utensilios para el jardín. Regresaron a casa de la maestra<br />

después de cenar; Paquita estaba feliz y doña María, muy agradecida,<br />

los invitó a quedarse un rato más en su casa. Ahí Marcos aprovechó<br />

para decirle que él pagaría a una persona para que las atendiera, que<br />

por favor lo dejara hacer esa voluntad.<br />

—Yo… mire doña María, yo las quiero como de mi familia,<br />

yo quiero que ustedes me den la oportunidad de sentirme<br />

178


familiarizado con ustedes, y para conservarlas bien, quiero que<br />

alguien se haga cargo de ustedes, si me lo permiten. <strong>La</strong>ura se<br />

encargará de contratar a la persona adecuada para el quehacer y<br />

la atención de Paquita, para que siga estudiando, y otra persona<br />

para que haga la limpieza aquí en la casa.<br />

—Muchas gracias Marcos, es usted muy amable, pero no<br />

quiero abusar de su buena voluntad. Ya con lo que nos ha ayudado<br />

basta y sobra. Yo le pediré a Dios para que le dé salud y felicidad.<br />

<strong>La</strong> maestra, con su buena educación, sentía que abusaba<br />

de aquel buen hombre, que sin esperar nada a cambio les<br />

brindaba su apoyo.<br />

—Ma’María, deja que Marcos nos siga ayudando, él lo hace<br />

de buen corazón; además, ellos me van a cuidar el día que tú faltes.<br />

Ya me lo dijeron, ¿verdad, <strong>La</strong>ura?<br />

—Sí, sí maestra, de eso precisamente queremos hablar con<br />

usted, queremos adoptarlas como de nuestra familia; ya pronto nos<br />

casaremos y queremos que ustedes formen parte de nuestra familia.<br />

Siempre estaremos pendientes de ustedes y a Paquita nada le faltará.<br />

<strong>La</strong> señora, sin que ellos se dieran cuenta, ya tenía los ojos<br />

llenos de lágrimas; sabía que ella no duraría mucho tiempo y el<br />

temor de dejar sola a Paquita ya se le había quitado en ese momento.<br />

Ahora las lágrimas eran prueba de ello, eran prueba de la gran<br />

emoción de sentirse apoyada por aquellos seres de buena voluntad,<br />

que por azar del destino o de alguien que manipula el destino, los<br />

puso en su camino. Paquita se dio cuenta que su abuelita lloraba e<br />

inmediatamente se acercó a ella, diciéndole que la quería mucho y<br />

que siempre iba a estar con ella, que le pediría a Diosito para que la<br />

conservara por muchos años con vida.<br />

Marcos y su novia se disculparon y al mismo tiempo se<br />

animaron para decirle que lo único que ellos querían era que se<br />

diera cuenta de que ellos estaban dispuestos a cuidarlas hasta<br />

el final. Que al casarse harían los trámites correspondientes<br />

para la adopción de ambas y se irían a vivir a casa de Marcos,<br />

que la casona la podrían poner en venta y de esa manera no se<br />

preocuparían por nada.<br />

—Sí, entiendo perfectamente. Ya cualquier día Dios me<br />

llamará y nada lo podrá impedir. Yo sólo le pedía que me diera más<br />

179


vida para que Paquita creciera un poco, lo suficiente como para<br />

que ella se pueda valer por sí misma, y entonces, con mucho<br />

gusto dejaré este mundo, para cumplir con el ciclo de la vida y<br />

la voluntad de Dios.<br />

—Sólo déjenme vivir en esta casa los últimos años que<br />

me quedan de vida. Esta casa es parte de mi vida; aquí viví,<br />

aunque fue muy poco tiempo, con el único amor de mi vida.<br />

Esos meses fueron el principio y el fin, aunque el amor que le<br />

tengo al militar jamás ha desaparecido.<br />

<strong>La</strong> maestra, mirando hacia el jardín con la vista fija,<br />

como si reviviera esos recuerdos, no pudo evitar las lágrimas y<br />

habló con voz suave.<br />

—Ahí, en el jardín, juntos pasábamos horas hablando de<br />

nuestro futuro y el de nuestra nena, que estaba por nacer; juntos<br />

cuidábamos de ese enorme jardín, a él le encantaban las rosas tanto<br />

como a mí. Un día que tengan tiempo vengan, para contarles mi<br />

historia y el final de mi bebé, mi hija.<br />

<strong>La</strong>s lágrimas volvieron a sus ojos por lo que ya no pudo<br />

hablar; lloró por unos minutos en silencio, nada se pudo hacer para<br />

evitarlo. <strong>La</strong>ura le pidió que dejara salir esas lágrimas escondidas,<br />

que tal vez por mucho tiempo estaban por salir. Minutos más tarde,<br />

ya cuando estuvo más tranquila, se tomaron un cafecito mientras<br />

platicaban de los futuros planes.<br />

<strong>La</strong> señora quedó de acuerdo y con mucho gusto les dio<br />

a entender que sería una bonita familia, como la que ella nunca<br />

tuvo. Marcos y su novia se despidieron después de abrazos y besos,<br />

dejando en aquella casona a dos seres que cada día necesitaban más<br />

compañía. Como siempre, la abuelita llevó a dormir a su niña a la<br />

cama, contándole un cuento; ahora, ya diferente: antes en el cuento<br />

aparecía una casona tan grande, que era en la que ahora ya vivían;<br />

ahora sólo cambió del pasado al presente.<br />

Pronto la pequeña se quedó bien dormida y la maestra,<br />

con un pensamiento clavado en su mente, salió un rato al<br />

jardín; ahí permaneció por unas horas, mirando cada una de<br />

las rosas, quitando los pétalos secos que estaban ya por caerse,<br />

los que usaba para darse baños nocturnos, los cuales le hacían<br />

muy bien para relajarse.<br />

180


Cuando llenó su bandeja de pétalos y se disponía a guardarlos,<br />

para después dormir, escuchó un ruido muy claro en medio del<br />

jardín; un poco alarmada y con un algo de miedo, se acercó al<br />

lugar de donde había provenido el ruido, el que más bien parecía<br />

un crujido entre las yerbas secas. Esta vez estaba segura de que no<br />

era el ruido que hace un gato o un animal más grande que un gato;<br />

sus pensamientos fueron que a la mejor estaba atorado un animal<br />

entre las ramas. Cuando creyó estar en el lugar exacto en donde se<br />

escuchó el crujido, echó un vistazo a los troncos más cercanos y fácil<br />

de verse con la luz de la luna, para ver si alguno se había quebrado,<br />

que era lo más probable, ya que tenían muchos años desde que ella<br />

misma, junto con su esposo, habían plantado.<br />

De pronto se fijó en algo que le llamó mucho la atención: era<br />

el mismo bulto que Marcos y su novia habían visto días antes, y se<br />

preguntó qué sería aquel bulto tan grande que no había visto antes,<br />

si todos los días y a todas horas se la pasaba en el jardín. Sin pensarlo<br />

más, fue y trajo las tijeras para cortar ramas y trató de averiguar por<br />

sí misma qué era lo que estaba cubierto por muchas ramas y yerbas<br />

secas, pero fue inútil el intento: había ramas tan gruesas que las<br />

fuerzas de ella no eran suficientes para trozarlas. Se fue a descansar<br />

y esta vez se quedó dormida rápidamente.<br />

181


<strong>La</strong> banca misteriosa<br />

Al día siguiente, después de tomar sus sagrados alimentos, sin<br />

alarmar a Paquita le pidió que le ayudara a quebrar las ramas<br />

más gruesas del jardín, pero fue inútil: eran ramas muy gruesas.<br />

Paquita siguió su rutina diaria: jugar con sus muñecas que le habían<br />

regalado. Ya pronto iría a la escuela, y <strong>La</strong>ura le había comentado que<br />

Marcos deseaba que fuera a estudiar a un colegio que se encontraba<br />

cerca de la casona. <strong>La</strong>ura se haría cargo de ella los primeros días,<br />

ya que pronto se le terminaría el permiso en su trabajo, por lo que<br />

regresaría a la clínica del doctor Ávila.<br />

<strong>La</strong> maestra siguió buscando la manera de poder entrar al<br />

centro del jardín, ya que ese bulto de yerbas secas la asustaba y pensó<br />

que limpiándolo sería el remedio; además, también aprovecharía<br />

para darle una limpieza total.<br />

En eso estaba cuando timbró la puerta; la maestra llamó a<br />

Paquita y le encargó que fuera a ver quién era. Eran la novia de<br />

Marcos y dos muchachas; doña María fue a abrir la pesada puerta y<br />

dio un abrazo a la joven muchacha, y después de las presentaciones<br />

se dio cuenta de que eran las muchachas que se encargarían del<br />

cuidado de ellas y de la casa. <strong>La</strong>ura le dijo que desde ese momento<br />

no se preocupara por nada más que de vivir una vida tranquila y<br />

de descansar. Pasaron las muchachas a conocer la casa, Paquita era<br />

la anfitriona. Junto con ella empezaron a ver dónde se encontraba<br />

la cocina y dónde los cuartos de cada quien; la casa tenía doce<br />

recámaras con bastante espacio. Una vez que decidieron cuál sería<br />

el cuarto de cada quien, dieron rienda suelta a una minuciosa<br />

limpieza, cuarto por cuarto; así lo hicieron por varios días.<br />

183


En unas habitaciones que habían permanecido cerradas, se<br />

encontraron varias cosas, entre ellas: camas <strong>vieja</strong>s, ropa y calzado<br />

de diferentes medidas, un reloj muy antiguo, que aún se notaba<br />

su fecha de manufactura; al probarlo, todavía funcionaba muy<br />

bien. Algunos libros muy viejos y unas figuras que, a pesar de su<br />

antigüedad, se encontraban en buen estado; varias fotografías, una<br />

de las cuales era de una mujer de pelo largo, totalmente desnuda,<br />

bañándose; con su mano derecha se echaba agua en su cabeza con<br />

una vasija; la figura yacía sentada, apoyando sus asentaderas en<br />

sus talones. Todo esto perteneció tal vez a la familia del militar o<br />

a las últimas familias que vivieron en esa casona. Pronto se darían<br />

cuenta de quién ocupó los últimos años esa enorme casa.<br />

A los poquitos días de haber hecho el pedido de los muebles, al<br />

fin llegaron. <strong>La</strong>s muchachas, al gusto de la maestra, los acomodaron<br />

en sus respectivos lugares. Marcos habló con su amigo Carlos para<br />

pedirle que por favor le consiguiera unos albañiles de confianza<br />

para remodelar todos los cuartos, la instalación de la cocineta y los<br />

utensilios de baño.<br />

Poco antes de terminar de dar los últimos toques a lo que<br />

sería el baño principal, la maestra les pidió de favor a los muchachos<br />

encargados del remodelaje, que ayudaran a cortar los troncones<br />

más gruesos que impedían el paso al centro del jardín; lo hicieron<br />

rápidamente y una vez terminado se retiraron, comentando la<br />

extraña sensación que sintieron al estar cerca de ese jardín, que más<br />

bien parecía el escondite de algún animal peligroso; no se percataron<br />

de que la maestra los escuchaba silenciosa. Cuando éstos, al darse<br />

cuenta de que hablaban en voz alta, se cercioraron de que no había<br />

nadie alrededor, y cuál fue su sorpresa al ver que la maestra estaba a<br />

un lado del jardín, que por sus frondosas ramas llenas de rosas no se<br />

miraba completa, sólo un lado de su rostro y el que la miró, no pudo<br />

evitar su expresión de susto y le comentó al otro, que parecía ajeno a lo<br />

que él estaba viendo. Su compañero disimuladamente giró su cabeza<br />

sobre su hombro izquierdo y también sintió la misma sensación de<br />

miedo, pero no dijo nada hasta que terminaron su trabajo.<br />

A estos jóvenes albañiles, después de que Carlos les pagara,<br />

les comentó que tendrían bastante trabajo en esa casa, y ellos sólo se<br />

limitaron a decir que sí, que regresarían la próxima semana. Al salir<br />

184


no quisieron saber más de esa casa, días después le dirían a Carlos<br />

cuál fue el motivo para no regresar. Contrató a otras personas, que<br />

fueron quienes terminaron la remodelación de cuartos y baños<br />

sin ningún problema; sólo uno de ellos comentó a Carlos que él<br />

también sintió miedo, pero en toda la casa, y además admitió que<br />

era lo mismo en todas las casas antiguas.<br />

Esa noche, la maestra salió después de que las muchachas<br />

y Paquita se durmieron; fue al jardín y empezó a quitar todas<br />

las yerbas que cubrían aquel bulto, que cada vez se hacía más<br />

misterioso; la maestra ya no sentía ningún miedo, lo que ella quería<br />

era descubrir aquel misterio sin que nadie se diera cuenta, porque<br />

tal vez sembraría miedo en toda la casa.<br />

De tanto cortar y quitar yerbas secas, la maestra ya tenía los<br />

dedos sangrando; los guantes que usó para ello ya no le protegían lo<br />

suficiente o tal vez desesperada, ya no tuvo cuidado de las espinas,<br />

sólo lanzó manotazos y ayudada con su bastón, pronto cumplió su<br />

deseo. De pronto, sus ojos se abrieron más de lo normal y por unos<br />

minutos se quedó de una pieza, sólo esbozó unas palabras: “¡Oh,<br />

Dios mío! ¿Qué es esto?”. Se retiró de un solo movimiento, como si<br />

algo la hubiera empujado.<br />

Tardó unos instantes para reaccionar: la sorpresa no era<br />

para menos, su corazón latió tan rápido que estuvo a punto de<br />

desvanecerse; su rostro pálido tenía dibujada una mueca de miedo y<br />

sus ojos tan grandes lo confirmaban. Su boca se secó por completo;<br />

su cerebro, lastimado por la presión, no le permitía hacer ningún<br />

movimiento. Después de unos segundos se llevó su mano izquierda<br />

al corazón, como tratando de calmar su loca carrera; después de<br />

unas sobadas y apretones con una mano sobre la otra y con unos<br />

pequeños golpes se controló, tomó suficiente aire; en esos instantes<br />

quiso gritar, para que alguien le diera auxilio en caso necesario,<br />

pero al sentirse un poco más calmada, se frotó los ojos y tocó aquel<br />

misterioso bulto: “¡Mi banca! ¡Mi banca querida!”.<br />

Fue a la parte de atrás, limpió un poco y miró el dibujo<br />

que ella tan bien conocía. El dibujo estaba medio borrado pero<br />

se distinguía, y más porque ella sabía de qué se trataba; su rostro<br />

en ese instante cambió totalmente, ya era otra su apariencia: tenía<br />

el rostro feliz, sus ojos brillaban al acariciar nuevamente la <strong>vieja</strong><br />

185


anca, que por mucho tiempo fue parte de su vida; la conservó por<br />

mucho tiempo por varias razones: ahí conoció al único amor de su<br />

vida, ahí sobre ella murió su hija y después su nieta, al dar a luz; le<br />

sorprendió que estuviera ahí.<br />

Ella la conocía muy bien: tenía un dibujo hecho a mano y<br />

pintado tal vez con tinta muy fina, porque a pesar del tiempo, la<br />

pintura se podía reconocer; esto lo descubrió un día que limpiando<br />

algunas manchas de sangre y suciedad, de tanto tallar y tallar<br />

empezó a descubrir que empezaba a brotar un dibujo que estaba<br />

totalmente cubierto con manchas y suciedad de mucho tiempo;<br />

este dibujo se podía apreciar mirando cuidadosamente y de cerca<br />

el área; parecían manchas de sangre pero después lavar con agua<br />

y jabón, se pudo observar un dibujo muy especial, que fue la seña<br />

que la maestra tenía para poderla identificar, porque había muchas<br />

muy parecidas, que al principio, antes de descubrir este dibujo, ella<br />

pensaba que eran varias bancas las que había usado en el tiempo<br />

que vivió oculta en ese lugar muy escondido del gran parque.<br />

En ese momento ya las cosas no le empezaron a gustar:<br />

mirándola fijamente tuvo la sensación de una corriente de aire frío<br />

que le recorrió todo el cuerpo, empezó a sentir miedo y mirando a<br />

sus alrededores, se preguntó en voz alta:<br />

—¿Cómo llegó aquí, si yo la dejé en el parque? <strong>La</strong> dejé en<br />

donde yo vivía. Santo Dios, necesito ir a ver mi otro jardín, tal vez<br />

encuentre algo después de tanto tiempo y ahora con los cambios<br />

que han hecho, a ver qué podemos encontrar.<br />

Pensando en eso y mirando una y otra vez, de un lado y de<br />

otro a la banca, dijo en voz baja: —¡Oh, Dios mío!, pero si está<br />

igual… el tiempo no ha pasado por ella; tal vez las yerbas y los<br />

rosales la protegieron de los malos tiempos. ¿Y esto otro qué es?<br />

Volvió a quitar las yerbas secas que cubrían algo más y también<br />

se sorprendió: con sus ojos bien abiertos pero no tanto como con<br />

la banca, volvió la mirada a la banca, la acarició y su mente viajó<br />

al pasado, en el pasado cuando tanto sufrió, en el que por muchos<br />

años la banca <strong>vieja</strong>, que aún le pertenecía, le había servido como<br />

casa, cama, cocina y demás. Sus recuerdos ahora estaban frescos:<br />

esa banca era parte de su vida, también la amaba; a pesar de tantas<br />

cosas que se hablaban de ésta, tenía una historia pero a ella no le<br />

interesaba, más bien era de las personas con supersticiones.<br />

186


Ahora que ya sabía lo que en su jardín se escondía por mucho<br />

tiempo, suspiró muy hondo, caminó con mucho cuidado y se<br />

dirigió a su habitación. En ese momento, una de las muchachas,<br />

que se mantenía despierta y que disfrutaba la lectura de un libro,<br />

escuchó un ruido y se dispuso a seguir escuchando, a ver si podía<br />

descifrar los ruidos; se asustó al imaginar que alguien pudo entrar<br />

a las habitaciones, pero al pensar en la seguridad de la puerta y en<br />

las bardas que eran tan altas, se le hacía imposible que alguien se<br />

atreviera a brincar o a forzar una de las hojas de la enorme puerta;<br />

sería imposible, tendría que hacer un fuerte ruido, y para ella que<br />

no se escuchó más que algunos pasos muy suaves.<br />

Se dirigió a la habitación de al lado, que era la de la otra<br />

muchacha; con ligeros toquidos la despertó y haciendo el ademán<br />

de guardar silencio con el dedo índice en su boca, le dijo que<br />

fueran a ver a Paquita y a decirle a la maestra que se escucharon<br />

unos ruidos en el patio. <strong>La</strong>s dos muchachas, preocupadas por las<br />

personas de quienes estaban a cargo, caminaron lentamente por<br />

uno de los pasillos y al abrir suavemente la puerta de la habitación<br />

de la niña, se dieron cuenta que dormía tranquilamente; enseguida<br />

decidieron ir al cuarto de la maestra y tocaron suavemente, la<br />

maestra contestó inmediatamente, ya que en esos momentos se<br />

disponía a dormir. <strong>La</strong>s muchachas se anunciaron y las hizo pasar, le<br />

contaron lo ocurrido y sonriendo dijo: —No teman muchachitas,<br />

fui yo la de los ruidos, fui a quitar unas cosas que dejé en el jardín,<br />

vayan a dormir y muchas gracias por su preocupación.<br />

<strong>La</strong> noche transcurrió serena y fría; muy temprano la señora<br />

le llamó a Carmen, la mamá de Carlos, y le pidió que fuera<br />

inmediatamente a su casa, que le urgía hablar con ella. Carmen<br />

llamó a su hijo y le comentó lo que la maestra le pidió; sin más que<br />

esperar, se dirigieron a la casona a visitar a la maestra y a cumplir<br />

con su deseo. Al llegar, Carlos tocó en una de las hojas de la enorme<br />

puerta y en ese momento, en cuanto la mamá de Carlos esperaba<br />

intranquila al lado de su hijo, se sintió una corriente de aire muy<br />

frío; se miraron uno al otro sin comprender: su respuesta fue un<br />

movimiento de cabeza automatizado. Carlos miró disimuladamente<br />

hacia los árboles de enfrente, para ver si las ramas de éstos se<br />

movían al ritmo del aire que habían sentido; su mirada fue en vano,<br />

ya que las ramas de los árboles estaban muy quietas; se volvió a su<br />

187


madre y acomodándose su chamarra, subió el cierre hasta arriba;<br />

igualmente, su mamá se acomodó su suéter y la bufanda que le<br />

cubría el cuello, ahora le cubrió hasta la cabeza.<br />

En eso se abrió la puerta: era una de las muchachas encargadas<br />

de la limpieza, que de inmediato les dio el pase y ofreciéndoles<br />

algo de beber, ellos agradecieron la atención y con una sonrisa<br />

preguntaron por la maestra. <strong>La</strong> muchacha los llevó hasta la sala y<br />

después de que tomaron asiento, se retiró diciendo que la maestra<br />

vendría en unos segundos. Primero llegó Paquita y contenta y feliz<br />

corrió a saludar a Carlos y después a su mamá; les comentó que<br />

pronto iría a la escuela y que sería una de las mejores en la clase; que<br />

sus mejores deseos eran llegar a ser doctora pediatra, para poder<br />

ayudar a todos los que necesitan el cuidado desde pequeños.<br />

<strong>La</strong> maestra llegó en esos momentos y Paquita corrió hacia ella<br />

y la abrazó: —Aunque también tengo que cuidar a mi ma’María,<br />

¿verdad, ma?—. Sin dejarla de abrazar y con su tierna mirada de<br />

amor por su abuelita, hizo una pausa, quería que su abuelita le<br />

contestara: “Sí, mi amor, tú vas a ser una buena doctora, para que<br />

siempre me cures de cualquier mal. Ojalá y quiera Dios que viva<br />

para ese entonces”.<br />

Tomó de la mano a Paquita y fue a saludar a las visitas; después<br />

de los saludos le ordenó a Paquita que los dejara solos. Al escuchar<br />

esto, madre e hijo seguían sin entender por qué tanto misterio en<br />

querer hablar con ellos, y a solas. Al fin habló la maestra, que se<br />

miraba preocupada:<br />

—Primero quiero contarles unas cosas y después quiero que<br />

por favor me lleven al parque, al parque en donde trabajabas, Carlos.<br />

Carlos asintió con la cabeza, esperando que la maestra<br />

prosiguiera. <strong>La</strong> maestra fue muy breve, sabía que le entenderían de<br />

cualquier manera. Les recordó desde el día en que se fue a vivir con<br />

ellos y que había mentido cuando les contó que se fue a vivir con<br />

un fulano y que se las llevó fuera de la ciudad; esto fue con el fin de<br />

que no se dieran cuenta de dónde en realidad vivía. Les comentó<br />

todo lo que sufrió y tuvo que pasar, con tal de no molestar a nadie,<br />

pero que el destino le había favorecido porque siempre vivió feliz,<br />

aunque muy limitada.<br />

188


Ella vivió para su hija y después para su nieta, que por obra<br />

del destino las dos murieron, en una banca, y que de su nieta se dio<br />

cuenta mucho después. Ella siempre creyó que su nieta se había ido<br />

de la ciudad con su novio, porque nadie tenía razón de ella, nadie<br />

sabía con quién o dónde podría encontrarse.<br />

—Primero mi hija creció en medio de ramas y lindas rosas, en<br />

el jardín que te enseñé cuando eras muy chico, Carlos, ¿te acuerdas?<br />

Ella creció ahí, mi linda y pequeña Ali. Alicia creció bajo las sombras<br />

de ese gran parque; jamás quise irme a vivir a una casa porque ese<br />

lugar era mi vida, era mi casa, mis hijas también se acostumbraron<br />

tanto a vivir en ese precioso lugar que era como un encanto, porque<br />

yo podría dejar solas a mis hijas y no salían más allá del jardín,<br />

siempre estaban jugando con las rosas y una banca <strong>vieja</strong>, que nos<br />

servia de cama, de mesa… Recuerdo muy bien que decoraban de<br />

todo a todo a la banca, siempre la tenían rodeada de rosas de todos<br />

los colores, que me atrevo a decir que no había diferencia en las<br />

rosas recién cortadas y las que ya tenían, por decir, unos días o tal<br />

vez una semana; siempre se mantenían frescas y brillantes, pero<br />

un día lo que me extrañó tanto fue que sin querer, puse unas rosas<br />

recién cortadas en un vaso, a un lado de donde yo dormía; era mi<br />

cumpleaños y las dejé a un lado de mí; pues a los tres días ya estaban<br />

bien marchitas y miré las que estaban sobre la banca y, como les<br />

digo, no había ninguna diferencia, todas se miraban igual: frescas,<br />

hermosas y brillantes; jamás quise pensar más en ese detalle, lo dejé<br />

en el olvido… hasta ahora que se ofreció, es cuando recuerdo que<br />

la piel de nosotros también siempre se mantuvo en buen estado, a<br />

pesar de que vivíamos a la intemperie. ¿Creen ustedes que algo o<br />

alguien tendría que ver con estas cosas inexplicables?<br />

No respondieron y la maestra prosiguió: —Sólo que tenía<br />

que esconderme de la sociedad, por temor a que fueran a echarme;<br />

miedo a ustedes —miró a Carlos y prosiguió— que cuidaban el<br />

parque con tanto afán, con coraje, con responsabilidad. Yo me las<br />

ingenié para evadirlos; ahí vivía con mi hija y después con mi nieta<br />

y hasta con Paquita.<br />

Sin poderlo evitar, ahora el rostro duro de la maestra se<br />

transformó en una mueca de dolor y sentimiento; las lágrimas no<br />

tardaron en salir a chorros, descargando su sentimiento guardado<br />

189


por mucho tiempo, esperando encontrar personas en quien confiar<br />

plenamente, como las que ahora escuchaban. Y así, con lágrimas<br />

en sus ojos, la maestra prosiguió un poco más calmada, deseando<br />

que sus amigos supieran la razón por la que tuvo que vivir todo<br />

ese tiempo en el gran parque. Les contó todo lo que ahí pasó, antes<br />

de morir su hija, su única hija, a la que amó tanto, a la que dedicó<br />

muchos años de su vida en ese lugar tan peligroso, para estar muy<br />

cerca de ella y al cuidado de su nietecita, llamada Andrea.<br />

—Andrea creció y vivió enamorada por siempre de nuestro<br />

hogar, que no era más que un hermoso jardín lleno de frescas y<br />

grandes rosas; ahí crecía la que se había convertido en la dueña<br />

de mi existencia; ella me dio el valor necesario para luchar y salir<br />

adelante. Enfermé varias veces de gravedad, pero Dios quiso que<br />

viviera más tiempo para cumplir con el destino.<br />

—Busqué como loca al papá, quería saber quién era su<br />

papá, para decirle que la bebé se encontraba muy enferma y<br />

necesitábamos su ayuda, pero todo fue en vano: nadie supo quién<br />

era el novio, sólo lo miraron una o dos veces con ella y luego se<br />

desapareció; jamás volvimos a saber de él y ella se decepcionó tanto,<br />

que se descuidó al saber que había quedado embarazada y sola. Así<br />

sobrevivió muchas veces después de que casi se me moría; tuve<br />

suerte porque siempre que necesitaba de atenciones, en el Seguro<br />

Social nunca me faltó nada. Había una enfermera y una trabajadora<br />

social, que solamente ellas supieron cómo arreglárselas para que mi<br />

hija y yo fuéramos registradas como derechohabientes. Por cierto,<br />

estas buenas mujeres siempre nos invitaron a vivir en sus casas,<br />

pero jamás quisimos dejar este lugar; también nos llevaron al DIF,<br />

ahí en ese lugar duramos dos días. Después, como pude saqué a mi<br />

hija y nos regresamos al parque.<br />

—Todo lo que ahí había era como un encanto del que no te<br />

puedes salir, y a pesar de tantas cosas, siempre salíamos adelante. <strong>La</strong><br />

primera vez que me miraron en las afueras de la puerta de urgencias,<br />

se compadecieron de nosotras y siempre salían en nuestro auxilio;<br />

una de ellas puso su dirección para todos nuestros documentos y<br />

también para que mi nieta fuera a la escuela.<br />

—Cuando Andrea desapareció, casi para terminar la prepa,<br />

sentí que me moría, que me habían arrancado un pedazo de mi<br />

ser; siempre con lágrimas en mis ojos, lloré y lloré, abrazada a esa<br />

190


<strong>vieja</strong> banca que tanto quiero; porque les voy a confesar algo: aunque<br />

ustedes no me lo crean, me supo consolar, siempre encontraba una<br />

solución a mis problemas, cuando se los contaba de todo corazón;<br />

se hizo mi confidente, ya era parte de nosotras, antes y después de<br />

que mi hija se muriera.<br />

—Como por obra del destino, ahí en esa <strong>vieja</strong> banca murieron<br />

mi hija y mi nieta en la misma situación: por parto. Ahí, en el<br />

mismo lugar y en la misma banca se repitió la historia: dando a luz.<br />

Desgraciadamente ellas como mamás tuvieron que morir, primero<br />

mi hija Lety y después mi nieta, al dar a luz. Si me hubiera dicho<br />

que estaba embarazada tal vez no hubiera muerto, habría tenido<br />

cuidados y atenciones médicas durante el embarazo. Esto pasa con<br />

muchas jóvenes inexpertas, irresponsables, que primero salen con<br />

su “domingo siete” pero que nunca se cuidan.<br />

—Ahí, encerrada en mi soledad permanecí por varios días;<br />

quería morirme yo también, ya no tenía a nadie en el mundo. Yo<br />

todavía no sabía de Paquita. Cuando supe cómo fue que murió mi<br />

Andrea, busqué por mar y tierra a Paquita; no fue fácil encontrarla,<br />

pero gracias a Dios está conmigo.<br />

—Resulta que en todo esto hay un misterio y es por eso que<br />

los mandé llamar, y como a ustedes los veo como de mi familia,<br />

ahora quiero confesarles lo que pasa en estos momentos: anoche,<br />

cuando por fin descubrí el bulto que encerraba tanto misterio en<br />

el jardín, resulta que es la <strong>vieja</strong> banca, mi casa, mi cama, mi mesa,<br />

mi muda amiga que por tantos años fuimos compañeras. Fue cuna<br />

de mi hija, de mi nieta y cama de Paquita, porque ahí dormimos<br />

por un tiempo hasta que empezaron a ampliar las áreas, por lo que<br />

en contra de nuestra voluntad tuvimos que abandonar para irnos<br />

a vivir a donde el buen José nos pudo encontrar. El misterio de la<br />

banca es que yo la dejé en el jardín que cuidé por muchos años;<br />

la dejé ahí porque no me la pude llevar conmigo, por pesada y<br />

voluminosa, y ahora esta aquí.<br />

Los amigos de la maestra habían escuchado todo sin poder<br />

entender, pero le pusieron mucha atención, sin interrumpir la plática<br />

y sólo les quedó decirle que ellos la apoyarían en lo que fuera, que<br />

le ayudarían a investigar, si así lo deseaba, a saber por qué la banca<br />

llegó nuevamente a su vida y precisamente en esa casa, de la que<br />

apenas hacía unos cuantos días se habían convertido en los dueños.<br />

191


Carlos le comentó que tenía un amigo que se dedicaba a<br />

resolver casos inexplicables y que lo invitaría a su casa, para que<br />

hiciera las primeras investigaciones acerca de la famosa banca, y<br />

también le comentó que había sentido algo de miedo el mismo<br />

día en que inauguraron la vivienda. Los tres coincidieron cuando<br />

recordaron el ruido que se escuchó en el jardín, cuando todos<br />

opinaron que sería un gato el que lo causó esa noche, y también<br />

recordaron la historia que contó don Chuy acerca de la chinita<br />

que cuidaba el parque, que a decir verdad, también por casualidad<br />

poseía una banca en su choza.<br />

—Maestra, tengo una pregunta, ¿dice usted que su hija y su<br />

nieta murieron en la misma banca? Entonces, ¿murieron dentro del<br />

jardín o dónde sucedió? Porque yo me di cuenta hace unos años<br />

que una mujer muy joven murió de hemorragia, pero fue en una<br />

banca común y corriente del parque, ¿no sería una de sus hijas?<br />

—No sé, hijo, yo en ese tiempo no estaba en el parque, me di<br />

cuenta mucho después, y como por arte de magia volví a recuperar<br />

la banca. Mira, cuando conocí al militar, fue precisamente en esa<br />

banca, y cuando me quedé sola en el mundo, con mi hija en el<br />

vientre, fui a parar ahí a la banca. Sentada, pasaba horas y horas<br />

esperando que un día el amor de mi vida fuera ahí también y nos<br />

volviéramos a encontrar; desde entonces me sentía muy bien al<br />

estar descansando ahí en la banca.<br />

—Cuando mi hija nació, no tenía un hogar; después de que<br />

me dieron la mano varias personas, decidí venir aquí al parque, en<br />

donde me surgió una idea que me pareció la mejor solución a mi<br />

problema, y es cuando me quedé por primera vez a dormir en el<br />

parque. <strong>La</strong> banca estaba suelta del piso, por lo que me fue muy fácil<br />

arrastrarla hasta un lugar muy solo y obscuro, segura de que ahí la<br />

gente no iría; no sé cómo la pude cargar hasta ese lugar, que estaba<br />

repleto de árboles. Bueno, total que la primera noche me la pasé la<br />

mayor parte despierta, escuchando todos los ruidos de la ciudad.<br />

Mi niña dormía tranquilamente; tenía algo de comida extra y eso<br />

me confortaba. A veces mi hija se estremecía cuando por ahí cerca<br />

pasaban los camiones, con sus ruidos al frenar y la forma ruda de<br />

acelerar; gritos de niños y gente; toda clase de animales, creo que de<br />

animales salvajes también, pero lo raro es que me sentía tan segura<br />

192


que no tuve ningún tipo de miedo, más bien yo me cuidaba de que<br />

no me fueran a ver los guardias del parque, porque de seguro me<br />

habrían echado y tal vez hasta la policía habría intervenido. Dormí<br />

un poco pero a las primeras horas del día me sentía muy relajada<br />

y con muchas ganas de trabajar. Así empezó mi vida en el parque:<br />

relajante y con mucha libertad.<br />

—Todos los días salía muy temprano a buscar algún trabajo;<br />

me dieron trabajo ahí mismo en el parque, en un puesto. Ahí<br />

conmigo tenía a mi hija y por la noche nos íbamos a nuestro hogar,<br />

que era nada más y nada menos que el espacio que ocupaba la <strong>vieja</strong><br />

banca. Un día pasé por donde estaban descargando muchos rosales<br />

en pequeños bultos de tierra, envueltos con plástico negro, y por la<br />

noche fui a ver si habían dejado alguno por ahí. Me sorprendí al ver<br />

que había muchísimos más y empecé a llevarme todos los que pude;<br />

así fue como planté mi nuevo jardín, parecido al que tenía en la casa<br />

que según el militar, me había comprado, ¿recuerdas Carmen? Tú<br />

me ayudaste a plantar muchos de ellos, y Carlos también, que en ese<br />

tiempo era mi alumno preferido. ¡Qué tiempos aquellos! Bueno, pasó<br />

el tiempo y el espacio que ocupaba la banca pronto se vio lleno de<br />

hermosos rosales, con rosas bellísimas; crecieron tanto que sólo pude<br />

hacer un espacio para usarlo como entrada, en este caso, a mi hogar.<br />

Había espacio suficiente para acomodar la banca, que era lo único<br />

que teníamos, a nuestro gusto. Ahí cocinaba y ahí era nuestro hogar.<br />

—Mi hija creció, hice algunos ahorros, compré un triciclo y<br />

nos pusimos a trabajar por nuestra cuenta. Después de ir por mi<br />

hija a la escuela, nos poníamos por las tardes a vender duros de<br />

cuero de puerco, con salsa verde o roja. En el mismo puesto en<br />

donde trabajaba nos dejaron guardar el triciclo por las noches, y<br />

ahí nomás llevábamos lo que íbamos a vender; terminábamos y nos<br />

estábamos un rato en las áreas de los niños, para que mi hija se<br />

divirtiera un poco.<br />

—Así pasó mucho tiempo y la historia se volvió a repetir con<br />

mi nieta y después con m’ija Paquita. Y aquí me tienen, sorprendida<br />

por la existencia de la <strong>vieja</strong> banca y ahora aquí en mi casa.<br />

—Sí, maestra, sí es algo muy raro y qué historia tan más<br />

bonita tiene usted; jamás sospeché que usted siguió viviendo en el<br />

parque. Yo digo porque a veces nevaba y hacía un frío tremendo; la<br />

193


verdad yo no podría haber soportado las altas y bajas temperaturas<br />

que tenemos aquí en Durango, viviendo a la intemperie.<br />

—Se puede decir que te acostumbras, muchacho; después se<br />

te hace tan normal que disfrutas de lo lindo de vivir a la intemperie,<br />

y más si estás rodeado de pinos y de frescas rosas. Bueno, yo creo<br />

que es hora de ir al parque, a ver qué podemos encontrar.<br />

Se fueron al parque y al llegar, la maestra los guió por<br />

el camino que ella sabía. Ya estaba muy diferente todo, habían<br />

construido nuevas áreas y era difícil encontrar huellas del lugar<br />

donde vivieron por mucho tiempo dos personas en una banca, la<br />

cual ahora buscaban para cerciorarse de que no había otra igual.<br />

Con la ayuda de Carlos, pronto se ubicaron en un lugar en donde<br />

se podían apreciar los espacios últimamente desmontados, para<br />

luego construir una bonita área recreativa. Ahí, entre lo que ya tenía<br />

tiempo remodelado, la maestra pudo reconocer los terrenos y dijo<br />

que ahí estaba su jardín. Carlos se comprometió a investigar con<br />

la compañía que desmontó y construyó esta bonita área, para que<br />

dieran razón; alguno de los trabajadores se pudo haber percatado<br />

del bello jardín y pudo ver algo al tumbarlo, que pueda servir como<br />

referencia. Un poco decepcionada, la maestra accedió a que la<br />

llevaran a su casa; luego seguiría la investigación por parte de su<br />

alumno Carlos, a quien tanto estimaba.<br />

Llegaron a la casona y la maestra les insistió en que<br />

la acompañaran a comer. Paquita, muy contenta porque<br />

se quedaron, ayudó a las muchachas a servir la comida. El<br />

comedor lucía muy bien, parecía que lo habían arreglado<br />

para esa ocasión, pero después una de las muchachas le dijo<br />

a la señora que había hablado <strong>La</strong>ura, la novia de Marcos,<br />

diciendo que las visitarían esa noche y que si no había ningún<br />

inconveniente se quedarían a cenar, y ya casi era hora de que<br />

ellos llegarían. Disfrutando de una comida deliciosa, cocinada<br />

por una de las muchachas, se pasaron un rato muy agradable,<br />

contando historias y leyendas del Durango viejo. El tiempo<br />

pasó muy rápido; la mamá de Carlos le pidió que la llevara<br />

para su casa, que tenía muchas cosas qué hacer y que si él<br />

quería, podría regresar más tarde para que acompañara a su<br />

amigo Marcos y su novia.<br />

194


<strong>La</strong>s insistencias para que se quedara fueron vanas, ella tenía que<br />

dormir su siesta diaria y no quiso molestar a su amiga con ese detalle.<br />

Al fin se retiraron y después de un par de horas llegaron<br />

Marcos y <strong>La</strong>ura. Todo volvió a ponerse de fiesta y ya para en ese<br />

instante la mesa estaba nuevamente arreglada; las muchachas<br />

prepararon un rico chocolate, detalle que a Marcos le encantaba y<br />

sus deliciosas galletas hechas en casa, las cuales fueron cocinadas<br />

por la maestra, quien aprovechó para prepararle una sorpresa que<br />

a Marcos le encantaría. Se dirigieron a la sala a platicar, mientras<br />

terminaban de cocinar la cena; Marcos le dijo a la maestra que el<br />

motivo de la visita era para pedirle que por favor, entre ella, don<br />

Jesús y su esposa, fueran a pedir la mano de <strong>La</strong>ura ese fin de<br />

semana, ya que ellos eran hasta el momento los amigos y familiares<br />

más cercanos, podría decirse así. <strong>La</strong> señora aceptó encantada y<br />

dirigiéndose a la novia, dijo:<br />

—Para mí es un honor acompañarlos a pedir la mano de<br />

una muchacha tan guapa como tú, m’ija, y tan suertuda de que te<br />

casas con un hombre muy guapo y muy buena gente; me imagino<br />

cómo has de estar de emocionada. Mira, cuando yo me casé con<br />

Manuel... —Uh, ya llovió, dijo Paquita, y todos rieron—. Paquita,<br />

hija, déjanos platicar.<br />

Una risa de nervios dejó escapar la maestra, al escuchar<br />

el comentario de la pequeña, y con las mejillas rojas prosiguió<br />

con su charla:<br />

—Cuando me casé con el capitán, sentía mil mariposas dentro<br />

de mi estómago, lo miraba y lo besaba en donde estuviéramos;<br />

pobre, tal vez ya lo tenía aburrido con tanto pegoste, pero es que<br />

lo adoraba, yo quería que él se diera cuenta a cada instante que mi<br />

amor por él crecía. Esto era cada día y no había barreras que me<br />

impidieran hacer lo que se me daba la gana, para demostrarle el<br />

intenso amor. Él también me correspondía; yo creo que él estaba más<br />

enamorado que yo, porque me besaba con una pasión desmedida.<br />

Calló por un instante, llamó a una de las muchachas y le<br />

pidió que se llevara a Paquita al salón de clase, que tenía muchas<br />

cosas pendientes qué aprender.<br />

—Ma’María, yo quiero oír tu historia de amor con el militar;<br />

se me hace tan romántico. Bueno, me voy pero regreso a la hora de<br />

la cena. ¿Ok, Marcos? Ahorita regreso, <strong>La</strong>ura. ¿Ok?<br />

195


—Sí, mi amor, ve y estudia un poco.<br />

Marcos le habló al oído y le dijo: “Te queremos mucho<br />

mi novia y yo; te esperamos en la cena”, y le dio un beso en la<br />

mejilla. <strong>La</strong> niña se alejó feliz, olvidándose de la conversación. <strong>La</strong><br />

maestra suspiró y siguió con su historia.<br />

—Yo sé perfectamente que quieres a Marcos, m’ija y les<br />

voy a dar unos consejos que les pueden servir en la vida diaria:<br />

tienes que estar con él lo más cerca que se pueda, todo el tiempo,<br />

en las buenas y en las malas; el amor duele, el amor es dolor en<br />

el alma, el amor es felicidad; esto lo descubres cuando sientes<br />

que te duele el alma de amar; ahí, en ese momento ya estás<br />

sufriendo por amar y el único remedio es ser correspondida por<br />

la persona a quien amas; esa es la medicina y se tiene que dar en<br />

grandes proporciones, sin esperar a recibir la misma cantidad.<br />

El amor viene solo, lo llama tu entrega; ama al ser que amas<br />

y serás amado, y si no sientes estos defectos y afectos, retírate<br />

suavemente y busca el amor verdadero.<br />

—Les digo que mi esposo siempre me amó; yo estoy segura<br />

que hasta el último segundo de su vida lo dedicó pensando en<br />

mí, sólo que hubo algo muy poderoso que nos separó, que ni el<br />

amor pudo controlar; yo entiendo que tenía otra esposa y más<br />

hijos, pero eso no fue el impedimento, estoy segura.<br />

De pronto la maestra se dio cuenta que la pareja de<br />

enamorados la miraban casi a punto de llorar.<br />

—Pero vamos, ánimo muchachos, no se pongan así, los<br />

veo muy tristes; sólo quise hacer este comentario porque de algo<br />

les servirá en la vida diaria. Hay que amar, y amar sin medida.<br />

Ustedes, que ahora empiezan, ámense y respétense, que es lo<br />

más lindo que la vida nos puede ofrecer.<br />

Luego, con una voz suave que los acarició, prosiguió: —Yo<br />

con mucho gusto asistiré a pedir tu mano, m’ija, pero déjenme<br />

ser madrina de lo que ustedes quieran; yo ahorita estoy en la<br />

mejor disposición, yo creo que desde ahorita siento la emoción<br />

de poder acompañar a personas como ustedes en su boda y ser<br />

testigo del amor que se tienen. Yo no sé, pero se mira a leguas<br />

cuando dos personas se aman mutuamente; sigan adelante<br />

muchachos, el amor no se acaba nunca, el amor es eterno,<br />

196


sólo hay que alimentarlo. Como les dije hace unos minutos, el<br />

amor nace para quedarse y su alimento es la comunicación, el<br />

respeto y la entrega; entrega total, en toda su expresión. El sexo<br />

es complemento muy importante, pero es secundario. Primero<br />

está el amor ante todas las cosas. Ahora, cuéntame, m’ija, ¿cómo<br />

será tu vestido? Me imagino que ya tienes algo planeado para tu<br />

boda, ¿verdad?<br />

Charlaron un poco más acerca de la boda, opinaron<br />

de varias cosas para la celebración y después la maestra les<br />

comentó que tenía algunas dudas, dudas muy poderosas, que<br />

se necesitaba ahora sí, de alguien especializado en casos y cosas<br />

raras; les explicó rápidamente de lo que se trataba.<br />

Marcos muy atento escuchaba, mientras que su novia,<br />

un poco tímida, se acurrucaba en el hombro de su novio; estas<br />

cosas le daban miedo y más si se trataban de algo inexplicable.<br />

Fueron al jardín y se dirigieron al centro, en donde se<br />

encontraba intacta la <strong>vieja</strong> banca, y ahí dijo la maestra varios<br />

de sus secretos y sospechas. Marcos la examinó detenidamente,<br />

pudo apreciar el dibujo ya conocido por él en otra parte, pero no<br />

dijo nada, sólo pensó para sí que se trataba del mismo dibujo y<br />

tal vez del mismo artista que lo dibujó. Tenía la misma clase de<br />

pintura y esto sí lo impresionó, por lo que preguntó a la señora si<br />

ella había visto otro dibujo igual o parecido en algún otro lugar, a<br />

lo que la maestra contestó que no, que tal vez era una casualidad<br />

que estuviera dibujado de esa manera. Entonces, Marcos se dio<br />

cuenta de que el dibujo que él había descubierto en una de las<br />

pesadas hojas de la puerta principal de la casa, no era el único<br />

que existía, por lo menos en esa casa, y más le interesó revelar<br />

esos misterios.<br />

—Maestra, yo también quiero ayudarle a encontrar algo<br />

que nos explique todo lo que hasta ahora se desconoce acerca de<br />

la banca; hoy pienso que el dueño o dueña era un amante de las<br />

rosas de Castilla, creo que esto se está poniendo muy interesante.<br />

En ese instante una de las muchachas les fue a decir que<br />

la cena estaba lista, que empezarían a servirla cuando se les<br />

ordenara; la maestra contestó que ya empezaran a servir, que<br />

después de lavarse las manos irían a sentarse a cenar y que<br />

sirvieran también para ellas.<br />

197


Así fue: después de unos instantes se encontraban dando<br />

buen gusto de la comida preparada especialmente para esa<br />

ocasión; no se habló más del asunto, sólo se hicieron comentarios<br />

de las delicias del buen platillo.<br />

<strong>La</strong> maestra se puso de pie y se dirigió a la cocina, de donde<br />

regresó casi de inmediato, en sus manos traía una sartén grande<br />

de plástico. Nadie puso atención y al llegar le dijo a Marcos que<br />

era algo que había cocinado especialmente para él; Marcos, al<br />

mirar el contenido de la sartén, casi se levanta de un salto, sus<br />

ojos incrédulamente abiertos se humedecieron, y en fracción de<br />

segundos en su rostro se dibujó una agradable sonrisa: era un<br />

duro de cuero de puerco, con su respectiva salsa.<br />

—¡Oh, Dios mío! ¡No, no, no lo puedo creer, maestra! ¡Oh,<br />

Dios mío. Muchas gracias! ¡No lo puedo creer! ¡Es mi antojito<br />

preferido!<br />

Con risas inyectadas de felicidad, aprovechó que ya<br />

estaba de pie, tomó la sartén, lo acomodó en la mesa, después<br />

el frasco con la salsa y le dio un abrazo a la maestra, que todos<br />

percibieron su sinceridad. Luego se dirigió a su amada y le dijo<br />

que le aconsejaba aprender a cocinar esos ricos antojitos y lo<br />

mantendría feliz toda la vida. Todos rieron por el comentario;<br />

luego pidió un cuchillo, partió el duro en varios pedazos y<br />

convidó a los ahí presentes. <strong>La</strong>ura no se quiso esperar para hacer<br />

un comentario:<br />

—¡Óyeme, no! No, mi amor, esto que vamos a comer nos<br />

va a engordar demasiado.<br />

<strong>La</strong> muchacha cuidaba su figura bien formada; sólo recibió<br />

un suave manazo en su brazo derecho, que se miró más bien<br />

como una caricia involuntaria. Marcos le volvió a insistir, esta<br />

vez sólo con un ademán y ella sonriente lo tomó y dijo: “Conste<br />

que te advertí, ¿eh?”. Siguieron sentados un rato más y de ahí se<br />

despidieron, quedando de verse en cuanto encontraran al amigo<br />

de Carlos, especializado en esos casos tan insólitos. Se retiraron<br />

los novios contentos porque ya tenían a los invitados especiales<br />

para pedir su mano; en la puerta le encargó Marcos a Paquita<br />

que cuidara mucho a su abuelita y les deseó que pasaran muy<br />

buenas noches.<br />

198


Al alejarse la pareja, en la casa se volvió a sentir la corriente<br />

de aire muy helado; Paquita abrazó a su abuelita y le preguntó si<br />

ella también sentía el mismo frío que ella.<br />

—Sí, sí mi amor. Corre y ve a traerme mi suéter, porque<br />

saliendo de aquí del zaguán me puede dar un dolor.<br />

Paquita corrió obediente; la maestra miró a sus alrededores<br />

y echando un vistazo al jardín, para ver qué tanto se movían sus<br />

rosales con el aire, y cuál fue su sorpresa al mirar que no había<br />

ningún movimiento, se miraban intactos, quietos, y parecía que<br />

había más rosas nuevas de diferentes colores; sintió un escalofrío<br />

causado por el miedo. En eso vio que Paquita salió corriendo de<br />

uno de los cuartos con el suéter en su mano, y gritando: “¡Aquí<br />

está, aquí está! No salgas, está muy fuerte el aire y muy helado”.<br />

<strong>La</strong> maestra no dijo nada, no quiso asustar a la niña, se ajustó<br />

su suéter y caminando lentamente se dirigió a su habitación.<br />

Paquita iba a un lado de ella, tomada de su brazo.<br />

<strong>La</strong> maestra sintió cómo el fuerte aire golpeaba y<br />

despeinaba el largo pelo de la pequeña y comprendió que algo<br />

no muy bueno estaba pasando; llamó a una de las muchachas<br />

y le encargó que llevara a la cama a Paquita y de inmediato se<br />

dirigió a su habitación, desde donde habló con Carmen y le<br />

contó lo sucedido.<br />

—Sabes que ya tengo miedo; ahora que ya sé que hay un<br />

misterio en la banca, también creo que en el jardín. Necesito que<br />

vengas, Carmen, quiero que te quedes conmigo estos días hasta<br />

que descubran qué está pasando.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos dijo que le diría a su hijo que al siguiente<br />

día muy temprano la llevara con ella, que no se preocupara. Esa<br />

noche la maestra no pudo dormir, se la pasó piense y piense;<br />

fue a la cocina y ahí, tomando café, se pasó unas horas mirando<br />

por la ventana al jardín. Se escuchaba aún el aire aullar, pero<br />

ni las rosas ni las ramas se movían, permanecían quietas. Esto<br />

asustaba cada vez más a la maestra y fue entonces que recordó<br />

que cuando vivía en el parque, justamente dentro del jardín,<br />

nunca, ni ella, ni su hija, ni su nieta, tuvieron frío o calor; siempre<br />

estuvieron muy bien protegidas, jamás miró que las rosas y sus<br />

ramas se movieran por causa del viento, y se preguntaba por qué<br />

199


hasta hora se estaba fijando en esos detalles. Decidió salir, tenía<br />

tentación de saber qué estaba pasando dentro del jardín y como<br />

pudo, apoyada en su bastón, caminó lentamente hacia el jardín.<br />

200


El misterio de la<br />

rosa roja<br />

Ya los primeros rayos del sol se dejaban ver. Algunos papeles que<br />

estaban en el patio jugueteaban de un lugar a otro, movidos por<br />

el fuerte aire; se detuvo enfrente de la entrada, cuyas plantas ella<br />

misma había cortado para entrar al jardín; miró a su alrededor y<br />

llena de valor entró, caminó buscando con su mirada a la banca.<br />

Ahí estaba, en el mismo lugar que la encontró, pero ahora el área<br />

estaba limpia; no sabía que las muchachas habían ido a limpiar el<br />

jardín; también la banca estaba limpia, y mirándola por un rato,<br />

impulsada por una fuerza desconocida decidió sentarse. Se sentó<br />

en un lado, después se recorrió al centro y mirando los espacios<br />

que había a sus lados, imaginó que ahí también estaban su hija y su<br />

amado; miró complaciente y rió para sus adentros; se acomodó y<br />

apoyando su espalda en el respaldo de la banca, en unos instantes<br />

se quedó dormida.<br />

Dentro de la casa las cosas seguían su curso normal. Una de<br />

las muchachas preparaba el desayuno mientras que la otra estaba<br />

cambiando de ropa a Paquita, que ya estaba lista para desayunar.<br />

<strong>La</strong> muchacha le preguntó a Paquita si su abuelita estaba dormida<br />

todavía, que era muy raro que no apareciera temprano, como de<br />

costumbre. <strong>La</strong> pequeña fue a buscar a su abuelita y nada de que<br />

estaba en la cama; la buscaron en los demás cuartos, pensaron que<br />

tal vez estaba limpiando o arreglando alguna cosa y tampoco la<br />

encontraron; las muchachas se empezaron a preocupar y Paquita,<br />

gritando por toda la casa, buscando a su abuelita. Ya de rato, una<br />

201


de ellas se fue a asomar al jardín y efectivamente, ahí estaba la<br />

maestra, pero estaba bien dormida, con los brazos cruzados y la<br />

cabeza hacia el lado izquierdo; se podía apreciar su rostro feliz, aún<br />

estaba marcada la sonrisa en sus labios. <strong>La</strong> muchacha sintió un<br />

poco de miedo y habló muy quedito, como tratando de no asustar<br />

a su patrona, pero todo fue en vano, no hubo respuesta. <strong>La</strong> maestra<br />

estaba bien dormida.<br />

<strong>La</strong> muchacha fue a decirles lo que estaba pasando y Paquita de<br />

inmediato corrió a despertarla y dijo que no era normal que a esas<br />

horas su abuelita estuviera dormida. <strong>La</strong>s muchachas la siguieron y<br />

al estar frente a ella, una de ellas dijo que su cara estaba muy limpia y<br />

tersa, que las arrugas que tenía habían desaparecido; la otra sirvienta<br />

la asegundó, diciendo que sus manos estaban también diferentes,<br />

que las manchas de lunares que tenía se le habían borrado. Paquita<br />

no dijo nada, sólo les pidió que le ayudaran a llevársela a su cama.<br />

En eso la maestra reaccionó y las dos sirvientas casi se caen de susto,<br />

porque sólo abrió los ojos y empezó a hablar, como si no hubiera<br />

pasado nada. Paquita, tal vez por su edad, no notó ese detalle. Una<br />

de ellas le dijo que estaban preocupadas porque no la encontraron<br />

en su cama, y que ya tenían preparado el desayuno para servir. <strong>La</strong><br />

señora se levantó de la banca y caminó hacia la cocina; ahí dejó<br />

el bastón, tal parecía que se le había olvidado y esta vez caminó<br />

con firmeza y con paso más apresurado. Había algo de raro en su<br />

mirada, pero nadie se atrevió a decir nada al respecto.<br />

Terminando de desayunar, la maestra se la pasó tranquila,<br />

muy callada, cosa rara en ella, pues siempre les contaba alguna<br />

historia mientras comían. Se levantó y pidió que no la fueran<br />

a molestar, que dormiría un rato. Les pidió a las muchachas que<br />

fueran a la tienda a comprar lo que hacía falta en la casa, que se<br />

llevaran a Paquita y que si a la hora de la comida estaba dormida,<br />

no la molestaran, que la despertaran para la cena. Le dio un beso a<br />

Paquita y se fue a dormir.<br />

<strong>La</strong> niña notó que su abuelita estaba rara y le preguntó<br />

varias veces si se sentía bien, mismas veces que la señora le<br />

contestó que sí, que estaba perfectamente bien, que solamente<br />

quería descansar un poco<br />

Se fueron las tres a la tienda y a poco antes de llegar, las<br />

dos sirvientas comentaban lo sucedido y Paquita escuchaba sin<br />

202


entender: “¿De qué hablan? Parece que esconden algo que no<br />

quieren que yo sepa. Díganme qué pensaron cuando mi abuelita<br />

estaba dormida y se despertó caminando y hasta el bastón se le<br />

olvidó, y vaya que siempre lo necesita para apoyarse”. Una de ellas<br />

contestó rápidamente que su abuelita era una persona muy fuerte<br />

y que quería caminar por sí sola. Siente que todavía puede por sí<br />

misma, pero ella está bien, y mirando a su compañera le cerró un<br />

ojo y la otra le siguió la corriente. Paquita las miró y no quedándole<br />

de otra, acabó por aceptar; cambiaron de tema.<br />

Miraron un aparador donde estaba un maniquí, una novia<br />

vestida de blanco; decidieron entrar a la tienda y ahí se entretuvieron<br />

hasta que a Paquita se le olvidó el incidente de esa mañana.<br />

En ese instante Carlos y su mamá tocaban y tocaban a la<br />

puerta de la casona y nadie respondía. Después de llamar varias<br />

veces, se fueron a un teléfono público, pues Carlos había olvidado<br />

su celular, y de ahí trataron de hablar a la casa de la maestra. Aun<br />

así, nadie respondió.<br />

—Qué raro, madre, que no conteste nadie, siempre están en<br />

casa. ¿Estás segura que te dijo que la acompañaras hoy? Si hubieran<br />

salido, ella te habría hablado antes. Bueno, vámonos y más tarde<br />

regresamos, tal vez salieron a comprar algo.<br />

—Sí, m’ijo, vámonos. Tal parece que me estoy preocupando<br />

de más, pero no adelantemos las cosas, mejor vámonos y les<br />

hablamos de la casa.<br />

Se regresaron a su casa con malos presentimientos de que<br />

algo pudo haber pasado; en cuanto llegaron, Carlos decidió hablar<br />

con Marcos, tal vez él supiera algo, pero le dijo lo mismo, que él no<br />

sabía nada, pero que no se preocupara, que más tarde intentaría<br />

hablarles y que si no contestaba nadie, entonces sí irían a ver qué<br />

era lo que estaba pasando.<br />

Ya muy tarde, Carlos habló y contestó una de las sirvientas,<br />

quien le explicó el porqué nadie le contestó. Carlos le dijo que<br />

avisara a la maestra que estaban saliendo para allá.<br />

En menos de una hora ya estaba la maestra esperando, ansiosa<br />

de contarle a su amiga los últimos acontecimientos. Llegaron y todo<br />

fue alegría; la maestra y la mamá de Carlos se llevaban muy bien,<br />

se querían como hermanas y pronto se fueron al jardín. Ahí, Carlos<br />

y su mamá fueron testigos de muchos secretos que la maestra les<br />

203


confió. Carlos se tuvo que retirar, le encargó mucho a su mamá y se<br />

despidió de Paquita y de las muchachas. Les dijo que se verían en<br />

casa de los papás de <strong>La</strong>ura, la novia de Marcos.<br />

<strong>La</strong>s dos amigas de mucho tiempo, se quedaron hasta ya tarde<br />

platicando en el jardín, mientras Paquita jugaba en su cuarto con<br />

las sirvientas. Pronto se hizo de noche y llegó la hora de dormir. <strong>La</strong>s<br />

muchachas se fueron a sus recámaras hasta que Paquita se durmió.<br />

En la recámara de la muchacha que encontró a la maestra<br />

en el jardín, había una rosa roja, muy roja, en medio de la cama,<br />

lo que la asustó y corrió con Mónica —que así se llamaba su<br />

compañera— a preguntarle si ella había puesto esa rosa en su<br />

cama; la respuesta fue negativa, por lo que fueron a ver, y sí,<br />

efectivamente, ahí estaba una rosa roja muy fresca, en medio de<br />

su cama. <strong>La</strong> más valerosa la quitó de ahí y dijo que no pasaba<br />

nada, que era sólo una rosa que tal vez a la maestra se le olvidó.<br />

Fue a la cocina y trajo un vaso con agua, puso la rosa dentro de<br />

él, y colocando el vaso sobre su buró, le dijo:<br />

—Ahora, a dormir con una rosa muy bonita en el buró de<br />

tu recámara, aunque te recomiendo que la escondas, que no la vea<br />

la patrona, ya ves que tenemos prohibido cortar rosas de su jardín.<br />

—Gracias, amiga, ya me siento bien, pero te juro que sentí<br />

un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo; ahora ya me siento<br />

mejor. Hasta mañana m’ija.<br />

—Hasta mañana, que descanses. —Se retiró la muchacha<br />

más joven.<br />

<strong>La</strong> noche transcurrió lenta y tranquila. Al día siguiente, muy<br />

temprano la muchacha le echó un vistazo a su rosa, era un deleite<br />

mirarla, pero cuál sería su sorpresa que casi grita de horror, lo que<br />

hizo que se levantara de un salto, y acercándose lentamente, sin<br />

dejar de mirar la rosa, con la respiración muy agitada se dio cuenta<br />

de que algo raro le había pasado a su rosa: tenía muchísimas espinas.<br />

Su aspecto era horriblemente seco, se imaginaba que si la tocaba se<br />

desmoronaría; se miraba diferente, no parecía rosa; su tallo era más<br />

grueso y espinoso, lo rojo ahora parecía negro o morado. Corrió<br />

a decirle a su amiga lo ocurrido; tocó muy quedito su puerta pero<br />

no respondía; al ver que estaba entreabierta, entró. <strong>La</strong> muchacha<br />

dormía profundamente, por lo que volvió a emparejar la puerta<br />

204


suavemente, sin hacer mucho ruido, no quería asustar a su amiga.<br />

Caminó lentamente hacia ella, se acercó lo más que pudo, le habló<br />

muy quedito pero no despertó. Le tocó una mano que tenía fuera de<br />

las cobijas y tampoco respondió. Su cara estaba tersa, parecía como<br />

que si se acabara de hacer una limpieza. Le tocó la frente y notó<br />

que tenía la temperatura normal. Le volvió a hablar suavemente y<br />

al ver que no obtenía respuesta y con la desesperación que sentía<br />

por el detalle de la rosa, se descontroló y la movió bruscamente,<br />

llamándole por su nombre. <strong>La</strong> muchacha reaccionó y asustada se<br />

incorporó de un solo movimiento.<br />

—¿Qué traes?, ¿qué pasa?, ¿por qué tanto misterio? Me asustas.<br />

—Sshhh, calla, que te pueden oír, todos están dormidos.<br />

—¿Qué tienes? ¿No me digas que otra vez te asustó la rosa?<br />

—No, no es eso, quiero que vengas a mi habitación; ven, ahí<br />

te digo lo que está pasando.<br />

Renegando, la muchacha se levantó de su cama, se puso una<br />

bata encima y con los ojos aún cerrados, tomó de la espalda a su<br />

amiga y le dijo: “Vamos”. Ya en el cuarto, le dijo: ¿Recuerdas bien<br />

esta rosa?<br />

—¿Qué te dije? Nomás por despertarme, miedosa. Ya me voy<br />

a mi recámara.<br />

<strong>La</strong> muchacha, muy molesta porque le había interrumpido su<br />

sueño, reclamaba sin percatarse del problema y del miedo de su amiga.<br />

—No, no, espera, mira bien la rosa; ven, acércate.<br />

<strong>La</strong> amiga tomó el vaso de vidrio en sus manos y se lo arrimó<br />

a su rostro y exclamó: —Santo Dios! ¿Qué es esto?<br />

Sus ojos se abrieron casi hasta salirse y su rostro se contrajo<br />

en una mueca de terror y asombro. Se llevó las manos a su cara,<br />

para no gritar; respiró hondo y dijo: —No, no lo puedo creer, ¿me<br />

quieres asustar? ¿De dónde agarraste esa cosa? ¿Es la rosa de ayer?<br />

—Sí, sí es, es la misma.<br />

—¡Oh, Dios mío! No lo puedo creer, está horrible. Te puedo<br />

jurar que no es la misma. ¿Sabes? No le digas nada a la maestra<br />

ni a Paquita, guárdala abajo de tu cama, pedimos un día libre y la<br />

llevamos a que la estudien.<br />

—¿Pero a dónde, amiga?, ¿quién nos va a creer que antes<br />

estaba bien y que lucía preciosa?<br />

205


—No sé… ¿Qué tal si la llevamos a la iglesia? Tal vez el padre<br />

Manuel nos dé una explicación.<br />

—Está bien, pero mientras, ¿qué vamos a hacer?, ya me dio<br />

miedo. Esta casa está embrujada. Siempre que voy al jardín o paso<br />

por ahí, siento que alguien me está mirando, y cuando estoy de<br />

espaldas, siento que alguien me toca.<br />

—No exageres, no seas miedosa, el jardín no tiene nada qué<br />

ver con esto, esto es aparte. Se trata de que alguien nos quiere hacer<br />

el mal; sabes, desde que llegó esa señora amiga de la patrona, algo<br />

anda mal, ya ves que hoy llegó y se dirigieron al jardín y después<br />

apareció la rosa en tu cama.<br />

—Sí, sí, tienes razón, pero esa mujer se ve muy buena<br />

gente, es muy amiga de la maestra y yo no creo que la maestra<br />

escoja como amiga a una persona mala. No, no lo puedo creer,<br />

esto más bien es otra cosa. No te había dicho antes que muy<br />

seguido oigo pasos en el patio, y una noche que no podía<br />

dormir me levanté, fui a la cocina por un vaso de agua y<br />

miré por la ventana que la maestra estaba entrando al jardín;<br />

me retiré antes de que me fuera a descubrir y no supe a qué<br />

horas se regresó a su habitación. ¿Crees que por eso tenemos<br />

estrictamente prohibido cortar rosas de su jardín?<br />

—¿Y eso qué tiene que ver con todo esto?<br />

—Algo, algo hay en ese misterioso jardín.<br />

De pronto se escuchó un ruido en una de las habitaciones,<br />

cerca de la de la maestra; alguien salió o entró a una de las recámaras<br />

vacías; de rato se escuchó cerrar la puerta de la habitación de la<br />

maestra y algunas voces; se tranquilizaron un poco el saber que se<br />

trataba de la señora y su amiga.<br />

—Esto está raro, ¿no crees? ¿Qué hacen a esta hora en las<br />

recámaras que están vacías? Sería interesante averiguar.<br />

—Ni creas que yo te acompañaré, lo que quiero decirte es que<br />

si las cosas siguen de esta manera, yo voy a renunciar.<br />

—¿Renunciar a qué? ¿A tu buen sueldo? El viejo que nos<br />

contrató, aparte de que tiene mucho dinero, está bien guapo. No<br />

sabe lo que nos está pagando.<br />

—Sí, pero yo no puedo estar a gusto sabiendo que existen<br />

misterios en esta casa; ya sabía yo por qué estaba esta casa<br />

206


abandonada por mucho tiempo, pero nunca dije nada; siempre<br />

las casas grandes tienen fantasmas que las cuidan.<br />

—Cálmate, cálmate, que también a mí me vas a asustar.<br />

Yo voy a seguir aquí porque me pagan bien, y además yo sí estoy<br />

a gusto, así es de que te aguantas, y más te vale que te acoples<br />

a los ruidos y demás cosas que dices que has visto. Esa rosa<br />

sí está rara, porque ayer estaba hermosa. Eso sí me gustaría<br />

saber qué fue lo que pasó; en cuanto nos den un día libre, nos<br />

la llevamos y que el padre Manuel nos dé una explicación para<br />

quedar más a gusto; ya verás que es cualquier cosa, y además<br />

le pedimos de favor que venga a bendecir la casa un día que la<br />

señora no esté, para que así de esa manera te sientas bien y no<br />

me vayas a dejar a mí sola con todo el quehacer, y si contratan<br />

a otra persona, yo no me sentiría a gusto como contigo; ya ves<br />

que tenemos mucho tiempo trabajando juntas.<br />

—Sí, yo sé, ojalá y las cosas se arreglen y ya verás que<br />

seguiremos aquí hasta que una de las dos se case.<br />

Rieron juntas y en ese momento se dieron cuenta de que<br />

se querían más de lo que habían pensado; ya llevaban tantos años<br />

juntas que se apreciaban como hermanas.<br />

Ese mismo día, en cuanto las cosas se mejoraron decidieron<br />

hablar con la maestra. Le dijeron que querían compartir el mismo<br />

cuarto, que querían arreglar bien y acomodarlo para que las dos<br />

camas tuvieran el suficiente espacio. Esto sería mientras investigaban<br />

el misterio de la rosa y el jardín; le dirían a la patrona que tenían<br />

miedo por las noches, por tantos ruidos que ahí se escuchaban y tal<br />

vez de esa manera las consideraría y optaría por ceder a la petición.<br />

No tardó mucho tiempo en que la maestra estuviera de acuerdo;<br />

ellas muy afanosas hicieron todo el cambio y arreglaron muy bien<br />

la habitación, tenían suficiente espacio para las dos. <strong>La</strong>s recámaras<br />

eran muy amplias y se prestaban para esos menesteres.<br />

Después de que ya estuvieron ubicadas pidieron el día a su<br />

patrona, que no les fue negado, e inmediatamente se dirigieron<br />

a la iglesia en busca del padre Manuel, quien celebraba una misa<br />

y esperaron pacientemente a que estuviera desocupado. En unos<br />

minutos, él las miró dirigirse apresuradamente hacia donde se<br />

encontraba y esperó paciente, preguntándose a qué se debería esa<br />

207


visita de las jóvenes, ya conocidas por él por mucho tiempo,<br />

pero lo raro era que siempre estaban en misa del domingo,<br />

nunca entre semana. Se dio cuenta de que era algo de urgencia,<br />

por el semblante de su rostro.<br />

—Buenos días, hijas, ¿a qué se debe esta visita entre semana?<br />

—Padre, queremos confesar algo juntas, ¿podemos?<br />

—Claro que sí, vengan para acá.<br />

<strong>La</strong>s dos muchachas caminaron detrás de él, con la mirada<br />

nerviosa, hasta llegar al confesionario. El padre se aseguró de que<br />

ya no hubiera gente dentro de la iglesia, y les dijo que podían hablar<br />

en voz alta. Una de ellas luego luego se fue al grano.<br />

—Padre, primeramente quiero que observe esto y díganos,<br />

¿qué cree usted que es?<br />

El sacerdote estiró su mano, tomó el frasco y acercándolo a<br />

sus ojos le dio una y otra vuelta, para verlo de un ángulo diferente;<br />

al fin habló y dijo: Pues sí sé qué es, pero hay algo que no entiendo,<br />

¿de dónde agarraron esto?<br />

<strong>La</strong>s chicas se limitaron a guardar silencio y esperar; el<br />

sacerdote, al no recibir respuesta, observó nuevamente el contenido<br />

del frasco y volvió a preguntar:<br />

—¿Por qué se quedan calladas? Díganme algo. ¿Dónde<br />

encontraron esta cosa? Parece una rosa muy <strong>vieja</strong>, pero muy bien<br />

conservada. Su forma, sus pétalos y su tallo aún siguen intactos.<br />

Luego respiró muy hondo y siguió: Yo veo una rosa muy extraña,<br />

parece que es del otro mundo, tiene aspecto de terror. Miró fijamente<br />

a la muchacha que le dio el frasco, y con la mirada clavada en sus<br />

ojos preguntó:<br />

—¿De dónde la tomaste? ¿Y cuánto tiempo hace?<br />

<strong>La</strong> muchacha, antes de hablar se acomodó y se tronó los<br />

dedos. Sabía que eran cosas que no tenían explicación y eso las<br />

hacía sentirse como unas tontas.<br />

—Mire, padre, esta rosa apareció en la cama de mi amiga<br />

Diana hace unos días. Simplemente apareció en medio de su cama.<br />

Hizo una pausa, miró a Diana y continuó, sabía que su amiga estaba<br />

aún atemorizada y le sería imposible explicarle al señor Cura. —<br />

Cuando se disponía a dormir, mi amiga encontró esta rosa en medio<br />

de su cama y se asustó al ver la rosa roja tan linda; digo que se asustó<br />

208


porque tenemos estrictamente prohibido cortar rosas del jardín<br />

de nuestra patrona y sabemos que esto nos costaría el trabajo—.<br />

<strong>La</strong> muchacha prosiguió: —Pero lo raro es que al día siguiente la<br />

encontramos así como está ahorita, ya deformada, y es por eso que<br />

estamos aquí, para que usted nos dé una explicación de por qué se<br />

transformó de esta manera, si apenas tiene tres o cuatro días que la<br />

pusimos en este mismo frasco con agua.<br />

El sacerdote, incrédulo, observó nuevamente el contenido del<br />

frasco y dijo: —Esta rosa, o lo que fue de una rosa, por su aspecto<br />

debe tener por lo menos cien o tal vez doscientos años—. Miró<br />

nuevamente a las jovencitas: —¿Están seguras de lo que me están<br />

diciendo? Porque esto es increíble, no puede ser que en el corto<br />

tiempo que dicen ustedes, esta rosa se haya secado de esta manera.<br />

—Sí, señor Padre, estamos seguras y queremos que nos<br />

acompañe un día de éstos a donde trabajamos, para regar con agua<br />

bendita todos los rincones de esa casona.<br />

El cura no respondió, siguió mirando de un lado y otro el<br />

frasco y con el ceño fruncido se limitó a decir: —Cuando ustedes<br />

quieran, estaré dispuesto.<br />

209


El investigador de<br />

casos sobrenaturales<br />

En otro lado de la ciudad, Carlos buscaba a su amigo; decidió<br />

hacerlo muy temprano, antes de que saliera a su trabajo, ya que<br />

por sus constantes viajes no se sabía qué día estaba en casa o en su<br />

trabajo. Llegó y preguntó por Lionel.<br />

—Sí, señorita, Lionel Uribe, él es mi amigo de hace mucho<br />

tiempo y la verdad no sé si todavía vive aquí.<br />

<strong>La</strong> sirvienta le pidió que esperara un momento y cerró la<br />

puerta; después de largos diez minutos se volvió a abrir la puerta.<br />

Carlos se arrimó desesperado; esta vez la abrió Lionel.<br />

—Lionel, mi amigo Lionel.<br />

—¡Pero hombre, si eres Carlos! ¿Qué pasó, Carlos? ¿Cómo<br />

estás? Oye, vaya que ésta sí es una sorpresa; ven, pasa, mi amigo.<br />

Se dieron un fuerte abrazo y charlando se dirigieron a su<br />

oficina que tenía dentro de su casa.<br />

—¿Qué pasó, Carlitos, por qué tan temprano? ¿Por qué desde<br />

hace muchos años no te reportabas? Siéntate, mi hermano; espera,<br />

deja pido unas tacitas de café y un panecito, ¿de acuerdo?<br />

—Está bien, te lo agradezco.<br />

—Ahora sí, ahorita nos lo traen. A ver, Carlos, ¿qué es lo que<br />

te trae por aquí? Me imagino que algún problemilla, ¿cierto?<br />

—Sí, bueno, no a mí, se trata de una <strong>vieja</strong> amiga.<br />

—Ah, ahora entiendo, una amiguita.<br />

—No, no es nada de eso que piensas, se trata de mi maestra<br />

de primaria, siempre fue muy amiga de mi madre y yo era su<br />

211


alumno preferido. Sé que eres un médium y que tienes un gran<br />

conocimiento de lo sobrenatural. Sé que te dedicas a descubrir<br />

casos insólitos y que tu rama es la parapsicología y siempre te ha<br />

gustado investigar casos y cosas raras, y quiero que me escuches<br />

primero, a ver si piensas que este caso tiene qué ver con lo que te<br />

gusta hacer. Bueno, pasó el tiempo de niño a adolescente y hasta<br />

ahora sigue siendo nuestra amiga; la aprecio mucho, te puedo decir<br />

que como a un familiar muy cercano. Pues bien, resulta que ella<br />

de joven se casó con un militar que resultó ser casado; le compró<br />

una casa muy grande, pero esta casa estaba a nombre de la primera<br />

esposa que, obvio, tenía hijos más grandes. Con la maestra tuvo<br />

una hija. Un poquito antes de que naciera, el militar se desapareció,<br />

nadie supo nada de él ni de su paradero. <strong>La</strong> primera esposa se dio<br />

cuenta de la casa y fue y echó a la maestra. Ella, desamparada, no<br />

tenía ningún familiar; era hija única y sus padres fallecieron en un<br />

accidente en la ciudad de México. Ya una vez en la calle, sola con<br />

algunas cosas y un poco de ropa, salió a buscar ayuda; le fue muy<br />

difícil pero sí encontró trabajo en un hotel antes de que diera a luz.<br />

Ella quería tener dónde vivir para cuando naciera su hija; total que<br />

nació y por ahí le dieron la mano unos días.<br />

—Después tuvo que salir de ahí porque la casa era muy chica<br />

y vivían dos parejas y se empezaron a encelar. Se fue al parque para<br />

pasar un rato mientras conocía a alguien que le diera la mano y<br />

se refugió en una banca. Ahí precisamente había conocido a su<br />

esposo, el militar; ella pensaba que por el amor que le tenía, algún<br />

día iba a regresar a esa <strong>vieja</strong> banca, en la que le había contado a la<br />

maestra que sentado ahí se relajaba y se le curaban sus males, por lo<br />

que muy frecuentemente visitaba a la dichosa banca.<br />

Carlos continuó: —Yo trabajé mucho tiempo en el parque y<br />

nunca me fijé que esa banca era diferente a las demás. Total, que<br />

se le hizo noche y no sabía a dónde ir; cuando estuvo sentada en<br />

la banca sintió deseos de pasar la noche ahí, sólo que tuvo que<br />

arrastrarla como pudo a un lugar muy escondido del parque, y es<br />

aquí en donde empieza lo misterioso...<br />

—Espérate, Carlos, ya llegó el cafecito. Gracias m’ija. Carlos,<br />

aquí tienes, prepáralo a tu gusto. Ahora sí, síguele.<br />

—Ella ahora se pregunta, ¿por qué habiendo tanto árbol y<br />

bien pegados, cómo es que pudo pasar la banca tan pesada?<br />

212


—¿Y cómo fue que sobrevivió todo ese tiempo que tuvo que<br />

vivir en el parque, teniendo a la banca como su única propiedad?<br />

—Bueno, dice que durante el tiempo que vivió ahí jamás<br />

sufrió de fríos ni de calores, todo el clima estuvo a su disposición.<br />

Salió adelante con su hija, trabajó mucho tiempo de noche en un<br />

puesto de comida, a orillas del parque y de día se dedicó al cuidado<br />

de su pequeña. <strong>La</strong> hija creció y se embarazó muy joven de un<br />

fulano. Se sintió tan sola y culpable que prefirió callar, escondiendo<br />

el embarazo. Un día que se sintió muy mal, se sentó en la banca y ahí<br />

dio a luz, sin la ayuda de nadie, a una linda bebita y poco después<br />

del parto, sufrió una fuerte hemorragia y minutos más tarde murió.<br />

<strong>La</strong> joven madre que había dado a luz y que en ese momento murió,<br />

fue encontrada por unos deportistas que esa mañana caminaban<br />

por esas áreas. Llamaron a la Cruz Roja y la mujer, después de que<br />

nadie la reclamó, fue sepultada en la fosa común de la ciudad. Mi<br />

maestra, que era legítima madre de esta jovencita, que no tuvo la<br />

suerte de conocer a su retoño, a los pocos meses de buscar y buscar<br />

a su hija, que creía que se había ido con algún fulano, al fin se enteró<br />

de la tragedia que había ocurrido con su hija Alicia, Alicia Juárez,<br />

hija del militar. Después de investigar el caso y convencida de que<br />

realmente era su hija la que había perdido la vida después del parto,<br />

se dedicó afanosamente a buscar a su nieta.<br />

—<strong>La</strong> niña había sido llevada al DIF estatal, y poco tiempo<br />

después una pareja enamorada, deseando tener hijos, sin éxito,<br />

decidieron adoptarla. Pasó el tiempo y la muchacha, hija de la<br />

difunta y nieta de la maestra, también corrió la misma suerte y<br />

en condiciones parecidas dio a luz en la misma banca y esta vez la<br />

bebita se salvó. No sé cómo supo la maestra que era su nieta la que<br />

había fallecido al dar a luz; buscó como loca a la bebita y la encontró;<br />

vive con la maestra, y ahora ella quiere saber si las dos muchachas<br />

dieron a luz en la misma banca, que sería mucha coincidencia, y<br />

por qué aparece en estos días la dichosa banca en su casa, la que<br />

había perdido.<br />

—Finalmente, el militar aún con vida, le heredó la propiedad<br />

y otras cosas a su hija, y al comprobar que la heredera había fallecido,<br />

la casa pasó a ser de la maestra legalmente. Ahora se pregunta, ¿por<br />

qué la banca está en su casa, si ella cuando fue echada del parque<br />

la dejó ahí, rodeada de su querido jardín? Remodelaron algunas<br />

213


áreas, entre ellas donde se encontraba la maestra, por lo que fueron<br />

una noche sin dejar rastro; sólo la banca se quedó en medio del<br />

jardín que les servía de casa.<br />

—¿Quieres decir que ellas vivían en un jardín?<br />

—Sí, así es, en un jardín.<br />

—¿Y cómo sobrevivieron?<br />

Carlos hizo una pausa, le dio un trago a su delicioso café<br />

caliente, y mirándolo fijamente, continuó: Hay mucha historia<br />

que yo no sé, pero sí pasaron mucho tiempo viviendo dentro<br />

del jardín y ahí tenían la banca, que usaban como mesa, como<br />

cama y para descansar.<br />

—A ver, a ver, entonces hay que ver esa banca y saber de<br />

dónde salió. Para empezar, hazme una cita con tu maestra y así<br />

hablaremos de lo que tenemos qué hacer. <strong>La</strong> verdad es que estas<br />

cosas son las que me interesan; este es mi trabajo, tú lo sabes, Carlos.<br />

Ahora dime, ¿cómo es la maestra?, dame todos los datos.<br />

A Lionel lo apasionaba su trabajo, y más cuando se trataba<br />

de cosas increíbles, cosas que tenía que investigar y como buen<br />

investigador, se comprometió a darle seguimiento a este caso de la<br />

<strong>vieja</strong> banca hasta el final, y todo por tratarse de su amigo Carlos, el<br />

niño aquel que un día le salvó la vida.<br />

Siendo unos chiquillos, se metieron a nadar a un arroyo de<br />

agua corriente y ahí, sin saber nadar, Lionel se metió a lo más hondo;<br />

se estaba ahogando y Carlos, casi de la misma edad y sin conocerlo,<br />

se tiró hacia él cuando vio que manoteaba y tragaba agua; lo buscó<br />

un rato por entre las ramas y hierbas que se encontraban en el fondo<br />

de las sucias aguas; al fin lo tocó y lo jaló de los cabellos hasta la<br />

orilla. De ahí a la fecha, siempre se frecuentaron y se llevaban como<br />

hermanos. Lionel, miembro de una familia muy bien acomodada,<br />

creció siempre agradecido con su amigo; hacía por gratificarlo<br />

cuando tenía la oportunidad; guardaban esa historia como un<br />

secreto entre los dos, ya que por miedo a sus padres, decidieron no<br />

hablar más de ese incidente.<br />

Ahora Lionel, más que nada, se sentía comprometido con<br />

su amigo Carlos y de una manera u otra quería hacerle saber que<br />

estaba a sus órdenes.<br />

214


Esa misma mañana, en casa de Marcos, éste hablaba por<br />

teléfono: —Sí, está muy bien, don Chuy, ahí estaremos; ahorita<br />

mismo hablo con <strong>La</strong>ura y ahí estaremos a la hora del almuerzo.<br />

Estaba a punto de marcarle a <strong>La</strong>ura cuando timbró el teléfono;<br />

esta vez era su amigo Carlos.<br />

—Hola, Carlos. ¿Cómo estas? Yo, muy bien, ahorita acabo<br />

de hablar con don Chuy y entró tu llamada; claro que sí hermano,<br />

yo creo que también te va a hablar a ti a tu casa. Está muy bien,<br />

hermano, ahí nos vemos en una hora.<br />

Carlos se había comunicado con Marcos para comentarle lo<br />

del investigador y que quería que los acompañara a la casa de la<br />

maestra, para empezar a hacer las investigaciones, proposición que<br />

Marcos aceptó. Después de unos minutos, Marcos se comunicó con<br />

su novia para invitarla a desayunar a casa de don Chuy; se pusieron<br />

de acuerdo y en poco tiempo pasó Marcos por ella, se besaron<br />

apasionadamente antes de subir a su troca.<br />

—Mi amor, cada día te extraño más. Te necesito.<br />

<strong>La</strong>ura sintió las palabras tan cerca de su oído, que la hicieron<br />

vibrar; su cara cambió de color, de un color de rosa bajito, y las<br />

mejillas rojas, rojas. Sus ojos brillaron y se llenaron de pasión; sentía<br />

que el corazón se le aceleraba a cada latido; presionó muy fuerte la<br />

ancha espalda de su novio.<br />

—Vámonos de aquí, amor, vamos a tu casa; ya llévame contigo.<br />

Sin dejar de abrazarla, Marcos le contestó suavemente: —Yo<br />

también quiero estar contigo.<br />

<strong>La</strong> agitada voz, entrecortada y cada vez más ronca, le impedía<br />

hablar con claridad; era el momento que tenían que estar juntos.<br />

Ya los besos y las miradas de amor no eran suficientes, querían<br />

fundirse en sus cuerpos, entregarse mutuamente; querían ser el<br />

uno para el otro y estar siempre juntos. <strong>La</strong> respiración agitada de<br />

ambos se empezó a confundir. <strong>La</strong>ura volvió a presionar la espalda<br />

de Marcos con fuerza y éste le dijo mirándola a sus ojos:<br />

—Ya pronto, mi amor, pronto estaremos juntos; ahora<br />

vámonos. Ya tendremos tiempo para estar siempre juntos. Hay<br />

veces que me robas mi voluntad, pero qué bueno que me sabes<br />

calmar, mi amor. Se nos va a hacer tarde, don Chuy ya debe<br />

estar esperándonos.<br />

215


—Está bien, mi amor.<br />

Se subieron a su troca y se alejaron lentamente; en sus mentes<br />

surgían muchos pensamientos de amor. Al llegar a casa de don<br />

Chuy, ya estaba ahí el carro de Carlos y otros más. Timbraron a la<br />

puerta y los recibió la esposa de don Chuy.<br />

—Muy buenos días, pasen muchachos. ¡Vaya!, ustedes<br />

siempre tan enamorados, me da mucho gusto que se quieran; esto<br />

me hace pensar que no nadamás Jesús y yo... —pícaramente miró a<br />

su esposo y en medio de un suspiro, dijo con una dulce voz— nos<br />

amamos.<br />

—Muy buenos días, señora, perdón, Elsa.<br />

—Sí, así se escucha mejor, por eso somos amigos, ¿verdad <strong>La</strong>ura?<br />

—Claro que sí, Elsa, ¿cómo han estado? Ya tenía ganas de<br />

verlos. ¿Y don Chuy, cómo está?<br />

—Bien, estamos bien, pasen por aquí.<br />

Ya en el comedor esperaban José, Gilberto, Carlos, su esposa<br />

y don Chuy. Se saludaron con abrazos y con mucho gusto. Luego<br />

de los saludos y de intercambiar algunas palabras, la esposa de don<br />

Chuy ordenó que se sirviera el desayuno; todos disfrutaron de un<br />

buen platillo y de una amena charla. A continuación se sorteó el<br />

intercambio de regalos para Nochebuena y antes de despedirse,<br />

Carlos les comentó lo que había hablado con su amigo Leonel y<br />

también los invitó a casa de la maestra, para hacer las primeras<br />

investigaciones. Don Jesús comentó que él también tenía algo de<br />

información para la investigación, que tal vez sería muy útil para el<br />

amigo de Carlos.<br />

Se empezaron a retirar, sólo se quedaron <strong>La</strong>ura y su amado,<br />

acompañando a la gran pareja que eran, sin duda, Elsita y don<br />

Chuy. Conversaron muy a gusto en la mesa del jardín, saboreando<br />

unas muy buenas margaritas preparadas por don Chuy, hasta ya<br />

poco antes de la comida. Don Chuy les rogó que se quedaran para<br />

comer juntos, pero ellos se tuvieron que retirar, tenían que comprar<br />

algunas cosas que hacían falta para la cena de Nochebuena, que ya<br />

estaba a dos días.<br />

216


Efectos de la posesión<br />

Cuando iban camino a la tienda, decidieron invitar a Paquita, y<br />

<strong>La</strong>ura le llamó.<br />

—Se escucha mucho ruido en la línea, ha de ser la señal del<br />

celular, que está fallando; deja le vuelvo a marcar. ¡Oh, Dios mío!<br />

Parece que alguien con voz muy ronca interfiere en la línea.<br />

—Es el aire, mi amor.<br />

—Pero no hace tanto como para que se pierda la señal.<br />

Marcos se estacionó en donde pudo y dijo: Préstame<br />

el teléfono, deja llamar yo. <strong>La</strong>ura lo miraba, para ver si a él le<br />

parecía raro ese sonido tan horrible. Al tercer timbre se escuchó<br />

el ruido; Marcos frunció las pobladas cejas y ajustando mejor el<br />

celular en el oído, tratando de escuchar e identificar exactamente<br />

el ruido, que también a él se le hizo como si fuera una voz o voces<br />

muy roncas, miró a <strong>La</strong>ura, que inmediatamente se dio cuenta<br />

del miedo que en su mirada se leía. <strong>La</strong>ura siguió sin entender y<br />

preguntó acerca de lo que ocurría.<br />

—Dime, Marcos, dime algo, ¿oíste lo mismo que yo, verdad?<br />

Eso no puede ser el aire ni una falla del teléfono.<br />

Marcos no quiso asustar a sus novia, pero sí eran voces que se<br />

escuchaban, pero parecía otro idioma o algún dialecto que hablaban<br />

tres o más personas a la vez. Un poco preocupado, cerró su teléfono<br />

y rápidamente cambió su semblante.<br />

—Parece que hay una interferencia, eso ocurre cuando<br />

hay aparatos electrónicos de señal por satélite; hay que instalarle<br />

filtros de alta intensidad en cada una de las líneas que existen en<br />

la casa de la maestra.<br />

217


Arrancó su camioneta y se dirigió un poco más rápido;<br />

reinó un silencio hasta que llegaron a la casona. Ésta se miraba<br />

aislada, y Marcos le notaba algo más de raro cada vez que la miraba,<br />

pero no decía nada, sólo él sabía que esa casa sufría cambios muy<br />

drásticamente y que hasta hacía poco se estaba dando cuenta de<br />

que siempre que llegaba, había algo diferente. Un día se estacionó<br />

en la cuadra de enfrente, había una placita y de la otra calle pudo<br />

observar que la casa se miraba tan antigua, que sólo de lejos se podía<br />

apreciar; le tomó varias fotografías de diferentes ángulos y tenía aún<br />

las fotos en su cámara digital; en ese instante, antes de llamar a la<br />

puerta, se acordó y fue a su camioneta. —Espérame aquí, m’ija, deja<br />

voy por algo que se me olvidó en mi camioneta.<br />

—No, no. Yo voy contigo, yo no me quedo aquí sola.<br />

Marcos no dijo nada, llegó a su camioneta y tomó su cámara<br />

digital. —¿Le vas a tomar fotos a Paquita? Muy bien, cómo no se<br />

nos había ocurrido antes.<br />

—Sí, sí es cierto, le tomaremos unas en el jardín y otras<br />

en su recámara.<br />

Llegaron a la puerta y mientras <strong>La</strong>ura tocaba, Marcos le tomó<br />

unas fotos: —Sonríe, mi amor.<br />

Marcos, disimuladamente le tomó una foto a ella y varias a la<br />

pesada puerta, en donde había descubierto el dibujo exactamente<br />

igual al que tenía la banca. Luego retrocedió un poco y tomó varias,<br />

en las cuales abarcaba la mayor parte de la casona, y enfocó lo más<br />

cerca que pudo a la puerta del dibujo y tomó otras. <strong>La</strong>ura, pensando<br />

que era a ella a la que le estaba tomando las fotos, modelaba de un<br />

lado a otro muy sonriente, olvidándose completamente del detalle<br />

de los ruidos en el teléfono, pero Marcos se miraba serio y un poco<br />

preocupado; el ceño de sus cejas lo delataban. Al fin la puerta se<br />

abrió: era Diana, una de las sirvientas.<br />

—Hola, pasen. ¿Cómo estás, <strong>La</strong>ura?<br />

—Muy bien, Diana, ¿cómo está todo por aquí?<br />

—Muy bien. Hola, señor Marcos, ¿cómo esta? Pasen, pasen<br />

por favor.<br />

<strong>La</strong> muchacha comentó sin pensar: —No sé, pero siempre<br />

que abro esta puerta entra mucho frío, pero no se siente que esté<br />

haciendo tanto, ¿verdad?<br />

218


—Sí hace un poco, Diana —contestó Marcos, mirando a su<br />

alrededor y al techo del zaguán—, recuerda que es invierno y estos<br />

días son muy fríos. ¿Por qué no contestan el teléfono? Les estuvimos<br />

hablando varias veces.<br />

—Yo creo que la señora estaba hablando; por cierto, todavía está<br />

en el jardín. Pasen a la sala, dejen voy y le hago saber que están aquí.<br />

Paquita, al escuchar la voz de Marcos y <strong>La</strong>ura, salió corriendo<br />

a saludarlos. Pasaron a la sala y tomaron asiento. Los atendió la otra<br />

muchacha y les ofreció algo de tomar.<br />

—Agua, agua por favor. Paquita, ¿qué has hecho m’ija?, ¿estás<br />

a gusto en esta casa tan grande?, ¿no tienes frío?<br />

—No, Marcos, aquí en esta casa nunca hace frío, ¿verdad Moni?<br />

—Bueno, yo no he tenido pero afuera sí hace bastante, porque<br />

nomás me acerco a la puerta de la calle y se siente muy helado.<br />

En eso llegó Diana al jardín, escuchó varias voces y se<br />

acercó suavemente, sin hacer ruido. Sabía que la mamá de Carlos<br />

estaba dormida, era hora en la que ella tomaba su siesta y estaba<br />

en el cuarto de visitas, de manera que era imposible que hubiera<br />

alguien en el jardín hablando con la maestra. Eso la alarmó y<br />

despacio, haciendo el menor ruido posible, se acercó casi sin<br />

respirar hasta la entrada del jardín y miró a la maestra sentada<br />

ahí, en la <strong>vieja</strong> banca, hablando por teléfono, pero no se entendía<br />

ninguna palabra, sólo se escuchaban como rumores pero de<br />

varias voces, y cuando creyó que la maestra la descubriría, le<br />

llamó con la voz quebrada por el miedo:<br />

—Señora, aquí están Marcos y <strong>La</strong>ura, la esperan en la sala—.<br />

<strong>La</strong> maestra también se sorprendió y volteó hacia la muchacha; ésta<br />

no pudo evitar el grito que escapó de su garganta, al verle tan rojos<br />

los ojos a la maestra, que parecía que los traía inyectados de sangre.<br />

—¿Qué pasa?, ¿por qué gritas, Diana? —Preguntó la maestra<br />

alarmada—. ¿Te espinaste? Ten cuidado, ya les dije que no se anden<br />

acercando aquí al jardín. Ve y diles que ya voy.<br />

<strong>La</strong> muchacha, con las manos en la cara cubriéndose la boca,<br />

sólo asintió con un movimiento de cabeza. Se alejó rápidamente y<br />

antes de entrar a la sala se dirigió a la cocina, se tomó una pastilla<br />

para el dolor de cabeza, con un vaso de agua bien fría y se controló<br />

un poco. Rápidamente se dirigió a la sala, antes de que fuera a llegar<br />

219


la señora, y aparentando una actitud de serenidad, les dijo que la<br />

maestra estaría ahí en un minuto: “Si necesitan algo, estamos a la<br />

orden”. <strong>La</strong> muchacha sintió que ya no podía fingir más, que estaba a<br />

punto de desfallecer y se alejó rápidamente en busca de su amiga, a<br />

la que tomó de la mano y sin hablar una sola palabra, la jaló para la<br />

recámara. Moni, como así le decían de cariño, no se resistió; sabía<br />

que algo había ocurrido y que su amiga le quería contar en secreto.<br />

Ya en el cuarto, soltó el llanto al grado de que no podía hablar.<br />

—¿Qué tienes, Diana?, ¿qué tienes? ¿Dime qué pasó? ¿Qué<br />

pasó? ¡Habla por Dios!<br />

Como pudo y sin dejar de llorar, le dijo que se fueran de esa<br />

casa, que las cosas se estaban poniendo “cada vez más pior”.<br />

—¿Por qué? Dime, habla ¿qué pasó?<br />

—<strong>La</strong> señora estaba hablando con alguien y... —en eso se<br />

escucharon unos suaves toquidos en la puerta y después se abrió;<br />

las muchachas voltearon como movidas por resorte y Diana, con<br />

los ojos tan grandes de asustada, se quedó de una pieza mirando<br />

a quien abrió la puerta: era la maestra, que con voz suave y ronca<br />

preguntó:<br />

—¿Qué tienen, muchachas?, ¿ahora qué les pasa?, ¿por<br />

qué lloran?<br />

No contestaron; se acercó a Diana y ésta casi se desmaya. Con<br />

los ojos grandes y puestos fijamente en los de la maestra, estuvo<br />

a punto de gritar de terror, de miedo; sentía que el cuerpo se le<br />

desvanecía; sus piernas y brazos no tenían movimiento, sólo estaba<br />

tan aferrada del suéter de su amiga; la maestra le tocó sus manos:<br />

estaban tan heladas como el hielo, y le dijo:<br />

—¿Por qué estás tan pálida?, ¿qué tienes? ¿Estás enferma?<br />

¿Moni, qué es lo que tiene Diana? Hace unos minutos estabas bien.<br />

Vengan acá, las necesito.<br />

<strong>La</strong>s tomó fuertemente del brazo y caminó hacia la cocina.<br />

<strong>La</strong>s dos muchachas se miraban y Moni seguía sin comprender,<br />

pero imaginaba que su amiga, al igual que ella, era presionada<br />

fuertemente con las huesudas manos de la maestra, que<br />

parecían tenazas. Miraba tan asustada a su amiga, que ansiaba<br />

saber qué era lo que había visto o qué fue lo que la asustó.<br />

<strong>La</strong> maestra les ordenó algo de comida, y dijo a Moni que<br />

fuera a despertar a Carmen, la mamá de Carlos, que ya era hora<br />

220


de despertarla de su siesta. Se retiró a la sala hasta que miró que<br />

Moni se alejó. Diana estaba de tan asustada no podía hacer nada, ni<br />

siquiera había podido mover las manos.<br />

Regresó la maestra y al verla, Diana se soltó temblando.<br />

—¿Me tienes miedo?— Le preguntó con una voz tan extraña que<br />

parecía que alguien dentro de ella era quien hablaba.<br />

—¿Por qué, m’ija?, ¿qué te pasa? ¿Ya no quieres trabajar aquí?<br />

Aquí están los señores que te contrataron, ¿quieres que te despidan?<br />

Ahorita mismo les puedo decir.<br />

—No, no es eso, señora, lo que pasa es que me siento mal.<br />

Al fin la muchacha pudo hablar, haciendo un gran esfuerzo<br />

para que la voz no se le cortara por el miedo: —Yo quiero seguir<br />

trabajando aquí con ustedes, sólo que me sentí un poco mal; yo<br />

creo que necesito uno o dos días de descanso, por favor.<br />

—Déjame ver qué puedo hacer.<br />

<strong>La</strong> maestra estaba reaccionando sin sentimientos, ahora<br />

era muy diferente, hasta en la voz se le notaba que algo le estaba<br />

ocurriendo; ya no quería hablar con nadie y actuaba como<br />

sonámbula. Se dirigió a la sala, en donde la esperaban sus amigos<br />

y Paquita; cuando llegó se sentó en otra silla, diferente a la que<br />

había ocupado anteriormente. Paquita se fijó inmediatamente en<br />

el detalle y dijo:<br />

—Abuelita, esta es tu silla, este es tu lugar preferido; vente<br />

para acá, siempre comes a un lado de mí.<br />

—Aquí estoy bien, m’ija, no te preocupes.<br />

—Maestra, ¿se siente usted bien? —Preguntó Marcos un<br />

poco preocupado; a pesar del poco tiempo que la conocía, ya sabía<br />

cuando a la maestra le ocurría algo extraño.<br />

En eso llegó Moni y dijo que la mamá de Carlos se iba a<br />

meter a bañar antes de venir a comer. —Gracias, m’ija-, contestó la<br />

maestra.<br />

—Como le decía, maestra, <strong>La</strong>ura y yo estuvimos varias veces<br />

hablando por teléfono, para avisarle que queríamos llevar a Paquita<br />

a la tienda y sólo se escuchaban ruidos, ruidos muy extraños;<br />

quiero venir mañana temprano para poner un filtro a todas las<br />

líneas telefónicas, para que no suceda lo mismo. Esos filtros son<br />

precisamente para evitar interferencias y estática en los teléfonos.<br />

221


—Te lo agradezco, muchacho. Yo, como te dije, estaba<br />

hablando pero yo no escuché ningún ruido; por cierto, me<br />

habló una amiga, una <strong>vieja</strong> amiga que no sé cómo dio con mi<br />

número de teléfono.<br />

<strong>La</strong> maestra hizo un repentino y rápido movimiento de<br />

su mano izquierda hacia la cabeza, y al mismo tiempo se quejó,<br />

cerrando los ojos fuertemente.<br />

—Maestra, ¿sucede algo? Maestra, ¿qué le pasa, está bien?<br />

—Abuelita ¿qué te pasa? ¿Te duele la cabeza? ¡Diana!, ¡Moni!<br />

Vengan, traigan algo para mi abuelita.<br />

Marcos se levantó de su silla de un salto y agarró en sus<br />

fuertes brazos a la señora.<br />

—Vamos, <strong>La</strong>ura, ve, acomoda la cama y háblale al doctor<br />

Ávila, por favor. <strong>La</strong> maestra está muy mal.<br />

Efectivamente, la maestra sufrió un fuerte dolor de cabeza, al<br />

grado que perdió el sentido. Paquita lloraba desconsoladamente y<br />

pedía a Dios que ayudara a su abuelita. Después de arreglar la cama<br />

de la habitación de la maestra, <strong>La</strong>ura fue en busca de su bolsa para<br />

hablar con el doctor Ávila. En su paso se encontró el teléfono de<br />

la señora y creyó que sería más rápido hablar de ahí. Al tomarlo,<br />

marcó inmediatamente y se llevó el auricular al oído, confiada de<br />

que ya estaba timbrando, y sólo se escucharon los mismos ruidos<br />

que unos momentos antes habían escuchado ella y su prometido.<br />

Se asustó tanto que aventó el teléfono contra la pared, y al caer éste<br />

al piso se hizo pedazos, por lo que corrió apresuradamente hacia el<br />

comedor, en donde había dejado su bolsa de mano. Esta vez tenía<br />

miedo, sabía que algo raro estaba pasando. Miró su bolso y se alegró<br />

un poco, tomó su celular y marcó al celular del doctor; algo nerviosa<br />

esperó el tono y a las tres veces, contestó el doctor Ávila; le pidió que<br />

por favor atendiera a la maestra de urgencia, le dio la dirección y<br />

éste le dijo que llegaría en unos quince minutos.<br />

<strong>La</strong>ura corrió a la habitación en donde estaban cuidando a la<br />

maestra; ya se encontraban con ella las muchachas de servicio y<br />

Carmen, la mamá de Carlos. Marcos estaba enfrente de la cama, a<br />

un lado de Paquita, quien no dejaba de llorar. <strong>La</strong> señora Carmen<br />

estaba a un lado de la maestra y del otro lado las sirvientas, con<br />

unas vendas húmedas de agua y alcohol.<br />

222


Cuando <strong>La</strong>ura pasó por el lugar en donde lanzó el teléfono<br />

contra la pared, ya estaba limpio el piso y no había ni un solo<br />

pedazo del teléfono, cosa que no le pareció nada de raro, pues<br />

pensó que alguien miró cuando lo quebró y pronto se puso a<br />

limpiar; total, que no comentó nada acerca del incidente. Cuando<br />

estuvo a un lado de su novio, las muchachas, sin planearlo<br />

miraron a <strong>La</strong>ura al mismo tiempo; ella se dio cuenta y pensó<br />

en el incidente y sólo dijo suavemente, casi nada más para ellas:<br />

lo siento. Ella se refería a que había quebrado el teléfono y que<br />

lo había olvidado tirado en el piso; las muchachas, al escuchar<br />

a <strong>La</strong>ura, no entendieron sus palabras, sólo asintieron con un<br />

movimiento de cabeza; después se miraron y sin comprender,<br />

se comunicaron con un movimiento de hombros. Marcos la<br />

abrazó y le preguntó en voz baja por el doctor, a lo que <strong>La</strong>ura<br />

le contestó que llegaría en quince minutos.<br />

Marcos le pidió a una de las muchachas que esperara en la<br />

puerta hasta la llegada del doctor Ávila. Le tocó ir a Diana, quien<br />

dirigió su mirada a su amiga, como pidiéndole que la acompañara.<br />

—No, quédate aquí por si algo se ofrece —le dijo Marcos<br />

a Mónica.<br />

—Está bien, señor, como usted diga.<br />

Diana se alejó lentamente, mirando hacia su espalda.<br />

Repetidas veces sintió que alguien caminaba detrás de ella y<br />

pensó que alguien decidió acompañarla, pero no era así; siguió<br />

su camino aterrada, pensando mil cosas. Al pasar por el patio,<br />

sintió necesidad de voltear hacia el jardín, pero se resistió hasta<br />

llegar a la puerta principal. Era como una fuerza, un imán que<br />

la obligaba a mirarlo. El aire se había calmado, se sentía bastante<br />

frío pero sin viento. Ahí permaneció por unos minutos, la fuerza<br />

misteriosa que sentía por voltear a ver el jardín era tan fuerte,<br />

que no pudo resistir. Se decidió a echar un ojo al jardín, al fin y al<br />

cabo estaba retirado, y además lo hizo para matar un poquito el<br />

tiempo, mientras llegaba el doctor. No miró nada raro y el miedo<br />

que sentía desapareció; se confortó y esperó paciente hasta que<br />

escuchó que un carro se estacionaba enfrente. En menos de un<br />

minuto se escuchó el conocido ruido de tocar la puerta con la<br />

manita de hierro que colgaba de una de las hojas; rápido abrió.<br />

223


El doctor se alarmó, un pequeño grito de terror escapó de su<br />

garganta; estaba totalmente distraído, pensando que tardarían en<br />

abrir. Cuando pudo respirar se disculpó, un poco nervioso.<br />

—Discúlpeme usted a mí, doc —dijo la sirvienta, y cambiando<br />

totalmente su estado de ánimo por uno mejor, le sonrió con una de<br />

sus mejores sonrisas y lo invitó a pasar—. Ya lo estaba esperando,<br />

pase por aquí, permítame cerrar.<br />

Lo primero que le llamó la atención al doctor fue el enorme<br />

patio con losa de mármol color beige.<br />

—Vaya, qué lindo patio y qué casa tan grande. ¿Usted aquí<br />

trabaja? —dijo refiriéndose a la muchacha.<br />

—Sí, somos dos las encargadas del servicio.<br />

—Me imagino que es muy pesado para ustedes mantener<br />

limpia toda esta casona... —de pronto se detuvo y con ojos<br />

incrédulos comentó a la muchacha de servicio—: Oh, Dios mío,<br />

¡qué jardín tan lindo! ¿Es de verdad? Perdón, quiero decir que es<br />

muy bonito, que parece que está pintado.<br />

—Sí, pero apúrese, que la señora está grave.<br />

El doctor caminó más rápido, olvidando lo que había<br />

dicho y visto, sólo se limitó a ir mirando de un lado a otro<br />

todo lo que estaba a su paso; es que había visto casas grandes<br />

pero nunca una como esa, en la que todo llamaba la atención,<br />

por insignificante que fuera.<br />

Se empezaron a oír voces y risas, parecía que alguien hablaba<br />

animadamente. También Diana se sorprendió cuando al llegar a la<br />

habitación de la maestra, la puerta estaba semiabierta y se apreciaba<br />

a la señora recargada en la cabecera de la cama y todos parecían<br />

estar felices.<br />

—Doctor, ¿qué tal, cómo está? Lo llamamos porque la maestra<br />

sufrió un desmayo, pero así como le dio, así se le quitó de repente;<br />

como que despertó de un sueño y todo quedó en la normalidad.<br />

Pero adelante, revísela a ver cómo está.<br />

—Sí, Marcos, gracias por tomarme en cuenta en estos casos,<br />

que creo que es lo más conveniente, ver a un médico para que<br />

dictamine exactamente qué fue lo que pasó. Si sufrió un desmayo,<br />

saber cuáles fueron sus causas. Con mucho gusto, vamos a ver.<br />

<strong>La</strong>ura, por favor ven, ayúdame, necesitamos que nos dejen solos<br />

con la maestra; pueden esperar en la sala.<br />

224


Pasaron más de veinte minutos; al fin salió <strong>La</strong>ura y les<br />

comentó todo lo que el doctor le explicó; después salió el doctor<br />

y llamó a la mamá de Carlos, diciéndole que la maestra quería<br />

que estuviera con ella mientras se recuperaba. <strong>La</strong>ura ordenó<br />

comida en su habitación para las dos, y le pidieron al doctor<br />

que los acompañara a comer, gesto que aceptó complacido.<br />

Paquita, ya un poco calmada, se divertía con la charla de<br />

los mayores; ella también opinaba y escuchaba con atención.<br />

Cuando el doctor se tuvo que retirar, recomendó que se le<br />

surtiera la medicina y se le administrara correctamente,<br />

que no era nada grave pero que tenía que terminar ese<br />

tratamiento, para restablecer sus fuerzas y mantenerla con<br />

una presión normal.<br />

Después de que el doctor se fue, <strong>La</strong>ura le pidió permiso a<br />

la maestra para llevar a Paquita a la tienda, petición a la que no se<br />

opuso, sino al contrario, le dio mucho gusto que los acompañara.<br />

<strong>La</strong>s muchachas, después de terminar sus labores se fueron<br />

a su cuarto y comentaron todos los detalles que habían pasado,<br />

dándose cuenta una vez más de que estaban pasando cosas<br />

espantosas. Pedirían permiso unos días después de Navidad y<br />

aprovecharían para ir a ver al sacerdote de la iglesia, a donde<br />

muy seguido iban a misa.<br />

En el trayecto a la tienda, <strong>La</strong>ura y Marcos comentaban que<br />

la maestra había sufrido una trasformación, porque no parecía<br />

la misma, y desde que volvió en sí, ya era la persona que habían<br />

conocido antes. Había adquirido un comportamiento y una actitud<br />

nunca vista en ella. En cuanto Paquita escuchó los comentarios,<br />

pidió la palabra para poder dar su opinión, y dijo:<br />

—Mi abuelita a veces sale en la noche y no regresa hasta<br />

muy de madrugada. Hay veces que se pasa horas y horas<br />

dormida en la banca que está dentro del jardín y nos pide que<br />

no la interrumpamos, y cuando llega a su habitación, se vuelve<br />

a dormir. Ya casi no juega conmigo, como lo hacía antes, ya no<br />

me cuenta historias, parece que es otra persona. ¿Ustedes creen<br />

que algo le está pasando a mi abuelita? Díganme por favor,<br />

ayúdenme a recuperarla, era tan buena. <strong>La</strong> pequeña no pudo<br />

evitarlo y soltó el llanto.<br />

225


—Cálmate m’ija, ya se le pasará. Ahora que se empiece a<br />

tomar sus vitaminas y que tome su medicina adecuadamente, se<br />

recuperará y volverá a ser con todos la misma maestra y la misma<br />

abuelita que siempre te ha querido —dijo <strong>La</strong>ura.<br />

—Así es —asegundó Marcos—. Yo también creo lo<br />

mismo, m’ija. Mientras tu abuelita siga las instrucciones del<br />

doctor Ávila, pronto estará bien y volverá a contarte historias<br />

más bonitas, ya verás.<br />

226


<strong>La</strong> aparición del brujo<br />

y el regalo del libro<br />

Se miraron tiernamente y una sonrisa los cobijó, sintieron la<br />

misma necesidad de hacer una pausa, cada quien metido en su<br />

pensamiento; así llegaron a la primera tienda en la que hicieron<br />

varias compras; fueron a dejarlas a la camioneta para después ir a<br />

otra tienda, caminando. Cruzaron la calle y en eso se arrimó un<br />

hombre sucio, que tenía tiempo que no tocaba el agua, y les pidió<br />

una limosna; Marcos se detuvo y mirando fijamente al hombre,<br />

depositó en sus manos unos billetes que lo sacarían de apuros por<br />

unos días. El señor, muy agradecido, le regaló un libro que traía<br />

entre sus ropas: era un libro viejo y sucio.<br />

—Ten —le dijo con un acento de árabe— léelo, te va a gustar.<br />

Este libro tiene una magia únicamente para su dueño, pero yo<br />

puedo elegir a la persona que va a hacer uso de toda la magia que<br />

en él se escribió. Este libro perteneció a una familia muy rica, que<br />

según ellos sólo existían en el mundo otros dos libros igual a éste. De<br />

acuerdo a la historia que se narra en el libro, hay una forma de hacer<br />

un rito para mantener a tu ser querido rendido a tus pies y también<br />

cómo conservar la juventud por medio de un té compuesto de rosas<br />

de diferentes colores, y muchas recetas médicas hechas a base de<br />

productos naturales.<br />

<strong>La</strong>ura y la niña esperaban impacientes, ya <strong>La</strong>ura le había<br />

llamado tres veces y Marcos seguía escuchando a aquel extraño<br />

con mucha atención, parecía que en sus palabras había algo de<br />

227


confianza; tenía aspecto de brujo: pelo lacio y descuidadamente<br />

arreglado, su sombrero de palma de ala ancha dejaba ver una<br />

parte de su frente, que era bastante pequeña y llena de arrugas que<br />

delataban, sin duda, un mal pasado; ojos sumidos y muy abiertos,<br />

los pómulos demasiado marcados, haciendo resaltar más una nariz<br />

aguileña. Al hablar dejaba ver algunos dientes llenos de caries, que<br />

lucían sucios y muy ralos.<br />

Al fin Marcos pudo hablar y preguntó: —¿De dónde sacaste<br />

este libro? Es muy viejo. Si contiene lo que tú dices, debe valer<br />

mucho para sus dueños.<br />

—No hagas más preguntas, tómalo, te lo regalo porque tú<br />

eres un hombre bueno y tu bondad no te permitirá hacer mal<br />

uso de él. Yo a lo mejor ya no podré conservarlo, ya no podré<br />

cumplir mi juramento. Sólo cumpliré con mi última voluntad de<br />

ponerlo en manos de un hombre bueno, como seguramente eres<br />

tú. Escucha: yo conozco tu pasado y puedo predecirte el futuro...<br />

por ejemplo: pronto contraerás matrimonio y económicamente<br />

seguirás muy bien.<br />

En eso se acercó <strong>La</strong>ura y lo jaló del brazo suavemente,<br />

diciéndole que tenían prisa, que no tenía por qué estar perdiendo el<br />

tiempo escuchando a ese loco. Al momento que ella lo jaló, Marcos<br />

volteó a decirle que esperara unos minutos solamente, que sólo<br />

pediría unos datos a ese hombre.<br />

—Está bien, dijo <strong>La</strong>ura, y se retiró al lugar en donde Paquita<br />

esperaba.<br />

Marcos la miró hasta que llegó con la pequeña, y luego<br />

de enviarle un beso se volteó a seguir platicando con el extraño,<br />

y grande fue su sorpresa al ver que ya no estaba; lo buscó con la<br />

mirada entre la gente que pasaba por el lugar. Era fácil reconocerlo,<br />

pues traía una cobija terciada al hombro y chamarra cazadora color<br />

beige; el color exacto del pantalón no se distinguía, por el exceso de<br />

uso. Usaba un sombrero de palma extendido, con barbiquejo.<br />

Miró para un lado, después para el otro y rápidamente<br />

regresaba su mirada al lado anterior, y así sucesivamente, y ya<br />

desesperado, ponía su mano derecha sobre su frente, para hacer<br />

más firme su vista. Recorrió con su mirada por varios minutos<br />

la distancia que más o menos podría haber caminando mientras<br />

atendía a su novia; una palabra en inglés escapó de sus labios y<br />

228


al mismo tiempo, chocando sus manos, la derecha cerrada y la<br />

izquierda abierta, caminó hacia sus acompañantes. <strong>La</strong>ura se pudo<br />

dar cuenta de que algo le molestó, el ceño fruncido le confirmaba su<br />

sospecha: —¿Ocurre, amor?<br />

—No, no. Todo está bien. No pudo evitar dirigir una mirada<br />

hacia atrás, en donde unos minutos antes había estado platicando<br />

con un hombre extraño, que lo dejó en suspenso. Cuando le dijo<br />

que él sabía su pasado, se le clavó esa frase en el cerebro, y que<br />

pronto se casaría; esto sí estaba de pensarse, pues poca gente sabía<br />

que se casaría.<br />

Estaba inquieto, impaciente; cuando caminaban hacia la<br />

tienda echó un vistazo alrededor, como buscando a ese hombre<br />

que tenía tal vez datos de su vida pasada, que a Marcos tanto le<br />

interesaban. Desde que perdió parte de su memoria, todo lo que<br />

fue su pasado le interesaba demasiado y ahora que ese hombre le<br />

dijo que él conocía su pasado, era el momento de saberlo. Tal vez de<br />

esta manera recuperaría todo lo que se le hacía tan difícil recordar.<br />

Miraba el libro y lo presionaba nerviosamente, lo traía pegado<br />

al pecho, como un tesoro; por lo menos era la única evidencia de<br />

aquel hombre extraño y estaba seguro de que algo tendría que saber<br />

de ese libro.<br />

<strong>La</strong>ura al fin se fijó y le preguntó: —¿Y ese libro? ¿De dónde lo<br />

sacaste? Es muy viejo, ¿no me digas que te lo vendió el fulano con<br />

el que platicabas?<br />

Los comentarios que la novia le hizo no le cayeron muy bien<br />

a Marcos, pero éste hizo lo posible por evitar un enfrentamiento.<br />

—No, mi amor, no me lo vendió, me lo regaló; me dijo que<br />

fue en agradecimiento por la limosna que le di.<br />

—Pues está muy feo, déjame ver: no tiene ni nombre ni autor.<br />

—No importa, en cuanto lleguemos a la casa lo leeré y ya veré<br />

si está bien o no. De todas maneras es un obsequio.<br />

—Sí, pero es de un extraño, y en estos tiempos no se sabe si es<br />

con buena voluntad o sin...<br />

—No temas, mi amor, parecía un buen hombre. Sólo que<br />

estaba… necesitado de dinero y yo le di para que se la pasara bien<br />

unos días y a él le pareció bien regalarme este libro a cambio, como<br />

muestra de su agradecimiento, eso es todo.<br />

229


Se dieron un beso y un abrazo y siguieron haciendo sus<br />

compras. Paquita observó todo pero no dijo nada, se guardó<br />

sus comentarios; ella había visto un libro igual y con las mismas<br />

características.<br />

Pronto se olvidaron del incidente, compraron todo lo que<br />

habían planeado y llevaron las cosas a la camioneta, para después<br />

dirigirse a una cafetería que estaba a un lado de la tienda en la que<br />

habían comprado las cosas para el hogar. Ahí pasaron un buen rato,<br />

hasta ya un poco noche; hablaron a la casa de la maestra avisando<br />

que ya iban de regreso, y también para saber cómo seguía la señora.<br />

Todo estaba bajo control.<br />

Cuando se alejaban, <strong>La</strong>ura pudo ver a Marcos cómo miraba<br />

para todos lados. Parecía que con su mirada buscaba a alguien, y se<br />

lo hizo saber: —¿Buscas a alguien, mi amor?<br />

—No, no, sólo estoy mirando las luces y los arreglos navideños.<br />

<strong>La</strong>ura sintió celos pero Marcos disimuló y siguió como si<br />

nada. Claramente sabía que era muy tarde para volver a ver a ese<br />

hombre misterioso. Arrancó lentamente, tratando de dirigir la<br />

camioneta a la izquierda, para retornar en U y pasar por el mismo<br />

lugar, con la intención de volver a mirar a ese hombre y pedirle su<br />

dirección, para después ir a que le predijera el futuro y le hablara<br />

de su pasado. Un repentino frenón lo sacó de sus pensamientos:<br />

se había metido un coche en su carril, lo cual le hizo frenar de<br />

inmediato; el carro que venía atrás de él casi le pega también, pero<br />

se dieron cuenta del carro que se metió al carril de Marcos, así<br />

que no hubo pitadera ni reclamos en voz alta. Miró por el espejo<br />

retrovisor al conductor de atrás y notó que éste sólo movía la<br />

cabeza, reprobando la acción del mal conductor.<br />

De ahí a la casa de la maestra todo transcurrió normal.<br />

Llegaron, bajaron las cosas que compraron y con ayuda de una de<br />

las muchachas, pronto terminaron de acomodarlas. Luego de pasar<br />

con la maestra a darle la medicina, aprovecharon para ver cómo<br />

estaba y despedirse, pues tenían que llevar las cosas que la mamá de<br />

<strong>La</strong>ura necesitaba para la cena de Nochebuena.<br />

Se despidieron recordando que Marcos pasaría por ellas al<br />

día siguiente por la tarde. Se alejaron y antes de llegar a la puerta<br />

230


principal, <strong>La</strong>ura volteó hacia el jardín, más por voluntad que por<br />

coincidencia; quería decirle a su novio que ese jardín cada vez más<br />

le robaba su voluntad, que sentía necesidad de mirarlo, de ir ahí<br />

adentro. Algo raro, pero así era cada vez que estaba ahí y después<br />

de eso sentía miedo, pero no se atrevió. Pensó que eso era una<br />

superstición de ella misma.<br />

Marcos se fijó en que su novia miraba al jardín cada vez<br />

que tenía oportunidad y hasta había pensado darle la sorpresa:<br />

al casarse, le mandaría hacer un jardín tan grande como el de la<br />

maestra, que tanto le había llamado la atención a su querida, pero<br />

ignoraba lo que en realidad estaba por pasar. Siguieron su camino<br />

felices; ya pronto estarían juntos, que era lo que más anhelaban. Se<br />

abrazaron con el amor de siempre y suavemente se besaron.<br />

—Ya vámonos, ya es tarde y mamá me está esperando con las<br />

cosas para la cena.<br />

—Sí, mi amor, yo sé que perdimos mucho tiempo, ya es hora<br />

de que estuviéramos dormidos, descansando, para estar listos para<br />

mañana, que va a ser sin duda un día muy atareado.<br />

Arrancó su poderosa camioneta a toda velocidad; <strong>La</strong>ura<br />

permaneció callada durante el trayecto, pero muy cerquita de su<br />

novio. Ya faltaba poco tiempo para estar en sus brazos. Marcos la<br />

miraba de reojo y pensaba lo mismo, que ya en unos días sería su<br />

esposa y estarían juntos para siempre. Suspiró y acercando su boca<br />

a su oído, le susurró suavemente: “Te amo”, y ella le presionó sus<br />

brazos fuertes.<br />

Pronto llegaron a casa de <strong>La</strong>ura, bajaron las cosas, se<br />

despidieron y Marcos se alejó feliz, quería descansar; estaba seguro<br />

de que al día siguiente estaría muy ocupado. <strong>La</strong> noche transcurrió<br />

serena y muy fría.<br />

231


<strong>La</strong> cena de Navidad<br />

y petición de mano<br />

Muy temprano, en la casa de la maestra las muchachas de servicio<br />

se daban a la tarea de dejar todo en orden, ya que su patrona les<br />

había dado libre toda la semana y ellas, como agradecimiento,<br />

querían dejar la casa limpia y en orden. Sólo servirían el desayuno<br />

y después se podrían retirar. Muy contentas por la respuesta de<br />

la maestra, al permitirles descansar una semana, con goce de<br />

sueldo y además, su aguinaldo.<br />

Terminaron el desayuno y se despidieron de cada una. <strong>La</strong><br />

maestra les dijo que podrían dormir y comer en su casa, si así lo<br />

deseaban, sin tener que hacer su trabajo de rutina; esto les ofreció<br />

como invitadas. <strong>La</strong>s muchachas notaron algo muy raro en ella, tenía<br />

otro comportamiento, hasta la voz de ternura se le escuchaba en cada<br />

palabra. Una de ellas le comentó a la otra, cuando estaban preparando<br />

su equipaje, que ahora sí era la maestra la que estaba hablando.<br />

—Esa voz —siguió la muchacha con sus comentarios—, y su<br />

comportamiento son de ella, así la conocimos, ¿recuerdas, Diana?<br />

—Sí, es ella. Ella es la que nos habla con ternura. Entonces,<br />

¿tendrá otra personalidad?<br />

—Yo creo que sí, y la adopta cuando está en el jardín, pero no<br />

te preocupes, esto lo sabremos muy pronto.<br />

<strong>La</strong>s dos muchachas alistaron sus maletas y contentas fueron<br />

a despedirse de la señora y de Paquita, a quien también le habían<br />

tomado bastante cariño. Después de abrazos y de desearse feliz<br />

Navidad, las dos jóvenes muchachas se alejaron.<br />

233


Al día siguiente, la mamá de Carlos, la maestra y Paquita se<br />

arreglaban: tenían que estar listas para la hora que Marcos pasara<br />

por ellas. <strong>La</strong> hora llegó y en la puerta sonó el timbre, exactamente a<br />

la hora en que Marcos había dicho.<br />

—Pasa muchacho, pasa, ya te estamos esperando, la maestra<br />

y Paquita están ahí dentro.<br />

—Gracias, señora Carmen. Yo mismo voy por ellas, de seguro<br />

ya están desesperadas, ¿verdad? Pues ahorita mismo nos vamos.<br />

Así era: ellas ya estaban esperando pero la mamá de Carlos<br />

no contestó y cuando Marcos entró, luego luego le dieron su abrazo<br />

de Nochebuena.<br />

—Ya no esperemos más, yo estoy ansiando irme ya de una<br />

vez, sólo que Carmen me ayude con estos regalos; Paquita que se<br />

lleve los demás y tú Marcos, me recuerdas de darte las llaves, para<br />

que me hagas favor de cerrar la puerta. ¡Ya apúrense! ¡Vámonos!<br />

<strong>La</strong>ura ha de estar desesperada porque ya es tarde.<br />

Marcos, todo un caballero, no permitió que nadie cargara<br />

nada; él se llevó todas las cosas. Salieron ellas por delante, esperaron<br />

a que Marcos abriera la puerta de su camioneta, pero ésta ya estaba<br />

abierta, Marcos la había abierto con su control desde adentro, desde<br />

el patio de la casa.<br />

—Ya pueden pasar, acomódense en donde gusten. Permítame<br />

las llaves, maestra.<br />

Una vez que todas estuvieron en sus respectivos lugares,<br />

Marcos se regresó a cerrar la puerta de la casa, pero al momento<br />

en que agarró la hoja de la puerta, que estaba totalmente abierta,<br />

algo extraño llamó su atención: una luz en medio del jardín, que<br />

rápidamente se convirtió en una llamarada que creció tanto hasta<br />

alcanzar la altura de los rosales; una llama amarilla que iluminó<br />

claramente parte del patio. Marcos corrió al instante al jardín, su<br />

intuición de salvar vidas lo llevó mecánicamente, sin dejar de ver<br />

la llamarada y averiguar qué era lo que se estaba quemando y para<br />

saber cómo apagar el fuego.<br />

No alcanzó a ver más, de pronto, la pequeña llama de fuego<br />

se extinguió, volviendo a reinar la obscuridad. Marcos detuvo<br />

su carrera y quedó cegado por unos segundos: la llama era tan<br />

intensa que le flameó la vista por unos instantes. Como pudo,<br />

234


Marcos se acercó pero no pudo averiguar nada, todo estaba en total<br />

normalidad, no olía a quemado, que fue lo primero que checó; no<br />

había humo, no había señal de incendio.<br />

Medio confundido, sólo caminó unos metros por un<br />

lado del jardín, tratando de oler o ver algo raro, pero no pudo<br />

investigar nada. Sintió que una corriente de aire helado lo<br />

invadió y experimentó algo de miedo. Se alejó sin dejar de<br />

mirar al lugar en donde se había iniciado el incendio; cuando<br />

llegó a la puerta, ésta estaba cerrada y se extrañó, porque la hoja<br />

estaba tan pesada que se oiría el golpe al cerrarse a causa del aire.<br />

<strong>La</strong> abrió rápidamente y la volvió a cerrar; metió la llave en la<br />

cerradura y sintió una curiosa sensación de quemadura cuando<br />

dio vuelta a la llave para cerrar. Retiró su mano al instante, con<br />

el mismo movimiento y rapidez que cualquiera hubiera hecho al<br />

quemarse los dedos con la llave. El movimiento brusco llamó la<br />

atención de quienes estaban dentro de su camioneta.<br />

Sacó su pañuelo para poder agarrar la llave sin quemarse;<br />

dio vuelta en dirección a cerrar, sacó la llave y la mantuvo en el<br />

pañuelo, miró por sobre sus hombros y alcanzó a ver que la maestra<br />

lo miraba, sin poder entender.<br />

Rápidamente bajó los escalones, pues ya se había demorado<br />

bastante y no se le ocurría nada qué decir por su tardanza dentro<br />

de la casa. Sintió que le jalaron suavemente los cabellos, pero se<br />

tranquilizó, sabía que traía los nervios de punta y eso lo atribuyó al<br />

incidente del incendio.<br />

Subió a su camioneta, su corazón latía rápidamente; estaba<br />

seguro de que no podría hablar normalmente, por lo que esperó<br />

a calmarse para poder explicar cuando le preguntaran el por qué<br />

había tardo tanto. <strong>La</strong> maestra fue quien hizo la pregunta: —¿Pasó<br />

algo, hijo? ¿Se te olvidó algo? Si quieres vamos adentro, ¿necesitas<br />

ir al baño o algo así?<br />

<strong>La</strong> maestra lo agobió de preguntas y Marcos, temeroso de<br />

que su voz titubeara, solamente contestó que estaba bien, que sólo<br />

echó un vistazo porque escuchó un ruido en el techo.<br />

—¿Y lo de la puerta? ¿Te dio toques? Hay veces que los<br />

zapatos o la ropa transmiten electricidad por medio de la estática,<br />

y descarto la posibilidad de un cable eléctrico roto, porque no hay<br />

cables cerca de la puerta.<br />

235


—No, no fue nada de eso; lo que pasó es de que tengo una<br />

cortadita en este dedo y me lastimó.<br />

<strong>La</strong> maestra, convencida, se olvidó de lo que miró y Marcos<br />

aprovechó para decirles que Carlos y su esposa ya estaban en<br />

camino, de igual manera don Chuy y Elsa. —Yo creo que a esta<br />

hora ya deben estar esperando—, les dijo.<br />

Pronto llegaron a la casa de <strong>La</strong>ura, bajaron todos. Ya estaba<br />

la mamá de <strong>La</strong>ura en la puerta, esperando y dando el paso a los<br />

invitados. Apenas entraron, de inmediato fueron a saludarse de<br />

beso y abrazo, preguntando por qué tanta tardanza. <strong>La</strong> maestra se<br />

encargó de explicar, mientras que Marcos seguía saludando a sus<br />

amigos y conociendo más todavía.<br />

<strong>La</strong>ura lo llevó de la mano y le presentó a su papá; se saludaron<br />

como viejos amigos y se sentaron unos instantes solos en la cocina;<br />

ahí el papá de <strong>La</strong>ura le empezó a platicar anécdotas de cuando ella<br />

era una chiquilla.<br />

<strong>La</strong>ura fue por su mamá y dejó a alguien de su familia en la<br />

puerta, para recibir a los demás invitados. Llegaron el comandante<br />

Salazar y su esposa, José y su esposa, Gilberto y su novia.<br />

En la casa ya estaban <strong>La</strong>lo, Marthita, Rosalía y más invitados<br />

por parte de la familia de <strong>La</strong>ura. Todos ellos estaban sentados en<br />

la sala muertos de risa, contando chistes sólo para gente grande;<br />

Paquita y la hermana menor de <strong>La</strong>ura jugaban en su cuarto.<br />

En ese instante la mamá de <strong>La</strong>ura los invitó a pasar al<br />

patio, en donde estaba ya un cuadro formado con sillas y mesas<br />

con manteles blancos muy largos; un adorno de flores frescas<br />

en cada mesa, botellas de vino tinto y de otros, y una cubeta<br />

con cervezas de botella en hielo. Unas muchachas muy bien<br />

uniformadas empezaron a servir la cena; había unas mesas<br />

especialmente arregladas con globos y bastantes flores, y un<br />

letrero que decía: “Marcos: bienvenido a la familia”, otro con la<br />

frase: “Feliz Navidad para todos”.<br />

En el otro extremo, se podría decir que enfrente, había<br />

como un foro, un DJ que amenizaba la reunión con música muy<br />

suave, como cuidadosamente planeado; el patio era bastante<br />

grande: sus macetones lucían muy bien, toda la casa estaba de<br />

fiesta. Había luces de colores por todo el patio, decorando en su<br />

totalidad la escena navideña.<br />

236


De pronto, una voz dando la bienvenida se escuchó por el<br />

micrófono: era el licenciado Gilberto, quien dijo:<br />

—Esta noche es muy especial para la familia, ya que hoy<br />

se hace un compromiso y sólo pido un poco de silencio, porque<br />

voy a solicitar la presencia de la maestra Mary y del licenciado<br />

don Jesús Rentería.<br />

Don Chuy, muy contento, pasó al frente, esperó que llegara la<br />

maestra, que venía acompañada de su alumno Carlos, quien la dejó<br />

a un metro del foro. Los invitados aplaudieron, Gilberto bajó del<br />

foro y tomó del brazo a la maestra, que lucía como toda una señora.<br />

<strong>La</strong> llevó hasta el micrófono, volvió a bajar y dando un abrazo a don<br />

Chuy lo invitó a subir. <strong>La</strong> maestra, con su voz tierna y encantadora,<br />

dio la bienvenida a todos los invitados:<br />

—Señores —dijo dirigiéndose a los papás de <strong>La</strong>ura— con<br />

todo el respeto del mundo, que usted y su esposa se merecen, yo,<br />

María Rentería, a nombre de Marcos Carrera le pido públicamente<br />

la mano de su hija <strong>La</strong>ura.<br />

A continuación, cedió el micrófono a don Chuy, quien<br />

expresó: —Muy buenas noches a todos. Primero, muchas gracias<br />

por acompañarnos en esta bonita reunión, en la cual me dirijo a los<br />

papás de <strong>La</strong>urita, a quienes respetuosamente les pedimos la mano<br />

de su hija, para que contraiga matrimonio con mi amigo, Marcos<br />

Carrera.<br />

Los papás de <strong>La</strong>ura se levantaron de sus sillas y aceptaron<br />

muy contentos. A la mamá, muy emocionada, se le llenaron los<br />

ojos de lágrimas; su corazón latía más rápido que de costumbre, y<br />

solamente se le ocurrió decir que con mucho gusto entregaban la<br />

mano de su hija.<br />

En seguida tomó el micrófono el licenciado Gilberto<br />

Jiménez, para manifestar: —Ahora que ya el compromiso se hizo<br />

verbalmente, y que los padres de <strong>La</strong>ura han aceptado, vamos a ver<br />

qué dicen los novios. ¡Que pasen los novios!<br />

Una diana se escuchó al tiempo en que <strong>La</strong>ura y Marcos,<br />

tomados de la mano y muy sonrientes, llegaron hasta donde los<br />

papás esperaban de pie. <strong>La</strong>s porras y los aplausos se dejaron escuchar<br />

por unos minutos. Los globos que adornaban la mesa especial, uno a<br />

uno se fueron elevando lentamente y varias personas no apartaron la<br />

237


mirada de ellos, hasta que se perdieron en las alturas. <strong>La</strong>ura y Marcos<br />

se pararon frente al foro, y con la cara muy en alto, orgullosamente<br />

<strong>La</strong>ura dijo que sí se casaba con Marcos Carrera. Dieron media vuelta<br />

y frente a sus papás les dijo que sí se quería casar con Marcos<br />

Carrera; se dieron un abrazo y luego Marcos les dio las gracias a<br />

todos los invitados; agradeció a sus futuros suegros por aceptarlo<br />

y confiar en él. Les agradeció a don Chuy y a la maestra Mary<br />

por representarlo ante sus suegros.<br />

Alguien de los invitados gritó: “¡Que suba al micrófono!”, y<br />

todos gritaron y aplaudieron al mismo tiempo. Marcos tomó a su<br />

novia de la mano y juntos subieron al foro: rió un poco nervioso y<br />

cuando se hizo un total silencio, dijo:<br />

—Están todos ustedes invitados a nuestra boda. Ya<br />

tenemos la fecha y precisamente por eso la escogimos: el 14<br />

de febrero, el Día del Amor y la Amistad. Los esperamos.<br />

Muchas gracias y que siga la fiesta.<br />

Todos los invitados de pie, gritaron porras y vivas; algunos<br />

abrieron botellas de champagne y las rociaron a los prometidos.<br />

Ellos, abrazados y muy pegaditos, sonrientes y felices, esperaron<br />

a que vaciaran las botellas del típico líquido fiestero en todo sus<br />

cuerpos, y se fueron a cambiar de ropa (<strong>La</strong>ura, porque Marcos<br />

no traía). <strong>La</strong>ura le prestó una camisa de su papá y un short, ropa<br />

que le quedó bastante ajustada, pero esto era mientras se le secaba<br />

su traje. Al estirar los fuertes brazos, casi rompe la camisa; se<br />

arremangó las mangas, como de costumbre, y salieron a sentarse<br />

a la mesa especialmente decorada para ellos. <strong>La</strong> música comenzó a<br />

escucharse suave y muy agradable.<br />

Don Chuy, después de la cena, pidió permiso para invitar<br />

a un cantante local muy conocido, petición a la que los papás de<br />

<strong>La</strong>ura accedieron. Una hora después, estaban disfrutando de las<br />

bonitas interpretaciones de “El Consentido de Durango”, que<br />

deleitó a todos con sus canciones.<br />

Después siguió el baile y todo mundo a bailar. El ambiente<br />

invadió a chicos y grandes, todos estaban disfrutando del buen<br />

momento; los niños y las niñas preguntaban ansiosos a qué horas<br />

iban a abrir los regalos, pues ya faltaba poco para que la Nochebuena<br />

se terminara y empezara la Navidad.<br />

238


Sólo faltaban unos cuantos minutos para las doce de la noche<br />

del 24 de diciembre de ese año que estaba por terminar, en el que<br />

habían pasado tantas cosas positivas para muchos, algunos hacían<br />

comentarios y otros estaban pensando en futuros proyectos.<br />

De pronto se escuchó nuevamente la voz del licenciado<br />

Jiménez, quien pedía a los que aún bailaban que tomaran<br />

sus respectivos lugares para poder hacer un brindis, ahora<br />

por la Navidad que estaba por llegar, y para llevar a cabo el<br />

intercambio de regalos.<br />

Se hicieron los brindis y se expresaron los buenos deseos,<br />

seguidos por los abrazos. Todos, como una gran familia, subieron<br />

al foro e hicieron público su deseo. Después de abrir los regalos, se<br />

empezaron a retirar, asegurando que estarían listos para la boda.<br />

Marcos y su familia adoptiva también se despidieron. <strong>La</strong><br />

madrugada era muy fría, el rocío era casi hielo; la ropa se pegaba al<br />

cuerpo y parecía mojada. Llegaron a la casona y la maestra invitó a<br />

Marcos a dormir con ellos; tenía recámaras para huéspedes que aún<br />

no se habían estrenado y estaban limpias, pero Marcos cortésmente<br />

rechazó la invitación, tenía muchas cosas qué hacer en su casa, por<br />

lo que decidió retirarse a descansar.<br />

Al otro día por la mañana, Marcos se despertó un poquito<br />

pasadas las diez; había estado sonando insistentemente el teléfono<br />

y cuando se decidió a contestar supo que era <strong>La</strong>lo, que lo estaba<br />

invitando a su casa a desayunar. Marcos aceptó complacido, le dijo<br />

que estaría listo en menos de media hora.<br />

Después del desayuno hablaron de negocios y al parecer todo<br />

marchaba muy bien; también le enseñó un video del día que se hizo<br />

entrega de los aguinaldos en las tres sucursales. Marcos estaba feliz,<br />

el bienestar de sus trabajadores y sus familias lo confortaba.<br />

Marcos, después de que miraron los videos y de checar la lista<br />

de los trabajadores nuevos, le pidió a <strong>La</strong>lo que le organizara la boda,<br />

que dispusiera del personal si era necesario, que de todas formas<br />

recibirían su sueldo. Le comentó que hay personas muy creativas<br />

y de esas quería para que la ceremonia de su boda fuera especial.<br />

—Bueno, <strong>La</strong>lo, dejo todo en tus manos. Háblame cuando<br />

tengas todo listo. ¿Ok?<br />

El joven aceptó gustoso; más que nada, lo haría por amistad.<br />

239


Inicia la investigación<br />

del misterio<br />

Mientras, en otra parte de la ciudad, Lionel el amigo de Carlos, ya<br />

tenía algunos datos y quería hablar con la maestra acerca de la banca.<br />

Se comunicó con Carlos y le pidió hacer la cita para el día siguiente;<br />

una hora más tarde, Carlos le confirmó la hora; había hablado con la<br />

maestra y ella aceptó, sólo que debería de hablar con <strong>La</strong>ura, para ver<br />

si podría ir cuidar a Paquita, mientras se hacía la investigación. Todo<br />

se arregló en minutos.<br />

<strong>La</strong>ura se comunicó con su novio y pasarían el resto del día<br />

juntos; ahí se pondrían de acuerdo. Además, Marcos se moría por<br />

comentarles a don Chuy y a Carlos lo que había visto en el jardín.<br />

<strong>La</strong> maestra habló con Marcos y después con don Chuy, para<br />

invitarlos a su casa para que fueran testigos de la investigación.<br />

Marcos se despidió de <strong>La</strong>lo y se dirigió a su casa para recoger<br />

algunas cosas y de ahí pasaría por su novia. Rápidamente se dio un<br />

regaderazo antes de ir por <strong>La</strong>ura, y cuando abrió el cajón donde<br />

guardaba su ropa interior, miró el viejo libro que el indigente le había<br />

regalado y volvió a recordar las palabras que le dijo: “Pronto te casarás.<br />

Yo sé tu pasado y puedo ver tu futuro”. Se mordió los labios y hojeó<br />

el libro. Se detuvo y leyó un poco: “Sólo podrás romper el hechizo<br />

si quemas tu jardín completamente, pero si lo haces… perderás tu<br />

belleza y aparte perderás a un ser querido”. Echó otro vistazo en otras<br />

hojas del misterioso libro, donde pudo leer: “Podrás vivir el tiempo<br />

que desees, siempre y cuando hagas el bien”. Se sobresaltó cuando<br />

241


timbró el teléfono de su casa; cerró el libro, lo guardó en el mismo<br />

lugar y fue a contestar la llamada. Era su novia, que ya lo estaba<br />

esperando, a lo que Marcos contestó que en unos cuantos minutos<br />

estaría en su casa.<br />

Salió rápidamente, olvidando por completo lo que había leído<br />

en ese extraño libro. Ya en casa de su novia, le sugirió ir por la maestra,<br />

la mamá de Carlos y Paquita, para llevarlas a comer. Encantada de<br />

cumplir los deseos de su prometido, <strong>La</strong>ura aceptó.<br />

Fue un día muy feliz para ellos; después de comer fueron<br />

al cine y posteriormente al parque, donde caminaron por varios<br />

lugares, en los cuales la maestra les contó algo diferente y en<br />

ocasiones Paquita también participó en la conversación: ella<br />

también había tenido varias aventuras que no perdió tiempo<br />

en contarlas; aprovechó para contar cómo fue que perdió a su<br />

perrito y dónde fue la última vez que jugó con él.<br />

Ya obscurecía, la noche se acercaba, por lo que decidieron<br />

regresar a casa. Al llegar, la maestra habló a solas con Marcos y<br />

<strong>La</strong>ura; le encargó a <strong>La</strong>ura cuidar a Paquita mientras ellos asistían a las<br />

investigaciones; los tres quedaron de acuerdo y se despidieron.<br />

Marcos llevó a <strong>La</strong>ura a su casa y ella lo invitó a cenar. Cocinaron<br />

juntos por primera vez, llenos de risa, según ellos muy bajito, para<br />

no despertar a la familia de <strong>La</strong>ura, que ya dormía. El hecho de estar<br />

cocinando juntos y por los nervios que eso les ocasionaba, los hizo<br />

olvidar algunas cosas tan sencillas, que eso era lo que les causaba<br />

la risa. Cenaron muy contentos, prolongando cada vez más sus<br />

comentarios; el tiempo no les importaba, la felicidad de estar juntos<br />

los hacía olvidar todo lo que existía.<br />

Lionel empezó su trabajo: pidió a la maestra fechas y datos<br />

desde que ella conoció la banca; después de que los obtuvo, cerró su<br />

libreta de apuntes y pidió ir a ver la banca. Todos fueron al jardín,<br />

se detuvieron a escasos tres pasos de la entrada. <strong>La</strong> maestra pidió a<br />

Lionel que pasara, ellos esperarían afuera del jardín. Lionel, no muy<br />

convencido, invitó a su amigo Carlos, quien lo miró sin decir palabra<br />

alguna. <strong>La</strong>nzó una mirada a sus amigos y después a la maestra, quien<br />

le medio sonrió y acto seguido entró detrás de él.<br />

Después de unos minutos de silencio, se escuchó la voz de<br />

Lionel, que dijo: —Oh Dios mío, es idéntica.<br />

242


Los que se quedaron afuera sólo se miraron entre sí y en<br />

silencio siguieron escuchando la voz de Lionel, el amigo de Carlos.<br />

Lionel siguió hablando con Carlos y le dijo que revisarían otro<br />

detalle más: era el dibujo que existía en la parte posterior de la banca.<br />

Era como un tatuaje, imborrable a pesar del tiempo, sólo había que<br />

limpiarlo para apreciarlo mejor. Después de confirmar lo que ya<br />

Lionel sabía, se escuchó el ruido de las yerbas secas en la salida: eran<br />

ellos, que terminaron con la primera inspección.<br />

—Pues no hay más que investigar. Sí es.<br />

—¿Sí es qué? —Preguntó inmediatamente la maestra—, ¿sí<br />

es… qué? Yo no entiendo por qué no me hablas claro, muchacho; yo<br />

sólo sé que pasa algo misterioso cuando estoy sentada o cerca de ella,<br />

de la banca. No entiendo, a ver, explícame bien.<br />

—Sí, maestra, es la misma banca que yo había sospechado<br />

—miró hacia el jardín, como si tratara de asegurarse de que nadie<br />

estuviera escuchando, y preguntó—: ¿Podemos pasar a la sala? Ahí<br />

les quiero contar algo.<br />

—Claro que sí, vamos todos.<br />

Lionel empezó su historia pacientemente, cuidando de no<br />

perder ningún detalle en su charla:<br />

—Hace ya muchos años que las historias, relatos y leyendas han<br />

hecho de Durango único y especial, desde la llegada de los españoles<br />

y de las familias adineradas, aferradas a buscar más y más dinero cada<br />

día. En ese tiempo, la juventud era de modales muy finos y recatados,<br />

pero había… como siempre han existido, el amor y el odio, que son<br />

los factores más comunes en cambiar a las personas, no importando<br />

edad, religión, sexo o posición económica.<br />

Llegaron a la sala y se hizo una pausa mientras se acomodaban<br />

en sus lugares; la maestra pidió permiso para ir por unos<br />

refrescos a la cocina. Marcos, muy acomedido, no dejó ir a la<br />

maestra, sino que pidió de favor ir él. Cuando regresó, ya todos<br />

estaban relajados, esperando a que Lionel continuara. Una vez<br />

que Marcos sirvió la bebida, Lionel continuó sin perder la orilla<br />

del tema. El relato fue el siguiente:<br />

—Les decía que el amor y el odio han hecho cambios, para<br />

bien y para mal. En una importante ciudad al sur de Nueva Vizcaya,<br />

un joven español —empezó la historia sin tropiezos—, hijo único<br />

243


de una familia muy rica, se enamoró tanto de una hermosa mujer,<br />

unos cuantos años mayor que él; a esta muchacha se le había muerto<br />

su novio un mes antes de casarse. Lo había amado tanto, según la<br />

historia, que había decidido no casarse nunca.<br />

—El muchacho la conoció en una placita, sentada en una<br />

banca, enfrente de una fuente de agua. <strong>La</strong> muchacha jugaba con unas<br />

monedas, aventándolas a la fuente y al lanzar cada una de ellas, pedía<br />

un deseo. Él, al mirarla con la vista clavada en la fuente, aprovechó<br />

para contemplar su dulce rostro: era de tez <strong>blanca</strong>, <strong>blanca</strong> como la<br />

nieve, y su boca roja, roja como manzana; sus labios, carnosos como<br />

los pétalos frescos de una rosa, que invitaban a ser besados. Sus<br />

negros ojos parecían de terciopelo, grandes y brillantes; su pelo negro,<br />

brillante y ondulado, le caía sobre los hombros, y su fino vestido le<br />

hacía lucir su bien formado cuerpo.<br />

<strong>La</strong> muchacha se sorprendió al oír voces y miró hacia donde<br />

las había escuchado, notando que una señora decía a alguien que se<br />

apurara, porque la misa ya se iba a empezar, y al mismo tiempo lo<br />

jalaba de su brazo. Se dio cuenta en ese momento que el chiquillo, de<br />

apenas diecisiete años, la miraba como un tonto; él, antes de hacer<br />

caso a su mamá, levantó su mano derecha y la saludó. Caminando<br />

sin dejar de mirarla, esperó a que le regresara el saludo, pero la<br />

muchacha sólo le sonrió y ahí estuvo el hechizo, porque se enamoró<br />

inmediatamente de ella.<br />

Poco antes de entrar a la iglesia, volteó varias veces hacia la<br />

muchacha; él quería que ella se diera cuenta de que la estaba mirando<br />

y quería saludarla con una seña. Al fin ella, por curiosidad o por<br />

cosas del destino, que así lo quiso, volteó como buscando al chiquillo,<br />

que aferrado a la mano de su mamá, aún así quería mirarla. Y ahí<br />

estaba esperando su respuesta. Ella le regresó el saludo con el mismo<br />

movimiento de su mano.<br />

En ese mismo instante, la mamá del muchacho miró lo que<br />

a su hijo tanto impresionó, y se dio cuenta de que la muchacha le<br />

correspondió el saludo. Esta vez la mamá no lo presionó a caminar:<br />

él solo, como si le hubieran inyectado energía, caminó tan rápido que<br />

hasta la mamá se sorprendió.<br />

Se sentaron no muy lejos del altar mayor y durante el<br />

transcurso de la misa el chiquillo estuvo distraído, por lo que<br />

244


con ligeros codazos la mamá le indicaba hacer lo que se requería<br />

durante la celebración de la misa.<br />

Así distraído se mantuvo por varios días. Un día antes de ir<br />

a misa, le preguntó a su mamá si podrían ir más temprano a misa,<br />

pues quería que esperaran la hora en la placita. <strong>La</strong> mamá, sabiendo la<br />

intención del muchacho y además por el comportamiento distraído<br />

que tenía, le sonrió, se acercó a él y le dijo, mirándolo a sus ojos:<br />

—Te enamoraste de la muchacha guapa que estaba sentada<br />

en la banca, enfrente de la fuente, ¿verdad? Y quieres mirarla<br />

nuevamente, ¿verdad?<br />

El chiquillo asintió con la cabeza, al mismo tiempo que sus<br />

mejillas cambiaban de color.<br />

—Muy bien —le dijo su mamá—, ahí estaremos una hora<br />

más temprano.<br />

En esos tiempos no se acostumbraba dejar a los menores de<br />

edad solos, y menos las familias de buena posición económica, por lo<br />

que ahí estaban ambos, en el mismo lugar en donde había mirado por<br />

primera vez a la mujer que le robó su corazón. Pasaron los minutos<br />

rápidamente, sonó la tercera campanada: la misa estaba por empezar.<br />

<strong>La</strong> mamá del chamaco fue a él y le tomó del brazo, comprendiendo<br />

que sufría por no haber visto a la muchacha guapa. No fue necesario<br />

que le jalara el brazo, como en la ocasión anterior, esta vez él mismo<br />

empezó a caminar; de vez en cuando miraba hacia atrás pero el<br />

destino no lo hizo feliz esta vez. Poco antes de entrar a la iglesia dio<br />

otro vistazo, pero fue en vano: lo único que consiguió fue estar más<br />

distraído y triste.<br />

Al final de la misa le pidió a su mamá quedarse un poco de<br />

tiempo en la placita, para ver si podía ver a la joven que ya extrañaba.<br />

Más de una hora estuvo dando vueltas y vueltas a la fuente sin éxito.<br />

Llegó su mamá, quien comprendiendo que su hijo sufría, le dijo que<br />

su papá iba a estar molesto porque ya se habían pasado del tiempo<br />

normal de llegar a casa.<br />

—Vámonos, te prometo ayudarte a encontrar a esa muchacha.<br />

El muchacho no dijo nada, caminó con la cabeza hacia abajo y<br />

con las manos dentro de las bolsas de su pantalón. Llegaron a su casa<br />

y lo primero que vieron fue al padre molesto, con la ceja izquierda<br />

levantada, y luego de hacerles mil preguntas pudieron hablar y decirle<br />

cuál fue el motivo de su tardanza.<br />

245


El muchacho se fue a su cuarto y se encerró; al poco rato<br />

tocaron la puerta: era su papá, que quería hablar con él. Le dijo que<br />

mandaría a dos de sus hombres de confianza para que le ayudaran a<br />

buscar a esa muchacha, pero que no quería verlo triste.<br />

Pasaron dos semanas y no tenían suerte. Al siguiente domingo,<br />

la madre se encontraba enferma, por lo que pidió a los mozos que<br />

llevaran a su hijo a misa. Como ya se había hecho costumbre, se<br />

fueron una hora antes. Al llegar a la fuente, el muchacho se quedó<br />

de una pieza sin moverse y con los ojos más abiertos que nunca: ahí<br />

estaba, sentada, con la mirada triste, con sus ojos negros y bellos. Lucía<br />

hermosa la mujer que se metió en su vida y en sus sueños. Los mozos,<br />

al verlo así, corrieron a preguntar si se sentía bien; el muchacho sólo<br />

extendió su mano, indicándoles que se calmaran. Se alisó el pelo, se<br />

arregló bien el cuello de su camisa, limpió un poco los zapatos de tela<br />

roja, al igual que su sombrero.<br />

Por primera vez se decidió a hacer algo por sí solo, sin contar<br />

con nadie ni dar parte a nadie de sus actos; éste era el muchacho<br />

convertido casi ya en un hombre. Se dirigió a ella con el corazón<br />

en la mano, su rostro pálido pero su mirada firme; poco antes de<br />

llegar, su corazón latió más fuerte y más rápido que nunca; empezó<br />

a sudar de cuerpo y manos; su estómago, casi pegado a su espina<br />

dorsal. Por la rara sensación de sentir mil mariposas revoloteando al<br />

mismo tiempo, no pudo resistir y se llevó una mano a su estómago<br />

y lo presionó; esto le confirmaba que era la realidad. De pronto se<br />

encontró frente a ella; le tendió la mano para presentarse y al tocar<br />

su cálida y suave piel hincó una rodilla y besó su mano, como todo<br />

un caballero. <strong>La</strong> muchacha agradeció el gesto y preguntó si él era<br />

el chiquillo que acompañaba a su mamá por la fuerza a misa, y le<br />

sonrió. Él contestó que sí, que él era el que la contemplaba desde el<br />

otro lado de la fuente.<br />

Se llevaron muy bien desde el primer momento; ella también<br />

sintió tanta confianza con él, que se olvidó de su luto y promesa que<br />

ella misma se había hecho.<br />

Así trascurrieron dos horas y su charla parecía que empezaba.<br />

Uno de los mozos se atrevió a interrumpir la conversación, por lo que<br />

ella se dio cuenta de que él era alguien importante: estaba escoltado<br />

y eso era común solamente en la gente adinerada. Él les contestó<br />

246


ebeldemente, algo muy usual en jóvenes de esa edad, ordenándoles<br />

que lo dejaran solo, que él se iría cuando le diera la gana. <strong>La</strong> joven<br />

intervino en apoyo de los mozos y le dijo: “Ve con ellos, tus papás no<br />

saben si estás aquí o no; deben estar preocupados. Nos podemos ver<br />

aquí en este mismo lugar si deseas, el próximo domingo“.<br />

Convencido, asintió con la cabeza, y mirándola fijamente le<br />

dijo que desearía verla todos los días, si es que no tenía compromiso,<br />

recibiendo como respuesta de ella que lo pensaría, porque estaba<br />

segura de que su papá se opondría a cualquier relación, pero que ella<br />

lo intentaría.<br />

El muchacho se despidió de la misma manera como lo hizo<br />

al presentarse. Se alejó sumido en sus pensamientos; recordaba<br />

cada palabra de ella, su sonrisa tan especial. Conoció parte de su<br />

vida pasada hasta la fecha; supo que su mamá murió cuando ella<br />

nació, que su papá era un hombre muy rico, dedicado a la minería, y<br />

también se dio cuenta de que ella era seis años mayor, y que al igual<br />

que él, era escoltada por mozos.<br />

Se miraba feliz, ahora la cara de niño parecía ya la de un<br />

adolescente. Su madurez y su comportamiento habían cambiado,<br />

ya parecía ser todo un hombre. Llegó a su casa, bajó del carruaje<br />

corriendo y con la sonrisa en sus labios se presentó con su mamá, que<br />

todavía estaba en cama. Al entrar a su cuarto, la sonrisa se le borró<br />

de su rostro pero la mamá, conociendo muy bien a su hijo, lo llamó y<br />

esbozando una sonrisa le dijo, con sus manos acariciándole su rostro:<br />

“Hijo mío, te ves feliz. <strong>La</strong> encontraste, ¿verdad?”. El muchacho con<br />

su silencio le dijo que sí y sonrió un poco. “Hijo mío, yo sé que te<br />

enamoraste de esa joven”.<br />

<strong>La</strong> madre del muchacho hacía un esfuerzo enorme para hablar;<br />

se trataba de su hijo único y quería ser cómplice en todo lo que a él se<br />

refiriera, y con un gesto de dolor se incorporó un poco apoyándose<br />

en la cabecera de su cama, y siguió conversando con el joven.<br />

—Es muy guapa, me gustó para ti, y si la quieres, si es así,<br />

cuídala, ámala, mantenla siempre a tu lado, pase lo que pase, y ella<br />

hará lo mismo contigo.<br />

El muchacho se pasó toda la tarde acompañando a su mamá;<br />

le contó todo lo que habían conversado y le prometió presentársela<br />

en cuanto se recuperara. Para no hacerla más larga —dijo Lionel— al<br />

247


poco tiempo los dos jóvenes se hicieron novios. Pasó casi un año y<br />

una tarde la muchacha mandó un recado a su novio, que decía que<br />

era urgente verlo, que su papá se iría a buscar nuevas minas a un lugar<br />

llamado “Nueva Vizcaya”, precisamente aquí, en Durango.<br />

El muchacho sintió que se desvanecía, no podía creer lo que<br />

leía. Ordenó inmediatamente a los mozos que lo llevaran a la casa de<br />

su amada. Poco antes de anochecer llegó a la mansión; ella esperaba<br />

afuera de las rejas y en cuanto la miró bajó corriendo, antes de que<br />

los caballos pararan su loca carrera. Se dirigió hasta donde estaba<br />

su amada; sin detenerse, la tomó en sus brazos. Era un jovencito<br />

de ya casi dieciocho años, con cara de niño pero con un corazón<br />

muy maduro; su estatura y corpulencia lo hacían ver cada vez más<br />

atractivo para su novia.<br />

Dieron dos vueltas, ella en el viento y él fuertemente la<br />

presionaba contra su pecho, al mismo tiempo que le decía: “No te<br />

vayas, mi amor. No me dejes, me moriría si te vas”. <strong>La</strong> bajó, ella le quitó<br />

los brazos de encima, no podía respirar. Al fin le dijo que ella amaba<br />

mucho a su padre y que también a él, pero que no podía dejar solo<br />

a su padre, que tenían que decidir esa noche: dejarse para siempre o<br />

que la siguiera hasta la tierra del oro y la plata, y que allá se casarían.<br />

<strong>La</strong>s lágrimas de los dos se confundieron, era una decisión que<br />

no podían tomar así nomás. Él tenía a su madre muy enferma y ella<br />

amaba a su padre, que no quería dejarlo ir solo, ni el papá de la joven<br />

aceptaría que ella se quedara ahí.<br />

Ella lo tomó de la mano y le dijo que escondiera a su escolta<br />

por unas horas y que la siguiera; dieron vuelta a la mansión y por la<br />

parte de atrás había una puerta a medio cerrar: ella la abrió y le dijo:<br />

“Quiero ser tuya, ámame esta noche; mañana cuando el sol salga, yo<br />

ya estaré lejos. Quiero que te quedes conmigo esta noche”.<br />

Él, sin decir una sola palabra entró al cuarto obscuro, impulsado<br />

más por una fuerza extraña que por el amor que en ellos existía. El<br />

amor se consumó, se amaron con locura, se entregaron todo, como<br />

si jamás se fueran a volver a ver. Ella le pidió que jurara que jamás se<br />

casaría con nadie que no fuera ella. Él se lo juró y ella también juró<br />

que no se casaría con nadie que no fuera él, que siempre lo estaría<br />

esperando, por los siglos de los siglos.<br />

Lloraban abrazados y terminaron amándose con locura<br />

por varias horas, con amor enfermizo; tanto amor les estaba<br />

248


dañando, ya la mente de ellos no era la misma, era mucho amor<br />

y tenían que separarse.<br />

Unos toquidos en la pared, por la parte de adentro de la casa<br />

los sorprendió; ella le dijo que era la hija de la nana, a la que le pidió<br />

que tocara la pared en cuanto su papá llegara. <strong>La</strong> hora de partir<br />

había llegado. Quisieron quitarse la vida para permanecer juntos<br />

para siempre, pero ella, más consciente, le dijo que no, que mejor lo<br />

esperaría toda una vida: “Si pasa el tiempo y si mi papá deja de vivir,<br />

yo te vendré a buscar”.<br />

El muchacho sintió que le arrancaban su corazón; ella lo besó<br />

fuertemente hasta lastimarlo y se alejó en la obscuridad, él la buscó<br />

hablando bajito y con las manos extendidas y sólo escuchó el abrir<br />

y cerrar suavemente de una puerta. Sus ojos húmedos, llenos de<br />

gruesas lágrimas, no miraban nada en la obscuridad. Por más que<br />

se limpiaba sus ojos, todo era en vano. Fue a donde escuchó el ruido<br />

de una puerta y efectivamente, era una puerta que daba para la casa<br />

y por la que entraron. Se encontraba aún medio cerrada; no tenía<br />

cerradura, la débil luz que se dejó ver al abrirla, no le ayudó de mucho.<br />

Impotente y sin poder hacer nada, se alejó con mucho<br />

cuidado para no ser visto por los hombres de aquel rico minero, que<br />

seguramente al verlo dentro de sus terrenos, no dudarían en matarlo<br />

o colgarlo de un árbol al día siguiente, sin siquiera saber quién era, o<br />

qué es lo que hacía adentro de una propiedad privada.<br />

Salió como pudo de los jardines de la mansión; escuchó ladrar<br />

a los perros, seguramente guardianes, pero él muy ágil, sabiendo<br />

que su vida corría peligro desde ese momento, se internó en las<br />

sombras de la noche. Lleno de lodo y con varios araños causados en<br />

la desesperada carrera en la obscuridad, logró retirarse lo más que<br />

pudo de los terrenos del papá de su amada. Uno de los guardias fue<br />

a decirle a su amo que aseguraba haber visto una sombra en el jardín<br />

y que los ladridos de los perros lo confirmaban. Antes de que el papá<br />

ordenara hacer una minuciosa búsqueda, la muchacha hábilmente<br />

dijo que con seguridad se trataba de una de las sirvientas, a la que ella<br />

misma había pedido cortar unas cuantas rosas frescas para dejarlas<br />

en su recámara, como una promesa de volver. El papá escuchó con<br />

atención a su hija y sólo hizo una señal para que el guardia se alejara.<br />

Pronto partirían, las cosas que llevarían ya estaban<br />

listas. <strong>La</strong>s sirvientas horneaban pan de trigo para el camino,<br />

249


y preparaban un delicioso jugo de granada, mientras otros<br />

sirvientes empacaban las cosas. Llevarían dos carros, con<br />

raciones de comida para ellos y los caballos; suficiente agua para<br />

en caso de cruzar algún terreno desértico.<br />

Salieron exactamente a la hora en que la novia le dijo al joven;<br />

solamente dos de los fieles mozos que acompañaban al muchacho,<br />

fueron testigos de aquella madrugada triste para dos enamorados,<br />

que se amaron y se juraron amarse una eternidad.<br />

En un par de horas, el muchacho, conteniendo sus lágrimas,<br />

explicaba a sus padres el porqué de la tardanza. A partir de entonces<br />

fue un sufrimiento incontrolable hasta que cayó en cama; su mamá<br />

sufría su enfermedad y aparte sentía morirse junto a su hijo, al verlo<br />

derrotado, ojeroso y cada vez más flaco; no comía, se la pasaba<br />

encerrado en su cuarto todo el día; por las noches salía a ver la luna y<br />

a platicar con ella de su amada. El amor que tenía era enfermizo, era<br />

demasiado, a tal grado que en su mente comenzó a bullirle una idea:<br />

fue a comprar la banca en donde la conoció, precisamente esa banca.<br />

Lo comentó con su papá y éste, con su dinero y sus<br />

influencias, fue a conseguir el capricho de su único hijo; él sabía<br />

que era una locura pero, al fin y al cabo, él podría comprarle<br />

todo el pueblo y mucho más, pero su hijo sólo quería la banca<br />

en donde se enamoró de su amada.<br />

El dinero no compra todo pero sí logra muchas cosas: resulta<br />

que cuando quiso comprar la banca, no se la quisieron vender, y para<br />

conseguirla donó todas las bancas nuevas para la plaza, y sólo se<br />

llevaron la que su hijo le pidió. <strong>La</strong> acomodaron bajo una bugambilia<br />

roja, que tanto quería su mamá. Ahí sentado se pasaba horas y horas.<br />

El muchacho enamorado pero muy diferente a los días pasados,<br />

parecía que platicaba con su novia, porque de ahí se levantaba feliz;<br />

se dio cuenta que sentado en la banca, en la que conoció a su novia,<br />

ya no sufría, sentía que la amaba cada día más, pero ya no sufría por<br />

su ausencia; sentía que pronto estarían juntos.<br />

Pasaron tres meses y su mamá se agravó fatalmente, ya<br />

casi agonizaba. Un día por la tarde llegó un mensajero que traía<br />

correspondencia: noticias de su amada para el joven. Éste, al recibirla,<br />

corrió como loco al cuarto de su madre, para darle la buena noticia,<br />

y leyó la carta para ambos. Su mamá apenas lo oía pero lo miró feliz<br />

250


y le sonrió. Silenciosamente le dijo: “Síguela, ve con ella, hijo mío. <strong>La</strong><br />

amas, ve con ella. No dejes que escape el amor, ni que nazca tu<br />

hijo sin apellido. Ella te ama y quiere que estés a su lado. No te<br />

detengas por nosotros. Tu padre sabrá comprender y yo… —<br />

unas grandes y gruesas lágrimas rodaron por el pálido rostro<br />

de la mujer: él era lo más grande y bello para ella en su vida, y<br />

sólo al pensar en vivir sin su hijo desfallecía, y haciendo un gran<br />

esfuerzo, continuó— …yo te esperaré, para que me des muchos<br />

nietos; esta casa siempre la quise ver llena de hijos, pero ya ves<br />

que mi enfermedad no me dejó darte más hermanitos, pero tú,<br />

tú sí puedes darme nietos y ya viene el primero, según tu novia.<br />

Anda, ve por ella; quiero que nazca aquí, y todos los demás”.<br />

Lo miró fijamente a sus ojos verdes olivo, y con las escasas<br />

fuerzas que su ser le permitió, lo abrazó y le dio un beso en la<br />

frente. Con su débil mano derecha hizo una cruz en su cara para<br />

bendecirlo; ella sabía que su final se acercaba, su cuerpo sin fuerzas se<br />

lo confirmaba. El muchacho la abrazó suavemente pero con firmeza;<br />

sabía que estaba muy frágil, él quería abrazarla con todas sus fuerzas<br />

y demostrarle todo el amor que por ella sentía y que las palabras que<br />

ella le dijo lo habían animado a seguir a su amada.<br />

Sólo faltaba el consentimiento del padre, que era lo más difícil,<br />

y ella le dijo que no se preocupara, que ella animaría a su esposo; que<br />

ya fuera alistando sus cosas y a las personas que se llevaría con él. El<br />

muchacho dio un beso a su madre y le agradeció por todo; luego fue a<br />

darle la noticia a su padre, a quien también le dio mucho gusto saber<br />

que su hijo se encontraba feliz. El papá habló con su esposa a solas<br />

y después, a pesar de que su esposa se estaba muriendo, ordenó un<br />

festín en su casa, para despedirlo.<br />

Todo era alegría: a su mamá la arreglaron de tal manera que<br />

parecía que estaba en perfectas condiciones. Un famoso pintor de la<br />

época fue invitado ese día y como agradecimiento, quiso pintarlos a<br />

los tres: padre, madre e hijo. Rápidamente el joven opinó que fueran<br />

a sentarse a su banca, donde posaron por unas horas, los padres a los<br />

lados y el hijo en medio.<br />

Yo creo, continuó el del relato, que todos estaban felices: el<br />

semblante enfermizo de la mamá estaba cubierto por el maquillaje<br />

que le habían puesto, pero su sonrisa era de ella, de su alma y estaba<br />

251


feliz. Ella creía que era la última vez que estaría con su familia y por<br />

eso Dios le había dado fuerza, para que en ese rato no sintiera fuego<br />

por todo su cuerpo y le hiciera sentirse bien junto con su familia. El<br />

papá sonreía orgulloso —según esto, nunca sonreía, siempre estaba<br />

serio y de un fuerte carácter—. El joven presionaba fuertemente las<br />

manos de sus padres, orgulloso. Pocas veces disfrutaban de estar<br />

juntos. Esta vez, aunque sólo fue para posar para el pintor, sintieron<br />

que era necesario más acercamiento; esto los hizo sentirse felices.<br />

Los negocios de su padre requerían de constantes viajes, que a<br />

veces duraban hasta seis meses, los mismos que madre e hijo sufrían<br />

juntos la ausencia de su padre. Los mozos también se sorprendieron<br />

del esfuerzo de la mamá del muchacho, por fingir estar bien de salud.<br />

Ellos, más que nadie, sabían del mal que acosaba a la pobre mujer: ni<br />

el dinero ni la fama podían hacer nada para que esta mujer recuperara<br />

su salud. En aquel tiempo no conocían la enfermedad del cáncer, y<br />

por como se quejaba, yo creo que eso tenía: cáncer, el que se le regó<br />

por todo el cuerpo y ya sólo estaban esperando su muerte.<br />

Los médicos de ese tiempo decían que era mal de embrujo;<br />

le hicieron muchas cosas pero ninguno la pudo aliviar: doctores,<br />

hechiceros y médicos naturistas, todos ellos decían lo mismo, que era<br />

un mal que le habían causado por odio o por envidia y le daban poco<br />

tiempo de vida.<br />

Así fue, todos sabían que la mujer moriría pronto, menos ella,<br />

y optaban por cumplir todos sus deseos. <strong>La</strong> fiesta siguió hasta un<br />

poco antes de media noche. Los invitados se empezaron a retirar y<br />

poco a poco se fue calmando el ambiente de fiesta, en esa casa tan fría<br />

y aislada del pueblo. Los sirvientes de la señora solamente esperaban<br />

la orden de llevarla a su habitación. Ella parecía feliz.<br />

Cuando despidió al último de sus invitados, pidió a sus<br />

sirvientes que la llevaran a descansar, había sido un día muy atareado<br />

para todos y su salud no le permitía más. El ama de llaves le dijo que se<br />

miraba muy bien, que parecía que su enfermedad había desaparecido.<br />

Ella se quedó pensando en lo que su sirvienta le comentó, lo que era<br />

verdad, pues hasta se le olvidó que estaba enferma de gravedad.<br />

Esa noche, más bien lo que restaba para amanecer, la mamá<br />

del muchacho durmió muy tranquilamente. Unos toquidos suaves<br />

en la puerta de su habitación la despertaron y permitió que pasara<br />

252


quien fuera. Era su esposo, quien tristemente le decía que su hijo<br />

partiría en unos días en busca de su amada, a una ciudad llamada<br />

Nueva Vizcaya, que se encontraba hacia el norte. Le preguntó que si<br />

estaba ella de acuerdo y le informó que él le daría dinero suficiente<br />

para que iniciara su propio negocio, ya que era una ciudad joven y<br />

había mucho futuro, y que tal vez ellos más delante, cuando el hijo se<br />

estableciera, se irían también para allá.<br />

<strong>La</strong> mamá del joven, con lágrimas en sus ojos aceptó; dijo que<br />

ella había hecho un gran esfuerzo para sentirse bien, a fin de que su<br />

hijo fuera en busca de su amada y de su futuro hijo, “ya que por mi<br />

enfermedad había decidido esperar hasta que el tiempo lo permitiera”.<br />

El padre se alegró mucho al saber que pronto tendrían un nieto y le<br />

pidió más información y detalles. Su esposa le contó de la carta que la<br />

novia le envío a su hijo y el papá no podía evitar su alegría. Llamó a su<br />

hijo y ahí, enfrente de su mamá, le dijo que ellos estaban dispuestos a<br />

todo con tal de que fuera por su novia y su hijo.<br />

Al fin el día se llegó y el padre le contrató una de las mejores<br />

escoltas del país, para ir y regresar con bien. <strong>La</strong> despedida fue tan triste<br />

que todos lloraron en esa casa; la mamá, de pie y con una sonrisa en<br />

su rostro, le hizo saber a su hijo que todo estaba bajo control, que lo<br />

único que ellos deseaban era su felicidad, y unas cuantas lágrimas<br />

rodaban por sus mejillas, las cuales limpiaba inmediatamente, antes<br />

de que su hijo se diera cuenta. Un abrazo fuerte y un beso fueron<br />

suficientes para sentir qué tanto se amaban. El joven mojó con<br />

sus lágrimas el hermoso vestido que su madre lucía y ella también<br />

humedeció con las suyas la camisa de él.<br />

<strong>La</strong> despedida con su papá fue menos dolorosa, aunque también<br />

lo amaba bastante. A una de las sirvientas le dijo que cuidara de su<br />

madre, que él la recompensaría al regresar. Levantó su mano y les<br />

prometió volver pronto.<br />

En eso, una voz fuerte se escuchó anunciando que ya era hora<br />

de partir, el tiempo de la despedida había terminado. El muchacho<br />

retrocedió sin dejar de mirar a sus padres, ellos se unieron y abrazados<br />

lo vieron partir.<br />

Pasó el tiempo y un poco más de tres meses después, la mamá<br />

del joven recibió la primera carta de su adorado hijo, en la cual le<br />

decía que sus mejores deseos eran que se encontrara bien de salud,<br />

253


que él había llegado bien, que había encontrado a su novia y que tal<br />

vez en menos de dos meses sería abuela de un varón. Le pondremos<br />

de nombre como yo: Amir; Amir como mi abuelo; estoy seguro de<br />

que a mi padre le encantará. Saludos para todos. Contéstame pronto.<br />

<strong>La</strong> mamá respondió a su carta inmediatamente, diciéndole a su<br />

hijo que estaba muy bien de salud, que cuando él partió se volvió a<br />

enfermar de gravedad, pero que había ido mejorando cada día y que<br />

estaba ansiosa de conocer a su nieto. Le dijo además, que le encantaba<br />

sentarse por las tardes en su banca.<br />

El joven recibió la misiva cuando su hijo tenía un mes de<br />

nacido; le respondió rápidamente y le envió un dibujo hecho a lápiz,<br />

donde aparecían los tres.<br />

Todo marchaba muy bien. Una semana después de que<br />

le envió la carta, él recibió otra, pero esta vez de su papá. <strong>La</strong> abrió<br />

con mucho gusto y empezó a leer. Su padre le decía que su mamá<br />

había muerto poco después de que recibió su carta, que la habían<br />

encontrado muerta, sentada en su banca.<br />

El joven lloró amargamente; nada se podía hacer, se sintió<br />

culpable por un tiempo, hasta que su esposa le hizo entender que<br />

ella —su madre— estaba muy enferma y que tenía que morir, que<br />

no había sido porque él se fue de su lado. Él le pidió a su papá que<br />

esperara en casa, que regresaría por él para traerlo a vivir con ellos;<br />

pondrían un negocio y estarían juntos.<br />

El muchacho regresó a su tierra pero ya nada era igual, su<br />

mamá ya no estaba. Pensionó a todos los trabajadores de su casa y<br />

vendió todas sus propiedades, sólo se quedó con la banca y la pintura,<br />

en donde estaba él con sus padres; la miró y parecía que su madre le<br />

sonreía; la besó y le pidió perdón.<br />

Al poco tiempo ya estaban en tierras duranguenses. Su papá<br />

compró una casa para él y otra para su hijo; él debería de vivir con<br />

su familia en su casa, mientras que el papá seguiría viviendo solo. El<br />

tiempo pasó y la esposa de Amir se volvió a embarazar por tercera<br />

vez, ya que la segunda había sido un fracaso.<br />

Toda la familia estaba feliz, pero esta vez pasó lo que nunca se<br />

imaginaron: la esposa, sentada en la banca, se sintió mal; le gritó a la<br />

nana y ya no tuvo fuerzas para nada, se desmayó y se quedó recostada<br />

en el respaldo de la banca. <strong>La</strong> nana llegó inmediatamente y miró<br />

254


que sangraba; pidió auxilio a los vecinos y entre ella y otra señora la<br />

ayudaron a dar a luz a una hermosa niña. <strong>La</strong> mamá perdió el sentido<br />

y el doctor que fue llamado para atenderla, determinó el estado de<br />

coma.<br />

A las pocas horas de que naciera su hija llegó Amir y pidió<br />

al doctor que cuidara a su esposa las veinticuatro horas del día. <strong>La</strong><br />

mujer agonizaba, había pocas esperanzas de salvarla. El papá del<br />

muchacho no se despegaba de él. A los tres días falleció, lo que<br />

significó otro fuerte golpe para el muchacho, que ya casi completaba<br />

los veinticuatro años de edad. Lloró durante varios días la pérdida de<br />

su esposa, no quería salir de su casa, cerró el negocio y se dedicó a<br />

cuidar a sus dos hijos. <strong>La</strong> nana contrató a una muchacha joven para<br />

que ayudara con el cuidado de ellos.<br />

Pasó un mes y el suegro lo mandó llamar, para darle una<br />

parte de la herencia que le había designado a su hija y que ahora<br />

le correspondía a él, por derechos legales. Rechazó la oferta y al<br />

fin, todo quedó a nombre de los niños; el suegro le rogaba que la<br />

tomara, alegando que los niños ya tenían su parte también, por lo<br />

que finalmente aceptó.<br />

El joven decidió trabajar un tiempo con su suegro, decidió<br />

aprender lo que él sabía de minería, ya que de todas formas, era un<br />

negocio. Trabajaba tanto que pronto vio progresar su negocio. Un día<br />

llegó a su casa muy cansado, jugó un rato con sus hijos y se fue al<br />

patio, a sentarse un rato en la banca. No supo cuánto tiempo pasó<br />

pero ahí se quedó dormido. Soñó a su madre y a su esposa. Su madre<br />

le decía que se casara, que buscara el amor. Su bella esposa le pedía<br />

que cuidara mucho a sus hijos, que a ella la olvidara y que como era<br />

muy joven, debía de casarse nuevamente, que ella lo perdonaba.<br />

Al despertar se sintió feliz: la tristeza desapareció y la vida se<br />

iluminó; la esperanza y la fe le renacieron. Miró a su alrededor y notó<br />

que todo florecía: las plantas de su jardín parecían más verdes que<br />

días anteriores; los pájaros cantaban sin cesar, los hijos jugueteaban<br />

corriendo por toda la casa. Suspiró muy profundo y caminó decidido:<br />

fue con su papá y le comentó todo lo sucedido.<br />

El papá comprendió a su hijo y le sugirió lo mismo: que<br />

buscara una buena mujer que cuidara a sus hijos y los tratara bien, y<br />

que debería de rehacer su vida.<br />

255


Pasó el tiempo y el joven, en memoria de su amada, nunca<br />

se casó. Sus hijos crecieron, cumplieron la mayoría de edad y se les<br />

entregó, por partes iguales, la jugosa herencia de sus abuelos y de su<br />

madre. De ahí en adelante cada quien hizo su vida a su manera: la hija<br />

vendió las minas que le tocaron de herencia, y se fue de la ciudad. Su<br />

hijo Amir siguió administrando los negocios que le fueron heredados.<br />

Su padre, a consecuencia de males que le surgieron, sufrió<br />

graves trastornos y después de unos años murió. Amir sufrió<br />

tanto la pérdida de su padre, que poco a poco fue cayendo en las<br />

garras del juego y el alcohol; descuidó sus negocios, por lo que<br />

paulatinamente su riqueza fue disminuyendo; sólo le quedaba<br />

la casona, que por cosas del testamento dejado por su padre,<br />

no podía vender ni tampoco despedir a las personas que en ella<br />

habitaban. Conservaba también una de las minas heredadas, la<br />

cual sólo le dejaba ganancias para irla pasando.<br />

No se supo exactamente cuándo falleció ni el motivo de su<br />

muerte; sólo se supo que el último heredero de la dinastía de la familia<br />

minera había fallecido estando solo en su casa, a los setenta años<br />

de edad. Una dependencia del gobierno se hizo cargo de los gastos<br />

fúnebres; su cuenta bancaria, que no ascendía a mucho, fue donada<br />

al párroco de una iglesia. <strong>La</strong> casona fue donada a un convento de<br />

religiosas; todas las cosas de valor fueron donadas a la Casa de la<br />

Cultura; precisamente ahí fue en donde encontré parte de la historia<br />

de esta casa, y parte de la historia de esta <strong>vieja</strong> banca, así como de la<br />

familia minera —dijo el investigador.<br />

Lionel continuó con el relato en los términos siguientes:<br />

—<strong>La</strong> banca, según datos encontrados en el registro de<br />

donaciones, fue rematada en una subasta y al poco tiempo, después<br />

de perder a su esposa, el dueño de la banca la donó al parque,<br />

aunque era totalmente diferente a las demás. <strong>La</strong> casa, después de ser<br />

donada al grupo de jóvenes religiosas, precisamente por la cantidad<br />

de habitaciones se prestaba para esos menesteres. Y esta misma, en<br />

donde estamos todos nosotros, es la famosa casa de los ricos mineros.<br />

¿Cómo la ven?<br />

Es algo complicado decir exactamente los detalles, pero se<br />

apegan mucho a la primera versión, ya que después de esta fatalidad,<br />

hubo muchos compradores y desafortunadamente todos se alejaban<br />

sin explicaciones. Según la historia, el último dueño que vivió aquí<br />

256


dejó en uno de los cuartos muchas cosas antiguas, de las cuales unas<br />

fueron donadas a la Casa de la Cultura y las otras se las quedó el<br />

guardia de la casona, que era un indígena que duró mucho tiempo<br />

cuidando de ella, hasta que se vendió.<br />

Según datos encontrados últimamente, fue ocupada por un<br />

militar llamado Manuel Juárez.<br />

Al escuchar el nombre de su amado, la maestra sintió que se<br />

desvanecía; los ahí presentes se dieron cuenta e inmediatamente la<br />

ayudaron. Marcos fue por un vaso de agua y le sugirió que se tomara<br />

una pastilla para el dolor de cabeza. Después de que la señora se<br />

sintió mejor, el amigo de Carlos se disculpó, diciendo no saber nada<br />

al respecto de la relación de ella y el militar.<br />

Don Chuy fue el que le explicó brevemente lo que había<br />

ocurrido en la corta relación de la maestra y el militar, y luego de<br />

pedir nuevamente permiso para continuar, Lionel siguió su relato.<br />

Bueno, cuando la residencia de los ricos mineros fue vendida<br />

al famoso militar, se mandó limpiar de todo a todo y en uno de los<br />

cuartos destinados para la servidumbre, encontraron libros y cosas<br />

antiguas, como fotografías y un altar muy raro, con cosas igualmente<br />

raras; seguramente habían pertenecido al guardián de la casona, ya<br />

que se presumía que era brujo y que poseía poderes para curar males<br />

y que tenía un libro que según él, fue escrito por los primeros dueños<br />

de esta residencia, el cual se perdió de mano en mano y hasta la fecha<br />

no se sabe el paradero; en ese libro se encuentran muchas cosas que<br />

pueden ayudar a descubrir… cosas extrañas.<br />

Marcos se estremeció y al mismo tiempo miró a don Chuy,<br />

quien sintió la mirada de su amigo y volteó hacia él; lo miró tan pálido<br />

que no pudo resistir e interrumpiendo a Lionel le preguntó en voz<br />

alta a Marcos si se sentía bien. Todos miraron a Marcos y éste hizo un<br />

gran esfuerzo para aparentar estar bien; cuando escuchó lo del libro<br />

no pudo evitar su nerviosismo, él estaba seguro de que era el mismo<br />

que el hombre extraño le regaló. Aclaró repetidas veces su garganta y<br />

dijo que estaba bien, que podía continuar, dijo dirigiéndose a Lionel,<br />

quien continuó:<br />

Pues esa es la historia de la familia que trajo aquí esta famosa<br />

banca, que durante mucho tiempo entre los conocidos de los que<br />

fueron dueños, aseguraban que por lo menos un miembro de la<br />

familia que la habitó había muerto en esa banca embrujada.<br />

257


Lo que yo investigué, después de saber todo esto, porque se<br />

me hizo muy extraño que ya habían muerto varias personas en las<br />

mismas circunstancias, fue que eché un vistazo más allá de los ricos<br />

mineros, y encontré que la banca había sido hecha de maderas finas<br />

del Mediterráneo, por un joven carpintero muy enamorado de su<br />

esposa, a quien le había prometido fabricarle una banca para que<br />

reposara el tiempo de su embarazo, ya que esperaban recibir una<br />

fuerte herencia por parte de sus padres, cuando naciera el primer<br />

nieto. Y el joven carpintero era uno de tres hermanos que también<br />

ansiosos esperaban obtener lo que sus padres prometieron.<br />

Este joven musulmán amaba tanto a su esposa, que cuando<br />

terminó de fabricar la banca la esposa enfermó de gravedad, lo que<br />

le ocasionó un inevitable aborto y a los pocos días falleció su amada,<br />

a causa de una hemorragia. Salió del pueblo en busca de un brujo y<br />

le pidió que le ayudara; le comentó lo prometido por su padre y que<br />

si lo ayudaba en lo que le proponía, le daría una fuerte cantidad de<br />

dinero después de recibir la jugosa herencia. <strong>La</strong> propuesta era que<br />

tenían que actuar de inmediato, robarse un recién nacido y hacerlo<br />

pasar como su hijo.<br />

<strong>La</strong>s malas intenciones del muchacho fueron más allá de la<br />

maldad: con la ayuda del brujo, famoso por sus poderes, secuestraron<br />

a su cuñada, que estaba por dar a luz. Le pidió además que maldijera<br />

la banca que fabricó con tanto amor y que ahora la odiaba con todas<br />

sus fuerzas; que deseaba que la mujer que se sentara en ella debería de<br />

morir, al igual que su linda y amada esposa.<br />

El brujo fue bien pagado y usó todos los poderes que poseía para<br />

cumplir con el deseo de su cliente; sin embargo, el brujo, no estando<br />

muy seguro, le sugirió que la banca tendría que ser alimentada por<br />

sangre fresca de mujer dando a luz; asimismo, que la banca debería<br />

llevar un grabado en la parte posterior, hecho por un famoso pintor,<br />

en el que aparecieran rosas de varios colores, y para que no pierda el<br />

poder tiene que estar siempre en medio de un jardín de rosas; eso<br />

le dará vida y se verá siempre impecable, igual que su propietario,<br />

y después debería ser puesta en un parque, donde tendría que ser<br />

bañada con sangre, sangre de una mujer dando a luz; todo ello, para<br />

que se cumpliera el hechizo.<br />

El joven ambicioso, temeroso de perder la herencia, esperó<br />

hasta que la pobre mujer dio a luz a un varoncito, el cual fue<br />

258


inmediatamente robado por el joven, llevándolo a su casa diciendo<br />

que su esposa había muerto, pero que el bebé se salvó. <strong>La</strong><br />

mujer murió en la banca y el brujo se encargó de dar parte a<br />

las autoridades, para que pareciera una muerte natural. Les dijo<br />

que él la había encontrado, que le había dicho que tuvo una<br />

hemorragia y eso fue la causa de su muerte.<br />

El brujo huyó y nadie supo de su paradero. El joven carpintero<br />

buscó la banca para deshacerse de ella, pero jamás la encontró y<br />

nunca nadie le dio razón, por lo que de esta forma se perdieron los<br />

datos de los principales responsables.<br />

Se cree que el brujo, muy inteligente, sacó provecho del<br />

embrujo: se llevó la banca para otras tierras y la vendió a personas<br />

sin escrúpulos, que esperaban buenas herencias, a quienes sólo les<br />

interesa el dinero y la fama.<br />

<strong>La</strong> forma de la banca era muy atractiva y muy confortable, por<br />

su fina madera y por la comodidad que en ésta se sentía.<br />

Sin darse cuenta los presentes, la maestra lloraba en silencio,<br />

sus lágrimas rodaban sin parar; sin embargo, en una de las ocasiones<br />

en que en forma disimulada limpió el rostro, llamó la atención y<br />

pronto se dieron cuenta de que lloraba; todos sabían la causa de su<br />

dolor y se hizo una pausa, acompañada de un silencio. Luego de que<br />

descansó un poco, pidió a Lionel que continuara con su relato.<br />

El amigo de Carlos les dijo todo lo que sabía acerca de la banca<br />

y ellos también, uno por uno, fueron diciendo lo que a cada quien le<br />

había pasado estando ahí en la casa de la maestra.<br />

Carlos pidió permiso para ordenar comida, por lo que se<br />

hizo una pausa en el relato, abordándose otros temas sin mucha<br />

importancia; entre ellos, Lionel les contó una pequeña historia de<br />

un caso que también él había investigado para una familia que había<br />

perdido una sortija muy valiosa; todos atentos escucharon la historia<br />

mientras llegaba la comida.<br />

Después de un par de horas, el investigador creyó haber<br />

terminado y les sugirió tener otra reunión en menos de una semana;<br />

se pusieron de acuerdo y quedaron de verse en tres días.<br />

Todos se retiraron menos Marcos; ahí, junto con la maestra,<br />

esperaría a su novia hasta que trajera a Paquita y a la mamá de Carlos.<br />

Comentaron algunas cosas sin importancia y Marcos creyó prudente<br />

mencionarle lo del libro, a lo que la maestra le dijo que lo quería ver<br />

259


porque ella también encontró un libro muy raro y otras cosas en<br />

uno de los cuartos. Timbró la puerta, por lo que se interrumpió<br />

la conversación; Marcos fue a abrir: eran su prometida, Paquita<br />

y la mamá de Carlos.<br />

—Pasen, pasen por favor, que el frío está tremendo.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos le saludó de mano, Paquita le dio un abrazo<br />

y beso en la mejilla y le dijo que lo habían extrañado todo el día, y<br />

Marcos le respondió lo mismo y le dio otro beso; su novia esperaba<br />

pacientemente su turno, se miraron y sonriendo se tomaron de las<br />

manos y se dieron un beso; se volvieron a mirar y se abrazaron para<br />

darse un beso más apasionado, que tuvieron que interrumpir a causa<br />

de los presentes, por lo que sonrieron y se disculparon nerviosamente.<br />

—Vamos, la maestra nos espera, dijo Marcos.<br />

Al entrar a la sala, en donde la maestra esperaba ansiosa, se<br />

hizo otro saludo a cada quien; Marcos y <strong>La</strong>ura aprovecharon para<br />

despedirse, pues tenían que retirarse. Salieron muy abrazados y la<br />

maestra les gritó desde adentro de la sala, que se fueran a descansar<br />

cada quien a su casa; los novios rieron por la petición de la maestra, y<br />

le contestaron que no se preocupara, que estaban en buenas manos.<br />

No fue necesario que fueran a cerrar la puerta, ya que tanto<br />

Marcos como su novia traían llave. Al pretender cerrar, antes de<br />

introducir la llave Marcos recordó el incidente que tuvo la última vez<br />

que cerró la pesada puerta, y temiendo que se fuera a repetir, tomó la<br />

llave con su pañuelo; su novia, que se encontraba a un lado de él, le<br />

preguntó por qué hacía eso y al subir a su troca, Marcos le comentó<br />

lo sucedido el día que fueron a su casa a pedirla. Ella también hizo<br />

algunos comentarios y uno de ellos fue el que una fuerza extraña<br />

la hacía que mirara el jardín, aun en contra de su voluntad, y que<br />

siempre tenía una sensación de miedo cuando estaba dentro de la<br />

mansión de la maestra. Marcos le aseguró que pronto descubrirían<br />

cómo acabar con esas cosas extrañas.<br />

Llegaron a la casa de <strong>La</strong>ura y después de unos apasionados<br />

besos, Marcos se despidió, quedando en que al día siguiente volvería<br />

para almorzar en casa de sus suegros.<br />

Rumbo a su casa, Marcos se sentía algo extraño: sentía que<br />

alguien lo seguía; miraba por el espejo retrovisor y no veía ningún<br />

carro detrás de él o a alguien atrás. Lentamente, con la sensación de<br />

que alguien lo acompañaba, miraba por sobre sus hombros hacia<br />

260


el lugar del copiloto y comprobaba que éste estaba completamente<br />

vacío. Sintió aún más la corriente de miedo que lo invadía; se hizo<br />

fuerte y aceleró y en unos minutos llegó a su casa, fue a dormir y la<br />

noche transcurrió fría y serena.<br />

Ya por la mañana, Marcos se arregló para ir con su novia; las<br />

cosas estaban bien hasta ese momento.<br />

Por su parte, el amigo de Carlos le habló muy temprano,<br />

preguntándole si había sido él quien fue a tocar a la puerta de su<br />

casa, aproximadamente a media noche, porque se le había figurado<br />

escuchar que lo llamaba en voz alta, pero como él dormía en la<br />

segunda planta, escuchó la voz muy débil y no pudo identificar bien<br />

si era de él o de algún desconocido.<br />

Carlos le contestó negativamente, por lo que Lionel se puso<br />

pálido al darse cuenta que no fue su amigo quien lo buscaba la noche<br />

anterior, pues sólo él había escuchado lo referente a la banca y que<br />

nadie de sus vecinos sabía de eso.<br />

Carlos, al notar que su amigo se quedó en silencio, le preguntó<br />

si estaba bien; su amigo carraspeó la garganta y dijo que estaba en<br />

perfectas condiciones; le sugirió que fuera a su despacho, ya que<br />

necesitaba hablar con él.<br />

En menos de dos horas ya estaba Carlos en casa de su amigo,<br />

el cual le comentó lo ocurrido la noche anterior y un poco nervioso<br />

le informó todo lo que pudo escuchar de aquel fulano que fue a<br />

media noche a su casa. También Carlos se sorprendió y rápidamente<br />

comenzaron a armar un plan. Le hablaron a Marcos y le preguntaron<br />

si estaba dispuesto a ir a su despacho; la respuesta fue positiva, por lo<br />

que le pidieron que invitara también a don Chuy.<br />

Luego que ya estuvieron los cuatro juntos, Lionel les explicó<br />

cómo y dónde fue que investigó lo referente a la <strong>vieja</strong> banca,<br />

mencionando:<br />

—Con ayuda del sacerdote, que también ya sabía algo de<br />

estos misterios, buscamos en lugares privados, donde se guardan<br />

cosas muy valiosas y muy antiguas; y fue en esa ocasión cuando me<br />

comentó de un secreto guardado celosamente, diciendo que lo hacía<br />

únicamente porque se trataba de este caso, que ya estaba olvidado o<br />

más bien, que nadie investigó ahí, precisamente en esa casona, donde<br />

murieron varias monjitas. Y, ¿por qué no relacionar esas muertes con<br />

la historia del embrujo?<br />

261


—Yo creo que es la hora de actuar y acabar con esa maldición.<br />

Dejen le llamo al sacerdote, para que nos acompañe.<br />

Tardó poco más de una hora en acudir el nuevo invitado, y<br />

ya juntos, los cuatro amigos y el sacerdote, discutieron un plan de<br />

emergencia.<br />

Marcos habló a su novia y le comentó el plan: tenía que<br />

convencer a la maestra y a Paquita para que salieran a pasear por<br />

el resto del día. Mientras, ellos entrarían a la casona y tratar de<br />

desentrañar, de una vez por todas, el misterio que encierra esa<br />

mentada banca.<br />

<strong>La</strong> novia de Marcos inmediatamente comprendió el plan y fue<br />

a casa de la señora, a la cual no fue difícil convencer. Salieron a pasear<br />

con la idea de que regresarían por la noche. Cuando salieron, <strong>La</strong>ura<br />

hizo lo que Marcos le había aconsejado, que al momento de salir de la<br />

casa, le enviara una señal, misma que de inmediato recibió.<br />

262


<strong>La</strong> destrucción<br />

del hechizo<br />

En poco tiempo, los cuatro amigos se lanzaron con la idea de<br />

acabar de una vez por todas con esa <strong>vieja</strong> banca. El sacerdote se<br />

uniría a ellos un poco después, y al estar todos frente a la casona,<br />

Marcos procedió a abrir lentamente la pesada puerta y al hacerlo,<br />

ésta produjo un rechinido espantoso que a todos les puso los pelos<br />

de punta. Antes de entrar, Marcos quiso mostrarles el dibujo que<br />

había observado un día que al llegar, tardaron en abrir y él se puso<br />

a curiosear. Ahí estaba, medio borrado por el tiempo, por lo que<br />

difícilmente se podía apreciar.<br />

Todos lo observaron y coincidieron en que era la figura de un<br />

jardín pequeño o de un florero, como dijeron algunos, pero después<br />

pudieron apreciar el borde, que la hacía de barda o cerca de madera.<br />

Marcos también les comentó lo de las fotos que había tomado, las<br />

cuales nunca se pudieron revelar porque aparecían veladas, sin<br />

figura, ni siquiera las que le tomó de frente a la casona.<br />

<strong>La</strong> gente que pasaba se quedaba mirando con curiosidad,<br />

sin comprender, por lo que consideraron que era mejor entrar y así<br />

poder hablar más confiadamente.<br />

Ya dentro, Lionel inmediatamente fue al grano y dijo: —<br />

Bueno, yo creo que estamos a muy buena hora. Vamos.<br />

Cada quien tomó las cosas que le habían sido asignadas y así,<br />

los cuatro caminaron decididos a todo.<br />

263


—Yo entro primero, Marcos —dijo Carlos—. Tú espéranos aquí.<br />

—Yo te acompaño, Carlos —dijo don Chuy muy decidido y<br />

siguió a Lionel y a Carlos.<br />

Entre los tres trataron de jalar la banca sin poder moverla del<br />

lugar; estaba como encajada en el suelo. Marcos, al ver que intentaban<br />

y no podían moverla, los llamó a todos: —¡Salgan! No perdamos<br />

más el tiempo; esto tiene que terminar ya, ahorita. ¡Salgan!<br />

Al oír la voz tan decidida de Marcos, salieron en seguida<br />

uno tras otro.<br />

—¿Qué piensas hacer, Marcos? Ya habíamos quedado en<br />

acabar con la banca hoy.<br />

—Claro que hoy acabaremos con ella y con todas estas ramas.<br />

¡A un lado!<br />

Marcos agarró los contenedores de gasolina y al momento<br />

los demás comprendieron lo que se proponía, por lo que se<br />

dispusieron a retirarse. En ese momento se soltó un aire muy fuerte,<br />

con corrientes muy heladas. Don Chuy gritó:<br />

—¡No, Marcos, no lo hagas! Deja que este aire se calme,<br />

podemos provocar algún incendio que puede propagarse a las<br />

casas vecinas.<br />

Marcos, que parecía no escuchar, gritó nuevamente:<br />

—¡Retírense!, ¡Retírense! Esto es parte de esa extraña banca; siempre<br />

pasan cosas de esta clase, pero sólo aquí dentro, ya lo comprobé<br />

varias veces. Vayan afuera y compruébenlo por ustedes mismos.<br />

Vamos, no perdamos el tiempo, sólo quiero que comprueben que<br />

este aironazo sólo está aquí, dentro de la casa.<br />

Todos gritaban como si estuvieran lejos. Los ruidos y chillidos<br />

que causaba aquel fuerte viento eran infernales, hacían imposible<br />

que las voces se pudieran escuchar a escasos cinco metros. Carlos<br />

corrió hacia la puerta e intentó abrirla, pero no pudo; lo miró su<br />

amigo Lionel y comprendiendo, velozmente acudió en ayuda de su<br />

amigo. Marcos y don Chuy esperaban impacientes, sin poder creer lo<br />

que estaban viendo: entre Lionel y Carlos no podían abrir la pesada<br />

puerta, la fuerza del aire la presionaba, haciendo imposible abrirla,<br />

siendo que a pesar de ser muy pesada, normalmente se podía abrir<br />

casi nomás con quitarle los pasadores. Estaba montada de tal manera,<br />

que al desatorar los pasadores se podía manipular al gusto. Sentada<br />

264


sobre baleros metálicos, este mecanismo hacía fácil la maniobra y<br />

ahora no podía ser abierta ni con la fuerza de dos hombres.<br />

Marcos gritó nuevamente, anunciándoles que ya era hora; le<br />

pidió a don Chuy que arrimara más contenedores con gasolina.<br />

—Marcos, esto puede resultar peligroso, este aire va a acelerar<br />

el fuego y podemos hacer quemazones que no están planeadas.<br />

—Ya nada importa en este momento –replicó Marcos,<br />

rociando el primer contenedor de gasolina, de casi veinte litros,<br />

alrededor del jardín.<br />

Don Chuy quiso detenerlo, pero Marcos actuó como si<br />

estuviera poseído, y tomando con gran fuerza el brazo derecho de<br />

don Chuy, le dio un suave empujón y mirando fijamente a sus ojos,<br />

le pidió que lo dejara hacerlo.<br />

Don Chuy sintió esa mirada tan fuerte, que no se atrevió a<br />

contradecirlo más, sólo se limitó a mirar la extraña rapidez con la<br />

que actuaba su amigo, quien dijo unas palabras que más bien tuvo<br />

que leer sus labios para entenderlas.<br />

—Hoy debemos hacerlo, si no, después ya no podremos.<br />

Tomó el siguiente contenedor y se metió al jardín. De pronto,<br />

como si hubiera caído un rayo, aquello empezó a arder.<br />

Don Chuy gritaba desesperado cuando miró que el jardín<br />

empezó a quemarse, sin que nadie le prendiera fuego.<br />

—¡Marcos!, ¡Marcos! Salte, muchacho, salte rápidamente, ya<br />

empezó a arder.<br />

<strong>La</strong>s llamas crecían rápidamente, consumiendo parte del<br />

jardín de manera voraz. Don Chuy seguía gritando fuertemente,<br />

ordenándole a Marcos que saliera. Después les empezó a gritar a los<br />

que se encontraban intentando abrir la puerta, pero parecía que no<br />

oían, por lo que rápidamente corrió hacia ellos, en busca de ayuda<br />

para sacar a Marcos del jardín.<br />

Marcos estaba atorado entre las ramas de un rosal cuyas<br />

espinas, muy grandes y muy fuertes, se engancharon de su chamarra.<br />

Al ver que las llamas crecían y que cada vez estaba más atorado,<br />

solamente acató a quitarse la chamarra dejándola ahí, atorada entre<br />

las ramas; no sentía miedo, estaba decidido a todo.<br />

Sus prácticas en el ejército estadounidense le sirvieron de<br />

mucho, y ahí estaba la prueba: en muy poco espacio del terreno<br />

265


se encarreró y de un salto superó la altura de los rosales, que ya<br />

empezaban a arder, y en el área en donde él estaba había rociado<br />

el contenedor, así que en cualquier instante se vería envuelto en un<br />

infierno. Cuando iba en el aire, brincando las ramas del frondoso<br />

jardín, alcanzó a ver cómo prendió el fuego en el lugar en donde<br />

había estado atorado; al caer a salvo del otro lado del jardín, ya don<br />

Chuy traía una manguera a chorro abierto, dispuesto a apagar la<br />

quemazón; había visto a Marcos volar por los aires y cómo cayó<br />

ligeramente al piso, amortiguando el golpe con sus canillas, codo,<br />

hombro y espalda, y doblando un pie para ponerlo de apoyo, se<br />

incorporó de inmediato.<br />

Lionel y Carlos también intentaban sofocar el fuego por otro<br />

lado. En cuanto se incorporó, Marcos les gritó y todos se alegraron<br />

cuando lo vieron y sonriendo corrieron a abrazarlo. En ese instante<br />

entró el sacerdote gritando, diciendo que estuvo mucho tiempo<br />

toque y toque la puerta, y como no abrían, decidió entrar por sí<br />

mismo. Lionel fue a encontrarlo, mientras don Chuy aprovechó<br />

para hablar con Marcos.<br />

—¡Qué susto me diste, muchacho! Creí que te quemabas<br />

ahí adentro.<br />

En eso que hablaban, se dieron cuenta de que el aire se había<br />

calmado, pero dentro del jardín parecía que había un remolino que<br />

corría de un lado para otro, chillando como un gato agonizante;<br />

al mismo tiempo sintieron un escalofrío que les recorrió todo el<br />

cuerpo.<br />

Mientras parecía que las llamas buscaban una salida, todos<br />

retrocedieron. El calor de las llamas casi los quemaba. Se elevaban<br />

más de seis metros, lo cual hizo que los vecinos no tardaran en<br />

darse cuenta e inmediatamente llamaron a los bomberos, quienes<br />

minutos después llegaron al lugar, tocando puertas y haciendo un<br />

gran escándalo.<br />

Marcos salió y les dijo que no era fuego lo que había dentro de<br />

la casa, que lo que pasaba era que se disponían a quemar ramas secas<br />

del jardín, pero un bombero, experto en quemazones, desconfió y<br />

pidió autorización a Marcos para revisar el lugar, situación que era<br />

una regla dentro de la corporación. Marcos no se negó, sabía que<br />

nada corría peligro.<br />

266


El joven luchador contra el fuego se acercó lo más que pudo<br />

y asustado dijo que algo se estaba quemando ahí adentro; preguntó<br />

si había algún animal o algo que se estuviera quemando, porque<br />

olía muy mal. Todos contestaron lo mismo, que sólo eran basura<br />

y ramas secas del jardín y que nunca pensaron que las llamas se<br />

extenderían tan altas.<br />

El bombero fue testigo de los ruidos y los chillidos, como de<br />

un gato en agonía, por lo que les dijo que pasaría al día siguiente<br />

a levantar un reporte, y sin más se retiró, con la mirada fija en<br />

las llamas y con la duda de qué sería aquella cosa tan extraña<br />

que ardía, y por qué se encontraba presente un sacerdote con un<br />

rosario en su mano.<br />

Salió el joven bombero y sin informar nada a sus compañeros<br />

acerca de lo ocurrido, a toda velocidad arrancó el pesado camión,<br />

alarmando cada vez más a los vecinos. Algunos mirones se pudieron<br />

dar cuenta cuando Marcos abrió la puerta a los bomberos, pero al<br />

ver que solamente era algo sin importancia lo que se quemaba en el<br />

patio, uno a uno se fueron alejando.<br />

Los amigos solamente esperaban que el fuego cesara, para<br />

limpiar y barrer las cenizas y tirar todo, antes de que la maestra<br />

llegara. Pero ya habían transcurrido algunas horas y las llamas<br />

parecía que resurgían cada vez más; podría decirse que el agua<br />

bendita y los rezos del sacerdote enfurecían más al siniestro.<br />

El tiempo pasaba tan rápido y a la vez tan lento, que los cuatro<br />

amigos se empezaron a desesperar.<br />

—¿Qué hacemos? —preguntó uno de ellos, a lo que el<br />

sacerdote contestó:<br />

—Nada podemos hacer hasta que acabe de arder toda esa<br />

cochinada. Vamos adentro a rezar, mientras se calma un poco el fuego.<br />

—No, padre —replicó Marcos—, disculpe que le contradiga<br />

pero yo creo que debemos de permanecer aquí hasta que la lumbre<br />

cese; después ya veremos. No tengo confianza como para dejar este<br />

lugar en esta condición.<br />

—Está bien —dijo el sacerdote mientras seguía rezando sin<br />

parar—, está bien, Marcos, tienes razón; debemos de permanecer<br />

muy alertas.<br />

267


Todos miraban el fuego y efectivamente, tenían razón: parecía<br />

que había algo dentro de él que se movía para todos lados en forma<br />

de remolino y era cuando más se elevaba la lumbre hasta alcanzar<br />

una altura considerable.<br />

—Yo puedo ir por unos refrescos —dijo Carlos—. Don Chuy<br />

sólo le presionó el brazo derecho, en señal de que aprobaba su<br />

decisión; nadie más respondió.<br />

Al sentir el suave apretón en su brazo por parte de don Chuy,<br />

Carlos caminó rumbo a la puerta de entrada a la sala; después iría<br />

a la cocina, donde había dejado una cubeta con refrescos y unas<br />

botellas de agua.<br />

Sabía que la casa estaba sola, pero aun así sentía como si<br />

alguien lo estuviera viendo, con una mirada muy fuerte que lo hizo<br />

voltear una y otra vez a su espalda y a sus lados; sentía el mismo<br />

miedo que sintió el día de la velada en el patio, cuando escucharon<br />

los ruidos en el jardín y que todos coincidieron en que era un gato.<br />

Luego de echar un vistazo, cerciorándose de que todo<br />

estaba en completa normalidad, salió rumbo al jardín para<br />

reunirse con sus amigos, que ya esperaban ansiosos. No<br />

faltaron los comentarios de su amigo Lionel: “Los irías a hacer,<br />

cabrón”. “Cómo te tardaste, Carlos”.<br />

—Pero si sólo fueron si acaso dos minutos.<br />

Siguieron los comentarios en son de broma: “Qué se me hace<br />

que andas enfermo del estómago y fuiste al baño”. Los demás rieron.<br />

—¿Pero qué están diciendo? Ya me preocuparon, ¿pues<br />

cuánto tiempo me tardé? —alguien hizo otro comentario—. Con<br />

razón quiso ir él a traer los refrescos, ¿eh?<br />

Carlos, en su angustia de saber por qué tantas bromitas,<br />

empezó a sudar frío. Recordó el recorrido que hizo al ir por los<br />

refrescos y echó una mirada a la entrada: no eran más de veinte<br />

metros. En sus pensamientos estuvo de acuerdo en que hubieran<br />

sido cuarenta metros en ida y vuelta los que tuvo que caminar para<br />

llegar nuevamente al jardín, y también estuvo de acuerdo en que<br />

hubiera tardado, cuando mucho seis minutos, y la pregunta ahora<br />

era ahora: ¿por qué todos le decían que se había tardado bastante?<br />

Esto sí lo trastornó en sus pensamientos, por lo que no tardó en<br />

preguntar que cuál era el tiempo que ellos creían que se tardó.<br />

268


—Don Chuy, usted dígame, ¿cuánto tiempo me tardé?,<br />

porque esto ya no me está gustando; está bien que ya estoy viejo,<br />

pero todavía camino muy bien.<br />

—Mira, Carlos, yo creo que es una broma, pero si quieres<br />

saber más o menos cuánto te tardaste, pues fue como una hora o<br />

un poquito más.<br />

—¡Oh, Dios! –Carlos no pudo evitar su asombro y sin pensar,<br />

con los ojos muy abiertos y rojos, por el humo que le había entrado,<br />

volvió a preguntar y esta vez sí fue más en serio–. ¿Como una<br />

hora? ¿Están bromeando? Por favor, no sean malos, ya me estoy<br />

asustando, ¿cómo que una hora? ¡Por Dios! No lo puedo creer.<br />

Mientras ellos se divertían con el asombro de Carlos, no se<br />

habían fijado que la lumbre ya casi se apagaba; sólo algunas llamas<br />

de menos de un metro se dejaban ver alrededor de lo que un día<br />

había sido un jardín. <strong>La</strong>s palabras de Carlos, sin querer fueron clave<br />

para que la lumbre se fuera extinguiendo.<br />

—Por favor, díganme la verdad, esto no es un juego. Marcos,<br />

dime tú, ¿cuánto tiempo tardé en regresar con los refrescos?<br />

Marcos, muy serio y sin dejar de ver los movimientos cada<br />

vez más lentos de la lumbre, contestó lo mismo que don Chuy.<br />

—¡No puede ser! ¿Qué me pasó durante ese tiempo? Les juro<br />

por lo que quieran, que fui a lo que fui y eso fue todo.<br />

Nadie contestó nada. Esta vez parecía que todos estaban<br />

atentos a lo que pasaba en el jardín. Carlos comprendió que lo<br />

que había pasado nadie se lo iba a creer. Se quedó encerrado en<br />

sus pensamientos, e impotente, decidió olvidar por el momento lo<br />

ocurrido, pero volvería a discutir de su tardanza.<br />

Caminó lentamente y se dio cuenta de que habían pasado<br />

muchas cosas en muy corto tiempo. De pronto, como un resorte<br />

saltó hacia atrás y dijo con un grito triunfante: —¡Esperen! ¡Esperen!<br />

Falta algo muy importante que también se tiene que ir con todo eso.<br />

Corrió como pudo y de un fuerte empujón abrió la puerta<br />

de la entrada principal de la sala y salió inmediatamente. Todos<br />

miraban al sorprendido amigo, sin entender ni articular palabra<br />

alguna; sólo esperaron porque todo fue muy rápido. Todavía no<br />

volvían la mirada al jardín, cuando Carlos salió corriendo con<br />

un bulto negro en sus manos, y sin pensarlo dos veces lo arrojó<br />

269


a las pocas llamas que quedaban. El paquete, al agarrar fuego se<br />

consumió rápidamente como si fuera pólvora, escuchándose una<br />

pequeña explosión. Un humo negro y apestoso salió de los restos<br />

del paquete que Carlos arrojó al fuego.<br />

Los amigos de Carlos se acercaron a él y Marcos se dio cuenta<br />

que Carlos había caído en shock: tenía la mirada fija y los ojos muy<br />

abiertos, por lo que le dijo: —Ya pasó el peligro, amigo. Ya está<br />

consumido.<br />

El fiel amigo Carlos, como un niño recargó su cabeza en el<br />

pecho de Marcos, y sollozando comentó lo que sucedió:<br />

—Cuando fui a la cocina por los refrescos, entré como<br />

siempre, con confianza, como si fuera mi casa; de pronto miré a<br />

un señor adulto, con aspecto indígena, chamarra beige larga y<br />

sombrero de palma.<br />

Marcos sintió que las piernas se le doblaban. Presionó más<br />

fuerte a su amigo, como apoyándose en él, para no caer. Sin duda<br />

alguna era el mismo ser extraño que le había regalado el viejo libro.<br />

Carlos sintió el desvanecimiento de Marcos y lo<br />

sujetó, y sin despegar la cabeza del pecho de su amigo y aún<br />

sollozando, continuó:<br />

—Los ojos le brillaban como las mismas llamas del fuego en<br />

el jardín y me tendió sus manos, entregándome un paquete; me<br />

hipnotizó con su mirada, me robó mi voluntad, porque no pude<br />

articular ni una sola palabra. Lo raro fue que el miedo se me esfumó<br />

al mismo tiempo que me dijo que echara este paquete al fuego, para<br />

que todo se terminara. Me dijo que él estaba cumpliendo con la<br />

última voluntad de su abuelo, que por favor no fuéramos a extinguir<br />

la lumbre hasta que diera la última señal de humo, y que todas las<br />

cenizas las enterráramos en la última habitación de la casona. Que<br />

hay más cosas que deben estar juntas con las cenizas, pero que por<br />

ahora lo del paquete, el jardín y la banca, eran suficiente; que él<br />

se encargaría de buscar lo que falta para que el hechizo de la <strong>vieja</strong><br />

banca se elimine. Por último me pidió que no revelara esto hasta<br />

que quedaran algunas cuantas llamas de lumbre, suficientes para<br />

que este paquete arda.<br />

—Yo hice un esfuerzo sobrehumano por hablar, ya que me<br />

di cuenta de que este ser nos protegía; al menos así me estaba<br />

inspirando. ¿Qué es este paquete?, le pregunté, y ¿por qué te urge<br />

270


tanto que lo queme hasta que queden las últimas llamas? ¿Qué<br />

contiene este paquete? Y él me contestó: “Porque el humo que<br />

escape del último trozo de la banca, tiene que juntarse con el del<br />

paquete negro, y el paquete contiene un libro y unas fotografías”.<br />

Carlos, sin dejar de hablar y con la vista clavada en la última<br />

señal de humo, pudo ver que el indígena tenía mucha razón.<br />

Levantó un brazo y les mostró, en el preciso momento en que el<br />

humo de ambas cosas —de la banca y del paquete—, como por arte<br />

de magia se estaba juntando y elevándose al espacio.<br />

Todos se quedaron con la boca abierta y con la mirada<br />

incrédula. Marcos llevó a Carlos con don Chuy y sin palabras, sólo<br />

con una mirada, le pidió que cuidara de su amigo.<br />

Marcos se acercó un poco más a lo que era el jardín, para<br />

apreciar mejor el fenómeno que estaba ocurriendo. Don Chuy<br />

abrazó a Carlos, que estaba aun débil, e inmediatamente corrió<br />

Lionel, gritando:<br />

—¡No! ¡No, Marcos! Esto es muy serio; no te acerques, puede<br />

ser muy peligroso, en estas cosas nunca se sabe; es mejor esperar y<br />

después vemos cuál fue la razón de todo esto tan extraño.<br />

Marcos tenía la intención de destrozar lo último que quedaba,<br />

mas si hubiera sido así, no se hubiera cumplido el deseo del extraño<br />

personaje que se le había aparecido a Carlos en la sala de la casona<br />

y días antes a Marcos, la noche que fueron de compras.<br />

—Está bien, Lionel, como tú digas, pero entre más pronto<br />

acabemos con estas cosas, es mejor; ya me enfadaron tantos<br />

misterios.<br />

—Calma, muchacho —dijo don Chuy—, creo que ya es todo<br />

lo que tenemos que sufrir, porque aunque no crean, es un miedo<br />

que nos consume a todos ¿o no es así?<br />

Todos lo miraron en silencio, aceptando la pregunta.<br />

—Ahora hay que esperar pacientemente para empezar a limpiar<br />

y llevar ahorita mismo a enterrar las cenizas a donde fue indicado.<br />

Ya Carlos se notaba mejor, la voz y el semblante eran de<br />

él y estuvo totalmente de acuerdo. En menos de dos horas ya<br />

estaban terminando la pesada tarea, pero había algo que nadie<br />

había notado, ni el mismo Marcos: que su novia no le había<br />

llamado para preguntar cómo estaban las cosas, como habían<br />

acordado cuando le explicaron el plan.<br />

271


Momentos después, poco antes de la media noche, ya habían<br />

terminando de hacer lo que el misterioso personaje les había<br />

encomendado. Todos se agradecieron su participación, quedando<br />

de verse el día siguiente en casa de Lionel, para los últimos detalles.<br />

Al salir iban muy contentos, haciendo comentarios de la<br />

triunfante acción. Nadie se percató de que la puerta estaba abierta, y<br />

cuando lo descubrieron, Carlos preguntó: “¿Quién abrió la puerta?”.<br />

Todos se miraron unos a otros, sin que nadie contestara la pregunta.<br />

Continuaron caminando y de pronto, entre una nube de neblina,<br />

un perro negro muy grande se paró en la puerta de la entrada de la<br />

casona. Acechaba furioso y sus gruñidos los paralizaron. Sus ojos<br />

destellaban lumbre, sus filosos colmillos brillaban con la luz de la<br />

luna y su posición era de ataque.<br />

Marcos llevó la mano derecha a su cintura y se dio cuenta de<br />

que no traía su pistola, la había dejado en su camioneta; sólo habló<br />

a los demás para evitar un ataque: —¡Cálmense! Esto no es nada<br />

normal; la puerta estaba cerrada y un animal no es capaz de abrirla.<br />

No tengan miedo, no nos atacará, sólo mírenle a los ojos y lo vamos<br />

a dominar entre todos.<br />

El sacerdote sacó de entre sus ropas una botellita con agua<br />

bendita, la cual roció en cruz, mientras rezaba algunas frases en<br />

latín y apoyó la idea de Marcos.<br />

Así lo hicieron todos, aterrados, y poco a poco se fueron<br />

echando contra el furioso animal. Se escuchó un trueno muy fuerte,<br />

un poco más que un disparo; una nube de humo los dejó ciegos por<br />

unos instantes y de pronto, cuando se aclaró el ambiente, el perro<br />

había desaparecido y todo regresó a su normalidad.<br />

Don Chuy fue el primero en articular palabra: —¿Todos<br />

están bien? ¿Estás bien, Marcos? —dijo golpeándolo cariñosamente<br />

en su hombro.<br />

—Sí, don Chuy, estoy muy bien, gracias.<br />

—Yo no puedo creer cómo sucedió esto tan extraño —<br />

comentó don Chuy—, debo confesar que cuando se escuchó el<br />

trueno y la nube de humo nos cubrió, quise correr, pero mis piernas<br />

no me ayudaron, estaban como pegadas al piso.<br />

Todos echaron a reír, con una risa nerviosa.<br />

272


—Yo creo que eso nos pasó a todos, don Chuy —dijo<br />

Lionel—, y es muy común. En estos casos el miedo es colectivo.<br />

Nos paralizamos por unos instantes, y gracias a Marcos<br />

pudimos recuperar nuestro estado normal y poder pensar y<br />

hacer algo positivo.<br />

—¿Saben? —continuó Lionel—, quiero confesar que en<br />

el tiempo de mi carrera, jamás me había pasado algo parecido;<br />

siempre eran cosas leves que tenían una lógica o algo por el<br />

estilo. Ahora, con todo esto me doy cuenta de que no es fácil<br />

presenciar estos actos desconocidos, pero que sí existen, aquí y<br />

en cualquier parte. Lo del perro, cuando lo miré casi me orino.<br />

—Todos rieron—. De verdad, había tenido sustos de perros<br />

callejeros, pero éste no era de este mundo.<br />

Salieron de la casona todos juntos, se despidieron del<br />

sacerdote, cerraron la puerta y se fueron en los carros en que<br />

habían llegado.<br />

273


Transformación de<br />

la maestra<br />

En el camino, Marcos se cuestionaba acerca de dónde estaría<br />

su familia, por lo que le sugirieron que les hablara. Habló al celular<br />

de su novia y dejó mensaje; después llamó a la casa de sus suegros<br />

y le dijeron que tenía que ir de emergencia a la clínica del doctor<br />

Ávila, porque la maestra se había puesto mal; era todo lo que hasta<br />

esa hora ellos sabían. Marcos les agradeció por la información y les<br />

pidió que le hablaran a su celular en cuanto supieran algo de <strong>La</strong>ura.<br />

Apenas apagó su celular, le dio un fuerte golpe al volante de<br />

su camioneta, diciendo una palabra en inglés: “¡Fuck! Nomás esto<br />

nos faltaba”.<br />

Don Chuy preguntó preocupado qué era lo que estaba<br />

pasando, a lo que Marcos le contestó: —<strong>La</strong> maestra se enfermó y<br />

está grave en la clínica del doctor Ávila.<br />

—Vamos, yo te acompaño, muchacho—. Don Chuy, su fiel<br />

amigo, no lo dejaba solo, compartía sus sentimientos como si fuera<br />

su familiar.<br />

—No, don Chuy, muchas gracias; usted se va a descansar y ya<br />

mañana Dios dirá.<br />

—Por favor, Marcos, yo te acompaño. De ahí le hablo a mi<br />

esposa, según como vea la situación.<br />

—Está bueno, don Chuy, vamos.<br />

Marcos sabía manejar rápido pero ahí estaba don Chuy y no<br />

quiso asustarlo. Luego de unos minutos de camino, llegaron a la<br />

clínica, se bajaron con rapidez y Marcos se dirigió a la recepción,<br />

275


donde preguntó por su novia, a la que de inmediato localizaron.<br />

<strong>La</strong>ura llegó con lágrimas en sus ojos, abrazó a Marcos, le dio un<br />

beso y le dijo al oído que lo amaba, que la disculpara por no haberle<br />

hablado por teléfono para avisarle.<br />

—No te preocupes, mi amor, está bien, cálmate.<br />

<strong>La</strong>ura saludó a don Chuy con un beso en la mejilla, los pasó<br />

a la sala de espera, donde estaban Paquita y doña Carmen, la mamá<br />

de Carlos, amiga fiel de la maestra. Después de saludarse se sentaron<br />

a comentar de cómo estaba la maestra y cómo fue que enfermó.<br />

Paquita se sentó en las piernas de Marcos y lloró en su pecho;<br />

le pedía a Marcos que hablara con los doctores para que cuidaran<br />

de su abuelita. Marcos le prometió que haría hasta lo imposible<br />

para que su abuelita se recuperara. En ese instante el doctor Ávila<br />

mandó llamar a <strong>La</strong>ura, quien de inmediato acudió llevando con ella<br />

a Marcos, quien antes de retirarse comentó:<br />

—Don Chuy, aquí le encargo a mi familia; cuídemelos por<br />

favor, ahorita regreso. Con permiso, señora Carmen. Ahorita<br />

regreso, m’ija —le dijo a Paquita, dándole un beso en la frente,<br />

pidiéndole que no se preocupara, que todo iba a salir bien.<br />

El doctor Ávila esperaba en su oficina, y al verlos llegar se<br />

puso de pie e intercambiaron saludos.<br />

—Doctor Ávila, qué gusto.<br />

—Hola, Marcos, ¿cómo estás?<br />

—Muy bien, gracias, ¿y usted?<br />

—También bien, solamente ahora con el problema de la<br />

maestra, y precisamente por eso los llamé. Quiero decirles que la<br />

maestra sufrió una embolia que le afectó parte del lado derecho;<br />

prácticamente todo el lado derecho lo tiene paralizado, pero va<br />

en recuperación. Tiene un elevado porcentaje de sobrevivencia<br />

y sólo les recomiendo que le den su medicina, que permanezca<br />

en reposo y pedirle a Dios que la ayude a recuperarse. Yo creo<br />

que en dos o tres días se la pueden llevar a su casa y mientras<br />

tanto, si gustan, aquí la podemos atender hasta su completa<br />

recuperación; eso será decisión de ustedes. También quiero<br />

decirles que sufrió una transformación muy extraña, y esto lo<br />

desconozco clínicamente. Pero <strong>La</strong>ura, mejor pasa a Marcos<br />

para que la vea y así a ver qué opina.<br />

276


<strong>La</strong>ura, por su experiencia como enfermera, sabía que sería<br />

largo el tiempo que tomaría la recuperación, si es que se recuperaba,<br />

y si empeoraba, le podía repetir otra embolia o seguir en el mismo<br />

estado en el que se encontraba.<br />

—Vamos, pasen para que la vean unos minutos; piensen y<br />

decidan ustedes a solas qué es lo que van a hacer, y lo que decidan,<br />

yo estoy a sus órdenes.<br />

—Muchas gracias, doctor Ávila, yo sé que la maestra está en<br />

buenas manos; con permiso.<br />

Fueron al cuarto en donde estaba la maestra, y antes de entrar<br />

<strong>La</strong>ura le advirtió a Marcos que la maestra ya no parecía la misma,<br />

para que no fuera a tener una fuerte impresión, a lo que Marcos<br />

solamente contestó: “Está bien, m’ija”.<br />

Le presionó las manos y entraron. Antes de recorrer la<br />

cortina <strong>La</strong>ura miró a su novio y éste, con un movimiento de cabeza,<br />

le indicó que adelante. <strong>La</strong>ura recorrió las cortinas y pasó a su novio.<br />

Ella pudo ver el semblante de Marcos cuando éste, al mirar a la<br />

maestra, no pudo evitar una exclamación y en su rostro se dibujó<br />

una mueca de asombro. Unas palabras en inglés fueron las únicas<br />

que pronunció: “Oh, my god!<br />

Por unos instantes se quedó mudo, mirando a la maestra<br />

y escuchando los sonidos que emitía de terror; luego se dirigió a<br />

<strong>La</strong>ura, la tomó de la mano y la sacó al pasillo, en donde le dijo: —No<br />

lo puedo creer, ¿qué pasó?, ¿es la maestra? –preguntó titubeando.<br />

—Sí, es la maestra, Marcos. Y no sabemos qué fue lo que<br />

pasó. El doctor Ávila está sorprendido y tiene mucho miedo;<br />

dice que si no la hubiera conocido antes, jamás creería lo que sus<br />

ojos vieron. Cuando le dije que era doña María, no te imaginas<br />

el grito que escapó de su garganta; tembloroso se acercó a ella<br />

para revisarla, al tiempo en que la maestra como que tosió, y<br />

por su boca arrojó una mezcla medio aguada, maloliente y de<br />

color verde, que le salpicó parte de su cara. El doctor corriendo<br />

fue al baño, en donde se lavó la cara por varios minutos y usó<br />

diferentes cremas anti—infecciones. Se asustó bastante, por lo<br />

que le tuvieron que inyectar un calmante. Luego regresó medio<br />

molesto y agitado para atender a la señora. Yo también me<br />

asusté, no lo puedo creer.<br />

277


—Y tú, mi amor, ¿cómo fue que te diste cuenta? —<br />

preguntó Marcos, por lo que <strong>La</strong>ura le sugirió: —Ven, vamos a<br />

otro lado y te cuento.<br />

Se dirigieron a una de las salitas de espera, donde se<br />

sentaron, y ahí <strong>La</strong>ura le comentó todo lo que había pasado desde<br />

que salieron de la casona.<br />

—¿Y Paquita sabe de esto? —inquirió Marcos.<br />

—Sí, ella lo sabe, y también doña Carmen; se asustaron<br />

cuando la miraron porque como te digo, primero le dio como<br />

un ataque epiléptico y después se fue transformando, pero esto<br />

pasó en el hospital y ni la señora Carmen ni Paquita la miraron,<br />

porque se tuvieron que salir; yo me quedé ayudando al doctor. Fue<br />

horrible, tenía una fuerza enorme, casi nos levantaba a todos los<br />

que la estábamos deteniendo mientras le inyectaban un sedante.<br />

Los sonidos que emitía eran horribles, escalofriantes.<br />

<strong>La</strong> muchacha empezó a llorar, había pasado tan mal rato que ya<br />

no pudo contener su emoción, por lo que Marcos trató de clamarla.<br />

—Tranquila, amor, todo esto ya pasó. Ahora vamos a llevar<br />

a don Chuy a su casa y que Paquita se quede en casa de la mamá<br />

de Carlos, para que descansen; tú y yo nos regresamos a cuidar un<br />

rato a la maestra. Aquí me cuentas todo con detalles y yo te contaré<br />

cómo nos fue con nuestro plan, ¿está bien?<br />

<strong>La</strong> muchacha aceptó, Marcos le limpió sus lágrimas, le dio un<br />

beso en la frente diciéndole cuánto la amaba.<br />

Tomados de la mano caminaron los dos enamorados,<br />

dirigiéndose hacia la sala de espera donde estaban sus amigos.<br />

Hablaron con ellos, los convencieron de irse a descansar, aunque<br />

quien opuso más resistencia fue don Chuy, quería verla y estar con<br />

sus amigos hasta que la maestra se recuperara, o por lo menos hasta<br />

que dijeran que ya pasó el peligro.<br />

Camino a casa, Paquita hizo varias preguntas difíciles de<br />

contestar, como que por qué su abuelita había envejecido tan rápido.<br />

<strong>La</strong>ura, al ver que nadie quiso comprometerse, como pudo<br />

contestó, dando una lógica del envejecimiento precoz.<br />

<strong>La</strong> muchachita no quedó muy satisfecha con la versión de<br />

su amiga y permaneció sumida en sus pensamientos; sus lágrimas<br />

no dejaron de salir, el sorbete de su nariz se escuchó en todo el<br />

278


camino, y antes de llegar a casa de don Chuy, la pequeña agradeció<br />

las atenciones hacia ella y su abuelita.<br />

Don Chuy se le acercó, le tocó la cara y le dijo: —Mira,<br />

m’ija, yo soy un viejo también, pero quiero que sepas que cuentas<br />

conmigo para lo que se les ofrezca a ti y a tu abuelita. Yo soy amigo<br />

de Marcos y quiero ser parte de los sentimientos de ustedes, así es<br />

que no temas, te aseguro que estás en muy buenas familias. Ahorita<br />

llegando me dicen en dónde van a dormir esta noche, para mañana<br />

ir mi esposa y yo por ustedes para invitarlos a mi casa.<br />

<strong>La</strong>ura se encargó de lo demás; se despidieron y se desearon<br />

mucha suerte. Don Chuy caminó unos pasos hacia la puerta de<br />

su casa, se miraba muy cansado. Marcos no arrancó su camioneta<br />

hasta que vio que abrió la puerta de su casa y entró.<br />

Luego de dejar a la mamá de Carlos y a Paquita, se regresaron<br />

a la clínica y ya adentro se platicaron todo lo que había sucedido en<br />

el transcurso del día.<br />

En un par de horas los dos estaban cabeceando, cuando de<br />

pronto los interrumpió una de las enfermeras, para comunicarles<br />

que la maestra había tenido unas reacciones muy buenas, que esto<br />

se lo diría al doctor a primera hora del día. Les pidió que pasaran,<br />

que podían estar con ella por unos minutos.<br />

Los dos enamorados, sorprendidos por la noticia, saltaron<br />

como resorte y fueron tras de la enfermera. Al entrar, la enfermera<br />

abrió la cortina, ellos se prepararon para ver el rostro de la<br />

señora, y fue tan grande su sorpresa que el semblante les cambió<br />

inmediatamente: la maestra había mejorado notoriamente.<br />

Se acercaron incrédulos para verla de cerca: su rostro tenía<br />

menos arrugas y los ojos ya no los tenía en blanco; sus dientes<br />

parecían normales y su boca cerrada; la voz ronca y los sonidos que<br />

emitía, habían desaparecido; el pelo estaba rizado pero atado con<br />

un listón. <strong>La</strong> mueca de terror de su cara desapareció, sus manos<br />

ya no estaban moradas y sus venas ya eran muy poco visibles, no<br />

como al principio, que parecía que se estaban reventando.<br />

Todavía no salían del asombro cuando notaron unos<br />

movimientos de sus manos. <strong>La</strong>ura se asustó y se refugió en el pecho<br />

de su novio; él la abrazó y con señas de sus manos le pidió calma. De<br />

pronto los movimientos de sus manos se calmaron, luego empezó a<br />

279


estirar los dedos, como si quisiera alcanzar algo que se encontraba<br />

distante; sus ojos se abrieron de un jalón y <strong>La</strong>ura no pudo evitar un<br />

grito, que aunque suave, sí se escuchó, por lo que la maestra, un poco<br />

confundida, quiso hablar pero no se le entendió ni una palabra. Los<br />

novios permanecieron callados, el miedo no los dejaba hablar.<br />

<strong>La</strong> maestra intentó una vez más comunicarse con ellos, que<br />

seguían asustados, sin poderse mover por la impresión. Marcos le<br />

dijo a su amada al oído que fuera por la enfermera y de paso que<br />

le hablara al doctor Ávila. <strong>La</strong> muchacha no esperó ni un segundo<br />

más, corrió tan rápido que ya casi tumba a la enfermera de guardia;<br />

le pidió disculpas y le explicó el porqué de su carrera; le pidió que<br />

fuera inmediatamente a ver a la paciente del 204, que era urgente.<br />

<strong>La</strong> joven enfermera corrió, pensando que necesitaba ayuda<br />

o algo por el estilo, y al ver a su paciente también se sorprendió: no<br />

podía creer que la señora que horas antes se estaba muriendo, ahora<br />

se encontraba muy serena y con su rostro sin ningún síntoma de<br />

enfermedad; solamente se le miraba cansada.<br />

Antes, la mirada de la maestra era tan fuerte que no se le<br />

podía ver de frente a los ojos, y como no podía hablar, este problema<br />

hacía que su mirada desesperada se convirtiera en algo amenazante;<br />

ahora, aunque el miedo aún se sentía, ya no había por qué temer: la<br />

señora se miraba inocente e inofensiva.<br />

Luego de unos minutos que parecieron eternos, cerró sus ojos<br />

y se quedó profundamente dormida, sus ronquidos de cansancio<br />

lo confirmaban. <strong>La</strong>ura aprovechó para pedirle a la enfermera de<br />

turno que le inyectara un sedante, que era recomendable que<br />

permaneciera dormida hasta que el doctor llegara. Los novios<br />

aprovecharon el momento para ir a la cafetería de la clínica a tomar<br />

una taza de café.<br />

Ya casi para amanecer llegó el doctor Ávila y poco después de<br />

checar a la maestra trató de comunicarse con <strong>La</strong>ura y con Marcos,<br />

para decirles en qué condiciones se encontraba la enferma. Fue<br />

informado que estaban dentro de la cafetería y les pidió que ahí lo<br />

esperaran, que llegaría en unos minutos.<br />

Después de conversar con ellos por aproximadamente<br />

una hora, les sugirió que la trasladaran a Monterrey, para que le<br />

hicieran urgentemente una operación, pues había sufrido otra<br />

embolia, por lo que se hacía necesaria una delicada cirugía. Les<br />

280


dijo que en aquella ciudad tenía doctores amigos, compañeros de la<br />

universidad, que contaban con el instrumental necesario para este<br />

tipo de operaciones. Él practicaría la operación, pero que tenían<br />

que trasladarse de inmediato.<br />

Marcos le preguntó que como cuánto tiempo estarían en<br />

Monterrey, y la respuesta fue que de cuatro a cinco días. Llamó a<br />

su oficina y dio órdenes para que arreglaran un viaje aéreo urgente<br />

a Monterrey. <strong>La</strong>ura le dijo que iría con él, que sólo tenía que hacer<br />

una llamada a su mamá. Marcos aceptó.<br />

Luego de unos minutos, se escuchó su teléfono celular: era su<br />

secretaria para informarle que ya le tenía todo listo para el viaje, que<br />

se presentaran lo más pronto posible en el aeropuerto; que era una<br />

avioneta con capacidad para doce pasajeros.<br />

Marcos y <strong>La</strong>ura salieron rápidamente, diciendo que irían a<br />

hacer sus maletas y que regresarían en media hora.<br />

En el camino, <strong>La</strong>ura le dio instrucciones a su mamá para<br />

que le ayudara a hacer la maleta, diciéndole además que en quince<br />

minutos pasarían por ella. Llegaron a casa de Marcos y ella misma<br />

le preparó la maleta mientras él se daba un regaderazo; luego que<br />

salió, ella también se metió a bañar.<br />

Marcos habló con la mamá de Carlos y le explicó brevemente<br />

todo; le encargó mucho a Paquita. Salió <strong>La</strong>ura del baño con una<br />

bata cortita y al pasar por enfrente de donde estaba hablando<br />

Marcos, éste se quedó mudo por unos instantes: al mirar sus lindas<br />

y torneadas piernas, por poco y avienta el teléfono y se va a seguir<br />

a su novia. Apretó sus dientes con fuerza, cerró los ojos y presionó<br />

su pecho para calmarse. Continúo hablando por teléfono, medio<br />

tartamudo. Ya no dijo más, sólo dijo que regresarían en una semana,<br />

o tal vez en menos.<br />

Instantes después salieron de prisa a casa de la mamá de<br />

<strong>La</strong>ura, por su ropa. Su mamá ya estaba afuera de la casa esperando;<br />

solamente se saludaron de beso y rápidamente se despidieron de<br />

la misma forma. <strong>La</strong> futura suegra de Marcos miró a <strong>La</strong>ura con el<br />

pelo húmedo y se quedó pensando mil cosas; sólo les dijo que se<br />

cuidaran mucho.<br />

El doctor Ávila también esperaba su maleta. Ya había dado<br />

instrucciones para que prepararan a la maestra para viajar. Cuatro<br />

de sus mejores enfermeras lo acompañarían y también <strong>La</strong>ura estaba<br />

281


dispuesta para participar en la operación. En menos de hora y<br />

media estaban todos listos para abordar la avioneta que los llevaría<br />

a la ciudad de Monterrey, N.L.<br />

El viaje fue excelente; el tiempo era oro en esos momentos.<br />

Cuando llegaron al aeropuerto de aquella ciudad, ya había gente<br />

esperando. En caravana, inmediatamente se trasladaron a la clínica<br />

particular en donde ya tenían todo preparado para realizar la operación.<br />

<strong>La</strong>s seis largas horas de espera que duró la intervención fueron<br />

terribles para Marcos. Fue en busca de algo de comida a los puestos<br />

que se encontraban frente a la clínica y al regresar todavía nadie<br />

sabía nada del resultado de la operación. A quienes preguntaba,<br />

todos le decían que tenían que esperar a que saliera el doctor, para<br />

que fuera él quien informara sobre el estado de la enferma.<br />

Ya pasaba de las tres de la madrugada y Marcos estaba tan<br />

desesperado como al principio. Ya había hablado con su amigo don<br />

Chuy dos o tres veces, al igual que con Carlos, sin poderles dar a<br />

conocer ninguna nueva noticia; todo seguía igual, sólo esperaba<br />

que el doctor Ávila o <strong>La</strong>ura salieran, para saber qué noticias tenían.<br />

De repente, ahí en la sala de espera donde se encontraba<br />

Marcos, apareció <strong>La</strong>ura, con el rostro cansado pero con un gesto<br />

de felicidad, lo que hizo suponer a Marcos que todo estaba bien.<br />

Corrió a encontrarla y como siempre, se dieron un abrazo muy<br />

fuerte y un beso lleno de pasión, antes de nada.<br />

Después del abrazo y el beso, <strong>La</strong>ura le dijo al oído en voz baja.<br />

“Te amo”, y lo invitó a la cafetería de enfrente. En el trayecto le dijo<br />

que la operación había sido un éxito, que todo había salido como el<br />

doctor Ávila lo había planeado.<br />

Se sentaron, ordenaron un café y Marcos le pidió que<br />

continuara informándole.<br />

—Tres enfermeras se regresan hoy mismo para Durango y<br />

otra permanecerá con nosotros hasta que den de alta a la maestra.<br />

—Muy bien, ¿y el doctor, qué dice?, ¿él también se regresará<br />

hoy mismo?<br />

—No, él se quedará hasta estar seguro de que las reacciones<br />

de la maestra son positivas.<br />

Mientras, en Durango, don Chuy comentaba con Carlos y<br />

con Lionel lo que estaba pasando; les habló a Gilberto y a José para<br />

darles la noticia y comentarles también lo que pasó en la casona.<br />

282


Se reunieron en casa de Lionel y ahí pasaron un buen rato<br />

comentando sobre la <strong>vieja</strong> banca y lo de la enfermedad de la<br />

maestra, que unos relacionaron con los hechos y otros simplemente<br />

dijeron que era parte de la casualidad.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos estaba muy preocupada por la salud de su<br />

mejor amiga y esperaba ansiosamente una noticia que la alentara.<br />

Poco antes de las ocho de la mañana, por fin se comunicó Marcos<br />

con ella, dándole la buena noticia, agregando que ya podía hablar<br />

un poco y que la mandaba saludar.<br />

Marcos pidió hablar con Paquita, quien lloró de gusto y le<br />

agradeció por cuidar a su abuelita y por preocuparse por ellas.<br />

— No me agradezcas nada, mi amor. Ya sabes que las quiero<br />

como de mi familia.<br />

—Entonces déjame decirte papá—. Marcos se estremeció,<br />

la palabra le pegó en el mero cerebro y tuvo una pequeña<br />

contracción, que se notó tan claramente que hasta <strong>La</strong>ura se dio<br />

cuenta y le preguntó si se sentía bien. Marcos, sin mirar a su<br />

novia, le contestó positivamente.<br />

—Marcos, ¿qué te pasa? ¿Te sientes bien?<br />

—Sí, mi amor, me siento perfectamente.<br />

<strong>La</strong> voz lo delató, por lo que desde el otro lado de la línea la<br />

niña lo cuestionó: —Tu voz se escucha entrecortada...<br />

—Es que me dio mucho gusto que me dijeras papá y casi me<br />

haces llorar.<br />

—Perdóname, Marcos.<br />

—No te preocupes, está bien. No soy tu papá pero si quieres<br />

decirme así, por mí no hay ningún problema, pues te quiero mucho<br />

m’ija. Cuídate y pronto nos veremos por allá, en cuanto tu abuelita<br />

pueda hablar nos comunicaremos contigo, te lo prometo. Cuida<br />

mucho a doña Carmen y tú también cuídate.<br />

Luego habló con don Chuy, le dio la buena noticia y le pidió<br />

que avisara a los demás. Don Chuy le dijo que se encontraba en casa<br />

de Lionel y que también todos lo mandaban saludar; se despidieron.<br />

Después de haber dado la noticia a sus amigos, se fueron<br />

a ver a la maestra, que ya estaba en un área de recuperación.<br />

Se sorprendieron por la rapidez de su evolución, pues su rostro<br />

estaba perfectamente y sin ninguna alteración. Se encontraba<br />

283


dormida cuando ellos llegaron y esto ayudó a que ellos la<br />

pudieran contemplar y una vez más darse cuenta que todo su<br />

estado físico había vuelto a la normalidad.<br />

Se sentaron a un lado de su cama y ahí, platicando sin un tema<br />

en especial, se pasó casi una hora. Cuando la maestra despertó, lo<br />

primero que miró fue a ellos.<br />

—¡Muchachos! ¿Qué hacen aquí? ¿Pues qué paso?<br />

Los enamorados se sobresaltaron al escuchar la voz tierna<br />

de la maestra y pronto se acercaron a saludarla. Sus ojos, que<br />

conservaban su color natural verde olivo, aún estaban un poco<br />

rojos. Después de un intercambio de saludos, <strong>La</strong>ura le comentó<br />

cómo fue que se enfermó, y ella dijo que no recordaba nada<br />

pero que se sentía bien, que sólo le dolía un lado del pecho, que<br />

sentía como si le hubieran enterrado un cuchillo, a lo que <strong>La</strong>ura le<br />

comentó que más o menos eso había pasado, pues lo que le hicieron<br />

fue que le insertaron una sonda por una de las arterias al corazón,<br />

para deshacerle un coágulo que tenía cerca de ese órgano; que todo<br />

fue un éxito y ahora solamente esperaban su recuperación para<br />

regresar a Durango.<br />

—¿Pues dónde estamos? —preguntó ella.<br />

<strong>La</strong>ura se disculpó por no haberle dicho antes que estaban<br />

en Monterrey. Se quedó un momento seria y de pronto preguntó<br />

por Paquita y por Carmen, su amiga del alma. Marcos le dijo que<br />

en ese momento se comunicaría con ellas para que ella misma las<br />

saludara. Tomó su celular y marcó.<br />

—Doña Carmen, soy Marcos, le paso a la maestra.<br />

Se saludaron con risas y llanto, luego habló con Paquita, a<br />

quien también la hizo llorar la emoción.<br />

—Ya estoy bien, pronto estaré contigo, mi amor. Sólo fue<br />

como un desmayo, no temas. Ahora dime, ¿cómo estás tú?<br />

—Yo muy bien, abuelita, muy preocupada por ti. No quiero<br />

que estés enferma, quiero que estés conmigo para cuidarte. Te<br />

extraño, abuelita.<br />

Paquita se soltó llorando, por lo que le fue imposible seguir<br />

hablando. Su abuelita la animó diciéndole que “posiblemente<br />

mañana por la tarde ya estaré en casa y ya no nos separaremos más,<br />

como te lo había prometido”.<br />

284


Doña María le regresó el teléfono a Marcos. <strong>La</strong> enfermera de<br />

turno regresó y les pidió que salieran de la habitación por un tiempo,<br />

porque la enferma debía de reposar y además tenía que dormir.<br />

—Está bien, señorita. Vamos a estar ahí afuera; si se<br />

requiere algo, llámame a este número de teléfono, por favor.<br />

Acto seguido, se dirigió a la maestra: —Doña María, nosotros<br />

estaremos pendientes, no se preocupe. Si todo sale bien nos<br />

regresaremos para Durango lo más pronto posible.<br />

—Muchas gracias, Marcos, Dios te bendiga. Vayan a darse<br />

una vuelta al centro, yo voy a estar bien; si quieren regresen<br />

hasta mañana.<br />

—No, es mucho tiempo, necesitamos estar pendientes<br />

para cuando el doctor Ávila regrese y nos diga cómo va<br />

evolucionando de su enfermedad –dijo <strong>La</strong>ura.<br />

—Está bien m’ija, vayan un rato a descansar, aquí los<br />

espero cuanto gusten.<br />

285


Reconstrucción<br />

e inauguración<br />

del jardín<br />

Los novios se salieron a comer algo, ya el peligro había pasado. <strong>La</strong><br />

maestra estaba bajo control y ahora sólo sería cuestión de ver sus<br />

reacciones, y si todo seguía bien, pronto sería dada de alta.<br />

<strong>La</strong>ura le pidió a su novio unos minutos para darse un<br />

regaderazo y cambiarse de ropa, tiempo que Marcos aprovechó<br />

para salir de la clínica y hacer una llamada a Durango.<br />

—Hola, Carlos, ¿cómo estás, mi amigo?<br />

—Muy bien, Marcos. ¿Cómo está la enferma?<br />

—Ya está mejor, tal vez mañana por la tarde ya estaremos<br />

en Durango.<br />

—Aquí los esperamos.<br />

—Carlos...<br />

—Dime, hermano.<br />

—Hazme un favor, quiero reconstruir nuevamente un jardín<br />

para la maestra y tú lo sabes hacer, o si conoces a alguien que pueda<br />

hacerlo antes de que regresemos, estaría perfecto.<br />

—Claro que sí, hermano. Yo mismo lo diseñaré, nomás eso<br />

faltaba; lo voy a dejar bonito de a montón, ya verás, ¿y sabes qué?<br />

Voy a empezar hoy mismo, tengo la gente necesaria para estos<br />

menesteres, lo que no tengo es llave para entrar.<br />

—Por eso no hay problema. ¿Recuerdas dónde viven los<br />

papás de <strong>La</strong>ura?<br />

287


—Sí, claro.<br />

—Pues ve ahí por ellas; ahorita mismo hablo con mi suegra<br />

para avisarle. Carlos, hermano, muchas gracias. Ah, ¿y sabes qué?<br />

Ve con <strong>La</strong>lo a mi oficina y que te dé el dinero que necesites; y por<br />

favor, quiero que me cobres tu trabajo, ¿está bien?<br />

—¿Cómo crees que te voy a cobrar? Para eso estamos los<br />

amigos y aquí tienes uno de verdad.<br />

—Gracias, Carlos, pero de todas maneras ve por el dinero; es<br />

más, dime cuánto necesitas.<br />

—No te preocupes por eso, yo hago todas las compras y luego<br />

te paso las facturas.<br />

—Me parece muy bien, amigo. Cuídate mucho, Carlos,<br />

saludos a tu familia.<br />

—Gracias, Marcos, que estén bien. Saludos para <strong>La</strong>ura.<br />

En esos momentos llegó <strong>La</strong>ura. Marcos guardó su celular y<br />

suspiró diciéndole que amigos hay pocos, y que él era un suertudo<br />

por tener varios. Ella no esperó más y agregó: —Y una novia que<br />

te quiere mucho, ¿no es así? Y que pronto será tu esposa, ¿verdad,<br />

mi amor?<br />

—Claro, sí; ya pronto serás mía.<br />

Se encarreró y bromeando con la voz ronca, como para<br />

asustar a su prometida, rodeó su cintura con sus fuertes brazos y le<br />

dio unas vueltas en el viento hasta que casi se caen.<br />

—Ya, ya Marcos, me vas a tirar.<br />

<strong>La</strong>s carcajadas de los dos se escucharon tan fuertes, que los<br />

mirones se alertaron y no se perdieron el momento de ver a una<br />

pareja feliz, el amor compartido en risas y llantos. Los gritos de<br />

<strong>La</strong>ura se escucharon cada vez más, sentía que su estómago estaba a<br />

punto de explotar y que su cabeza le daba vueltas y vueltas.<br />

—Pero si ya estás en el piso, mi amor.<br />

—Oh, Dios mío, me voy a vomitar.<br />

Y apenas alcanzó a despegarse un poco de las garras de<br />

aquel hombre, sediento de amor, de cariño y de la piel rosada<br />

de aquella joven mujer, cuando <strong>La</strong>ura aventó en chorros por la<br />

boca todo lo que había comido; un centímetro más y le cae en<br />

el rostro de su amado. Al ver esto, el novio la presionó por la<br />

espalda, inclinándola un poco para que terminara de vomitar y<br />

no se fuera a manchar su vestido.<br />

288


Apenas terminó, Marcos miró que ella tenía sus ojos llorosos<br />

y que su rostro cambió de colores, por lo que no pudo evitar una<br />

carcajada; momentos después ella lo asegundó.<br />

Caminaron por la banqueta, riendo y tocándose el estómago;<br />

la gente que pasaba los miraba, sin comprender cuál sería el chiste<br />

que les había causado tanta risa.<br />

Dos días después llegaban a la ciudad de Durango en una<br />

Suburban, rentada especialmente para el viaje. Primero dejaron<br />

a la enfermera en la clínica del doctor Ávila, quien aseguró que<br />

iría a visitar a la enferma los días que restaban de la semana.<br />

De ahí se fueron a casa de <strong>La</strong>ura, su mamá les había hablado<br />

para invitarlos a comer, invitación que todos aceptaron, pues<br />

ya pasaba de las cuatro de la tarde y tenían hambre.<br />

Marcos llamó a Carlos para que llevara a su mamá y a Paquita<br />

a casa de su novia; ahí se verían para comer juntos.<br />

Al llegar a casa de la mamá de <strong>La</strong>ura, se saludaron<br />

cariñosamente y dejaron escapar gritos y llantos de felicidad, por<br />

tener sana y salva a la maestra. No esperaron más, a comer se ha<br />

dicho y a disfrutar de un buen caldillo durangueño. <strong>La</strong> comida<br />

estuvo deliciosa, a Marcos le encantó; dieron gracias y después<br />

fueron invitados al patio, a reposar la comida.<br />

Una vez ahí, se pasaron toda la tarde platicando y recordando<br />

los momentos que habían pasado juntos. <strong>La</strong> maestra ya no era la<br />

misma, todos lo habían notado pero nadie se atrevía a decirlo,<br />

porque pensaban que era por el corto tiempo de recuperación y que<br />

tal vez más delante, cuando ya estuviera del todo bien, empezaría a<br />

actuar con la misma naturalidad de antes.<br />

Ya anochecía y la mamá de Carlos insistió en llevarse a su casa<br />

a la jovencita y a la maestra, con la intención de darle más tiempo<br />

a Carlos para que terminara el nuevo jardín. Todos estuvieron de<br />

acuerdo con la idea de doña Carmen. Ella miró a su hijo y le guiñó<br />

un ojo, confirmando así su plan; él le sonrió complacido y agregó<br />

que deberían de quedarse unos días con ella, para que tuviera el<br />

cuidado necesario.<br />

Antes de irse, Carlos le comentó a la maestra que habían<br />

hablado las muchachas para preguntar si todavía las necesitaba<br />

como sirvientas, y que él les dijo que regresaran en una semana, que<br />

289


tal vez usted ya estaría de regreso de Monterrey, y que quedaron de<br />

hablar el domingo por la noche. <strong>La</strong> maestra contestó que sí las iba a<br />

necesitar, tal vez más que antes.<br />

Se despidieron; Marcos le encargó a su amigo que le hablara<br />

en cuanto llegara a su casa. Diez minutos después, Marcos se estaba<br />

despidiendo, quedando de verse al día siguiente.<br />

Estando ya en su casa, timbró su celular: era su amigo Carlos.<br />

—¡Carlos! Qué bueno que llamas, quería hablar contigo.<br />

¿Qué tal, cómo te fue con el diseño del jardín?<br />

—Muy bien, ya casi está listo, yo creo que para mañana en la<br />

tarde estará completamente terminado. Ahorita le están haciendo<br />

unos ajustes en el sistema electrónico y eso es todo. Podemos ir a<br />

verlo antes de que llegue la maestra, si lo deseas.<br />

—Sí, claro, me parece muy bien.<br />

—Bueno, pues mañana yo invito a comer y de ahí nos vamos<br />

a ver el nuevo jardín.<br />

—Estoy nervioso. Ojalá y le guste a la maestra, porque si no,<br />

no nos la vamos a acabar. Tenemos que estar todos preparados para<br />

convencerla de que fue por el bien de todos. Dime, ¿qué sentiste<br />

cuando entraste a la casona, cuando empezaste a reconstruir el<br />

nuevo jardín?<br />

—Nada, hermano, todo fue normal, como en cualquier parte;<br />

se sentía un poco de soledad pero es porque la casa está enorme,<br />

se tiene que sentir solitaria, y aparte éramos muchos los que<br />

trabajamos en el proyecto, así es que no tuve tiempo para sentirme<br />

solo. A esta casa lo que le hace falta es gente; ya verás cuando haya<br />

familia, niños y niñas, todos gritando y corriendo por todo el patio,<br />

ya verás.<br />

—Gracias, hermano, te agradezco. Entonces mañana te llamo<br />

para ponernos de acuerdo a qué hora nos vamos a ver. ¿Ok?<br />

—Está muy bien, Marcos. Descansa, debes estar fatigado.<br />

Hasta mañana.<br />

Marcos no tenía sueño, más bien el recuerdo de las palabras<br />

del indígena no lo dejaban en paz, y más cuando se dio cuenta de<br />

que era el mismo personaje que se apareció y le dio el paquete negro<br />

a Carlos, para que lo quemara junto con la banca y todo lo que se<br />

encontraba dentro del jardín.<br />

290


<strong>La</strong> curiosidad de saber si el libro que él le regaló era el que faltó<br />

de quemarse, lo atormentaba. Dio un vistazo, se acercó al lugar en<br />

donde lo tenía guardado, sacó sus llaves y abrió la caja. Ahí estaba,<br />

luciendo viejo y un poco maltratado. Lo miró detalladamente y no<br />

le encontró nada anormal, sólo que no tenía título ni el nombre del<br />

autor; eso era lo raro.<br />

Lo tomó en sus manos y nerviosamente lo abrió a la mitad y<br />

empezó a leer: “Toda aquella persona que use este contenido para<br />

mal, se maldecirá y perderá un ser querido por varias generaciones”.<br />

Pasó varios renglones y siguió la lectura: “Para mantenerse<br />

joven y con apariencia atractiva por muchos años, sigue las<br />

instrucciones que están en la Pág. 204 “.<br />

Marcos se apresuró a buscar la página indicada y leyó<br />

nuevamente: “Tomar a media noche un baño con pétalos de rosas<br />

frescas, dentro del jardín“.<br />

Marcos se sorprendió y de sus labios brotó una frase en<br />

inglés, muy conocida: ¡Oh shit!<br />

Cerró bruscamente el libro, pensó en la maestra y no descartó<br />

la posibilidad de que ella lo había estado leyendo y posiblemente<br />

hasta practicando esos misteriosos ejercicios. Ahora comprendía el<br />

porqué del envejecimiento repentino y también la extraña actitud.<br />

Él sabía que desde que recibió ese libro la tentación de<br />

leerlo era mucha. Parecía que te llamaba, ejercía una fuerza<br />

invisible y al verlo lo tenías que tocar, por lo menos. Pero las<br />

dos veces que trató, sólo por curiosidad, se dio cuenta de que<br />

en verdad era contagioso seguir en la lectura; se debería tener<br />

un carácter fuerte para vencer la fuerza extraña, que domina y<br />

roba la voluntad para leerlo y, con seguridad, seguir cada paso<br />

que en él se indique.<br />

Lo guardó en el mismo lugar y recordó las palabras que,<br />

según Carlos, el indígena le mencionó: “Para destruir la maldición<br />

de la <strong>vieja</strong> banca, tienes que quemar este libro y estas fotos con las<br />

últimas llamas que queden, porque el humo que de ellas salga se<br />

juntará con el último humo que las llamas expidan al consumirse<br />

todo lo que se pueda quemar. Después de que todo el humo se haya<br />

ido, junten todas las cenizas y entiérrenlas en la última habitación,<br />

la que siempre está cerrada”.<br />

291


Nervioso por el hallazgo y por lo que su mente planeaba, cerró<br />

cuidadosamente con llave el cajón, como si se tratara de un animal<br />

peligroso. Al retirarse sintió la extraña fuerza de atracción, pero que<br />

siempre había tenido la fuerza de voluntad necesaria para vencerla.<br />

Fue al baño y preparó el jacuzzi, necesitaba un buen relajamiento, pues<br />

en su mente bullían mil ideas, pero una en especial; no podría dormir.<br />

Lo caliente del agua lo confortó inmediatamente. Ahí, una<br />

a una de las ideas que lo atacaban fueron desapareciendo y en<br />

poco tiempo se quedó profundamente dormido. El cansancio,<br />

por fin, había hecho una vez más de las suyas: vencer al cuerpo<br />

y a la mente humana.<br />

Un poco antes de amanecer despertó, pues al querer darse<br />

vuelta creyendo que estaba en su cama, se dio cuenta de que había<br />

pasado la noche en la bañera. Sonrió satisfecho por el descanso que<br />

sintió. Fue a la regadera y después de unos minutos salió totalmente<br />

desnudo; echó un vistazo por la ventana de la sala y sólo miró la<br />

obscuridad de la madrugada. Ya no contempló aquel hermoso<br />

parque, como lo hacía anteriormente; es más, ni siquiera lo miró;<br />

solamente quería saber qué tanto tiempo podría dormir, antes de<br />

que el sol regalara los primeros rayos de un nuevo día.<br />

Con pasos apresurados, simulando un viejito con prisa y con<br />

la cara feliz, fue y desde la puerta de su habitación tiró un enorme<br />

salto a la cama; por poco y no cae en ella pues pegó en el borde y sus<br />

rodillas por poco alcanzan el suelo. Con sus manos extendidas y sin<br />

apoyar los pies en el piso, se deslizó hasta quedar completamente<br />

dentro del colchón; riendo esta vez en voz alta, se metió a las<br />

cobijas como un chiquillo; recordó a su novia en las noches que<br />

durmieron en el mismo cuarto de hotel en Monterrey: su hermoso<br />

cuerpo desnudo, su piel tersa y tibia lo invitó a explorarlo con besos<br />

y caricias por todo los rincones, de pies a cabeza; sus piernas bien<br />

torneadas complementaban las exuberantes curvas de su escultural<br />

cuerpo que loco, embriagado de pasión, por poco y la hace suya.<br />

Ella, jadeante, húmeda, perfumada de amor, sólo decía que ya,<br />

repetidas veces, sin dejar de pasear la cabeza de su novio una y otra<br />

vez por todo su cuerpo, y si no hubiera sido porque ella le confesó<br />

que su más grande deseo era llegar virgen al altar y que después de<br />

ahí, sería toda suya.<br />

292


Ella, como pudo, habló y Marcos, loco de amor y pasión,<br />

por poco y no se detiene. El amor y el respeto hacia ella lo hicieron<br />

recapacitar. Al momento en que Marcos escuchó esas palabras,<br />

inmediatamente recapacitó y entendió perfectamente lo que su<br />

novia deseaba. Ya la pasión y el amor estaban de la mano. Sólo se<br />

bajó del cuerpo desnudo, tibio y bien formado de ella, y dejando su<br />

musculoso y velludo pecho al descubierto, ella lo besó y acarició y<br />

con la voz agitada, jadeante, le pidió que esperara unos días más.<br />

Suspiró profundamente, volvió a la realidad. Soltó las cobijas,<br />

pues las tenía presionadas con sus manos como tenazas, se acomodó<br />

de lado y se quedó profundamente dormido.<br />

Ya eran las nueve y Marcos seguía durmiendo; el ruidoso<br />

sonido del camión repartidor del gas lo hizo brincar de su cama, sabía<br />

que ya pasaba de las nueve. Estaba feliz, la vida le sonreía, a pesar<br />

de que también tenía bajas, pero por el momento todo marchaba<br />

bien. Se alistó para salir y habló con don Jesús, para comentarle el<br />

plan y le pidió que los acompañara hasta que la maestra llegara a su<br />

casa, petición a la que él accedió gustoso, diciendo que si no había<br />

inconveniente, podrían desayunar juntos, y que ahí se quedaría con<br />

ellos hasta el atardecer, ya que su esposa había llevado a su mamá a<br />

visitar a unos familiares a Zacatecas.<br />

Se pusieron de acuerdo y después de elegir el lugar, ahí se<br />

reunieron en quince minutos. Con el gusto de siempre, don Chuy<br />

recibió a su amigo Marcos; éste le correspondió de igual manera.<br />

Entraron sonrientes a la fondita preferida. Ya la muchacha<br />

del lugar los conocía y fue a su encuentro, los sentó en un lugar<br />

un poco más privado y les preguntó qué querían de tomar; ambos<br />

pidieron café y el desayuno regular. Marcos quería contarles<br />

a sus amigos todo lo que sabía hasta el momento acerca de la<br />

maestra y sólo hizo unos breves comentarios.<br />

Terminaron su desayuno y Marcos no pudo esperar más: le<br />

tenía que decir a don Chuy lo que pasó en Monterrey.<br />

—No sé cómo explicarlo, pero me voy a acercar lo más que pueda<br />

a la realidad: cuando <strong>La</strong>ura me llevó a ver a la maestra, me dijo que tenía<br />

que ser fuerte porque había sufrido una transformación muy extraña<br />

en su rostro. Como yo nunca imaginé qué clase de transformación<br />

sería, acepté y cuando llegué, <strong>La</strong>ura recorrió las mantas que cubrían la<br />

cama de la enferma y casi pego un grito de susto.<br />

293


—¿Por qué? ¿Pues qué pasó con la maestra?<br />

—No lo sé, fue algo muy espantoso; su rostro sufrió una<br />

transformación horrible: su pelo estaba rizado y apuntando para<br />

todas partes, sus ojos en blanco, mil arrugas en toda la cara y sus<br />

dientes de fuera, como si se hubieran salido de su boca; sus manos<br />

eran huesudas, tanto así que yo creí que el pellejo era lo único que<br />

detenía su osamenta, sus venas casi a punto reventar. Total, que<br />

daba la impresión de que estaba muerta en vida.<br />

—Como pude salí del lugar, impresionado como todos. El<br />

doctor Ávila sabe muy bien que no fue nada normal, que no fue<br />

algo de este mundo lo que hizo que la maestra se desfigurara de esa<br />

manera. Está trabajando en un estudio realizado precisamente en<br />

esos momentos en que sufrió la transformación, porque después de<br />

unas horas todo volvió a la normalidad, y prometió darme todos los<br />

detalles de la investigación, en cuanto los tenga listos.<br />

—¡Qué raro! Me imagino el susto que se llevaron todos los<br />

que la miraron, porque yo creo que no es nada normal y además, yo<br />

en lo que tengo de vida, no había escuchado algo semejante. Había<br />

escuchado de casos de personas que sufren alguna desfiguración,<br />

pero es por algún ataque epiléptico o algo por el estilo.<br />

—Yo, la verdad, estoy con el mismo miedo que desde el<br />

principio. Quiero contarle otra cosa extraña: un día antes de<br />

pedir la mano de <strong>La</strong>ura, fuimos de compras Paquita, <strong>La</strong>ura y<br />

yo. Caminábamos de una tienda a otra, cuando de pronto se me<br />

acercó un hombre a pedirme una limosna. Lo miré y sus ojos,<br />

que eran tristes, reflejaban confianza; tenía aspecto indígena. Yo,<br />

pensando que él estaba muy necesitado de dinero, le di algunos<br />

billetes, grandes y chicos, bastante; no sé por qué pero sentí esa<br />

necesidad. Él, como muestra de gratitud a mi generosa limosna,<br />

me regaló un libro muy viejo que sacó de entre sus ropas, y me<br />

dijo: ”Aquí hay muchas cosas que puedes hacer. Puedes hacer<br />

que una persona te ame, cura males de amor y trae recetas para<br />

rejuvenecer. De este libro sólo hay tres ejemplares en el mundo,<br />

tienen poderes. Cuídalo y dale buen uso”. Además me dijo que<br />

él sabía mi pasado y mi futuro, y con una extraña mirada, me<br />

dijo que yo me casaría pronto, que eso era una prueba de que él<br />

puede leer mi pasado y predecir mi futuro.<br />

294


—Don Chuy, no sabe usted lo que sentí cuando escuché<br />

decir esas palabras a ese extraño hombre. Yo estaba seguro que él<br />

no tenía por qué darse cuenta de que yo me casaría muy pronto;<br />

o sea, que eso fue lo que me sorprendió tanto: un hombre de<br />

mi edad es difícil que esté soltero y mucho más difícil adivinar<br />

que pronto se va a casar, ¿no cree? Ah, y además me miró con<br />

<strong>La</strong>ura y Paquita, que bien podrían ser mi esposa y mi hija para<br />

cualquier desconocido, ¿no es así?<br />

—Sí, sí, así es —afirmó don Chuy.<br />

—Y lo que pienso es que puede ser el mismo individuo que<br />

se le apareció a Carlos y le dio el paquete negro para que lo quemara<br />

dentro del jardín, con todo lo demás. Tal como Carlos lo describió,<br />

yo creo que es el mismo personaje, pero mis preguntas son: ¿de<br />

dónde salió? y ¿cómo salió de aquí sin ser visto? ¿Por qué le dio<br />

el paquete a Carlos para quemarlo y a mí por qué me dio un libro<br />

como agradecimiento a la limosna que le di? ¿No se le hace que<br />

está muy raro? Recuerdo las palabras del indígena: dijo que aún<br />

faltan más cosas que deben estar juntas, ¿cuáles serán esas cosas,<br />

don Chuy? ¿Será el libro que tengo? ¿Habrá más cosas que están<br />

dentro de la casona y que no hemos visto? Don Chuy comentó:<br />

—El día que abrimos el cuarto, ¿recuerdas que casi tumbamos<br />

la puerta? Estaba muy bien cerrada; yo pienso que hay algo más<br />

adentro de esa habitación. Ahora puedo asegurar que hay más<br />

cosas que debemos buscar. Ese cuarto es más grande y más alto<br />

que los demás, y por las argollas que están clavadas en la pared,<br />

me imagino que la hacía de un pequeño calabozo, o era un simple<br />

cuarto de castigo. Es el último y está más apartado de los demás;<br />

tiene doble puerta y eso da mucho en qué pensar, ¿sabes, Marcos?<br />

Se me ocurre una idea: ¿tienes llaves de la casona?<br />

—Sí, claro, don Chuy.<br />

—Entonces no perdamos más el tiempo, vamos a ver qué es<br />

lo que esa habitación encierra.<br />

—De acuerdo, déjeme hablarle a Carlos, yo creo que le<br />

encantará acompañarnos y además creo que nos mostrará el<br />

nuevo jardín.<br />

—Sí, tienes razón, lo esperaremos afuera de la casa.<br />

Marcos pagó la cuenta y salieron de la fonda rumbo a la casa<br />

de la maestra. En pocos minutos llegaron y se quedaron dentro de<br />

295


la camioneta de Marcos, esperando a Carlos, quien no tardó mucho<br />

en llegar; él era muy puntual y además era un gran amigo, y más<br />

que nada, lo hacía por su amistad.<br />

Sonriendo, como siempre, se acercó a ellos y los saludó con<br />

un fuerte abrazo.<br />

—Bueno, pues vamos a ver el nuevo jardín que ha sido<br />

diseñado especialmente para la maestra.<br />

Los amigos de Carlos sonrieron y esperaron a que él<br />

abriera la puerta.<br />

—Ahí está, ahí lo tienen, listo para ser cuidado por una<br />

persona amante de las plantas.<br />

—¡Oh, Dios mío! ¡Qué bonito jardín!, y qué combinación de<br />

plantas y colores. Gracias, hermano, está muy hermoso.<br />

Don Chuy también dijo que estaba hermoso, que cualquier<br />

persona lo desearía cuidar, y también dio gracias a su amigo<br />

Carlos, por su tiempo y dedicación puestos para que este deseo<br />

de Marcos se realizara.<br />

Carlos, feliz de recibir tantos elogios, les dio un paseo<br />

alrededor del jardín, mostrándoles cada una de las plantas y su<br />

variedad. Marcos notó que no había ningún rosal, pero no dijo<br />

nada, pensó que sería mejor no hacer ningún comentario. Don<br />

Chuy, aprovechando la oportunidad, pidió de favor a Carlos que<br />

construyera uno para él; comentó que él también deseaba tener en<br />

su casa un jardín parecido a ése.<br />

—Claro que sí, don Chuy, cuando guste. Nomás dígame y<br />

estamos a la orden.<br />

Después de una corta charla, Marcos le mencionó a su amigo<br />

Carlos lo que habían planeado él y don Chuy. Carlos, hombre de<br />

arranque, inmediatamente estuvo de acuerdo y dijo lo mismo: que<br />

al tiempo de una vez.<br />

Los tres amigos caminaron, decididos a investigar qué<br />

encerraba esa misteriosa habitación, cerrada herméticamente por<br />

sus pasados dueños. <strong>La</strong> puerta ya había sido abierta, por lo que<br />

ya no batallaron tanto para abrirla. Don Chuy, antes de entrar, les<br />

recomendó tener mucho cuidado, pues podría haber animales,<br />

seguramente alacranes muy venenosos.<br />

296


Un olor a humedad penetrante los recibió y un poco de mal<br />

olor circulaba por toda la habitación. Dirigieron su mirada hacia<br />

donde habían escarbado y la tierra aún se miraba húmeda; el mal<br />

olor era como a cuero quemado o algo parecido. Se encaminaron<br />

en sentidos diferentes para investigar qué más había en ese cuarto<br />

tan grande, que más bien parecía una bodega.<br />

Don Chuy los llamó y les mostró los aros de hierro, amarrados<br />

fuertemente con bisagras metálicas; había cuatro en total. <strong>La</strong>s<br />

examinaron y notaron que una de ellas tenía manchas, al parecer de<br />

sangre. Con ese hallazgo se dieron cuenta que efectivamente, ahí era<br />

un cuarto de castigo. Marcos sacó su cámara digital y tomó algunas<br />

fotografías. Siguió la búsqueda y ya la obscuridad iba ganando<br />

terreno; en los lugares de más adentro se miraba menos, por lo que<br />

Carlos sugirió llevar una extensión y conectar una lámpara, pero<br />

ya era demasiado tarde para hacerlo, estaban seguros de que en<br />

cualquier momento la maestra llegaría y no le iba a gustar nada que<br />

alguien anduviera esculcando su casa.<br />

En eso estaban cuando timbró el celular de Marcos, lo que<br />

hizo que los tres se sobresaltaran y brincaran como impulsados por<br />

resortes, ocasionando en ellos al mismo tiempo una gran carcajada.<br />

Era <strong>La</strong>ura, quien al escuchar la risotada a través del teléfono,<br />

preguntó que cuál era el chiste que les causó tanta risa. Marcos<br />

le explicó brevemente lo que había pasado y luego <strong>La</strong>ura le avisó<br />

que en media hora saldrían para allá, que la maestra ya se quería<br />

regresar a su casa, aunque sabían que aún existía miedo.<br />

—Vámonos —dijo Carlos–. Nomás me acuerdo del perro<br />

negro que nos tapó la salida y se me enchina el cuero. Todos rieron<br />

nuevamente y se alejaron, dejando totalmente cerrado el lugar para<br />

otra ocasión.<br />

Marcos no se quedó conforme y dijo: —Me gustaría venir<br />

esta misma noche con lámparas de baterías; aprovechamos que la<br />

señora esté dormida para seguir con la investigación. Nos traemos<br />

también a Lionel, ¿cómo ven?<br />

—Yo estoy de acuerdo —dijo Don Chuy—. Y yo también,<br />

respondió Carlos.<br />

—Entonces déjenme hablarle a Lionel para que se venga de<br />

una vez, y que se traiga unas lámparas de mano.<br />

297


Así fue, se comunicó con su amigo Lionel y le dijo que<br />

fuera a su negocio por las lámparas, que ya había hablado con<br />

uno de sus trabajadores. Le recomendó que no se tardara,<br />

porque la maestra caería rendida y les daría mucho tiempo para<br />

llevar a cabo el plan.<br />

En menos de media hora, <strong>La</strong>ura, Paquita, la mamá de Carlos<br />

y la maestra estaban entrando en la casa de los ricos mineros, la que<br />

pasando por varios dueños, llegó a ser de la maestra María.<br />

Los tres amigos esperaban en el zaguán, a un lado de la<br />

puerta de entrada. Los gritos de Paquita se dejaron oír por toda la<br />

mansión, pues gustosa corrió a saludar a Marcos.<br />

—¡Marcos, Marcos, cómo te extraño! Ya quiero vivir con<br />

ustedes, siento que te quiero como si fueras mi papá.<br />

—Y yo como si fueras mi hija, y déjame decirte que también<br />

te he extrañado todos estos días que no hemos estado juntos; a<br />

<strong>La</strong>ura siempre le platico de ti y ella también te quiere mucho. Ya<br />

pronto nos casaremos y tú y tu abuelita vivirán con nosotros.<br />

—¿Viviremos en esta casa? —y en seguida se dirigió a su<br />

abuelita—, ¿verdad que sí, abuelita, que viviremos en esta casa?<br />

—Claro que sí, mi amor, pero déjame saludar a don<br />

Chuy y a Carlos.<br />

—Pasen, pasen, ésta es su casa, maestra —dijo don Chuy—,<br />

nosotros las estamos esperando, pasen.<br />

Todos se saludaron como de costumbre, siempre con un<br />

gusto evidente. <strong>La</strong> mamá de Carlos hizo un comentario: —Mira<br />

dónde estás hijo, y yo buscándote en todas partes.<br />

—¿Qué pasó, madre —se acercó y le dio un abrazo y un beso<br />

en la frente—, para qué soy bueno, mi viejecita?<br />

—Te buscaba precisamente para invitarte a traer a la maestra,<br />

pero qué bueno que estás aquí, hijo. Yo aquí me voy a quedar con<br />

mi amiga unos días, ¿está bien?<br />

—Claro que está bien, mamá. Lo único que deseo es que<br />

usted se sienta a gusto en donde quiera que esté y eso me satisface.<br />

—Invité a tu esposa pero estaba ocupada, como siempre.<br />

—Sí, pobrecita, desde que se lastimó su rodilla ya no quiere<br />

salir a ningún lado.<br />

298


Madre e hijo hablaban mientras los demás seguían<br />

saludándose, uno a uno. Nadie se percató de que la maestra se quedó<br />

mirando fijamente hacia el jardín, con la vista perdida; no pudo<br />

evitar unas lágrimas que salieron perezosamente de sus negros ojos.<br />

Don Chuy hizo una seña con la mirada a Marcos, éste abrió<br />

más sus ojos y extendiendo sus labios y apretando fuertemente los<br />

dientes, esperó a que la maestra hiciera las primeras preguntas;<br />

seguramente ya tenía algunas respuestas. Los demás, al sentir el<br />

silencio que se formó, se miraron unos a otros y todos, cruzando<br />

los dedos, esperaron la reacción de la maestra. Los minutos pasaron<br />

y no había alguien que se atreviera a decir palabra. Marcos miró a<br />

don Chuy y después a Carlos, y los dos le hicieron la misma seña.<br />

Tomó de la mano a su novia y se enfrentó con la maestra,<br />

que lloraba en silencio. Nadie podía adivinar cuáles eran sus<br />

pensamientos, nadie se atrevía a preguntarle si se encontraba<br />

bien; tal parecía que todos comprendieron y dejaron que ella<br />

misma desahogara sus pensamientos y los manifestara en grandes<br />

lágrimas. Marcos ya no pudo esperar más, le tendió sus brazos y ella<br />

aceptó el abrazo.<br />

—Lo siento mucho, señora, creo que fue mejor para todos;<br />

perdón.<br />

<strong>La</strong>ura sintió que era necesaria su presencia en ese instante y<br />

también le dijo palabras de aliento. Paquita dijo lo mismo y abrazó<br />

a los tres, y después uno a uno se fueron uniendo con la maestra,<br />

hasta formar un gran círculo, en el que lloraban abrazados todos.<br />

Don Chuy dio unos pasos al frente y dijo:<br />

—Maestra, maestra María, a nombre de mis amigos, que más<br />

bien ya somos una familia, quiero mostrarle un regalo de Marcos,<br />

diseñado por mi amigo Carlos, especialmente para usted, y en estos<br />

momentos quiero que nos acompañe a echar un vistazo a su nuevo<br />

jardín. Fuera lágrimas y vengan esas sonrisas de alegría.<br />

Caminaron todos en grupito hacia el jardín. <strong>La</strong> losa lucía<br />

brillante, las personas que trabajaron en el jardín le dieron una<br />

pulida al hermoso piso de mármol, que ya había perdido su brillo<br />

natural y ahora se podía disfrutar la combinación con el enorme<br />

jardín. Los rostros de cada uno tenían diferente expresión.<br />

299


<strong>La</strong>ura miraba de un lado a otro el nuevo jardín y sonrió<br />

complaciente al darse cuenta que el miedo que una vez sintió había<br />

desaparecido para siempre. Marcos miraba al jardín sonriente y<br />

viendo a Carlos y a don Chuy, que también lo miraban a él, les cerró<br />

un ojo.<br />

Paquita sonreía feliz, admirando todas las flores. <strong>La</strong> maestra<br />

seguía seria, con el rostro húmedo por las lágrimas y los ojos<br />

irritados, igual que su nariz. Un poco antes de llegar al frente del<br />

jardín, pidió un poco de agua. <strong>La</strong>ura corrió y trajo una jarra con<br />

varios vasos.<br />

Por su parte, Carlos empezó a hacer su trabajo: dijo uno a uno<br />

los nombres de las plantas y las flores, y de algunas en especial sus<br />

orígenes. Doña Carmen, siempre pendiente de su amiga, llevándola<br />

del brazo iba escuchando lo que su hijo explicaba. Orgullosa de<br />

él, cuando tenía la oportunidad le daba algunas palmadas en su<br />

hombro, a través de las cuales le decía: “Eres un buen hombre”, y<br />

recargada en su brazo derecho, sonreía.<br />

Siguieron caminando hasta darle la vuelta al jardín. Carlos les<br />

informó que había cuatro entradas y las invito a pasar. Ahí adentro<br />

había una fuente de buen tamaño, unos corredores o pasillos de<br />

adoquín muy cómodos, se podía caminar libremente por la mayor<br />

parte del jardín.<br />

—Ya estoy ansiando que se obscurezca un poco más, para<br />

mostrarles otra sorpresa.<br />

—Dime, Carlos, ¿qué es? —dijo Paquita sonriente.<br />

—No, esto será una sorpresa para todos.<br />

Se inclinó, la tomó de sus hombros y dijo: —Y es mejor<br />

que abras muy bien tus ojos, porque te puedes perder algo muy<br />

interesante.<br />

Rieron los demás; Paquita se quedó pensativa y dijo mirando<br />

a Carlos: —¡Qué rico huele!<br />

Al fin se escuchó la voz de la maestra. Todos se acercaron a<br />

ella, atentos a seguir escuchando lo que ella decía.<br />

—¡Qué rico huele! No me van a creer que hace mucho<br />

tiempo que no había olido lo que es un verdadero jardín. Esto huele<br />

a plantas y a tierra húmeda de jardín. El otro que tenía olía a rosas<br />

solamente, pero nunca a jardín.<br />

300


Los tres amigos se miraron y en silencio siguieron<br />

escuchando a la señora.<br />

—Había algo muy extraño: siempre te encantaba estar ahí<br />

y lo demás no lo disfrutabas; por ejemplo: yo me sentaba en la<br />

banca y me olvidaba de todo y de todos; ahí dormía y descansaba,<br />

aparentemente. Salía de ahí y todo para mí era nuevo, me<br />

transportaba a otra vida diferente, o más bien, vivía la realidad.<br />

Miró a los tres amigos, que estaban a un lado de ella, y les<br />

dijo: —Muchas gracias, creo que hicieron lo mejor para nosotros.<br />

Voy a extrañar todo lo que había ahí adentro, pero ojalá y este nuevo<br />

jardín me reconforte del todo.<br />

Carlos hizo un comentario que todos escucharon con<br />

atención: —Mamá, ¿recuerdas cuando veníamos a ayudarle a mi<br />

maestra a cuidar el jardín? Yo tenía apenas trece años; bueno, eso fue<br />

la segunda vez que la maestra nos invitó a su casa, porque cuando<br />

estaba en su clase, yo tenía apenas siete u ocho años, ¿recuerda,<br />

maestra?<br />

—Claro, ¿cómo crees que voy a olvidar a aquel chiquillo<br />

travieso que siempre me hacía renegar con tanta pregunta, que a<br />

veces ni yo sabía contestar?<br />

Rió un poco y la mamá de Carlos asegundó: —Y aparte<br />

de preguntón, muy listo; siempre me recordaba lo que<br />

teníamos que hacer.<br />

Recordó, con la mirada sin rumbo, y después de una breve<br />

pausa habló tiernamente: —Sí, yo siempre lo tuve enfrente de mí, a<br />

aquel chiquillo travieso y juguetón; eso sí, muy inteligente. Era mi<br />

ayudante en la clase y también con mis cosas, ¿verdad, Carlos?<br />

—Así es, maestra. Cómo pasa el tiempo, mamá. Yo era<br />

un chiquillo y la maestra era toda una hermosa dama, que a<br />

consecuencia de eso su esposo, el militar celoso, nos corrió<br />

precisamente de este mismo lugar del jardín.<br />

Todos rieron al escuchar ese comentario. Marcos no dejaba<br />

de mirar la alegría que les causaba recordar aquellos tiempos y se<br />

quedó sumido en sus pensamientos; su mente no recordaba más<br />

allá del accidente en el cual perdió a su familia. Se esforzaba para<br />

lograr saber algo que le diera una pista de cómo había sido su niñez,<br />

quiénes habían sido sus padres, cuál fue el motivo que tuvo para<br />

301


irse a Estados Unidos. Ni siquiera recordaba en dónde había vivido<br />

antes de casarse. Sabía que sus padres y él eran de Durango, pero<br />

no sabía si existía más familia que lo recordara, y se propuso<br />

una meta en sus pensamientos. Miró a don Chuy y sintió alivio:<br />

sabía que ese viejo era pieza grande y podría ayudarle ahora a<br />

buscar a sus familiares, si es que existían. Suspiró hondo y se<br />

incorporó a la conversación.<br />

En ese momento rieron y él también lo hizo; los demás<br />

volvieron a reír pero esta vez mirándolo y burlándose de él, porque<br />

reía y no sabía de lo que ellos reían. Miró a <strong>La</strong>ura y ésta se sonrojó.<br />

Con mirada cariñosa y la sonrisa de ternura en sus labios, fue hacia<br />

él, lo abrazó y le dijo: —¿Estás en las nubes, mi amor?<br />

—Pero, ¿qué significa esto?<br />

Miró a los demás y todos hacían lo mismo, mirándolo y sin<br />

dejar de reír.<br />

—Está bien, está bien —dijo algo apenado y con sus manos<br />

extendidas, pidiendo calma y riendo nerviosamente, confesó su<br />

distracción–: Está bien, no entiendo nada. ¿Qué pasó?<br />

Se dirigió a su novia y la cuestionó: —¿Qué pasó, mi amor?<br />

Dime por favor, ¿cuál es el chiste?<br />

<strong>La</strong>ura pensó que ya era suficiente el tiempo que su novio<br />

sufrió, y dijo: —Mira, te quedaste de una sola pieza mirando al<br />

infinito, todos te hicimos una pregunta y tú... en las nubes. —Rió<br />

un poco y le dio un beso—. Mi amor, eres tan inocente.<br />

—Perdónenme. Saben, me quedé pensando en mis raíces; no<br />

sé si les comenté que perdí parte de mi memoria, entonces...<br />

Todos se sintieron mal por haberse burlado de Marcos, y le<br />

concedieron la razón: la parte de su memoria perdida no registraba<br />

datos anteriores al accidente que tuvo. Él sonrió y dijo: —Aquí no<br />

ha pasado nada, ¿verdad, Carlos?<br />

—Así es, Marcos. Todos estamos contentos contigo y además,<br />

yo creo que es el momento de explicarles lo demás del nuevo jardín<br />

de la maestra. Miren, ustedes se dan cuenta que aquí, por una razón<br />

u otra, la maestra no podrá regar sus plantas; pues bien, aquí está la<br />

solución, nomás háganse un poquito para atrás.<br />

Carlos los retiró del jardín y les pidió mucha atención, ellos<br />

esperaron pacientemente. Carlos fue hacia el interior del jardín,<br />

302


programó un reloj de riego automático y salió muy confiado y<br />

paciente. Llegó al grupo y dijo:<br />

—Maestra, esto es para usted, estoy completamente seguro<br />

de que le va a encantar. En ese instante se escuchó un silbido<br />

y todos asustados retrocedieron, pero al escuchar a Carlos se<br />

tranquilizaron, y en unos segundos empezó el riego normal y<br />

ellos aplaudieron mirando a Carlos.<br />

Él no dio mucha importancia a los comentarios y aplausos,<br />

porque sabía que había más y mejor. Ya obscurecía y Carlos<br />

tanteó muy bien el plan y en menos de tres minutos, el agua<br />

empezó a disminuir y volviendo a escucharse el mismo ruido,<br />

pero ahora un poco más fuerte, siguió lo que se convirtió en<br />

el centro de atracción: a medio jardín se levantó una fuente de<br />

agua tan hermosa, no vista antes en un jardín; instantes después,<br />

unas luces y una música suave acompañaron los movimientos<br />

del agua. Ahora todos comprendían a dónde iba a parar: a los<br />

corredores de adoquín. Era aparentemente una pequeña fuente,<br />

pero al verla se dieron cuenta de que era toda una obra de arte.<br />

En las esquinas del jardín salían unos chorros de agua que se<br />

cruzaban exactamente en el centro del jardín, para después de chocar<br />

caer en el mero centro de la fuente, y ésta a su vez, la succionaba para<br />

después expulsarla con mayor presión y así, alimentándose de esa<br />

manera, continuaba la siguiente melodía. Al terminar la melodía, el<br />

agua que salía de la fuente se detenía y sólo la de las esquinas seguía<br />

en movimiento, pero esta vez los chorros no chocaban; uno a uno<br />

continuaba un sincronizado y exacto movimiento, que parecía que<br />

el agua jugueteaba, cayendo de un lado a otro. El agua que salía de<br />

una esquina seguía una trayectoria curvada hasta caer exactamente<br />

en la esquina contraria, y de esa manera producía el efecto de que el<br />

agua jugueteaba de una esquina a otra.<br />

Todos alegres y aún más sorprendidos, se fueron<br />

acercando para disfrutar de aquella hermosa vista, llena de<br />

coloridas luces y de los movimientos del agua, que parecía que<br />

bailaba al son de la música de una sinfónica. Uno a uno fueron<br />

felicitando a Carlos, que de verdad los había sorprendido.<br />

<strong>La</strong>s risas fueron cada vez más fuertes, ahora acompañadas de<br />

aplausos, felicitando así al autor de la obra.<br />

303


Carlos sentía que el sueño que siempre tuvo estaba ahora<br />

hecho realidad. Aunque el jardín no era suyo, él lo hizo como en<br />

su sueño se lo había imaginado. Nuevamente los abrazos y las<br />

felicitaciones no se hicieron esperar.<br />

Carlos, más contento que la maestra, disfrutaba por igual,<br />

mirando los efectos del agua bailarina, como así fue bautizada<br />

por Paquita, que no paraba de correr de un lado a otro, siguiendo<br />

los movimientos del agua de las esquinas. Los aplausos fueron<br />

cediendo y después, <strong>La</strong>ura fue a traer unas sillas; esto lo verían<br />

mejor estando sentadas. Marcos la acompañó y trajo también<br />

para don Chuy y para Carlos, quienes queriendo estar más cerca<br />

del espectáculo, se sentaron y disfrutaron el show de varias<br />

melodías que tenía el programa.<br />

—Ahora se preguntarán, ¿qué va a pasar con las plantas, si<br />

estamos en tiempo de invierno, verdad? Pues déjenme mostrarles<br />

el sistema de calentamiento automático. Aquí dentro del jardín le<br />

instalamos unos sensores muy sofisticados de temperatura, según<br />

las plantas; esto con motivo de que al cambiar la temperatura,<br />

automáticamente se encienden y se apagan; se los mostraré de una<br />

vez. Esto le dejé para el final, por si alguien preguntaba acerca de las<br />

fuertes heladas. Esperen un minuto.<br />

Fue al cuartito en donde tenía todos los controles y activó<br />

el de los calentones: eran diez en total, mismos que rápidamente<br />

se empezaron a elevar, no sin antes dar un pequeño susto a los ahí<br />

presentes. Eran totalmente silenciosos, solamente se escuchaba un<br />

zumbido muy leve; era el mismo mecanismo usado en las antenas<br />

automáticas, pero en este caso eran calentones automáticos de gas.<br />

Apenas llegó Carlos a su lugar y se encendieron, y nuevamente<br />

se escuchó una exclamación y un ligero grito de miedo de Paquita,<br />

por la impresión de ver el fuego; en seguida los aplausos nuevamente<br />

y las felicitaciones. <strong>La</strong> alegría de la maestra era infinita: las facciones<br />

bien formadas de su rostro parecían rejuvenecer, estaba feliz.<br />

Todos tuvieron expresiones diferentes de admiración para<br />

Carlos, por su obra tan impresionante.<br />

—Ahora, como ven, por este jardín no pasará el invierno.<br />

Todos rieron y aplaudieron nuevamente. —¿Cuánto tiempo<br />

estarán encendidos los calentones? —preguntó don Chuy.<br />

304


—Bueno, depende de cómo esté la temperatura; por ejemplo:<br />

si está muy fría, estarán encendidos toda la noche y así será en todo<br />

el invierno, pero el gasto de gas será mínimo, ya que tiene un sistema<br />

economizador y yo pienso que el consumo de gas es similar al de<br />

una estufa con una mecha prendida todo el día. En caso de que ésta<br />

se llegue a apagar, a causa del aire o la lluvia, el sistema se activará<br />

en fracción de segundos, y en un caso de que sea una lluvia o un<br />

aire muy fuerte, también el sistema, después de intentar encender<br />

varias veces, se cerrará automáticamente la válvula de paso a los<br />

pilotos maestros; los sensores de temperatura enviarán una señal<br />

nuevamente al dispositivo suministrador de gas y éste aumentará<br />

la presión, y de esa manera los calentones seguirán activos. No hay<br />

peligro de incendios ni de fugas de gas, para que estén confiadas;<br />

estos sistemas de encendido son altamente sofisticados, fuera<br />

de peligros y con poco de mantenimiento. Todos estos aparatos<br />

electrónicos, gracias al negocio de Marcos, los podemos encontrar<br />

aquí en Durango.<br />

Carlos volteó a mirar a su amigo Marcos y le cerró un ojo.<br />

Marcos sonrió y abrazó cariñosamente a su novia; ella le presionó<br />

varias veces una mano, indicándole así su apoyo.<br />

Todos escucharon con atención las palabras de Carlos y se<br />

acercaron lo más que pudieron al jardín, aunque se podía sentir el<br />

calor a una cierta distancia alrededor de él.<br />

Rápidamente pasó el tiempo; la hora de irse a dormir había<br />

llegado y todos quedaron de acuerdo en ir a descansar, no sin<br />

antes darle nuevamente las gracias a Carlos. Se despidieron como<br />

siempre, invitándose uno a otro a sus casas. Los tres amigos se<br />

hicieron una señal...<br />

305


Visita a la<br />

habitación misteriosa<br />

Afuera de la casa, Marcos se despedía de su novia; le comentó<br />

en breve el plan que tenían sus amigos y querían aprovechar esa<br />

noche. Su novia entendió perfectamente a su prometido y le pidió<br />

que lo hicieran con mucho cuidado, porque la maestra estaba débil<br />

y cualquier ruido extraño podría alterar su salud. Se dieron un<br />

apasionado beso y se juraron amarse por siempre.<br />

Don Chuy y Carlos esperaban cuando en eso llegó Lionel,<br />

que casi ya estaban descartando la posibilidad de que él asistiera<br />

esa noche. Se disculpó por la tardanza y después le preguntaron si<br />

había llevado las lámparas; su respuesta fue afirmativa.<br />

Después de despedirse de su prometida llegó Marcos, quien<br />

saludando a Lionel dijo: —Manos a la obra, sólo espero que no se les<br />

vaya a ocurrir a la maestra ni a doña Carmen ir a sentarse enfrente<br />

del jardín, porque estaremos perdidos. No hay otra entrada más<br />

que por aquí y sería imposible pasar sin ser vistos.<br />

Sacó las llaves de una bolsa de su pantalón y pidió suerte<br />

para el plan. Abrió lentamente la puerta y mirando con un solo ojo<br />

por la ranura de la puerta hacia el jardín, se estremeció al ver los<br />

calentones encendidos; no acostumbrado aún, se le vino a la mente<br />

un pasaje: el día que incendiaron todo lo que había en el jardín.<br />

Abrió un poco más la pesada puerta y al no ver a nadie, con<br />

una seña hizo pasar a sus amigos; al ver el jardín tan alumbrado con<br />

los calentones, se podía sentir el calor hasta donde ellos estaban.<br />

Lionel se quedó de una pieza y quiso hablar, pero Carlos, llevándose<br />

307


un dedo a la boca le indicó silencio. Caminaron hacia una de las<br />

recámaras, la más cercana a la última habitación; abrió lentamente<br />

la puerta, cuidando de no hacer ningún ruido que fuera a alterar el<br />

silencio que se vivía en esos instantes; sólo se escuchaba el suave<br />

sonido del gas que alimentaba a los calentones.<br />

<strong>La</strong> obscuridad reinaba en aquella fría habitación. Al pasar,<br />

cerró con cuidado la puerta, encendieron las lámparas y enfocando<br />

su potente luz, fueron viendo cosa por cosa, teniendo el cuidado de<br />

no tropezar con algún objeto o bien con los desniveles del terreno.<br />

<strong>La</strong> habitación estaba amueblada y lista para ser habitada, todo se<br />

miraba limpio y en orden.<br />

Salieron por una de las puertas que daba al corredor y fueron<br />

directamente a la que era el motivo del plan. <strong>La</strong> puerta estaba<br />

entreabierta, por lo que Marcos inmediatamente apagó su lámpara;<br />

miró a don Chuy y después a Carlos. <strong>La</strong>s cejas pobladas de Marcos<br />

se juntaron y con una señal les indicó apagar las lámparas; se acercó<br />

a ellos y les preguntó al oído si se acordaban haber cerrado la puerta,<br />

la respuesta fue que no estaban seguros. Les dijo que no se miraban<br />

indicios de luz y que si alguien estuviera adentro le sería imposible<br />

mirar en la obscuridad. En unos instantes volvieron a encender las<br />

luces, Marcos miró a sus compañeros y con un movimiento de su<br />

mano les indicó seguir. Empujó suavemente la pesada puerta y se<br />

escuchó un leve rechinido, que les erizó la piel.<br />

Rápidamente Marcos tendió la mano hacia atrás, haciendo<br />

movimientos con sus dedos; Lionel, que interpretó lo que quería<br />

su amigo, sacó de inmediato de la bolsa de utensilios una botellita:<br />

era un líquido aceitoso para puertas ruidosas, lo roció y después de<br />

unos movimientos leves, se cercioró de que no había ruido. Abrió<br />

completamente la puerta y al pasar todos la volvió a cerrar; los<br />

demás lo miraron no muy confiados: el miedo iba invadiendo poco<br />

a poco a cada uno de ellos.<br />

El silencio natural que existía en la habitación fue responsable<br />

de que se escuchara el resuello, cada vez más agitado, de cada uno;<br />

se dieron cuenta que estaba totalmente solitario.<br />

—Ok. Ya estamos aquí, ahora revisen toda la habitación<br />

con mucho cuidado. —Lionel preguntó entonces: —¿Por qué no<br />

caminamos todos juntos?<br />

308


—Está bien, de dos en dos —contestó Marcos—. Carlos: tú<br />

y Lionel por el lado izquierdo; don Chuy y yo por este otro lado. Si<br />

notan cualquier cosa anormal, avisen.<br />

<strong>La</strong> revisión se tornaba aburrida, era una habitación<br />

abandonada por mucho tiempo y presentaba un aspecto como<br />

de cualquier casa deshabitada. El miedo había desaparecido ya, se<br />

escuchaban los comentarios de cada quien, sin titubeos ni cambios<br />

de voz.<br />

Marcos y don Chuy fueron a donde estaban las argollas,<br />

examinaron una a una; llegaron a pensar que era el cuarto de castigo,<br />

pero, ¿para quién? Marcos le preguntó a don Chuy si sería posible<br />

investigar qué pasó en el tiempo que vivieron allí las religiosas y<br />

cuál sería el motivo por el que se fueron.<br />

—Sí, Marcos, yo creo que sí podemos hacer eso, y más con la<br />

ayuda del comandante Adolfo. Te aseguro que sí podemos encontrar<br />

más datos que nos lleven a descifrar todos estos misterios.<br />

En esos momentos Marcos agarró una de las argollas que<br />

colgaban de la pared de cantera y la jaló para verificar qué tan fijas<br />

estaban; agarró otra y la jaló con más fuerza; hizo lo mismo con la<br />

siguiente, pero entonces se le ocurrió apoyarse en la pared y jaló,<br />

como si la quisiera desprender; sintió que algo se aflojó pero no dijo<br />

nada, dio la lámpara a don Chuy y le dijo que enfocara la luz al piso.<br />

Jaló entonces con todas sus fuerzas y don Chuy, al ver que su amigo<br />

se esforzaba demasiado, tomó las dos lámparas con una sola mano<br />

y con la otra le ayudó. En fracción de segundos sintieron que algo<br />

golpeó en sus espaldas e instantes después estaban recuperándose<br />

del fuerte golpe que les dio la pesada losa, al abrirse una puerta<br />

secreta.<br />

—Oh, Dios mío. Don Chuy, ¿está bien?<br />

Don Chuy empezó a toser y a quejarse del dolor que le<br />

causó el fuerte golpe. Una nube de polvo los invadió, inundando<br />

rápidamente todos los rincones de la habitación.<br />

Marcos miró las lámparas en el piso, tomó una y de inmediato<br />

fue a ayudar a don Chuy, que aún estaba tirado en el suelo. Le enfocó<br />

la luz pero la espesa nube de polvo le impedía ver más allá de un<br />

metro. De pronto miró cómo se retorcía y se hincó rápidamente a<br />

un lado de él, puso la cabeza de su amigo en sus piernas y le empezó<br />

309


a dar masaje en el pecho y después en la espalda. Don Chuy no<br />

podía hablar, el golpe lo había sofocado.<br />

En ese momento, del otro lado de la pesada pared de cantera,<br />

Carlos y Lionel buscaban desesperadamente a sus compañeros;<br />

se miraban tan nerviosos que estaban a punto de salir corriendo<br />

de la obscura habitación y dar parte a la policía, pero Carlos, más<br />

valiente, convenció a Lionel para seguir buscando; le dijo que no<br />

era cosa del más allá, que sus amigos deberían de estar por ahí, tal<br />

vez en un pasillo secreto, y exactamente, eso tenía sentido.<br />

Al reaccionar el amigo de Carlos, se dio cuenta de que el<br />

miedo lo estaba invadiendo y era entonces cuando debería de<br />

tener valor, para seguir buscando a los que de un momento a otro<br />

habían desaparecido. Titubeando un poco y con la voz medio<br />

ronca, le dijo a Carlos que buscaran en donde fue la última vez<br />

que los miraron. Enfocaban la luz de las potentes lámparas hacia<br />

esa dirección y no miraban más de lo que ya habían visto una<br />

y otra vez, sin ver ningún indicio que les ayudara a encontrar<br />

a sus compañeros. De repente, enfocaron hacia otro lado las<br />

luces de sus lámparas y se dieron cuenta de que se miraba una<br />

nubecilla un poco espesa dentro de la habitación, pero como no<br />

escucharon ningún ruido, desapareció cualquier sospecha.<br />

Del otro lado, poco antes de que don Chuy se recuperara, el<br />

miedo los volvió a sorprender: cuando más descuidados estaban,<br />

un numeroso grupo de alacranes de diferentes colores alrededor<br />

de ellos, amenazaban con atacar; parecían furiosos y dispuestos a<br />

hacer presa de sus nuevos visitantes. Los dos amigos, sin pensar y<br />

como si se hubieran comunicado por telepatía, a una señal de sus<br />

miradas saltaron al mismo tiempo, alejándose un poco de aquella<br />

familia de feroces alacranes.<br />

Marcos inmediatamente echó mano a su bolsillo de donde<br />

extrajo la botellita de líquido removedor, y lo esparció a todo<br />

lo largo y ancho en donde se miraba el corredero de animalillos<br />

peligrosos. Instantes después don Chuy, como si hubiera leído la<br />

mente de Marcos, sacó rápidamente de entre sus ropas unos cerillos,<br />

haciendo arder a la mayor parte de los atacantes; los otros, sin duda,<br />

no tardarían en morirse, intoxicados con el penetrante líquido, que<br />

para ellos resultaba venenoso.<br />

310


Seguros de haber terminado con aquella plaga de<br />

arácnidos, se dispusieron a buscar cómo salir de ese cuarto<br />

secreto. Al ver que era inútil mover aquella enorme pared, se<br />

dedicaron a buscar algo macizo, para dar suaves golpes y así<br />

avisar a sus amigos que estaban en la parte de atrás de la pesada<br />

pared donde se sostenían las argollas.<br />

Al caminar unos cuantos metros de donde habían caído,<br />

descubrieron una puerta muy bajita, por la que posiblemente<br />

apenas cabía una persona de regular estatura. A don Chuy, que era<br />

muy alto, le sería imposible traspasarla sin agacharse; por su parte,<br />

Marcos estaba un poco más alto que la extraña puerta. Buscaron la<br />

manivela para abrirla y echar un vistazo, pero estaba completamente<br />

lisa, seguramente se abría por el otro lado. Se miraron y con una<br />

seña se regresaron al lugar por donde habían entrado.<br />

Antes que nada, querían dar una señal de vida para sus amigos,<br />

que seguramente ya para esos momentos los estarían buscando. Era<br />

demasiado peligroso hacer cualquier ruido que fuera a despertar a<br />

la maestra o a la mamá de Carlos.<br />

—Don Chuy, creo que esta puerta secreta sólo se puede abrir<br />

por el otro lado, por donde están Carlos y Lionel, ¿cómo podremos<br />

decirles la manera en que se abrió?<br />

—Marcos, tengo una idea—. Don Chuy sacó una moneda de<br />

entre sus bolsas y se puso a pegarle a la losa que los había golpeado<br />

minutos antes. —Con estos golpecitos suaves, a esta hora se tienen<br />

que escuchar, ya verás.<br />

No duró mucho don Chuy golpeando suavemente sobre la<br />

losa, porque segundos después ya los amigos se habían dado cuenta<br />

y como respuesta también hicieron lo mismo: iguales golpes y las<br />

mismas veces, todo indicaba que ya se habían comunicado.<br />

Don Chuy y Marcos sí podían hablar fuerte, puesto que esa<br />

habitación estaba muy retirada de las demás habitaciones de la<br />

casona. Intentaron hablar suave una y otra vez, diciéndoles cómo<br />

abrieran la puerta secreta, pero todo indicaba que ellos no los<br />

escuchaban, pero que sí sabían que estaban atrapados, y empezaron<br />

a jalar una y otra argolla, pero sin éxito.<br />

Marcos, desesperado enfocó la luz de su lámpara hacia todos<br />

los rincones del obscuro cuarto y también hacia el techo. Recorrió<br />

311


centímetro a centímetro sin encontrar nada anormal, algo que le<br />

diera algún indicio de cómo poder abrir la pesada losa. Ya casi a<br />

punto de darse por vencido y esperar a que amaneciera para que<br />

sus amigos fueran por ayuda, se le ocurrió subirse a las rodillas de<br />

don Chuy, para alcanzar el alto marco de la losa, y como por arte<br />

de magia, al tocar un alambre se sorprendió. Le enfocó la luz de su<br />

lámpara y le dijo a don Chuy lo que había tocado.<br />

Don Chuy le sugirió que jalara el alambre y Marcos<br />

inmediatamente hizo caso y lo jaló, pero no fue lo suficientemente<br />

fuerte, porque no tenía un apoyo para hacerlo; sólo jaló un<br />

poco, logrando sacar el alambre poco más o menos tres o cuatro<br />

centímetros, y como un resorte, la pesada puerta se abrió un poco,<br />

más bien se despegó del suelo y de los lados.<br />

Marcos, al sentir el suave movimiento, se bajó en seguida y<br />

por poco les pasa lo mismo que la vez anterior: la pesada losa se<br />

abrió suavemente, se elevó hacia ellos e inmediatamente miraron<br />

la luz de sus compañeros y ellos también pudieron verlos. Todos<br />

rieron al mirarse, se abrazaron y en voz baja explicaron que al jalar<br />

una de las argollas, todo sucedió tan de repente que no tuvieron<br />

tiempo de hacerse a un lado, y que fue cuando sintieron el fuerte<br />

golpe de la pesada losa en la espalda.<br />

Después de un intercambio de comentarios se dispusieron a<br />

investigar los movimientos de la pesada puerta secreta, la cual había<br />

quedado semiabierta. <strong>La</strong> pesada losa quedó a medias, balanceándose<br />

en su eje central; bastaría una ligera presión para darle vuelta y que<br />

quedara cerrada, nuevamente en su posición original.<br />

Los cuatro amigos hicieron varios comentarios antes de tomar<br />

una nueva decisión; cuando lo creyeron oportuno, se dedicaron a<br />

volver a abrir la puerta secreta, esta vez estaban decididos a todo:<br />

dos jalaron las argollas y los otros dos controlaron el movimiento<br />

de la losa, para que ésta se quedara en posición de cero, a medio eje.<br />

Así la dejaron y pasaron al interior y de inmediato se dirigieron<br />

a la pequeña puerta que momentos antes habían descubierto. Todos<br />

pensaron que seguramente comunicaba con algún túnel secreto.<br />

Cuando la puerta fue abierta, enfocaron las potentes lámparas<br />

hacia adentro de la misteriosa entrada, y se dieron cuenta de que<br />

efectivamente era un túnel, un pasadizo secreto. Había algunos<br />

312


escalones, siete, para ser exactos, y un descanso de medio metro;<br />

otros tres escaloncillos y ahí estaba el piso del túnel.<br />

Bajaron los cuatro con mucha precaución, de dos en dos. El<br />

túnel se iba disminuyendo cada vez más, hasta quedar de una medida<br />

estándar, en donde fácilmente podían caminar dos personas, una al<br />

lado de otra; al llegar a la entrada de lo que ya era el túnel, se podía<br />

oler la humedad y se percibía el fétido hedor de animal muerto;<br />

asimismo, era posible escuchar los ruidos del correteo de algunas<br />

ratas, y al enfocar la luz hacia los extraños ruidos, pudieron observar<br />

ratas de varios tamaños. Se miraron entre sí y decidieron seguir<br />

caminando hacia el cada vez más frío y obscuro pasillo. Luego de<br />

caminar aproximadamente seis u ocho metros, se encontraron otras<br />

dos entradas: el pasillo se dividió en tres.<br />

Ahí Marcos se detuvo. Era el que iba al frente y preguntó a<br />

sus amigos por cuál sugerían que deberían de seguir; miró a Carlos<br />

y a Lionel, quienes sugirieron que no siguieran, porque estaban<br />

muertos de frío; al preguntarle a don Chuy, éste comentó lo mismo<br />

que los demás, que era preferible regresar otro día, que el frío estaba<br />

calando demasiado y de verdad, se sentía hasta los huesos.<br />

En eso estaban cuando se escucharon campanadas de la<br />

catedral: fueron dos, o sea que ya eran las dos de la madrugada. Se<br />

apresuraron a salir, pero con mucho cuidado para no hacer ningún<br />

ruido que los fuera a delatar.<br />

<strong>La</strong> salida fue exitosa: no hubo contratiempos ni tropiezos.<br />

Por petición de Lionel echaron un vistazo al jardín antes de salir,<br />

también se quedó admirado por el trabajo de Carlos; le comentaron<br />

que se había perdido algo espectacular, por no haber llegado<br />

temprano. Lionel volvió a preguntar de qué espectáculo se había<br />

perdido y don Chuy le contestó que para la siguiente función se<br />

le iba a pedir que llegara más temprano; todos rieron ligeramente<br />

indicando silencio con sus dedos.<br />

Todo el jardín es ahora un espectáculo, volvió a decir don<br />

Chuy. Lionel seguía como tonto mirando uno a uno los calentones<br />

automáticos que a esa hora estaban todos encendidos, haciendo su<br />

trabajo.<br />

—¿Y eso qué es? ¿Qué está quemándose en esas cosas que<br />

parecen antorchas? —preguntó Lionel.<br />

313


—¡Vámonos!, debemos retirarnos lo más pronto posible.<br />

<strong>La</strong> voz de Marcos era fuerte y decidida; nadie dijo nada y<br />

caminaron uno tras otro siguiendo a Marcos, que avanzaba sin<br />

mirar hacia atrás. Ya una vez afuera cerró la puerta tratando de no<br />

hacer ningún ruido; sin embargo, poco antes de que la pesada hoja<br />

se uniera a la otra, por curiosidad miró hacia la entrada de la sala y<br />

alcanzó a distinguir una sombra que se movía sigilosamente. En ese<br />

preciso momento Marcos quiso detener el portón, pero fue inútil,<br />

era tan poco el espacio que le quedaba entre las dos hojas, que por<br />

poco y le rebana los dedos.<br />

Rápidamente volvió a intentar abrir y ver qué era lo que<br />

le pareció una sombra entre el arco, poco antes de la entrada a<br />

la que la hacía de sala. Buscó sus llaves entre las cosas que traía<br />

en la bolsa de su pantalón y cuando al fin las encontró, abrió<br />

de inmediato, haciendo un poco de ruido al empujar el pesado<br />

portón. Los amigos voltearon asombrados, sin poder entender<br />

cuál fue el motivo por el que Marcos abrió nuevamente la puerta,<br />

si ya la había cerrado.<br />

Se acercaron a él rápidamente y por la misma rapidez con que<br />

regresaba Lionel, se tropezó con uno de los escalones que existen<br />

a la entrada de la casona, topó con don Chuy empujándolo hacia<br />

adelante y éste empujó a Marcos tan fuerte, que casi lo tira al suelo,<br />

si no hubiera sido porque topó con la pesada puerta, la que por la<br />

fuerza del empujón se abrió tan bruscamente, que se estrelló contra<br />

la pared derecha del zaguán.<br />

Marcos se levantó inmediatamente, dándole la mano a don<br />

Chuy para ayudarlo a levantarse, porque él sí cayó hasta el suelo;<br />

después echó un manazo a la puerta y la cerró rápido, y poco antes<br />

de que golpeara con la otra la tuvo que amortiguar con su fuertes<br />

brazos; de esa manera, al cerrar no fue tan fuerte el golpe y salieron<br />

corriendo hacia los carros.<br />

En su loca carrera, no subieron cada quien en el vehículo en<br />

que habían venido, hasta a Lionel se le olvidó su auto ahí estacionado;<br />

aceleraron y como una cuadra más delante, Marcos hizo una seña<br />

de alto: bajaron muertos de la risa y Marcos les explicó cuál fue el<br />

motivo por el que volvió a abrir la puerta; nadie hizo comentario<br />

alguno y el incidente de la sombra quedó olvidado.<br />

314


Se disculparon nuevamente y sin dejar de reír se despidieron.<br />

Subieron a sus respectivos carros y Marcos se regresó con Lionel,<br />

para que recogiera su carro.<br />

El camino a casa de cada quien fue rápido. El frío azotaba<br />

la cara y no deseaban más estar en la calle. Don Chuy, una vez en<br />

su casa, sintiéndose solitario fue a la cocina y se sirvió un vaso<br />

de leche, miró la fotografía de su esposa, que estaba pegada en el<br />

refrigerador, la tomó en sus manos y contemplándola por unos<br />

segundos, sintió que la amaba mucho más que antes. Ahora que no<br />

estaba junto a él, la extrañaba y la deseaba más que nunca. <strong>La</strong> acercó<br />

a sus labios y le dio un tierno beso, limpió el área en donde estaba,<br />

la volvió a colocar ahí mismo y con un suspiro muy hondo se fue a<br />

su habitación.<br />

Era la primera vez que se separaban desde el día de su<br />

matrimonio. Se le hacía imposible dormir sin ella, el amor que<br />

le tenía era infinito. Sentía la necesidad de estar con ella todo el<br />

tiempo, dependía tanto de ella que se le hacía imposible vivir solo.<br />

Apenas habían pasado dos días de que se fue a visitar a sus<br />

familiares a Zacatecas y ya no soportaba las noches de soledad.<br />

Regresaría la próxima semana, pues tenían que celebrar el Año<br />

Nuevo en casa de la maestra. En cuanto entró a su habitación se dio<br />

cuenta que no podía vivir sin ella; sabía que al día siguiente podía<br />

ir a visitar a sus amigos y estarse todo el día con ellos, si era posible,<br />

pero tenía miedo a estar solo en casa, en su habitación.<br />

Rápidamente se cambió de ropa y se dispuso a dormir las<br />

pocas horas que quedaban, antes de que el astro rey diera sus<br />

primeras señales de vida, mas todo fue inútil, el sueño se le había<br />

espantado. Se acomodó de una y de otra forma y no consiguió<br />

reconciliar el buen dormir; tenía miedo, sentía que si se dormía ya<br />

no despertaría jamás.<br />

Pero... ¿cuáles eran los temores de este hombre tan fuerte, si<br />

estaba lleno de vida y salud? No era nada de eso, era simplemente que<br />

extrañaba demasiado a su esposa y esto le impedía dormir. ¿Quién<br />

puede dormir cuando extraña desesperadamente a su pareja?<br />

Los primeros rayos del sol que entraron por su ventana, lo<br />

sorprendieron mirando al techo de su cuarto. Entrecerrando los<br />

ojos al mirar los rayos que tanto le lastimaban su vista, dio un fuerte<br />

315


golpe en un costado de su cama, maldiciendo al mismo tiempo el<br />

momento que no pudo cerrar ni un minuto sus ojos. Se acomodó<br />

del otro lado para intentar dormir un poco y así permaneció por<br />

unos minutos. Ya casi conseguía su objetivo cuando sonó el timbre<br />

de su teléfono; dio otro golpe con su mano derecha, esta vez al buró<br />

de su recámara, junto al teléfono. Se dio media vuelta y quedando<br />

boca abajo alcanzó el teléfono y contestó.<br />

Era su esposa, e inmediatamente de un brinco quedó sentado<br />

en el borde de su cama y con mucha atención escuchó las dulces<br />

palabras de su amada, que quería saludarlo y también decirle que<br />

no podía dormir sin él. Él le dijo cuánto la amaba y cuánto estaba<br />

sufriendo su ausencia; también le dijo que no durmió ni un minuto<br />

la noche anterior, que se la pasó pensando en ella. Los piropos y<br />

los juramentos de amor siguieron por un buen rato; ella le pidió<br />

un poco de paciencia, ya que pronto estarían juntos y le prometía<br />

no separarse nunca más. Don Chuy, un poco más animado, aceptó<br />

esperar un par de días más.<br />

Un rato después le comentó lo que había ocurrido en casa de<br />

la maestra y que estaban más desconcertados con el hallazgo de los<br />

túneles, que posiblemente lo que se ha dicho de que la ciudad de<br />

Durango está comunicada por medio de túneles secretos es cierto,<br />

pero que esto lo mantendrán estrictamente callado, por lo menos<br />

un tiempo, hasta que se descubra el misterio de la <strong>vieja</strong> banca.<br />

316


Desaparición de Diana<br />

En la casa de la maestra todo transcurría con normalidad. <strong>La</strong>s<br />

viejitas se levantaron a preparar el desayuno y un poco más tarde<br />

se levantó Paquita, haciendo mil preguntas relacionadas con los<br />

continuos ruidos que se escucharon toda la noche anterior. <strong>La</strong><br />

mamá de Carlos contestó y dijo que ella no escuchó nada, que<br />

podría haber sido el aire o tal vez tuvo una pesadilla; la maestra<br />

escuchaba en silencio y al fin preguntó a la pequeña que qué<br />

clase de ruidos había escuchado. Paquita le explicó y la maestra,<br />

sin dejar de hacer su quehacer, escuchaba un poco nerviosa,<br />

porque ella también había escuchado lo mismo. Luego, al darse<br />

cuenta que ella no fue la única en escuchar voces, pasos, golpes<br />

y hasta gritos, cambió el tema rápidamente y empezó a hablar de<br />

la festividad del Año Nuevo.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos le siguió la corriente de inmediato,<br />

haciendo comentarios de que tenían que hablar con las muchachas<br />

de servicio, para que ellas decoraran el patio y las habitaciones. <strong>La</strong><br />

maestra estuvo de acuerdo y dijo que les llamaría un poco más tarde.<br />

Hablaron de la comida y de las bebidas y que sería un día<br />

completo de fiesta, o tal vez dos días, dijo Paquita, porque era la<br />

fiesta la despedida del año viejo y la bienvenida del nuevo año. El<br />

desayuno fue muy sabroso y ameno, se quedaron sentadas en sus<br />

lugares un rato más de lo normal, haciendo planes.<br />

En esos momentos timbró el teléfono: eran las sirvientas, para<br />

informar que ya se estaban preparando para regresar al trabajo, que<br />

habían recibido una llamada de la señorita <strong>La</strong>ura, informándoles<br />

317


que tenían que regresar a su trabajo y que en menos de dos horas<br />

estarían llegando por allá.<br />

<strong>La</strong> maestra, muy contenta porque sus muchachas regresarían<br />

pronto, le comentó a su amiga del alma, la señora Carmen, que ella<br />

deseaba tener luz en todos los rincones de la casona, que sería un<br />

día de fiesta para todos sus amigos.<br />

Poco más de dos horas después se escuchó el timbre del<br />

portón, Paquita corrió a abrir, con el consentimiento de su abuelita;<br />

la maestra y Carmen estaban seguras de que eran las sirvientas y<br />

fueron a su encuentro. Efectivamente, eran ellas; se abrazaron y se<br />

saludaron muy contentas: ellas, por regresar al trabajo en donde<br />

les pagaban muy bien, y las señoras, porque ya tenían compañía y<br />

ayuda para todo lo que se les ofreciera.<br />

<strong>La</strong> fuerte cantidad de dinero que el militar dejó de herencia<br />

para su hija Lety, y que después por ley pasó a ser de la maestra, les<br />

resolvía cualquier problema económico, por fuerte que fuera. Diana,<br />

la muchacha más joven, se quedó mirando el jardín y preguntó a la<br />

maestra acerca de lo que había pasado con el jardín de rosas; ella<br />

se limitó a contestar que hubo unos cambios y que así como estaba<br />

ahora le gustaba más. Caminaron hacia sus habitaciones, mirando<br />

asombradas del nuevo jardín.<br />

En cuanto las muchachas instalaron sus cosas, les dio la lista<br />

de artículos que necesitarían para la fiesta y para la decoración. <strong>La</strong>s<br />

muchachas, muy eficientes, se dispusieron para ir de compras y se<br />

llevaron a Paquita. Ya era tarde cuando regresaron con las cosas<br />

que su patrona les había encargado y manos a la obra, porque les<br />

quedaba poco tiempo para dejar todo bien decorado y limpiar toda<br />

la casa.<br />

<strong>La</strong> limpieza fue total, por lo que muy entrada la noche, las<br />

muchachas ya no sentían los pies de cansancio, pero empeñadas en<br />

terminar todo esa misma noche, continuaron con lo que les faltaba.<br />

<strong>La</strong> maestra les había recomendado que limpiaran todo el patio y las<br />

recámaras que se estaban usando. Ellas, por granjear la buena paga,<br />

le dieron un poco más de lo recomendado.<br />

Mónica se dirigió al pasillo y con una manguera empezó a<br />

lavar la losa de ladrillo del piso. <strong>La</strong> luz estaba débil, había focos en<br />

cada puerta que daba al pasillo pero no los encendió todos, sólo los<br />

318


necesarios para ver un poco mientras barría el agua. Se dio cuenta<br />

de que la sensación de miedo que antes tenía había desaparecido,<br />

pero en ese mismo instante sintió que alguien estaba cerca de ella.<br />

Un escalofrío muy parecido al que sintió la primera vez que miró al<br />

jardín le recorrió todo su cuerpo e instantáneamente escuchó unos<br />

suaves toquidos; paró de repente de barrer y aguzando su oído trató<br />

de identificar los toquidos.<br />

Sin mover la cabeza siguió con la mirada la dirección del<br />

ruido; todo indicaba que provenía del fondo y para ese lado estaba<br />

obscuro. Su corazón empezó a latir cada vez más fuerte. Miró a<br />

cada una de las puertas que daban al pasillo, a sus ventanales y<br />

sentía que en alguna de ellas había alguien que la miraba. Quiso<br />

caminar pero sus corvas se desvanecían, no tenían fuerza para<br />

hacer ningún movimiento; sus ojos se abrieron más, como<br />

queriendo ver más allá de la obscuridad; quería gritar o hacer<br />

cualquier ruido que alertara a su amiga o a la maestra y vinieran a<br />

su encuentro, pero tampoco le fue posible. En eso se escucharon<br />

unos pasos por el mismo rumbo de los toquidos; estaba a punto<br />

de desmayarse, pero haciendo un esfuerzo sobrehumano, miró<br />

la silueta que cada vez más se acercaba a ella y con la poca<br />

iluminación que había la estaba aclarando poco a poco.<br />

Su mirada, casi borrosa, empezó a limpiarse cuando descubrió<br />

que era su compañera, que venía caminando muy quitada de la<br />

pena; se dejó caer de rodillas, sin fuerza. Diana, al verla así, corrió a<br />

darle ayuda, gritando: —¡Mónica! ¿Qué pasó, te sientes bien?<br />

<strong>La</strong> muchacha había perdido el conocimiento: la fuerte<br />

impresión le había causado un shock y cayó pesadamente en el<br />

piso mojado; su amiga, como pudo, la levantó y la llevó hasta la<br />

recámara, la recostó y fue a pedir auxilio a la maestra. Rápidamente,<br />

la mamá de Carlos y la maestra acudieron al llamado de Diana.<br />

—¿Pero qué pasó, muchachas? Díganme por favor, ¿qué pasó?<br />

—No lo sé, yo venía por el pasillo y de repente miré que<br />

Mónica cayó pesadamente y corrí en su ayuda, pero no reacciona.<br />

En eso la muchacha empezó a temblar y a decir incoherencias,<br />

por lo que prontamente la cobijaron; la mamá de Carlos fue a<br />

prepararle un té caliente, mientras Diana y la maestra le quitaron la<br />

ropa húmeda y le pusieron la pijama.<br />

319


Doña Carmen regresó con el té caliente y pidió que le diera<br />

unos sorbos para que se recuperara; le dieron unas pastillas para<br />

el resfriado y la maestra preguntó a Diana si Mónica se había<br />

tropezado con algo, si estaba enferma o embarazada. <strong>La</strong> muchacha<br />

inocentemente contestó que no sabía nada de ella últimamente,<br />

pues cada una se había ido a sus respectivos pueblos y que no se<br />

habían visto sino hasta el día anterior, que se habían citado en<br />

Durango para regresar al trabajo: “Eso es todo lo que yo sé hasta<br />

ahora” —les dijo, y agregó:<br />

—Pero a mí se me hace muy raro que se haya caído, porque<br />

no se tropezó ni nada de eso; ella estaba parada en medio del pasillo<br />

mirándome y de repente se dejó caer.<br />

—¿Cómo que se dejó caer? —preguntó la maestra.<br />

—Sí, se dejó caer como si se hubiera desmayado, sin sentido,<br />

porque cayó exactamente en donde ella había echado agua y con<br />

este frío, pues como que no se antoja un baño.<br />

—Pero si les dije que sólo limpiaran las habitaciones que<br />

hemos estado usando y además, saben que tienen estrictamente<br />

prohibido pasar por estos pasillos, ya les había dicho que no quiero<br />

que se acerquen a estas habitaciones; vamos a ver si hay algo con lo<br />

que Mónica se pudo haber tropezado.<br />

<strong>La</strong> maestra y Diana caminaron hacia el pasillo obscuro;<br />

encendieron la luz de un lado de las puertas de dos cuartos, con<br />

lo que se miraba muy poco, pero se dieron cuenta de que no había<br />

ningún objeto tirado en el cual Mónica se hubiera tropezado, sólo<br />

estaba la manguera y el agua seguía tirándose.<br />

—Mira, muchacha, el agua se está tirando todavía; ve a la<br />

llave y ciérrala por favor.<br />

<strong>La</strong> muchacha obedeció en seguida, mientras la maestra<br />

echaba un vistazo hacia donde estaba obscuro y se sobresaltó al<br />

mirar brillar algo muy cerca de la puerta de la última recámara,<br />

la cual jamás había podido, ni siquiera intentado abrir; era como<br />

el brillo de los ojos de un gato que se deslizó de un lado a otro,<br />

rápidamente, pero sin dejar de mirarla. <strong>La</strong> piel se le enchinó, una<br />

corriente de frío recorrió todo su cuerpo y una sensación de miedo<br />

le impidió hablar.<br />

320


<strong>La</strong> muchacha intentaba cerrar la llave del agua con unas<br />

pinzas, ya que no tenía la manivela de la válvula, mientras la<br />

maestra intentaba una y otra vez gritar, pero su garganta seguía<br />

pegada, sin poder emitir el menor sonido. Al fin, Diana consiguió<br />

cerrar la válvula de paso del agua y regresó al lado de su patrona,<br />

quien seguía muerta de miedo y con los ojos espantados la miró<br />

llegar y sólo pudo hacer una seña con sus manos, con movimientos<br />

de desesperación. Diana, que ya estaba cerca, se dio cuenta de que<br />

la maestra se encontraba muy asustada y pálida.<br />

—Maestra, ¿le sucede algo?, ¿se siente bien? Por favor,<br />

respóndame.<br />

<strong>La</strong> maestra, con los ojos muy abiertos, hacía movimientos<br />

con sus labios pero no podía emitir palabra alguna. Diana la tomó<br />

del brazo y caminó hacia la habitación donde todavía estaba la<br />

mamá de Carlos cuidando a Mónica. De pronto, doña Carmen vio<br />

entrar a Diana, llevando a la maestra que cargándola.<br />

—Pero, ¿qué pasó? ¡Mary! ¿Qué le pasó a la maestra? ¡Mary!<br />

¡Mary! Respóndeme. Diana, dime, ¿qué pasó?, ¿por qué la maestra<br />

está tan pálida?<br />

—No lo sé. Ayúdeme a recostarla a un lado de Moni.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos no entendía lo que estaba pasando; se<br />

limitó a ayudar a la joven, que apresurada atendía a su patrona.<br />

Una vez recostada junto a la otra muchacha, Diana pudo explicar<br />

lo que vio y lo que pasó.<br />

Doña Carmen se preguntaba una y otra vez qué era lo que<br />

estaba ocurriendo en esa casa y pidió a Diana la llevara hasta donde<br />

miró a la maestra con expresión de miedo. <strong>La</strong> muchacha obedeció<br />

rápidamente y fueron al lugar en donde posiblemente habían<br />

asustado a la muchacha también.<br />

Todo el lugar se miraba muy tranquilo, se sentía la soledad en<br />

todos los rincones de la casa, y con un poco de miedo echaron un<br />

vistazo: no se escuchaba ningún ruido, sólo se escuchaba el canto<br />

continuo de los grillos. En eso, la mamá de Carlos iba a decir que<br />

en toda la casa reinaba la calma, cuando una corriente de aire muy<br />

helado recorrió su cuerpo e inmediatamente recordó el día en que<br />

ella y su hijo visitaron por vez primera a la maestra en esa casa.<br />

321


—Vámonos de aquí por favor, niña, esta soledad me asusta.<br />

—Sí, tiene usted razón, esta soledad parece que tiene ojos que<br />

nos siguen por toda la casona.<br />

—En verdad, ¿tú también tienes miedo, niña?<br />

—Claro que sí, doña Carmen. Desde que llegué a esta casa no<br />

he sentido otra cosa más que miedo, y Mónica dice lo mismo que<br />

yo, pero como nos pagan muy bien por cuidar a la maestra, pues<br />

tenemos que soportar y no decir nada.<br />

Se regresaron a la habitación donde reposaban la maestra<br />

y Mónica, y aprovecharon el momento de estar a solas para hacer<br />

algunos comentarios.<br />

—Cuéntame, ¿qué has visto de raro en esta casa desde que<br />

estás aquí?, ¿es cierto que han visto sombras o algo por el estilo?<br />

—Mire, doña Carmen, yo la verdad, sólo he tenido miedo,<br />

primero al mirar al jardín y después cuando me acerco al pasillo, el<br />

que divide las habitaciones de la última, y hasta he tenido curiosidad<br />

de abrir para limpiarla y ver qué es lo que hay ahí adentro, pero<br />

tenemos estrictamente prohibido entrar.<br />

—Cualquier día yo te acompaño para dar un vistazo,<br />

muchacha; por ahora hay que ver cómo siguen las enfermas y ver si<br />

es necesario llamar al doctor Ávila, que es el que está a cargo de la<br />

salud de mi amiga.<br />

—Está bien, señora Carmen, como usted ordene.<br />

Al entrar a la habitación todo estaba en calma, parecía que<br />

dormían; la mamá de Carlos se sentó a un lado de la maestra y ésta,<br />

al sentirla, abrió los ojos y lentamente volteó a ver a su amiga; le<br />

sonrió y preguntó qué fue lo que sucedió, cuestionamiento al que<br />

doña Carmen no supo contestar, limitándose a decir que sólo sabía<br />

que sufrieron un desmayo.<br />

<strong>La</strong> maestra recordó el incidente y rápido se incorporó<br />

un poco, apoyándose en sus codos y miró a Mónica, que aún<br />

seguía dormida.<br />

—¿Y Mónica? ¿No ha despertado?<br />

—<strong>La</strong> mamá de Carlos le contestó negativamente y un<br />

pensamiento vino a su mente, por lo que le pidió a Diana que<br />

fuera a darle una vuelta a Paquita, que podía despertar y al verse<br />

sola podría asustarse. <strong>La</strong> muchacha rápidamente obedeció: cruzó el<br />

pasillo para ir a la habitación, que estaba pegada a la de la maestra,<br />

322


y poco antes de abrir la puerta escuchó un rechinido en la puerta de<br />

la recámara de enfrente, exactamente en la habitación de la maestra.<br />

Volteó en forma rápida y la puerta se cerró sola, como si alguien la<br />

hubiera cerrado; se escuchó claramente cuando se cerró la chapa.<br />

<strong>La</strong> muchacha sintió que el cuerpo se desvanecía, sabía que no<br />

había nadie más en la casa. Paquita estaba en su cuarto y la maestra,<br />

doña Carmen y Mónica, estaban en la otra habitación, era imposible<br />

que le hubieran ganado a llegar antes que ella. Se armó de valor y<br />

caminó casi con los pies pegados al piso, sentía seca la garganta;<br />

con los ojos bien abiertos, sin poder parpadear, llegó como pudo y<br />

se paró enfrente de la puerta; estiró su mano lo más que pudo, para<br />

estar retirada por si alguien había entrado a robar o a algún animal<br />

se le había ocurrido entrar a esa habitación.<br />

Del lugar en donde estaba parada era imposible alcanzar a<br />

abrir; estiró una y otra vez su mano, hasta casi sentir dolor en el<br />

hombro; después estiró todo lo que pudo sus dedos y no pudo ni<br />

siquiera tocar la manivela. Una voz se escuchó a sus espaldas, que<br />

la dejó helada y por poco le da un infarto; su corazón le golpeaba<br />

el pecho aceleradamente, su respiración se detuvo en seco. Los ojos<br />

casi se le salen de su cuenca. Era la maestra, que no hizo ningún<br />

ruido al caminar, o tal vez por el miedo que Diana sentía, no escuchó<br />

los pasos cansados de la maestra, pero, ¿y su voz? También se había<br />

escuchado diferente, y más porque ella sabía que en esos momentos<br />

la señora estaba muy débil y que era imposible que hubiera llegado<br />

hasta ahí sin hacer ningún tipo de ruido.<br />

Pensó mil cosas en una fracción de minuto y llorando en<br />

silencio, llena de impotencia, volteó a mirar el rostro de la maestra,<br />

que seguramente estaba enojada.<br />

Por poco se le detiene el corazón: el rostro de la maestra estaba<br />

horriblemente transformado. Diana no pudo más, gritó con todas<br />

sus fuerzas y de inmediato cayó sin sentido. Cuando el doctor Ávila<br />

la revisó, se dio cuenta que tenía la garganta dañada, un golpe en la<br />

cabeza, sangre en varias partes del cuerpo, moretones en manos y pies.<br />

Paquita despertó asustada y salió a ver qué estaba pasando,<br />

por qué ese grito tan horrible. Cuando abrió la puerta miró que<br />

su abuelita estaba levantando a Diana, lo que la alarmó más y<br />

corrió en su ayuda<br />

—¿Qué pasó, abuelita, qué le pasó a Diana?<br />

323


<strong>La</strong> señora no contestó, y cargando a Diana en sus brazos,<br />

caminó hacia su recámara y la acostó. Paquita se quedó<br />

parada en la puerta de su recámara; al ver que su abuelita no<br />

le contestaba y cuando miró que levantó en brazos a Diana, se<br />

quedó paralizada, no comprendió de dónde sacó tantas fuerzas,<br />

si ella todo el tiempo necesitaba ayuda hasta para caminar. Se<br />

metió a su cuarto y por instinto o por miedo se encerró y se<br />

acostó, tapándose con su cobija hasta la cabeza.<br />

Al día siguiente, muy temprano Paquita se levantó, abrió la<br />

puerta un poco y se asomó para todos lados, quería saber qué estaba<br />

pasando. Su abuelita no le había contestado y eso no era normal;<br />

echó un vistazo al pasillo y después de caminar un poco, se asomó al<br />

patio y después a la cocina: no había ningún alma levantada. Miró la<br />

puerta de la recámara de su abuelita y no se atrevió a tocar, recordó<br />

lo de la noche anterior y se dirigió a la habitación de las sirvientas.<br />

Tocó suavemente, temiendo ser escuchada por su abuelita o por la<br />

señora Carmen; nerviosamente volvió a tocar y se escuchó la voz de<br />

una de ellas diciendo que en un minuto abría.<br />

A Paquita se le hizo una eternidad, pero al fin la puerta se<br />

abrió: era Mónica.<br />

—¡Paquita! Buenos días, ¿qué haces levantada tan temprano?<br />

Ella le indicó silencio con el dedo en su boca; la muchacha<br />

comprendió y tomándola de la mano la pasó a la habitación, cerró<br />

suavemente la puerta y hablaron muy bajito: —¿Qué pasó, m’ija?<br />

—Mejor dime tú qué pasó, Mónica. ¿Dónde está Diana?<br />

—No lo sé —dijo volteando hacia su cama, no se había dado<br />

cuenta que estaba sola la recámara de Diana; su cama no había sido<br />

usada esa noche—. ¿Pero qué pasó? ¿Dónde está Diana? ¿No lo sabes<br />

tú tampoco? Qué raro, siempre nos levantamos a la misma hora.<br />

—Yo creo que Diana no durmió aquí anoche, Moni. ¿Qué no<br />

oíste el grito de anoche?<br />

—No. A ver, cuéntame, ¿qué pasó?<br />

—Yo estaba dormida y de pronto escuché un grito muy fuerte,<br />

parecía de miedo, de terror; me levanté de mi cama y en cuanto abrí<br />

la puerta para ver qué estaba pasando, Diana estaba tirada en el<br />

piso. De pronto llegó mi abuelita, la levantó y cargándola la llevó<br />

a su habitación, y de ahí ya no sé nada. Yo me regresé a mi cama<br />

324


llena de miedo, porque le pregunté a mi abuelita que qué era lo que<br />

estaba pasando y no me contestó, ni siquiera me miró.<br />

—Qué raro, es imposible que tu abuelita hubiera podido<br />

cargar en brazos a Diana, pues ella es alta y está bien dada. ¿Sabes?,<br />

yo anoche tuve un sueño muy raro, no sé, estoy confundida. No<br />

sé si fue sueño o es la realidad, pero tu abuelita y yo estábamos<br />

durmiendo juntas y enfrente de nosotras estaban la mamá de Carlos<br />

y Diana, mirándonos. Ellas hablaban de algo que había pasado pero<br />

no las escuchaba, sólo miraba sus labios que se movían y a veces los<br />

movimientos de sus manos me confirmaban que algo discutían; de<br />

repente escuché toquidos en la puerta y desperté: eras tú, y es por<br />

eso que te digo que no sé si fue realidad.<br />

<strong>La</strong> muchacha estaba confundida, el miedo que sintió la<br />

noche anterior le provocó un shock mental, que lo que ocurrió en<br />

la realidad, lo confundió con una pesadilla.<br />

—Tengo miedo, Moni.<br />

Mónica la recargó en su pecho y le dijo que ella iba a investigar<br />

qué era lo que estaba pasando, y si descubría algo raro en la casa le<br />

iba a hablar a Marcos para que fuera por ellas.<br />

Por primera vez la niña tuvo miedo; sabía que algo raro le<br />

ocurría a su abuelita desde hacía tiempo y no hallaba con quién<br />

platicar acerca de eso. Sentía que nadie le iba a creer lo que oía<br />

y lo que a veces veía por las noches. Ya había encontrado en<br />

Moni a una amiga, y en cuanto estuvieran solas le iba a contar<br />

todo lo que ella sabía.<br />

Rápidamente Mónica se cambió de ropa y animó a Paquita a<br />

ir al cuarto de la maestra y de la mamá de Carlos.<br />

—Tenemos que cerciorarnos de que Diana está ahí o para<br />

decirle a la maestra que no durmió aquí. Ven m’ija, vamos.<br />

<strong>La</strong> jovencita, ya de casi 14 años, comprendía muchas de las<br />

cosas que estaban pasando. Caminaron despacio y sin hacer mucho<br />

ruido cruzaron el pasillo que divide las habitaciones. En el piso<br />

estaba una arracada que Mónica reconoció y en voz baja le dijo que<br />

era de Diana, la guardó y siguieron caminando. Antes de tocar a la<br />

puerta, Moni notó que la pequeña tenía la cara llena de miedo, por lo<br />

que la animó con una sonrisa, lo que ocasionó que inmediatamente<br />

se borrara esa mueca de la cara de la niña, para enfrentar la realidad.<br />

325


Llamó suavemente a la puerta tres veces, esperó unos<br />

segundos y al no tener respuesta ni escuchar ningún ruido, repitió<br />

los toquidos un poco más fuerte; se armó de valentía, quiso volver<br />

a llamar más fuerte cuando se escuchó la voz ronca y cansada<br />

de la maestra. Mónica la saludó y le dijo que pronto prepararía<br />

el desayuno; miró nuevamente a Paquita y con una seña le pidió<br />

guardar silencio. Preguntó si deseaban algo en especial para el<br />

desayuno, la maestra le respondió que lo de siempre, y que en una<br />

hora estarían listas.<br />

Al ver que no comentó nada acerca de Diana, pasó<br />

saliva y mirando a Paquita, preguntó: —Señora, ¿usted sabe<br />

a dónde fue Diana?<br />

—No, m’ija, ¿por qué?<br />

—Es que no está en su cama y no se ve que esté en ninguna<br />

parte de la casa.<br />

—Ahorita salgo, deja me cambio de ropa y la buscamos. Ve al<br />

cuarto de Paquita, a la mejor está con ella.<br />

—Ya fui y tampoco está, y ni Paquita la ha visto. Tal parece<br />

que no durmió anoche en esta casa, porque su cama está intacta.<br />

—No te preocupes, ahora mismo vamos a buscarla.<br />

<strong>La</strong> muchacha caminó rumbo a la cocina, llevando de la<br />

mano a Paquita; sentía el miedo y el nerviosismo que la jovencita le<br />

transmitía. Ya en la cocina, la muchacha, sin alterar más las cosas,<br />

le preguntó a Paquita si ella sabía algo de las cosas raras que estaban<br />

pasando; lo hizo porque sintió que la joven tenía algo qué decir,<br />

pero le faltaba valor para hacerlo.<br />

Le preguntó una y otra vez, hasta que al fin, con lágrimas<br />

en los ojos, dijo que tenía miedo porque estaban pasando cosas<br />

muy raras en toda la casa. Que una noche que se levantó para ir al<br />

baño miró a la mamá de Carlos y a su abuelita caminando por el<br />

pasillo obscuro, rumbo al último cuarto, precisamente al que está<br />

estrictamente prohibido entrar. <strong>La</strong> sirvienta, muy interesada pero<br />

sin mostrarle el menor gesto de miedo, le pidió que continuara y la<br />

jovencita, sabiendo la gravedad del secreto, miró a un lado y después<br />

a otro, para cerciorarse de que estaban a solas. Con movimientos<br />

temblorosos le informó a su sirvienta de todo lo que había visto<br />

y oído en los últimos días y le pidió ayuda, porque ella sabía muy<br />

326


ien que su abuelita ya no era la misma, que actuaba como si otra<br />

persona estuviera manipulándola.<br />

—¿Tú crees que la mamá de Carlos tenga que ver algo en<br />

esto? —preguntó astutamente la muchacha, queriendo saber más<br />

de lo que ya la hermosa jovencita le había confesado, quien sólo se<br />

concretó a decir lo que ella sabía hasta el momento.<br />

De pronto sintieron unos pasos muy cerca de ellas: era la<br />

maestra que se acercaba muy lentamente, con una mirada de<br />

desconfianza.<br />

—¿Ya está preparado el desayuno? —preguntó muy<br />

sospechosamente la señora.<br />

<strong>La</strong>s dos chicas contestaron al mismo tiempo, como si se<br />

hubieran puesto de acuerdo: —Ya, ya está listo para servir. Siéntese,<br />

maestra, y tú también, Paquita, yo serviré. Y doña Carmen, ¿dónde<br />

está?<br />

<strong>La</strong> maestra titubeó un poco antes de contestar y luego<br />

rápidamente cambió la conversación. Casi ya para terminar llegó<br />

la mamá de Carlos, quien después de saludar se sentó lentamente y<br />

se dispuso a desayunar. Paquita la miraba de reojo. Mónica se dio<br />

cuenta y trató de hacer preguntas acerca de su amiga, pero nadie<br />

contestó nada, parecía que no sabían de qué estaba hablando; la<br />

sirvienta se dio cuenta que al hacer las preguntas las dos señoras<br />

se ponían nerviosas y esto dio miedo a la muchacha, quien miró<br />

despistadamente a Paquita, que también parecía tener miedo.<br />

Terminaron de desayunar, hicieron algunos comentarios<br />

acerca de la comida, se levantaron y se fueron al jardín. Esta vez la<br />

abuelita de Paquita parecía olvidarse de ella. <strong>La</strong> sirvienta aprovechó<br />

el momento para hacer una llamada por teléfono a <strong>La</strong>ura y le<br />

comentó todo lo que estaba sucediendo en esa casa desde el día<br />

que regresaron de vacaciones y también la desaparición de Diana.<br />

<strong>La</strong>ura les dijo que no se alarmaran, que le iba a hablar a Marcos y<br />

que en unos cuantos minutos estarían ahí.<br />

<strong>La</strong>ura se comunicó inmediatamente con su novio y le<br />

comentó todo lo que estaba pasando en la casona. Marcos dejó<br />

lo que estaba haciendo en su oficina e inmediatamente se dirigió<br />

con su amada, quien lo esperaba impaciente, sabía lo que era<br />

sentir miedo y comprendía muy bien a las muchachas. Pasaron<br />

327


más de diez minutos y su novio no llegaba, por lo que le volvió<br />

a llamar, contestando Marcos que ya estaba en la esquina de su<br />

casa. <strong>La</strong>ura salió de la casa a esperarlo, deseaba que se fueran<br />

inmediatamente a ver qué era lo que estaba pasando con las<br />

sirvientas que ella misma había contratado.<br />

Llegó Marcos y <strong>La</strong>ura subió apresurada a la camioneta; con<br />

un ademán de su mano se despidió de su mamá, dio un beso a su<br />

novio y le dijo que tenía miedo por lo de la desesperación de la<br />

muchacha. Marcos la tranquilizó y le dijo que todo iba a estar bien,<br />

que no era grave la situación, que tal vez la desaparición de Diana<br />

fue motivo de noviazgo. Ella lo miró, sabía que él estaba diciendo eso<br />

sólo para calmarla, pero que sí existía algo muy raro en toda esa casa.<br />

En unos cuantos minutos ya estaban enfrente de la casona.<br />

Antes de bajar se miraron y sin poderlo evitar, se les escapó un<br />

suspiro casi al mismo tiempo. Tocaron el timbre porque Marcos no<br />

quiso abrir con su llave, más bien sabía que una de las muchachas<br />

iría a abrir. Esperaron unos minutos, la puerta se abrió y lo primero<br />

que miraron fue a la muchacha muy asustada. Al verlos, sus<br />

facciones cambiaron inmediatamente, no pudo ocultar el gusto que<br />

le dio al verlos y rápidamente les empezó a contar lo que estaba<br />

pasando, mirando cada una de las puertas de las recámaras, pues se<br />

le figuraba que alguien la estaba observando.<br />

—Pero pasen, pasen primero. Disculpen, pero todo esto me<br />

tiene muy preocupada.<br />

Marcos también parecía que buscaba a alguien en cada puerta,<br />

en una de ellas le pareció ver que la cortina se movió y se quedó<br />

observando fijamente el movimiento; su novia lo notó y también<br />

dirigió su mirada al mismo lugar pero no vio nada. Miraba y miraba<br />

a su amado pero no decía nada y eso la estaba incomodando, hasta<br />

que le preguntó qué era lo que había mirado, él contestó firmemente<br />

que nada, pero mantenía la mirada fija en aquella enorme ventana.<br />

Luego de que se calmó un poco, hizo un comentario acerca de la<br />

decoración, comentario al que se sumó su novia.<br />

<strong>La</strong> sirvienta, no muy convencida, dijo que en eso andaban<br />

cuando pasaron muchas cosas.<br />

—Vengan, vamos a mi habitación, ahí está Paquita.<br />

328


Los tres caminaron mirando de un lado a otro, comentando<br />

lo bonito que se miraba la decoración. Abrieron la puerta y al entrar,<br />

la sirvienta casi pega un grito cuando se dio cuenta de que no estaba<br />

la jovencita, quien al escuchar las voces de alguien conocido, salió<br />

de entre las cortinas del ventanal. Marcos comprendió entonces que<br />

tal vez ese fue el movimiento que miró desde el zaguán.<br />

—¡Marcos! ¡Marcos! ¿Cómo estás? ¡<strong>La</strong>ura! ¡Qué gusto me da<br />

que hayan venido!<br />

—Hola, m’ija, ¿cómo estás? Pero qué linda te ves, estás<br />

creciendo cada día. ¿Verdad, mi amor, que Paquita está más linda<br />

cada día?<br />

—Sí, claro que sí, y muy alta. ¿Estás comiendo algún<br />

alimento especial para crecer?, porque te estás desarrollando<br />

muy rápido, mi amor.<br />

El comentario de <strong>La</strong>ura los hizo reír, olvidándose por un<br />

momento del problema. Después de que se saludaron y se dijeron<br />

lo que habían hecho en esos días que no se miraron, Marcos<br />

preguntó que qué era lo que estaba pasando exactamente, y<br />

qué le pasó a Diana, cómo fue que desapareció y cuándo fue la<br />

última vez que la miraron.<br />

Cuando Paquita y Mónica comentaron lo que sabían, Marcos<br />

les pidió que esperaran ahí, que estuvieran listas en el teléfono y que<br />

si algo pasaba, fuera de lo normal, le llamaran inmediatamente.<br />

<strong>La</strong>ura fue con él y juntos se dirigieron a la habitación de la maestra;<br />

tocaron pero nadie respondió. Marcos trató de abrir pero la puerta<br />

estaba cerrada con llave. Caminaron lentamente, tratando de abrir<br />

todas las puertas sin lograrlo, por lo que se regresaron a la habitación<br />

donde esperaban Mónica y Paquita. Al llamar a la puerta Marcos se<br />

identificó y rápidamente abrieron.<br />

—¿Qué pasó, miraron algo? —preguntó la sirvienta.<br />

—No, Mónica, no vimos nada; parece que todas las puertas<br />

están cerradas con llave. ¿Sabes a dónde se fue la maestra?<br />

—¿Qué no está en su recámara?<br />

—No lo sabemos, tocamos varias veces a su puerta pero<br />

nadie respondió.<br />

—Allí están, se me olvidó decirles que esta es la hora de la<br />

siesta y se molesta cuando alguien las despierta.<br />

329


—Se me ocurre algo —dijo Marcos—: éste será un plan<br />

para poder salir de aquí. Ven, Mónica, vas a tocar hasta que se<br />

despierten y les dices que <strong>La</strong>ura y yo estamos esperando en la sala<br />

porque queremos hablar con la maestra. Después de hablar con<br />

ella, le vamos a pedir permiso para que las deje ir con nosotros de<br />

compras. ¿Ok? Vamos, ustedes esperen aquí.<br />

<strong>La</strong>ura le envió besitos en el aire y él le correspondió de igual<br />

manera. En unos minutos los toquidos en la puerta de la habitación<br />

de la maestra se hicieron cada vez más fuertes, pero nadie respondía.<br />

Ya Marcos estaba a punto de usar su llave maestra para abrir y ver<br />

qué era lo que estaba pasando en esa habitación, cuando se escuchó<br />

la voz de la mamá de Carlos.<br />

—¿Qué pasa? ¿Por qué esos toquidos tan fuertes? Ya voy,<br />

espera un momento m’ija.<br />

—Sólo quiero decirle que en la sala esperan Marcos y <strong>La</strong>ura,<br />

desean hablar con la maestra.<br />

—Está bien, mi’ija, yo le doy el recado. De todas maneras,<br />

ahorita no va a poder porque nos estamos bañando; yo creo que<br />

como en una hora estaremos listas.<br />

—Gracias, doña Carmen.<br />

Marcos se llevó un dedo a su boca indicando silencio y con la<br />

otra mano le pidió que se alejara; la muchacha entendió claramente<br />

y se alejó con toda normalidad. En seguida, Marcos pegó su oído<br />

en la puerta, para tratar de escuchar algo que le diera una pista, y<br />

cuál fue su sorpresa, que casi echa todo a perder. Cuando escuchó<br />

que la chapa de la puerta estaba siendo abierta, pegó un brinco en<br />

fracción de segundos, y con mucho cuidado de no hacer el menor<br />

ruido posible, se pegó tanto a la pared, para cubrirse con el marco<br />

de cantera que sobresalía algunas pulgadas del ras de la pared, y<br />

contuvo la respiración por un par de minutos, que le parecieron<br />

eternos. Sabía que la persona que entreabrió la puerta no estaba<br />

decidida a salir, simplemente quería saber si la muchacha se alejaba<br />

o no de ahí. Y así fue: cuando ese alguien miró que la sirvienta<br />

caminaba por el pasillo, cerró suavemente la puerta con llave y fue<br />

entonces cuando Marcos casi se desmaya por falta de oxígeno en<br />

sus pulmones; soltó el aire que había retenido e inmediatamente, y<br />

agitado, se sostuvo unos instantes en la fría pared de cantera.<br />

330


En cuanto se recuperó, casi corriendo fue a donde esperaban<br />

las demás, abrió rápidamente la puerta y les indicó que se fueran<br />

a la sala, porque en cualquier momento saldrían las señoras de su<br />

cuarto y se dirigirían a la sala directamente.<br />

Todos se apuraron en salir y acomodarse en la cómoda sala.<br />

Casi en seguida, como Marcos lo había sospechado, se escuchó un<br />

ruido en la puerta de la habitación de la maestra; efectivamente,<br />

eran ellas que ya se acercaban a saludar a la visita. <strong>La</strong> alegría fue<br />

auténtica, se saludaron con el gusto de siempre. Paquita, muy<br />

confundida, miraba a su abuelita y por la naturalidad con que se<br />

desenvolvía llegó a dudar lo que había pensado y visto en el pasillo.<br />

De pronto, su abuelita se sentó a un lado de la jovencita y<br />

la acarició, mientras decía: —¡Cómo has crecido, m’ija!, ya te estás<br />

pareciendo mucho a mi hija Andrea, que en paz descanse.<br />

Paquita se sorprendió al escuchar a su abuelita: tenía mucho<br />

tiempo que no la escuchaba hablar de esa manera y mucho menos<br />

recordarle a su mamá; las caricias las sintió con amor, como el que<br />

le tenía antes de vivir en la casona; las manos de la maestra estaban<br />

lisas y tibias. Durante el tiempo que estuvieron ahí, no le soltó las<br />

manos, estuvo jugueteando con ellas y hasta les dio un beso cuando<br />

dijo que tenía un parecido muy peculiar a su hija.<br />

Todos los presentes se miraron unos a otros, sin poder<br />

explicarse la actitud de la señora; se mostraba muy contenta y<br />

como que se había olvidado de muchas cosas, incluso ya parecía<br />

la misma maestra que ellos habían conocido antes. Sus atenciones<br />

los volvieron a sorprender y más a la sirvienta, a quien trató de<br />

maravilla al ordenarle algo para las visitas.<br />

Comieron juntos y todos parecían actuar de una manera<br />

muy diferente. Marcos miró de reojo a su novia y le hizo una seña<br />

con su mirada, ella la captó y también estuvo de acuerdo. Apenas<br />

terminaron de comer cuando <strong>La</strong>ura empezó con el plan.<br />

—Maestra Mary, muchas gracias por la comida, nosotros nos<br />

retiramos y queremos que les dé permiso a las muchachas de ir con<br />

nosotros de compras. Y Diana, ¿dónde está?<br />

—¿No sabes, m’ija? ¿Qué no estaba con ustedes? ¡Mónica!,<br />

¿dónde está Diana?<br />

—No lo sabemos, creí que ustedes sabían. Esta mañana les<br />

pregunté por ella y...<br />

331


<strong>La</strong> maestra volteó a mirar a su amiga y le preguntó que si<br />

ella sabía algo de eso, a lo que la amiga se limitó a mover la cabeza<br />

negativamente; se dirigió a la sirvienta y le dijo que a ellas no les<br />

había preguntado nada. En eso, Marcos intervino:<br />

—Es muy joven, tal vez salió a dar una vuelta con su novio y<br />

más tarde regresará.<br />

—Pues aunque haya sido así, me debió de haber pedido<br />

permiso para salir, ¿no creen? —preguntó la maestra de una forma<br />

tan natural, que los demás pensaron que tal vez ella de verdad<br />

no sabía nada relacionado con la desaparición de Diana y eso<br />

confirmaba la sospecha de que padecía de lagunas mentales. Pero,<br />

¿y también doña Carmen?<br />

—Pero no se preocupen, al rato regresa; yo estaré al<br />

pendiente para que si llega antes que ustedes, esté preparada para<br />

abrirles la puerta. Ustedes vayan a donde quieren ir, nosotras<br />

aquí esperaremos.<br />

<strong>La</strong> maestra se acercó a su amiga, la tomó de brazo y<br />

comentó que si no fuera por ella no sabría cómo hacer las cosas.<br />

Les recordó que estuvieran preparados porque el día siguiente<br />

sería la fiesta de Año Nuevo. Todos contestaron que estaban<br />

listos y que regresarían pronto de compras.<br />

Se retiraron haciendo comentarios sobre la bonita decoración<br />

que habían hecho las muchachas. Ya afuera, subieron a la<br />

camioneta de Marcos, quien les dijo que sólo darían unas vueltas<br />

a la cuadra para hacer un poco de tiempo, pero que volverían<br />

a entrar a la casona, pero sin ser vistos por las señoras. Luego<br />

se dirigió a Paquita y la preparó para no hacerla sentir miedo,<br />

sólo dijo que era necesario hacerlo de esa manera, para hacerles<br />

saber que no hay nadie en la casa, y así poder desentrañar el<br />

misterio que encierran en esas recámaras. Tal vez Diana esté en<br />

una de ellas y la vamos a rescatar, dijo.<br />

—Pero, ¿por qué debería estar ahí encerrada? —preguntó<br />

Paquita inocentemente.<br />

—No lo sabemos m’ija, pero yo sí creo que esta ahí dentro<br />

y que tal vez necesita ayuda; tenemos que caminar con mucha<br />

cautela, para evitar hacer cualquier ruido que nos pueda delatar y<br />

echar a perder el plan.<br />

332


<strong>La</strong> sirvienta comentó si no sería mejor que Carlos fuera<br />

por sus amigos para que le ayuden a buscar; tal vez le ayudarían<br />

más que ellas.<br />

—Yo no entiendo nada —dijo Paquita—. Explíquenme<br />

mejor qué es lo que ocurre en esta casa y que yo no sé.<br />

Marcos brevemente le explicó que ellos pensaban que tal<br />

vez alguien está amenazando a la maestra para que haga cosas<br />

que no debe hacer.<br />

—Tengo mucho miedo, Marcos. Yo ya no quiero vivir en esta<br />

casa; llévenme con ustedes, <strong>La</strong>ura, por favor.<br />

Paquita echó a llorar de impotencia, no entendía muchas<br />

cosas y todo eso le causaba temor. Ya no podía confiar en su abuelita,<br />

para ella era ya como alguien extraño.<br />

<strong>La</strong> sirvienta asegundó a su amiguita, dijo que ya no quería<br />

regresar, pero que sí le interesaba saber qué pasó con Diana.<br />

—¿Por qué no le habla a la policía, señor Marcos? Tal vez<br />

ellos hagan las cosas como debe ser, dentro de la ley.<br />

—No, no se trata de decirle a nadie todavía; primero vamos a<br />

investigar nosotros por nuestra cuenta y ya después, si encontramos<br />

culpables, éstos pagarán por el delito.<br />

Paquita sintió más miedo aún y exclamó: —Mi abuelita,<br />

¿qué va a ser de mi abuelita? Marcos, por favor, que no le hagan<br />

daño a mi abuelita.<br />

Marcos la abrazó y le dijo que no permitiría que le hicieran<br />

daño a la maestra, que él la iba a sacar de ahí, porque sin duda<br />

alguna esa casa es la que tiene el mal que a todos nos acecha.<br />

—Pero deben de esperarme aquí. Mi amor, cuida de ellas, yo<br />

voy a entrar a ver qué puedo investigar. No se preocupen, conozco<br />

muy bien la casona, sé por dónde caminar sin que ellas se den<br />

cuenta. En caso necesario me voy a comunicar contigo por teléfono,<br />

mi amor, y si no, aquí nos vemos en menos de media hora.<br />

Marcos se quedó un instante callado y dijo con la voz medio<br />

quebrada: —Si me tardo más de media hora, habla al comandante<br />

Hernández y dile que necesito de su ayuda, y ustedes se van para mi<br />

casa, ahí me esperan hasta que regrese.<br />

Se despidió de su novia con un beso y le dijo al oído en voz<br />

baja que la amaba. “Cuídate mi amor”.<br />

333


Marcos bajó rápidamente de su troca, fajándose su .45 a la<br />

cintura; caminó hacia la puerta decidido a todo. Antes de abrir,<br />

volteó y miró hacia su camioneta: ahí dentro, todas levantaron la<br />

mano y tristemente le saludaron.<br />

Él sonrió y abrió el portón suavemente, miró por la hendidura<br />

de la puerta y cuando verificó que no había nadie en el patio, entró y<br />

caminó por el lado de los ventanales. Todo permanecía en verdadera<br />

calma. Empujó las puertas de una en una, esperando que alguna<br />

estuviera abierta, pero sin éxito; no le quedaba otra alternativa<br />

más que entrar por la puerta de la sala, que también estaba por<br />

el lado del patio. Lo hizo con mucho cuidado: primero dio dos<br />

golpecitos suaves en una de las hojas de la puerta, esto para ver si<br />

alguien estaba por ahí cerca. Los golpes harían que si había alguien,<br />

saliera a investigar de dónde provenían. Total, que no hubo ni un<br />

solo movimiento, por lo que abrió y se asomó un poco; miró de un<br />

lado a otro y tal parecía que la casa estaba vacía. Inmediatamente se<br />

dirigió a la habitación de la maestra y pegó el oído en la puerta, para<br />

escuchar algún ruido. Nada, no se escuchó nada.<br />

Luego casi corrió al ver su reloj: el tiempo que le dio a <strong>La</strong>ura<br />

para pedir ayuda se estaba terminando. Amortiguando los pasos<br />

largos dados en el piso de losa del pasillo, se dirigió directamente<br />

hasta la última habitación, la que estaba totalmente cerrada y<br />

estrictamente prohibido entrar. Apenas llegó y de inmediato se<br />

dispuso a abrir; antes de meter la llave volteó a ver todo el pasillo,<br />

asegurándose de no ser visto; el corazón le empezó a latir más fuerte,<br />

sabía lo peligroso que sería en caso de ser visto. Algo le avisaba que<br />

ahí dentro había rastros de Diana.<br />

En cuanto metió la llave a la chapa, se escucharon unas voces<br />

dentro del obscuro cuarto. Aguzó su oído y reconoció la voz de<br />

la maestra, que discutía con alguien; luego se escuchó la voz de la<br />

mamá de Carlos:<br />

—Por favor, ya déjanos en paz, ya te entregamos muchas de<br />

las cosas y el dinero que nos has pedido. Ya, por favor, suelta a esa<br />

pobre muchacha, que nada tiene qué ver en esto.<br />

<strong>La</strong> voz del supuesto hombre no se distinguía muy bien:<br />

hablaba tan despacito que no se podía apreciar si era voz de hombre<br />

o de mujer.<br />

334


—Puedes hacer lo que quieras, pero de esta casa no nos<br />

vamos; ésta me pertenece, mi marido la compró para mí y después<br />

de tiempo legalmente me pertenece. ¿Ahora qué quieres? No hemos<br />

dicho a nadie de tu presencia, sólo Carmen y yo sabemos de ti, y ya<br />

estamos hartas de que estés usando nuestros cuerpos para salirte<br />

con la tuya. Esto lo hemos estado haciendo para que no dañes a<br />

nadie en esta casa. Ahora entréganos a la muchacha, pues todos ya<br />

se dieron cuenta de que está perdida y nos vamos a ver obligadas a<br />

decir la verdad y delatarte.<br />

Se escuchó un fuerte crujido, como si se hubiera partido el<br />

techo del cuarto obscuro en dos, e inmediatamente se escucharon<br />

los gritos aterrados de las mujeres, que se hacían bola para abrir la<br />

puerta y salir. Marcos corrió a esconderse en uno de los rincones<br />

del pasillo. Cuando la puerta se abrió, las dos asustadas mujeres<br />

salieron despavoridas, olvidándose de cerrar la puerta. Un humo<br />

negro y apestoso salió de la habitación, inundando todo el pasillo.<br />

Marcos inmediatamente le llamó a <strong>La</strong>ura y le dijo que todo estaba<br />

bien, que pronto saldría, que no era necesario que hablara con el<br />

comandante Hernández.<br />

Cortó la comunicación y se dispuso a entrar, pero antes con<br />

su pañuelo cubrió su boca y nariz; ya sabía el camino y buscó en los<br />

lugares más obscuros alguna pista para encontrar a la muchacha, ya<br />

estaba seguro de que ahí se encontraba, sólo que con la obscuridad<br />

iba a ser un poco difícil dar con ella.<br />

Se regresó, cerró la pesada puerta y empezó a gritarle por su<br />

nombre, diciéndole que era Marcos, que iba a rescatarla. Su voz era<br />

muy baja, cuidando que no se fuera a escuchar hasta la habitación<br />

de la maestra, cosa que parecía imposible, pero en ese momento<br />

lo más seguro era que ellas iban a estar alertas a cualquier ruido.<br />

Siguió gritándole a Diana: sabía que ese alguien con quien estaban<br />

discutiendo las mujeres ya se había alejado, dejando un olor<br />

horrible, y posiblemente la muchacha estaba por ahí.<br />

De improviso escuchó unos pequeños golpes en la pared,<br />

cerca de donde estaba. Con mucho cuidado fue siguiendo la<br />

dirección del sonido de los golpes y dijo, con la voz quebrada por<br />

el miedo que lo estaba invadiendo, que si era Diana diera dos<br />

golpes seguidos y después tres, haciendo una pausa en cada uno.<br />

335


Efectivamente, tal y como le dijo, se escucharon los sonidos. El<br />

miedo se retiró, pues ya sabía que era ella; caminó más rápido, sabía<br />

que se encontraba tirada en el suelo. Segundos después, casi cae<br />

cuando tropieza con el cuerpo de Diana, que sólo podía mover un<br />

poco los pies, por lo que pudo contestar la señal.<br />

—¡Diana! ¡Diana! Muchacha, al fin te encuentro.<br />

Déjame ayudarte.<br />

<strong>La</strong> tocó para saber dónde estaba su rostro, pues primero<br />

quería quitarle lo que tenía en su boca, para que pudiera<br />

hablar y respirar un poco mejor; sentía su ropa húmeda, todo<br />

su cuerpo estaba temblando de frío; su pelo parecía mojado y<br />

pegajoso, tal vez era sangre.<br />

Marcos se apuró, sabía que estaba delicada y necesitaba<br />

atención médica, por lo que de inmediato llamó nuevamente a su<br />

novia y le dijo que había encontrado a Diana, pero que urgía de<br />

atención médica. Rápidamente la joven entendió el mensaje, llamó<br />

al doctor Ávila y le pidió una ambulancia, indicándole que deberían<br />

estacionarla una cuadra antes de llegar a la casona.<br />

A continuación, Marcos retiró suavemente la cinta que<br />

cubría la boca de Diana, quien libre de ella gritó fuertemente,<br />

casi hasta lastimarse la garganta. Como pudo, Marcos le cubrió la<br />

boca para evitar ser escuchados por las señoras, que seguramente<br />

reconocerían sus gritos y el plan se habría ido para abajo. Después<br />

de varios intentos por calmarla, y hablarle una y otra vez al oído,<br />

diciéndole que sería muy peligroso que se dieran cuenta de que él<br />

estaba ahí, que posiblemente el sujeto que la secuestró volvería y<br />

con toda seguridad los mataría a los dos, la muchacha poco a poco<br />

empezó a comprender que tenía razón y se fue tranquilizando,<br />

hasta que al fin pudo hablar con calma.<br />

Después de prepararla para salir sin ser vistos, Marcos<br />

la cargó como pudo. <strong>La</strong> muchacha perdió el sentido, pues la<br />

emoción de ser rescatada la dejó en shock. Marcos astutamente<br />

abrió la puerta de uno de los cuartos cercanos a esa restringida<br />

habitación y salió por la puerta que daba al patio del jardín.<br />

Luego de echar un vistazo, salió rumbo al portón principal,<br />

pensando que seguramente ya estarían los de la ambulancia<br />

esperando llevarse a Diana a la clínica del doctor Ávila.<br />

336


Al salir, <strong>La</strong>ura estaba a un lado de la puerta y corrió a<br />

ayudar a su novio, tomó a Diana de los pies y juntos la subieron<br />

a la camilla que llevaban los enfermeros, a quienes el doctor Ávila<br />

dio instrucciones para el cuidado de la paciente. Marcos encargó al<br />

doctor que lo tuviera informado de todo, que en cuanto arreglara<br />

unos asuntos, iría a la clínica.<br />

Por su parte, el doctor no informó a las autoridades, eso<br />

lo dejaría en secreto para no entorpecer las investigaciones<br />

de sus amigos.<br />

Apenas la ambulancia se alejó, Marcos les dijo a las<br />

mujeres que subieran a su camioneta, enfilando directamente<br />

hacia su casa y ya ahí, les comentó todo lo que había pasado<br />

adentro del cuarto obscuro, lo que escuchó decir a la maestra<br />

y a la mamá de Carlos. Se pusieron a estudiar otro plan, el<br />

cual sería averiguar con quién estaban discutiendo las señoras<br />

y por qué estaba Diana atada de pies y manos, con la boca<br />

cubierta y quién lo hizo.<br />

Comentaban una y otra forma de averiguar, cuando en ese<br />

preciso momento timbró el celular de Marcos: era Carlos, que<br />

quería saber cómo estaban y confirmando que se verían en la fiesta<br />

de fin de año. Marcos aprovechó para hacerle saber lo que pasó y le<br />

pidió que lo acompañara una vez más a la casona; tenía que llevar a<br />

las muchachas y que tal vez podrían hablar con su mamá, para ver<br />

si ella podría decir algo de lo que pasó.<br />

—Con mucho gusto, Marcos, ya sabes, somos amigos; en este<br />

instante voy para allá.<br />

En menos de una hora ya estaba Carlos timbrando en<br />

la puerta de la casa de su amigo; bajó <strong>La</strong>ura y lo condujo a la<br />

sala, en donde repasaron el plan, y estando todos de acuerdo<br />

se dispusieron a salir.<br />

Pronto llegaron a la casona. Al abrir Marcos la puerta se<br />

sintió la misma corriente de aire frío, por lo que Marcos subió hasta<br />

arriba el cierre de su chamarra, miró de un lado a otro y los invitó<br />

a pasar; cerró la puerta y caminaron todos conversando sobre un<br />

tema que ya era parte del plan: aparentar tranquilidad y no mirar a<br />

ninguna parte, actuar con naturalidad porque de seguro alguien los<br />

estaría acechando y podría echarse a perder lo planeado.<br />

337


Se acomodaron en la sala, la sirvienta fue y dijo a la maestra<br />

que todos estaban esperando en la sala; la maestra y la mamá de<br />

Carlos salieron de su cuarto rumbo a la sala y al llegar, por su<br />

apariencia todos los presentes se dieron cuenta de que algo les había<br />

sucedido. Carlos abrazó a su mamá, le dio un beso en la mejilla;<br />

con la maestra hizo lo mismo y después saludó a Paquita, quien<br />

permanecía al lado de su abuelita. Una vez que todos se hubieron<br />

saludado, habló Carlos:<br />

—Mamá, ¿cómo has estado? Ya ni me hablas ni nada. Quiero<br />

pedirte que vayas conmigo a mi casa, mi esposa se siente mal y la<br />

voy a llevar al doctor; necesito que te quedes unos días, pero de<br />

todas maneras te traeré a la fiesta de Año Nuevo.<br />

—Ah, si es así, claro que sí, m’ijo, ¿hoy mismo?<br />

—Sí, madre, pero primero pídele permiso a la maestra.<br />

—Carlos, ya sabes que yo estoy de acuerdo. Tu mamá puede<br />

hacer lo que quiera, es su vida; lo único que yo le pido es que no me<br />

deje mucho tiempo sola, porque me moriría.<br />

—¿Por qué, abuelita? Me tienes a mí, a Marcos, a <strong>La</strong>ura y a<br />

todos nosotros.<br />

—Sí, m’ija, pero ya me acostumbré a las atenciones de mi<br />

mejor amiga: me cuida y me apapacha, por eso la quiero tanto,<br />

¿verdad Carmen?<br />

—Sí amiga, así es. Yo también te quiero mucho y no sé<br />

qué voy a hacer sola allá en casa de mi hijo. ¿Por qué no te<br />

vas conmigo, Mary?<br />

—Claro que puede ir, mamá, si la maestra lo desea.<br />

—Yo encantada, pero me llevaré a Paquita.<br />

En seguida intervino <strong>La</strong>ura para decir: —Si usted gusta,<br />

maestra, yo me llevo a Paquita a mi casa. Marcos y yo estaremos<br />

contentos de que permita que se quede unos días, mientras usted y<br />

la señora Carmen regresan de la casa de Carlos.<br />

—Me parece muy buena idea, maestra —dijo Marcos—, así<br />

de esa manera ustedes pueden estar seguras de que Paquita está en<br />

buenas manos.<br />

—¿Y quién se quedará aquí en mi casa, tú, Mónica?<br />

Mónica se llenó de temor al pensar que la dejaran sola y<br />

por poco la traicionan los nervios; tomó aire y dijo aparentemente<br />

338


muy calmada, cerrando un ojo a Marcos, que si así lo deseaba, ella<br />

cuidaría de la casa y de esa manera esperaría a su amiga Diana, en<br />

caso de que regresara.<br />

<strong>La</strong>s señoras se miraron de reojo, pero no pudieron evitar ser<br />

vistas. Marcos y Carlos también se miraron y al darse cuenta, hubo<br />

varios cruces de miradas entre los presentes, comprobando una vez<br />

más que ellas sabían del problema de Diana.<br />

—Y a propósito de Diana, ¿qué pasó con ella? ¿Ya se<br />

comunicó?<br />

—No, no sabemos nada, hijo, parece que se la comió la<br />

tierra—. Doña Carmen hizo el comentario mirando a la maestra,<br />

ésta sólo se limitó a guardar silencio.<br />

Marcos dijo que daría aviso a las autoridades para que<br />

empezaran una búsqueda, pues tal vez alguien la secuestró y ella<br />

necesita ayuda.<br />

—Pero tengo entendido que los secuestros son sólo a<br />

personas que tienen mucho dinero o para cumplir alguna venganza<br />

–comentó Mónica.<br />

—Así es, Mónica, pero también hay personas que se dedican<br />

a hacer el mal y secuestran a personas para ejercerlo. Por lo tanto,<br />

no debemos descartar ninguna posibilidad; hoy mismo hablaré con<br />

mi amigo Adolfo, él sabe hacer las cosas muy bien, por eso tiene el<br />

puesto desde hace mucho tiempo. Está especializado en este tipo de<br />

casos —aseguró Marcos.<br />

Paquita, muy atemorizada, sospechaba también que Diana<br />

se encontraba en algún lugar de la casa y le causaba temor no<br />

encontrar ninguna explicación.<br />

—¿Pero y la fiesta? ¿Se va a llevar a cabo o se cancelará? —<br />

preguntó Mónica—. Yo pregunto para hacer las cosas temprano y<br />

que la comida esté a tiempo para servirla la hora que se requiera.<br />

—Sí, Mónica, la fiesta se llevará a cabo. Carlos nos traerá y<br />

seremos las invitadas especiales, ¿verdad, amiga?<br />

—Así es, Mary, como tú digas, yo te apoyo.<br />

—Todos serán bienvenidos a esta casa a la hora que gusten; el<br />

día será completamente de fiesta.<br />

—Bueno, mamá, pues alisten sus cosas porque nos vamos.<br />

—Sí m’ijo, está bien. Vamos Mary, preparemos las<br />

339


cosas que vamos a llevar. Mónica, ven con nosotras. Paquita,<br />

acompáñanos. Luego que ya se vayan a ir, que te preparen tu<br />

maleta, mi amor, Moni te va ayudar.<br />

<strong>La</strong> niña no contestó, caminó al lado de su abuelita, quien pasó<br />

su brazo sobre los hombros y Paquita le rodeó la cintura con su brazo.<br />

<strong>La</strong> muchacha las siguió en silencio, sabía que todo era parte del plan<br />

y tenía que actuar con naturalidad. Los demás, como si se hubieran<br />

puesto de acuerdo, siguieron sus pasos con la mirada y permanecieron<br />

en silencio, hasta que escucharon el cerrar de la puerta.<br />

Marcos respiró profundamente, tomó de la mano a su novia<br />

y dijo: —<strong>La</strong>s cosas se están poniendo de nuestro lado, tenemos que<br />

actuar con cautela. Yo me pregunto: ¿por qué si ellas saben que la<br />

muchacha se encuentra encerrada en el cuarto de castigo —que de<br />

hoy en adelante le nombraremos de esta manera, si es que no había<br />

sido nombrado así mucho antes por sus ejecutores—, por qué,<br />

repito, no tienen el valor suficiente para decirlo? ¿O tal vez existe un<br />

motivo muy poderoso para mantenerse calladas? ¿Crees tú, Carlos,<br />

que hay algo más que poderoso por lo cual ellas no puedan hablar?<br />

—Sí, hermano, definitivamente. Ahora es tiempo de sacarlas<br />

de aquí. Debe haber algo o alguien que las tiene amenazadas, como<br />

tú dijiste cuando escuchaste la discusión que tuvieron con alguien<br />

en el cuarto de castigo, y además, por el crujido y el humo negro<br />

apestoso, yo creo que más bien es alguna hechicería.<br />

—¿Tú así lo crees?<br />

—Sí, hermano, no cabe duda. Yo creo que mañana llega mi<br />

amigo Leonel, ya le dejé recado para que venga con nosotros a la<br />

fiesta y ya estando aquí, que nos explique lo que él y el doctor Ávila<br />

investigaron acerca de la desfiguración del rostro de la maestra.<br />

<strong>La</strong>ura también estuvo de acuerdo en que podría ser un acto<br />

de hechicería. Marcos comentó que recordaba muy claramente al<br />

individuo con aspecto de brujo y que según lo que Carlos comentó<br />

del indio que se le apareció aquí mismo, el día que quemaron el<br />

jardín, podría ser el mismo, por lo parecido de sus características.<br />

—¿Saben en qué estoy pensando? —preguntó Marcos<br />

teniendo la mirada hacia abajo, y que al instante dirigió a su novia y<br />

a Carlos—. En que el mismo indio que se me apareció tiene qué ver<br />

con la desaparición de Diana.<br />

340


—¿Tú crees, amor?, pero, ¿por qué él? ¿Qué tiene que ver<br />

ese indio con las muchachas? Y además, si fuera así, ¿por qué<br />

piensas que fue él?<br />

—Hay algo que me hace pensar que es él, por la manera en<br />

que apareció y desapareció el día que me regaló el libro. <strong>La</strong>s palabras<br />

que me dijo las recuerdo muy bien: dijo que tal vez ya no podría<br />

conservarlo, que ya había cumplido su juramento, pero que quería<br />

hacer su última voluntad y que por eso ponía ese libro en mis manos,<br />

porque yo era bueno y no iba a hacer mal uso de él. Me habló de<br />

mi futuro, me dijo que él sabía mi pasado. Pero lo que me tiene en<br />

jaque es que ¿cómo entró a esta casa, que está totalmente bardeada,<br />

a una altura que es imposible brincar sin usar una escalera, o algo<br />

por el estilo? Y además sin ser visto, es muy difícil. ¿Por qué dijo que<br />

había más cosas que tenían que ser enterradas en el mismo lugar,<br />

para que el hechizo se deshiciera? Y yo tengo una de ellas, que es<br />

el libro negro que él mismo me regaló. Carlos, cuando tú recibiste<br />

el paquete que te dio el indio esa noche que incendiamos el jardín,<br />

¿qué fue lo que te recomendó, recuerdas?<br />

—Sí, claro que sí. Me dijo que era un libro negro y que sólo<br />

existían tres; que en ellos podías aprender a hacer muchas cosas y<br />

también cómo hacer para que el hechizo se esfume. También dijo<br />

que había unas cartas y unas fotografías que tenían qué quemarse<br />

exactamente antes de la última chispa del incendio, a la misma<br />

hora, y dijo que aún existían más cosas y que él nos iba a ayudar a<br />

conseguirlas. Eso quiere decir que él no está en contra de nosotros,<br />

más bien quiere ayudarnos a liberarnos de esa maldad, pero el rapto<br />

de la muchacha, ¿qué tiene qué ver?<br />

—<strong>La</strong>ura, m’ija, ahí está la clave, algo quería hacer con la<br />

muchacha, en lo que las señoras no estuvieron de acuerdo y se<br />

esfumó; es por eso que se escuchó el crujido como de un techo de<br />

madera que se cae.<br />

—¿Y el humo negro?<br />

—Bueno, eso pudo haber sido lo que usan esas personas<br />

con poderes especiales, para estar en un lugar y después en otro en<br />

fracciones de segundo.<br />

El comentario de Marcos los dejó helados, no había otra<br />

explicación y de ser así, todos corrían el mismo peligro. En ese<br />

341


momento sonó el teléfono de Marcos, cortando inmediatamente<br />

la conversación: era Lionel que quería confirmar su asistencia a la<br />

fiesta de fin de año.<br />

No se habló más del asunto, decidieron continuar con el tema<br />

al día siguiente, y aparte ya se escuchaban voces. Probablemente<br />

las señoras ya habían terminado de preparar sus maletas y estaban<br />

dispuestas a salir. Ellos se pusieron de pie para no hacer más larga<br />

la estancia.<br />

—Estamos listas, hijo—, dijo la mamá de Carlos, que parecía<br />

feliz, su voz y su estado de ánimo lo confirmaban.<br />

—Sí, mamá, vamos, yo también estaba esperando este<br />

momento, pero déjenme ayudarles con esas pesadas maletas.<br />

¡Caramba! ¿Pero qué es esto? Si sólo van por tres o cuatro días –<br />

todos rieron de la broma.<br />

—Yo también te ayudaré, hermano, ustedes mientras<br />

despídanse. Ayuda por favor a la maestra, mi amor, y que Paquita y<br />

Mónica terminen de alistar sus cosas.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos caminó a un lado de la maestra y <strong>La</strong>ura<br />

las tomó del brazo a las dos; caminaron conversando hasta la salida<br />

y ahí se despidieron, quedando de verse al día siguiente; las dos<br />

viejitas se miraban felices. Se fueron y todo el plan parecía que<br />

estaba saliendo bien. Carlos se despidió de sus amigos cuando las<br />

señoras ya estaban arriba de su carro, y les dijo que todo saldría<br />

bien. Les cerró un ojo y se alejó.<br />

<strong>La</strong>ura dio un beso a su novio y le dijo que lo amaba<br />

tanto, que ya deseaba que todo esto acabara para que le<br />

dedicara más tiempo a ella.<br />

—Sí, mi amor, yo también deseo lo mismo. Ojalá que el plan<br />

resulte y Carlos nos traiga mañana buenas noticias.<br />

Lo que <strong>La</strong>ura ignoraba era que Marcos y su amigo Carlos<br />

habían colocado cámaras en la habitación donde dormirían su<br />

mamá y la maestra; lo hicieron con el único fin de salvarlas<br />

de un posible ataque. Eso lo hicieron con pena y todo, pues<br />

sabían que estaban violando su intimidad, sus derechos de<br />

privacidad, por lo que decidieron dejarlo en secreto hasta que<br />

se descubriera el misterio.<br />

342


Marcos parecía nervioso, quería inventar algo para quedarse<br />

solo y poder colocar el mismo sistema en la recámara de la maestra,<br />

para lo cual dio paso al siguiente plan: —Mi amor, espérame aquí;<br />

voy al baño, no me tardo.<br />

—Sí, mi amor, aquí te espero.<br />

<strong>La</strong> muchacha se sentó cómodamente y Marcos apresuró el<br />

paso; sabía que la recámara de Paquita estaba enfrente a la de la<br />

maestra y podrían salir en cualquier momento, y además también<br />

pensaba que no podía estar mucho tiempo, pues solamente<br />

disponía de lo que tardaran en preparar la maleta. Esto lo empezó<br />

a impacientar: miró hacia un lado y hacia otro, hacia la sala y ahí<br />

estaba su novia muy atenta; el tiempo pasaba rápido y tenía qué<br />

hacer algo, por lo que se decidió a jugárselas: corrió de puntillas<br />

hacia su objetivo con la llave ganzúa en mano, dispuesto a todo.<br />

Apenas estaba tocando la manivela de la puerta cuando se escuchó<br />

un ruido en la chapa de la habitación de Paquita e inmediatamente<br />

un grito. Marcos quedó helado y en fracción de segundos saltó a un<br />

lado de la puerta contraria, pegándose lo más que pudo a la pared,<br />

casi sin poder respirar.<br />

Era Paquita, que llamaba a <strong>La</strong>ura; sólo abrió la puerta y le<br />

llamó por su nombre con un grito que dejó helado a Marcos, ya<br />

no tanto por el susto sino por pensar que si <strong>La</strong>ura lo miraba ahí,<br />

pensaría lo peor. Él le había dicho que iba al baño y ahora estaba a<br />

un lado de la puerta de la recámara de Paquita, se podrían pensar<br />

muchas cosas. Sin perder más tiempo corrió por el pasillo a todo lo<br />

que sus piernas fueron capaces; se dirigió a la primera habitación,<br />

de suerte que al chocar bruscamente con la puerta ésta se abrió y<br />

la cerró inmediatamente, dejándola entreabierta. Se quedó ahí<br />

mirando por la hendidura y miró a su novia cuando pasó; respiró<br />

profundamente, pensando en lo que hubiera sucedido si su novia lo<br />

encuentra donde momentos antes estaba, y casi instantáneamente<br />

abrió los ojos tan grandes, que hasta sintió dolor. Miró a la sirvienta<br />

que venía apresurada y directamente a donde él estaba.<br />

Automáticamente volteó para ver en qué recámara se había<br />

metido, y por poco le da un infarto; pronunció nuevamente la frase<br />

en inglés muy conocida: ¡Shit! y corrió nuevamente a buscar dónde<br />

meterse; imaginó que la muchacha iría por ropa y descartó meterse<br />

343


al closet. Sin más tiempo qué perder, se escondió detrás de las<br />

espaciosas cortinas que cubrían los ventanales desde arriba<br />

hasta abajo; momentos después de parecer su corazón latía muy<br />

rápido, su respiración estaba agitada y usó todo el poder de su<br />

mente para permanecer en calma.<br />

Entró la muchacha, quien parecía que también tenía prisa.<br />

Marcos no la miraba, sólo percibía sus movimientos, cuando en eso<br />

se acercó demasiado a un lado donde se encontraba un tocador con<br />

un espejo muy grande y el espacio entre el cuerpo de Marcos y la<br />

pared hicieron que las cortinas se despegaran un poco, permitiendo<br />

mirar a la muchacha, la que creyendo que estaba completamente<br />

sola se empezó a desnudar, prenda por prenda, a escasos dos o tres<br />

pasos de donde estaba Marcos. Ya una vez desnuda, se soltó su pelo<br />

y sin dejar de mirarse en el espejo, jugueteaba con sus pechos de un<br />

color rosado, los que se empezaron a hinchar; la piel de ella empezó<br />

a cambiar a un color rojizo que invitaba tocarla, acariciarla.<br />

Marcos, sin poder evitar excitarse, cerraba sus ojos y los abría<br />

rápidamente; su respiración fue cada vez más agitada, su corazón<br />

le empezó a golpear tan fuerte el pecho, que temía ser escuchado<br />

por la cálida muchacha; se llevó una mano a su pecho, a un lado del<br />

corazón, como sofocando el excitante sonido que éste hacía, cuando<br />

miró que la muchacha, cada vez más excitada, se tocó sus partes<br />

con la mano derecha y gimió una y otra vez, mientras que con la<br />

otra mano agarró uno de sus pechos, presionándolo suavemente,<br />

llevándolo después a su boca. Con ardientes movimientos gimió<br />

repetidas veces, hasta quedar por unos instantes en un total reposo<br />

mirando al techo y momentos después, un profundo suspiro se<br />

escuchó por toda la habitación.<br />

Marcos, embriagado por el excitante espectáculo, casi se le<br />

va encima pero se contuvo con todas las fuerzas de que fue posible;<br />

esta escena en su mente nunca lo abandonaría. También se retorció<br />

varias veces, y ya con la excitación no le importaba ser descubierto.<br />

Después de la tempestad llegó la calma: la muchacha<br />

sonriendo se acercó al espejo, acomodó su pelo de un lado y de<br />

otro, se cubrió la cara con él y sonrió nuevamente. Se puso ropa<br />

limpia, se pintó un poco y dio un beso al espejo, pero esta vez con<br />

los labios pintados de rojo. Tomó su monedero y salió feliz.<br />

344


Marcos se dejó caer, desfallecido, sus pulmones necesitaban<br />

oxígeno; tomó aire una y otra vez, se reconfortó, presionó su cuello,<br />

hizo algunos movimientos de cabeza y se puso alerta nuevamente.<br />

Entreabrió la puerta para poder ver un poco hacia afuera y<br />

momentos después escuchó risas y bromas de las mujeres que ya<br />

salían del cuarto de Paquita y se dirigían a la sala.<br />

En cuanto se perdieron por el pasillo que conducía a la<br />

sala, Marcos salió corriendo a hacer su cometido, sin que se<br />

hubieran presentado más obstáculos; en menos de tres minutos<br />

instaló dos de las diminutas cámaras, pero como no tuvo<br />

tiempo suficiente para elegir el lugar, puso una enfrente de la<br />

entrada y la otra en el abanico que colgaba del alto techo; miró<br />

de un lado a otro antes de salir, las risas se escuchaban en la<br />

sala, lo que indicaba que el camino estaba libre. Salió y caminó<br />

tranquilamente, tenía que controlar sus emociones antes de<br />

llegar con quien lo esperaba. Apenas llegó, cuando:<br />

—Mi amor, cómo tardaste. ¿Te sientes bien?<br />

<strong>La</strong> intuición de las mujeres es demasiado rápida; su novia<br />

notó algo raro en él, pero no le dio importancia, ya que sabía que<br />

él venía del baño y una mala comida pudo haber sido el problema,<br />

pero por lo pronto dejó mudo a Marcos con su pregunta; él sentía<br />

que sus piernas temblaban y lo excitado de su rostro aún estaba<br />

dibujado, y esto lo apenaba; miró a la sirvienta de reojo y la vio<br />

feliz e inocente. Flashazos de los momentos de excitación pasaron<br />

por su mente, recordando el cuerpo desnudo y bien formado de la<br />

muchacha. Se sentó en medio de su amada y de Paquita y dijo:<br />

—Si ya están listas, pues vámonos, que se está haciendo tarde<br />

y tenemos que hacer varias cosas todavía.<br />

Todos estuvieron de acuerdo y empezaron a ponerse de pie<br />

para seguir a quien saliera primero. Paquita abrazó a Marcos y él le<br />

acarició su pelo.<br />

—Ya pronto regresarás a la escuela, m’ija. <strong>La</strong>ura te podrá<br />

llevar todos los días, la escuela en donde ella está queda a<br />

dos cuadras de la que tú irás, y esto me da gusto porque así<br />

estaremos seguros y confiados de que las dos estudiantes<br />

comparten el mismo vehículo. Luego preguntó a su novia si<br />

Mónica sabía lo de la comida.<br />

345


—Sí, ya le expliqué, ella sólo atenderá a los invitados y podrá<br />

indicarles a los meseros lo que hay qué hacer; así fue el trato con el<br />

restaurante donde ordenamos la comida.<br />

—¡Qué padre! —dijo Paquita sonriendo—, entonces nos la<br />

vamos a pasar bien suave, porque me vas a acompañar hasta que<br />

todos los invitados se vayan, ¿verdad? Es que aparte, no quiero<br />

dormir sola en mi cuarto, tengo mucho miedo. Desde que se perdió<br />

Diana no he podido dormir bien, oigo muchos ruidos y voces en el<br />

pasillo que lleva a la última habitación.<br />

—Ya pronto se terminará esta pesadilla, te lo prometo.<br />

Carlos, don Jesús y yo hemos estado trabajando muy duro; aparte,<br />

el doctor Ávila parece que también tiene algunos datos que nos<br />

ayudarán a esclarecer todo este misterio. Pero vámonos, porque si<br />

seguimos aquí, podemos amanecer platicando y hay muchas cosas<br />

que necesitamos comprobar y entonces sí actuaremos.<br />

Un poco más tranquilas las tres mujeres, incluyendo a<br />

Paquita, se dispusieron a salir; ya seguro de que nada les faltaba,<br />

Marcos procedió a cerrar la pesada puerta, pero antes de hacerlo<br />

echó un vistazo alrededor del patio: miró el jardín, el cual lucía muy<br />

bonito, recordó la extraña fuerza que obligaba a mirar el viejo jardín<br />

y sonrió para sus adentros; cerró y miró que sus acompañantes ya<br />

esperaban a un lado de su camioneta; abrió con el control remoto<br />

y se dirigió a casa de <strong>La</strong>ura, donde conversaron un par de horas,<br />

quedando de verse ahí mismo para desayunar y luego se fue a<br />

descansar, ya que el siguiente día seguro lo pasarían en vela.<br />

346


Reaparición del indio<br />

No estaba seguro de cuánto tiempo estarían dispuestos los<br />

invitados a compartir con ellos la celebración de fin de año, pero<br />

era probable que la fiesta iba a estar en grande y eso lo animaba:<br />

era un acercamiento más con sus amigos y sus empleados. Todos se<br />

darían cita para despedir el año viejo y recibir al nuevo.<br />

Iba tan distraído con sus pensamientos, que se pasó varias<br />

calles del lugar en donde tenía que dar vuelta para tomar el camino<br />

a su casa. Tuvo que desviarse porque dos o tres calles estaban<br />

cerradas por trabajos de reparación; había mucho tránsito por lo<br />

que algunas personas ya desesperadas gritaban palabras agresivas a<br />

los trabajadores y al personal que pretendía agilizar la circulación.<br />

En algunos casos Marcos escuchó cómo agredían a un chofer<br />

que tenía su automóvil descompuesto y que era el causante del<br />

embotellamiento; la calle estaba obscura y hacía tanto frío que la<br />

graduación de los termómetros estaba bajo cero y por supuesto que<br />

todos querían llegar a su hogar.<br />

En un momento en que Marcos miró hacia el frente para ver<br />

qué tantos carros estaban delante de él, casi se le para el corazón.<br />

Frenó tan rápido que el carro de atrás por poco le pega. Bajó tan<br />

de prisa que apenas alcanzó a quitar la llave del switch y corriendo<br />

activó el control para cerrar las puertas; los conductores que se<br />

encontraban detrás de él empezaron a tocar el claxon tan repetidas<br />

veces, que se hizo la confusión. Un muchacho que trabajaba con la<br />

bandera y daba paso a los carros según su turno, le gritó que moviera<br />

su camioneta, pero Marcos iba que echaba lumbre dando largas<br />

347


zancadas: esta vez quería alcanzar al sujeto que un día se le perdió<br />

de vista estando enfrente de él; se trataba ni más ni menos que del<br />

individuo con aspecto indígena que sabía su pasado y muchas cosas<br />

de él. No podía equivocarse, estaba seguro de que era él porque le<br />

miró el rostro con la luz de una de las máquinas que se encontraban<br />

excavando. Vestía el mismo ajuar y tenía la inconfundible mirada<br />

que sentía que lo acechaba. Esta vez optó por seguirlo hasta atraparlo<br />

y saber quién era ese personaje tan misterioso.<br />

El individuo, al darse cuenta que Marcos lo perseguía,<br />

apresuró el paso cojeando notoriamente de su pie derecho; su<br />

mano derecha parecía suelta de la cuenca del hombro y repetidas<br />

veces con su mano izquierda sujetaba la muñeca para controlar el<br />

loco movimiento de su mano; él sabía que era peligroso que Marcos<br />

lo atrapara, así que optó por buscar un lugar obscuro. Al fin entró<br />

a un callejón y en fracción de segundos se perdió en lo negro de la<br />

noche.<br />

Marcos, al dar vuelta la esquina para entrar al callejón,<br />

derrapó sus botas en la arena suelta del pavimento. El aire, con una<br />

brisa extremadamente fría, azotaba el rostro de Marcos, quien tenía<br />

los dientes pegados por el frío, apenas podía respirar pero al ver<br />

la peligrosa obscuridad, sintió pavor y no se atrevió a dar un paso<br />

más; estaba a unos metros de la esquina y ya tenía que caminar<br />

a tientas, era imposible que el ojo humano pudiera distinguir<br />

objeto alguno. Abría más los ojos para poder mirar algo en esa<br />

negra noche invernal, pero era imposible, parecía encandilado y<br />

sólo miraba una manchita amarilla a donde quiera que volteaba<br />

su cabeza. Atemorizado dio algunos pasos hacia atrás, su rostro<br />

dibujaba la figura de duda: ¿cómo fue capaz de correr tan rápido<br />

aquel individuo, que se miraba tan débil y además discapacitado?<br />

Dando vuelta la esquina había un poco de luz proveniente<br />

de los faros que los trabajadores municipales tenían para realizar<br />

sus trabajos. Miró una y otra vez el obscuro callejón y no se atrevió<br />

a continuar. Con la cabeza hacia abajo, frustrado, se dirigió a su<br />

camioneta. Ya eran bastantes los choferes furiosos que a gritos y<br />

maldiciones agredían al dueño de la camioneta parada en medio<br />

camino, deteniendo a todo el tráfico que por ahí circulaba. Uno<br />

de ellos, chofer de un camión de pasajeros, en cuanto Marcos pasó<br />

348


junto a él, dijo: “Estos cabrones residentitos, nomás porque train sus<br />

placas gabachas ya se creen los dueños de las calles; apúrate güey y<br />

mueve tu p... garra”. Marcos, apenado por los gritos y los insultos<br />

de casi todos los ahí presentes, subió a su camioneta y arrancó<br />

suavemente; hasta el de la bandera le dijo groserías. Marcos no hizo<br />

caso de los insultos y apenas pasó al de la bandera, por el espejo<br />

retrovisor miró cómo le hacía señas con el dedo y con la mano.<br />

Condujo a lo largo del tramo en construcción, guiado por los conos<br />

anaranjados que los trabajadores municipales habían colocado para<br />

guiar a los conductores.<br />

Marcos sólo lamentaba no haber podido agarrar al hombre<br />

que ya era clave para descifrar varios misterios y se quedó pensando<br />

en qué era lo que hacía ese hombre solitario en esos lugares, a esas<br />

horas y con el frío de muy baja temperatura. De pronto reconoció<br />

calles que estaban cerca de la clínica del doctor Ávila y rápidamente<br />

llamó a la clínica, preguntó en qué condiciones estaba la enferma<br />

de nombre Diana Ríos, y la respuesta fue favorable, que sólo estaba<br />

reposando del trauma pero que en unos días sería dada de alta.<br />

Marcos se la encargó mucho a la enfermera de turno y ordenó<br />

que prohibieran la visita de cualquier persona, esto con el fin de<br />

protegerla de lo que Marcos había sospechado. Después de lo<br />

anterior se sintió más tranquilo. Encontró una salida del carril en<br />

construcción y ahí se pudo desviar y regresar a tomar el camino<br />

más corto para su casa.<br />

Sabiendo que había perdido bastante tiempo, aceleró un<br />

poco más. Entró a su casa y siguió la rutina de siempre: escuchar<br />

los mensajes del día, darse un regaderazo e irse a dormir.<br />

349


<strong>La</strong> fiesta de fin de año<br />

A las primeras horas del día siguiente ya estaba alistándose para ir a<br />

desayunar a casa de su novia; ellos de seguro ya estaban preparándose<br />

también. En menos de una hora ya estaba ahí, donde disfrutó de muy<br />

buen almuerzo. Los planes para en la noche estaban saliendo bien:<br />

ya <strong>La</strong>ura se había comunicado al restaurante y todo marchaba a la<br />

perfección. Marcos se dio unos minutos para hablar con Carlos a<br />

solas, y éste le comentó que no había visto nada raro la noche anterior:<br />

revisó las cámaras y en éstas pudo ver todo normal, lo de una rutina<br />

diaria; eso sí, las dos señoras se encontraban muy contentas.<br />

Marcos le preguntó que cómo escuchó la conversación entre<br />

ellas y el amigo Carlos le comentó que sólo hubo algo que llamó su<br />

atención: su mamá le preguntó a la maestra que si creía que la fuerza<br />

de ese ser sería capaz de seguirlas hasta donde estaban y que ella le<br />

contestó que no podía hacer nada afuera de la casa, que él necesitaba<br />

de cosas que existían allí para hacer sus fechorías, y agregó que la<br />

fuerza que recupera en la habitación obscura es porque ahí se<br />

encuentran restos de la maldición, pero que pronto se terminarían<br />

esas pesadillas, y que luego rieron como si nada.<br />

—Entonces eso quiere decir que ellas saben y conocen a<br />

alguien que está dentro de la casa. Esta noche sabremos más acerca<br />

de todo esto. Bueno pues, amigo Carlos, te esperamos en la casona;<br />

nosotros dentro de un rato más nos vamos para allá, recuerda que la<br />

fiesta debe empezar temprano. ¿Ok?<br />

—Claro que sí, Marcos, ahí estaremos a buena hora.<br />

351


Los amigos se despidieron para seguir cada quien con sus<br />

quehaceres. Cuando Marcos regresó a la sala en donde todos<br />

estaban ya listos para salir, Paquita fue la primera en decir que ya se<br />

encontraban listas y que ya se querían ir; luego <strong>La</strong>ura dijo que habían<br />

hablado los del restaurante para saber si hay alguien en la casa,<br />

porque tienen que acomodar mesas, sillas y algunas cosas que se van<br />

a necesitar. <strong>La</strong> sirvienta dijo que también ella tenía muchas cosas qué<br />

hacer, por lo que pronto salieron y dijeron a la familia de <strong>La</strong>ura que<br />

los esperaban a buena hora.<br />

En media hora ya estaban entrando a la casona. El personal<br />

encargado de acomodar las cosas ya esperaba también. Se dieron<br />

prisa porque querían estar listos para recibir a todos los invitados,<br />

que seguramente llegarían temprano, como fue indicado.<br />

Apenas habían terminado los del restaurante de acomodar<br />

las mesas, cuando sonó el timbre del portón; Paquita y <strong>La</strong>ura fueron<br />

a recibir a los primeros invitados. —Pasen, pasen, ésta es su casa,<br />

¿cómo han estado?<br />

Eran don Chuy y si esposa, que lucían muy guapos;<br />

traían unas cosas para complementar la cena; minutos después<br />

llegaron otros invitados.<br />

Marcos platicaba con don Chuy acerca del incidente de la<br />

noche anterior y los últimos acontecimientos. En poco tiempo ya<br />

casi habían llegado todos los invitados; los arreglos de las mesas<br />

quedaron para un evento muy especial; los arreglos florales de mesa<br />

y en diferentes partes de la casa, lucían hermosos. Todos los ahí<br />

presentes estaban fascinados, primero con todo el arreglo para la<br />

celebración y después se deleitaban con el diseño del jardín. <strong>La</strong> plática<br />

era al principio en plural; casi todos estaban en grupo, ya se les había<br />

servido una bebida al gusto y disfrutaban del momento. Hacía frío,<br />

bastante frío, pero sin aire, más bien era un frío que se podía disfrutar,<br />

al igual que las bebidas especiales preparadas por bar—tenders de un<br />

prestigioso restaurante—hotel.<br />

Don Chuy, en el micrófono, era en ese momento el anfitrión y<br />

en ocasiones <strong>La</strong>ura le ayudaba con algunos datos. Esperaban a José<br />

y a Gilberto, oradores profesionales capacitados para toda clase de<br />

eventos. En esos momentos timbró el celular de Marcos: era Carlos,<br />

que se reportaba anunciando que en media hora estarían ahí.<br />

352


—Muy bien, hermano, en cuanto llegues sólo marca mi<br />

número, no esperes que te conteste, es sólo para saber que ya están<br />

por entrar; quiero recibir a la maestra, darle la bienvenida a su casa y<br />

pedirle a todos los presentes su atención.<br />

—Así será, hermano. Gracias.<br />

Luego Marcos hizo una llamada: —¿Qué pasó, José?, los<br />

estamos esperando.<br />

—Hola, Marcos, ¿cómo estás? Ya estamos cerca, yo creo que en<br />

menos de diez minutos estaremos ahí.<br />

—¿Y Gilberto?<br />

—Él viene atrás de mí, con su familia; llegaremos juntos, no te<br />

preocupes.<br />

—Está bien, aquí los esperamos.<br />

Se acercó una de las guapas meseras y le habló muy<br />

coquetamente a Marcos, ofreciéndole una bebida, la que él aceptó<br />

agradeciendo las atenciones.<br />

Marcos miró a la muchacha y le fascinaron sus ojos; la miró<br />

fijamente, con una mirada dominante; la muchacha le sonrió,<br />

confirmando que le agradó su presencia. Le preguntó qué era lo<br />

que estaba tomando y le prometió volver de inmediato. Cuando se<br />

alejó, Marcos no pudo evitar mirarle por unos segundos su muy bien<br />

proporcionado trasero. <strong>La</strong>ura en ese preciso momento buscaba a su<br />

prometido, y en cuanto lo miró le gritó tan de cerca que Marcos casi<br />

repara. Ella no se dio cuenta de lo que tenía embobado a su novio,<br />

sólo quería estar con él a todas horas. Marcos suspiró y dio un beso a<br />

su novia, antes de que se diera cuenta que su rostro estaba pálido; la<br />

abrazó escondiendo su rostro en sus hombros y cuando creyó que ya<br />

estaba recuperado de la sorpresa, volvió a la normalidad. Momentos<br />

después se dio cuenta de que la muchacha, que ya iba directamente<br />

hacia él, en cuanto lo miró abrazado con su novia, se detuvo; Marcos<br />

tomó a <strong>La</strong>ura de la mano y la alejó del lugar. <strong>La</strong> muchacha que ahí<br />

servía dio media vuelta, un poco decepcionada: Marcos le había<br />

caído muy bien y trataba de conquistarlo. Se alejó y tratando de ser<br />

discreta preguntó a uno de los del bar que quién era aquella mujer,<br />

recibiendo como respuesta que era quien los había contratado, que<br />

el hombre que la acompañaba es su novio y que pronto se casarían.<br />

El muchacho preguntó si había algún problema, contestando ella que<br />

353


no, que simplemente quería saber si era la dueña de la casa, a lo que el<br />

muchacho le dijo que no, que la dueña era una viejita, pero que él no<br />

había visto que estuviera ahí.<br />

En esos momentos alguien habló en el micrófono,<br />

era Gilberto Jiménez. Se presentó y pidió a los presentes que<br />

tomaran su mejor lugar porque estaba por llegar la maestra<br />

María y querían darle una calurosa bienvenida. Todas las<br />

personas que se encontraban de pie se sentaron en donde más<br />

les agradó; había unas mesas en donde Paquita y demás niños<br />

de su edad compartían historias y relatos duranguenses: Paquita<br />

les había comentado de algo que se escucha todas las noches en<br />

esa casa y los muchachitos parecían asustados, pero muy atentos<br />

a la conversación.<br />

En ese instante sonó el celular de Marcos: era la señal<br />

convenida con Carlos, quien le avisaba que ya estaban ahí<br />

afuera. Apenas sonó el timbre de la puerta, fueron él y su novia<br />

a recibirlos; abrieron el pesado portón de par en par, dándole<br />

paso a la maestra y a sus amigos; en eso, una suave introducción<br />

musical se escuchó muy encantadora. <strong>La</strong> maestra apareció del<br />

brazo de su mejor amiga, doña Carmen; ambas lucían muy<br />

guapas y Carlos, su alumno, como así le decía, la llevaba del<br />

brazo. El rostro de la maestra se llenó de felicidad al ver su casa<br />

llena de familias enteras, de diferentes edades; los niños y niñas<br />

esperaban formando una fila de cada lado, con globos blancos<br />

en sus manos, y en medio estaba Paquita, esperando con un<br />

ramo de flores frescas en sus manos.<br />

Marcos y <strong>La</strong>ura se sorprendieron de este detalle; no estaba<br />

contemplado. Tal vez era sorpresa de Mónica. <strong>La</strong> maestra no<br />

podía salir del encanto que causa una sorpresa de esa magnitud;<br />

sus lágrimas repetidas veces rodaron por su rostro, presionó tan<br />

fuerte los brazos de sus acompañantes, que los obligó a parar.<br />

Después de limpiarse los ojos y su nariz irritada, tomó aire<br />

profundamente. Esperó a recuperarse, entrelazó sus brazos y<br />

avanzó. También Carlos y su mamá tenían lágrimas en sus ojos.<br />

<strong>La</strong> voz de Gilberto, que ya ella conocía, dio la bienvenida,<br />

siendo asegundado por el abogado, el gordo José, quien también<br />

dijo unas palabras tan emotivas que varios, al escuchar parte<br />

de la historia de la maestra, no pudieron evitar sus lágrimas.<br />

354


Mónica se encargó de tomar fotos en ese momento. <strong>La</strong> maestra<br />

al fin avanzó unos pasos, y mientras Marcos y <strong>La</strong>ura cerraban el<br />

portón, la maestra esperó hasta que ellos se ubicaron a un lado<br />

de ella; abrazó a cada uno, dándoles bendiciones.<br />

<strong>La</strong> tomaron de brazo, a un lado de Marcos iba doña Carmen<br />

y del de <strong>La</strong>ura iba Carlos. Así, los principales personajes caminaban<br />

a donde estaba la mesa de honor, enfrente precisamente del jardín.<br />

Gilberto se acercó a ellos, los saludó de beso y abrazo y después José<br />

hizo lo mismo, luego pidieron a la maestra su participación en el<br />

micrófono y ahí, desde su lugar, solamente se puso de pie y expresó:<br />

—Muy buenas tardes, quiero dar gracias a todos los aquí<br />

presentes, por su visita y más que nada... —gruesas lágrimas volvieron<br />

a salir, hizo una pausa y continuó— por darme ese calor humano<br />

que por muchos años carecí. Y ahora que lo siento en cada uno de<br />

ustedes, mil gracias y que Dios los bendiga—. Apenas terminó su<br />

discurso cuando los que faltaban de saludarla ya estaban esperando;<br />

se llevó varios minutos en el saludo y presentaciones.<br />

Todos parecían felices, la ocasión y la presencia de tan<br />

distinguidas personas lo ameritaba. Ya hacía tiempo que<br />

muchos de ellos no se veían y ahí se aprovechó el momento para<br />

recuperar ese tiempo pasado y reiniciar las buenas relaciones. <strong>La</strong><br />

música suave invitaba a una buena charla en grupos; los niños se<br />

divertían con sus juegos. El ambiente empezaba a tomar calor y<br />

Carlos estaba ansiando para presentar nuevamente su invento.<br />

<strong>La</strong> tarde fue cayendo y se sentía un poco de frío.<br />

Carlos aprovechó el momento y pidió a los presentes un minuto<br />

de su atención; les dijo que iba a activar el sistema de calentamiento,<br />

esto con la intención de que no fueran a espantarse los que no lo<br />

conocían; les explicó brevemente el proceso, fue al cuarto de control,<br />

regresó y un minuto después volvió a dar la voz de alarma: se escuchó<br />

un leve sonido, parecido al de un soplete cuando sale el gas; instantes<br />

después las barras automáticas se empezaron a levantar más de metro<br />

y medio, todos estaban atentos al movimiento. Los niños, al escuchar<br />

las palabras de Carlos, también se acercaron para presenciar el<br />

espectáculo. En fracción de segundos, después de que se cargaron los<br />

dispositivos de gas, el reloj automático produjo un primer chispazo<br />

y en seguida salieron las flamas azules de cada una de las barras,<br />

haciendo un poco de ruido, causando que todos se sorprendieran.<br />

355


<strong>La</strong> voz de Carlos se escuchó nuevamente, diciendo que guardaran la<br />

calma, que todo estaba bajo control, que iban a seguir escuchándose<br />

constantes ruidos, pero que eran de un ajuste automático, hasta que<br />

los controles del termostato llegaran a su temperatura programada y<br />

que luego se apagarían; después se encenderían, según la temperatura.<br />

Por lo tanto, les pidió que disfrutaran de una cálida velada. Los ahí<br />

presentes aplaudieron; la música siguió suave, como al principio. Ya<br />

empezaban a formarse grupitos de tres y más personas, unos sentados<br />

en sus lugares y otros más allá de las mesas, aprovechando estar un<br />

poco retirados para fumar. Algunos ya empezaban a saborear los<br />

primeros antojitos que se sirvieron en cada una de las mesas. Otros<br />

de seguro esperaban el platillo fuerte para más tarde.<br />

Marcos y su novia acompañaban a don Chuy, a Carlos y a<br />

sus esposas, quienes estaban muy serias, por cierto. Comentaban<br />

los últimos hechos sucedidos en la casona, y cuando más entrados<br />

estaban en la plática, llegó el doctor Ávila acompañado por algunas<br />

de sus enfermeras; la belleza de las jóvenes enfermeras no les agradó<br />

mucho que digamos a varias de las mujeres ahí presentes, aun así, se<br />

presentaron a todos ellos. El doctor Ávila se dirigió inmediatamente<br />

a la mesa en donde estaban Marcos y sus amigos. Acoplaron otra de<br />

las mesas y algunas sillas y rápidamente se les sirvió lo que desearon<br />

y la fiesta continuó con ritmo y alegría.<br />

<strong>La</strong>s enfermeras parecían disfrutar muy bien los tragos y pronto<br />

se escuchó decir a una de ellas que tenía ganas de bailar y que se<br />

antojaba en esos momentos una buena cumbia, la cual la podrían<br />

bailar todos en rueda, para empezar a animar la temprana noche<br />

que apenas comenzaba y que tal vez se alargaría, por lo bien surtido<br />

de bebidas. <strong>La</strong> idea de la muchacha no estuvo mal, inmediatamente<br />

llegó a oídos de la maestra, quien junto con su amiga fueron las que<br />

rompieron el baile. Después de unos aplausos a las valientes viejecitas,<br />

las demás parejas aprovecharon para demostrar que también ellos<br />

tenían la música por dentro. Se desató una ola de baile que era pura<br />

alegría y disfrute.<br />

Los presentes, con el efecto de las copas, se animaron a darle<br />

sabor al ambiente decembrino, felices por un año que termina y otro<br />

nuevo por empezar; la alegría contagió a chicos y grandes. Mónica<br />

se puso de acuerdo con una de las enfermeras para organizar la<br />

356


premiación para la pareja que bailara mejor, y otro premio para la<br />

pareja que durara más tiempo bailando sin parar durante la noche. Se<br />

inscribieron varias parejas sólo con el fin de participar y hacer de este<br />

evento una velada inolvidable. Un convivio únicamente para celebrar<br />

y disfrutar de un buen momento.<br />

De pronto, el espacio que se desocupó especialmente para el<br />

baile, se vio lleno de parejas deseosas de pasarla bien; algunos<br />

bailaban una o dos canciones y se sentaban, y después de unos<br />

minutos de descanso, volvían a salir a bailar. En un intermedio<br />

de música se escuchó un silbido y un fuerte sonido causado<br />

por el agua a presión, que inmediatamente llamó la atención de<br />

todos los presentes; algunos de ellos se agarraron fuertemente<br />

de sus parejas, por lo que en seguida Carlos pidió calma y dijo<br />

que disfrutaran de un espectáculo.<br />

Los controles se activaron automáticamente a la hora<br />

programada y empezó la función de la fuente de agua con sus<br />

luces bailarinas. Rápidamente el jardín se encontró rodeado por<br />

todos los presentes: unos realmente asombrados y otros con<br />

el rostro feliz, como resultado del buen show que Carlos había<br />

inventado. Como si se les hubiera pedido, algunos mirones<br />

dieron inconscientemente varias vueltas al jardín, observando<br />

y preguntando por cada pieza del sistema y hasta algunos se<br />

interesaron por el costo total del jardín. Carlos, muy quitado de la<br />

pena pero muy orgulloso, les dio el precio aproximado; a varios les<br />

cayó como patada de mula por lo que solitos se fueron retirando.<br />

357


El fantasma y la rosa<br />

Ya casi a media noche, faltando algunos minutos para que<br />

terminara el año, había todavía algunas personas admirando el<br />

exacto y sincronizado mecanismo activado electrónicamente.<br />

Uno de ellos, tal vez el más observador, descubrió una rosa en<br />

el jardín; cuando fue cuestionado de cómo fue que se fijó en la<br />

rosa, habiendo una variedad de plantas exóticas, él respondió que<br />

se quedó mirando algo que se movió en medio de unas plantas<br />

y que él pensó que se trataba de un bicho que quería salvarse del<br />

agua, y cuál fue su sorpresa al ver que era el tallo de una rosa, que<br />

creció exageradamente rápido ante su mirada atónita e incrédula.<br />

El botoncito que apenas crecía se abrió, quedando al descubierto<br />

una linda rosa. Él corrió y le preguntó a Carlos si era algo que tenía<br />

que ver con el show, a lo que Carlos le contestó negativamente, sin<br />

darle importancia al hecho hasta casi ya al amanecer.<br />

El tiempo cumplió su paso y se llegó el último minuto de<br />

ese año que terminaba y daba lugar al nuevo, lleno de deseos de<br />

muchas cosas positivas, de muchas oportunidades, de aventuras,<br />

prosperidades, esperanzas y mucho amor. Se escuchó un solo<br />

grito de ¡Feliz Año Nuevo! el mismo que se escucha en todo el<br />

mundo, aun con diferencias de horario; el grito lleno de felicidad,<br />

recibiendo con los brazos abiertos al año nuevo, y de boca de todos<br />

los ahí presentes se escucharon gritos de felicidad, besos y todos<br />

se dieron un caluroso y efusivo abrazo; algunos se encargaron<br />

de abrir las botellas de champagne, que rociaron entre todos los<br />

asistentes a la fiesta. También se pudo escuchar la balacera de muy<br />

variados calibres, lejos y cerca de la mansión.<br />

359


A este detalle Marcos le puso algo de atención, ya que era<br />

experto en la materia. <strong>La</strong> música puso marco a esos momentos en<br />

los que no terminaban de felicitarse. Minutos más tarde Mónica<br />

se dispuso a llevar a dormir a Paquita; se despidió de los demás<br />

compañeros y amigos. <strong>La</strong>s parejas que traían a sus hijos, al ver<br />

que Paquita se retiró a descansar, también optaron por retirarse<br />

a sus casas; sólo se quedaron algunas parejas que al ver que cada<br />

vez eran menos, se empezaron a juntar y a formar un círculo con<br />

sus sillas, para escuchar mejor las historias y relatos que cada<br />

uno se sabía. Ahí también compartieron lo más nuevo que había<br />

sucedido en la casona.<br />

Uno de los jóvenes, que fue invitado por uno de los meseros,<br />

pidió permiso para ir al baño; anteriormente no lo había hecho<br />

porque había más gente y no se había notado que ya había ido<br />

dos o tres veces, y además se dio cuenta que quien lo invitó ya se<br />

había retirado, pero como estaba tomando muy tranquilo, nadie<br />

dijo nada acerca de él, pensando que alguien de los más allegados<br />

a la maestra lo había invitado; ni siquiera se habían dado cuenta<br />

de que él estaba ahí compartiendo con todos ellos, sin conocerse.<br />

<strong>La</strong> petición fue cedida y el muchacho ni siquiera esperó que le<br />

dijeran cómo llegar, ya sabía el camino, sólo contestó “gracias”, y<br />

siguió su camino, cuidando conservar el equilibrio, porque eso<br />

sería su salvación para seguir tomando de los mejores vinos y<br />

cervezas que se servían a manos llenas.<br />

Ya casi al llegar al baño miró una sombra detrás de él, que<br />

se movió tan rápido que lo alarmó; quiso caminar haciendo como<br />

que no miró nada, pero la curiosidad y el valor adquirido por los<br />

tragos de alcohol lo animaron a querer saber qué fue lo que se<br />

movió tan rápido. Se fue a asomar en donde hacía esquina la parte<br />

de los lavaderos: ahí miró un bulto en forma de hombre y preguntó<br />

que si necesitaba ayuda, por la forma en que se encontraba,<br />

parecía que estaba pasado de copas y necesitaba de alguien para<br />

poder caminar. <strong>La</strong> bondad del muchacho o tal vez la intención de<br />

servir lo hizo acercarse un poco más al bulto, para preguntarle si<br />

le podía ayudar. El bulto, que estaba protegido por la obscuridad,<br />

se movió un poco y dio forma de un hombre de mediana estatura<br />

y con una chamarra larga, que le contestó afirmativamente con<br />

360


una voz ronca, pero muy clara, y le pidió un favor al asustado<br />

muchacho: le dijo que fuera al jardín y que cortara la rosa, la única<br />

que ahí se encontraba, la que él miró crecer rápidamente.<br />

El muchacho, a pesar de que ya se había tomado varios<br />

tragos, mantuvo la calma y le preguntó un poco intrigado, que<br />

cómo sabía que él miró el desarrollo de la rosa increíblemente<br />

rápido, que al único que le dijo fue a Carlos. El extraño ser no le<br />

contestó; el muchacho empezó a asustarse y le preguntó quién era<br />

y qué hacía ahí escondido. Le contestó que él era el velador de esa<br />

casa desde hacía muchos años y que no estaba autorizado para<br />

estar en la fiesta. El muchacho, más asustado, trataba de mirarle<br />

el rostro pero era imposible, estaba demasiado obscuro y tenía<br />

cubierta la cabeza con su cobija.<br />

El muchacho casi estuvo a punto de correr pero sus<br />

piernas parecían pegadas al piso; en eso la puerta del cuarto de<br />

Paquita se abrió y salió Mónica. El muchacho no aguantó más y<br />

gritó desesperadamente con todas las fuerzas que le fue posible,<br />

pidiendo auxilio; al mismo tiempo alcanzó a mirar los ojos del<br />

individuo, que parecían dos chispas de lumbre. El joven no<br />

resistió: se le cortó la respiración y se quedó congelado.<br />

Mónica, también asustada, no sabía qué hacer: el grito del<br />

joven le había puesto los pelos de punta y se quedó inmóvil. El<br />

muchacho estaba tan asustado que cayó pesadamente al piso;<br />

Mónica corrió y pidió ayuda a los que estaban en el patio.<br />

Marcos y Carlos llegaron corriendo a ver qué estaba<br />

pasando, luego los demás también hicieron lo mismo: llegaron<br />

a donde estaba el muchacho tirado en el piso, sin conocimiento.<br />

<strong>La</strong> muchacha explicó lo poco que ella había visto; lo cargaron<br />

y lo condujeron hasta una de las habitaciones y ahí el doctor<br />

Ávila lo atendió para ayudarlo a volver en sí. Minutos más tarde<br />

empezó a reaccionar, desapareciendo los síntomas del alcohol por<br />

el susto; luego de cuestionarlo, el muchacho habló con un poco<br />

de dificultad y dijo lo que había visto y lo que aquel misterioso<br />

hombre le había pedido.<br />

Marcos, Carlos y don Chuy llevaron al joven al jardín en<br />

busca de la rosa y sí, efectivamente ahí estaba. Era un tallo de poco<br />

menos de un metro de alto que no tenía ni un solo espacio sin<br />

361


espinas y sostenía una linda rosa fresca, con unas cuantas hojas<br />

verdes alrededor; se miraba extraña en medio de una variedad de<br />

plantas de invierno. Tenía algo que causaba temor.<br />

Marcos no lo pensó dos veces: preguntó a Carlos por la<br />

herramienta de jardín y rápidamente fue y trajo una pala y con<br />

ella cuidadosamente escarbó alrededor y la sacó con todo y raíz;<br />

pidió una bolsa y Carlos fue a la cocina por ella. <strong>La</strong> metió a la<br />

bolsa, con cuidado de no herirse con alguna espina, lo cual fue<br />

recomendación de don Chuy, quien dijo que podía ser de mal<br />

agüero. Con mucho cuidado y ayudado con unas tenazas, guardó<br />

la rosa en la bolsa de plástico para basura.<br />

—¿Ahora que hacemos con esto? —preguntó Marcos.<br />

—Se me ocurre una idea —dijo don Chuy–. Vamos a tener<br />

que quemarla y enterrarla junto con la ceniza de todo lo que había<br />

en el viejo jardín.<br />

—Me parece muy bien, don Chuy —dijo Carlos—, de una<br />

vez voy por lo que vamos a necesitar. En eso llegaron todos los<br />

demás, alarmados porque no regresaban, y don Chuy explicó:<br />

—No se alarmen, lo que el muchacho dijo fue cierto, no<br />

fue por efectos del alcohol como habíamos pensado; encontramos<br />

la rosa que el extraño ser le pidió a este joven y ahora hemos<br />

pensado… hemos pensado —don Chuy miró a Marcos y cerró<br />

un ojo, tenía que mentir por el momento, lo que estaban haciendo<br />

tenía que estar en estricto secreto—. Hemos pensado guardarla en<br />

esta bolsa por lo pronto, para enviarla a la universidad para que le<br />

hagan un estudio.<br />

Los rojizos y vidriosos ojos de la maestra se clavaron en<br />

la bolsa, como queriendo mirar a través del plástico negro. Los<br />

invitados que ahí quedaban no entendían nada de lo que estaba<br />

pasando, pero sí sentían una extraña fuerza y una sensación de<br />

miedo.<br />

En ese momento un cambio muy extraño se notó en<br />

el comportamiento de la señora; la mamá de Carlos lo captó<br />

rápidamente. Su brazo, que ella siempre sujetaba para caminar<br />

juntas, se congeló pasándole un frío que le recorrió todo el cuerpo.<br />

Instantes después pidió irse de ahí de inmediato, porque —dijo—<br />

se estaba congelando y era señal de que las reumas la atacarían.<br />

362


—Vamos, amiga, —dijo la mamá de Carlos—, tenemos que ir a la<br />

cama; este frío me mata.<br />

<strong>La</strong> maestra no contestó. Todos se sorprendieron con las<br />

palabras de doña Carmen, pues la temperatura que circulaba en<br />

todo el patio estaba controlada por los calentones automáticos y<br />

en ese momento, Marcos miró de reojo a la maestra y sin duda<br />

alguna se dio cuenta de que ella se resistía y que disimuladamente,<br />

con una extraña y penetrante mirada, mantenía sus ojos fijos en la<br />

bolsa negra de plástico, en donde estaba la rosa.<br />

En eso llegó Carlos con una carretilla y un contenedor con<br />

gasolina. Don Chuy fue a su encuentro para ponerlo al tanto y<br />

seguir con el plan.<br />

—Yo creo que es mejor que pasen todos ustedes a la sala,<br />

es verdad que el frío está arreciando. Ahí esperen para seguir con<br />

la charla —dijo don Chuy, mirando a Marcos y a Carlos, que de<br />

seguro ellos captaron el mensaje y seguirían el plan.<br />

—Sí, mi amor, acompáñalos —pidió Marcos a su novia y<br />

dándole un ligero apretón de brazo, le hizo saber que era parte<br />

del plan. <strong>La</strong>ura inmediatamente captó el mensaje y se acercó a<br />

las demás personas y las animó a ir a la sala; las dos viejecitas se<br />

encaminaron primero hacia su habitación y ahí mismo, dentro<br />

de la sala, se despidieron de los demás dando gracias por haber<br />

asistido a la celebración, y se disculparon por el incidente que les<br />

arruinó la cálida velada.<br />

Después de la despedida de las señoras, ya ninguno de los<br />

invitados quiso seguir por más tiempo ahí dentro y varias parejas<br />

empezaron a despedirse y a retirarse. Los papás de <strong>La</strong>ura también<br />

se retiraron y se ofrecieron a darle un raite al muchacho, que aún<br />

estaba asustado; el doctor dijo que sí podía irse, que sólo fue un<br />

desmayo provocado por el susto, que de seguro lo alejaría por<br />

mucho tiempo de las fiestas.<br />

El ambiente en la casona se había terminado, ya todos se<br />

estaban despidiendo. <strong>La</strong>s esposas de don Chuy y de Carlos, el doctor<br />

Ávila y <strong>La</strong>ura, así como también Mónica, fueron las únicas personas<br />

que se quedaron esperando, las primeras a sus respectivas parejas,<br />

quienes comenzaban a quemar lo que ellos consideraban una<br />

evidencia que podría revivir la extraña fuerza del jardín.<br />

363


Momentos después se escuchó un grito desesperado que a<br />

todos asustó: era <strong>La</strong>ura que le gritaba a Marcos.<br />

—¡Marcos!, ¡Marcos! El libro, también debes de quemar el<br />

libro. Está en la troca—. <strong>La</strong>ura se había acordado de lo que su<br />

novio le había comentado acerca del libro.<br />

—Es cierto, mi amor, el libro.<br />

Y rápidamente corrió, antes de que se consumiera lo que<br />

quedaba de la rosa; el doctor preguntaba desesperado acerca de<br />

lo que estaba pasando, qué era lo que él no sabía, ante lo cual, don<br />

Chuy le explicó en breve.<br />

Llegó corriendo Marcos y poco antes de arrojar el libro<br />

a la lumbre, el doctor se lo arrebató y dijo: —Los libros no se<br />

deben quemar, si no lo quieren, dénmelo a mí; yo lo guardaré<br />

en mi biblioteca.<br />

En seguida abrió el libro y misteriosamente en ese instante<br />

se sintió un aire helado alrededor de ellos, tan fuerte que apagó<br />

varias veces los calentones, pero gracias a los dispositivos de<br />

encendido automático, volvieron a encender inmediatamente.<br />

El doctor miró para todos lados con los ojos bien abiertos, por<br />

el miedo que había sentido, y sospechando que el responsable<br />

era aquel misterioso libro, lo cerró y todo pareció volver a la<br />

normalidad. Más que incrédulo volvió a abrir el libro por la<br />

mitad y pasó exactamente lo mismo. Convencido, rápidamente<br />

aprovechó y leyó uno o dos renglones e inmediatamente sintió<br />

como si algo lo obligara a continuar leyendo, aunque fue muy<br />

poco lo que entendió.<br />

Volteó hacia sus compañeros y miró cómo don Chuy<br />

detenía a Carlos y a Marcos con sus fuertes brazos, pidiéndoles<br />

calma, pues ellos querían arrebatar el libro de las manos del<br />

doctor y arrojarlo lo más pronto posible a las llamas, que ya se<br />

extinguían; por lo tanto, el doctor se encaminó hacia la fogata y lo<br />

arrojó, diciendo algunas maldiciones.<br />

Ya una vez que el libro estaba en las llamas, nadie hizo<br />

comentario alguno. <strong>La</strong>s mujeres se arrimaron calladamente a sus<br />

parejas, a fin de manifestarles su apoyo. Todos fueron testigos de<br />

los misteriosos sonidos y chillidos que se escucharon al estarse<br />

quemando el libro; las llamas de la lumbre rojiza rondaban por<br />

364


toda la carretilla, como si quisieran salirse; no hacía aire y eso era<br />

lo raro: parecía que tenían vida propia, por los constantes sonidos<br />

y movimientos que hacían de un lado a otro.<br />

A poco de haberse iniciado el fuego, el calentamiento de la<br />

lámina de la carretilla parecía derretirse, se miraba al rojo vivo<br />

por la alta temperatura que llegó a alcanzar; en ese momento<br />

todos los ahí presentes se echaban para atrás, incrédulos de lo que<br />

estaba ocurriendo. Es que era imposible que el calor que produjo<br />

la combinación de gasolina, la rosa y el libro pudiera alcanzar<br />

tan elevada temperatura, al grado de que por poco se derrite la<br />

gruesa lámina de la pesada carretilla. Ahí permanecieron por lo<br />

menos durante una hora, hasta que vieron cómo se alzó la lumbre<br />

junto con el humo, a una altura increíblemente exagerada, y de<br />

repente se consumió dejando escapar un humillo negro azulado<br />

y apestoso, que nadie pudo quedarse un minuto más ahí.<br />

Se fueron hacia adentro y por una de las ventanas de la cocina<br />

presenciaron hasta lo último. <strong>La</strong> carretilla empezó a recobrar su<br />

color original y la ceniza que ahí se acumuló se miraba intacta y<br />

de vez en cuando, de ella salía una delgada columnilla de humo.<br />

Los hombres, que ya sabían qué hacer después de que la<br />

lumbre se apagó, se dieron valor para dar el siguiente paso, que sin<br />

duda alguna era el más pesado: excavar nuevamente en el mismo<br />

hoyo en donde habían enterrado lo que quedó del famoso rosal<br />

y todo lo que ahí dentro se escondía por mucho tiempo. Sin un<br />

minuto que perder, se dirigieron los mismos de la vez anterior,<br />

acompañados ahora por el doctor Ávila, quien incrédulo, pero<br />

no tanto como la primera vez que se dio cuenta de estas cosas<br />

raras. Entraron al cuarto de castigo y sin dificultades sacaron la<br />

tierra rápidamente con palas, hasta donde ya ellos sabían que<br />

se encontraba el manto, con el cual cubrieron las cenizas. Un<br />

olor apestoso ya conocido se percibió por toda la habitación.<br />

Algunos sintieron el impulso de vomitar y el resto se cubrieron<br />

nariz y boca sin poderlo evitar; después de calmarse desataron<br />

el bulto y echaron la otra parte de cenizas, que posiblemente era<br />

complemento para que el embrujo se terminara.<br />

Ya una vez vaciada y limpiada la carretilla, enredaron el<br />

manto y echaron la misma tierra, tratando de dejar el lugar como<br />

365


estaba, sin dejar el menor rastro posible. Se reunieron nuevamente<br />

en la sala y ahí se acordó, antes de la despedida, que tratarían de<br />

explicarse lo más posible cuál era la verdad. Marcos y su novia<br />

también se despidieron, quedando de acuerdo con Carlos y con<br />

Leonel de verse en la clínica del doctor Ávila. José y Gilberto<br />

también asistirían.<br />

Ya era año nuevo y por costumbre, ese día se reservaba<br />

para felicitar y visitar a familiares y amigos, pero todos querían<br />

saber los resultados clínicos de la reciente investigación hecha a la<br />

maestra, y acordaron verse a medio día en la clínica.<br />

<strong>La</strong> casona se fue quedando sin invitados; Carlos había<br />

desactivado el sistema de calefacción y revisado que todo el sistema<br />

estuviera en “apagado”; era el único que se miraba caminar de un<br />

lado a otro en todo el patio. Su esposa esperaba paciente a un lado<br />

de la puerta de la sala, muy ajena a todas las cosas raras que ahí<br />

sucedían; posiblemente escuchó varios ruidos y sonidos raros,<br />

pero como estaba segura de que ahí dormían algunas personas,<br />

pensó que tal vez alguien andaba aún levantado. Una vez que<br />

su esposo terminó de dejar todo en orden, le hizo un breve<br />

comentario que Carlos no dudó en que fue un acto del mismo<br />

fantasma o fantasmas que ahí habitaban.<br />

Se retiraron muy contentos y confiados en que la mamá de<br />

Carlos estaba en buenas manos. Al cerrar la puerta, a la esposa de<br />

Carlos le pareció ver una pequeña llamarada en medio del jardín, lo<br />

que inmediatamente alertó a su marido, quien rápidamente abrió<br />

la pesada puerta, dándose cuenta que fue una falsa alarma. Ella se<br />

convenció de que fue una visión, pero dudaba, casi estaba segura<br />

de haber visto arder algo en medio del jardín. Su esposo paciente<br />

le mostró que no era nada, que solamente fue imaginación de ella,<br />

por lo que se convenció y siguieron su camino.<br />

366


<strong>La</strong> historia de la abuela<br />

Al llegar a su casa ya casi amanecía; se acostaron tratando de<br />

dormir un poco, cosa que les fue imposible, se les había espantado<br />

el sueño. Carlos aprovechó para contarle a su esposa lo que sabía<br />

acerca de la casona; ella le hizo un comentario que serviría mucho<br />

en la investigación: le dijo que hacia tiempo su abuelita le había<br />

comentado algo parecido a lo que él le platicó, pero con otras<br />

versiones, pero no estaba segura si era la misma casa; sólo le dijo<br />

que un hombre muy rico habitaba una mansión; que era tan rico<br />

que se volvió loco, se hizo alcohólico y así murió, borracho, y en<br />

sus locuras o borracheras, dicen que decía que él había matado<br />

a su hermana para quedarse con la herencia que le dejaron sus<br />

abuelos y que además la había sepultado en la misma casa y que<br />

sólo el velador y él sabían el secreto. Carlos pegó un brinco de la<br />

cama y levantó a su mujer: —Ven m’ija, vamos con tu abuelita,<br />

quiero hablar con ella y hacerle unas preguntas.<br />

—¿Pero qué te pasa, Carlos? ¿Crees que a estas horas mi<br />

abuelita nos va a estar esperando? No sigas y mejor duerme un<br />

rato, porque el tiempo pasa rápido y mañana tienes una cita muy<br />

importante con tus amigos.<br />

—No, eso puede esperar y lo que tengo que preguntarle a tu<br />

abuelita no es de esperarse. Vamos, ven, levántate, por favor. Mira,<br />

vamos a desayunar a la estación del tren y de ahí nos vamos con<br />

tu abuelita; es más, le llevamos menudo para que ella almuerce,<br />

¿qué dices, vamos?<br />

367


Al fin, de tanto y tanto Carlos convenció a su mujer. Se<br />

fueron directamente a la estación del tren, donde desayunaron<br />

muy a gusto. Era año nuevo y toda la gente lo festejaba, por<br />

lo que había una larga fila de espera para saborear el famoso<br />

menudo de mañanita.<br />

Después de una prolongada espera ya se encontraban<br />

ocupando sus sillas en una de las largas mesas de madera,<br />

acompañados por mucha gente desconocida, pero con el mismo<br />

gusto de estar disfrutando el delicioso desayuno.<br />

Poco después ya estaban en casa de su abuelita, la cual<br />

después de desayunar fue atacada en preguntas por Carlos. <strong>La</strong><br />

viejecita, encantada de poder platicar historias duranguenses, se<br />

acomodó en su silla de fondo de lazo y así permaneció por varias<br />

horas, contestando preguntas de Carlos, haciendo comentarios y<br />

contando lo que sabía de la casa embrujada, que así era como ella<br />

la conocía, y la cual, por la ubicación que mencionaba, se refería a<br />

la misma casa de la maestra.<br />

Así fue como Carlos se dio cuenta de quiénes fueron sus<br />

primeros dueños y que sin duda alguna fueron los mismos que<br />

Lionel les había dicho. <strong>La</strong> viejita tenía muy buena memoria,<br />

comentó que la forma de como ella se dio cuenta de esto, fue<br />

porque la mamá de su abuelita trabajó como sirvienta en la casa<br />

de unos ricos mineros, y que varios años después, a petición de<br />

una de sus hijas, fue construida una mansión tan grande que<br />

sólo ellos se daban el lujo de hacer y deshacer lo que querían. <strong>La</strong><br />

muchacha estaba esperando un hijo y quería dar a luz en su nueva<br />

casa; pidió también que se plantara un enorme jardín de rosales<br />

en el centro del patio, y que por razones desconocidas, cuando la<br />

casa fue terminada en su totalidad, ya su hijo había cumplido un<br />

año y ella se negó a vivir en la enorme y nueva mansión.<br />

<strong>La</strong> casa permaneció varios años sin habitarse y tuvo un<br />

sinfín de ofertas de ricos interesados en comprarla, pero el<br />

resultado siempre fue el mismo: no estaba en venta. Pasó el tiempo<br />

y la muchacha se llenó de familia y fue cuando se fue a vivir a la<br />

casona. Un día, por razones que ella desconocía, la muchacha, ya<br />

señora, murió de un paro cardiaco precisamente dentro del jardín<br />

que tanto amaba. Antes de morir pidió a su esposo que trajera a<br />

un jardinero especializado en rosales, para que cuidara del suyo. El<br />

368


esposo la amaba demasiado y no pudo resignarse a la pérdida de<br />

su esposa, y se dio a los vicios. Años después murieron su padre y<br />

su suegro, que eran ricos mineros, quienes heredaron a sus nietos<br />

grandes fortunas en dinero, joyas y minas de oro y plata.<br />

El fiel jardinero y amo de llaves de toda la casona tenía<br />

viviendo con él a su padre o a su abuelo, en una de las habitaciones<br />

de la casona, y presumiblemente este señor sólo salía de noche a<br />

visitar al jardín, donde se pasaba horas y horas sentado en una<br />

<strong>vieja</strong> banca que ahí había quedado entre las ramas de los rosales.<br />

Y según la leyenda, este misterioso vigilante, o más<br />

bien “los misteriosos vigilantes”, se cree que aún viven como<br />

fantasmas en esa enorme mansión y no han querido dejar la casa;<br />

el jardinero sigue cuidando de día y de noche el jardín, como le<br />

fue encomendado por sus patrones. <strong>La</strong> abuela continuó con la<br />

narración:<br />

<strong>La</strong> dinastía de los ricos mineros se fue terminando con el<br />

paso del tiempo, y ya para ese entonces mi abuelita y mi mamá<br />

trabajaban para esas familias; yo las visitaba de vez en cuando, yo<br />

era muy chica pero sí me acuerdo de cómo eran los jardineros que<br />

día a día trabajaban, ajenos a la gente que los rodeaba. Había veces<br />

que no se sabía a ciencia cierta quién de los dos era el papá, porque<br />

el que supuestamente era el papá, estaba muy bien conservado.<br />

Los hijos de la señora, unos mayores que yo y otros menores,<br />

correteaban por todo el patio haciendo tiradero, para ver trabajar<br />

sin descanso a los misteriosos jardineros. Cuando servían a esas<br />

familias murió la abuelita de mi mamá, así como también mi<br />

abuela y mi mamá; yo no pude trabajar con ellas porque me casé<br />

muy chica y me fui a vivir a la sierra. Mi esposo trabajaba para<br />

una empresa maderera y se requería vivir en el mismo lugar.<br />

Pasó el tiempo y cuando quedé viuda me regresé a vivir<br />

aquí, en mi Durango. Y como las historias nunca han pasado de<br />

moda, es por eso que yo les platicaba a mis hijos y nietos lo que mis<br />

padres me habían contado, y esa historia era una de las preferidas<br />

porque yo lo viví y conocí a varios de ellos. El último familiar de<br />

esa dinastía fue el que les digo que, según él, en sus borracheras<br />

comentaba que había matado a su hermana para despojarla de la<br />

cuantiosa fortuna que heredara de sus abuelos, quedando así él<br />

como único heredero.<br />

369


Con el tiempo perdió su fortuna, quedándole solamente<br />

unos cuantos terrenos y la mansión, que también pasó a ser<br />

parte de la herencia. Así, borracho y loco murió dentro de<br />

su habitación y su sirviente, que lo cuidó por décadas por<br />

sugerencia de su abuelo, de procedencia española también y<br />

que presumían de ser brujos, y fue de esa manera como con<br />

todos sus trucos y brujerías que pusieron en práctica, la casona<br />

se ganó el nombre de “la casa embrujada”.<br />

Años después la casa se subastó por parte del gobierno. Los<br />

brujos, como así les llamaban ya en ese tiempo, desaparecieron<br />

inexplicablemente, desconociéndose totalmente su paradero, y<br />

así, con el paso del tiempo la casona fue cambiando de dueños<br />

rápidamente; dicen los que ahí vivieron que la habitaban fantasmas<br />

que no los dejaban vivir en paz, y que desafortunadamente<br />

siempre moría un miembro de la familia que ahí vivía.<br />

<strong>La</strong> plática iba para largo, por lo que Carlos trató de cortar la<br />

conversación de la animada ancianita; pensó que todo lo que restaba<br />

ya lo sabía por parte de Lionel, quien también coincidía con lo que él<br />

investigó. Se apresuraron a salir rumbo a su casa, donde se darían un<br />

buen baño para refrescarse y alistarse para la reunión.<br />

En la clínica ya esperaban algunas personas. <strong>La</strong> hora de la<br />

cita se acercaba y todos querían estar a tiempo para no perderse<br />

ni un solo comentario; algunos llegaban en parejas mientras<br />

que otros lo hacían solos. José llegó solo y después de él llegó<br />

Gilberto. Diez minutos antes de la hora acordada, ya estaban<br />

todos esperando; después de un saludo en general y dando la<br />

mano a cada uno de los presentes, el doctor preguntó si podían<br />

iniciar porque sería bastante lo que tendrían que comentar; todos<br />

estuvieron de acuerdo.<br />

Acto seguido, el doctor fue cuestionado y éste, sin poder<br />

esperar más para dar a conocer la respuesta, pidió a Lionel que<br />

pasara al frente. El brillante investigador caminó por el pasillo<br />

que hacían las sillas, pidiendo permiso a los ocupantes; ya una<br />

vez en el foro, antes de su participación se sentía incómodo, un<br />

poco nervioso. Miraba disimuladamente a los presentes al sentir<br />

una mirada muy fuerte de alguien que se encontraba en el salón.<br />

Una y otra vez pasó lentamente la mirada por cada uno de los<br />

ocupantes, pero todo parecía normal. Se convenció de que fue<br />

370


una sensación producto de su nerviosismo. Estaba tan sumido en<br />

sus pensamientos que no se percató cuando el doctor le dio la<br />

bienvenida; el segundo llamado lo sacó de su abstracción y con<br />

movimientos de cabeza desesperados, trató de captar el orden de<br />

la conversación.<br />

—Disculpen mi torpeza, estaba organizando mis ideas; mil<br />

disculpas nuevamente—, dijo, y pidió de favor al doctor lo pusiera<br />

al tanto, dando las gracias después. Más tarde se daría cuenta de<br />

que no fue el único en sentirse observado por una fuerza extraña.<br />

<strong>La</strong> investigación se estaba revelando y fue necesario instalar<br />

un proyector en donde se mostraron las fotos que tiempo antes<br />

Marcos había tomado a la casona, al portón y al jardín. Lionel les<br />

dio una explicación y el doctor presentó a una persona experta<br />

en fotografía, que pidió que por cuestiones de trabajo su nombre<br />

se mantuviera anónimo, quien certificó que las fotografías era<br />

reales y que efectivamente, cuando se trata de algún hechizo o<br />

algo que tenga que ver con brujerías, las fotografías no se pueden<br />

revelar; solamente se perciben las partes que no tienen qué ver<br />

con el embrujo, y puso de ejemplo una foto que Marcos tomó a<br />

más de cincuenta metros de distancia a la fachada de la casona:<br />

la fotografía mostraba una enorme casa en ruinas; todo lo que<br />

había enfrente salió en la foto con imagen normal: los carros y los<br />

árboles que estaban a un lado se miraban normales. Uno a uno —<br />

el doctor y el experto— con puntos muy coincidentes explicaron<br />

primero lo de las fotos, luego lo que pudo haber pasado en el<br />

jardín, lo de la banca <strong>vieja</strong> y también se habló sobre el cuarto de<br />

castigo. Lionel se encargó de aclarar acerca de eso.<br />

—Yo creo que es tiempo de revelar el resultado de las<br />

investigaciones hechas a la maestra y después a la muchacha de<br />

servicio, claro que sí. Empieza tú, Toño —nombró así al doctor<br />

para romper el protocolo.<br />

El doctor Ávila empezó primero con lo de la operación<br />

hecha a la maestra en Monterrey. Después de dar varios detalles<br />

clínicos, llegó a la conclusión de que la maestra había sido poseída<br />

por un ser extraño; el tipo de sangre de la maestra es A+, y en<br />

el momento en que estaba desfigurada de la cara, se le hicieron<br />

varios análisis de sangre en los cuales no se identificó el tipo.<br />

371


—Este extraño examen fue estudiado por varios de mis<br />

colegas y todos coincidimos con el resultado del análisis—.<br />

Hizo una pausa no estudiada, miró a los ojos a cada uno de los<br />

acompañantes: todos parecían tener el mismo interés de conocer<br />

la verdad de los resultados, y después de un profundo respiro, dijo<br />

un poco nervioso:<br />

—El análisis salió austero, quiero decir que no se pudo<br />

identificar el tipo de sangre en ese momento. Media hora<br />

después de que la maestra se recuperó de manera sorpresiva, se<br />

volvieron a realizar los mismos estudios y se pudo identificar<br />

sin ningún problema su tipo de sangre, el cual es, como les dije<br />

anteriormente, A+.<br />

—Oiga doctor —comentó Marcos— imagino que fue un<br />

estudio en general, ¿no es así?<br />

—Sí, Marcos, así es, es un estudio en general en donde<br />

podemos identificar claramente la sangre de cualquier tipo y la<br />

función de cada órgano vital, y además podemos saber si la persona<br />

a la cual fue hecho el análisis está viva o muerta. <strong>La</strong> conclusión a la<br />

que llegamos como consecuencia de nuestros análisis, fue que la<br />

maestra estaba muerta en ese preciso momento.<br />

Esta vez el doctor no midió consecuencias: soltó la verdad<br />

a quemarropa y a sangre fría. <strong>La</strong> expresión de las mujeres no<br />

se pudo evitar y se cubrieron el rostro con sus manos. <strong>La</strong>ura,<br />

a pesar de que tenía bastante experiencia en esos menesteres,<br />

también se sorprendió de similar manera, y automáticamente<br />

llevó su mano a la boca y en voz baja, casi imperceptible, dijo:<br />

“Dios mío, no puede ser”.<br />

Y el doctor abundó diciendo: —<strong>La</strong> temperatura de la sangre<br />

en ese momento lo confirmaba.<br />

Los amigos de Carlos también se estremecieron con<br />

la desagradable y cruda noticia; Marcos se quedó mudo, no<br />

tuvo palabras en ese instante. El doctor Ávila siguió con su<br />

testimonio: —Siento de verdad haberlos incomodado, y más<br />

en este momento. Mi deber como doctor es decir la verdad,<br />

y la verdad es que las pruebas hablan por sí solas: esa señora<br />

definitivamente está poseída.<br />

372


Un fuerte golpe en el techo estremeció a los presentes,<br />

cortando de inmediato la conversación. Instantes después un<br />

apagón general en toda la clínica los dejó a obscuras. <strong>La</strong> sala en<br />

la que se encontraban no tenía entrada de luz natural, por lo que<br />

todo quedó en tinieblas por unos largos y espeluznantes segundos.<br />

Carlos, Lionel y Gilberto inmediatamente prendieron<br />

sus encendedores; el resto echaron mano a sus celulares para<br />

alumbrarse un poco; el doctor, algo asustado, hizo una llamada al<br />

personal de mantenimiento para preguntar qué era lo que había<br />

pasado; el fuerte tronido que se escuchó parecía la explosión<br />

de algún generador. De inmediato le contestaron que estaban<br />

trabajando en ese percance, y que no se explicaban lo del trueno,<br />

que no sabían qué lo había producido.<br />

Nada explicó el porqué del apagón, se escuchaban algunas<br />

voces en tono muy bajo. Algunos comentaban que pudo<br />

haber sido por los comentarios del doctor, mientras que otros<br />

descartaron esa posibilidad y dijeron que podría haber sido<br />

un corto circuito en algún lugar de la clínica. Después de unos<br />

minutos de desesperación por estar a obscuras, fueron saliendo<br />

uno a uno al pasillo que dividía la sala de reuniones y la clínica.<br />

Ahí había un poco de luz del día, la cual entraba débilmente por<br />

una de las ventanas que se encontraban en las escaleras.<br />

Don Jesús y Marcos se pusieron de acuerdo para que la<br />

reunión siguiera afuera de la clínica, ya que lo que comentarían<br />

serían solamente estrategias para tratar de salvar a la maestra. Ya<br />

salían cuando de pronto la luz eléctrica volvió y todo regresó a la<br />

normalidad. Regresaron a la sala y se sentaron en sus respectivos<br />

lugares, el doctor se disculpó por el incidente y luego habló con<br />

encargados del mantenimiento de la unidad, lo cual hizo en voz alta,<br />

por lo que todos pudieron escuchar que preguntó cuál había sido la<br />

causa del apagón, a lo que le contestaron diciendo que lo ignoraban,<br />

pues sólo se apagó la luz y eso era todo lo que podían decir.<br />

El doctor continuó un poco nervioso, de vez en cuando le<br />

echaba un vistazo a las lámparas del techo, como presintiendo que<br />

en cualquier momento podría pasar lo mismo. Transcurrió una<br />

larga hora en la cual explicó lo más que pudo acerca de lo que<br />

estaba sucediendo. Los resultados de la investigación de la maestra<br />

373


y de la muchacha de servicio podrían ser los mismos: la muchacha<br />

también fue poseída por el mismo ser extraño que se apoderó del<br />

cuerpo de la maestra, por lo que pronto se llegó al acuerdo de que<br />

se retiraran para siempre de ese lugar maligno; que se pusieran<br />

fuera del alcance de cualquier persona, previniendo que podría<br />

pasar después algo grave a estas personas o por lo menos, quedar<br />

en un estado muy delicado.<br />

Ahora lo que seguía era dar con el brujo menor, o sea el hijo<br />

del que tiene el poder, y convencerlo o ayudarlo a retirar al espíritu<br />

del papá, que aún deambula en esa casona, y que todos estaban<br />

completamente seguros de que él también querría cooperar, para<br />

que así su alma pueda descansar en paz. Acordaron un plan y se<br />

despidieron nuevamente con abrazos, quedando de verse para la<br />

siguiente reunión.<br />

Marcos y su novia se fueron a comer: querían estar solos por<br />

unas horas, querían dedicar un momento a sus vidas, a sus planes<br />

para la boda y para su futuro. Llegaron a un restaurante modesto<br />

pero muy limpio; pidieron una mesa al fondo del salón, la cual<br />

estaba rodeada de un cómodo sillón pegado a la pared. Comieron<br />

sin ninguna prisa y después tuvieron una larga charla. <strong>La</strong>ura le<br />

pidió que ya dejara todo eso, que necesitaba más tiempo para ella,<br />

que convenciera a la maestra de vender la casona y comprar una<br />

cerca de la de Marcos, para así poder estar al pendiente de ellas<br />

o también, sugirió que podían vivir con ellos después de la boda,<br />

que por ella no había ningún problema y que además, Paquita le<br />

caía muy bien y estaba segura de que se llevarían de maravilla.<br />

Marcos escuchaba con atención, admirando cada vez<br />

más la bondad y la lealtad de su futura esposa. Cada vez estaba<br />

más convencido de que había tenido muy buena suerte al haber<br />

conocida a esa linda joven, que ya para en ese tiempo formaba<br />

parte de su vida, de su ser; ya no podía vivir sin ella, la necesitaba<br />

a diario en su vivir. Extendió sus fuertes brazos y sin dejarla de<br />

admirar y con el amor reflejado en sus ojos, la tomó del cuello con<br />

sus manos velludas, que parecían tenazas, la sujetó con el cuidado<br />

más suave que le fue posible pero firmemente, y la besó con una<br />

pasión desencadenada; la sangre cálida corrió por sus venas<br />

inmediatamente, como un rayo electrizante. El color de su piel<br />

374


cambió a más dorado, un color que se mira sólo con amor y que<br />

se contagia y se transmite el mismo sentimiento que se convierte<br />

en amor ciego. En este punto de la gran naturaleza, el cerebro no<br />

manda; aquí en este punto los órganos vitales se adormecen y dan<br />

luz verde al flujo sanguíneo, para hacer su trabajo y que es muy<br />

difícil de respetar señales imperativas del cerebro. Sólo el amor y<br />

el respeto pueden parar este bello sentimiento natural, que por<br />

compromisos, costumbres y obligaciones se tiene que esperar.<br />

El jadeo de cada uno de ellos, así como la fuerte respiración y<br />

la aceleración del corazón, se escuchaban en aquel silencioso<br />

rincón; ella, abrazada fuertemente, recostaba su cabeza en el<br />

pecho de él, quien con una mano rodeaba la cintura de ella y la<br />

otra entre sus piernas. Ella habló suavemente al oído de él, con la<br />

voz entrecortada, agitada y con profundos suspiros:<br />

—¡Yaa, yaa mi amor! Ah, te amo. Te amo.<br />

—Y yo a ti, mi amor.<br />

No se percataban de que la mesera se echaba un buen taco<br />

de ojo desde la barra de la cocina, y con los ojos bien abiertos<br />

no se perdió ningún momento de aquella pequeña entrega de<br />

amor. Cuando se dieron cuenta de que alguien los podría estar<br />

observando, miraron disimuladamente alrededor y descubrieron<br />

que la joven mesera acechaba con una mirada que los acusaba,<br />

pero esbozando una sonrisa les invitó a seguir con sus arrumacos;<br />

momentos después fue a ellos, les dio la cuenta y, sin dejar de<br />

masticar su chicle, les comentó que eran una pareja muy bien<br />

formada; los felicitó y les dijo que lo que pasó era muy natural en<br />

parejas enamoradas. Se dirigió a <strong>La</strong>ura y le dijo suavemente al oído:<br />

“Cuídalo mucho, de éstos hay muy pocos”. Ellos, nerviosamente se<br />

tomaron de la mano y se acomodaron en sus respectivos lugares.<br />

Después de pagar la cuenta se dirigieron a casa de <strong>La</strong>ura, donde<br />

pasaron varias horas platicando con sus futuros suegros.<br />

375


<strong>La</strong> grabación<br />

del fantasma<br />

Mientras, en otro lado de la ciudad Carlos recibió una llamada<br />

telefónica de su mamá, quien le dijo que fuera por ellas, que<br />

deseaban regresar a su casa y ahí se estarían unos días; la sirvienta<br />

se iría a su pueblo y Paquita había decidido pasarse unos días con<br />

<strong>La</strong>ura. Al llegar Carlos por las señoras, le pidieron ir primero a dejar<br />

a Paquita a casa de <strong>La</strong>ura, a quien le hablaron para avisarle que iban<br />

para allá. <strong>La</strong>ura aceptó muy contenta, luego comentó a sus padres<br />

y a Marcos y todos parecieron estar de acuerdo: esperarían a que<br />

Paquita llegara para charlar un poco y después retirarse a descansar.<br />

El ruido de una camioneta que se estacionaba alarmó a<br />

la familia de <strong>La</strong>ura, por lo que salieron a investigar de quién se<br />

trataba: eran los amigos de Marcos, a quienes invitaron a pasar<br />

a la sala; ellos aceptaron y después de que charlaron cerca de<br />

una hora, se despidieron. Durante ese tiempo Marcos y Carlos<br />

hablaron a solas: se pusieron de acuerdo en que se verían más<br />

tarde para ir a la casona y revisar las minicámaras que Marcos<br />

instaló en el cuarto de la maestra. Él y Carlos sabían que era<br />

contra su ética, pero más que nada esto era una investigación<br />

que esperaban fuera de mucha ayuda para todos.<br />

Así fue efectivamente: cuando los dos valientes amigos<br />

entraron a la casona no encendieron ninguna luz, se iluminaron<br />

con lámparas de mano. Primero echaron un vistazo a toda la casa,<br />

hasta la última habitación. Todo estaba en orden aparentemente.<br />

377


Se dirigieron a la habitación elegida y con su llave maestra Marcos<br />

abrió sin ningún problema; los recibió un olor horrible parecido al<br />

del cuarto de castigo. Se miraron en silencio, aceptando que era un<br />

olor ya conocido; Marcos automáticamente llevó su mano derecha<br />

al lado de su pistola y después de revisar toda la habitación, se<br />

dieron cuenta de que estaba completamente vacía. Una vez seguros<br />

de que estaban solos, dijo Marcos:<br />

—Mira Carlos, acerca aquella silla, tengo una cámara<br />

arriba de la lámpara; mientras, tú quitas la que está enfrente,<br />

pegada al marco de la puerta. <strong>La</strong>s plantillas para las huellas las<br />

tomó Marcos con mucho cuidado y las guardó en un portafolios<br />

especial, al tiempo que dijo: “Ahora mismo nos vamos a mi casa<br />

y ahí las revisamos”.<br />

Dejaron todo en orden después de conseguir el objetivo y se<br />

encaminaron a la salida, sin hacer ningún comentario, sólo miraban<br />

de lado a lado y todo parecía en perfecta normalidad, únicamente<br />

notaron que poco antes de salir se volvió a sentir un poco de aire<br />

helado que hizo que se acomodaran sus chamarras hasta el cuello.<br />

En ese mismo instante los controles de irrigación en el jardín se<br />

activaron, haciendo un escandaloso ruido que los hizo voltear;<br />

después los dos se miraron y sonrieron: sabían que cualquier ruido<br />

en esa casa podría ser un susto.<br />

Se dirigieron a casa de Marcos y se dispusieron a revisar el<br />

video de grabación de más de treinta horas, pero con la vía rápida<br />

sería excelente parar sólo cuando se captara alguna imagen. Se<br />

recorrió bastante tiempo la cinta, hasta que en el momento menos<br />

esperado apareció por fin una imagen. Marcos detuvo y con el<br />

control remoto regresó la cinta. Se podía mirar la imagen de la<br />

mamá de Carlos cuando recién entraron a la recámara; después la<br />

maestra, que parecía de mal humor. Unas rayas en la cinta fueron<br />

las causantes de que no se pudiera apreciar el rostro de la maestra.<br />

Aunque se intentó una y otra vez, las rayas jamás se pudieron<br />

borrar de la pantalla, esto quería decir que una onda muy poderosa<br />

interfirió en la captación de la imagen, por lo que no les fue posible<br />

ver con claridad el rostro de la maestra.<br />

Marcos, creyendo que tal vez era el aparato el que estaba<br />

fallando, lo cambió una y otra vez pero con los mismos resultados,<br />

por lo cual se resignaron a observar sólo lo que se podía ver.<br />

378


A la mamá de Carlos la miraban perfectamente; luego de unos<br />

instantes entraron al baño, se cambiaron de ropa y se alistaron<br />

para dormir; la imagen se quedó intacta, se escuchó la voz de<br />

ellas cuando se despidieron dándose las buenas noches; la cama<br />

de la mamá de Carlos estaba a dos metros de distancia de la de<br />

la maestra, y la cual no estaba enfocada por la cámara, pero se<br />

alcanzaba a ver una parte de ella; en cambio la de la maestra<br />

estaba enfocada cien por ciento en la mira.<br />

El tiempo pasó lento y nada raro sucedía; poco después<br />

de dos horas, cuando el cansancio los estaba venciendo,<br />

Marcos miró a su compañero de reojo y se dio cuenta de que<br />

estaba cabeceando, con los ojos casi pegados; los abría muy<br />

difícilmente. También Marcos se sentía cansado y decidió poner<br />

nuevamente en vía rápida a la cinta de grabación y momentos<br />

después paró inmediatamente: algo raro notó en la cama de la<br />

maestra. Regresó la cinta y alertó a su amigo.<br />

—¡Carlos! Fíjate bien a ver si ves lo que yo miré.<br />

Carlos, un poco sorprendido, simuló estar alerta y<br />

tallándose un poco los ojos, dijo: —A ver, a ver, regrésale de<br />

nuevo, no miré nada.<br />

En la cama de la maestra se empezaron a notar unas huellas<br />

sobre la gruesa colcha; Marcos las empezó a analizar con el cursor y<br />

las identificó rápidamente; aunque éstas no tenían identificación, sí<br />

hacían el espacio de la huella de una mano con dedos muy delgados<br />

y largos. <strong>La</strong>s llevó a comparar con las que había en la placa de goma<br />

y en unos vasos de uso desechable, en los que les sirvió de beber<br />

a la maestra y a doña Carmen, precisamente para identificarles<br />

sus huellas y eran idénticas; las únicas que no coincidían eran las<br />

huellas de una mano esquelética, conocida por el grosor y el espacio<br />

que había en cada hueso de los dedos. Carlos se sorprendió por lo<br />

que Marcos estaba analizando: era como un pequeño laboratorio<br />

para identificar huellas. Ya una vez que se dieron cuenta de que eran<br />

huellas que no podían identificar, siguieron observando el video,<br />

pero ahora más detenidamente: todo movimiento podría ser clave.<br />

Ya casi para terminarse el video se percataron de un detalle<br />

que por poco pasa desapercibido: el pelo de la maestra en fracción<br />

de segundos quedó completamente desarreglado. Marcos revisó<br />

ese trayecto de cinta y comprobó que fue un poco después de que<br />

379


se apreciaron las marcas en la gruesa colcha, para después ver el<br />

detalle de su pelo despeinado y cubriéndole nuevamente el rostro.<br />

El reloj de la grabación marcaba las cuatro de la madrugada.<br />

<strong>La</strong> imagen era aterradora; si se le ponía atención se notaría el<br />

pelo medio canoso, rizado, revuelto y cubriendo la mayor parte de<br />

su cara, como si escondiera su verdadera identidad.<br />

—¡Oh, Dios mío! No cabe duda, hermano: esto sí<br />

es una posesión y tenemos que sacar a ese ser extraño del<br />

cuerpo de la maestra.<br />

—Sí, así es, yo también opino lo mismo. Esto también me<br />

confirma lo que me comentó la abuelita de mi esposa, ya muy<br />

anciana pero con una mente totalmente sana: me habló de una<br />

posesión de un espíritu que cuida la casona desde hace muchos<br />

años y es uno de los jardineros que trabajaron para los primeros<br />

dueños. Según ella, por una maldición que cayó en la familia<br />

minera, ese espíritu ha seguido cuidando fielmente lo que su<br />

patrón le encomendó.<br />

De pronto, la imagen de la maestra se levantó rápidamente,<br />

como impulsada por un resorte y se dirigió a la puerta, abrió y salió.<br />

De ahí se perdió la señal casi por una hora y media; los dos amigos<br />

no podían creer lo que la grabación les mostraba. Regresaron una<br />

y otra vez la grabación y no podían explicarse el movimiento tan<br />

rápido que realizó la maestra. Se hicieron varias preguntas, pues<br />

querían saber ¿qué fue lo que hizo a la maestra transformarse y<br />

además salir de su habitación?, ¿a dónde se dirigió? Éstas y otras<br />

preguntas invadieron sus mentes.<br />

Marcos recorrió nuevamente la cinta y después de unos<br />

minutos de no aparecer nada nuevo más que la imagen de la<br />

recámara de la maestra, con las cabeceras de madera fina y las<br />

cobijas desarregladas. Después de unos minutos de ver la misma<br />

posición, se apareció nuevamente la imagen larguirucha de la<br />

maestra, caminando con pasos sumamente cansados, arrastrando<br />

los pies y con el rostro afligido, con evidentes muestras de<br />

cansancio. <strong>La</strong>s cámaras hicieron su trabajo: sincronizadas como<br />

estaba planeado, se apreció esta vez por un instante el rostro de<br />

la señora de frente y era totalmente diferente a la otra imagen<br />

captada horas antes. Se acostó con movimientos un poco lentos<br />

380


y se cubrió con la pesada colcha hasta la cabeza, quedándose<br />

totalmente dormida, sus ronquidos lo confirmaban.<br />

No pasó mucho tiempo de lo anterior cuando la mamá de<br />

Carlos se levantó al baño y al regresar fue a la cama de su amiga<br />

y con voz bajita le empezó a hablar para despertarla. Primero le<br />

preguntó si se sentía bien y después de que le contestara que sí, le<br />

preguntó que si necesitaba algo. <strong>La</strong> maestra se descubrió la cabeza<br />

y con un bostezo le dijo que no, pero doña Carmen pudo apreciar<br />

las bien marcadas ojeras que deja una mala noche y a pesar de ello<br />

la maestra siguió diciendo que estaba bien, que sólo sentía un ligero<br />

dolor de cabeza y un poco de sueño. Hizo unos ademanes, estiró<br />

sus brazos y se sentó sin fuerzas al bordo de la cama, a un lado de su<br />

amiga. Doña Carmen al instante se dio cuenta de que las cosas no<br />

estaban bien, y un poco preocupada, preguntó:<br />

—Amiga, ¿te sientes bien?, ¿qué ocurre?, ¿otra vez, verdad?<br />

—Sí, otra vez. Ya estoy cansada de todo esto.<br />

Ellas seguramente se referían a las veces que el ser extraño las<br />

visitaba y se apoderaba del cuerpo de su víctima, que por mucho<br />

tiempo según él, le pertenecía.<br />

Los asustados investigadores no daban crédito a lo que ya<br />

habían mirado y escuchado; deberían actuar de inmediato, ya<br />

sabían que esto estaba afectando demasiado el comportamiento<br />

de la maestra. Se miraron sorprendidos al mismo tiempo y con<br />

movimientos de cabeza asintieron estar de acuerdo. Rápidamente,<br />

después de que apagaron los aparatos, confrontaron las huellas<br />

obtenidas en las placas de goma que Marcos había colocado en<br />

varias partes de la habitación. Definitivamente se trataba de un ser<br />

esquelético, no había huella alguna, sólo marcas de los dedos largos<br />

y los huecos entre sí, tenía que ser el espacio que une un hueso a otro.<br />

—Carlos, hermano, tenemos que hacer algo pero ya.<br />

Ayúdame a descifrar este misterio; tenemos que hacer algo. Mira...<br />

Los dos amigos ideaban un nuevo plan que los ayudaría a<br />

revelar ese misterio de una vez por todas.<br />

381


Primer aviso de muerte<br />

En un lugar no muy distante de ahí, a esa misma hora don Chuy<br />

no podía conciliar el sueño. Había pasado una noche de amor que<br />

le había dejado el pecho abierto y el corazón henchido de amor.<br />

<strong>La</strong> emoción estaba aún viva y no podía dormir; sentía cansancio<br />

pero algo en su pecho le empezaba a molestar. Se sentía demasiado<br />

agitado, aunque no lo estaba. Ya habían pasado más de dos horas<br />

de que el romance había concluido y ahora deseaba descansar,<br />

sin éxito. Fue y apagó la media luz que existía siempre en la sala,<br />

creyendo que ésta le estaba molestando; cerró la puerta de su<br />

habitación y recorrió las pesadas cortinas de doble tela que cubrían<br />

los dos anchos ventanales, que lucían hermosos desde el piso hasta<br />

el techo. Los ventanales tenían vista al enorme patio, justamente<br />

enfrente de la alberca. Antes de cerrar la segunda ventana echó un<br />

vistazo al patio, que lucía deslumbrante: la luz de la madrugada,<br />

confundida con la de la luna, le daban un toque especial a todo lo<br />

ancho y largo del verde patio.<br />

El ambiente invitaba a salir, por lo que decidió dar un<br />

pequeño paseo. Recorrió una y otra vez cada lugar, recordando los<br />

momentos que ahí pasara con su linda esposa; las caricias y besos<br />

los podía recordar uno a uno. <strong>La</strong> alberca, que se había convertido<br />

en el lugar favorito para darse infinidad de citas nocturnas, donde<br />

daban rienda suelta al amor que los consumía. <strong>La</strong> enorme mesa<br />

redonda del patio, con ocho grandes y cómodas sillas, con su<br />

respectiva sombra. Recorrió también cada uno de los rosales que<br />

un día antes habían podado, junto con los truenos y los arbolillos<br />

383


frutales, la estatua que le regaló a ella el día de su primer aniversario<br />

de bodas. Se acercó a la estatua, la cual fue esculpida con un cuerpo<br />

perfecto y de tamaño natural, sin poder evitar acariciarla.<br />

También echó un vistazo, asegurándose de que no habían<br />

quedado hojas secas alrededor de cada uno de los árboles,<br />

detalle que fascinaba a su mujer y que cada día perfeccionaba,<br />

confirmando de esa manera la minuciosa limpieza con que<br />

conservaba su hermoso patio. Sonrió al evocar sus lindos<br />

recuerdos y suspiró profundo: amaba a su esposa. Permaneció<br />

ahí de pie, mirando a su alrededor por varios minutos; luego de<br />

sentirse un poco más relajado, regresó a su habitación.<br />

Ya una vez dentro se detuvo frente a la cama y por unos<br />

segundos contempló el rostro dulce de su joven esposa; quiso<br />

encontrar algún defecto en el lindo rostro, ahora relajado, y lo único<br />

que consiguió fue que le pareciera más hermosa. Con la mirada<br />

inundada de ternura dejó escapar una suave frase, acariciando a<br />

aquella linda mujer: “Te amo, mi amor; te amo”. Se acercó un poco<br />

más y con la yema de los dedos acarició parte de su tibio y suave<br />

rostro, iluminado por la confusión de la luz de la luna y el nuevo<br />

amanecer, y cubrió con la cobija parte de su semidesnudo y bien<br />

formado cuerpo. Instantes después sintió paz y tranquilidad.<br />

Regresó las cortinas a su lugar anterior y todo quedó en una<br />

total obscuridad. Caminó lentamente hacia su lugar en la cama y se<br />

detuvo frente al buró; a tientas buscó el vaso con agua y bebió hasta<br />

dejarlo vacío; se acostó y se quedó profundamente dormido.<br />

Casi a las once de la mañana su esposa le acariciaba y<br />

besaba la espalda, diciendo que ya era hora y que tenía que irse<br />

directamente al baño, que ella tenía bastante hambre y quería<br />

desayunar. Él, haciendo un gran esfuerzo abrió los ojos y la<br />

miró ahí, a un lado suyo; parpadeó varias veces, quería dejar en<br />

claro sus pensamientos, que ahora se confundían con un lindo<br />

sueño. Indeciso a aceptar la realidad, por el sueño que aún tenía,<br />

se limpió los ojos y la miró tan linda como siempre. Ahora se<br />

daba cuenta que no estaba soñando: aquella mujer de menos<br />

de cincuenta años lucía como de treinta; su cuerpo, su cara y su<br />

piel lo decían todo. Don Chuy la tomó en sus brazos y la recostó<br />

junto a él, le dijo cuánto la amaba y que sin ella no viviría.<br />

384


—Lo sé, mi amor, yo también te amo y no sabes cuánto, pero<br />

ahora dime: ¿por qué no podías dormir anoche?, ¿qué no quedamos<br />

desfallecidos los dos?<br />

Y ambos, con una mirada pícara sonrieron.<br />

—Sí, claro que sí, pero no sé qué pasó, se me fue el sueño y<br />

me levanté a dar un paseo por el patio.<br />

—¿Por el patio? Hubieras venido por mí, yo gustosa te<br />

hubiera acompañado. ¿Te acordaste de mí?<br />

—Claro, tú sabes que sí. Cada cosa me recuerda a ti, es por<br />

eso que fui al patio. Quise caminar acompañado de tus mejores<br />

recuerdos y los disfruté uno a uno, como si hubiera sido hoy; mi<br />

pecho se cargó de amor como hasta ahorita—. <strong>La</strong> abrazó, le dio un<br />

beso y continuó. —Después deambulé por la casa y finalmente vine<br />

a dar aquí, a nuestra habitación, donde tú lucías hermosa dormida.<br />

Ella quiso decir algo pero él le indicó silencio, poniendo<br />

el dedo índice en sus carnosos y frescos labios, y continuó: —Tu<br />

rostro emanaba ternura y amor; tu cuerpo, medio desnudo, me<br />

enseñó una vez más tu juventud y créeme que sentí un ligero aire<br />

de celos—. Rió un poco y medio nervioso continuó: —Te retraté<br />

en mi cerebro y aunque muera, te llevaré por los siglos de los siglos<br />

dentro de mí, mi amor. Ahora dime, tú, ¿qué tanto me amas?, ¿me<br />

seguirás amando después de la muerte?<br />

Ella, impulsada por la fuerza de su amor por aquel hombre<br />

maduro pero tierno, sin dejar de mirar sus ojos le juró amor eterno.<br />

Él la besó y después de acariciar su rostro le dio las gracias por ser<br />

su esposa. Le pidió que esperara en la cocina, que él se ducharía<br />

lo más rápido posible. Ella, tiernamente le tomó sus manos y las<br />

besó; mirándolo fijamente a sus ojos le dijo exactamente lo que él<br />

quería escuchar en esos precisos momentos, como si fuera la última<br />

vez: —Te amo, mi amor y te amaré siempre, pase lo que pase, y si<br />

se puede amar después de la muerte, lo haré con todo mi corazón.<br />

Un escalofrío recorrió ligeramente su cuerpo, erizando los<br />

vellos de sus brazos; al darse cuenta trató de alisarlos un poco,<br />

pasando la punta de los dedos de una mano a la otra. Fijó su<br />

recia mirada en sus ojos llenos de amor y se percató de que su<br />

rostro cambiaba de color en fracción de segundos, como si fuera<br />

magia; una magia de colores que cubría su semblante conforme<br />

385


hablaba y así como llegaban los colores, instantáneamente<br />

desaparecían dejando unas marcas rosadas en sus mejillas y el<br />

rojo carmesí en sus labios.<br />

—Quiero que estés convencido de que siempre estaré<br />

contigo—. Le dijo al oído bromeando y con la mirada coqueta.<br />

—Aunque mueras permaneceré en tu galería de fotos que<br />

tienes en el cerebro.<br />

Unieron sus manos y llevándolas a sus pechos sonrieron.<br />

Rieron nuevamente y mirándose fijamente se dieron un<br />

apasionado beso. Ella tuvo que tomar la iniciativa: —Rápido,<br />

mi amor, métete al baño mientras que yo empiezo a preparar el<br />

desayuno. Hoy le di el día libre a Maty, quería ir a ver a su mamá;<br />

la pobre ya tenía bastante tiempo sin verla, por no haber podido<br />

ir a ese pueblito que tanto te gustó.<br />

—Sí, sí recuerdo, pues manos a la obra. Espérame, yo quiero<br />

ayudarte a preparar el café—. Caminando hacia la cocina, ella<br />

contestó: —Está bien, pero apúrate, mi amor.<br />

<strong>La</strong> pareja de enamorados, a pesar de sus edades, mantenían<br />

una especial relación; sentían que morirían si llegase a faltar uno al<br />

otro. Los minutos pasaron y la joven mujer esperaba impaciente;<br />

ya había pasado el tiempo suficiente para que su esposo hubiera<br />

terminado de arreglarse, por lo que decidió esperar un poco más, sin<br />

irlo a presionar nuevamente; sabía que le molestaría la insistencia.<br />

Pero lo que ella ignoraba era que don Chuy, al estar en el<br />

baño sintió un extraño mareo y poco después un fuerte dolor de<br />

cabeza que lo hizo sentarse como un niño bajo la regadera. Quería<br />

recuperarse para gritarle a su esposa que fuera en su auxilio, pero<br />

no podía emitir ningún sonido ni hacer ningún movimiento más<br />

que presionarse la cabeza con sus manos. Todo fue tan rápido que<br />

no supo qué hacer. Pasaron largos cinco minutos y él permanecía<br />

aún sentado. El dolor fue disminuyendo progresivamente hasta que<br />

desapareció por completo. Se incorporó, tomó aire una y otra vez y<br />

miró a su alrededor para comprobar que su vista estaba bien. Notó<br />

que miraba un poco borroso, por lo que con sus manos se talló<br />

los ojos y volvió a mirar las mismas cosas que antes había visto y<br />

las miró mejor; se masajeó el pecho, que lo sentía como la noche<br />

anterior, quedándole un débil pero constante dolor que le molestaba<br />

386


cuando trataba de respirar hondo. Se preocupó, sabía que su esposa<br />

llegaría en cualquier momento y lo que más deseaba era que ella no<br />

se diera cuenta de lo que le estaba sucediendo.<br />

Se bañó rápidamente, salió y se vistió como si fuera a salir;<br />

en eso escuchó la voz de su esposa, que ya se había desesperado<br />

y con un grito lo llamaba. Se apresuró y un poco preocupado<br />

se dirigió a la cocina, donde ansiosa lo esperaba su mujer, con<br />

evidente molestia en el rostro.<br />

—¿Pero por qué te tardaste tanto, mi amor? ¿Te regresaste a<br />

dormir otro rato más?<br />

—No, no, ¿cómo crees? Lo que pasó es que... Bueno, es que<br />

me quedé muy a gusto bajo la regadera, eso es todo. Pero ya estoy<br />

aquí y quiero ayudarte.<br />

Ella en silencio aceptó. Él se acercó, la abrazó y le dio un<br />

tierno beso en la mejilla. El silencio reinó por unos minutos, sólo se<br />

escuchó el ruido de los trastes que estaban utilizando para preparar<br />

el desayuno. Don Chuy aprovechó el momento para organizar sus<br />

ideas y buscar cómo decirle a su esposa del mareo que prácticamente<br />

lo derrumbó, sin tener que preocuparla. Cuando de rato habló su<br />

esposa, don Chuy la miró para verificar si ya se le había pasado el<br />

pequeño disgusto; se sentaron uno frente al otro y comenzaron a<br />

comer, sin dejar de charlar. A ella se le había hecho un poco rara la<br />

actitud de él y con voz suave pero firme, preguntó:<br />

—¿Te sientes bien, mi amor? Te noto preocupado—. <strong>La</strong> bella<br />

mujer conocía muy bien a su marido y quería saber si existía algún<br />

problema que estuviera obstruyendo su vida amorosa. Don Chuy<br />

contestó: —No, no mi amor, no pasa nada. Lo que sucede es que<br />

hice tres llamadas al estacionamiento y como nadie contestó, eso<br />

me preocupó un poco.<br />

Mintió. Tuvo que hacerlo, no podía decirle a su esposa que<br />

aún se sentía mal. Ella, no muy convencida, aceptó: —¿Y qué<br />

piensas hacer? ¿Quieres ir a ver qué ocurre?<br />

—Sí, sí —contestó un poco nervioso–. Quiero ir a dar una<br />

vuelta. Me regreso lo más pronto posible y sirve que de pasada<br />

compro algunas cosas que hacen falta. Rápidamente cambió el<br />

tema: —Ya falta poco para la boda de Marcos y no hemos comprado<br />

la ropa ni los regalos, ¿cuándo podemos ir, mi amor?<br />

387


El semblante de ella cambió de inmediato y olvidándose de<br />

lo demás, fijó una fecha e hizo varios comentarios sobre cuál sería<br />

el regalo adecuado para los futuros esposos. Don Chuy se sintió<br />

satisfecho de haber desviado un poco la atención de su amada.<br />

Aceptó la fecha, aunque él seguía metido en sus pensamientos.<br />

En poco más de dos horas después ya estaba en camino al<br />

doctor, aunque no se decidía a cuál de los que conocía sería más<br />

conveniente acudir. Desesperado miraba a los dos lados de su<br />

camino, para ver si por casualidad encontraba un consultorio y<br />

no se equivocó: a los pocos minutos de buscar leyó en un anuncio:<br />

“Análisis clínicos”, y se estacionó inmediatamente; acomodó sus<br />

cosas en el carro, por si se tardaba. Tuvo suerte, pues al llegar<br />

no había nadie esperando consulta; la recepcionista del local le<br />

preguntó si tenía cita, recibiendo respuesta negativa.<br />

Después de llenar un formulario le pidió esperar en uno<br />

de los consultorios privados. Don Chuy, nervioso, tomó asiento y<br />

empezó a reconocer que estaba enfermo y que tenía que ser sincero<br />

al decir todo lo que él notaba de raro en su salud. Lo interrumpieron<br />

unos suaves toquidos en la puerta e instantes después la puerta se<br />

abrió lentamente, para dejar ver a una joven y hermosa muchacha,<br />

vestida con bata <strong>blanca</strong>. “Seguramente es la doctora”, pensó. Ella se<br />

presentó inmediatamente, esbozando una agradable sonrisa, y con<br />

la mirada fija en sus ojos, como tratando de averiguar en su mirada<br />

el mal que acosaba a su paciente. Don Chuy, amable como siempre,<br />

se levantó de su asiento y saludó a la joven doctora.<br />

—Soy la doctora Lucy Maldonado, ¿cómo está, señor?<br />

—Mucho gusto, doctora, yo soy Jesús Arriaga.<br />

—¿Cómo se siente el día de hoy don, Jesús?<br />

—Sabe usted que anoche no pude dormir durante unas<br />

cuantas horas, y esta mañana, mientras me bañaba me dio un fuerte<br />

y horrible dolor de cabeza que prácticamente me tumbó dentro del<br />

baño; después de casi diez minutos de soportar el dolor intenso, el<br />

que en escala del uno al diez yo calificaría con diez, no pude hacer<br />

ningún movimiento más que el de presionarme la cabeza con mis<br />

dos manos, hasta que desapareció; sólo me quedó un dolor en el<br />

pecho, que está ahí desde que el dolor de cabeza desapareció y lo<br />

siento con más intensidad si trato de respirar hondo.<br />

388


<strong>La</strong> doctora escuchó en silencio el testimonio de don Chuy,<br />

parecía no haberle interesado ni mucho menos causarle algún<br />

asombro. Don Chuy quiso agregar algo más, para ver si así la doctora<br />

le respondía algo que él deseaba escuchar, y antes de completar una<br />

palabra, la doctora le pidió silencio: le examinó el pulso tocándole<br />

la canilla y suavemente y sin prisas acomodó el estetoscopio en su<br />

velludo pecho, y sin poderlo evitar, don Chuy se estremeció cuando<br />

sintió el frío aparato metálico. Luego de colocarlo en diferentes<br />

partes del pecho y de la espalda, con movimientos suaves retiró el<br />

estetoscopio de sus oídos y al fin habló:<br />

—Don Jesús, voy a mandar que le hagan unos estudios aquí<br />

mismo; no se alarme, no es nada grave, pero sin los estudios... —con<br />

la explicación, la doctora contestó las preguntas que posiblemente<br />

él le iba a hacer y una a una, como si le hubiera adivinado el<br />

pensamiento, fue aclarando las posibles dudas, y prosiguió: —Sin<br />

los estudios no puedo decirle ni pronosticar nada. No tardarán<br />

mucho en tenerlos listos, es cuestión de que espere un par de horas,<br />

y si no quiere esperar, puede regresar mañana; solicite por favor una<br />

cita. A las diez ya los tendré en mi poder, los reviso y le informo de<br />

los resultados, ¿estamos?<br />

No le quedó otra opción: don Chuy aceptó y se retiró,<br />

quedando de regresar al día siguiente, como la joven doctora sugirió.<br />

Al salir, la doctora lo siguió con la mirada llena de preguntas;<br />

un poco antes de abandonar el consultorio, don Chuy volteó para<br />

despedirse y la doctora le correspondió con una sonrisa, borrando<br />

de esa manera cualquier idea o pensamiento negativo acerca de<br />

su salud. Así don Chuy se dio cuenta que no había muestras de<br />

preocupación en el semblante de la joven doctora. Cerró la puerta<br />

lentamente, se dirigió a la recepcionista y le entregó la hoja en la que<br />

solicitaba los mencionados estudios.<br />

Al salir del consultorio el fornido y alto señorón,<br />

acomodándose su saco de pana amarilla y poniéndose sus lentes<br />

obscuros en la mejor posición, caminaba con pasos decididos<br />

hacia su carro, con la mente más tranquila y despejada de tantos<br />

pensamientos que horas antes lo atormentaban. Subió y arrancó<br />

bruscamente, ganando espacio al carro que se aproximaba detrás de<br />

él y luego de tener una distancia considerable, estabilizó la velocidad<br />

389


para después dirigirse sin prisa hacia el estacionamiento, con la<br />

única intención de dar un vistazo. Entró y uno de sus trabajadores<br />

corrió a encontrarlo y ayudarle a abrir la puerta de su carro.<br />

Una vez dentro de la pensión, les saludó como de costumbre;<br />

entró a su pequeña oficina y checó unos documentos; salió y<br />

miró que uno de los muchachos ya estaba lavando su carro, por<br />

lo que después de esperar a que lo terminara de limpiar, sin antes<br />

haber dado su consentimiento, el muchacho le dijo que lo hacía<br />

sólo porque él era un muy buen patrón y quería agradecerle. Al<br />

terminar, don Chuy le dio un billete al acomedido muchacho, y al<br />

ver que éste se rehusó a aceptarlo, don Chuy lo puso en la bolsa de<br />

su camisa y le dijo: “Tus hijos lo pueden necesitar; además, tú te lo<br />

ganaste con tu trabajo. Tómalo y muchas gracias”.<br />

Juanillo, como así le decía, era un muchacho muy humilde<br />

pero muy trabajador; nunca fue a la escuela y siempre se dedicó a<br />

trabajar para ayudar a sus padres, y ahora que ya se había casado,<br />

tenía que trabajar aún más y por las tardes, financiado por don<br />

Chuy iba a la escuela. Se había interesado por superarse y eso le<br />

dio gusto a don Chuy, quien le prometió ayudarlo para que pudiera<br />

seguir estudiando.<br />

Luego de charlar un poco con Juanillo, don Chuy regresó<br />

a su casa, en donde su esposa lo esperaba amorosamente para<br />

la comida. Don Chuy dejó su carro estacionado enfrente de su<br />

residencia, con intención de volver a salir. Entró y tranquilamente,<br />

sumido en sus pensamientos caminó por el pasillo del patio que<br />

lo conducía a la entrada principal de la casa. Mientras caminaba,<br />

su esposa lo miraba desde el ventanal polarizado de la cocina que<br />

daba al patio; por un momento don Chuy sintió la mirada de su<br />

esposa y trató inútilmente de apreciar su figura, puesto que el<br />

polarizado del vidrio del ventanal de la cocina era muy obscuro. Ya<br />

había intentado mirarla por la ventana, pero esto había ocurrido<br />

durante la noche, cuando la luz de los reflectores iluminaba<br />

claramente toda la espaciosa cocina. Siguió el ángulo que hacía la<br />

banqueta, dirigiéndose directamente a la entrada principal; esta<br />

vez su alma gemela lo miraba de lado, le pareció haberlo visto<br />

más gordo. Don Chuy era alto y fornido por naturaleza, y eso era<br />

su encanto, además de los tratos y atenciones a su esposa. Elsita,<br />

390


como así la llamaban casi todas sus amistades, corrió en seguida<br />

a abrir la puerta antes de que su marido lo hiciera; la sonrisa llena<br />

de amor no pudo esperar, el abrazo tierno y el beso ardiente se<br />

llevaron a cabo, confirmando que se extrañaban mutuamente.<br />

El verse nuevamente después de unas horas, les causaba una<br />

profunda sensación de que así fue la primera vez de su encuentro:<br />

inolvidable, tierno, feliz y sobre todo, lleno de confianza.<br />

—Hola, amor, ¿cómo te fue?<br />

—Muy bien, todo estaba en orden.<br />

Fijó su mirada y el recuerdo de haber estado en la clínica no<br />

se hizo esperar. Rápidamente su esposa lo condujo hacia la cocina,<br />

quería que mirara el rico caldo de res que le había preparado, ya que<br />

éste era su platillo favorito.<br />

—Mira mi amor, se ve muy rico, como a ti te gusta—. Elsita<br />

destapó la olla y efectivamente, el caldo se miraba muy apetecible,<br />

preparado con varias verduras, y en seguida comentó: —Nada más<br />

esperaremos unos minutos para que hierva un poco más y estará<br />

listo para servir.<br />

Don Chuy, rodeando con sus fuertes brazos a su amada,<br />

tomándola por atrás y besándole el cuello, sólo decía que se miraba<br />

muy bueno y que olía rico, pero que más le gustaba el olor de su<br />

mujer. <strong>La</strong>s caricias se fueron acelerando cada vez más, hasta que los<br />

dos se fundieron en un largo y apasionado beso, que culminó en los<br />

anchos placeres del amor. Una vez saciados sus instintos carnales,<br />

se acomodaron sus ropas en silencio, pero con una sonrisa feliz<br />

dibujada en sus rostros, y un sinfín de caricias y besos. Después<br />

de unos minutos de compartir un te quiero y te amo, se volvieron<br />

a abrazar y simulando escuchar una canción romántica, bailaron<br />

muy suavemente.<br />

Ella, apoyando su cabeza en el ancho pecho y sus brazos<br />

colgados de su cuello, mientras él, con sus brazos fuertes rodeando<br />

fácilmente su bien formada cintura, se pasaron varios minutos<br />

perdidos en aquel mar de amor infinito, hasta que el repentino<br />

silbido y traqueteo de la tapa de la olla al chocar con el mármol<br />

blanco recién pulido, los sacó de ese dulce y acalorado sueño. Elsa<br />

soltó bruscamente a su amado y corrió tan rápido como pudo hacia<br />

la cocina. Atrás de ella llegó don Chuy y sin palabras sólo rieron<br />

391


casi al mismo tiempo. No había pasado nada: la tapa de la olla,<br />

que había quedado mal colocada, al soltar su hervor el sabroso y<br />

nutriente caldo se derramó hacia el piso, haciendo un escándalo<br />

tremendo. Rieron por unos minutos y después se dispusieron a<br />

servir, pues la comida estaba lista y no lo pensaron dos veces para<br />

sentarse a comer.<br />

392


<strong>La</strong> tecnología<br />

cazafantasmas<br />

Mientras, en casa de Marcos se había preparado un nuevo y rápido<br />

plan para volver a explorar la mansión de los ricos mineros. Ya<br />

había más evidencias y querían comprobar una vez más el móvil<br />

de este asunto; su amigo Carlos estaba más que listo. Repasaron<br />

una y otra vez todas las acciones planeadas, hasta que todo quedó<br />

lo suficientemente claro de lo que harían. Salieron los dos amigos<br />

sumidos en sus pensamientos, decididos a hacer todo lo posible<br />

porque esta vez fuera la que por fin les ayudara a desenmascarar<br />

al o a los responsables de esos hechos. Pasarían primero a comer y<br />

después harían todo lo que se había planeado.<br />

<strong>La</strong>ura había invitado a la maestra y a la mamá de Carlos,<br />

con la intención de que la casa se quedara completamente<br />

sola, para que ellos pudieran actuar con facilidad y poder<br />

llevar a cabo todo lo que estaba planeado. Una hora más tarde,<br />

los dos hombres, más que decididos, entraban a la casona,<br />

cuidando de hacer todo con cautela. Se dirigieron al cuarto<br />

de castigo y abrieron la puerta con mucho cuidado; una vez<br />

adentro, Marcos empezó a armar un aparato que les ayudaría a<br />

amplificar sonidos; llevaban además, lámparas de alto voltaje y<br />

dos pequeñas mascarillas de oxígeno.<br />

Marcos miró a su amigo y con un ademán le indicó<br />

empezar el plan. El corazón de los dos hombres se aceleraba<br />

cada vez más; sabían que esta vez el plan no fallaría, que si<br />

todo salía bien, encontrarían datos certeros o evidencias claras<br />

393


para dar con el paradero de quien había causado mucho daño a<br />

todos los propietarios que habían vivido en esa gran mansión,<br />

que una vez perteneció a la familia de los ricos mineros.<br />

Una vez adentro de la habitación prohibida, los radares que<br />

los dos amigos instalaron empezaban a dar buenos resultados.<br />

Los monitores de alta resonancia detectaban las primeras ondas<br />

magnéticas e inmediatamente empezaron a dibujarse las gráficas<br />

de alta intensidad. Marcos indicaba con su índice algunas de<br />

mayor magnetismo, y procuraba establecer toda comunicación<br />

por medio de mímica, evitando así hacer algún ruido que<br />

pudiera distraer el trabajo de la potente máquina. Después de un<br />

rejuego de rayas y un sinfín de lucecillas que se encendían y se<br />

apagaban, se grabaron las primeras palabras que detectaron, los<br />

primeros sonidos imposibles de escuchar por el oído humano,<br />

algunas letras se borraban de inmediato, después de aparecer<br />

por unos segundos en la pantalla; era como si la máquina fallara<br />

o tal vez no alcanzaba a identificar el sonido.<br />

Marcos miró una vez más a su amigo, que aún estaba como<br />

al principio, sin poder entender cuál sería el exacto funcionamiento<br />

de esa extraña tecnología. Instantes después Marcos sacó de entre<br />

sus ropas una libretilla de apuntes en la que escribió algo y la<br />

mostró a su amigo, haciendo el menor ruido posible. Segundos<br />

después, en la pantalla se miraban unas pequeñas rayitas, con las<br />

cuales se empezaron a formar letras con las que se podía leer, en<br />

inglés, por supuesto: “Se está escribiendo con una pluma de punto<br />

fino sobre el papel plano y liso de un cuadernillo”; luego, su amigo<br />

volvió a escribir, esta vez para traducir lo escrito. Poco después, la<br />

máquina volvió a registrar lo mismo en su pantalla. Los dos amigos<br />

rieron de tan acertada tecnología; Marcos movió unas teclas de su<br />

computadora para intensificar la radiación ultrasónica.<br />

A continuación empezó el plan: los dos caminarían en<br />

la misma dirección, caminando casi sin pisar el piso; aun así se<br />

estaban registrando las palabras en inglés que decían: “steps”. Carlos<br />

miró a su amigo para leerle sólo con los labios y confirmar que<br />

entendía perfectamente; le dijo: “pasos”, a lo cual Marcos asintió,<br />

confirmando que estaban en el mismo canal. Después de varios<br />

minutos de trasladar al aparato por varias partes de la habitación,<br />

se volvieron a registrar nuevas palabras y éstas decían: “quejidos<br />

394


y murmullos de voz de un hombre de edad avanzada”. Marcos se<br />

llevó el dedo índice a su boca, indicando silencio; aguzó sus oídos<br />

y con la vista fijamente en el aparato, se dio cuenta que tenían<br />

visita, que ya no estaban solos. <strong>La</strong> máquina siguió registrando más<br />

palabras y decía que un hombre hablaba solo, acertadas palabras,<br />

conversación fluida; Marcos volvió a teclear y pidió distancia de<br />

objeto y proyección, e instantes después leyó la distancia y pudieron<br />

ver la silueta de un ser humano que usaba sombrero de ala ancha<br />

y extendida; inmediatamente Marcos lo relacionó con el hombre<br />

que le había leído su futuro y que le había regalado el libro negro, el<br />

cual ya habían quemado. Rápidamente le pidió la edad aproximada<br />

y la computadora sólo registró una palabra que significaba:<br />

“desconocida”. Según la distancia en donde se encontraba, no<br />

estaba dentro de la casona o tal vez ésta tenía un anexo, el cual<br />

ellos no conocían; Marcos recordó la puerta secreta y le encargó los<br />

aparatos a su amigo, diciendo con labios y señas que ahí esperara.<br />

Se encaminó lentamente a buscar la pared móvil y al llegar frente a<br />

ella, la empujó suavemente logrando que ésta se abriera, haciendo<br />

un misterioso ruido, diferente al de la vez anterior. Antes de entrar,<br />

Marcos volteó a ver a su amigo y por unos instantes pudo detectar<br />

el miedo que sentía: sus ojos lo delataban. Sonrió un poco y con<br />

otras señas de sus manos le pidió esperar.<br />

Caminó unos pasos, decidido a encontrarse con ese raro<br />

hombre; la distancia que había caminado ya era suficiente para dar<br />

con el malhechor, pero no había señas de que alguien estuviera ahí.<br />

Se decepcionó al ver que como era un lugar muy solitario, tal vez<br />

la máquina había registrado a algún vecino o a alguien que pasaba<br />

por la calle, ya que una de las paredes daba a lo que era la calle de la<br />

parte de atrás de la casona. Caminó de un lado a otro, tratando de<br />

encontrar rastros, pero fue en vano; la luz de su lámpara alumbraba<br />

suficientemente el área y alcanzaba a iluminar a gran distancia, pero<br />

en las partes donde no podía alumbrar, se miraban tan obscuras<br />

como boca de lobo.<br />

Poco a poco sus pensamientos se fueron calmando y su ritmo<br />

cardiaco volvía a la normalidad, ya podía respirar con más calma y<br />

los pasos que daba ya eran más certeros; casi revisó todas las partes<br />

más obscuras de la húmeda y maloliente habitación, sólo quedaba<br />

de explorar la escalera de cantera que daba al sótano; al menos<br />

395


eso pensaba Marcos. Se fijó que se había retirado cada vez más de<br />

donde estaba su amigo y en un momento dado quiso ir por él o<br />

gritarle para que fuera hasta donde él estaba y registrar los sonidos<br />

en esa habitación, pero no lo creyó tan importante, pues casi estaba<br />

seguro de encontrar a ese hombre ahí escondido, desnutrido y sin<br />

movimientos. Bajó unos cuantos escalones y se sintió una corriente<br />

de aire muy frío; levantó los hombros para cubrir su cuello del frío<br />

y siguió avanzando. Pudo ver los pasillos o túneles secretos que ahí<br />

había: unos de corta distancia, seguramente ya clausurados, pero<br />

había uno que se miraba tan estrecho, que la verdad le dio miedo<br />

explorar; caminó como veinte metros y luego se regresó; sentía que<br />

le jalaban los cabellos y apresuró el paso, sin voltear hacia atrás;<br />

cuando llegó a la parte que parecía una pequeña sala, en donde se<br />

podían conectar todos los túneles que existían, tomó un poco de<br />

aire y una extraña sensación lo hizo voltear a hacia donde había<br />

sentido que le jalaban los cabellos: el olor intenso a humedad y el<br />

fresco ambiente lo animaban.<br />

396


El pasado de Marcos<br />

Permaneció por unos instantes alumbrando centímetro a<br />

centímetro, pero no encontró nada anormal; una vez convencido<br />

de que la sensación de que le jalaban los cabellos había sido por sus<br />

nervios, se dio vuelta para regresar por su amigo y registrar sonidos<br />

en esa área, pero cuál fue su sorpresa que al dar vuelta casi se le<br />

sale el corazón; las piernas le fallaron cuando se encontró con la<br />

cara arrugada, ojerosa y pálida, con unos ojos tan grandes y muy<br />

abiertos: se trataba del mismo hombre que lo había invitado a<br />

saber su pasado, el que le había parecido un brujo de los tiempos<br />

pasados. Su nariz larga y curvada y los ojos casi a punto de salirse<br />

de sus cuencas lo desfallecieron; los temblores de todas sus fibras<br />

y músculos lo bambolearon por unos segundos y cuando pudo<br />

respirar un poco, fue a pausas; el corazón se le detuvo por una<br />

fracción de segundos, la lámpara que llevaba en su mano derecha<br />

casi estuvo a punto de soltársele. También sus ojos se abrieron<br />

desmesuradamente, tanto que de seguro pudo haber asustado a<br />

aquel extraño y cadavérico hombre.<br />

Instantes después Marcos dio señal de vida: quiso hablar<br />

pero no podía articular palabra ni movimiento en su lengua;<br />

parecía que se le había pegado en el paladar. El semblante, casi<br />

transparente, poco a poco fue tomando su color natural, la sangre<br />

empezó a fluir por sus venas, la impresión de haberse encontrado<br />

con ese cadáver andando había sido mortal. El primer movimiento<br />

que pudo hacer fue de su diestra, que iba tan lenta hacia su cintura,<br />

donde cargaba su pistola, pero no logró hacerla llegar a donde su<br />

397


cerebro le ordenó. Su primer pensamiento y movimiento habían<br />

fallado; luego, automatizado, se llevó la mano a su garganta y la<br />

apretó suavemente, masajeándola un poco. Por fin pudo articular<br />

unas palabras que más bien se escucharon como quejidos o sonidos<br />

de alguien que se estaba ahogando. El hombre con aspecto de brujo<br />

se dio cuenta de la situación de Marcos y él fue quien preguntó, con<br />

voz tan grave que parecía que no salía de su boca:<br />

—¿Qué haces aquí?, ¿se te perdió algo? Tienes que salir<br />

inmediatamente por donde entraste; este lugar le pertenece a<br />

mi abuelo y si se da cuenta de que ustedes andan rondando por<br />

este lugar, se molestará tanto que la única que puede sufrir las<br />

consecuencias es la señora.<br />

En ese instante Marcos tal vez no lo escuchaba: estaba en un<br />

shock difícil de salir; tenía los ojos tan abiertos como el indio, el<br />

sudor de su rostro le entraba a sus ojos y boca, no podía reaccionar;<br />

se le vinieron muchos recuerdos del pasado: se miró cuando era<br />

niño y se miró caminando en un lugar obscuro que parecía una<br />

bodega, en la cual había mazorcas de maíz. Su pelo era cortito,<br />

más bien a rapa; sus ojos eran grandes y pestañudos, que le hacían<br />

juego con sus pobladas cejas; hablaba, más bien gritaba. Hizo un<br />

esfuerzo para poder oír lo que él mismo gritaba; se miraba sus ropas<br />

mientras trataba de encontrar el sonido de su voz; leyó sus labios y<br />

decía “papá”, “papá”; parecía perdido. Se miró los ojos y parecían<br />

fijos, por lo que se preguntó si estaba ciego. Sus pantalones, de color<br />

azul, estaban un poco rabones y unos tirantes rayados los sostenían.<br />

Su camiseta <strong>blanca</strong>, también con rayas azules, parecía que tenía<br />

una manga rota. Se volvió a mirar su rostro y aun en la obscuridad<br />

podía distinguir muy bien sus facciones. Se dio cuenta de que tal<br />

vez estaba perdido y que buscaba a su papá; el movimiento de sus<br />

labios lo decía. También supo que lloraba amargamente: ¿qué había<br />

pasado?, ¿por qué se miraba él ahí?<br />

Empezó a caminar sobre las mazorcas de maíz, que varias<br />

veces lo hicieron caer; se levantaba y se dirigía a la misma dirección,<br />

sin dejar de gritarle a su papá; se contemplaba y sentía lástima<br />

por aquel chiquillo que era él mismo, pero inconscientemente<br />

se preguntaba, ¿cómo sabía que era él? Su corazón le dijo que el<br />

chiquillo que estaba mirando en esa penumbra era él mismo, y<br />

398


que se estaba mirando en su niñez. Un sentimiento muy raro<br />

pero a la vez confortable, le hizo entender que en su corazón había<br />

encontrado la paz, se había encontrado él mismo nuevamente,<br />

después de varios años. Entonces, y solamente entonces, se dio<br />

cuenta de que su mente había recobrado la fuerza y la potencia que<br />

había perdido en aquel terrible accidente. Ahora se daba cuenta de<br />

que el pasado se estaba revelando poco a poco, y creyó conveniente<br />

seguir viéndose en aquella terrible obscuridad, para darle luz a su<br />

subconsciente y poder llegar a donde quiso y que no había podido<br />

hacer en aquel tiempo.<br />

Regresó a mirarse y sí, ahí estaba aquel chiquillo de<br />

escasos nueve años tratando de caminar en la obscuridad, sobre<br />

mazorcas de maíz, avanzando siempre en la misma dirección.<br />

Poco a poco pudo reconocer el sonido del choque de sus pasos<br />

sobre el seco maíz en mazorca; al fin también pudo ver sus<br />

ensangrentados pies y lloró. De sus ojos brotaron unas grandes<br />

lágrimas y rápido se dio valor para seguir; debía seguir y ayudar<br />

a sacar de ese obscuro lugar a ese pequeño, que su corazón<br />

le dijo que era él mismo. Concentró toda la fuerza que le fue<br />

posible para volver a meterse en su mente, quería saber qué<br />

iba a pasar con aquel chiquillo que aún lloraba tristemente. Un<br />

fuerte dolor de cabeza lo estaba debilitando progresivamente<br />

pero el interés que tenía por ayudar a aquel chiquillo fue mucho<br />

más fuerte, y cerrando firmemente sus ojos, fijó su mente en<br />

aquella imagen que se quedó registrada en su memoria y en<br />

unos instantes volvió a mirarse. Miró para todos los lados de la<br />

obscura bodega, y con una fuerza sobrenatural trató de empujar<br />

al pequeño, que aún seguía llorando tristemente. De pronto,<br />

el chamaco dejó de llorar y con un valor desconocido empezó<br />

a caminar cada vez más rápido sobre el maíz seco. Su mente<br />

estaba enfocada al propósito de salir de esa horrible obscuridad;<br />

de esa manera ayudó a salir del atolladero a aquel muchacho,<br />

guiado únicamente por el amor a su padre, que no le importaba<br />

lastimar sus pies por tal de saber dónde se encontraba su papá.<br />

Minutos después se escuchó un grito aterrador, muy<br />

fuerte, que lo sacó de su inconciencia y a la vez hizo que el<br />

indio—brujo descuidadamente perdiera el control y cayera<br />

399


pesadamente al suelo, sin poder agarrar baranda. El fuerte golpe<br />

se escuchó mortal; los quejidos de éste así lo confirmaban. El<br />

grito fue registrado en su computadora, en la cual se encendió<br />

una luz roja. Carlos también lo escuchó y de inmediato se<br />

dio cuenta de que Marcos necesitaba ayuda; después de unos<br />

segundos se empezaron a registrar unas figuras humanas,<br />

parecía que una estaba en el suelo encorvado y la otra de pie,<br />

con las manos en la cabeza. No le importó. No supo cómo se<br />

quitó todo el cablerío que traía en sus hombros junto al aparato<br />

y corrió aluzándose con la potente lámpara.<br />

Corría como loco dentro del cuarto donde estaba la puerta<br />

secreta y desesperadamente le gritaba a Marcos; al ver que no<br />

podía encontrar a su amigo, se ponía más nervioso y no sabía a<br />

dónde dirigirse. Miró las escaleras que llevaban al sótano y corrió<br />

rápidamente hacia abajo, sin importarle caer. A escasos metros<br />

miró a Marcos de pie, medio curvado, con sus manos en el rostro;<br />

la lámpara que él traía estaba tirada en el piso; en seguida se percató<br />

de que había un hombre de rodillas, tratando de levantarse y sin<br />

pensarlo dos veces, corrió hacia él y sin más le propinó un patadón<br />

en el estómago que lo dejó inmóvil por un buen rato. Luego corrió<br />

a auxiliar a su amigo, pensaba que el sujeto al que pateó había<br />

sorprendido a Marcos y con la intensidad de su grito posiblemente<br />

le había sacado un ojo o tal vez le había tumbado los dientes; se<br />

imaginó lo peor. Se acomodó su lámpara entre la axila y hablando<br />

fuertemente por la excitación, pedía desesperadamente que le<br />

explicara qué había ocurrido, que si estaba herido, que le diera<br />

oportunidad de verle el rostro y poder ayudarlo.<br />

Marcos escuchaba todo lo que su amigo decía pero su cerebro<br />

estaba trabajando para salir del shock; pensaba que tal vez ahí había<br />

permanecido por mucho tiempo y no le era fácil contestar o salir de<br />

ese trance. Carlos, más desesperado, lo tomó de las muñecas y trató<br />

de descubrirle el rostro para ver si estaba herido y tratar de ver qué<br />

tan grave era la situación, en caso de una herida. Los ojos incrédulos<br />

de Carlos no alcanzaban a comprender lo que acababan de ver: se<br />

quedó con la boca abierta, sin palabras; sólo se escuchaba su agitada<br />

respiración. Marcos lloraba y sus ojos negros, negros y pestañosos,<br />

habían recobrado un brillo muy especial; su amigo se dio cuenta de<br />

400


que algo muy raro había sucedido: un hombre tirado en el piso, un<br />

grito aterrador de Marcos y ahora, le descubre su rostro y resulta<br />

que su amigo, fuerte e inconmovible, está llorando.<br />

Así permaneció por varios minutos; las lágrimas de<br />

aquel fuerte hombre lo hacían más noble que la inocencia de<br />

un niño de escasos seis años. Sintió que la fuerza de Marcos<br />

por mantenerse en la misma posición disminuyó, y como el<br />

alma de dos gemelos, se abrazaron fuertemente. Carlos había<br />

sentido que su amigo necesitaba más de él en ese instante<br />

que en ningún otro. El fuerte abrazo que se dieron fue muy<br />

significativo para los dos, fue como si se hubieran dado<br />

cuenta de que el magnetismo vibracional de un abrazo, de un<br />

verdadero abrazo, cura todas las heridas físicas y morales que<br />

se anidan en cuerpo y alma. Marcos, un hombre de muy buena<br />

condición física, un hombre de una gran fuerza de voluntad y<br />

concentración, un hombre íntegro, firme en todos los aspectos,<br />

ahora estaba en brazos de su amigo Carlos, depositando todo<br />

su potencial mental en aquel hombre que se había convertido<br />

ahora en su protector. Se sentía como un niño regañado y que<br />

ahora buscaba consuelo en su agresor.<br />

Carlos comprendió que algo tuvo que haber pasado en la<br />

personalidad fuerte de su amigo. Esperó pacientemente a que<br />

Marcos se diera su tiempo para poder hablar y explicarle qué fue lo<br />

que pasó, pero parecía que las lágrimas brotaban cada vez más, una<br />

tras otra, por lo que no se atrevió ni siquiera a soltar a su gran amigo<br />

de aquel mágico abrazo.<br />

En esos momentos se escuchó un quejido de dolor por<br />

parte del brujo, que se sentía aún sin aire y con movimientos de<br />

cabeza trataba inútilmente de recuperar el aire que sus pulmones<br />

necesitaban. Se incorporó un poco sobre sus rodillas, como si<br />

quisiera levantarse en pequeños intervalos de tiempo. Carlos lo<br />

miró y al instante en que le iba a propinar una segunda patada,<br />

los movimientos de su amigo lo atrajeron y al fin pudo hablar:<br />

con titubeos y con palabras entrecortadas, pidió caminar un<br />

poco y buscar un lugar en donde se pudiera sentar a descansar y<br />

tranquilamente tomar un poco de aire. Dieron unos pasos lentos<br />

alrededor de la obscura y fresca habitación. Al sentirse un poco<br />

401


mejor, Marcos dijo que ahí estaba bien, y con voz agitada preguntó<br />

por el indio, como así lo llamaba. Su amigo trató de calmarlo y le<br />

dijo que debería tratar de controlarse.<br />

El indio por el cual preguntaba, por lo menos le aseguraba<br />

que no podría levantarse por sí solo. Caminaron unos pasos y<br />

ahí a un lado de ellos estaba la escalera; Marcos se sentó en el<br />

segundo escalón y respiró muy hondo, con la cara hacia arriba;<br />

acomodó sus pensamientos e ideas y empezó a contar a su amigo<br />

lo que había ocurrido.<br />

—El día que perdí a mi familia en el accidente, ese día<br />

también perdí parte de mi memoria. Pasaron varios meses, luego<br />

años y mi memoria seguía muerta parcialmente. Hoy —hizo una<br />

pausa mirando fijamente a su amigo y sin hacer ningún gesto en su<br />

rostro, empapado de sudor, dijo lo que Carlos había imaginado—<br />

creo que la he recuperado.<br />

Carlos sintió una fuerte sensación de felicidad interna; no dijo<br />

nada, sólo se limitó a seguir escuchando a su amigo. Inmediatamente<br />

Marcos se dio cuenta de la emoción que su amigo sintió y descargó<br />

toda su confianza al contarle lo que él había presenciado cuando era<br />

un niño. <strong>La</strong> narración fue la siguiente:<br />

Casi todos los días acompañaba a su papá al rancho donde<br />

tenía sus tierras y sus animales. Los cuidaba a diario y en temporadas<br />

trabajaba sus tierras, aunque para esto tenía gente que trabajaba<br />

para él para en esos menesteres. Después de varios meses de trabajo,<br />

recogían la cosecha —maíz, sorgo y frijol— y la guardaban en una<br />

bodega muy grande, para después venderla a un precio justo.<br />

En otras bodegas más chicas guardaba el rastrojo y pastura<br />

para alimentar a los animales en tiempo de secas. Tenía pequeñas<br />

cosechas de verduras, que por lo regular eran sólo porque a su<br />

papá le encantaban las plantas. De las verduras había veces que<br />

ya tenía sus compradores, que eran pequeños comerciantes que<br />

aprovechando los precios bajos que él les daba, hacían crecer sus<br />

ventas y sus pequeños negocios prosperaban. Lo frecuentaban<br />

muy seguido, para asegurar que les vendiera a ellos la cosecha<br />

de verduras y otros productos que eran consumidos a diario por<br />

las familias duranguenses.<br />

402


Marcos continuó su narración: —Un día como cualquier<br />

otro, estaba mi papá muy inquieto; yo lo seguía para todas partes<br />

que él caminaba. Me encantaba estar a su lado, todo lo que hacía<br />

me interesaba. Siempre tenía algo nuevo para mí. Muchas veces<br />

me dijo que quería que yo fuera como él, que al debido tiempo me<br />

enseñaría el secreto; habló de un secreto que mucho tiempo después<br />

comprendí perfectamente, creo que ese fue su mejor regalo para mí.<br />

Pero ese día no me soportaba, ya me había dicho dos o tres veces que<br />

me fuera de ahí, que me fuera a jugar con mi perrito, que él quería<br />

estar solo; yo inmediatamente le pregunté qué era lo que le ocurría.<br />

—Era tan raro ver así a mi papá que me preocupó demasiado.<br />

Momentos después vi cómo recorría la cortina de uno de los cuartos<br />

en donde descansábamos; ahí había comida, agua y sodas. Yo no<br />

hice caso y disimuladamente me puse a jugar con mi perro. Cuando<br />

él se percató de que yo estaba distraído, sacó de un cajón una pistola<br />

y se la ajustó a su cinto; nuevamente miró por entre las cortinas<br />

y esta vez, con un manazo cerró la pequeña cortina, se acercó a<br />

mí y me dijo con una voz media ronca: “Hijo mío”. Me tomó de<br />

los hombres y mirándome fijamente me dijo: “Te quiero mucho”, y<br />

sonriendo agregó: “No te salgas de aquí pase lo que pase; quédate<br />

aquí y no abras la puerta. Te quiero tanto que me duele dejarte solo”,<br />

y mirándome tristemente me dijo: “Si no regreso, quiero que te<br />

grabes esto que te voy a decir…<br />

—Y créeme que hasta hoy he estado entendiendo el gran<br />

poder de sus palabras. Me habló de un secreto. Luego dijo que<br />

tenía que esperar una a dos horas para regresar a casa, que tenía<br />

unos asuntos qué arreglar, y salió. Atrás de él se fue mi perro. A<br />

mí me dio muchísimo miedo, al grado que me quedé paralizado;<br />

sabía que algo andaba mal. De ahí de donde me encontraba<br />

sentado no me moví como por media hora, pensando mil cosas;<br />

sabía que algo raro estaba pasando y mi papá se estaba portando<br />

muy diferente a otras veces.<br />

—Era fin de semana y casi siempre nos quedábamos<br />

a dormir uno o dos días y regularmente en estas ocasiones<br />

preparábamos los asadores poquito antes de anochecer para<br />

asar carne y sus trabajadores se reunían a celebrar y después de<br />

una buena cena y de recibir la paga de la semana, se retiraban<br />

403


contentos a sus casas. Yo creo que mi madre pensó que<br />

regresaríamos hasta el domingo por la tarde.<br />

Marcos respiró muy hondo y con sus manos en su cabeza se<br />

inclinó hasta al nivel de sus rodillas y luego se enderezó lentamente.<br />

Su amigo Carlos no decía nada, estaba muy atento a todos sus<br />

movimientos. Esta vez su amigo Marcos empezó a llorar en silencio.<br />

En menos de un minuto siguió con su confesión.<br />

—Recuerdo muy bien a mi madre; ahora ya no sé si me está<br />

dando tristeza al saber lo que pasó o si estoy sintiendo felicidad<br />

porque estoy recordando a mis viejos.<br />

Un fuerte sollozo salió de sus adentros y una fuente de<br />

lágrimas lo invadía. Levantaba su rostro mirando el techo y después<br />

hacia abajo, pero no dejaba de lagrimear. Su voz a veces se cortaba,<br />

esperaba un poco y después de algunos suspiros continuaba con<br />

su relato, que ahora con más confianza lo confesaba, ya que había<br />

recuperado su memoria casi en un 100%.<br />

—Yo era tan inocente, no tenía ninguna malicia pero mi<br />

instinto me estaba indicando que mi papá se encontraba en apuros.<br />

Salí del cuarto de descanso y recorrí con mi mirada todos los lugares<br />

en que posiblemente se encontrara mi papá. No perdí más tiempo:<br />

corrí a la primera bodega y empecé a gritarle a él y a mi perro, una<br />

y otra vez, cada vez más desesperado, porque no obtenía respuesta.<br />

El zumbido del aire que chocaba furioso contra las láminas me<br />

asustaba y me ponía los pelos de punta. Después de recorrer la gran<br />

bodega de un lado para otro, tratando de encontrar a mi papá, por<br />

mi loca y desesperada carrera parte de mi ropa se fue desgarrando<br />

al rozar con el rastrojo seco apilado en varias filas; mis brazos y<br />

rodillas empezaban a sangrar. En esos momentos ya no sabía si el<br />

miedo que yo sentía era de perder a mi papá o de quedarme por<br />

ahí atorado entre el filoso forraje y alambres que lo sostenían.<br />

Jamás me había atrevido a caminar solo por esos corredores<br />

tan peligrosos. Durante varios minutos corrí por casi toda la<br />

bodega y fue inútil, por lo que mi carrera fue disminuyendo. El<br />

cansancio fue haciendo que mi cuerpo y resistencia decayeran<br />

poco a poco. <strong>La</strong>s fuertes caídas y los golpes con las cañas secas<br />

y filosas ayudaron a que mi indefenso cuerpo se hiciera inmune<br />

al dolor en esos instantes; solamente el cansancio y lo agitado<br />

404


no los podía superar. Troteando salí de esa bodega y me dirigí<br />

a la siguiente; no escuchaba ningún ruido de nada, no había<br />

ninguna señal que me diera pistas para dar con mi papá.<br />

—Con mucha fuerza de voluntad y decidido a todo, abrí<br />

el pesado portón y el rechinido de éste me erizó los cabellos; ya<br />

estaba obscuro, muy obscuro. <strong>La</strong> luz del sol ya casi se terminaba y<br />

los pocos accesos que había ya no los alcanzaba a iluminar. Miré<br />

fijamente hacia el fondo, más bien, hasta donde mi vista podía<br />

distinguir, y me pareció haber visto una sombra que sigilosamente<br />

se movió cuando rápida y bruscamente abrí el pesado portón de<br />

lámina. Me preocupé al mirar correr a alguien entre la obscuridad.<br />

Un bulto tirado en el suelo se interpuso en mi camino y me hizo<br />

caer bruscamente; como pude me incorporé y busqué con mi tacto<br />

lo que me había hecho tropezar; casi me desmayo al tocar el peludo<br />

cuerpecito de mi perrito, que estaba bañado en sangre. Me invadió<br />

el miedo y grité muy fuerte, buscando a mi papá una y otra vez.<br />

Luego caminé hacia donde miré la silueta y con voz entrecortada<br />

por el miedo y la preocupación, que ahora se mezclaban fácilmente<br />

para confundirme de mis miedos. Ya las cosas no estaban nada de<br />

bien. Alguien había asesinado a mi perro y de seguro a mi papá le<br />

había pasado algo, y eso me entumeció por completo.<br />

—Caminé como sonámbulo entre las secas mazorcas que<br />

lastimaban severamente mis pies, ahora ya descalzos. En una de las<br />

caídas había perdido los zapatos y ahora, en ese preciso momento<br />

me estaba dando cuenta. Seguí sin parar, sentía que mi padre me<br />

necesitaba más que nunca. Y yo a él. No supe qué tanto tiempo<br />

pasó, pero de lo que sí estoy seguro es de que ya no podía mirar<br />

más allá de un metro, y cada vez fue menos, hasta que quedé en<br />

las tinieblas de la obscura bodega; seguramente afuera se miraba<br />

mejor, pero yo tenía que encontrar a mi papá. Con las manos<br />

extendidas y moviéndolas de un lado para otro fui caminando<br />

hacia adelante, siempre hacia adelante. Mis gritos ya estaban<br />

acompañados con lágrimas, lágrimas que no podía parar. Mientras<br />

caminaba difícilmente por encima de la cosecha de maíz en<br />

mazorca, destrozándome cada vez más mis pies, escuché el rugido<br />

de una camioneta que se alejó a toda velocidad, golpeando varias<br />

cosas en su huida. Al poco rato, el trote de dos o tres hombres se<br />

405


dejó escuchar por unos instantes y después, una segunda huida<br />

en camioneta, con las mismas características. Grité como loco<br />

llamando a mi papá. Mi garganta esta vez ya estaba lastimada<br />

por el gran esfuerzo de mis gritos. Me di media vuelta y sin<br />

pensarlo más tuve que retroceder; tenía que volver a caminar<br />

por encima de las filosas mazorcas.<br />

—<strong>La</strong> intempestiva huida de esos extraños me hizo pensar<br />

que mi papá no se encontraba en donde yo lo estaba buscando.<br />

Lo que había caminado hacia adentro de la bodega había sido<br />

bastante y al tocar una de sus paredes me di cuenta de que estaba<br />

caminando en sentido lateral, por lo que pensé en tomar un atajo<br />

para salir lo más pronto posible y encontrar a mi papá. Corriendo,<br />

cayéndome, llorando y gritando, sin importarme una vez más mi<br />

lastimado cuerpo, rápidamente encontré el pesado portón, que<br />

estaba entreabierto, como lo había dejado. Al salir de la obscuridad<br />

de aquella bodega, al sentir el suave y húmedo estiércol, mis...<br />

Marcos suspendió la confesión para limpiarse sus lágrimas,<br />

que con la luz de las poderosas lámparas de mano brillaban como<br />

hilos de oro en todo su rostro. Usó su pañuelo una y otra vez,<br />

limpiando su cara y nariz. Después de suspirar hondo, continuó.<br />

—Mis piernas se doblaron como gelatina. Llevé mis manos<br />

a mi rostro y caí pesadamente. Mis ojos estaban tan abiertos que<br />

sentía dolor alrededor de ellos. —Hizo nuevamente una breve pausa<br />

y sin dejar de llorar, siguió con su narración. —Ahí, ahí estaba un<br />

cuerpo inmóvil, tirado en el suelo. Yo no pude articular ni una sola<br />

palabra, sólo me arrastré hasta el cuerpo de aquel hombre, que cada<br />

vez más se parecía a la figura de mi padre: fornido y de muy buena<br />

estatura. Me invadió un terrible temor que me secó boca y garganta.<br />

Su ropa estaba irreconocible, no se podía apreciar color ninguno.<br />

En ese momento, con unas fuerzas sobrehumanas le pedí a Dios<br />

que no fuera mi padre. Quise hablar, quise gritar y no pude. <strong>La</strong>s<br />

fuerzas de todas las partes de mi cuerpo me estaban abandonando.<br />

Le gritaba a Dios que me ayudara. No se oía ningún sonido, pero<br />

yo sí podía oírme en mi interior. Con decisión más que fuerzas,<br />

una decisión que a mí mismo me sorprendió, me arrastré hasta<br />

que pude tocarlo. Estaba de espaldas y su ropa estaba empapada<br />

de un líquido tibio y pegajoso: sangre, por supuesto. Lo agarré<br />

406


fuertemente de su brazo y sin contemplaciones le di vuelta… Mi<br />

grito se escuchó en todo el rancho; grité tan fuerte que alcancé a<br />

oír cómo unas aves que anidaban por ahí cerca emprendieron su<br />

vuelo desaforadamente. Me incorporé un poco. Lo tomé de su ropa,<br />

lo recosté en mis rodillas y gritándole que no me dejara solo, que<br />

me dijera algo, que me dijera quiénes fueron los cobardes que lo<br />

atacaron tan brutalmente. Yo quería que hablara y me dijera algo.<br />

Que me diera una señal de vida.<br />

—Mi papá nunca me respondió; mi papá estaba muerto.<br />

Su cabeza suelta se bamboleaba para todas partes; sus brazos,<br />

piernas y todo el cuerpo, estaba suelto y pesado. Junté su rostro<br />

ensangrentado con el mío y lloré desconsoladamente. Solo, en<br />

aquel rancho, Dios y mi padre, que seguramente me estaba<br />

escuchando, me vieron llorar hasta que perdí el sentido. Al día<br />

siguiente por la madrugada me dieron auxilio, gracias a unos<br />

señores ya mayores que ayudaban a mi papá. Eran dos hermanos<br />

que tenían sus casitas cerca del rancho y por ser vecinos él se los<br />

confiaba; podían entrar y salir a trabajar a la hora que fuera. Ellos<br />

me auxiliaron y dieron parte a la policía. En una ambulancia se<br />

llevaron el cuerpo de mi padre; en ese momento llegó mi tío y<br />

se hizo cargo de mí; me llevó primeramente a una clínica, en la<br />

cual me dieron unos calmantes y ahí permanecí no sé cuanto<br />

tiempo; después me llevó a su casa.<br />

—En el camino me comentó lo de mi madre y volví a llorar,<br />

pero esta vez en silencio, sin poder hacer nada, sólo esperar y esperar.<br />

Dijo mi tío que mi madre, pobrecita, al enterarse de la muerte<br />

de mi padre entró en shock. A consecuencia de eso permaneció<br />

hospitalizada por más de un mes; tiempo después me enteré por<br />

ella misma que quien le hizo saber del incidente le dijo que habían<br />

encontrado a dos cuerpos sin vida, y ella se imaginó que éramos mi<br />

padre y yo, por lo que el dolor casi la mata.<br />

—<strong>La</strong> policía, apoyando por ser su deber y aparte por la<br />

simpatía que le tenían a mi tío, ya que él era parte de una corporación,<br />

continuamente me interrogaban, días antes y después del sepelio,<br />

para esclarecer el homicidio. Yo dije todo lo que vi y lo que pasó<br />

hasta que encontré el cuerpo de mi padre tirado, ya sin vida; ellos<br />

me prometieron encontrar a los asesinos.<br />

407


—Fueron cuatro: la autopsia así lo reveló al descubrir<br />

heridas de cuatro armas de filo cortante, de diferentes tamaños.<br />

<strong>La</strong>s investigaciones se aceleraron por influencias de mi tío, pero<br />

sólo uno de los asesinos fue capturado y éste jamás denunció a<br />

sus cómplices; él se declaró único culpable ante el juez, aunque la<br />

autopsia revelara que habían sido por lo menos cuatro los asesinos.<br />

Pasó el tiempo y las investigaciones siguieron.<br />

—Pocos meses después y sin dejar un rastro, mi tío también<br />

fue asesinado afuera de su casa; lo acribillaron estando dentro de su<br />

camioneta. Todas las corporaciones de policía fueron movilizadas,<br />

pues mi tío era una persona muy querida por todos ellos y<br />

seguramente no descansarían hasta dar con el o con los asesinos.<br />

—Ya para ese entonces mi madre estaba totalmente<br />

recuperada. Recibimos la desagradable y cruel noticia y rápidamente<br />

nos trasladamos a brindarle ayuda a su familia. Recuerdo que dos<br />

tíos, hermanos de mi mamá, le llamaron en esos días diciendo<br />

que irían por nosotros para llevarnos con ellos a Estados Unidos<br />

y cuando se dieron cuenta de lo de mi tío, de inmediato fueron<br />

por nosotros. Mi madre no se resistió: dijo que regresaría después,<br />

mientras pasaba toda esa triste tragedia. Luego que todo lo del<br />

sepelio pasó, mi mamá se despidió de la esposa de mi tío, el único<br />

hermano de mi padre, y de sus hijos. Dejó a la esposa de mi tío<br />

como encargada del rancho y de nuestra casa.<br />

—Unos meses después de estar viviendo en Estados Unidos,<br />

mi mamá recibió una llamada de un despacho de abogados, en la<br />

que le decían que mi padre había vendido todas sus propiedades<br />

a un fulano, del que ahorita no recuerdo su nombre, y mi mamá<br />

lloró desconsoladamente. Ella sabía que era una mentira, sabía que<br />

un grupo de personas tenían tiempo amenazando a mi padre para<br />

que les vendiera el rancho, a lo que mi padre siempre se negó y<br />

ahora entiendo por qué lo asesinaron y por qué ese enredo de que<br />

el rancho y las tierras las había vendido.<br />

Se volvió a limpiar sus ojos; esta vez parecía un poco más<br />

tranquilo, como si estuviera resignado a lo que tuvo que vivir<br />

en ese tiempo.<br />

—Tiempo después mi madre falleció, poquito antes de<br />

que se cumpliera un año de lo de mi padre. Mi tristeza duró por<br />

408


mucho tiempo, pero yo sabía que para poder seguir adelante tenía<br />

que soltar todo, todo lo que me había pasado en mi infancia, lo<br />

de mi familia y de todos los problemas que de ahí se originaron.<br />

Gracias a mis tíos, con su ayuda pude salir adelante; me dediqué a<br />

estudiar bien duro, porque me había fijado una meta y la tenía que<br />

lograr. Seguí de frente: con sube y bajas mis primeros propósitos se<br />

cumplieron; luego me casé y después me independicé, como debe<br />

ser en cualquier ser humano. Y aquí me tienes: ya todo un hombre<br />

que acaba de recuperar totalmente su memoria y que tuve la gran<br />

fortuna de encontrarme en este momento con un gran amigo que<br />

eres tú, Carlos, en el cual pude confiar toda mi fe y mi confianza<br />

para poder sacar de mi mente lo que tanto me estaba dañando, y<br />

que estoy seguro de que pusiste tu oído y tu pecho para consolar a<br />

este pobre hombre que vuelve a nacer.<br />

409


El brujo se convierte<br />

en aliado<br />

Los dos amigos se pusieron de pie al mismo instante y con un fuerte<br />

abrazo dieron fin a una gran confesión. Se dirigieron a interrogar<br />

al hombre que aún permanecía hecho bola en el frío suelo. Lo<br />

pusieron de pie tomándolo de los brazos, uno de cada lado, y<br />

lo llevaron al mismo lugar en donde Marcos había confesado<br />

su historia. Ahí le hicieron varias preguntas que no se resistió a<br />

responder sino al contrario, les comentó que ya estaba cansado<br />

de su abuelo y que deseaba ayudarlos para que el hechizo que<br />

mantenía vivo al brujo mayor, se deshiciera.<br />

Les comentó varias formas de acabar con él; incluso les dijo<br />

que desde que se dio cuenta que hacía mal a las personas, se molestó<br />

con él porque ese no fue el trato entre ellos. Confesó también que<br />

él le ayudaba con magia negra a hacer varias de sus fechorías y que<br />

por todo eso estaba muy arrepentido, se sentía mal y quería acabar<br />

con todo eso, ahora que podía hacerlo.<br />

Primero les dijo que tenían que desenterrar las cenizas de<br />

la banca y de las cosas que se quemaron junto a ella y que tenían<br />

que buscar las otras evidencias que faltaban, como la fotografía,<br />

una rosa y el otro libro, pero que debían apurarse ya que el mejor<br />

tiempo de hacerlo era cada vez menos.<br />

Los citó para otro día, pues él creía conveniente tener todo a<br />

la mano antes de decirles lo demás. Adelantó que tenían que estar<br />

preparados para una desagradable sorpresa. Los dos amigos casi al<br />

mismo tiempo preguntaron cuál sería esa desagradable sorpresa,<br />

411


que querían una señal. Los asustó diciendo que no tenían ninguna<br />

autoridad para presionarlo y que de seguir así, él tenía también<br />

muchos poderes para poder hacer y deshacer.<br />

Los dos hombres se quedaron mirando en silencio; Carlos se<br />

arrepintió de haberlo golpeado y temerosamente lo miraba de reojo.<br />

No se atrevieron a retarlo, estaban seguros de que había verdad en<br />

lo que habían escuchado, por lo que prefirieron mejor seguirle la<br />

corriente a ese extraño sujeto. El brujo miró a Marcos y le dijo:<br />

—¿Ya mero te casas? ¿Recuerdas que te lo había dicho?<br />

Bueno, pues por ahí me verán, pero quiero que sepan que no les<br />

haré ningún daño, sólo estaré ahí para que mi abuelo no se atreva a<br />

hacer sus fechorías.<br />

Marcos y Carlos se volvieron a mirar y sin poder entender,<br />

siguieron las indicaciones del indio. Era muy feo y su fría y<br />

penetrante mirada vencía hasta al hombre más fuerte conocido en<br />

la Tierra. Se quedaron de ver en unos días y en cuanto Marcos y<br />

su amigo empezaban a juntar sus cosas, enfocaron sus lámparas<br />

para ver qué estaba haciendo el brujo, pero para su sorpresa,<br />

misteriosamente había desaparecido. Hacía unos cuantos minutos<br />

que no podía caminar, era imposible que tan rápido se perdiera<br />

de sus vistas, pero esta vez no hicieron ningún comentario, sólo se<br />

apresuraron a levantar sus aparatos y salieron rápidamente de ese<br />

obscuro y maloliente lugar.<br />

Momentos después, al estar en su flamante camioneta, Marcos<br />

hizo una llamada a su novia para explicarle en pocas palabras lo que<br />

había ocurrido. Le comentó que tenía una gran sorpresa y se la diría<br />

en cuanto estuvieran juntos; ella le pidió un adelanto para saber de<br />

qué se trataba, pero fue en vano; él prefirió que fuera en persona y<br />

se quedaron de ver en una hora.<br />

Marcos se dirigió a casa de Carlos, donde dejarían todo el<br />

equipo y además, Carlos tenía que descansar. Marcos le pidió que<br />

se comunicara con don Chuy y le contara todo lo sucedido, con<br />

todos los detalles. Se despidieron con un fuerte abrazo y Marcos<br />

le agradeció profundamente todo lo que hasta ese momento<br />

estaba haciendo por él, y le dijo que sentía tanto apoyo de su<br />

parte que desearía que fuera su hermano. Ambos sonrieron, se<br />

abrazaron nuevamente y se quedaron de ver en unos días, como<br />

había pedido el brujo.<br />

412


Marcos puso lentamente en marcha su camioneta y se fue<br />

directamente a su casa, a darse un buen baño. Minutos después<br />

se dirigió a casa de su prometida y al llegar, ella ya estaba afuera<br />

esperándolo. Lucía preciosa: su pelo ondulado y húmedo caía por<br />

sus bien formados pechos, que le daban un toque muy especial a<br />

sus pezones, haciéndolos notar cada vez más.<br />

En cuanto Marcos se detuvo frente a su casa, ella corrió<br />

en seguida para colgarse de su cuello como una chiquilla; él la<br />

abrazó tiernamente pasando sus fuertes brazos alrededor de<br />

su bien formado cuerpo. Su pantalón de mezclilla azul se pegó<br />

exactamente en el cuerpo de él, como si se quisieran fundir y<br />

formar uno solo. <strong>La</strong> levantó un poco del piso y se dieron unas<br />

vueltas. Sin dejar de mirarse se dijeron todo lo que se amaban.<br />

Ella estaba feliz de estar con el hombre de su vida; él la extrañó<br />

tanto que no podía creer que tenía a su amor prisionero en sus<br />

brazos. Le dijo al oído cosas de amor que se quedaron grabadas<br />

en su corazón para siempre. El poder de sus palabras era tan<br />

especial que sentían la vibra de cada una de ellas. <strong>La</strong> magia<br />

del amor los invadió por completo: hablaban con el corazón<br />

y sus miradas salían directamente del alma, electrizando<br />

completamente sus entrañas.<br />

Al fin se quedaron quietos y como un imán acercaron sus<br />

frescos labios, uniéndolos con un largo y fuerte beso cargado de<br />

amor y de una loca pasión. Momentos después, con la respiración<br />

aún agitada, se dijeron palabras con ternura y amor. Convencidos<br />

de que no quedaba otra más que esperar, decidieron ir a saludar a<br />

sus papás, a la maestra y a doña Carmen, que ya esperaban ansiosos.<br />

Luego de un caluroso saludo, Marcos comentó con<br />

muchísimo entusiasmo que había recuperado totalmente su<br />

memoria. <strong>La</strong> emoción reinaba en el hogar de los futuros suegros.<br />

Se dirigió a su novia y le pidió disculpas: le dijo que esa noticia<br />

era la sorpresa, pero que decidió decirla a todos, ya que él sentía<br />

amor y apoyo de todos, y dijo a sus suegros que ya empezaba a<br />

quererlos y todos quedaron convencidos de que se podía apreciar el<br />

sentimiento sincero. Marcos tenía sed de familia, de padres, y a ellos<br />

ya los estaba estimando como tales. <strong>La</strong> mirada celosa de su novia no<br />

podía faltar, al ver cómo apapachaban sus papás a su novio.<br />

413


<strong>La</strong>s señoras lo notaron de inmediato e hicieron varios<br />

comentarios al respecto, lo que hizo que la joven muchacha se<br />

pusiera de mil colores al sentirse descubierta. Comentó que ella<br />

sólo deseaba empezar a cuidar a quien sería muy pronto su dueño.<br />

Se puso de pie y sin esperar un segundo besó apasionadamente a<br />

su novio, abrazándolo fuertemente. Todos se sorprendieron con la<br />

actitud de la joven enamorada, quien después se sentó a un lado de<br />

él y le hizo varias preguntas para probar su actualizada memoria.<br />

Una de las preguntas fue que si sabía en dónde vivió su infancia<br />

y él inmediatamente les empezó a dar direcciones, por lo cual los<br />

ahí presentes empezaron a coincidir con sus comentarios. Según<br />

esto, los terrenos en donde se encontraba ubicada la casa de Marcos<br />

habían sido comprados para construir unas tiendas extranjeras, por<br />

lo que ya no había evidencia alguna.<br />

Él, al darse cuenta de que no era muy agradable recordar<br />

esos momentos, aprovechó unos comentarios de sus suegros<br />

para después despedirse, quedando de regresar al día siguiente a<br />

desayunar con ellos. Sólo la novia del muchacho salió a despedirlo.<br />

Compartieron unos besos muy apasionados y luego se despidieron<br />

con muy pocas ganas de irse.<br />

Antes de que Marcos partiera, hablaron acerca de los<br />

preparativos para la boda, los cuales ya estaban listos y sólo<br />

esperaban la fecha con ansia loca. Comentaron algunos cambios<br />

y detalles de última hora, pero todo estaba bajo control. Se<br />

despidieron prometiendo entregarse completamente el día<br />

de su boda y darse amor por toda la vida. Marcos arrancó su<br />

camioneta y se fue suspirando, sin dejar de mirar a su amada,<br />

que cada día se le hacía más bella de pies a cabeza y que más y<br />

más crecía su amor por ella.<br />

414


Amor comprado<br />

En el camino a su casa pensó en mil cosas: recordó los momentos<br />

felices que pasó con ella en Monterrey; por un instante, se sentía<br />

deseoso de regresar y estarse ahí con ella; ya no podía más. <strong>La</strong><br />

espera se le hacía cada vez más cruel, sufría la soledad. El deseo de<br />

tenerla lo atormentaba. <strong>La</strong> madurez y las ansias de amar a alguien le<br />

reclamaban amar y amar, la necesidad de tener a una mujer en sus<br />

brazos era de urgencia. <strong>La</strong> imaginación adulterada le hacía perder<br />

su integridad y casi le vencía el deseo y quería desviar su camino e ir<br />

en busca del amor comprado, del amor que es fingido mientras estás<br />

ahí, del que te enamora en unos segundos y después se convierte en<br />

traición y falsedad; del amor que sólo descansa al cuerpo por unos<br />

instantes y después se vuelve un tormento dentro de tu alma, llena<br />

de arrepentimiento y frustración.<br />

Su boca y su garganta se secaron, necesitaba un trago. En<br />

esos precisos momentos, dentro de la obscuridad se alcanzó a ver<br />

la silueta de una mujer que caminaba en sentido contrario al de él;<br />

caminaba con pasos muy sensuales, haciendo lucir sus encantos. El<br />

aire jugueteaba con su pelo, que adornaba muy bien aquel cuerpo<br />

joven y bien formado. Su corazón le empezó a latir con una rapidez<br />

desconocida, y automatizado bajó la velocidad de su camioneta y<br />

paró exactamente a un lado de la hermosa mujer.<br />

<strong>La</strong> chica se acercó a la ventanilla muy de cerca, indicando con<br />

su mano derecha que bajara el vidrio de la ventanilla y con la otra<br />

mano se subía un poco la minifalda. Marcos apenas había parado<br />

completamente a un lado de ella, cuando de improviso se ubicó del<br />

415


lado del copiloto, jalando bruscamente la manivela de la puerta, la<br />

que casi arrancó al primer intento, si no es porque Marcos le quitó<br />

el botón automático de abrir. Ella no dejó esperar más a su posible<br />

cliente, y con voz muy sensual le dijo que iría a donde él quisiera.<br />

Marcos no arrancó, se quedó ahí parado sin palabras: jamás pensó<br />

que la joven damita se atrevería a subirse sin su consentimiento.<br />

Ella se acercó tanto a su cara que casi lo besó. Marcos un gesto al<br />

percibir su aliento alcohólico y a cigarro.<br />

Sin poderlo evitar, le miró sus lindas y torneadas piernas,<br />

que estaban descubiertas casi hasta el borde de su prenda íntima;<br />

respiró muy hondo y al fin pudo hablar, al mismo tiempo que<br />

arrancó suavemente. Ella inmediatamente se arrimó al oído y le<br />

preguntó con una voz exageradamente sensual, que a dónde la<br />

llevaría. Nuevamente el aliento alcohólico impregnó el ambiente,<br />

molestando al conductor. Luego de recapacitar por unos segundos<br />

en el pecado y lo riesgoso que sería meterse con una servidora<br />

sexual, unos días antes de su boda, sólo hizo girar su camioneta por<br />

la misma calle para matar el tiempo, ya que de una u otra manera<br />

la chica se daría cuenta y terminaría por bajarse, al ver que estaba<br />

perdiendo su tiempo.<br />

Marcos suspiró y carraspeó su garganta antes de hablar, y<br />

preguntó: —¿Cuánto cobras por tus servicios?<br />

Una extraña sensación los hizo vibrar a los dos al mismo<br />

tiempo que sus miradas se cruzaron. No supo cómo se atrevió a<br />

preguntar de esa manera, y lo que sintió lo relacionó con su actitud.<br />

No acostumbrado a esa clase de vida, la pregunta le causó un eco en<br />

su cerebro y un ligero temblor lo atacó. Ella inmediatamente lo notó<br />

y se limitó a contestar como si nada, tratando de ocultar el extraño<br />

sentimiento que le causó el guapetón, como ella lo bautizó.<br />

—Mira m’ijo, a guapetones como tú no les cobro nada, sólo<br />

acostumbran darme una propina, ¿qué dices, nos vamos, bombón?<br />

Él sonrió: la manera de hablar de la chica lo divertía y en<br />

ocasiones no sabía qué decir. <strong>La</strong> ansiedad de tener una relación<br />

amorosa había desaparecido por completo, esa chica sólo lo<br />

hacía sentir bien y lo que más deseaba en esos momentos era<br />

proteger a la joven damita. Le había caído muy bien y desde ese<br />

momento se dedicaría a ayudarla.<br />

416


—¿Por qué lo haces? Eres joven y guapa, puedes trabajar,<br />

o bien, puedes encontrar a alguien que te quiera y se pueda<br />

casar contigo.<br />

<strong>La</strong> chica no esperó más sermones y sólo replicó: —Sí, tú.<br />

Ya ves que hay uno en cada esquina. No m’ijo, ahorita la realidad<br />

es otra. Nadie se quiere hacer cargo de nadie y menos cuando<br />

hay familia de por medio.<br />

Hizo una breve pausa, jaló su bolsa de mano, la abrió<br />

nerviosamente y entre varias cosas encontró un maltratado cigarro<br />

y preguntó: ¿Puedo fumar aquí?<br />

Marcos, midiendo las consecuencias y pensando en la<br />

pestilencia dentro de su troca, sólo se limitó a aceptar con un<br />

movimiento de cabeza, y le pidió de favor que bajara el vidrio de<br />

la ventanilla. Trató de encender su cigarro pero al fallarle el primer<br />

cerillo dejó escapar un par de malas palabras; se miraba ansiosa.<br />

—¿Te fijas que ya no tengo ni para cigarros? Ya hasta los<br />

cerillos empiezan a fallar, carajo.<br />

Después de saborear unas largas y profundas fumadas,<br />

habló con un tipo de voz más calmado: —Tengo poco más de<br />

un año separada. Tengo dos hijos: uno de dos y el otro de cuatro<br />

años y el papá no me ayuda con el gasto; entonces, pues tengo<br />

que hacer esto para salir adelante.<br />

Marcos la miró con compasión y le habló directamente<br />

al corazón. —No tienes que hacer esto para poder salir<br />

adelante—. Su mirada tenía un brillo desconocido y sus manos<br />

consiguieron una increíble magia al tocarla, que hicieron que<br />

ella se estremeciera. —Puedes trabajar honestamente, así tus<br />

hijos estarán orgullosos de ti toda la vida.<br />

—Pero, ¿qué no te das cuenta del sueldo que tiene un obrero?<br />

Yo no tengo una profesión, no tuve ese privilegio. Sólo terminé a<br />

duras penas la secundaria y el sueldo no me alcanzaría para sacar a<br />

mis hijos adelante. Yo deseo que ellos estudien y que lleguen a ser<br />

alguien y no tengan que pasar por lo que yo estoy pasando.<br />

Unas gruesas lágrimas rodaron por todo su rostro,<br />

chocando en sus generosos pechos, que estaban casi al desnudo.<br />

Marcos la tomó delicadamente de sus hombros y la recostó en<br />

su ancho pecho.<br />

417


—Retírate de todo esto; si quieres a tus hijos, por ellos<br />

vas a salir adelante, pero sin tener que arriesgarte con esta vida tan<br />

peligrosa, antes de que caigas en las garras del alcohol y las drogas,<br />

porque seguramente perderás a tus chavalos.<br />

Ella se retiró lentamente del pecho de aquel hombre, que sin<br />

saber por qué empezaba a estimar.<br />

—A gente como tú se les hace fácil dar un consejo, porque<br />

viven en otro mundo, en el mundo de las abundancias.<br />

—Tú lo has dicho: en el mundo de las abundancias. ¿Sabes?<br />

Te voy a decir algo: Dios quiere que todos vivamos en ese mundo<br />

de abundancia, sólo tienes que decidir y actuar. Pídele a la vida,<br />

pídele a lo grande.<br />

Al escuchar esas palabras, ella preguntó: —¿Cómo es eso?<br />

—Es un secreto que muchos no saben ni entienden, pero<br />

tú enfócate en lo que te digo. Es muy fácil, sólo fíjate una meta y<br />

no la sueltes hasta que la logres. Tienes que sentirla y visualizarla<br />

y entonces, sólo entonces déjala, para que Dios haga lo demás.<br />

Recuerda: tienes que apasionarte con lo que deseas y se te cumplirá.<br />

Siempre mira hacia adelante en una misma dirección y a las cosas<br />

de arriba, a las cosas de Dios.<br />

Ella, no acostumbrada a escuchar ese tipo de cosas, se<br />

sorprendió y miró fijamente a Marcos y en su mirada descubrió<br />

un brillo que jamás había visto en toda su vida: era un brillo muy<br />

especial que la contagió con su entusiasmo e inmediatamente<br />

preguntó, también con su mirada fija en él: —¿Qué haces en la<br />

calle? ¿Quién eres? ¿En qué trabajas?—, a lo cual él contestó:<br />

—Yo tengo unos negocios que me dejan bastante dinero.<br />

Pero lo que te quiero decir es que no tienes que estudiar para salir<br />

adelante, ni tener un negocio; todos podemos tener éxito, sólo<br />

hay que proponérnoslo y actuar. Seguir en la misma dirección<br />

para lograr el éxito deseado, y recuerda: después del éxito sigue el<br />

dinero; primero hay que conseguir el éxito para después gozar de la<br />

abundancia. Y quiero decirte que no busco nada en la calle, sólo me<br />

estoy dirigiendo a mi casa a descansar.<br />

En eso ella se dio cuenta de que pasaban por el mismo lugar<br />

en el que antes se encontraba, y rápidamente le pidió que parara.<br />

—Qué onda, hijo: ¿por qué me traes al mismo lugar? ¿Qué<br />

no te gusté o qué? A poco muy fiel a tu esposa.<br />

418


—Ya te dije que no busco nada en la calle. No tengo esposa,<br />

tengo novia y ya casi me caso.<br />

Marcos sacó unos billetes de su cartera y se los dio; le dijo<br />

que eran para que comprara algunos juguetes a sus niños. Ella<br />

inmediatamente los tomó y se los guardó entre sus pechos; acomodó<br />

su minifalda y entre dientes dijo que eso que acababa de presenciar<br />

nadie se lo iba a creer, y se bajó inmediatamente. No acostumbrada<br />

a estos favores, quiso correr antes de que el sujeto se arrepintiera,<br />

pero al notar que él ni siquiera se movió, se regresó y acercándose a<br />

la ventanilla, de lo más profundo de su ser le agradeció, diciéndole<br />

que Dios lo llenara de bendiciones. Marcos agradeció por igual.<br />

—Me dijiste que tienes novia, debes de quererla mucho,<br />

¿verdad?<br />

—Sí, la quiero mucho y ya pronto nos casaremos.<br />

—¡Qué padre! ¿Sabes? Te deseo lo mejor. Yo te creo y estoy<br />

completamente segura de que ella te ama; eres una persona muy<br />

buena. Que Dios te bendiga. ¿Cómo te llamas? —Marcos, —<br />

contestó él.<br />

—Qué bonito nombre. Eres muy guapo, ¿sabías? Tu novia<br />

debe de estar muy orgullosa de ti; cuídala y cuídense mucho, y en<br />

verdad, les deseo muchísima felicidad.<br />

Y sin más, aprovechando que Marcos estaba distraído, le<br />

dio un beso en la mejilla, un beso que definitivamente hizo que<br />

Marcos se estremeciera; lo sintió tan tierno y caluroso que no<br />

pudo evitar tomarle su mano y presionarla contra su musculoso<br />

pecho, al tiempo en que decía: —Gracias, esto es suficiente.<br />

<strong>La</strong>s miradas de los dos se cruzaron, sintiendo una<br />

extraña ola de felicidad. Suavemente retiró su mano y ella se<br />

alejó complacida; no podía comparar los sentimientos que este<br />

hombre le causó. Él se alejó y ella lo siguió con la mirada.<br />

Instantes después empezó a sentir la tristeza y la soledad,<br />

que empezaban a lastimar lo más profundo de su corazón, pero<br />

rápidamente cambió sus pensamientos y recordó los consejos<br />

que aquel hombre tan especial le sembró en su corazón, y sintió<br />

el tibio correr de su sangre por todo su cuerpo y sonrió. Así<br />

permaneció hasta que lo perdió de vista; su corazón le avisó<br />

que se avecinaban buenos horizontes. Sintió que fácilmente<br />

419


podría salir adelante sin tener que dedicarse a esa vida nocturna<br />

y peligrosa. <strong>La</strong> magia y la sincronía de aquel ser extraño la<br />

cautivaron para después tener una nueva fe, esperanza y una<br />

nueva dirección firme en su vida.<br />

En seguida sacó los billetes de su pecho y se sorprendió<br />

una vez más, al darse cuenta que le había regalado por nada,<br />

quinientos dólares, y entre ellos iba descuidadamente una<br />

tarjeta de presentación, que al estarlos contando cayó al piso;<br />

la mareada muchacha la tomó y sin darle ninguna importancia<br />

la guardó en su bolsillo, no imaginando que esa tarjeta en un<br />

tiempo no muy lejano le marcaría su futuro.<br />

Le pidió a Dios bendiciones para el desconocido y cruzó<br />

la calle para tomar un taxi e ir a recoger a sus niños, a los<br />

que cada noche encargaba con una de sus amigas: el trabajo<br />

nocturno había terminado por esa ocasión. Una luz de fe se<br />

abrió en su camino y tenía que seguirla; prueba de ello fue que<br />

cuando pasó por una tienda cercana a su casa, donde siempre<br />

hacía parada para surtirse de cigarros y de bebidas alcohólicas,<br />

ahora pasó inadvertida; se sentía invadida por la emoción que<br />

aún vibraba en su pecho.<br />

420


El secreto de la ley<br />

de la atracción<br />

Por la mañana, cuando Marcos se despertó sintió una enorme<br />

felicidad. Se levantó y dio gracias a Dios con muchísimo<br />

entusiasmo, como todo el tiempo. Se dio un buen baño y cuando<br />

se estaba vistiendo frente al espejo, notó que tenía una mancha<br />

semiroja en su pecho, junto al hombro izquierdo; era como un<br />

golpe leve. Colocó su mano derecha de modo que quedara sobre<br />

la mancha, para ver si había dormido de un solo lado y que eso<br />

le hubiera causado el moretón, pero no encontró ningún detalle<br />

relacionado con su mano derecha, por lo que dejó pasar ese<br />

pequeño detalle.<br />

Lo que Marcos no sabía era que la noche anterior, sin que<br />

ellos se dieron cuenta, se había hecho una sincronía vibracional<br />

en dos almas totalmente distintas: la de él y la de la joven de<br />

la esquina, y que sin darse cuenta los dos arreglaron asuntos<br />

interiores desconocidos científicamente, que fijarían nuevas<br />

metas en sus vidas.<br />

Por otra parte, en casa de don Chuy el desayuno se<br />

preparaba y estaría listo en menos de una hora, por lo cual<br />

de inmediato don Chuy le comentó a su esposa que desearía<br />

que <strong>La</strong>ura y Marcos los acompañaran a desayunar; ella fue la<br />

que tomó la iniciativa de hablarles por teléfono para invitarlos.<br />

<strong>La</strong>ura le contestó diciéndole que también habían invitado a su<br />

prometido a desayunar en casa de sus papás, y como sabían que<br />

421


la lluvia de la noche anterior seguiría, prepararon un delicioso<br />

menudo para el desayuno, pero que con mucho gusto aceptarían<br />

la invitación otro día.<br />

<strong>La</strong>ura y la esposa de don Chuy siguieron charlando por<br />

unos minutos, abordando entre otros temas el relacionado con<br />

la boda, para después abundar en detalles que por experiencia,<br />

la joven esposa de don Chuy le recomendó. <strong>La</strong>ura, complacida<br />

de tener una amiga de bastante calidad, le respondió que<br />

haría todo lo recomendado al pie de la letra y juntas rieron<br />

con el mismo entusiasmo. Se despidieron fijando la cita para el<br />

siguiente día por la mañana.<br />

El timbre de la puerta de la casa de los papás de <strong>La</strong>ura<br />

se escuchó dos veces seguidas y de inmediato <strong>La</strong>ura sintió que<br />

una corriente ligera de aire caliente le recorrió todo su ser. Era<br />

sin duda su prometido y corrió emocionada a abrir la puerta;<br />

al verlo, su estómago se llenó de pequeñas mariposas que<br />

revoloteaban de un lado para otro, rozando suavemente todo<br />

su interior. No pudo evitar tocarse ligeramente su bien formado<br />

estómago, las mejillas rosadas adoptaron un color rojizo, que<br />

conforme pasaba el tiempo fue desapareciendo de su hermoso<br />

rostro. Los ojos grandes y de un color verde lanzaron una chispa<br />

que contagió a su enamorado, pasándole exactamente lo mismo.<br />

Los dos enamorados, derramando amor con sus miradas,<br />

sólo pudieron saludarse con un “hola”; la emoción les cortó<br />

toda palabra existente. Sonrieron y como un imán se unieron en<br />

un beso muy corto pero lleno de una pasión desconocida, que<br />

dejó sellado su amor para toda su vida. El corto tiempo de su<br />

noviazgo no impedía que sintieran aquellas emociones fuertes<br />

en sus almas. Todo les pintaba color de rosa. El ambiente de<br />

esa fresca mañana se prestaba para dar un paseo; la llovizna era<br />

suave y fría, pero no era obstáculo para un cordial paseo.<br />

Después del beso lleno de pasión se tomaron de la mano y<br />

como si se comunicaran por telepatía, caminaron como autómatas<br />

hacia adentro, sin dejar de mirarse y sonreírse uno al otro.<br />

—Buenos días, muchacho —dijo el papá de la novia, muy<br />

emocionado al ver a su futuro yerno en su casa, e inmediatamente<br />

después de un abrazo lo pasó a la cocina, en donde esperaba la<br />

mamá de <strong>La</strong>ura.<br />

422


—Pasen, pasen por aquí. ¿Cómo esta m’ijo? —se dieron un<br />

beso en la mejilla con muchísimo afecto y Marcos, al escuchar<br />

lo de “m’ijo”, se sintió muy feliz y lleno de confianza. Por unos<br />

instantes recordó a su mamá.<br />

<strong>La</strong> mesa se sirvió con unas cazuelas rebosantes de rico<br />

menudo caliente. —Mi platillo favorito por las mañanas<br />

lluviosas y frías de aquí de Durango —comentó el papá de<br />

<strong>La</strong>ura, muy orgulloso.<br />

Saborearon el delicioso almuerzo, repitiendo una segunda<br />

servida, para después hacer sobremesa y disfrutar de una amena<br />

charla. El papá de <strong>La</strong>ura hizo algunos comentarios de su trabajo<br />

como ferrocarrilero, que sin duda alguna le gustaba y disfrutaba<br />

hacerlo. <strong>La</strong> señora lo apoyó y comentó que ella trabajaba en su<br />

local, que estaba anexo a la casa, dedicado a la venta de ropa<br />

para dama y caballero, sólo unas cuantas horas entre semana, y<br />

los sábados y domingos casi todo el día.<br />

—Así es —siguió <strong>La</strong>ura—, yo llego de la escuela, como y<br />

me alisto para ir a mi trabajo a la clínica del doctor Ávila, que<br />

tú ya sabes dónde está. Sonrió y luego abordaron a Marcos,<br />

invitándolo de esa manera a compartir experiencias con ellos.<br />

Marcos les comentó lo de su negocio y de lo que estaba en sus<br />

planes, después de casarse. Todos comentaron algo acerca de<br />

sus vidas y acerca de sus metas. <strong>La</strong>ura fue la que más abundó<br />

con su comentario; más bien fue el que más importancia tenía.<br />

Hablaron acerca de la mejor manera de conseguir sus metas y<br />

las de su futuro esposo, que lo único que él deseaba era que ya<br />

vivieran juntos y que <strong>La</strong>ura trabajara, si así lo deseaba, en su<br />

oficina para estar siempre juntos. Ella dijo que el ejercicio de<br />

la profesión no lo dejaría por nada, pero que si él se lo pedía,<br />

dejaría todo por el amor que le tenía y comentó: —Si voy a dejar<br />

a mis padres, a mi familia, claro que es por ti, mi amor. Y ya casi<br />

se nos llega el día—. Los dos se miraron y sonrieron, acariciando<br />

sus almas enamoradas.<br />

Los comentarios de los papás de <strong>La</strong>ura fueron en aumento,<br />

ya que vieron que Marcos era una persona muy fina, en la que<br />

podían confiar y podían decir todo lo que ellos desearían para su<br />

hija. Él, sin titubear ayudó a acomodar sus pensamientos sobre<br />

423


todas las metas que escuchó. Les comentó del secreto del cual<br />

su papá siempre le habló y agregó que todos los éxitos que hasta<br />

ahora había conseguido, eran como resultado de que él siguió<br />

al pie de la letra el secreto que su papá le reveló. Compartió<br />

con ellos varios testimonios, los cuales estaban ligados y eran<br />

producto de su gran secreto.<br />

—Es una ley muy poderosa —comentó e hizo unos<br />

ademanes como si quisiera atrapar algo en el aire–. Es la ley de la<br />

atracción, que dice que todo lo que tú piensas lo atraerás a tu vida,<br />

ya sea bueno o malo, así es de que ese es un buen principio para<br />

empezar a pensar sólo en cosas positivas y enfocar las que más<br />

quieres, que sin duda alguna las conseguirás, tarde o temprano;<br />

sólo tienes que esperar y no te desesperes ni te limites, todo llega<br />

a su debido tiempo, ni un segundo más pronto, ni un segundo<br />

más tarde, simplemente llega a tu vida lo que deseas, pero tienes<br />

que desearlo con pasión, visualízalo, lo que sea, siéntelo. Cierra<br />

tus ojos y míralo con los ojos de la fe y créeme que la ley de la<br />

atracción se cumplirá y obtendrás todo lo que tú quieras.<br />

Al escuchar a Marcos parecía que los papás de la muchacha<br />

se habían paralizado, miraban a su yerno de manera muy atenta;<br />

<strong>La</strong>ura, también sin palabras, atenta y haciendo aseveraciones con<br />

su cabeza manifestaba su apoyo a lo que su amado comentaba.<br />

Ella conocía algo de esa ley, pero jamás la había puesto a prueba,<br />

y ahora que su prometido lo decía con tanta claridad, no le<br />

quedaba duda alguna.<br />

Sus pensamientos se fueron ligeramente a verse en un<br />

futuro lleno de felicidad, al lado de su marido y rodeados de<br />

varios chiquillos juguetones. Sus ojos se humedecieron por la<br />

emoción, adquiriendo un brillo muy especial. Marcos se percató<br />

e inmediatamente le tendió la mano y acariciando su antebrazo<br />

la calmó al momento. Hizo más comentarios, a los que sus<br />

suegros, de manera muy discreta, cuestionaron. Marcos, también<br />

de forma atenta les contestó y sugirió algunas recomendaciones.<br />

Tranquilamente el muchacho se dejó llevar por la<br />

familiaridad que ya existía. Habló también de cómo vivir una<br />

mejor vida; agregó que todo está basado en el secreto que había<br />

mencionado, pero que esto era única y exclusivamente para<br />

424


personas que quieren cambiar sus vidas de forma sincera, tener<br />

una nueva conciencia como primer lugar y tratar de ser personas<br />

extraordinarias, y agregó: —<strong>La</strong>s personas extraordinarias son<br />

las que caminan la segunda vuelta.<br />

<strong>La</strong>ura se sorprendió al escuchar lo de la segunda vuelta;<br />

miró a su novio y descubrió a un hombre que lucía un color<br />

muy especial en su rostro, se había transformado: ahora era un<br />

poco menos recio, sus facciones se suavizaron como su voz. Sus<br />

manos permanecían sobre la mesa y sólo movía con frecuencia<br />

los dedos de ambas manos. <strong>La</strong> nueva actitud de su novio, que<br />

la muchacha desconocía, le había encantado. Era más tierno<br />

en sus palabras y en sus pensamientos, algo o alguien lo había<br />

transformado en esos momentos.<br />

Todos disfrutaban atentos los acertados consejos de<br />

Marcos, los que ya estaban más enfocados o más bien,<br />

perecían consejos religiosos, pero no importaba, lo que<br />

estaban aprendiendo era una realidad: solamente era seguir lo<br />

indicado. <strong>La</strong> mamá de <strong>La</strong>ura pidió la palabra y cuestionó al<br />

inspirado muchacho.<br />

—¿Entonces lo de la mejor vida es también parte del secreto?<br />

—¡Claro! —contestó Marcos firmemente, y agregó: —<br />

Recuerden: nosotros somos producto de nuestros pensamientos<br />

y de ahí nuestras actitudes. Así es que ya tienen una manera<br />

mejor de llegar a la meta, por grande que ésta sea.<br />

<strong>La</strong>ura tocó su hombro y preguntó: —¿Quieres decir que<br />

sólo tenemos que esforzarnos un poquito más y caminar la<br />

segunda vuelta?<br />

—Así es. Esto aplícalo en todas las cosas positivas de tu<br />

vida, y sin darte cuenta, de un momento a otro llegas a ser una<br />

persona extraordinaria. Y esto será para toda la vida, si sigues<br />

caminando la segunda vuelta.<br />

—Permítanme por favor —intervino el papá de<br />

<strong>La</strong>ura, quien muy entusiasmado levantó sus manos y muy<br />

lentamente las acomodó sobre sus piernas, se inclinó un<br />

poco hacia adelante y mirando a su esposa, que estaba<br />

sentada enfrente de él, preguntó: —¿Entonces quiere decir<br />

que... bueno, que yo no he vivido una vida extraordinaria?<br />

425


—y prosiguió, —Porque yo no me he esforzado mucho para<br />

caminar la segunda vuelta, como dicen ustedes, y gracias a<br />

Dios, he conseguido lo que quiero.<br />

—No todo, —comentó la esposa, con una sonrisa<br />

nerviosa–. ¿Desde cuándo hemos querido remodelar esta casa y<br />

no lo hemos hecho? Hay muchas cosas que han faltado y se han<br />

dejado de hacer sólo porque no te lo propones, y ahí está lo de la<br />

segunda vuelta; así lo entiendo yo. Y creo que has logrado, como<br />

tú dices, muchas cosas sin esforzarte; más bien es por tu trabajo<br />

que tienes, que si trabajas más o trabajas menos, es el mismo<br />

sueldo, y te mantienes ahí porque has trabajado solamente lo<br />

necesario, sin pretender en tu trabajo caminar la segunda vuelta.<br />

Si lo hicieras, tal vez conseguirías un aumento o por lo menos<br />

una mejor posición.<br />

Marcos pidió la palabra y comentó que sólo sería un<br />

bienestar y una satisfacción personal lo de la segunda vuelta, y<br />

esto es en tu vida y en lo que te rodea.<br />

—Tienes razón —dijo el papá de la muchacha–, ya<br />

entendí perfectamente todo; de hoy en adelante caminaré la<br />

segunda vuelta y seré mejor cada día y aquí, ante ustedes me<br />

comprometo que después de la boda cumpliré un viejo deseo<br />

de mi esposa. <strong>La</strong> miró y acarició con la mirada, y dirigiéndose a<br />

ella prosiguió: —Remodelaré la casa como tú lo desees, amor—.<br />

Automáticamente tendió los brazos y los demás hicieron lo<br />

mismo, y formando un círculo tomados de las manos, rieron<br />

todos y gozaron de un triunfo de paz y tranquilidad interior.<br />

426


<strong>La</strong> discusión<br />

de los brujos<br />

Mientras tanto en la casona, la maestra, la mamá de Carlos y Paquita<br />

se fueron de compras; la boda sería en unos días y todavía les faltaban<br />

algunas cosas. Esta vez las acompañó la esposa de Carlos, ya que<br />

no quisieron molestar a <strong>La</strong>ura; sabían que tenía visita, y además,<br />

la sirvienta tenía su día libre, por lo cual doña Carmen invitó a su<br />

nuera, confiando en que era muy buena persona y que siempre la<br />

había atendido. <strong>La</strong> nuera aceptó cordialmente la invitación y en<br />

menos de una hora ya estaba llegando por ellas. Alegres subieron a<br />

su camioneta, le dieron la lista de las tiendas que visitarían y de las<br />

cosas que deseaban comprar.<br />

Salieron muy contentas, ignorantes de lo que ocurría en el<br />

cuarto de castigo: ahí, el brujo mayor llamó a su nieto y discutían.<br />

Él le pedía a su nieto que le cediera un poco de su poder para lograr<br />

entrar al cuerpo de la jovencita, ya que él por sí solo no reunía la<br />

fuerza suficiente para hacerlo, a lo cual, por supuesto, el nieto se<br />

oponía. Él había cuidado de la pequeña por mucho tiempo y le<br />

había tomado un cariño muy especial. Le recordaba a la hermana<br />

de Amir, a la que también adoró como si fuera su hija; una hija que<br />

nunca tuvo porque además, su abuelo jamás lo dejó que se casara<br />

y mucho menos con una muchacha de la servidumbre, y estos<br />

recuerdos lo enfurecieron, cosa que jamás le había ocurrido.<br />

—No permitiré que hagas daño a mi niña ni a nadie más,<br />

ya se acabó. Ya no permitiré que sigas con tus fechorías, tienes que<br />

aceptar que tienes que morir y dejar este mundo; tienes que cumplir<br />

427


con la ley de la vida y creo que ya es tiempo, aunque yo también lo<br />

tenga que hacer. No permitiré jamás que vuelvas a usar mi cuerpo<br />

ni mi poder. Ya se acabó, y si tiene que ser hoy, pues qué mejor.<br />

No acababa de decir la última palabra cuando de pronto<br />

sintió un tremendo empujón que lo estrelló contra la fuerte pared<br />

de cantera; el abuelo yacía acostado sobre el piso y sólo levantó sus<br />

manos para usar el poder de energía mental, y fue tan certero que<br />

su nieto, al chocar con la cantera, cayó fulminado como cucaracha,<br />

quedando sin sentido, y al mismo tiempo, con el fuerte golpe en<br />

la sólida pared de cantera, se le desprendió su brazo con prótesis,<br />

mismo que usaba como palanca de apoyo para deslizarse. Así<br />

permaneció todo hecho bola por unos instantes, mientras el brujo<br />

mayor sufría por recuperar la fuerza mental que había perdido;<br />

sabía lo peligroso que sería si su nieto se recuperaba antes que él.<br />

<strong>La</strong> fuerza de la que antes gozaba se había acabado, junto con todas<br />

las cosas que se quemaron en el jardín, así que ahora necesitaba del<br />

poder de quien él había enseñado para hacer su segunda ronda. Y la<br />

segunda ronda sería en esos momentos, si es que el abuelo lograba<br />

llegar hasta donde yacía el cuerpo inmóvil de su nieto.<br />

Lo intentó varias veces pero no pudo ni tan siquiera darse<br />

vuelta para arrastrarse boca abajo y poder lograr su cometido. <strong>La</strong><br />

fuerza mental que había perdido jamás la recuperaría si no lograba<br />

que el nieto le ayudara. Al ver que no podía moverse por sí mismo,<br />

esperó un momento, se concentró usando el poco poder que le<br />

quedaba y con unos insignificantes movimientos de manos practicó<br />

el poder de concentración por medio del yoga; permaneció inmóvil,<br />

atrayendo energía ambiental. En esos momentos el brujo menor<br />

dio señales de vida: unos movimientos de sus dedos y después de<br />

los pies lo confirmaban. Él, aún sin lograr recuperar por completo<br />

el conocimiento, jamás imaginó los negros pensamientos de su<br />

abuelo, y en su inconciencia alcanzó a reflexionar que si éste lograba<br />

llegar hasta su cuerpo sin sentido, lo trabajaría y se posesionaría de<br />

él en menos de cinco minutos.<br />

Parecía que el tiempo era la vida para el anciano, que cada vez<br />

más perdía la fuerza y el poder, y aunque podía mirar a través de<br />

su mente, no podía hacer nada; no podía desprenderse, la inercia<br />

ya era mayor que su poder y que sus fuerzas. Por el esfuerzo que<br />

428


hacía para lograr su cometido, sus fuerzas iban disminuyendo<br />

considerablemente. De vez en cuando miraba a su nieto, que aún<br />

permanecía en el mismo lugar y posición; los pequeños esfuerzos por<br />

mirar con la mente lo estaban descargando aún más, pero para él era<br />

necesario. Por último, hizo el más grande esfuerzo que en muchos<br />

años no había intentado; éste era el momento más apropiado, por<br />

encontrarse en esa desagradable situación. Se desprendió un poco<br />

del suelo, pero no fue suficiente para transportarse; sólo avanzó<br />

como cuatro pulgadas y así permaneció durante una fracción de<br />

segundos para después caer, fuertemente atraído por la ley de la<br />

gravedad, ley que jamás podría volver a dominar. Su anterior poder<br />

lo había abandonado y su mano derecha —su nieto— ahora ya<br />

no estaba con él; tenía que hacer algo antes de quedar como un<br />

vegetal, sin ningún movimiento. Con tan sólo tocar a su nieto se<br />

cargaría con la energía suficiente para hacer una fechoría más, y<br />

esa era la razón por la que estaba haciendo hasta lo imposible para<br />

apoderarse física y mentalmente de su víctima.<br />

En esos precisos momentos su rostro empezó a cambiar de<br />

una manera notablemente rápida: los ojos se le sumieron como si se<br />

hubieran desinflado; se sumieron tanto que solamente se le miraban<br />

las cuencas. Instantes después los ojos parecían una brasa roja, de<br />

un rojo vivo chillante. El rostro se llenó de arrugas, con unas llagas<br />

que al explotar despedían gotas de sangre apestosamente horrible.<br />

Unos pelos muy grandes y canientos penosamente cubrían parte<br />

del rostro en donde no había llagas; su pelo largo pareció haber<br />

crecido lo doble y se le empezó a erizar diabólicamente; las venas<br />

se llenaron de sangre con bolas que avanzaban de un lado para<br />

otro y amenazaban con reventar; los dedos, largos y esqueléticos,<br />

se volvieron morados, y las uñas crecieron hasta sangrar, como si el<br />

crecimiento le hubiera rasgado la piel.<br />

El tamaño de aquel ser extraño se encogió en un cincuenta<br />

por ciento; parecía un monstruo raro, envuelto en un montón de<br />

harapos. Los quejidos del nieto lo alarmaron y como pudo, volteó<br />

la cabeza dando un giro de casi ciento ochenta grados sin ningún<br />

problema, y se le quedó mirando con una mirada de fuego; lo único<br />

que le podía causar era un fuerte dolor de cabeza, por medio de su<br />

poca energía, que era la que lo mantenía vivo.<br />

429


Le habló para pedirle ayuda y la voz salió como de ultratumba,<br />

y lo hizo usando varios dialectos e idiomas, como si el mismo<br />

Satanás hubiera hablado desde sus entrañas. Le imploró perdón, le<br />

dijo que le daría mucho dinero y poder si lo ayudaba a recuperarse,<br />

que tan sólo se acercara para ayudarlo a levantarse y lo llevara a<br />

su habitación, en donde tenía un sinfín de brebajes, figuras raras y<br />

muchas otras cosas.<br />

El brujo mayor nunca le enseñó el truco de adquirir la energía<br />

del enemigo con tan sólo tocarlo, y era lo único que deseaba y<br />

buscaba con desesperación. El sentirse despreciado y desobedecido<br />

lo estaba haciendo perder el control, pero lo que el abuelo no sabía<br />

era que el brujo menor todavía no se recuperaba, por lo que ni<br />

siquiera escuchó lo que el anciano pedía con tanto fervor; de haber<br />

sido así, el nieto, por su buena fe de obediencia y desconociendo<br />

sus bajas intenciones, habría ayudado a aquel anciano, que ahora<br />

estaba convertido en un monstruo.<br />

El brujo menor no era tan fuerte como para esquivar el dolor<br />

del cuerpo y tenía que esperar el tiempo necesario para recuperarse<br />

del todo. Él sabía que corría peligro, conocía perfectamente a su<br />

abuelo, que era capaz de todo con tal de sentirse bien. Unos instantes<br />

después empezó a recuperarse y medio aturdido y aún encorvado,<br />

se incorporó un poco, quedando sentado, apoyando su espalda<br />

en la fría pared de cantera. Meneó su cabeza y se sobó un poco<br />

el cuello, mas de pronto fijó sus ojos en aquel pequeño bulto, que<br />

débilmente se movía y sus ojos, a pesar de estar muy saltones, casi se<br />

le salen de las cuencas al ver aquel horrible rostro desfigurado que<br />

lo miraba con un odio infernal. Ya muchas veces había visto a su<br />

abuelo en malas condiciones, pero esta vez sí estaba ya convertido<br />

en una criatura del diablo.<br />

Como pudo se retiró un poco de aquel extraño ser, que sin<br />

duda alguna era su abuelo, el hombre que le dio tanta sabiduría y<br />

tanto poder, ahora estaba convertido en un manojo de garras <strong>vieja</strong>s<br />

y dejando ver su osamenta casi sin pellejo; en eso, vio que el bulto<br />

levantó un brazo, lo extendió hacia él y con el dedo índice lo empezó<br />

a llamar; la uña era casi del tamaño de su dedo, que parecía sangrar;<br />

intentó varias veces haciendo los mismos movimientos y conforme<br />

avanzaba, la diabólica mirada se hacía más profunda. El nieto, muy<br />

430


asustado, a pesar de que él también tenía poderes mentales muy<br />

fuertes, no conseguía retirar el fuerte dolor de cabeza que le causó<br />

el gran poder mental de su abuelo. Sí pudo deshacerse del dolor<br />

del golpe contra la pared, pero el de su cabeza era la gran fuerza<br />

telepática del brujo mayor, que sin duda alguna lo quería debilitar;<br />

solamente lograba alejarse cada vez más describiendo pequeños<br />

círculos, sin dejar de mirar aquel horrible monstruo.<br />

El anciano, al ver que su apariencia física sólo causaba terror<br />

a su nieto, que trataba de huir, no pudo contener su coraje y trató<br />

de usar otro de sus viejos trucos: sacando la lengua partida en<br />

dos, como la de las víboras, se dirigió en forma lenta pero segura<br />

hacia donde el asustado nieto estaba; ya casi para tocarlo, a escasos<br />

diez centímetros, éste saltó rápidamente como un gato, alejándose<br />

considerablemente de su abuelo. El nieto, al sentir su agilidad<br />

y sentirse fuerte nuevamente, sacó de entre sus ropas un filoso<br />

machete y empuñándolo firmemente se dirigió decidido hacia su<br />

abuelo, que más bien ya era un montón de huesos sostenidos por<br />

una ligera capa de pellejo y venas, que aún estaban inflamadas, como<br />

amenazando con reventar. Se acercó lo más que pudo, teniendo<br />

cuidado de no tocarlo, y dijo con una voz muy fuerte: —¡Llegó tu<br />

final! Tienes que aceptarlo, estás acabado. Yo te voy a ayudar a dejar<br />

este mundo, tienes que regresar a tu cuerpo original—. Los ojos<br />

del nieto también parecían diabólicos, y alzando decididamente<br />

su brazo, descargó un fuerte y certero machetazo, arrancando<br />

la horrible y larga lengua de su abuelo. Un grito diabólicamente<br />

aterrador se escuchó, haciendo eco en todos los rincones de la<br />

casona.<br />

En esos mismos momentos, un grupo de parejas de jóvenes<br />

paseaban tranquilamente por la descuidada y olvidada plazuela<br />

y escucharon los escalofriantes gritos de terror, por lo que muy<br />

alarmados corrieron, alejándose rápidamente de aquel lugar tan<br />

obscuro y desolado. Muy asustados miraban a todos lados, como<br />

queriendo descubrir el lugar donde se originó el terrible aullido.<br />

Al propio tiempo, la esposa de Carlos frenó el vehículo<br />

repentinamente, para evitar atropellar a uno de esos muchachos,<br />

que en su despavorida carrera no se percataron de la proximidad<br />

del automóvil de la asustada señora.<br />

431


—¡Cuidado! —fue el grito que a coro exclamaron casi<br />

todas las mujeres que acompañaban a la señora, mirando cómo<br />

los muchachos, sin poner atención, corrían como si los estuviera<br />

siguiendo el mismo demonio. Luego de asegurarse de que no pasó<br />

a más, todas se preguntaron entre ellas si estaban bien, y al verificar<br />

que no había pasado nada, la esposa de Carlos, muy asustada,<br />

prosiguió la marcha; ya faltaban algunos metros para llegar a la<br />

casona y eso las tranquilizó.<br />

—Ahorita llegando les preparo un té para el susto –dijo<br />

la mamá de Carlos. Paquita seguía escuchando música con sus<br />

audífonos puestos, por lo que no se percató de lo que se hablaba,<br />

razón por la cual se mantenía sin alarmarse.<br />

Se estacionaron y cuando la esposa de Carlos abrió las puertas<br />

de su automóvil, empezó a percibir un horrible olor que penetraba<br />

profundamente, y cuando las demás pasajeras descendieron del<br />

vehículo, todas percibieron lo mismo, y moviendo la cabeza hacia<br />

todas direcciones, trataban de encontrar el lugar de donde provenía<br />

ese mal olor: empezaron a sospechar de una de otra, pero esto era<br />

demasiado. Paquita se decidió a hablar y comentó que ese olor no<br />

era de un gas de una persona.<br />

A la esposa de Carlos se le ocurrió decir: —Ahora<br />

entiendo—, y mirando hacia la dirección en que los chamacos se<br />

fueron, sospechó que era por eso que todos corrían tan rápido:<br />

algo quemaron y se dieron cuenta de que estaba muy fuerte el olor<br />

y por eso se alejaron. Bajaron sus cosas sin prisas y como el frío<br />

era fuerte, se tapaban nariz y boca con sus bufandas. Una vez que<br />

pasaron al interior de la casona, las luces del jardín hacían su trabajo<br />

automático: el espectáculo de la fuente de agua y luces estaba en<br />

plena acción, por lo que tan espectacular recibimiento las hizo<br />

olvidar el pequeño incidente.<br />

Cada quien tomó un par de bolsas y en grupo caminaron<br />

hacia el jardín y deleitándose con el espectáculo, hicieron varios<br />

comentarios. <strong>La</strong> esposa de Carlos se sintió halagada y feliz,<br />

muy orgullosa de su esposo. Disfrutaron hasta el final del ciclo<br />

de agua y luces y se encaminaron a dejar las bolsas en la sala,<br />

para después pasar a la cocina y tomarse el té que la esposa de<br />

Carlos les prometió. Se acomodaron en sus lugares preferidos<br />

432


y la maestra comentó que aún se notaba el mal olor de la calle,<br />

pero que ya no era tan intenso; aseveración con la que todas<br />

estuvieron de acuerdo.<br />

<strong>La</strong> maestra comentó que los estudiantes jóvenes siempre<br />

hacen bromas a sus mismos compañeros y a veces a gente inocente,<br />

pero se preguntó a sí misma: —¿Qué hacían ahí en esa plazuela, si<br />

no hay ninguna atracción?, además la están remodelando y tengo<br />

entendido que está prohibido el paso a todo el público.<br />

—Son jóvenes, amiga, jóvenes—. Contestó la mamá de<br />

Carlos. —Ya ves que todo se les hace fácil, aunque se metan en<br />

problemas.<br />

Estaban tan entretenidas en sus comentarios y la esposa de<br />

Carlos preparando el té, que no se dieron cuenta cuando se retiró<br />

Paquita. Ella fue a su recámara pero no les avisó, y ya dentro de su<br />

cuarto, subió un poco más el volumen de la música, que ya de por sí<br />

estaba muy fuerte, y fue por lo que no escuchó ningún ruido de los<br />

que se dejaron escuchar. Pero de pronto, como que sus audífonos<br />

empezaron a fallar, pues en principio se escuchaban más fuerte y<br />

después muy bajito; movió un poco los cables, para ver si estaban<br />

haciendo falso contacto, y después escuchó un sonido muy fuerte<br />

de estática que la dejó aturdida y le lastimó el oído.<br />

Rápidamente bajó el volumen a su estéreo y fijó su mirada<br />

hacia el indicador de baterías, el cual indicaba que estaba<br />

en estado excelente; luego dio una y otra vuelta a su aparato,<br />

checando que todo estuviera en normal funcionamiento,<br />

cuando de pronto se volvió a escuchar su música, pero ahora de<br />

forma muy lenta; le subió un poco al grado medio y entonces<br />

desconoció la canción, esa no estaba en su disco preferido. Pensó<br />

que al ser grabado, en la disquera se equivocaron y les quedó un<br />

error de grabación, y mirando el aparato siguió escuchando la<br />

rara canción, que se oía baja en revoluciones; miró nuevamente<br />

el indicador de baterías pero todo estaba bien. Acto seguido le<br />

pareció escuchar una voz detrás de la música, como si fuera<br />

un fondo, como un complemento de la música: la melodía era<br />

de orquesta, pero estaba baja de revoluciones, por lo cual no<br />

se podía apreciar bien el sonido y escuchó nuevamente la voz<br />

ronca y muy bajita; parecía que decía una palabra.<br />

433


Inmediatamente le subió más al volumen para captar la<br />

voz y la palabra, y a poco de tratar de entender lo que era como<br />

un murmullo, como un lamento, aguzó muy bien su sentido del<br />

oído y apreció nuevamente la palabra que decía: ¡Ayúdame!<br />

<strong>La</strong> muchachita, de casi 14 años, se sobresaltó y se puso tensa; su<br />

mirada se clavó en su estéreo y pensando que había escuchado mal,<br />

se esperó a escuchar una segunda vez para confirmar. Pasaron dos<br />

desesperantes y largos minutos y no se escuchaba ningún sonido<br />

más que el de la música de orquesta en baja revolución; suspiró<br />

hondo y dejando escapar todo el aire contenido por la tensión, optó<br />

por quitarse los audífonos y dejarlos en su recámara, para después<br />

ir a la cocina, cuando de repente, un segundo antes de que se los<br />

quitara, se volvió a escuchar la voz ronca de alguien que parecía<br />

estar en agonía: ¡Ayúdame!<br />

Esta vez la pequeña gritó fuertemente. Quitándose los<br />

audífonos de un jalón, estrelló el aparato contra el piso y con<br />

el impacto la tapadera del CD se quebró, haciendo rodar al<br />

disco por todo el piso, quedando abajo de su cama. Su estéreo<br />

partido en dos estaba aún trabajando; de pronto, los gritos y los<br />

toquidos de la maestra, de la mamá y de la esposa de Carlos en<br />

su puerta la sobresaltaron y corrió llorando hacia ellas; abrió<br />

rápidamente la puerta y se echó a los brazos de la primera que<br />

entró, y todas la cuestionaron alarmadas y asustadas por los<br />

gritos que habían escuchado.<br />

Caminaron hacia la cocina, donde la sentaron y le dieron<br />

traguitos de té caliente para calmarla, para luego escuchar con<br />

atención lo que ocurrió en su recámara. <strong>La</strong> esposa de Carlos, sin<br />

ningún temor, fue a la recámara de Paquita a ver qué era lo que<br />

estaba pasando con su estéreo.<br />

Ajena a lo que en la casona ocurría, fue muy tranquila<br />

sin sospechar ningún mal acto. Miró el estéreo partido en dos<br />

y sonrió, pensando para sus adentros: —Esta niña con nada<br />

se alarma y hasta quebró su CD—. Lo levantó y miró que aún<br />

estaba encendido; miró por todos lados para ver si estaba por<br />

ahí el disco, pero como no lo encontró, se inclinó un poco y vio<br />

que estaba debajo de la cama; lo agarró, lo limpió y lo acomodó<br />

en su lugar dentro del estéreo. También colocó la tapadera y<br />

434


lentamente, como dudando, se colocó los audífonos; sonrió<br />

y caminó hacia la cocina escuchando, más bien tratando de<br />

entender el tono alegre de música en inglés muy movida.<br />

Ya sus pasos iban más rápido cuando antes de atravesar el<br />

pasillo le pareció haber visto una sombra que se deslizó rápidamente<br />

en el cuarto del fondo; se detuvo y fijó su mirada, enfocando bien su<br />

vista, pero no miró nada anormal. Siguió su camino hacia la cocina,<br />

aunque después de ese incidente no dejó de sentir como que alguien<br />

venía detrás de ella; los cabellos se le erizaron y apresuró el paso.<br />

Entró a la cocina y a nadie dijo nada de eso, sólo comentó que<br />

el estéreo estaba quebrado pero que sí seguía tocando, y le comentó<br />

a Paquita que la música de la que ella había dicho, no se escuchaba<br />

más que una muy movida en inglés. Paquita empezó a dudar y con<br />

ganas de no volver a escuchar, le dijo que por esa noche se olvidaría<br />

de su agradable música y todo volvió a la normalidad.<br />

Minutos después, aprovechando el incidente empezaron<br />

a contar relatos de casos que jamás se identificaron. <strong>La</strong> esposa<br />

de Carlos pensó dos veces antes de contar lo que ella sabía de la<br />

casona, precisamente en donde estaban conversando y prefirió<br />

callar: pensó que lo que ella sabía de seguro molestaría a sus nuevos<br />

dueños y además, no era el momento apropiado, pues con lo que<br />

acababa de suceder era más que suficiente para que la chamaca,<br />

desde ese día, no pudiera dormir sola en su habitación, y así fue: de<br />

ahí en adelante sólo quiso dormir acompañada.<br />

435


El fin del brujo mayor<br />

y su entierro<br />

En esos mismos momentos los ancianos brujos luchaban<br />

nuevamente: el nieto se vio obligado a acabar de una vez por todas<br />

con su despreciable abuelo; ya había cometido muchos asesinatos y<br />

ya era hora de parar. Al tiempo en que miró la lengua partida en dos<br />

pedazos, como la de las víboras, le asegundó otro nuevo y certero<br />

golpe; poquito después, los filosos y brillantes colmillos que en la<br />

obscuridad de la habitación secreta en el sótano destellaban como<br />

si tuvieran luz propia, despedazaron la apestosa lengua casi en su<br />

totalidad. Esta vez el anciano no gritó, sólo se revolteó como víbora<br />

de cascabel, hasta quedar en una forma irreconocible; el brujo menor<br />

corrió y como pudo abrió una pesada puerta y de ahí, de un cuarto<br />

más obscuro que la boca de un lobo, sacó un pesado baúl metálico y<br />

lo arrastró como pudo, ya que solamente tenía una mano, la derecha,<br />

para ser exactos, ya que la izquierda la había perdido precisamente<br />

a consecuencia de uno de los trucos de su abuelo y se vio obligado a<br />

usar una prótesis, que cuando fue aventado brutalmente por su abuelo<br />

contra la pared de cantera sólida, ahí se estrelló y se rompió la parte<br />

que ganchaba en el dispositivo de embrague. Trató de acomodársela<br />

nuevamente, al sentirse fuera de peligro, pero el metal que la hacía de<br />

gancho y de candado se había destrozado con el furioso golpe.<br />

Ya muy cerca de su abuelo abrió el baúl y ayudado con una pala<br />

de mango muy largo, empezó a levantar aquel montón de huesos,<br />

que despedía un olor horrible; restos de aquel despreciable sujeto que<br />

quedó casi en nada, ya que su cuerpo se redujo impresionantemente,<br />

437


al grado de que hasta el mismo brujo menor se había sorprendido. No<br />

alcanzaba a entender cómo tan rápido se había acabado su verdugo,<br />

que abusó de él por muchos años. Cerró la tapa del pesado baúl,<br />

convertido ahora en ataúd. Lo arrastró hasta la habitación y después<br />

de unos minutos, se dio a la tarea de acomodarlo de tal manera que<br />

nadie fuera a descubrirlo; finalmente salió a tomar un poco de aire,<br />

caminó sin saber a dónde ir. Se dirigió por uno de los pasillos secretos<br />

que abundaban en la casona y que conducían a diferentes puntos de la<br />

ciudad, los que solamente él y su abuelo hasta ese entonces conocían.<br />

Sin querer fue a dar a una de las iglesias más reconocidas de<br />

la ciudad, y cuando se dio cuenta ya era tarde, sólo se escabulló<br />

antes de ser visto. En algunas otras ocasiones sabía a qué horas<br />

podía entrar a donde el túnel lo llevaba. Ya estando ahí dentro,<br />

buscó la salida más próxima y menos transitada por las personas<br />

de servicio; en ese momento había unas parejas ensayando el<br />

ceremonial de una boda, pero pasó desapercibido; una o tal vez<br />

más personas lo miraron, pero todos pensaron que trabajaba en<br />

la iglesia y por lo tanto, nadie se atrevió a denunciarlo y aunque<br />

su aspecto era feo y causaba desconfianza, todos optaron por<br />

ignorarlo. Sólo un niño inocente le preguntó por su nombre y<br />

éste le contestó, mirándolo fijamente a sus ojos; el chamaco, de<br />

escasos cuatro años, se quedó muy quieto hasta que sus familiares<br />

terminaron el ensayo y se lo llevaron, sin notar que había<br />

permanecido todo ese tiempo bajo el poder hipnótico del brujo.<br />

Ya en la calle volteó despistadamente hacia atrás, para ver si<br />

alguien lo seguía y al comprobar que todo estaba bajo control se<br />

dirigió a una de sus calles preferidas; necesitaba comida y algo de<br />

beber. Caminó metido en sus pensamientos, ya era un poco tarde<br />

y pronto obscurecería, la fuerte luz de la luna llena lo agarraría en<br />

la calle y de seguro tendría que hacer una de tantas fechorías a que<br />

su abuelo lo había acostumbrado: saciarse de sangre fresca para<br />

mantener sus poderes y cualidades. En unas cuantas horas, ya con<br />

la luna brillante y con el frío encima, se dirigió a su escondite en<br />

la casona; él sabía por dónde entrar, por lo que no le preocupaba<br />

ni siquiera la hora. Entró por uno de los túneles y por primera vez<br />

en su vida sintió miedo, un terror desconocido cubrió su rostro;<br />

corrió como loco por todo el obscuro y asfixiante túnel, como si<br />

438


el mismísimo diablo fuera tras él, hasta llegar a la sala en donde se<br />

cruzan y se juntan las demás puertas secretas. Ahí cayó sin sentido:<br />

la falta de aire en sus pulmones lo derribó y así, tirado en la fría losa<br />

permaneció por un largo rato; estuvo a punto de perder la vida, sus<br />

signos vitales disminuían cada vez más. Luego entró en un estado de<br />

shock, que después se transformó en un ataque epiléptico que le duró<br />

alrededor de media hora.<br />

Al poco rato de que sufrió esos terribles movimientos,<br />

empezó a recobrar el conocimiento progresivamente y ahí<br />

permaneció casi hasta el amanecer; sus fuerzas se habían<br />

agotado y no pudo ni siquiera acomodarse de ningún lado para<br />

dormir. Los primeros rayos del astro rey iluminaron un poco<br />

la tronera que la hacía de tragaluz hasta el sótano, pasando por<br />

varios espejos estudiadamente bien acomodados, con diferentes<br />

ángulos que hacían llegar un poco de luz a cada habitación;<br />

por suerte uno de esos milagrosos rayos de luz tibia pasó por<br />

unos segundos sobre su cadáver, suficientes para que absorbiera<br />

la energía necesaria para incorporarse. Poco a poco, a medida<br />

que fue recuperando las fuerzas se puso completamente de<br />

pie y así permaneció por unos instantes; luego de hacer unos<br />

ademanes recordó cómo le había enseñado su abuelo a adquirir<br />

energía del ambiente y así lo hizo: la piel empezó a cambiarle de<br />

color, de pálido amarillento a un color normal de una persona<br />

añejada y sucia; sus venas de todo el cuerpo le brotaron con<br />

notable movimiento. Se puso en posición de firmes y luego<br />

abrió los ojos saltones, abriéndolos cada vez más y arrugando<br />

intencionadamente su estrecha frente, empezó a pensar en lo<br />

sucedido y consideró la posibilidad, de la que ya casi estaba<br />

seguro, del porqué de sus miedos y desesperación.<br />

Sin perder tiempo se dirigió a toda prisa al lugar en donde<br />

había escondido el baúl con los restos de su abuelo adentro y notó<br />

que había sido abierto; se puso en guardia, pues sabía que su abuelo<br />

había recobrado su forma nuevamente y es que se le había olvidado<br />

sacar todas las cosas que tenía guardadas en el pesado y viejo baúl.<br />

Ahí tenía pertenencias de sus padres y de sus amos, suficientes para<br />

que el anciano brujo mayor encontrara energía que le ayudara a<br />

recobrar su figura normal.<br />

439


No muy lejos de donde se encontraba, encendió las antorchas<br />

que estaban a su alcance; de ese modo su abuelo se escamaría con<br />

la luz del fuego, aunque también de ahí podría adquirir energía.<br />

Descartó esta última oportunidad: de una manera u otra sabía que<br />

no se acercaría mucho al fuego. A unos pocos metros antes de llegar<br />

al cuarto del altar de cosas y monos diabólicos que pertenecían a su<br />

abuelo, se divisaba un pequeño bulto que hacía débiles movimientos;<br />

ahí estaba, era él, el abuelo. Se le había acabado la poca fuerza y<br />

energía que había obtenido de las cosas antiguas; parecía envuelto en<br />

su preferido traje negro, ya casi hecho garras. Esta vez el brujo menor<br />

se tapó boca y nariz, el mal olor que ahí se respiraba le penetraba<br />

hasta el cerebro; la furia lo empezó a sacar de control y de una vez<br />

por todas, echando mano de la antorcha más grande, se dirigió hacia<br />

él decidido a todo, y gritándole una serie de palabras en un dialecto<br />

desconocido, le arrojó la antorcha con el fuego a todo lo que daba;<br />

parecía que la lumbre cobraba vida y furiosamente se apoderó de su<br />

presa, la que al sentir la fuerza del calor, aulló como un perro herido.<br />

Minutos después, los aullidos se transformaron en gruñidos de una<br />

fiera enjaulada, brincoteando y dando sus últimos movimientos para<br />

poder escapar de las llamas, pero lo único que consiguió fue que éstas<br />

aumentaran y cobraran más fuerza y de esa manera, en unos cuantos<br />

minutos sólo quedaron unas malolientes cenizas y un hilillo de humo<br />

rojizo que débilmente salía de ellas.<br />

Así, tristemente acabó la larga vida de un ser despreciable, que<br />

se dedicó únicamente a cometer una serie de despiadados crímenes y<br />

maldades desde temprana edad. No conforme con todo eso, también<br />

se dedicó a enseñar su alta escuela de magia negra a varios de sus<br />

familiares, muchos de los cuales le sirvieron de víctimas para sus<br />

actos malignos.<br />

El nieto de más confianza y ahora su ejecutor, le había servido<br />

por muchos años; le tuvo que descifrar los secretos para obtener una<br />

vida larga y duradera, y sobre todo, una buena salud. De ahí que el<br />

nieto aprendió a hacer lo mismo que su abuelo cuando él faltara, cosa<br />

que estaba por suceder, pues su edad era ya de poco más de trescientos<br />

años, por lo que era tiempo de empezar, pero por un cambio en su<br />

personalidad, decidió acabar con todo y hasta con él mismo, pero<br />

todavía no era su hora.<br />

440


Pasaron varias horas y el apestoso humo no dejaba de salir de<br />

aquel montón de cenizas diabólicas; el nieto ya se estaba desesperando,<br />

tenía que seguir paso a paso todo el proceso de eliminación; lo sabía<br />

y eso lo controlaba. Unos minutos más tarde, ya parecía que todo<br />

estaba listo para el proceso final. El nieto se acercó, no muy confiado,<br />

y con una vara estuvo picando hasta ver que no existía indicio de<br />

humo ni de calor. Juntó cuidadosamente todas las cenizas y acto<br />

seguido, con un punzón empezó a marcar el lugar en donde había<br />

quemado al anciano. <strong>La</strong> losa parecía haber sufrido una penetración<br />

de las furiosas llamas de fuego, dañando su estructura; luego, a toda<br />

prisa fue por unas herramientas y en poco tiempo destruyó la parte<br />

superior de la losa de cantera, quitando perfectamente la mancha<br />

negra que dejaron las cenizas y así, con pedazos de cantera quemada<br />

y manchada por las cenizas del brujo quemado, las guardó en el baúl<br />

y esta vez sí se esmeró en limpiarlo muy bien. Ahí esperaría hasta<br />

que trajera a Marcos y a sus amigos para que le ayudaran a llevarlo al<br />

panteón, donde se quedaría para siempre.<br />

No perdió más el tiempo: de una forma u otra se tenía que<br />

comunicar con Marcos. Salió de prisa, pero esta vez lo hizo por la<br />

puerta principal de la casona, sin ser descubierto como en otras<br />

ocasiones; miró atentamente cómo los ocupantes de la mansión<br />

se disponían para ir a dormir. Definitivamente él se había dado<br />

cuenta que su ser y su actitud habían cambiado por completo,<br />

ya no era el mismo; desde que conoció a esta familia que<br />

ahora ocupa la casona, cambió todo por completo. Sus buenos<br />

sentimientos y la buena fe que aún tenía le brotaban a cada<br />

momento, exigiéndole paz y tranquilidad. Cerró suavemente<br />

la puerta por fuera, en el momento en que unas personas que<br />

pasaban por ahí lo miraron y corrieron despavoridas, gritando<br />

de miedo. Él les había regalado una sonrisa y ellos corrieron<br />

asustados; se agachó y clavando su mirada en el piso continuó<br />

caminando, pensando en qué hacer para que la gente lo empezara<br />

a aceptar. No se había dado cuenta que se había transformado<br />

y que ahora su aspecto era cada vez más horrible: el hechizo<br />

que el brujo mayor había hecho ya se estaba terminando y él<br />

se iría envejeciendo día con día, hasta llegar a su actual edad.<br />

Esto lo podría parar y recuperar su forma anterior y hasta con<br />

441


muchísima menos edad, pero el cambio que había hecho en<br />

su vida no le permitía pensar más en maldad, sólo cuando la<br />

luna llena lo sorprendía en la calle actuaba descontroladamente,<br />

desobedeciendo sus sentimientos, ahora buenos.<br />

Llegó a un teléfono público y llamó a Marcos: —Sé que es<br />

muy noche y sé también que te voy a molestar, pero se trata de mi<br />

abuelo y tenemos que actuar inmediatamente. Te espero afuera de la<br />

casona—. No esperó a nada, sólo se limitó a avisarle y colgó.<br />

—Hey, hey, ¿qué te pasa, viejo loco?—. El timbre del teléfono<br />

colgado lo dejó impotente; Marcos dormía muy bien en esos<br />

momentos y dejó escapar una palabra de maldición en inglés. De<br />

inmediato regresó la llamada al número que se registró en su pantalla<br />

y timbró varias veces, sin que nadie le contestara; aunque el brujo ya<br />

se alejaba, sí escuchó los timbres insistentes del teléfono pero no se<br />

regresó: el trato era verse afuera de la mansión.<br />

De un salto Marcos se incorporó y sin dejar de hablar por su<br />

celular, se empezó a vestir.<br />

—Sí, soy yo. Es muy urgente, don Chuy; ahorita voy por Carlos<br />

y en unos minutos pasamos por usted.<br />

—No te preocupes, m’ijo, yo estaré listo y descuida, esto no es<br />

ninguna molestia.<br />

—Ok, nos vemos al ratito, bye—. En seguida Marcos habló con<br />

Carlos, quien le respondió que contara con él, que mientras llegaba a<br />

su casa ya estaría listo.<br />

En menos de media hora ya iban los tres amigos rumbo<br />

a la casona; comentaban entre ellos y no tenían ni idea de lo<br />

que estaba pasando. Al dar vuelta en la esquina de la cuadra de<br />

donde se encuentra la casona, al mismo instante los tres amigos<br />

miraron la silueta del brujo menor, del indio, como Marcos lo<br />

llamaba. Éste, al ver la luz de la camioneta circulando despacio<br />

y tratando de estacionarse enfrente, se adelantó a abrir la pesada<br />

puerta de la casona; no se podían distinguir bien sus facciones,<br />

sólo la silueta del ya conocido sujeto.<br />

Los amigos bajaron de la camioneta tranquilamente, pero en<br />

sus rostros había una seña de preocupación. Se miraron y al mismo<br />

tiempo caminaron hacia los escalones que conducen al portón,<br />

donde ansiosamente esperaba el indio. A unos cuantos pasos se<br />

escuchó el “shhh” del indio, pidiendo silencio. Al entrar a la casona<br />

442


una de las luces del sistema de riego se encendió, dejando ver el<br />

rostro del brujo; todos al mismo tiempo se apresuraron a mirarlo:<br />

fue tanta la impresión que no pudieron evitar un grito de miedo al<br />

unísono. Un poco alterado, el brujo les pidió silencio casi en voz alta<br />

y también su voz tenía un extraño sonido. Los asustados amigos casi<br />

se van de espaldas al ver aquel rostro tan horrible y diabólico, que<br />

enmudecieron por unos segundos.<br />

—Ya que hicieron más ruido que la chingada, vénganse por<br />

acá, les mostraré otro camino más seguro, pero de prisa.<br />

Nadie dijo nada acerca de la agresiva reacción del ahora<br />

anciano; él tomó la delantera y los amigos, aún temblando de frío,<br />

de miedo y demás, lo siguieron con la cabeza baja. Un olor a azufre<br />

los empezó a inquietar y a medida que avanzaban, más fuerte les<br />

llegaba el olor, por lo que taparon su boca y nariz con la solapa de<br />

sus chamarras, mientras que parecía que para el indio el fuerte y<br />

penetrante olor era normal.<br />

Adentro de la habitación de la maestra se alcanzaron a escuchar<br />

los gritos, pero pensaron que había sido en la calle y todo siguió con<br />

aparente normalidad.<br />

Ya una vez adentro del cuarto de castigo abrieron la puerta<br />

secreta, que para ese momento ya no lo era tanto. Todos siguieron<br />

los pasos apresurados del brujo, sin dejar de pensar en qué sería lo<br />

que tanto le urgía a tan acabado anciano. Marcos lo miraba de reojo:<br />

desde que la luz alumbró su demacrado rostro dudaba que fuera<br />

aquel indio viejo pero fuerte, de escasos sesenta años, como cuando<br />

lo conoció. El astuto anciano parecía que corría con facilidad por los<br />

andenes de los pasadizos bien trazados, con bastantes telarañas pero<br />

muy bien hechos, y era cuando más dudaban de su verdadera edad.<br />

Después de una buena carrera entre los pasadizos, al fin el<br />

sujeto se detuvo enfrente de una de las puertas que seguramente eran<br />

habitaciones, y sacó de entre sus ropas una llave de bronce muy grande,<br />

y sin pensarlo la metió en la cerradura y abrió inmediatamente y con<br />

una voz decidida dijo:<br />

—Ahí está, mírenlo. He acabado con mi abuelo y ahora<br />

descansa en este pesado baúl y como ustedes pueden ver, es muy<br />

pesado, es por eso que los mandé llamar. Es la hora de llevarlo al<br />

cementerio, ahí acabará para siempre. El hechizo dice que debe<br />

ser quemado y enterrado con todo y cenizas.<br />

443


Los amigos no respondieron, siguieron cubriendo parte de sus<br />

rostros porque el horrible olor en esa habitación sí que era asfixiante<br />

y macabro. Se miraron unos a otros y con una seña de sus ojos se<br />

entendieron: caminaron hacia el pesado baúl dispuestos a cumplir el<br />

acuerdo tenido el brujo, cuando les ofreció su ayuda para acabar con<br />

su abuelo; de otra forma, jamás lo hubieran hecho y aparte habrían<br />

sido víctimas del anciano, su alimento, como él lo llamaba. Se habría<br />

apoderado de sus almas y tal vez hubiera poseído sus cuerpos.<br />

Marcos tomó una de las agarraderas del baúl y don Chuy,<br />

pidiendo permiso a Carlos, tomó la del otro extremo. Carlos se<br />

adelantó para ir abriendo y cerrando puertas, siguiendo los pasos<br />

apresurados del ahora anciano brujo. Dentro de los pasadizos secretos<br />

nadie se atrevió a decir nada, siguieron su camino tranquilamente.<br />

El baúl, que ya la hacía de ataúd, cada vez se sentía más<br />

pesado; Marcos miraba a don Chuy para ver si necesitaba<br />

reemplazarlo por Carlos, pero don Chuy parecía no hacer ningún<br />

esfuerzo: caminaba muy bien y se miraba tranquilo. Marcos le<br />

preguntó si requería ayuda y él se negó, asegurando aguantar<br />

hasta la camioneta. El olor se iba haciendo más penetrante, ya<br />

que cuando a veces retiraban su mano de la cara, el olor era el<br />

mismo. Don Chuy no soportó más y pensó en voz alta:<br />

—Rayos, esto huele a demonios; tenemos que ir después<br />

con el doctor Ávila para que nos desinfecte. Esto está fuerte y<br />

tenemos que protegernos.<br />

—Así es, don Chuy —afirmó Marcos—, en cuanto terminemos<br />

iremos directamente con Ávila. Yo estoy a punto de tirar la toalla,<br />

pero ya sólo nos quedan algunos pasos.<br />

Afuera, el fuerte frío azotaba y en el ambiente flotaba una<br />

ligera brisa que en pocos segundos les humedeció los rostros. Carlos<br />

ya tenía lista la camioneta para subir el baúl y en ella al viejo brujo. De<br />

un salto como los gatos, el ahora anciano subió a la 4X4 de Marcos,<br />

dejando a sus ayudantes perplejos por el impresionante salto. <strong>La</strong>s<br />

miradas de los asustados amigos se entrecruzaron: no lo podían<br />

creer. Y con igual incredibilidad detuvieron la marcha, extrañados de<br />

lo que sus ojos acababan de presenciar: cuando intentaron colocar el<br />

baúl en la caja de la camioneta, el indio casi se las arrebató diciendo<br />

unas maldiciones que asustaron más a sus acompañantes.<br />

444


Carlos, que era quien estaba más cerca de los tres, sin pensar<br />

cerró la tapa de un manotazo y...<br />

—¡Vámonos, Marcos! Esto se está poniendo más interesante.<br />

<strong>La</strong> voz de Carlos parecía haberlos animado: los tres subieron<br />

de prisa, como si se tratara de huir. En el inesperado arrancón Marcos<br />

creyó haber tirado al piso al anciano y miró por el espejo retrovisor,<br />

quedando una vez más convencido de que a bordo de su flamante<br />

camioneta llevaban a un hombre gato; la inercia del jalón y de la<br />

vuelta en la esquina no fueron suficientes para mover a aquel cada<br />

vez más extraño individuo.<br />

Todos los tripulantes se sentían movidos por una extraña<br />

fuerza, que parecía que hacían un gran escape. Marcos abrió<br />

automáticamente la ventana trasera y pidió a Carlos que preguntara en<br />

cuál de los panteones quería enterrar los restos de aquel despreciable<br />

sujeto. El individuo no contestó, sólo los miró con ojos que parecían<br />

brasas al rojo vivo; los tres miraron lo mismo y se sintieron de igual<br />

manera, empezaron a titubear por el miedo: aquella reacción del<br />

viejo era diabólica. Don Chuy, más consciente y fuerte en decisiones,<br />

les sugirió el Panteón de Oriente, diciendo: —Ahí trabaja un familiar<br />

muy lejano, pero estoy seguro que me recordará.<br />

Marcos se dirigió al lugar guiado por sus amigos, que<br />

conocían muy bien la ciudad. Ya querían deshacerse de aquella<br />

cosa tan horrible. Manejó a toda velocidad por uno de los callejones<br />

obscuros y ese acto le recordó cuando era perseguido por los<br />

policías. Algo o alguien le hizo disminuir un poco la velocidad, y<br />

justamente cuando lo hizo, en la siguiente esquina dos patrullas de<br />

policía esperaban atrapar a conductores con alta velocidad. Luego<br />

de pasar normalmente al lado de ellos, se acordó del anciano y<br />

echó un vistazo por el espejo retrovisor y después por el derecho y<br />

el izquierdo y como no pudo observar más que al pesado baúl, se<br />

asustó, pensando que tal vez con la carrera había tirado a su pasajero.<br />

De pronto empezó a incorporarse de un lado del baúl el muy astuto<br />

y extraño pasajero, quien también sabía que hubiera sido peligroso<br />

si uno de los policías lo hubiera descubierto. Cuando se dio cuenta<br />

que Marcos lo observaba por el espejo, le sonrió mostrándole unos<br />

brillosos y feroces colmillos. Marcos esquivó su mirada y prefirió<br />

seguir manejando con más precaución.<br />

445


Don Chuy y Carlos ignoraban lo que el anciano podía hacer.<br />

Ya casi enfrente de la entrada principal, don Chuy pidió a Marcos que<br />

parara y con voz decidida afirmó:<br />

—Pienso que es mejor que yo me quede aquí hasta hablar<br />

con mi pariente; ustedes vayan allá enfrente a estacionarse<br />

y traten de hacer el menor ruido posible, podría pasar una<br />

patrulla y se echaría todo a perder. Pasaron quince minutos, que<br />

se hicieron una eternidad para los que esperaban; don Chuy al<br />

fin dio con su pariente y le explicó en pocas palabras el asunto;<br />

el guardia del camposanto, no muy convencido y tomando aquel<br />

fajo de billetes dado por don Chuy, sólo se limitó a darles el<br />

paso e indicarles en qué lugar sería el más adecuado para que<br />

depositaran el baúl.<br />

De inmediato don Chuy les mandó una señal con la<br />

lámpara de mano de su familiar lejano, y rápidamente se<br />

apresuraron a pasar; el guardia, aún más molesto, trató de<br />

presionarlos dándoles órdenes pero no fue así: el único y el<br />

último en dar órdenes y en tomar la decisión final fue el anciano<br />

indio, y cuando el guardia lo miró, ante el asombro de todos<br />

cayó de espaldas desfallecido; tenía muchos años trabajando en<br />

el cementerio y jamás había tenido una experiencia como la que<br />

acababa de pasar.<br />

Con la voz, que ahora sí era de ultratumba, los guió por<br />

unos senderillos, indicando: —Detente aquí, este lugar será el<br />

de mi abuelo, y quiero que me entiendan bien—. Sin más, bajó,<br />

abrió la puerta trasera y sin ningún problema ni esfuerzo, de<br />

un jalón arrastró el pesado y viejo baúl. Ante el azoro de todos,<br />

se lo llevó jalando sin hacer mucho esfuerzo y con su única<br />

mano, la derecha, jaló una pesada losa de cemento que cubría<br />

una sepultura, deslizándola con tanta facilidad que los presentes<br />

no salían de su asombro. Esa misma losa de cemento sería<br />

removida de su lugar apenas por cuatro o más personas fuertes,<br />

o bien, con un montacargas que usaban para esos menesteres.<br />

Ahí estaba el hoyo más obscuro que la noche; en ese momento<br />

las nubes se empezaron a juntar, ocultando la escasa luz de la<br />

luna, haciendo de aquella escena una visión aún más tenebrosa.<br />

Unos segundos después, un chispazo de electricidad, que salió<br />

446


de la nada, alumbró los rostros de los presentes y parte del<br />

cementerio, al mismo tiempo en que parecieron haberse visto<br />

algunas sombras con movimientos excesivamente rápidos y que<br />

instantes después se fueron desapareciendo con la obscuridad;<br />

serían las sombras de las lápidas o sería que tal vez no estaban<br />

solos. También el brujo las miró y se puso en alerta; por unos<br />

instantes pareció que él también temía, y como si buscara a<br />

alguien con la mirada recorrió todo el cementerio, dando vuelta,<br />

girando sobre sus talones.<br />

Los tres amigos ya formaban parte de aquella noche<br />

de tinieblas, sólo se sentían seguros porque el brujo hasta ese<br />

momento no había hecho por atacarlos, les dio su palabra de<br />

ayudarlos y parecía que estaba cumpliendo. Cuando el brujo<br />

terminó la búsqueda por todo el rededor, se miró un poco<br />

calmado y empezó a explicarles el porqué de todo eso.<br />

—¿Alguien de ustedes vio alguna sombra en movimiento,<br />

después del rayo? Pues quiero decirles que aquí están las almas<br />

de varias personas que fueron muy malas en sus tiempos y que<br />

aún tienen poderes, pero les hacen falta algunos complementos<br />

para recobrar su forma original, y es por eso que se desvanecen<br />

así como llegan de rápido. Por eso tiene que ser en este lugar<br />

donde descansará para siempre mi abuelo; de otra manera,<br />

en caso de que alguien con poderes malignos hubiera sido<br />

sepultado en este lugar, ya habría salido al sentir la presencia de<br />

mi abuelo, para luchar con fuerzas desconocidas y apoderarse<br />

de su materia y eso... sería muy peligroso.<br />

<strong>La</strong> voz tenía ahora otro tono y un sonido diferente:<br />

—Tiene que ser aquí, donde no haga contacto con nada ni<br />

con nadie; él solo en esta tumba. Yo no puedo saber qué tan<br />

fuerte es su poder o haya sido, para que de estas cenizas pueda<br />

recobrar vida haciendo contacto con alguien más. Cuando lo<br />

aniquilé no lo quemé inmediatamente, como dicta el proceso<br />

de aniquilación y aun así, después de saber y de asegurarme<br />

de que estaba completamente muerto, pensé que era suficiente<br />

y lo metí como pude al pesado baúl—. Nadie se atrevió a<br />

interrumpirlo, y prosiguió:<br />

447


—Desde en ese entonces, como ustedes pueden ver, tengo<br />

una fuerza increíble y tengo poderes que antes no podían ser<br />

míos, porque mi abuelo me tenía limitado, sólo al faltar él los<br />

poderes ilimitados de su mente se pasarían hacia mí. Pero quiero<br />

decirles una vez más que mi poder es muy fuerte y lo puedo usar<br />

para bien o para mal, y he decidido usarlo para el bien, por lo<br />

menos el tiempo necesario hasta mi auto—aniquilación.<br />

En ese momento Marcos no pudo callar, y a pesar de que todos<br />

suponían que sería muy peligroso interrumpir al brujo, no midió las<br />

consecuencias y con la voz quebrantada y nerviosa preguntó, casi<br />

para sí mismo: —¿Quieres decir que te aniquilarás tú mismo?<br />

—Sí, así es, pero será a su debido tiempo y creo<br />

conveniente decirles que ustedes me ayudarán; bueno, más<br />

bien, alguno de ustedes.<br />

—¿A qué te refieres? —volvió a preguntar Marcos, pero esta<br />

vez su voz se escuchó firme y segura.<br />

—Ya lo sabrás a su tiempo—. Al escuchar esto, un mal<br />

presentimiento se apoderó de Marcos, pero evitó que fuera notado<br />

en lo más mínimo. El brujo prosiguió con su testimonio:<br />

—Como les decía, triunfante salí a la calle a matar el rato y<br />

al regresar me di cuenta de que los poderes de mi abuelo estaban<br />

resurgiendo de la nada: abrió el baúl y arrastrándose se dirigió<br />

hacia un lugar, del cual no puedo hablar en este momento, y que si<br />

hubiera logrado llegar, se habría cargado de energía suficiente para<br />

aniquilarnos a nosotros cuatro juntos sólo con su mente, pero su<br />

suerte fue otra, no alcanzó a llegar a su objetivo; la fuerza y la energía<br />

se le agotaron un poco antes. Y ahí estaba, una bola de huesos<br />

malolientes, con pequeños y débiles movimientos, esperando más<br />

energía ambiental, pero ya no tuvo otra oportunidad porque en<br />

ese preciso momento me decidí e hice lo que tenía que hacer para<br />

acabar con él de una vez: lo incineré con todas las cosas que para<br />

mí eran un tesoro. Cosas de mis padres, cosas de hijos de él y cosas<br />

muy valiosas de mis amos; esas cosas eran de los mismos tiempos,<br />

por eso era tan fácil de recobrar su forma original. Levanté la parte<br />

quemada de la cantera y con todo y piedras está aquí, en este viejo<br />

baúl y aquí se quedarán para siempre.<br />

448


Con un movimiento envidiable dio una fuerte patada al<br />

baúl, tan fuerte que lo derribó, cayendo estrepitosamente hasta<br />

el fondo de la sepultura. En ese mismo instante, a lo lejos se<br />

escuchó un alarido y después una ladradera de perros en las<br />

vecinas casas que se encontraban alrededor del cementerio; los<br />

perros parecían asustados.<br />

Inmediatamente los cuatro ahí presentes, como si se hubieran<br />

puesto de acuerdo, empezaron al mismo tiempo a echarle la tierra<br />

encima y al final colocaron la pesada losa de cemento. Como ahí<br />

mismo estaban los utensilios de sellamiento de la lápida, pusieron<br />

manos a la obra, terminando totalmente su trabajo.<br />

Los tres amigos dejaron que el brujo menor decidiera la<br />

hora de partir; vieron cómo él se inclinó un poco hacia la tumba<br />

y dijo unas palabras en el dialecto desconocido que habían<br />

escuchado antes; a continuación, con unas conocidas señas<br />

los invitó a salir del camposanto. Cuando pasaban por el lugar<br />

por donde habían entrado, ahí estaba el cuerpo del vigilante<br />

aún tirado, sin conocimiento. Marcos detuvo la marcha con la<br />

intención de ayudarlo, pero el brujo le dijo que no se preocupara,<br />

que él jamás iba a recordar lo que había sucedido.<br />

—¿Y cómo vamos a saber si esa tumba ya estaba preparada<br />

para alguien? Se les puede ocurrir sacar la tierra y descubrir el baúl, y<br />

además, se van a dar cuenta de que fue usurpada—, comentó Carlos.<br />

El ahora anciano rió un poco y dijo: —En su mente existirá<br />

siempre la imagen de que fue sepultada la persona correcta en esa<br />

tumba, así que no tengan cuidado; él mismo se encargará de hacer la<br />

anotación en el registro del cementerio, sólo que nunca podrá poner<br />

el nombre verdadero de nadie.<br />

Esto último lo dijo con un odio cruel, que hizo que los presentes<br />

vibraran de miedo. Un búho se dejó escuchar con su canto misterioso<br />

y después, durante un par de minutos se sintió una ola helada y<br />

un escalofrío invadió a los tres amigos. <strong>La</strong> luna, una vez despejada<br />

de nubes, al fin cooperó con su débil iluminación, que pareció ser<br />

cómplice del macabro entierro.<br />

Salieron del Panteón de Oriente sin ningún problema, dejando<br />

ya por fin los restos de un ser despreciable, que hizo tanto mal a<br />

mucha gente desde hacía muchos años. Se dirigieron a la casona<br />

449


para dejar al indio, quien determinó irse en la parte posterior de la<br />

camioneta; después de ahí se pasarían a la clínica del doctor Ávila,<br />

para ser desinfectados.<br />

Apenas habían avanzado algunas cuadras cuando Marcos<br />

echó un vistazo por su espejo retrovisor, para checar al anciano, pero<br />

no pudo ver nada, por lo que se alarmó frenando repentinamente<br />

y bajaron a comprobar que ya no los acompañaba. Incrédulos<br />

nuevamente y sorprendidos por la astucia del indio, decidieron ir<br />

directamente a la clínica.<br />

450


Recuperación de Diana<br />

y regreso a<br />

la normalidad<br />

Durante el trayecto nadie se atrevió a hacer un solo comentario<br />

y fue hasta llegar a la clínica cuando pareció que todos querían<br />

hablar al mismo tiempo. Se identificaron a la entrada, explicando<br />

el motivo de su visita y la recepcionista, después de tener<br />

comunicación con alguien, les indicó la dirección que deberían<br />

de seguir y al llegar al final del pasillo que les había indicado,<br />

se dieron cuenta de que una enfermera los estaba esperando,<br />

quien amablemente les dijo: —Pasen por aquí—. Con la misma<br />

amabilidad ella misma los acompañó hasta una sala separada de<br />

la clínica, que estaba ubicada en el patio. Les dio instrucciones de<br />

cómo usar la máquina y les dio ropa de pacientes, mientras sus<br />

ropas fueran llevadas a otra sección para ser desinfectadas. <strong>La</strong><br />

amable muchacha siguió su camino sin alarmarse, como si eso lo<br />

hiciera todos los días.<br />

Un par de horas pasaron y nuevamente apareció la amable<br />

enfermera y les dejó la ropa limpia y planchada. Les comentó que<br />

el doctor Ávila se encontraba en la clínica y deseaba hablar con<br />

ellos. Los esperó hasta que se cambiaron de ropa y los llevó a la<br />

sala de conferencias, en donde esperaba el médico. Se saludaron<br />

con mucha alegría y después de compartir algunos comentarios, el<br />

doctor fue al grano.<br />

451


—Qué bueno que están aquí. Me imagino que no han<br />

dormido, sus ojeras los delatan tanto como a mí: anoche mi doctor<br />

de turno me llamó muy alarmado, pues como recordarán, tenemos<br />

con nosotros en cuidados intensivos a Diana, la muchacha de<br />

servicio de la maestra, y la llamada fue porque un gran milagro la<br />

despertó del estado de coma en el que se encontraba. <strong>La</strong> he revisado<br />

una y otra vez y clínicamente está sana. Es sorprendente ver estos<br />

exámenes no comunes: después de que una persona ha estado<br />

en coma y se recupera, no queda del todo bien y esta muchacha<br />

sorprendentemente se levantó de la cama y se metió a bañar, como si<br />

nada. Cuando la enfermera pasó a hacer su chequeo de la noche, no<br />

la encontró, y asustada empezó a llamar a todo mundo; los guardias<br />

ya estaban levantando el reporte con la policía, cuando a otra de<br />

mis enfermeras se le ocurrió ir a los baños y se dio cuenta de que<br />

alguien estaba adentro y sí, efectivamente, era ella. Ahora está en<br />

la sala, esperando que vengan por ella. No recuerda absolutamente<br />

nada, pero sí sabe dónde trabaja y para quién, y ha pedido que le<br />

hablemos a su amiga Mónica. Para ella fue como si hubiera pasado<br />

una hora y a la fecha ya tiene casi dos meses aquí. ¿Cómo ven<br />

ustedes? ¿Quieren opinar algo?<br />

—Sí, doctor —dijo Marcos con voz firme—. Hace unas<br />

horas sepultamos al abuelo del brujo o del indio, como lo<br />

recuerde, el que se apareció el día que quemamos la banca y<br />

todas esas cosas extrañas que había en el jardín. Era él quien...<br />

—y mirando a don Chuy y luego a Carlos, prosiguió: —según<br />

el indio tenía poderes extraordinariamente fuertes para hacer y<br />

deshacer; su nieto, el indio, acabó con él y está dispuesto a seguir<br />

buscando todo lo que esté relacionado con su abuelo. Y terminó<br />

diciendo que cuando llegue su hora se eliminará él mismo y<br />

que posiblemente nosotros ayudaremos a que la culminación<br />

se lleve a cabo, y que todo será en un estricto secreto. Hace<br />

unas horas, después de sepultar a su abuelo, de regreso a casa el<br />

indio se quiso ir atrás de mi camioneta y de repente desapareció.<br />

Nosotros nos dirigimos de inmediato aquí para desinfectarnos y<br />

ahora nos encontramos con esta noticia suya de Diana. Para mí<br />

que el indio tuvo mucho qué ver en esto y estoy convencido de<br />

que él usó sus poderes para liberarla.<br />

452


En ese momento se escucharon unos suaves toquidos en<br />

la puerta de la sala: era una de las enfermeras que aseguraba<br />

haber visto a una enfermera desconocida salir del cuarto de<br />

Diana un poco antes del chequeo nocturno; le preguntó si era<br />

nueva, a lo que ella contestó que en esta clínica sí, que ese día<br />

había empezado y como era la primer vez que la miraba le creyó,<br />

y ahora que se daba cuenta de lo que ocurrió, pensó que ese<br />

comentario les serviría de algo.<br />

—Sí, muchas gracias. Nos va a servir de mucho. Se puede<br />

retirar y gracias.<br />

<strong>La</strong> recia y conocida voz de don Chuy se dejó escuchar, al<br />

decir: —Yo pienso que la enfermera a la que la señorita miró, fue<br />

un acto del brujo menor. Él comentó que al eliminar a su abuelo,<br />

automáticamente poseería un poder mental ilimitado y que lo usaría<br />

siempre para hacer el bien. Entonces, yo creo que empezó liberando<br />

a Diana del estado de coma, o tal vez una fuerza desconocida del<br />

brujo mayor la estaba controlando y al ser eliminado, Diana recobró<br />

su salud.<br />

—Sí, así es—, comentó el doctor Ávila, convencido de que<br />

los cuerpos pueden ser poseídos por personas con un fuerte<br />

poder mental.<br />

Los comentarios se alargaron por más de una hora y poco<br />

tiempo después se despidieron todos, quedando de verse en otra<br />

ocasión, antes de la boda.<br />

Los amigos se retiraron de la clínica más animados y decididos<br />

a descansar; Marcos fue dejando uno a uno en sus casas, llegando<br />

él a la suya cuando ya el sol estaba en alto; habló con su novia y le<br />

comentó todo, con sus respectivos detalles. Ella le recomendó que<br />

durmiera todo el día y que se verían por la noche, para salir a cenar.<br />

El día transcurrió normal, el frío de la temporada<br />

apretaba un poco más que en el mes de diciembre. El fuerte<br />

viento soplaba reclamando su espacio y dejando sentir su<br />

fuerza por todos los espacios de las mal cerradas ventanas, que<br />

se escuchaba como aullidos.<br />

En la casona, al medio día sonó repetidas veces el timbre<br />

del portón y cuando al fin abrieron, se escuchó el grito alegre de<br />

Mónica al ver a Diana, que esperaba sonriente; las dos muchachas<br />

453


se abrazaron y lloraron de emoción, demostrando así cuánto<br />

se estimaban una a la otra. El doctor Ávila la había dado de alta<br />

y por cuestiones de trabajo, no pudo llevarla él mismo a la casa.<br />

Pasaron a la sala y Moni corrió a avisarles a la maestra, a Paquita y<br />

a la mamá de Carlos, que Diana estaba en casa de regreso. Todas se<br />

apresuraron a saludar a la joven muchacha y al verse, se abrazaron<br />

y de igual manera lloraron emocionadas.<br />

A Diana la acompañaba una enfermera, que también fue<br />

muy bien recibida e invitada a esperar la comida, cosa que ella<br />

aceptó con mucho gusto, ya que tenía la encomienda de cuidar<br />

a Diana por lo menos durante tres días. Aprovechó el momento<br />

para presentarse y hacerles saber de todo lo que hasta ese momento<br />

sabía acerca de la recuperación de la muchacha; comentó también<br />

que era un caso muy especial, porque en su experiencia como<br />

enfermera había tenido a dos o tres pacientes en coma, y hasta la<br />

fecha tiene a uno de ellos bajo su cuidado, por lo que desde en ese<br />

momento les pidió permiso para salir a diferentes horas del día y<br />

de la noche, para estar al pendiente de su paciente, y comentó que<br />

Diana había tenido mucha suerte, ya que un gran milagro la sacó<br />

de su estado de coma.<br />

<strong>La</strong> maestra le dio las gracias y le concedió el permiso para lo<br />

que ella quisiera, comentando además que ellos estimaban mucho<br />

a Diana y que estaban muy contentos de que estuviera bien de salud<br />

y por su regreso a casa. También comentó que habría que esperar<br />

a que Diana estuviera completamente recuperada, antes de que<br />

regresara a sus labores habituales. Los comentarios de todos se<br />

fueron haciendo cada vez más extensos y aún después de la comida<br />

se quedaron en sus mismos lugares, disfrutando de una amena<br />

charla; parecía que los miedos se habían terminado y ahora sólo se<br />

sentía armonía, paz y una agradable tranquilidad.<br />

El ambiente en la casona estaba del todo normal. El frío,<br />

acompañado por aire, jugueteaba en todos los rincones y pasillos de<br />

la casa grande; la maestra se miraba diferente en su actuar, esa era<br />

su verdadera personalidad y más que nadie, Paquita lo sabía porque<br />

durante todo ese tiempo que estuvieron conversando se le quedó<br />

mirando y contemplando sus facciones, descubriendo que en su<br />

rostro había más arrugas que en los pasados días, pero su carácter<br />

454


y su pasión al platicar borraban todos los signos que anuncian la<br />

vejez; ahora estaba hablando con el corazón y de esa manera es<br />

como las personas jamás pierden su personalidad y siempre serán<br />

escuchadas y vistas con los ojos del corazón.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos también notó el cambio agradable de<br />

su mejor y <strong>vieja</strong> amiga: la miraba y no se cansaba de escucharla.<br />

Se miraba feliz, como si algo hubiera ocurrido dentro de su ser.<br />

El cambio fue muy positivo y todos los que conocían a doña<br />

María, la inolvidable maestra, se complacieron al ver a una gran<br />

persona, que de un momento a otro cambió su personalidad;<br />

unos pensaron que fue la llegada de Diana lo que la hizo cambiar,<br />

pero sólo una persona que estaba ahí sabía qué fue lo que<br />

provocó que la maestra recuperara su estado de ánimo normal.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos pidió permiso de ir al baño, necesitaba estar<br />

un momento a solas, las ansias que estaba sintiendo podrían ser<br />

descubiertas y echaría a perder la reunión. Rápido se dirigió a<br />

los servicios de los visitantes, se lavó la cara y se miró al espejo<br />

una y otra vez, quería saber si su rostro había sufrido algún<br />

cambio, como el de la maestra. A sus casi setenta años no había<br />

arrugas aún en su rostro y el de la maestra, que era menor que<br />

ella, estaba lleno de ellas. Sabía que algo raro estaba pasando y<br />

prometió esperar hasta la hora de dormir, para platicar con su<br />

amiga a solas y hacerle notar todo lo que ella había descubierto.<br />

455


Preparativos del brujo<br />

y la historia de<br />

la <strong>vieja</strong> banca<br />

En otra parte de la casona, en el sótano, para ser exactos, el brujo<br />

menor también gozaba de una mejor vida sin su abuelo; ahora era<br />

libre y podía hacer lo que le diera en gana, pero siempre cuidaba lo<br />

que su pensamiento le dictó: hacer el bien por siempre. Acomodó<br />

varias cosas en su lugar y otras las llevó al cuarto en donde estaban<br />

todas las cosas raras de su abuelo, él conocía todo eso y sabía cómo<br />

usarlas, ya había dado prueba de su poder al regresar a su estado<br />

normal a la muchacha de servicio, aparecer y desaparecer en donde<br />

le diera la gana; todo eso y más podía conseguir cuantas veces se<br />

le antojara; también trabajó en la habitación de la maestra: le hizo<br />

una limpia para sacar de su alma todo el mal que su abuelo había<br />

sembrado y la regresó a su personalidad original, aunque claro,<br />

también a su verdadera edad.<br />

También juntó muchas cosas que había en la casona, trabajó<br />

para limpiar todo indicio de que ahí había habitado una persona<br />

con un gran poder maligno, dedicado siempre a hacer el mal. Ya<br />

muy tarde dejó listo el cuarto en donde sería su fin; se inclinó y en<br />

su conocido dialecto, que parecía un rezo o tal vez un ceremonial<br />

para lograr la concentración, se pasó varias horas.<br />

<strong>La</strong> fecha de la boda se acercaba y todos comentaban<br />

emocionados que sería todo un fiestón, por la participación de<br />

un grupo musical muy conocido en Durango que actuaba en<br />

457


el coro durante la misa dominical, y otros grupos más, de fama<br />

internacional, amenizarían el baile. Todos los preparativos estaban<br />

listos y los organizadores revisaban los últimos detalles. Los ensayos<br />

en la iglesia se hacían más frecuentes, a los que asistían los novios,<br />

padrinos, edecanes, fotógrafos y el coro. Todos comentaban que<br />

sería la boda del año en todo el estado, por los gastos acumulados<br />

hasta el momento, que sumaban una cifra millonaria. El novio se<br />

hizo cargo de los gastos que todo esto conlleva.<br />

Los organizadores, al comprobar que todos los detalles<br />

estaban al 100%, citaron a una última reunión en la cual se<br />

despidieron, dejando bien claro que estarían muy pendientes desde<br />

temprano en la iglesia, cuidando hasta el mínimo detalle.<br />

Ese mismo día los amigos inseparables de Marcos, Carlos y<br />

don Chuy, junto con el doctor Ávila, se fueron a comer a casa de<br />

<strong>La</strong>ura y ahí se comentaron todos los hechos de los últimos días: se<br />

habló de la sorprendente recuperación de Diana y de los cambios<br />

que hasta ese día la maestra había ido experimentando. <strong>La</strong> mamá<br />

de Carlos había hablado con su hijo, le había comentado todo lo<br />

diferente que ella había visto en la maestra y Carlos aprovechó<br />

el momento para compartir con los demás lo que su mamá le<br />

había mencionado y tratar de dar una buena explicación. Todos<br />

estuvieron de acuerdo en que la aniquilación del anciano por<br />

parte de su nieto, había acabado con todos los daños que había<br />

ocasionado a sus víctimas. El nieto también había confirmado que<br />

al morir su abuelo él poseería grandes poderes, los cuales usaría<br />

para hacer únicamente el bien, y ahí estaba una prueba más del<br />

poder ilimitado de la mente.<br />

Esos acontecimientos tenían que ser aprovechados a lo<br />

máximo, ya que el brujo tendría mucho más que revelar, y aparte<br />

había prometido ayudarlos en todo lo necesario para que las<br />

maldades de su abuelo causadas a las personas de esa casa, fueran<br />

desapareciendo una a una. Ahora él tenía el poder y lo usaría<br />

únicamente para ayudar.<br />

Pronto pasó el tiempo y ellos seguían haciendo toda clase de<br />

comentarios, cuando una idea cruzó como rayo por la mente de<br />

Marcos: al retirarse a descansar, iría a ver al brujo.<br />

<strong>La</strong> hora de despedirse llegó y todos, como siempre, se<br />

despidieron con abrazos y fuertes apretones de manos. Al quedar<br />

458


Marcos a solas con sus suegros y con su novia, les comentó que iba<br />

a ir a ver al brujo, pues tenía muchas preguntas para él y que sería<br />

mejor que fuera solo. <strong>La</strong> novia, no muy convencida aceptó, mientras<br />

que los suegros no se opusieron pero sí le recomendaron que tomara<br />

extremas precauciones. Los papás de <strong>La</strong>ura le echaron la bendición,<br />

su novia lo despidió en la puerta y le recordó que lo amaba y que no<br />

deseaba que le fuera a pasar algo, que mejor no fuera porque tal vez<br />

sería peligroso, pero Marcos, ya bien decidido, le dijo que esperara<br />

tranquila, que no pasaría nada, que sólo sería una charla a solas con<br />

el viejo. Con insistencia, la angustiada muchacha trató de detener a<br />

su prometido, pero al fin él ganó la decisión.<br />

En menos de una hora y un poco antes de anochecer, Marcos<br />

sigilosamente se deslizaba por entre los obscuros rincones de la<br />

casona, para ir por el nuevo camino que el indio les había enseñado<br />

la última vez que entraron, y que fue cuando sacaron los restos del<br />

brujo mayor. Percibió ya muy cerca el mal olor, aún penetrante,<br />

alrededor de la entrada; abrió lentamente la puerta de la habitación,<br />

la cual tenía otra puerta secreta dentro de uno de sus tres enormes<br />

closets. No le fue difícil abrir, puesto que se fijó muy bien cómo<br />

la había abierto el indio; al ser abierta la puerta, dejó escapar un<br />

escalofriante rechinido, como reclamando al nuevo visitante.<br />

En unos minutos ya caminaba adentro del obscuro y tenebroso<br />

pasillo; su corazón empezó a acelerar su ritmo, al recibir una gran<br />

cantidad de adrenalina en la sangre, causada por el miedo y la<br />

emoción, que cada vez se agrandaba. Sumido en sus pensamientos<br />

no se percató de que el pasillo se dividió en dos y se detuvo, para<br />

ver un poco y decidir cuál sería el más apropiado para seguir; en eso<br />

que se decidía, de lo más obscuro del pasillo se escuchó un ruido:<br />

sus ojos se abrieron más de lo normal, tratando de ver más allá en<br />

la obscuridad, pero era imposible. De pronto, un feroz gato le cayó<br />

sobre su cabeza maullando horriblemente, atacándolo, rasguñando<br />

parte de su rostro, cuello y brazos. Marcos, entrenado en las fuerzas<br />

del Army de Estados Unidos, inmediatamente cambió el miedo por<br />

el coraje y se arrancó de un tirón el salvaje animal, estrellándolo<br />

fuertemente contra la pesada pared de cantera, por lo que con el<br />

fuerte impacto el animal quedó completamente muerto, ya no<br />

tuvo oportunidad de gozar de las otras seis vidas restantes, como<br />

se cree de las cualidades de estos animales. El susto que le causó<br />

459


este inesperado ataque lo descuidó de los otros sentidos que tenía<br />

altamente desarrollados; apenas se estaba controlando y con la poca<br />

luz que le proporcionaba la lamparilla que cargaba en su llavero, se<br />

miró las heridas causadas por las afiladas uñas de su atacante.<br />

Cuando más distraído estaba limpiándose el hilillo de sangre<br />

que fluía con facilidad, miró que algo muy cerca de él se movió y<br />

al subir la mirada al frente del lugar en donde se encontraba, casi<br />

se desmaya de la impresión que se llevó cuando miró muy de cerca<br />

el rostro surtido de arrugas, los pómulos muy pronunciados, los<br />

ojos rojizos que parecían brasas al rojo vivo y los pocos cabellos,<br />

que descuidadamente parecían huir de la cabeza de aquel anciano,<br />

que no pudo evitar pegar un espantoso y fuerte grito que pareció<br />

también asustar a su acompañante. Después de unos segundos<br />

de tensión, la voz del indio pareció calmada y firme y esbozando<br />

una sonrisa de complicidad, calmó a Marcos dándole la confianza<br />

necesaria para salir de ese repentino susto.<br />

—No temas, muchacho. ¿Ahora qué te mueve por acá?<br />

Y dándole la espalda siguió hablando; de entre sus ropas sacó<br />

unos cerillos y tallando uno en aquellas frías paredes de cantera,<br />

lo cubrió con su huesuda mano evitando que fuera apagado, hasta<br />

que encendió una de aquellas silenciosas y gruesas antorchas. <strong>La</strong><br />

débil y perezosa luz amarillenta fue ganando terreno conforme iba<br />

encendiendo, hasta alcanzar su máximo ardor, dejando escapar un<br />

ligero olor a aceite quemado. Inmediatamente se distinguieron los<br />

pasillos y puertas que Marcos, poco a poco, recordaba.<br />

—¿Qué no sabes que aquí todavía tengo dominios y cuido<br />

estrictamente esta casa, por recomendaciones de mis patrones?<br />

<strong>La</strong> voz de Marcos casi no se escuchó: se encontraba tan<br />

impresionado que a vistas se miraba que temblaba. Y además temía<br />

hacer enojar al anciano. Se llenó de valor y apoyado por la confianza<br />

que el viejo le dio al recibirlo, respondió seriamente.<br />

—Tengo muchas preguntas para ti y te agradecería muchísimo<br />

que me ayudes contestándolas. Mi vida de pequeño, aquí en la<br />

ciudad, me reclama ahora saber la verdad de muchas cosas.<br />

—Ven, vamos a otro lugar más cómodo —dijo el indio,<br />

girando rápidamente sobre sus talones y apuntándole con el dedo<br />

índice, y con la fuerte mirada clavada en los asustados ojos de<br />

Marcos, le dijo:<br />

460


—No se te ocurra venir a estos lugares sin mi consentimiento.<br />

Es muy peligroso, ni tú ni nadie debe entrar aquí y mucho menos<br />

al cuarto de mi abuelo; solamente yo lo haré pero hasta que se me<br />

llegue la hora.<br />

Caminaron unos cuantos metros y después de dejar aquel<br />

pasillo adornado de varias puertas, subieron por unas anchas<br />

escalinatas hasta llegar a una puerta semiabierta. El indio empujó la<br />

pesada puerta, que también rechinó al impulso con un escalofriante<br />

y prolongado sonido, y de pie a un lado del visitante, ordenó: —<br />

Pasa, aquí podemos hablar libremente de lo que desees.<br />

El cuarto era muy grande y frío. Al centro había una mesilla<br />

y sobre ésta una vela. Marcos recorrió la habitación con la mirada,<br />

notando que estaba vacía: no había colgajos ni muebles, sólo unos<br />

tapetes alrededor de la pequeña mesa. El anciano, al ver que su<br />

compañero deseaba una silla, se adelantó y se sentó en uno de los<br />

tapetes, quedando de cara hacia la puerta de entrada; la luz de la<br />

vela que alumbraba la enorme habitación, no era suficiente para<br />

distinguir lo que hubiera en los rincones.<br />

El muchacho no lo pensó más y medio desconfiado, se sentó<br />

frente al indio. <strong>La</strong> luz de la velilla sólo alumbraba parte del rostro<br />

del anciano, dándole un toque más de ser del más allá. Marcos<br />

trató de evitar mirarle a los ojos, que eran extremadamente grandes<br />

y rojos. El indio, al notar el nerviosismo de su visitante, empezó<br />

contando a grandes rasgos cómo fue que llegó a esa casa. Ya una<br />

vez que Marcos se sintió un poco más confortable y seguro, al saber<br />

que el anciano era indefenso, al menos por esos instantes, cambió el<br />

tema y preguntó a quemarropa:<br />

—¿Cómo llegó aquí la <strong>vieja</strong> banca y cuál fue el hechizo que<br />

en ella existía?<br />

El brujo menor pareció vagar con sus pensamientos por unos<br />

instantes, y al cabo de unos minutos, ya casi cuando Marcos perdía<br />

la paciencia, dijo:<br />

—Me lo contó mi abuelo con todos los detalles, pero yo no te<br />

puedo contar todo lo que sé; eso es un secreto.<br />

—Pero tu abuelo ya murió —replicó Marcos—, así es de que<br />

secretos, pues ya no existen—, a lo que el indio replicó:<br />

—Sólo te contaré un poco, y no me estés presionando—.<br />

461


Y haciendo un pequeño esfuerzo se acomodó, dejando muy bien<br />

cubiertos sus tobillos con sus piernas y empezó tranquilamente:<br />

—Mi abuelo obtuvo poderes desde muy joven; un familiar<br />

muy cercano a la familia era maestro en magia negra, y por medio<br />

de nuestros padres conoció a mi abuelo, a quien inmediatamente<br />

le interesó el plan. A los pocos días de estudio ya podía hacer<br />

curaciones o sanaciones, como ellos les llaman. Me contaba que<br />

hay un poder infinito en nuestras mentes, que si eres capaz de<br />

descubrirlo, puedes hacer y deshacer muchísimas cosas, para el<br />

bien o para el mal, y mi abuelo desafortunadamente siempre se<br />

inclinó por hacer el mal.<br />

—El primer trabajo que hizo fue con su esposa, la madre<br />

de sus primeros hijos. Lo había engañado; eso lo supo por otras<br />

personas, y de la noche a la mañana la pobre mujer sufrió una<br />

parálisis cerebral que la dejó prácticamente inmóvil, en estado<br />

vegetal. De ahí empezó su maldad, sirviendo a una gran cantidad<br />

de personas que por una u otra razón querían hacer daño a alguien.<br />

Este trabajo en poco tiempo lo transformó mentalmente, guiándose<br />

diabólicamente por el dinero; para esto siempre estaba estudiando<br />

sus libros, que nuestro pariente le enviaba desde la India.<br />

—Ya para en ese entonces nosotros nos habíamos trasladado<br />

a España. No sé cómo pero nuestra familia se fue acabando y sólo<br />

quedamos él y yo. Ahora me imagino que él fue el responsable; antes<br />

no podía pensar nada malo de él porque su mente era muy poderosa<br />

y te podía leer los pensamientos, aun a larga distancia. Bueno, en<br />

ese tiempo yo contaba con ocho años y él ya parecía viejo, y lo<br />

curioso era que así se quedó por mucho tiempo. Después, cuando<br />

me miró más viejo que él, me regaló el libro negro que yo te di y me<br />

reveló el hechizo para mantenerse estable por tiempo indefinido; leí<br />

y releí todo el libro, practiqué todos los ejercicios ayudado por él, y<br />

así como estaba cuando me conociste, así permanecí por muchos<br />

años. Fue por eso que toda la gente que nos conocía pensó que<br />

éramos hermanos.<br />

—Estando ya establecidos en una ciudad de España, empezó<br />

a trabajar con gente de mucho dinero, a quitarles a unos las herencias<br />

y dándoselas a otros con más ambiciones; yo asistí a la escuela y por<br />

las tardes él me enseñaba magia negra y otras clases muy avanzadas,<br />

462


para desarrollar el cerebro a lo máximo. Un día me contó que un<br />

muchacho muy desesperado fue a buscarlo para que ayudara a su<br />

esposa a dar a luz, pero que en el intento la mujer falleció y el hijo<br />

también; el joven muchacho lloraba y se arrastraba de dolor, amaba<br />

muchísimo a su esposa y después de unas horas, en sus lloriqueos<br />

le comentó que esperaba una cuantiosa herencia por parte de su<br />

padre, quien la daría al primer nieto varón que naciera, y que tres<br />

de sus hermanos también estaban ansiando el momento de tener<br />

un hijo, por lo que le pidió a mi abuelo que lo ayudara a hacer algo<br />

para conseguir ser el heredero, y así fue como planearon y llevaron<br />

a cabo una gran maldad: secuestraron a una de sus cuñadas y con<br />

un brebaje que mi abuelo le preparó logró acelerar el parto para<br />

ese mismo momento, lo que les facilitó cambiar al hijo vivo por el<br />

muerto y así les hicieron creer a todos que él era el único heredero,<br />

aunque su esposa había muerto en el parto y la cuñada, al regresar<br />

de su inconciencia, se encontró con la sorpresa de que había sido<br />

encontrada sin sentido y su hijo había nacido muerto.<br />

—Me dijo que el hechizo fue necesario hacerlo con algo que<br />

el joven muchacho le había regalado o comprado a su amada con<br />

mucho amor, y que el joven en ese entonces estaba construyendo<br />

una banca, que exageradamente se esmeró en pulirla y que al<br />

hacerla puso en la obra todo su amor, porque sería especialmente<br />

para su joven esposa y que ya solamente le faltaba pintarla; ésta<br />

sería para que alimentara ahí a su bebé. Esa fue la forma de usar la<br />

banca y ésta, al ser hechizada y maldecida, se pintó con la misma<br />

sangre del aborto de la linda mujer. Y de ahí en adelante tenía que<br />

permanecer con sus dueños por los poderes que poseía; tenía la<br />

cualidad de proporcionar relajación y enamoramiento. En el libro<br />

que te regalé está escrito cómo terminar con el hechizo y muchas<br />

cosas más. Mi amo era hijo del niño robado, al que pusieron por<br />

nombre Amir, como su abuelo, el que le heredó toda su fortuna y de<br />

esto jamás nadie supo, sólo su papá, mi abuelo, yo y ahora tú.<br />

—Cuando el joven carpintero recibió la herencia prometida,<br />

su fue de la ciudad llevándose al recién nacido, que en verdad era<br />

su sobrino. Al poco tiempo se casó con una bella mujer y se regresó<br />

a su pueblo natal; ya para ese entonces el pequeño Amir contaba<br />

con casi diez años. Me contó mi abuelo que el niño creció amando<br />

463


a su mamá, que en realidad era su madrastra, y que ella también lo<br />

amaba, pues el destino no le permitió tener hijos, así que entregó<br />

todo su amor al pequeño.<br />

—Cuando Amir ya era un adolescente conoció a una<br />

jovencita, hija única de un rico minero, el cual por sus intereses<br />

mineros y por ambición por multiplicar su inmensa riqueza, se<br />

trasladó a esta ciudad en busca de oro y plata, trayéndose con él<br />

a su única hija, la cual se entregó en una noche llena de amor a<br />

su amado Amir, antes de partir. Y el resultado fue que a los nueve<br />

meses tuvo su primer hijo, haciéndole saber la noticia a su amado,<br />

quien dejando todo vino en busca de su amada; meses después<br />

recibió una carta en la cual le daban la desagradable noticia de que<br />

su mamá, que hacía tiempo se encontraba enferma, había fallecido.<br />

Él regresó y al ver la enorme casa sin su madre, vendió todo y se<br />

llevó las únicas pertenencias, para él muy valiosas, que fueron la<br />

banca y una pintura. <strong>La</strong> banca, porque era en donde conoció a su<br />

amada y quería sorprenderla, y la pintura, porque en ella aparecían<br />

su madre, su papá y él; ésta fue un regalo de cumpleaños a su madre.<br />

Me gustaría que la vieras.<br />

Marcos se mostró interesadísimo, contestando: —Claro que<br />

sí, dime, ¿la tienes aquí contigo?<br />

Emocionado por conocer a la familia de los dueños de la<br />

casona, Marcos no pudo evitar dirigir la vista hacia todos lados,<br />

buscando desesperadamente en las paredes. Su emoción por<br />

contemplar una pintura de más de 200 años era verdaderamente<br />

una desesperación, por lo que el astuto anciano lo calmó<br />

inmediatamente, dejándolo sumido en un mar de pensamientos:<br />

—Hay que buscarla—, dijo.<br />

—¿Cómo, está perdida?<br />

—No, no está perdida, está por ahí guardada, pero por ahora<br />

no te preocupes. Yo la encontraré y tú te encargarás de rescatarla.<br />

El emocionado muchacho lo abordó con más preguntas:<br />

—¿Cómo?, ¿se la robaron? ¿Por qué rescatarla?, ¿de qué o de quién?<br />

Tranquilamente el anciano siguió con el tema y esta vez<br />

Marcos no se atrevió a interrumpir. —Esa banca la trajo el joven<br />

aquí, a esta ciudad, después de que su mamá falleció, y así fallecieron<br />

y fallecerán varios, por los poderes y maldiciones de esa banca.<br />

464


Marcos cambió rápidamente de emoción y preguntó:<br />

—¿Fallecerán? ¿Cómo que fallecerán? ¿Tú sabes quién?<br />

—Sí, serán los últimos del hechizo, pero no te lo puedo decir<br />

ahora, ya se llegará el momento.<br />

Marcos, un poco preocupado, le preguntó casi automáticamente:<br />

—¿Mi esposa estará a salvo?<br />

—No te puedo decir.<br />

—Ok, entonces ahora dime, ¿cuántos años tenía tu abuelo?<br />

El anciano contestó inmediatamente con una certera respuesta:<br />

—No te lo puedo decir, pero sí fueron muchos años. En el<br />

tiempo en que Amir se regresó, después de la muerte de su mamá, su<br />

padre, viéndose solo y queriendo estar al lado de su único familiar,<br />

decidió emigrar a la ciudad capital de la Nueva Vizcaya, llevándose<br />

con él a su consejero y amo de llaves: nada más ni nada menos que a<br />

mi abuelo. Años después me trajo a mí y aquí estoy. Y a petición de<br />

su nuera, la esposa de mi amo, le construyó esta casa y mi abuelo y<br />

yo esperábamos con ansia que fuera acabada, porque aquí seríamos<br />

los amos de llaves de por vida, y aquí me tienes, al pie de la letra.<br />

—¿Y desde entonces está aquí la banca?<br />

—No siempre ha estado aquí; en un tiempo fue donada, más<br />

bien fue llevada al parque grande y ahí permaneció por mucho<br />

tiempo—. En ese momento Marcos lo interrumpió: —¿Y cómo<br />

llegó nuevamente aquí?<br />

—Mi abuelo la trajo y la acomodó bajo el nutrido jardín,<br />

cuidado por la señora que vive ahora aquí.<br />

—¿Con qué condición? ¿O cuál fue el motivo de tenerla ahí?<br />

—Desde que mi abuelo se apoderó del alma de la maestra,<br />

siempre deseó que la banca estuviera con ella, en donde fuera y en<br />

las condiciones que fueran.<br />

—¿<strong>La</strong> maestra sabe de los poderes que la banca tiene?<br />

—Sí, así es; ella ha leído el mismo libro que yo te regalé y ahí<br />

vienen muchos consejos para hacer y deshacer lo que desees.<br />

—¿Crees que la maestra se está envejeciendo tan rápido<br />

como tú?<br />

—Así es. Ella sólo envejecerá hasta lo normal y parará de<br />

hacerlo hasta que su edad se refleje en su físico. Yo, por ejemplo,<br />

estoy cada día peor porque no he alcanzado aún mi edad que hasta<br />

ahora debo de tener.<br />

465


—¿Quieres decir que todavía te falta más tiempo?<br />

—Sí, mucho más. Pero no esperaré: ya te dije que yo me<br />

autoaniquilaré y tú me ayudarás. Y esto lo haré por el bien de<br />

muchos de ustedes; sólo algunos tendrán que morir.<br />

Al escuchar esas últimas palabras, el corazón de Marcos<br />

empezó a latir a un ritmo muy acelerado y vino a su mente la imagen<br />

de su novia y de casi todos los que hasta en ese momento se habían<br />

involucrado para descifrar el gran misterio de esa <strong>vieja</strong> banca. El<br />

amor que tenía por su novia ahora se estaba encogiendo, al pensar<br />

que tal vez él o ella serían los que morirían; su mente se inquietó<br />

por varios segundos y luego, rápidamente volvió a la realidad, y<br />

mirándolo fijamente a sus horribles y diabólicos ojos, le preguntó:<br />

—¿Soy yo el que morirá después de ti?<br />

—No, tú no. Tú llegaste después. —Entonces tampoco mi<br />

novia, ¿verdad?—. Preguntó Marcos, con la esperanza de que<br />

contestara negativamente.<br />

—No, ella tampoco—. Marcos se tranquilizó y solamente<br />

atinó a decir: —¡Gracias!<br />

El asustado muchacho respiró hondo, dejó salir todo el<br />

aire contenido en sus pulmones y le agradeció al indio por esa<br />

revelación. —Entonces, ¿quién morirá?<br />

—No te puedo decir, ya lo sabrás a su debido tiempo y más<br />

vale que ni te empeñes en imaginar; de nada te servirá y te puedes<br />

llevar una gran sorpresa.<br />

—Está bien, no lo haré, pero dime: ¿cómo murieron las hijas<br />

de la maestra?<br />

466


Paquita:<br />

¿nieta de Marcos?<br />

Una de ellas era su hija, la otra era su nieta. Y las dos, por cosas<br />

de mi abuelo, tuvieron que morir ahí en la banca y en las mismas<br />

condiciones. Después de que murió la segunda, se terminó el<br />

hechizo que mi abuelo trabajó.<br />

—¡Pobre maestra! Me imagino cómo habrá sufrido.<br />

—Quiero revelarte algo más que ni tú ni nadie sabe. —Al<br />

escuchar esto, Marcos se quedó quietamente esperando lo que el<br />

anciano revelaría, sin imaginar que él estaba involucrado en el tema.<br />

—Tú engendraste a la hija de la señora que vive aquí.<br />

Marcos se levantó de un salto y con los ojos muy abiertos,<br />

sin habla y con dificultades para respirar, se llevó las manos a su<br />

cara para taparse la boca, pues lo atacó una fuerte y peligrosa tos,<br />

producto de los nervios. Un poco más calmado, después de varios<br />

minutos de la terrible tos, hizo caso de las varias peticiones del<br />

anciano para que tomara asiento. Al fin tomó nuevamente su lugar<br />

y con los ojos llorosos, rojizos y húmedos, preguntó al brujo:<br />

—¿De qué me estás hablando? ¿Qué es lo que pretendes?<br />

¿Yo conocí a la hija de la maestra? Pero a ver, dime, ¿qué fue lo<br />

que sucedió?<br />

Marcos puso las manos sobre la mesa y sintió que pasaron<br />

muchos minutos y el anciano parecía arrepentido de lo que<br />

había dicho, pero al fin, ya un poco más tranquilo, le empezó a<br />

confesar lo que él sabía.<br />

467


—Tú fuiste uno de los novios de esa joven y un día en el parque,<br />

aún ustedes estaban en la escuela, tú le pediste una prueba de amor;<br />

la muchacha te amaba y cedió sin ningún problema. Después tú te<br />

desapareciste, fue cuando te fuiste de la ciudad a Estados Unidos.<br />

Bueno, en poco tiempo la muchacha se dio cuenta de su embarazo,<br />

el cual ocultó hasta el final. Su mamá jamás sospechó, así es que<br />

no hubo ninguna atención para que el aborto se pudiera evitar.<br />

Ellas vivieron en el parque por mucho tiempo, por lo que el aborto<br />

sucedió encima de la banca, que fue una de las pocas propiedades<br />

que tenían y que servía como cama. <strong>La</strong> beba se salvó pero con el<br />

tiempo corrió la misma suerte que su madre, y la hija de ésta es la<br />

muchachita que vive aquí en esta casa.<br />

Marcos se sorprendió aún más y volteaba de un lado hacia<br />

otro, como si se cuidara de que alguien estuviera escuchando, y<br />

suspiraba cada vez que volteaba. No dijo nada, sólo preguntó muy<br />

despacio: —¿Entonces, Paquita es… es mi nieta?<br />

—Así es, nadie lo sabe. Yo sí lo sé y ahora también tú lo sabes.<br />

—Entonces... ¿yo fui el cobarde que abandonó a la hija<br />

de la maestra?<br />

—No, tú no eres cobarde, porque tú no la abandonaste. Tú te<br />

tuviste que ir por otras razones, que tú ya sabes. Lo que pasó entre<br />

ustedes fue que no supieron lo que hicieron, pero ya nada se puede<br />

hacer, sólo te he revelado esto para que sepas que la muchachita es<br />

de tu sangre.<br />

—Nadie sabe esto, ¿verdad?—. A lo que el brujo contestó: —<br />

No. Nadie.<br />

—Yo se lo diré a su debido tiempo, y también a mi novia.<br />

Gracias por dejarme saber y te pido mil disculpas; ahora entiendo<br />

por qué he querido tanto a esa pequeña.<br />

El brujo le contestó todas las preguntas que Marcos le hizo y<br />

también le ayudó a recordar cómo fue que perdió a su padre y le reveló<br />

datos de los asesinos, comentándole que aún existían documentos que<br />

comprobaban que su papá era el dueño de varias propiedades. Esos<br />

datos entristecieron a Marcos, por lo que decidió parar su entrevista<br />

con el brujo. De la manera más amable que pudo agradeció los datos<br />

y consejos que le había dado. Antes de retirarse le invitó a su boda y<br />

el anciano, sin titubear, aseguró que debería de estar ahí y le comentó<br />

que él tenía que cuidar algunos detalles, pero no reveló ninguno.<br />

468


Presagios de muerte<br />

En otra parte de la hermosa y linda ciudad, el frío arreciaba cada<br />

vez más y en la casa de don Chuy, los dos enamorados atizaban<br />

la chimenea de la sala grande; deseaban tomar un café y querían<br />

tener una buena velada.<br />

Don Chuy fue a la cochera para llevar más leña y cuando<br />

estaba haciendo una brazada le pareció haber escuchado un ruido,<br />

que se le figuró más bien como un lamento, se puso de pie y aguzó<br />

su oído; volteó para los lados y abrió la puerta de la entrada a la casa,<br />

pero no miró nada raro y se olvidó del incidente, pensando que sería<br />

el aire que al rozar con las puertas y ventanas deja escapar un sonido<br />

parecido a un llanto. Siguió como si nada: completó la brazada<br />

deseada y se dirigió a la sala en donde su esposa afanosamente<br />

trataba de encender la chimenea, que hacía unos minutos se había<br />

apagado. Vio entrar a su esposo y se alegró; sabía que él no tendría<br />

problemas en volverla a encender. En cuanto llegó, le comentó<br />

que casi desde que él se fue la lumbre se apagó de golpe, como si<br />

alguien o algo la hubiera apagado; ella se miraba un poco asustada<br />

y don Chuy, recordando lo que pasó en la cochera, rápidamente lo<br />

relacionó. No dijo nada pues no quiso asustar a su esposa con esas<br />

pequeñas cosas, y prosiguió con el tema que tenían.<br />

<strong>La</strong> charla retomaba vuelo nuevamente, el incidente de la<br />

cochera y lo que pasó con la lumbre de la chimenea se fueron<br />

olvidando poco a poco. <strong>La</strong> lumbre, después de varios intentos por<br />

encenderla, al fin dio un fogonazo, anunciando así una llamarada<br />

469


grande y viva que ardía ya casi envolviendo a toda la leña. Muy<br />

complacido, don Chuy invitó a su querida esposa a sentarse en<br />

la mesilla que tenían frente a la chimenea, ya que ésta tenía unos<br />

cómodos banquitos a los lados, forrados de piel.<br />

El calor de la lumbre se podía sentir muy confortable, por<br />

lo que don Chuy se quitó su chamarra y la colgó a un lado de la<br />

puerta; se regresó, paró en la pequeña vitrina donde guardaba<br />

varias botellas de diferentes clases de vino, llevándose una de la<br />

bebida favorita de su esposa; llegó y le habló al oído:<br />

—Mi amor, ¿recuerdas la última vez que tomamos de este<br />

vino? Y ella, con la cara llena de felicidad, le contestó risueña y le<br />

dio un beso en el cuello. Don Chuy abrió la botella y sirvió un poco<br />

en cada vaso. Brindaron y pidieron un deseo en sus pensamientos;<br />

minutos después se dijeron su deseo en voz alta y acto seguido, se<br />

besaron con un beso lleno de amor y de pasión.<br />

Siguieron charlando al calor de la hoguera y de las copas, cuyo<br />

efecto se estaba acelerando cada vez más; don Chuy se levantó, fue al<br />

baño y de regreso levantó a su amada, la abrazó con una fuerza muy<br />

especial y le dijo cuánto la amaba, y ella, muy feliz, le correspondió<br />

con la misma fuerza del amor que sentía. Sonrieron y él la invitó a<br />

tomar su lugar nuevamente, le quitó la chamarra de piel, que le lucía<br />

muy bien. A sus casi cincuenta años lucía y presumía de un cuerpo<br />

joven y muy bien proporcionado. Don Chuy amaba a esa mujer.<br />

Se dirigió a colgar la chamarra en el mismo lugar en el que<br />

estaba la de él, se regresó y tomó otra de las botellas de su agrado.<br />

Al llegar a la mesilla en donde su esposa esperaba, tan enamorada<br />

de su esposo que sonrió al ver que en sus manos traía una nueva<br />

botella y dijo:<br />

—No, Jesús, otra ya no—. Y volvió a sonreír, con la risa ella lo<br />

acariciaba y a él le agradaba verla sonreír.<br />

En ese momento sus mejillas chapeteadas le daban un look<br />

muy especial, que hacía que se mirara más hermosa: sus ojos, un<br />

poco cerrados por el efecto del alcohol, lucían más sus grandes<br />

pestañas, que a don Chuy le fascinaban. Y nuevamente don Chuy,<br />

sin dejar de reír, le preguntó suavemente muy cerca del oído.<br />

—Mi amor, ¿recuerdas la última vez que tomamos de este vino?<br />

Volvió a sonreír y ella lo acompañó con su sonrisa, y con<br />

una pícara mirada dejaba sentir el efecto progresivo de alegría que<br />

470


causa el alcohol, y tocó las manos de su amado, al tiempo en que,<br />

mirándolo fijamente a los ojos, le dijo:<br />

—Bueno, está bien. Nos la tomaremos, pero con la condición<br />

de que no me levantaré en todo el día de mañana—. Y volvieron a<br />

reír, haciéndose cómplices de la velada.<br />

No pasaron muchos minutos cuando don Chuy encendió el<br />

estéreo y buscó sus discos favoritos, se regresó y la invitó a bailar;<br />

ella, suavemente y con la sonrisa en sus labios, contestando con la<br />

mirada aceptó gustosa. Se abrazaron como todos unos enamorados<br />

y bailaron así, bien pegaditos, por un buen rato. <strong>La</strong> charla y las<br />

copas siguieron al ritmo de la música, que horas después se hizo<br />

el reventón. Gozaron del baile casi ya hasta de madrugada y en los<br />

instantes de su gran alegría, les hablaron a sus amigos invitándolos<br />

a bailar y a tomar una copa, pero por lo tarde que era, nadie fue<br />

capaz de ir a esa hora, aunque varios de ellos sí tenían ganas: sabían<br />

que en la casa de don Chuy se festejaba muy bien.<br />

Un poco antes de amanecer salieron al patio, se sentaron<br />

en la mesa que ahí había, se tomaron la última copa, y vaya que<br />

sí fue la última. Querían estar presentes en esos instantes en que<br />

se mira el nuevo amanecer; charlaron un poco y don Chuy le<br />

dijo seriamente que sentía que su pecho se reventaba de amor<br />

por ella, y que no podría vivir sin ella. Sus palabras parecieron<br />

salir del corazón: la hermosa mujer, al escucharlo se acercó a él<br />

y lo besó tiernamente, con un amor único que hasta sintió que<br />

le dolió el corazón de tanto amor; luego sonrieron como dos<br />

chiquillos enamorados y se fueron a la cama muy abrazaditos.<br />

Hicieron el amor como nunca. Se entregaron mutuamente varias<br />

veces. Juraron amarse toda la vida y después de ésta. Él le dijo<br />

palabras muy bonitas que nunca antes las había mencionado;<br />

ella, complacida y muy enamorada de su esposo, le correspondió<br />

con todo el amor que su pecho guardaba.<br />

No se dieron cuenta de quién de los dos se durmió primero.<br />

Ya muy tarde de ese mismo día, casi al mismo tiempo los despertó<br />

la inmensa e inevitable sed; don Chuy decidió ir a preparar unos<br />

clamatos con un poquito de tequila, y ordenó a su sirvienta que les<br />

preparara un caldillo durangueño, como a ellos les gustaba, y pidió<br />

que se los llevara a la recámara. Entró al cuarto con un tarro de<br />

cerveza en cada mano, y su esposa, bien enamorada de él, esperaba<br />

471


pacientemente; volvieron a brindar pero ahora era sólo una vez,<br />

mientras se terminaban las bebidas preparadas.<br />

En esos instantes, en la casa de Carlos su esposa sufría de<br />

un fuerte y espantoso dolor de cabeza; Carlos la animaba para ir<br />

con el doctor pero ella se negaba, argumentando que era un dolor<br />

pasajero, que esperara a que las pastillas que se había tomado<br />

hicieran efecto. Carlos adoraba a su esposa y aunque ellos eran muy<br />

reservados, también tenían sus ratos de felicidad y de gozo.<br />

Carlos, al ver que su esposa no mejoraba, le volvió a insistir<br />

y hasta sugirió hablarle a su amigo, el doctor Ávila, pero ella seguía<br />

aferrada a que se pasaría, y así por varias horas el bondadoso y<br />

amable esposo esperó a un lado de su amada esposa; se recostó a<br />

un lado de ella, cosa que los dos comentaron que se les había hecho<br />

raro que durante el día y menos a esa hora de la tarde, estuvieran<br />

acostados juntos. Aprovecharon el momento para comentar cómo<br />

fue que se conocieron, aunque ella luchaba por dentro para soportar<br />

el fuerte y aferrado dolor. Carlos sabía que las cosas no estaban bien<br />

con su esposa, pero por atender a la petición de ella, esperó hasta<br />

que de verdad no pudo soportar más el horrible dolor de cabeza.<br />

Carlos se apresuró a llevar algo de dinero en efectivo, mientras<br />

su esposa se alistaba. Cubrió su cabeza con una toalla y salieron con<br />

rumbo al hospital. Cada paso que ella daba era un golpeteo en su<br />

cabeza y procuró lo más posible caminar lentamente. Su esposo,<br />

viendo la situación, un poco más desesperado desvió la ruta con<br />

una violenta vuelta en U y se dirigió a la clínica de su amigo, el<br />

doctor Ávila; ella no se dio cuenta por dónde iban. No quiso<br />

alarmar a su marido, pero la vista ya le había fallado: miraba todo<br />

borroso; se recostó a un lado de su esposo y éste acomodó su cabeza<br />

suavemente en su pierna derecha y sujetándola delicadamente<br />

manejó hasta la clínica. Ella parecía que había sufrido un desmayo;<br />

Carlos le hablaba y le pedía que por favor no se durmiera, que le<br />

hablara sólo para saber que estaba despierta.<br />

Unas pequeñas lágrimas llenaron los ojos grandes y cafés de<br />

Carlos, que por un momento le empañaban la visibilidad; se limpio<br />

como pudo y se prometió a sí mismo afrontar lo que fuera con<br />

valentía y mucho valor; amaba a su esposa y por eso estaría en esos<br />

difíciles momentos más fuerte que nunca.<br />

472


En unos cuantos minutos ya estaba entrando al área de<br />

urgencias, estacionó su camioneta muy cerca de la puerta y por<br />

suerte en ese mismo instante el doctor Ávila iba de salida para su casa<br />

y alcanzó a reconocer a su amigo Carlos, dándose inmediatamente<br />

cuenta de que necesitaba ayuda. Rápidamente le dio su portafolios<br />

a una de las enfermeras que lo acompañaba, no esperó más y fue<br />

hacia su amigo, a quien vio que difícilmente se movía dentro de su<br />

camioneta. Inmediatamente le gritó a su acompañante y le pidió que<br />

trajera una camilla lo más pronto posible. Ayudó a bajar a la esposa de<br />

Carlos y una vez que la acomodaron en la camilla, sin dejar de caminar<br />

apresuradamente le preguntó a Carlos acerca de lo que había sucedido<br />

y el desesperado y asustado amigo le explicó con pocas palabras.<br />

En un par de minutos ya estaba en uno de los cuartos; el<br />

doctor pidió a otro médico que la atendiera mientras él se alistaba<br />

para personalmente hacer los estudios. <strong>La</strong> esposa de Carlos fue<br />

atendida inmediatamente; en pocos minutos ya estaba el doctor<br />

hablando con su amigo, a quien le estaba dando el diagnóstico,<br />

determinando que tendría que ser operada inmediatamente, pues<br />

había sufrido un derrame cerebral, el cual estaba muy a tiempo<br />

para ser atacado.<br />

Carlos aceptó sin ningún impedimento y al momento en que<br />

el doctor se retiraba, Carlos lo detuvo del antebrazo y lo cuestionó:<br />

—Toño, sé que eres el mejor de los doctores que he conocido; te<br />

encargo a mi esposa Elena.<br />

—No te preocupes, hermano, no te preocupes. Dios está con<br />

nosotros y nos va a ayudar en la cirugía. Espera aquí y déjame decirte<br />

que tu esposa está en muy buenas manos. Todo va a salir bien.<br />

El doctor Ávila se retiró con pasos firmes, seguro de sí<br />

mismo; con una mirada de tranquilidad y una sonrisa en sus<br />

labios se despidió de su amigo Carlos, a quien un sentimiento de<br />

soledad lo invadió en ese momento; por unos minutos no sabía qué<br />

hacer, pensó mil cosas, temía que su esposa fuera a terminar de esa<br />

manera, temía que fuera a quedar como vegetal, como otros casos<br />

de gente que él conocía. Pidió a Dios por ella y le pidió que le diera<br />

fuerzas para estar consciente y fuerte para todo lo que se necesitara.<br />

En ese instante sintió deseos de hablar con sus hijos y amigos,<br />

para avisarles. Sacó su celular y habló con el mayor de sus hijos a su<br />

trabajo y le dio la noticia; el hijo le contestó que en ese momento se<br />

473


dirigiría al hospital; los demás pequeños estaban aún en la escuela.<br />

Habló con Marcos y con don Chuy, quienes también se movilizaron<br />

para acompañar a su amigo. En pocos minutos ya no estaba solo, ya<br />

había más de diez personas apoyándolo y esperando los resultados<br />

de la operación. Todos daban buena fe del doctor Ávila y pedían a<br />

Dios que los ayudara para que todas las cosas salieran bien. Pasaron<br />

tres largas horas y por fin el doctor Ávila apareció en una de las<br />

puertas del pasillo; Carlos se levantó en seguida y luego lo siguieron<br />

sus amigos Marcos y don Chuy.<br />

El doctor Ávila parecía que hablaba desesperadamente con<br />

una de las enfermeras, que rápidamente corrió hacia una de las<br />

puertas y él regresó por donde había salido; todos se alarmaron<br />

y se adelantaron a informarse de lo que estaba pasando. El hijo<br />

mayor de Carlos salió adelante, casi corriendo, por lo que Carlos<br />

lo detuvo tomándolo fuertemente de un brazo; Marcos agarró a<br />

Carlos para tranquilizarlo, mientras don Chuy también ayudó a<br />

Carlos a detener al desesperado muchacho, que parecía que iba a<br />

entrar a donde el doctor entró. En menos de un minuto vieron que<br />

la enfermera, caminando apresuradamente, llevaba con ella a otras<br />

tres enfermeras y a un doctor. Por la apariencia se imaginaron lo<br />

peor y todos los presentes, que ya eran varios, se encontraban a un<br />

lado de la puerta alegando con el guardia.<br />

Marcos hizo una seña a don Chuy, y como pudieron se<br />

llevaron al muchacho, que en esos momentos perdió el control. En<br />

la sala de espera las cosas se fueron calmando, la mayoría de las<br />

personas hablaban con los más afectados, recomendándoles tener y<br />

guardar la calma. Dijo don Chuy:<br />

—El doctor Ávila es un profesional en quien debemos de<br />

confiar; por favor, Carlos y Carlillos, les pido mucha paciencia,<br />

esperemos a que el doctor venga y nos traiga alguna noticia; por lo<br />

pronto vamos a ver las cosas con calma.<br />

El hijo de Carlos se clavó en sus hombros y no quiso oír<br />

nada de lo que le aconsejaban. Carlos, ya un poco más calmado,<br />

habló con sus amigos y les agradeció por estar con él en esos<br />

difíciles momentos.<br />

<strong>La</strong>ura, la novia de Marcos, acababa de llegar y después de<br />

saludar a todos pidió calma; ella tenía acceso a toda la clínica, en<br />

el tiempo que ahí trabajó, todo mundo la conocía y la estimaban.<br />

474


Apresuradamente corrió a la puerta donde el guardia hacía su<br />

trabajo, y con una sonrisa la atendió y abrió la puerta amablemente;<br />

las miradas de todos se enfocaron en los actos y eso los confortó. En<br />

menos de veinte minutos salió, todos se levantaron de sus lugares,<br />

menos el hijo mayor de Carlos, quien sólo miró el semblante de la<br />

joven muchacha, para darse cuenta de cómo estaban las cosas. No<br />

fue difícil adivinar la respuesta: la muchacha se miraba tranquila, el<br />

aspecto de su rostro lo confirmaba. A pocos pasos de donde todos<br />

desesperadamente aguardaban tratando de adivinar los resultados,<br />

ella sonrió y fue una sonrisa un poco nerviosa pero el semblante<br />

lo decía todo: las cosas parecían mejorar. Se dirigió a Carlos y<br />

mirándolo a los ojos le habló muy suavemente, diciéndole que la<br />

operación había terminado y que el doctor Ávila le dijo que todo<br />

salió con éxito; sin embargo, por el momento nadie podía entrar a<br />

verla hasta que el doctor lo autorizara.<br />

Carlos quiso hablar y preguntar cuál había sido la urgencia<br />

que todos tenían hacía como una hora, pero la bella muchacha<br />

guardó silencio, tendió su mano y tomó la de su novio, el cual<br />

se acercó inmediatamente sin decir nada, mientras su novia<br />

daba su testimonio y dijo que hacía unos cuantos minutos se<br />

complicó la operación, porque a la esposa de Carlos le bajó la<br />

presión, pero que inmediatamente se la controlaron, aunque en<br />

ese mismo instante le quiso dar un paro cardiaco; eso fue lo que<br />

le informó una de las enfermeras de confianza.<br />

—Ahora —dijo <strong>La</strong>ura—, todos por favor a sonreír, que el<br />

peligro ha pasado y Elena pronto estará con nosotros, contando<br />

el eterno sueño en donde mucha gente ha llegado y que por<br />

obra de Dios, muchos se regresan, aunque otros no tienen la<br />

misma suerte. “Hi daaad...” <strong>La</strong>s últimas palabras que pronunció<br />

la muchacha estremecieron a todos los presentes, quienes se<br />

miraron unos a otros extrañados: era una cierta frase que se<br />

cumple en cuanto menos lo piensas.<br />

Ya una vez más calmados se fueron sentando y de inmediato<br />

se cambió de conversación, que de una manera u otra fue mejor<br />

para todos. El tema de la esposa de Carlos siguió su curso, hasta<br />

que se sintió que el pesar se había vuelto alegría; ya todos reían de<br />

las charlas y chistes que ahí se contaban, estaban completamente<br />

seguros de que el peligro había pasado.<br />

475


Habían transcurrido aproximadamente cuatro horas después<br />

de que la novia de Marcos les dio la noticia, cuando una voz femenina<br />

y muy agradable los interrumpió: preguntó por Carlos y le pidió que<br />

la acompañara, no sin antes informar a los presentes que la paciente,<br />

la señora Elena, ya estaba en muy buenas condiciones.<br />

—Primero que pase su esposo y después ya pueden pasar los<br />

demás, de uno en uno, por favor.<br />

Carlos pidió a sus amigos que esperaran, que él regresaría en<br />

unos cuantos minutos. Aceleró el paso, ya que la enfermera se había<br />

adelantado bastante; su hijo mayor lo acompañó hasta la puerta,<br />

donde el guardia esperaba con la cara de muy pocos amigos. Carlos<br />

pasó y miró fijamente a los ojos del guardia, que parecía enojado,<br />

pues lo que había pasado fue que cuando todos se lanzaron a la<br />

puerta, en uno de los empujones el hijo de Carlos tiró un manotazo<br />

y le pegó en el rostro, ocasionándole un moretón en el ojo izquierdo.<br />

Carlos, apretando los labios se aguantó de soltar la acostumbrada<br />

carcajada, cuando algo le parecía curioso.<br />

El hijo de Carlos, al ver lo mal que se miraba el guardia por el<br />

golpe que él le había propinado, comprendió por qué le dolían los<br />

nudillos de su mano derecha; bajó la cabeza arrepentido de haber<br />

perdido el control y haberle pegarle involuntariamente al guardia.<br />

Giró sobre sus talones y apenas había dado un paso, cuando la voz<br />

autoritaria del guardia lo detuvo; el muchacho, muy avergonzado le<br />

dio la cara, y antes de que le pidiera disculpas el guardia le dijo que<br />

no se preocupara, que eso pasa siempre que alguien pierde el control<br />

y que el único que sale afectado es el que mete paz. El muchacho le<br />

pidió disculpas lo más atentamente que pudo, y el buen señor le<br />

contestó que no tenía nada de qué preocuparse y de manera amable<br />

le dio el pase; le dijo que él sabía perfectamente lo que significaba<br />

tener a una madre enferma, y después, dándole una palmada en el<br />

hombro, le pidió que saliera en media hora. El muchacho, sin dejar<br />

de sonreír, le agradeció su amable gesto.<br />

Carlos no sabía que su hijo entraría un par de minutos<br />

después de él y creyendo que estaba solo con su esposa, que lo<br />

reconoció en seguida, habló como nunca lo había hecho: le dijo a su<br />

mujer cuánto la amaba y que no viviría sin ella; le dijo: —Si hay algo<br />

de lo cual te ha avergonzado de mí, quiero que en este momento<br />

476


me perdones. Ahora que te miré enferma me di cuenta de cuánto te<br />

amo y quiero que estés bien para regresar a casa, te cuidaré siempre,<br />

más, mucho más que antes.<br />

<strong>La</strong> mujer, aún cuando se sentía muy débil, hizo un esfuerzo<br />

para hablar y pudo decirle a su esposo que en ese preciso momento<br />

era lo que ella necesitaba escuchar. Y como Dios le dio licencia,<br />

entre titubeos y voz temblorosa, sólo pudo decir: “Mi amor”.<br />

<strong>La</strong> voz fue muy débil pero sí se le entendió. Le sonrió muy<br />

levemente, uno de sus ojos, el izquierdo, le temblaba; por el tono de<br />

la voz parecía que no coordinaba bien su habla, o tal vez algo muy<br />

profundo le estaba lastimando, y con un gran esfuerzo prosiguió:<br />

—Mi amor, muchas gracias por estar aquí conmigo, y mil<br />

disculpas por no hacerte caso desde un principio, de venir al<br />

hospital; quiero decirte algo más... —ninguno de los dos se dio<br />

cuenta que su hijo mayor estaba parado a un lado de la puerta, se<br />

detuvo para no interrumpir tan importante conversación: sabía<br />

que si era descubierto, los dos dejarían de decirse lo que sentían en<br />

ese momento. —Decirte que te amo y que no tengo nada de qué<br />

avergonzarme de ti; te amo y te he amado siempre.<br />

El muchacho sabía que sus padres se amaban, pero jamás<br />

había escuchado a ninguno de los dos decírselo; carraspeó un poco,<br />

pues no pudo contener su emoción, y fue descubierto, al mismo<br />

tiempo los esposos se miraron con ternura y amor. Carlos le dio un<br />

beso, el cual ella lo contuvo por unos segundos con sus carnosos<br />

labios; la corriente del amor que los unía se sintió igual, como el<br />

primer día que se besaron.<br />

—Pasa, hijo, ven, tu madre ya está mucho mejor, ya pasó el<br />

peligro. Ven, siéntate aquí, de este lado.<br />

El muchacho, con lágrimas en sus ojos, se acercó hasta<br />

donde su madre guardaba reposo y le dio un beso en la mejilla; se<br />

abrazaron y la señora no pudo contener sus lágrimas, que salieron<br />

una tras otra. Le dijo que lo amaba y que cada día se parecía más<br />

a su papá. El muchacho también le correspondió a su madre con<br />

palabras de amor.<br />

En un par de minutos ya los tres se estaban riendo de las<br />

travesuras que su hijo mayor hacía cuando era niño. Pasó más de<br />

media hora y se escucharon unas voces muy familiares en la puerta,<br />

477


preguntando si ahí era la habitación de la señora Elena; todos se<br />

voltearon hacia la puerta, conociendo perfectamente las voces.<br />

Carlos se levantó de su silla inmediatamente y fue al encuentro de<br />

su mamá y de la maestra. —Pasen, pasen por aquí.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos y la maestra, por órdenes del doctor<br />

Ávila, fueron conducidas hasta la habitación de la esposa de Carlos.<br />

<strong>La</strong>s dos señoras, asustadas y preocupadas, preguntaban qué había<br />

pasado, y Carlos, en menos de un minuto les contó a grandes rasgos<br />

lo sucedido. <strong>La</strong>s señoras se acercaron a saludar a Elena y después<br />

platicaron por unos minutos. El hijo mayor de Carlos se despidió y<br />

aseguró que prepararía una rica comida para recibir a su mamá de<br />

regreso a casa, cuando la dieran de alta.<br />

Uno a uno los amigos fueron pasando a saludar a la esposa<br />

de Carlos. El tiempo transcurrió lento, todos disfrutaron de una<br />

buena charla y así como fueron llegando, así también se fueron<br />

despidiendo. Sólo quedaron la maestra, doña Carmen y Carlos.<br />

Menos de una semana después Elena ya estaba de regreso<br />

a su casa, con ella iban su inseparable suegra y la maestra, que no<br />

los dejaba solos por nada. Paquita y las dos muchachas siguieron<br />

las órdenes de la maestra, de permanecer en la casona; todos los<br />

días por la tarde iba <strong>La</strong>ura por Paquita y la llevaba a dar la vuelta.<br />

Esa semana fue la que más tiempo pasaron juntas. <strong>La</strong>ura estimaba<br />

mucho a Paquita y siempre aprovechaba el tiempo para traerla con<br />

ella; le encantaba regalarle cosas y más que nada, ropa y zapatos,<br />

la vestía como a ella se le antojaba. Casi toda la ropa le quedaba<br />

muy bien, esa era una de las características que identificaban a la<br />

muchachita, y aparte de eso, le gustaba modelar.<br />

478


Paseo por el parque<br />

Ya en esos días se acercaba la boda y Paquita jugaba con su amiga<br />

<strong>La</strong>ura a ensayar el vals; le encantaba cómo se miraba bailando.<br />

Ondulaba su vestido con el aire al dar las vueltas y eso era lo que<br />

más le gustaba. En un momento dado le comentó a su amiga:<br />

¿Sabes qué, <strong>La</strong>ura? El día que yo me case compraré un vestido<br />

como el tuyo, así de bonito y grande, muy grande.<br />

—Sí, mi amor, yo seré tu madrina y Marcos tu padrino,<br />

así es de que cuenta con tu vestido como gustes. ¡Ah, oye! ¿Y ya<br />

tienes novio? Miró cómo el rostro de Paquita cambió de colores,<br />

y después de unos segundos que le tomaron para responder a esa<br />

inesperada pregunta, acertó a decir con fingida naturalidad: —Me<br />

anda hablando un chiquillo que está en el salón de en seguida del<br />

mío, pero creo que es más chico que yo, y yo no quiero chiquillos<br />

ni andar limpiando pañales—. <strong>La</strong>s dos soltaron una carcajada e<br />

instantes después Paquita comentó que deseaba a un novio como<br />

Marcos: maduro y guapo, a lo que <strong>La</strong>ura le replicó: —Se me hace<br />

que ya no vas a poder encontrar algo así como mi novio, porque<br />

es el único—. Y las dos volvieron a reír.<br />

—¿Oye, y cómo lo conociste, se puede…? —Claro que sí, ya<br />

sabes que entre nosotras no existirán secretos. Un día... Y <strong>La</strong>ura le<br />

contó toda la historia de cómo fue que conoció a su amado y en<br />

qué líos se metió por tratar de conquistarlo. <strong>La</strong> charla se extendió<br />

por un par de horas, hasta que su enamorado le habló a su celular y<br />

se citaron para ir a comer. Su novia le comentó que estaba Paquita<br />

con ella y le agradó mucho la idea de poder comer juntos.<br />

479


Pasaron unos minutos y en el restaurante que habían elegido<br />

para comer, Marcos ya esperaba ansioso. Se saludaron como siempre,<br />

con el amor que emanaba mutuamente y que los consumía. Marcos<br />

abrazó a Paquita y le dijo cuánto la quería; las dos muchachas se<br />

sorprendieron un poco en el detalle, pero todo siguió con calma, ya<br />

que ellas sabían que Marcos la estimaba muchísimo, pero nunca le<br />

había dicho que la amaba con tanta ternura.<br />

Pidieron lo que cada quien deseaba comer. Abordaron<br />

varios temas, siendo el más favorecido el de la boda; ya sabían que<br />

todos los detalles estaban bajo control. Marcos le quiso comentar<br />

a su novia que había tenido una amena charla con el anciano y que<br />

lo había invitado a su boda, pero se contuvo: sabía lo inteligente<br />

y preguntona que era Paquita, y de seguro acabaría diciéndole,<br />

poniendo al descubierto toda la verdad.<br />

Los días pasaban más rápido en sus vidas; ya esperaban<br />

ansiosos el día en que se entregarían todo su amor, el amor<br />

acumulado por varios meses de una espera que les parecía eterna.<br />

<strong>La</strong>s miradas entre ellos los delataban: cualquier persona que<br />

estuviera atenta, en sus miradas descubriría ese inmenso amor<br />

que se profesaban, o por lo menos sentirían el ansiado amor que<br />

se tenían. <strong>La</strong> noche pronto dio sus primeros pasos y arrastrando<br />

un tremendo frío, que hacía que dolieran huesos. Los días más<br />

fríos de la temporada estaban por llegar y febrero era uno de los<br />

meses de más frío en toda la región duranguense, sin respetar<br />

ninguna jerarquía o clases sociales.<br />

Salieron del lujoso restaurante y por petición de Paquita se<br />

dirigieron al parque, que era uno de los lugares en que más le<br />

gustaba estar. <strong>La</strong>ura le comentó a su novio que todos esos días<br />

que se encargó de cuidar a la chamaca, no había habido uno<br />

solo que no fueran al parque; iban por las tardes y a veces por las<br />

mañanas y se paseaban muy contentas y muy felices por todos los<br />

corredores del grandioso parque, en donde Paquita vivió por un<br />

tiempo a la intemperie. Le comentó que Paquita le había contado,<br />

con lágrimas en sus ojos, algunas de las experiencias por las que<br />

tuvo que pasar en esos lugares, y que fueron lágrimas de mucha<br />

ternura. Le mostró parte del terreno en el cual creía haber vivido<br />

y que ahora, por supuesto, estaba construido y habitado.<br />

480


Llegaron en unos cuantos minutos y en cuanto se detuvo la<br />

camioneta, Paquita salió corriendo con dirección al “<strong>La</strong>go de los<br />

patos”, que ahora ya estaba restaurado, a petición de Carlos y del<br />

comité que él presidía desde hacía tiempo. Marcos, sin poderlo<br />

evitar, miró a su alrededor buscando lo que ya tenía tiempo que<br />

no comía: los deliciosos duros de puerco. Precisamente y por pura<br />

casualidad, había una persona en el lugar con su triciclo, que tenía<br />

a la venta el antojo favorito de Marcos.<br />

—Ven—, le dijo a su novia, tomándola de la mano,<br />

invitándola a que lo siguiera, pero de inmediato le dijo a <strong>La</strong>ura: —<br />

Mejor espera aquí, Paquita va muy rápido y se va a asustar cuando<br />

nos busque y no nos vea.<br />

—Déjala, mi amor, ella sabe bien lo que hace y de seguro, al<br />

ver que nos detuvimos, va a adivinar el porqué.<br />

Pasaron por lo menos diez minutos en prepararles los<br />

duros que habían pedido para llevar y Marcos, feliz por haber<br />

conseguido uno de sus antojos, se olvidó por completo de la<br />

muchachita. <strong>La</strong>ura estaba pendiente, pero la había perdido de<br />

vista, y Marcos, al ver que su novia se esforzaba por mirar lejos,<br />

recordó de inmediato a la pequeña y apresuró el paso. Notó que<br />

su novia ya se preocupaba y preguntó nervioso: —¿Y Paquita? ¿A<br />

dónde habrá ido?<br />

—No lo sé, siempre hemos estado juntas y hemos paseado<br />

por estos corredores, pero ahora no sé por qué corrió.<br />

Apenas había dado una mordida a su duro y lo depositó junto<br />

con los otros en un tambo de basura; tenían que apresurarse a buscar<br />

a la muchachita, ya era de noche y además el frío estaba arreciando.<br />

Miraban por todos lados grupos de personas que estaban regresando<br />

para sus casas, pero no había señales de la jovencita. Marcos se<br />

empezó a desesperar y recordando las palabras del brujo, cuando<br />

le reveló que él era el abuelo de la niña que sobrevivió del peligroso<br />

parto y que sin duda era Paquita, empezó a gritar cada vez más<br />

desesperado. Temía que le fuera a pasar algo, los secuestros estaban<br />

a la orden del día y los maleantes aprovechaban siempre cualquier<br />

oportunidad para hacer sus fechorías.<br />

En su desesperación soltó la mano de su novia para agilizar<br />

el paso; se regresó de inmediato y pidió a su novia que ella se<br />

fuera por un lado del lago, que a esa hora de la noche parecía<br />

481


que recobraba vida propia. Los ruidos, alaridos, rugidos de las<br />

fieras salvajes que se encontraban en el vecino parque zoológico,<br />

y el canto de toda clase de aves anunciando que se retiraban a<br />

descansar, se oían cada vez más fuerte, y todo eso los ponía más<br />

nerviosos. Al fin se decidió su novia y dijo valientemente:<br />

—Ve, amor, yo aquí te espero. No me voy a mover de aquí<br />

hasta que encuentres a Paquita y luego vienen por mí. Mantén<br />

prendido tu teléfono, nos estaremos comunicando.<br />

Marcos, muy asustado, no respondió ni dijo una sola<br />

palabra, sólo le dio un beso y se alejó casi corriendo, llamando con<br />

gritos desesperados a Paquita. En eso que corría, de improviso<br />

se detuvo al ver que en una banca que estaba frente a una de las<br />

fuentes de agua se encontraba Paquita, muy quitada de la pena, ni<br />

se movía ni hablaba; algo tenía en sus manos que le robaba toda<br />

su atención. Marcos, desconcertado, caminó lentamente, tratando<br />

de no interrumpir lo que Paquita trataba de hacer. A medida que<br />

se acercaba, y notando que a Paquita no le llamaba la atención,<br />

un escalofrío más helado que el propio frío le recorrió los huesos,<br />

al imaginarse que se trataba de algo de la misteriosa banca. <strong>La</strong><br />

luz del farol de aquel hermoso parque alumbraba cada vez más el<br />

espacio en donde se encontraba la niña, la cual se miraba pálida;<br />

sus cabellos parecían más lacios de lo normal, su color castaño<br />

brillaba con el reflejo de la luz.<br />

Marcos se detuvo a escasos cinco metros, estaba seguro<br />

que a esa distancia cualquier persona normal, por muy<br />

distraída que estuviera, ya habría detectado su presencia, y<br />

más en esa situación de extravío y de noche. No pudo resistir<br />

los sentimientos que se cruzaban por su cabeza y al fin, movido<br />

por algo muy fuerte y extraño, pudo hablar y le habló un poco<br />

fuerte. <strong>La</strong> muchachita reaccionó en seguida y dijo, sin esperar a<br />

que Marcos continuara hablando:<br />

—Mira, Marcos, a esta pobre palomita alguien la hirió y la<br />

dejó aquí, solita. Pobrecita, ¿me dejas llevármela para curarla?<br />

El angustiado muchacho casi no creyó lo que acababa de<br />

escuchar. Casi pierde la razón buscando a la jovencita y ella ni<br />

siquiera se daba cuenta de que la estaban buscando. Como pudo<br />

le contestó afirmativamente, acercándose hasta ella; la abrazó y<br />

482


le habló con el corazón, le dijo cuánto la amaba y que le había<br />

causado un gran susto.<br />

Inmediatamente la chiquilla preguntó por su amiga <strong>La</strong>ura y<br />

Marcos pidió que esperara, que él se comunicaría con ella, porque<br />

de seguro estaba muy preocupada. En unos cuantos minutos ya<br />

estaban nuevamente los tres juntos y empezaron los regaños:<br />

la muchachita se disculpó de mil formas y les aseguró que sólo<br />

quería curar a su palomita y que no escuchó ningún grito de ellos.<br />

Los novios, preocupados por lo que ellos sabían, le hicieron varias<br />

preguntas, a todas las cuales contestó con normalidad; nada alteró<br />

el ánimo de la chiquilla, lo cual quería decir que no tuvo ningún<br />

contacto con nadie, sólo fue que por su bondad se encariñó con la<br />

paloma y eso le distrajo por unos largos y desesperantes minutos.<br />

El camino a casa fue un poco aburrido; nadie habló, parecía<br />

que todos esperaban a que alguien empezara una conversación,<br />

pero nadie fue capaz de romper el misterioso silencio. Unas<br />

cuadras antes de llegar a la casona, <strong>La</strong>ura hizo una llamada para<br />

confirmar si la maestra se encontraba ahí y nadie contestó el<br />

teléfono, ni la sirvienta ni la maestra; entonces se suponía que aún<br />

estaban en casa de Carlos.<br />

<strong>La</strong>ura le comentó a su novio y le pidió que hablara con<br />

Carlos y la comunicara con la maestra, para decirle que Paquita<br />

pasaría la noche en su casa; así lo hizo y se desviaron una vez que<br />

hablaron con la abuelita de Paquita. Al llegar a casa, <strong>La</strong>ura invitó<br />

a su novio a pasar, pero éste decidió esperarla afuera por unos<br />

minutos. Paquita se despidió y <strong>La</strong>ura fue a acostarla y regresó en<br />

unos cuantos minutos.<br />

—Ya se durmió, pero antes le conseguí una jaula para que<br />

acostara a la palomita, que parecía ya un poco mejor, después de<br />

que le atamos un pedazo de tela alrededor de las alas.<br />

Marcos se rió y la abrazó, mientras ella seguía hablando;<br />

de inmediato ella notó algo raro y le preguntó un poco alarmada:<br />

—¿Qué tienes, mi amor? Estás un poco pálido, ¿estás bien?<br />

—Sí, sí, estoy muy bien, sólo que me quedé pensando en<br />

la actitud de Paquita cuando la descubrí sentada en la banca del<br />

parque; estaba muy quieta, como que el tiempo no le importaba<br />

ni el fuerte frío que aún se siente. No entiendo cómo ni siquiera<br />

483


se preocupó por nosotros ni por ella, que bien sabía que ya era<br />

muy tarde. Cuando la miré a sus ojos parecía no ser ella, la<br />

desconocí por unos instantes, ¿crees que le haya pasado algo?<br />

Yo la verdad no confío mucho en nadie, desde que descubrimos<br />

los misterios del brujo.<br />

—Pero ya está muerto, ¿o no? ¿No me dijiste que lo habían<br />

sepultado y aniquilado por completo?<br />

—Sí, pero sigo sospechando que hay algo que el nieto del<br />

brujo mayor no me ha dicho, y por cierto, ¿sabes que ahorita<br />

voy a verlo?<br />

—¿Qué? ¿Estás loco? Perdóname, mi amor, por hablarte<br />

de esta manera, pero, ¿cómo crees que te voy a dejar ir a estas<br />

horas? ¿Qué de verdad no crees que es peligroso? Yo te sugiero<br />

que ya no hagas contacto con él y que te alejes hasta que él te<br />

llame para lo que quiere hacer en su final. Déjalo hasta que él<br />

quiera hacerlo, no lo invadas.<br />

Un silencio reinó antes de que Marcos se decidiera, ella<br />

esperaba una respuesta dicha en ese preciso momento. Al fin<br />

Marcos pudo hablar, forzado por el silencio que se guardó<br />

mientras se decidía.<br />

—Está bien, mi amor, tú ganas. Esperaré hasta que él me<br />

llame, espero que lo haga pronto porque la verdad no tienes<br />

idea del aspecto en el que se encuentra: es un ser en estado de<br />

putrefacción, ya los años que debió tener se le vinieron encima.<br />

Según dice, cada día es un año para él. Y ahora ya casi es un<br />

monstruo, no lo puedo describir pero no te recomiendo que lo<br />

quieras ver. Bueno, mi amor, yo me retiro y mañana nos vemos.<br />

484


Entrevista con el brujo<br />

Se abrazaron amorosamente y se besaron con la pasión que cada uno<br />

poseía. En unos cuantos minutos ya Marcos se dirigía a su casa, con<br />

unos pensamientos que casi taladraban su cerebro. Produciendo un<br />

fuerte rechinido de llantas, la camioneta de Marcos dio vuelta en U<br />

en una calle prohibida; no lo importó: en ese momento de decisión<br />

tenía que hacerlo. Se dirigió a toda velocidad a la casona, tenía que<br />

hablar con su amigo, el brujo, acerca de lo que pensaba con Paquita.<br />

Rápidamente llegó, se estacionó a la vuelta de la esquina y caminó<br />

apresuradamente hacia la casona; abrió lentamente cuidando no ser<br />

descubierto por alguien, podrían estar despiertas las muchachas de<br />

servicio y temía ser sorprendido. <strong>La</strong> obscuridad estaba de su parte,<br />

sólo caminó lentamente para no tropezar con algún objeto; sabía<br />

muy bien el camino. Se cruzó rápidamente hacia la entrada más<br />

cercana, que el anciano le había recomendado para no ser visto por<br />

nadie. Casi se le detiene el corazón cuando antes de que abriera la<br />

puerta se escuchó la voz de trueno del anciano detrás de él: —Sabía<br />

que vendrías y te estaba esperando; abre y pasa, muchacho.<br />

Marcos, casi desfallecido, se tocó sus partes porque sintió que<br />

se mojó. Se tranquilizó al sentirse seco. Ni siquiera volteó a verlo,<br />

sería inútil: la diabólica obscuridad que ahí reinaba parecía cubrir<br />

al anciano. Sacó un pañuelo y se limpió el rostro que se empapó<br />

de sudor en fracción de segundos. Esta vez ni el mal olor ni la<br />

hediondez del anciano lo delataron, o tal vez se concentró tanto<br />

485


en querer hablar con él, que no percibió su humor; la abundante<br />

adrenalina que corría por su cuerpo no le permitió tener ningún<br />

signo de rechazo hacia el brujo.<br />

Tembloroso, metió la llave en la chapa de la pesada puerta de<br />

madera de una de las recámaras, en donde se encontraba el pasadizo<br />

secreto y más corto para llegar a la guarida del ahora su amigo, el<br />

anciano. Una vez que cruzaron el obscuro y reducido conducto<br />

hacia la residencia del brujo menor, empezó a ver poca luz. Marcos<br />

se fijó en cómo ayudado con su mano izquierda, apoyándola en<br />

las paredes frías del pasillo, el anciano caminaba detrás de él, que<br />

parecía que le daba alcance; nervioso, no sabía si caminar de prisa<br />

o ir esperando los lentos pero firmes pasos del viejo. <strong>La</strong>s piernas, ya<br />

en arco, parecían quebrarse, y los largos brazos parecían extenderse<br />

hasta el piso; por su tamaño y por el modo de caminar, se parecía<br />

a un chimpancé, y un leve sonido metálico se escuchaba a cada<br />

manotazo que daba cuando se apoyaba en la fría cantera, pero el<br />

paso lo daba muy firme, me atrevo a decir que normal, sólo con el<br />

defecto de las piernas hechas arco.<br />

<strong>La</strong>s antorchas, que a esa hora estaban encendidas,<br />

alumbraban un poco el pasillo hasta la habitación en donde habían<br />

hablado la vez anterior. El mal olor, cada vez más fuerte, parecía<br />

que penetraba hasta el cerebro, pero era más fuerte el deseo de<br />

hablar con el anciano que lo que a su alrededor ocurría. Se sentó en<br />

el mismo lugar que la vez anterior, y el anciano, sin ningún gesto<br />

de dolencia, se acomodó en su cojín; al tenerlo de frente pudo<br />

apreciar su putrefacto rostro y casi se desvanece; ahora estaba más<br />

deteriorado que la vez pasada: el rostro parecía descarnado y se le<br />

miraban partes de la osamenta de la cara. Sus ojos ya no se miraban,<br />

eran sólo huecos obscuros que a veces parecían encender una brasa<br />

en el fondo. El olor que invadía la habitación era a demonios; aún<br />

así, Marcos venció su natural rechazo al horripilante ambiente a<br />

cambio de unas palabras con el brujo. Toda su concentración la usó<br />

para bloquear sus sentidos; esta vez sería como una máquina, sólo<br />

quería preguntar y escuchar. El anciano no era tonto, sabía lo que<br />

Marcos pensaba y hacía; no había perdido el poder de su mente<br />

y a distancia, como lo había dicho en muchas ocasiones, podía<br />

comunicarse mentalmente con quien tenía contacto.<br />

486


—Pude haber ido a donde estabas, pero al saber que te<br />

decidiste a venir, esperé pacientemente.<br />

<strong>La</strong> voz del brujo se escuchó de lo más adentro de su ser. <strong>La</strong><br />

boca se movía al hablar pero la voz salía por no sé donde. Tenía varias<br />

partes de su cuerpo ya descarnadas, que de verdad no se apreciaba<br />

por dónde se escuchaba la voz, que parecía que tenía amplificador,<br />

pues era fuerte y clara. Con su mano izquierda removió un poco<br />

el mechón de cabellos blancos que cubrían macabramente parte<br />

de su rostro, para después dejarlo ver en muy mal estado. Marcos<br />

era de verdad un hombre extraordinario, cualquier persona habría<br />

caído desmayada al ver tan horrible criatura. Nuevamente habló el<br />

anciano y preguntó sin ningún tono en su voz:<br />

—¿Sabes qué es lo que te ha traído aquí? Tus pensamientos,<br />

el gran interés en hacer el bien a los demás y tu personalidad. El<br />

simple hecho de que no me rechazas, aún así como estoy, es una<br />

especie de llave para que puedas saber mis secretos. Tú puedes ser<br />

lo que quieras y puedes obtener lo que desees, simplemente porque<br />

tienes la capacidad de pensar y lo que pienses, tenlo por seguro que<br />

lo atraerás: esa es la ley de la atracción. Trabaja para todos y para<br />

todo, sólo que tienes que saber pensar, porque como puedes pensar<br />

bien, puedes pensar mal, y de todas formas se te cumplirán todos<br />

tus pensamientos, si es que te lo propones, y si lo haces muy bien,<br />

tú sabes usar el secreto. Tú tienes lo que has deseado y el estar aquí<br />

es lo que deseaste antes de ir a la casa de tu novia.<br />

Marcos valientemente preguntó: —¿Cómo sabes que estuve ahí?<br />

—Ya te dije que yo puedo trabajar a distancia y a ti te he cuidado<br />

de muchas cosas. Faltan pocos días para mi autoaniquilación y<br />

quiero que sepas muchas cosas que te revelaré<br />

—¿Tú crees que esto pueda afectarme en un futuro?<br />

—¿De qué forma crees que te afectará?<br />

—Por ejemplo… —titubeó un poco–, que yo trate de querer<br />

hacer cosas como tú, que trate de usar mi mente para una cosa u otra.<br />

—Claro que puedes usarla para el bien, pero para poder<br />

hacer lo que yo hago necesitas mucho estudio.<br />

El brujo sabía a lo que Marcos se refería, pero también sabía<br />

que sería imposible que Marcos heredara su poder mental. El<br />

poder que ahora tenía era diferente al de su abuelo: el del abuelo<br />

487


era maligno, así es de que si él poseyera el maligno también, tal<br />

vez le pasaría los poderes a Marcos, como su abuelo lo hizo con él.<br />

Por lo tanto, por ese lado estaba descartada la posibilidad de alguna<br />

maldad hecha por el anciano. El poder ilimitado de su mente era<br />

para hacer el bien, sólo para hacer el bien, y se lo repitió varias veces.<br />

—No confundas las cosas, tienes una buena vibra y ésta<br />

debes de saberla usar. Yo te he elegido por lo que te dije cuando me<br />

conociste: tú eres una buena persona para confiarle mis secretos,<br />

para que los uses sólo para el bien. Desde entonces peleé con mi<br />

abuelo para retirarlo de aquí de este mundo y tú me ayudaste; luego<br />

sabrás cómo fue. Ahora quiero que no temas a nada ni a nadie. <strong>La</strong><br />

actitud de la niña en el parque fue porque yo intervine: iba a pasar<br />

otra cosa muy fea, que ni a ella ni a ustedes les habría gustado. Mira,<br />

cuando todo esto se acabe te vas a dar cuenta de lo que te estoy<br />

diciendo. Ahora no te puedo decir mucho porque las cosas tienen<br />

que suceder, pero sí te lo diré antes de que yo sea el último.<br />

—¿A qué te refieres con eso del último?<br />

—Bueno, es que aún hay cosas que se tienen que acabar,<br />

como te había dicho, y sólo se acabarán con mi autoaniquilación.<br />

Por eso digo que seré el último que tiene que morir a consecuencia<br />

de la maldición de la banca. Y de ahí en adelante el bien tiene que<br />

seguir, sea en donde sea y con quien sea. Porque el bien es el único<br />

camino que nos lleva a una vida de excelencia. A una vida de gozo y<br />

de abundancia; a una vida de nueva conciencia, y esto sólo se logra<br />

con amor y pasión por lo que haces. Sonríe siempre a la vida, sé<br />

agradecido y generoso y obtendrás mucho de la vida. Tú ya lo eres<br />

pero quiero que sigas sembrando semillas en todas las personas que<br />

te rodean, y ellas harán lo mismo y obtendrán infinidad de beneficios.<br />

Paquita es una persona casi como tú: tiene tus genes y casi tienen<br />

los mismos pensamientos, los mismos sentimientos; ella también<br />

será una persona muy exitosa y bendecida, apóyala en todo lo que<br />

necesite para que llegue a ser lo que va a hacer. Tu esposa siempre<br />

estará de tu lado, te ama y te respeta. Todo será atraído a ustedes<br />

positivamente. Siempre verán las cosas con el mismo resultado,<br />

tendrán la misma opinión de todo lo que sus ojos vean, porque lo<br />

verán con la misma conciencia. Ahora ve tranquilo y no temas, ten<br />

fe, todo viene a su debido tiempo. Descansa unos días antes de la<br />

488


oda, relájate. Haz un viaje, tú solo, y regresa unos días antes de la<br />

boda; ya tienes todo preparado así es de que no te detenga nada, tu<br />

novia entenderá. Recuerda: los negocios son negocios y tú vas a una<br />

reunión de negocios. Tendrás mucha energía porque la vas a atraer<br />

y además la vas a necesitar. Y bastante.<br />

El anciano rió animadamente y a pesar de su descompuesto<br />

rostro, reflejó una mueca de felicidad. Estiró su esquelético brazo,<br />

mostrando sus manos huesudas con dedos muy largos y sus uñas<br />

moradas y puntiagudas; por unos segundos presionó con una<br />

fuerza impresionante el hombro derecho de Marcos, y con una voz<br />

firme y aguda dijo:<br />

—El mal existe pero sólo en las personas que no han elegido<br />

una “nueva conciencia”, sólo en las personas que se permiten vivir<br />

por vivir; en cambio en las personas que se preocupan en vivir para<br />

servir y para ser mejores día con día, en sus pensamientos no hay<br />

tiempo ni espacio para pensar o hacer el mal.<br />

Marcos, con sus ojos clavados en las pupilas de fuego del<br />

anciano, sintió que las palabras tocaban parte de su cerebro; al<br />

mismo tiempo sintió una vibración en todo su ser. Una corriente<br />

de un líquido caliente le recorrió todo su cuerpo y pocos instantes<br />

después sintió una paz y tranquilidad interior desconocidas, pero<br />

muy efectivas. Poco después de despedirse se alejó aliviado, sentía<br />

que los pies casi ni tocaban el suelo; una y otra vez miró hacia abajo,<br />

revisando sus botas, no encontrando ninguna explicación. Sentía<br />

como si algo muy pesado que había cargado en su espalda desde<br />

hacía mucho tiempo, lo acababa de descargar.<br />

Al caminar de regreso por el pasillo extendía los brazos y<br />

brincando comprobaba una vez más que era sorprendente cómo<br />

se sentía liviano. Rió para sus adentros y no dejó de recordar las<br />

palabras del anciano. Salió feliz y se dirigió a su camioneta. Un vez<br />

que arrancó se dio cuenta que de todas las veces que había entrado<br />

a esa casona, era la primera vez que no sentía ningún miedo ni<br />

malos pensamientos. Se alejó contento, miró su celular y había<br />

varias llamadas de su novia, casi a la hora en que había estado con<br />

el anciano; checó su correo de voz y sólo escuchó la dulce voz de<br />

su novia diciendo que le llamó sólo para decirle lo mucho que lo<br />

amaba y que deseaba que ya estuviera dormido. Pensó en su novia<br />

489


y pidió a Dios por ella y por su familia. Pronto se casarían y él se<br />

prometió ser un marido ejemplar.<br />

Se descuidó un poco y ya se estaba pasando de los baños de<br />

vapor; dio vuelta rápidamente y se estacionó en un lugar seguro;<br />

se metió al vapor hasta cerciorarse de que el mal olor había<br />

desaparecido, compró las toallas y ahí dejó la ropa; se dirigió a un<br />

lavado de carros que prestan servicio las 24 horas, y ahí le dio una<br />

buena lavada a su troca. En poco más de una hora ya estaba lista y<br />

se dirigió tranquilamente a su casa.<br />

490


<strong>La</strong> transformación<br />

de Marcos<br />

Al día siguiente se despertó con una gran energía, con una misma<br />

dirección todos sus anhelos y un gran entusiasmo por vivir.<br />

Agradeció a Dios por existir y por todas las cosas que estaba<br />

recibiendo. Acomodó todas sus cosas, fue a su negocio y habló<br />

con Eduardo (<strong>La</strong>lo) y revisaron varios pendientes; le encargó<br />

los negocios informándole que estaría unos días fuera del país.<br />

Regresaría una semana antes de su boda y quería que todas las<br />

cosas estuvieran bajo control.<br />

Se despidió y enseguida habló con su novia para invitarla a<br />

desayunar; en esta ocasión Paquita los acompañaría. En media hora<br />

ya estaban rumbo al lugar que habían elegido, donde disfrutaron de<br />

un buen platillo y aprovechando el momento, Marcos le comentó<br />

a su novia que saldría de viaje urgentemente ese mismo día por<br />

la noche a Estados Unidos, que estaría fuera por una semana. Al<br />

principio, la novia de Marcos no estaba de acuerdo porque la boda<br />

se aproximaba y no quería que estuviera lejos de ella ni un minuto.<br />

Al fin Marcos pudo convencerla, con la ayuda de Paquita, y aunque<br />

no muy bien convencida, aceptó.<br />

—Está bien, pero no dejes de pensar ni un segundo en mí.<br />

¿Ok? Yo te extrañaré desde ahorita.<br />

Lo miró fijamente a los ojos y el amor se dejó sentir<br />

mutuamente; en ese momento Marcos se dio cuenta de que era<br />

difícil alejarse de ella nada más porque sí y casi estuvo a punto<br />

491


de cancelar el viaje arreglado sólo por petición del anciano. Y<br />

aún no sabía a dónde se dirigiría. Su mente empezó a maquinar<br />

inmediatamente e inventar un lugar: se decidió por <strong>La</strong>s Vegas.<br />

Iría por dos cosas: una, por la petición del brujo y la otra, para<br />

visitar a su esposa e hija en el panteón donde reposaban sus<br />

restos. Terminantemente decidió ir a la ciudad de “<strong>La</strong>s luces”.<br />

El tiempo transcurrió lento y seguro. Ya por la tarde llevó<br />

a su novia y a Paquita a su casa; tenía que estar en el aeropuerto<br />

una hora antes del vuelo.<br />

En unas cuantas horas ya se estaba instalando en uno de<br />

los lujosos hoteles de la ciudad. Descansaría esa noche y el día<br />

siguiente lo pasaría en el panteón. Se acostó y rezó unos cuantos<br />

minutos, después meditó por casi una hora y se dio cuenta, una<br />

vez más, que amaba a su novia. No dejó de pensar ni un minuto<br />

en ella ni en Paquita. <strong>La</strong> noche fresca lo arrulló y pronto se<br />

quedó como niño: bien dormido.<br />

Al día siguiente, al levantarse sintió que había dormido<br />

durante años. Tenía una energía desconocida, se sentía casi en el<br />

viento. Cuando se estaba arreglando para ir a desayunar se miró<br />

en el espejo y casi se fue de espaldas: se movió para un lado y<br />

después para otro, para comprobar que lo que estaba mirando no<br />

era una fotografía. <strong>La</strong> impresión que el reflejo del espejo le causó<br />

fue tremenda: al principio se asustó y después, conforme se miraba<br />

cada parte de su cuerpo se fue convenciendo de que algo raro le<br />

había ocurrido: la piel se le había rejuvenecido. Algo extraño había<br />

pasado en su físico: había rejuvenecido, no había duda. Pero…<br />

¿qué pasó? Mirándose al espejo se preguntaba con una sonrisa en<br />

su rostro y levantando sus fuertes brazos checando sus músculos,<br />

se daba cuenta de que estaban más fuertes. Se preguntaba una y<br />

otra vez qué era lo que había pasado con su cuerpo. Se fijó con ojos<br />

incrédulos lo que había pasado con su pelo: estaba negro y sedoso,<br />

no tenía ninguna cana y parecía cabello negro natural. Todas las<br />

partes de su cuerpo cambiaron. Cuando estaba pensando se le vino<br />

a la mente el anciano y recordó sus palabras: “Tú puedes ser joven<br />

por el tiempo que quieras; yo sé el secreto”.<br />

Se preguntó si el anciano habría hecho algo en su cambio;<br />

definitivamente él era el autor de tan impresionante cambio. Se<br />

vistió rápidamente y pensativo y un poco nervioso, decidió hablar<br />

492


con su novia, a la cual había dicho que no le iba a poder hablar<br />

porque estaría muy ocupado. Y fue lo primero que hizo: después<br />

de saludarse y jurarse amor eterno y todo lo demás, Marcos decidió<br />

no decirle nada por el momento, se lo diría en cuanto ella misma<br />

lo notara. Bajó a tomar el desayuno y luego se dirigió al panteón,<br />

que no estaba muy retirado. Pagó un taxi y ahí se quedó la mayor<br />

parte del día; al llegar a la tumba, como por arte de magia no sentía<br />

ningún dolor. Su herida en el corazón había sanado, sólo limpió las<br />

lápidas y acomodó un ramo de flores para cada una: su esposa y su<br />

hija. Esta vez no hubo lágrimas ni mucha plática, sólo rezó lo que<br />

pudo y les pidió perdón. Dijo que se casaría pronto y a eso se debía<br />

la visita, para darles la noticia y decirles que las visitaría cada año.<br />

En ese momento escuchó el canto de un colibrí, al que<br />

rápidamente buscó con su mirada: no le fue difícil encontrarlo,<br />

estaba muy cerca; el ave se fue acercando más hasta quedar posada<br />

en la lápida de su hija y acto seguido, voló un poco alrededor de él y<br />

se fue a parar nuevamente en la lápida, pero esta vez fue en la de su<br />

esposa. Canturreó un poco y se alejó a toda velocidad.<br />

Jamás había visto un colibrí tan de cerca: era un ave hermosa<br />

y sus colores parecían brillar con la luz del sol. <strong>La</strong> miró hasta que se<br />

perdió del alcance de su mirada. Luego volvió los ojos a las lápidas<br />

y un poco más aliviado, sintió que fue una despedida más de sus<br />

seres queridos, que ya estaban en otra dimensión. Instantes después<br />

se formaron las imágenes de su esposa y de su hija y así como<br />

las recordó se le quedaron en su mente y corazón: felices. Así las<br />

recordaría por siempre. Al comprobar que el recuerdo era feliz, él<br />

también así se sentía. El recuerdo sería desde ese momento, de paz<br />

y tranquilidad en su interior. No había culpa de ninguna especie,<br />

existía el amor de familia hasta ese momento y así se quedó en lo<br />

más profundo del alma de aquel solitario hombre.<br />

Sin saber lo que había ocurrido, se alejó dejando todo el pasado<br />

sepultado en aquellas tumbas que prometió visitar cada año. Al llegar<br />

al hotel hizo arreglos para tomar un tour: viajaría a tres estados<br />

vecinos de Nevada, lo que le tomaría la semana completa antes de<br />

regresar a su tierra natal, la bonita y tranquila ciudad de Durango.<br />

El paseo fue placentero y muy fructífero. Conoció lugares<br />

que él quería visitar junto con su familia; compró algunos recuerdos<br />

de cada lugar, sin faltar una bonita postal que enviaría a su futura<br />

493


esposa, así como de todos los lugares en donde había estado. Todo<br />

ese tiempo transcurrió normal, pero a Marcos se le hizo muy rápido.<br />

Ya tenía que regresar; preparó todas sus pertenencias y<br />

salió del hotel rumbo al aeropuerto, feliz como una lombriz. El<br />

tiempo parecía que le estaba recordando a cada instante a su novia,<br />

la extrañaba y quería estar con ella. El vuelo fue rápido, en unas<br />

horas su corazón latía más rápido a cada segundo; su novia estaba<br />

esperando y los textos en su celular lo confirmaban. En unos<br />

minutos ya estaba recorriendo el pasillo del aeropuerto, esperando<br />

su maleta, la cual no tardó en recuperar y se alejó a toda prisa hacia<br />

la sala de espera. Detrás de las ventanas polarizadas se encontraba<br />

su novia, esperando captar cada movimiento de su amado, desde<br />

que se bajara del avión. Tomaría muchísimas fotos infraganti como<br />

una loca, luego se las enseñaría a su novio.<br />

Cuando la joven y hermosa muchacha miró que entraban los<br />

pasajeros por la puerta principal de la sala de espera, le comentó a<br />

una jovencita que ahí había conocido y que permanecía sentada a<br />

un lado de ella, que pronto llegaría su amado y deseaba tener de ese<br />

momento un video como recuerdo físico y le pidió que le tomara<br />

un video con su cámara digital, encargándole que no la apagara<br />

hasta que ella le indicara. <strong>La</strong> jovencita aceptó y ella, nerviosa, de pie<br />

esperando ver a su novio para correr a sus brazos.<br />

Cuando apareció, <strong>La</strong>ura dudó en si era él; tenía muchísimo<br />

parecido pero era mucho más joven que su novio. Pensó que sería<br />

su hermano o algún familiar muy parecido a él, pero más joven.<br />

Se encaminó con los ojos fijos en aquel fortachón de pelo negro<br />

quebrado, un poquito largo y su inconfundible estilo de vestir:<br />

chamarra, pantalón azul de mezclilla y botas vaqueras; su bigote<br />

bien arreglado y la barba de candado; cejas pobladas tan negras que<br />

parecían recién pintadas.<br />

<strong>La</strong> muchacha empezó a dudar, pero la atracción al<br />

muchacho era impresionante; rápidamente quitó su mirada<br />

de aquel muchacho guapo, antes de ser descubierta por su<br />

prometido; buscó con su mirada por todos lados, la desesperación<br />

la empezó a asfixiar y pronto su corazón empezó a latir a un<br />

ritmo tan acelerado que su rostro tomó otro color, sus mejillas<br />

parecían manzanas rojas y sus ojos, grandes y bellos, se abrieron<br />

más haciéndolos lucir hermosos.<br />

494


Sentía una atracción enorme por aquel joven muchacho<br />

de azul, que quería voltear hacia donde él se dirigía. De pronto,<br />

una mano fuerte como una pinza tocó su hombro derecho y sin<br />

poder evitarlo pegó un grito tan fuerte que hizo que todos los ahí<br />

presentes voltearan, asustados, a ver qué le había ocurrido. Ella,<br />

desfallecida, apenas pudo voltear y casi se desmaya cuando mira al<br />

joven que, podría decirse, la enamoró a primera vista, sonriendo<br />

y diciendo: “Hola”. Ella, de mil colores, sin saber si responder o<br />

no, sabía que su amado estaba ahí y de seguro la estaría buscando.<br />

<strong>La</strong> boda sería en una semana y ese encuentro con el joven podría<br />

echarlo todo a perder. Conocía muy bien a su novio, lo sensible<br />

que era, un acto así lo podría decepcionar por toda la vida. En<br />

milésimas de segundo le pidió a Dios que le ayudara en esos<br />

difíciles momentos, para que su novio no fuera a mirarla y mucho<br />

menos con aquel brazo aún en su hombro.<br />

<strong>La</strong> voz del joven le pareció familiar hasta que Marcos,<br />

cuando se dio cuenta de que su novia no lo reconocía y que se<br />

quería zafar de la fuerza de su brazo, fue cuando habló y dijo: —<br />

<strong>La</strong>ura, mi amor, ¿qué te ocurre? Soy yo, Marcos.<br />

—¡Oh, no! ¡Dios mío! ¿Cómo que...? ¡Oh, Dios mío! No<br />

puede ser. Marcos, ¿qué pasó?<br />

Por la emoción, los ojos de la muchacha se llenaron de<br />

lágrimas y al mismo tiempo le solicitaba a su novio que le diera una<br />

explicación del impresionante cambio.<br />

Marcos, sin dejar de sonreír, presumiendo la blancura de sus<br />

dientes y el brillo especial en sus ojos, le dijo: —Me di una arregladita.<br />

Ella al principio se sintió mal, decepcionada porque su novio<br />

no le había comentado que se haría una cirugía plástica; ahora ya<br />

se daba cuenta de por qué lo del viaje; lo amaba de todas maneras,<br />

pero sí se sintió, porque quería formar parte de las decisiones,<br />

como así debe ser en todos los matrimonios que marchan bien o<br />

que desean que marchen bien; decidir juntos en todos los proyectos<br />

es una manera de duración de una pareja, siempre y cuando se le<br />

haga ver al otro cuál es la diferencia del sí y del no, y de ahí tomar<br />

un mutuo acuerdo.<br />

Cuando analizó un poco la situación, el brillo de sus ojos<br />

volvió a su normalidad y con una chispa en su mirada invitó a su<br />

prometido a tomarla entre sus brazos y se dieron varias vueltas<br />

495


como dos chiquillos emocionados, compartiendo sus sonrisas y<br />

palabra de amor. Un poco mareados caminaron a tomar un café<br />

ahí dentro del aeropuerto, esto tenía que hablarse y Marcos la tomó<br />

de la mano y con la mirada buscó el lugar apropiado; fueron y se<br />

sentaron en la cafetería de la sala de espera y la chiquilla que tomaba<br />

el video parecía que se divertía haciéndolo. <strong>La</strong>ura no se percataba ni<br />

se acordaba de su cámara hasta que la chiquilla cambió de lugar y<br />

los tomaba de diferentes ángulos.<br />

—Mira, mi amor, a esta jovencita le pedí que nos tomara un<br />

video y se me había olvidado. Los dos rieron a la cámara y fue la<br />

única vez que la jovencita pudo hacer una toma de frente. <strong>La</strong>ura le<br />

pidió que se acercara y le indicó que ya podía apagar la cámara, era<br />

suficiente y la jovencita complacida, le entregó a <strong>La</strong>ura su cámara.<br />

Muy agradecida, <strong>La</strong>ura sacó de su bolsa un billete y se lo dio.<br />

Cuando la chiquilla se alejaba, Marcos la llamó y le dio otro billete,<br />

pero éste era verde y de dos dígitos.<br />

—Ten, m’ija, pero tómanos unas fotos antes de que te<br />

vayas. <strong>La</strong> chiquilla, al ver el billete sonrió, le arrebató la cámara a<br />

<strong>La</strong>ura y como una profesional empezó a tomarles fotos de varios<br />

ángulos. Un detalle que notaron en la jovencita fue que siempre<br />

los acomodaba a su gusto, como si ellos fueran sus modelos.<br />

Se divirtieron al darse cuenta del detalle, estaban posando<br />

para una joven fotógrafa. Después de varias tomas decidieron<br />

suspender la sesión de fotos y la chiquilla se fue agradecida. Sus<br />

papás esperaban pacientes a unos cuantos metros: conocían la<br />

inclinación de su hija por la fotografía y por eso la habían dejado<br />

actuar. Cuando Marcos se enteró de que sus papás esperaban<br />

por la joven, les pidió disculpas, las que ellos aceptaron de buen<br />

grado. Le dio a la chiquilla una de sus tarjetas de presentación y<br />

le dijo que si aceptaba tomarles fotos el día de su boda, le hablara<br />

a ese número, que él le proporcionaría una buena cámara.<br />

Agradecidos se alejaron los papás y la jovencita. Marcos y<br />

su novia vieron cuando la chiquilla inocentemente les mostraba<br />

a sus papás, mientras caminaban, los dos billetes que la pareja<br />

de enamorados le habían pagado por tomarles fotos; ellos le<br />

aseguraban que no era una paga y discutían el detalle mientras<br />

caminaban. Se perdieron entre las personas que iban y venían<br />

496


a todo lo largo de la confortable sala de espera del aeropuerto<br />

de la ciudad de Durango, sin imaginar que unos años después,<br />

por propio interés y profesionalismo de la jovencita, llegaría<br />

a formar parte del equipo de promociones de las empresas de<br />

electrónicos de Marcos.<br />

Ahí sentados conversaron por casi dos horas; perdidos<br />

en el tiempo y en sus comentarios pasaron el tiempo felices.<br />

Marcos le comentó todo lo que sucedió mientras estuvo lejos de<br />

ella: lo de su familia, el tour y lo que aprendió del viaje. Lo del<br />

arreglito se lo comentó casi sin poder entender ni explicar, lo que<br />

sí pudo decirle fue que se sentía y se miraba más joven, tal vez<br />

diez años menos de los que tiene ahora. Los dos acordaron que<br />

posiblemente eso era lo que el anciano tenía arreglado para él,<br />

por eso le pidió que debía hacer un viaje para que se cumpliera<br />

lo que él hizo, pero ahora la preocupación era cuánto tiempo iría<br />

a durar el hechizo, o como se le llame al cambio.<br />

Marcos comentó que sin pretextos ni oposiciones iría a<br />

ver al anciano, y que además tenía deseos de hablar con él; no<br />

había modo de llamarle por teléfono ni de otra forma más que<br />

ir a visitarlo y de paso ver qué era lo que les deparaba a ellos el<br />

destino.<br />

—Los días se están acercando para su autoaniquilación<br />

y no quiero perderme nada de lo que él tenga que decirme o<br />

enseñarme—, dijo Marcos<br />

Llegaron a un acuerdo y cambiaron de tema. Luego de<br />

unos minutos salieron los dos enamorados del aeropuerto,<br />

rumbo a la casa de Marcos, llegaría a descansar un rato y después<br />

se verían en casa de <strong>La</strong>ura. Llegaron a la casa y Marcos invitó a<br />

pasar a su novia, quien aceptó contenta. Se tomaron un refresco<br />

y se besaron casi hasta perder el control; a unos cuantos días<br />

de la boda ella, casi sin voluntad, le pidió que esperaran hasta<br />

ese día y Marcos volvió a conceder el deseo que su novia, por<br />

cuestiones de costumbres de familia, respetaría. Se enamoraban<br />

más cada vez que tenían contacto, los deseos crecían y crecían<br />

mutuamente. Los labios hinchados de los dos confirmaban la<br />

locura de su amor, sentían la fuerza de la pasión que invade al<br />

corazón y ciega al cerebro en esos lindos momentos de entrega.<br />

497


Luego de unos minutos, <strong>La</strong>ura se retiró a su casa; tenía<br />

muchas cosas que hacer, así que se despidieron sin ganas de<br />

separarse uno del otro, hasta que al fin <strong>La</strong>ura salió y se alejó.<br />

Marcos aprovechó para hablar por teléfono con Paquita y con<br />

todos sus amigos, saludarlos y decirles que ya estaba de regreso y<br />

que estuvieran listos para la boda.<br />

498


<strong>La</strong>s confidencias<br />

del brujo<br />

Después de algunos días todo transcurrió normal hasta la noche<br />

en la que había decidido Marcos ir a hablar con su amigo, el brujo.<br />

Iba muy contento, atando ideas y formulando preguntas; sería otro<br />

encuentro con ese ser especial que ya más bien era un montón de<br />

huesos. Lo físico del anciano a Marcos nunca le incomodó, creo que<br />

ese fue uno de los factores que beneficiaron al muchacho. Cuando<br />

llegó a la casona se estacionó, esperó unos instantes y después de<br />

echar un vistazo se acercó al portón para abrir y checar si en ese<br />

momento podía entrar. Escuchó unas voces, alguien andaba de<br />

pie todavía, a pesar de que eran pasadas de las once de la noche y<br />

normalmente ahí se dormían a las nueve. Abrió lentamente la hoja<br />

principal y echó un vistazo: efectivamente, ahí junto al jardín se<br />

encontraban las dos sirvientas y la maestra, que amablemente daba<br />

instrucciones para el cuidado de sus plantas por los días que no<br />

estuviera en casa. Todas las luces del patio se hallaban encendidas<br />

y los calentones automáticos hacían lucir su trabajo en esos<br />

momentos. Un suave zumbido se escuchaba cuando se encontraban<br />

encendidos, efecto que duraba hasta que el termostato alcanzaba<br />

la temperatura programada, se accionaba el apagado o encendido<br />

automático, según como fuera programado. Ellas, acostumbradas a<br />

estos sonidos, paseaban confiadas ignorando toda clase de ruidos.<br />

Marcos cerró suavemente la pesada hoja del portón y fue a<br />

su camioneta. Esperaría al máximo una hora, si ellas seguían ahí<br />

se iría y regresaría al día siguiente. Poco antes de una hora volvió a<br />

499


intentar y esta vez estaba desértico todo el largo y ancho del enorme<br />

y exageradamente limpio patio, enlosado en hermosos cuadros<br />

de cantera color beige. Entró sin hacer ningún ruido y sin perder<br />

tiempo se dirigió al pasillo secreto que le había revelado el anciano<br />

y al pasar cerca de una de las enormes ventanas construidas desde<br />

el piso casi hasta el techo, le pareció escuchar un suave gemido; se<br />

detuvo y pegó su cara a la fría pared de cantera, aguzó sus oídos y<br />

volvió a escuchar otro gemido y después varios más, casi seguidos.<br />

Lentamente se escurrió por entre la fría y obscura pared de cantera<br />

hasta llegar a la ventana de donde provenían los gemidos.<br />

Su corazón empezó a latir cada vez más rápido, tenía que ver<br />

de dónde venían esos quejidos que no parecían de dolor, más bien<br />

parecían excitantes; se detuvo y le pareció descubrir la ventana por<br />

donde se escuchaban: en el interior de la espaciosa habitación había<br />

una débil luz amarilla, parecía una pequeña lámpara de cabecera<br />

que iluminaba la mayoría de la cama y cuando más se acercó el<br />

angustiado muchacho a cerciorarse de qué o quién producía los<br />

extraños gemidos, se detuvo un poco; no sospechó que la cama se<br />

encontrara tan cerca de la ventana y sobre la cama estaba una de<br />

las muchachas totalmente desnuda, acariciándose todo su cuerpo.<br />

A través de la ventana se percibía un suave aroma húmedo que lo<br />

excitó de inmediato, lo cual le impidió retirarse. Marcos tragó saliva<br />

una y otra vez antes de decidirse a echar otro vistazo, teniendo<br />

cuidado de no ser visto por aquella joven que ardientemente<br />

saciaba sus deseos. Instantes después se contagió con la emoción,<br />

su corazón latía a todo lo que daba, los fuertes latidos golpeaban su<br />

pecho y temía que fueran escuchados por aquella bella joven, y no<br />

imaginaba qué pasaría si era descubierto.<br />

Recordó a su novia y se retiró con el corazón latiendo a cien<br />

por hora; ya un poco retirado del enorme ventanal, dejó escapar<br />

el aire contenido en su pecho y esperó hasta que se calmara su<br />

excitante temperamento para continuar. Caminó sin tropiezos,<br />

sólo el mal olor que cada vez arreciaba más y algunos ruidos, tal<br />

vez de ratas enormes o gatos que pasaban veloces a un lado de él,<br />

lo preocupaban; ya no sentía tanto miedo, sabía que el anciano lo<br />

protegía, pero estaba alerta por si algo llegaba a suceder. Subió las<br />

escalinatas que lo conducirían al lugar donde el anciano le había<br />

500


dicho que lo buscara; miró la puerta de madera, posiblemente<br />

de mezquite y tomó aire antes de tocar; cuando levantó la<br />

mano para hacerlo, la voz aguda inconfundible del brujo le<br />

pidió que pasara; Marcos se quedó helado, había olvidado que<br />

era su manera de recibirlo, había olvidado que el anciano sabía<br />

claramente que él iba en su búsqueda.<br />

Abrió lentamente la puerta, la que produjo un horrible<br />

rechinido que le puso los pelos de punta. ¿Qué estaba pasando?<br />

¿Por qué estaba obscuro? Su corazón, inmediatamente al<br />

sentir mayor cantidad de adrenalina, empezó a palpitar<br />

agitadamente; abría más los grandes ojos que Marcos tenía,<br />

para poder mirar en tan obscuro lugar; miró de un lado a otro<br />

buscando algo que pudiera ver y nuevamente se escuchó la<br />

voz del anciano, esta vez para indicarle en qué parte estaban<br />

la lámpara y los cerillos, para que la encendiera. Marcos<br />

obedeció silenciosamente y caminó arrastrando los pies en la<br />

losa; el anciano se divertía mirándolo en la obscuridad y fue<br />

tan grata la diversión que no se percató cuando Marcos dio el<br />

cerillazo y pronto encendió la lámpara. El anciano no pudo<br />

evitar un fuerte movimiento de cabeza hacia un lado y un grito<br />

de dolor, grito que más bien pareció un alarido, escabullendo<br />

la luz. Marcos se disculpó y poco a poco el anciano, sin decir<br />

una sola palabra, fue regresando la cabeza haciendo un<br />

giro de casi ciento ochenta grados, hacia donde Marcos se<br />

encontraba, quien aprovechó el momento para prepararse a<br />

ver aquel triste cuadro del montón de huesos unidos tal vez<br />

sólo por la vestimenta; esta vez Marcos se cubrió la boca,<br />

evitando así que escapara un grito de espanto cuando miró<br />

al anciano, que jamás pensó que estaba tan cerca de él, quien<br />

al percatarse de la sorpresa de Marcos, para tranquilizarlo le<br />

dijo: —Calma, muchacho.<br />

El tono de la voz suave de aquel ser lo tranquilizaba<br />

inmediatamente y lo invitaba a estar atento a todo lo que oía y<br />

miraba. No se quería perder ni una sola palabra y cada segundo era<br />

vital, así que aprovechaba cada instante para hablar de cualquier<br />

cosa. <strong>La</strong>s recomendaciones y consejos del anciano eran muy<br />

razonables. Quería que aquel muchacho heredara algunas ideas<br />

501


y conocimientos que pronto se acabarían para siempre en aquel<br />

extraño sujeto, así que también el anciano era cuidadoso con lo que<br />

decía, tratando de que Marcos aprendiera lo que él consideraba útil.<br />

Le habló de la vida de encierro que llevó ahí en la casona,<br />

de lo que le recomendaba hacer después de su autoaniquilamiento<br />

y aprovechaba cada momento para recordarle de su ayuda para<br />

terminar con todo. Una de las cosas que más le rogaba era que<br />

después de que hiciera todo lo que le iba a encomendar, debía<br />

deshacerse lo más pronto posible de la casona, ya fuera vendiéndola<br />

o donándola a un centro de beneficencia. Marcos complacido le<br />

aseguraba que haría todo lo que le pidiera.<br />

—¿Te puedo hacer unas preguntas? —dijo Marcos casi sin<br />

escucharse a sí mismo.<br />

—Adelante —contestó el anciano. —¿De qué se trata?<br />

—¿Qué pasó con mi físico? ¿Por qué este cambio? ¿Cómo le<br />

hiciste? ¿Cuánto tiempo estaré de esta edad? Me veo y me siento<br />

muy bien, pero, ¿cuánto tiempo gozaré de este cuerpo?<br />

El anciano rió y solamente le dijo: —Todo a su tiempo.<br />

Luego cambió de tema y le pidió que después de su boda<br />

se llevara a todos los que vivían en esa casa. Deberían trabajar<br />

duro, sin interrupciones. Le habló de muchas cosas: del futuro<br />

de gobernantes, de políticos, de economía, de tragedias, de<br />

contaminaciones, de drogas y crímenes. Le habló de los conductos<br />

subterráneos que tiene la ciudad y a quién pertenecieron antes y<br />

quién los utiliza en los últimos años; le dijo que le dejaría una carta<br />

para que se la entregara a uno de los gobernantes: en ella llevará<br />

un plano de todos los túneles subterráneos, que después de que se<br />

enteren de lo que se esconde aún en ellos y para qué fueron usados,<br />

deberían de ser clausurados.<br />

—Después de que les revele algunos hechos, yo creo que serán<br />

suficientes y la persona que te indique no dudará en clausurarlos<br />

discretamente. Y te aseguro que después de que hayan sido<br />

clausurados, todos los que hayan trabajado en el proyecto, todos<br />

digo, todos excepto tú, perderán la memoria, pero únicamente de<br />

lo que tenga que ver con los conductos subterráneos; de eso me<br />

encargaré yo.<br />

—Pero tú ya no vas a estar aquí.<br />

502


—No —el anciano dudó unos segundos y respirando hondo<br />

continuó: —no, ya no. Pero trabajaré en la carta y esto alcanzará a<br />

todos, ya te dije, a todos los que tengan que ver en la clausura. Será un<br />

hipnotismo masivo que empezará y terminará junto con ellos, y de<br />

ahí nadie podrá decir nada a nadie, sólo ellos se podrán comunicar<br />

en el momento y en el lugar en que trabajarán para hacerlo. Tú lo<br />

vas a comprobar y te acordarás de mí. A ti te conocerán solamente<br />

el primer día y después serás desconocido, o más bien, no estarás en<br />

sus mentes. Elige a uno de todos o a los que tú desees y empieza una<br />

amistad, así comprobarás muchas cosas que hoy te estoy diciendo.<br />

Todos ellos estarán vestidos de un solo color, no serán pagados<br />

por este proyecto, porque ya tienen su sueldo, y todos trabajarán<br />

discretamente; tú lo verás, será divertido.<br />

Al escuchar Marcos esta última frase levantó su mirada<br />

y vio al anciano: tenía una mueca de gusto en su descompuesto<br />

y putrefacto rostro. Y haciendo movimientos con su cabeza, que<br />

confirmaban lo antes dicho, volvió a repetir: —Te vas a divertir—.<br />

Marcos le regresó la sonrisa y le regaló un suspiro.<br />

—Recuerda: todo a su tiempo. Y todo saldrá bien. También<br />

te dejaré los verdaderos planos de esta casa, para que en un futuro<br />

puedas recuperar todo el terreno; no para ti ni tampoco para la<br />

señora, esto ya te lo dije: véndanlo y el dinero deposítenlo en centros<br />

de caridad o bien, pueden donarlo a una dependencia social del<br />

gobierno. Nada de lo que hay aquí en esta casa se podrán llevar.<br />

—¿Y tú crees que la señora esté de acuerdo?<br />

—Ya no existirá, así es de que por eso no te preocupes.<br />

—Pero... —dudó un poco para referirse a Paquita. —pero…<br />

¿y la niña?<br />

—Ella estará de acuerdo; es más, ya está de acuerdo.<br />

Marcos casi brincó de su lugar: —¿Que ella ya está de<br />

acuerdo? Pero, ¿cómo sabes que ella está ya de acuerdo?<br />

—Muy fácil, ¿no te había dicho que yo tengo comunicación<br />

con ella?<br />

—No, nunca me habías mencionado nada acerca de ella.<br />

¿Cómo es que hablas con ella? ¿Así, de esta forma?<br />

—No, claro que no—. El anciano pareció acomodarse en su<br />

lugar, al tratar de explicar su relación con la muchachita. –Mira, ella<br />

503


es muy inocente y de buen corazón. No tiene malicia en su mente<br />

ni malas vibras; me empezó a conocer yo creo que antes que a ti. Yo<br />

conocía a su madre y a su abuela, que ahora sí creo que sabes quién<br />

fue su abuela, ¿verdad?<br />

Marcos inclinó su cabeza apenado, y asintió desganadamente;<br />

el anciano siguió:<br />

—Porque la que tiene ahora por abuela, en realidad es su<br />

bisabuela. En el parque me daba comida cuando deambulaba por<br />

esos rumbos y siempre me preguntó si tenía dónde dormir y si<br />

tenía familia. Yo, claro que le decía que sí tenía dónde dormir, pero<br />

que no tenía familia, que vivía cuidando a mi abuelo. Ella un día se<br />

interesó en conocer a mi abuelo, pero yo jamás acepté; lo hubiera<br />

hecho, pero te aseguro que no hubiéramos podido parar el mal del<br />

hechizo no sé por cuantos años más, y yo ahora no estuviera en esta<br />

situación ni estuviera conversando contigo, y mucho menos en este<br />

lugar. Mi abuelo era muy desconfiado y celoso, a nadie permitió<br />

pisar estos terrenos, a menos que tuviera que hacer algún trabajo.<br />

—¿Qué clase de trabajo?<br />

—Aniquilarlo —dijo secamente, y prosiguió: —Te había<br />

dicho que yo siempre quise tener familia, pero mi abuelo me lo<br />

impidió. Tuve una hija... bueno, como si la hubiera tenido. Te voy a<br />

contar otro secreto, éste te lo iba a decir antes de la autoaniquilación,<br />

pero ya se presentó la hora y todo a su tiempo: la hija de mis amos<br />

dio a luz a una linda bebita que nació con parálisis cerebral, por<br />

lo que no tenía ningún movimiento en su cuerpecito. Los ricos<br />

en esa época se avergonzaban de esas cosas, e inmediatamente el<br />

padre de la chiquilla le hizo saber a su esposa que la hija murió al<br />

nacer; esto lo hizo amparándose en el hecho de que la joven madre<br />

sufrió un desmayo al momento del parto; mi abuelo y yo ayudamos<br />

en el parto y él nos ordenó deshacernos de la bebita. Mi abuelo,<br />

acostumbrado a practicar el mal, inmediatamente y complacido<br />

aceptó y nos la trajimos aquí, en donde estamos ahorita. Convencí<br />

a mi abuelo para que me permitiera dejarla para mí y a cambio,<br />

ahí pactamos que yo sería su fiel compañero en todas sus fechorías,<br />

pero que me dejara a la bebita; yo la cuidaría toda mi vida, más<br />

bien, toda su vida, ya tú sabes por qué. Y yo creo que fue la única<br />

beba que se escapó de las garras de ese feroz anciano.<br />

504


—¿Qué quieres decir con eso? ¿Se alimentaba de ellas? —<br />

Marcos quiso vomitar, sintió que todo su ser se desvanecía; por<br />

unos momentos no alcanzaba respiración y más odió al brujo<br />

mayor. Sabía que era un ser despreciable desde que lo conoció.<br />

Quién sabe cuántas criaturas habría ejecutado y sabrá Dios cuántas<br />

familias dolidas aún por esas tragedias existirán. Se recuperó y el<br />

anciano lo notó tan mal que se apenó, le pidió disculpas y prosiguió:<br />

—Yo alimenté como pude a la chiquilla; los primeros<br />

meses fueron pésimos pero ya como al primer año fue pura<br />

felicidad: sonreía, sólo sonreía, no tenía ningún movimiento pero<br />

sí se apreciaba su sonrisa siempre que me miraba y más cuando la<br />

alimentaba; así de esa manera creció, se desarrolló; la paseaba por<br />

entre los túneles porque no podía llevarla para afuera. Le enseñé<br />

a hablar por telepatía, a mirar en la obscuridad; corría con ella en<br />

los hombros, sentía su corazón latir fuerte de felicidad; su mirada,<br />

llena de ternura y de agradecimiento siempre que me miraba, esa<br />

era mi paga por tenerla, por cuidarla; su mirada de amor era lo<br />

que me mantenía vivo, alegre por dentro, porque por fuera estaba<br />

ya muerto. Fue mi hija desde que nació, yo la cuidé siempre. —El<br />

anciano pareció perder el control, cada vez más iba arreciando la voz<br />

y daba la impresión de que había luchado bastante por esa chiquilla.<br />

—Yo compartí sus días felices, nunca estuvo triste, ella no<br />

conoció la tristeza, ni tampoco el odio. Nunca dejé que mi abuelo<br />

la tocara, la cuidé más que a mí mismo—. Parecía quebrarse la voz<br />

del anciano, era el momento de revelar su felicidad con su niña.<br />

—A los ocho años fue la primera vez que conoció la luz del sol, la<br />

gente, los niños, los amigos; tenía unos amiguitos, tres de ellos casi<br />

en las mismas condiciones físicas y los demás muy sanos y nobles;<br />

siempre la miraron con el corazón. Eso se los agradecí de por vida,<br />

los bendije y siempre fueron personas exitosas que por mucho<br />

tiempo estuvieron al lado de mi hija, y algo curioso: siempre se<br />

interesaron por saber dónde vivíamos. Varios de ellos nos ofrecían<br />

sus casas y ayuda económica pero nosotros, gracias al Creador,<br />

jamás necesitamos, teníamos en abundancia.<br />

—El tiempo pasó y cada quien tomó su rumbo: unos se<br />

murieron primero que mi hija y los demás simplemente vivieron<br />

sus vidas, pero nadie jamás supo dónde vivíamos. <strong>La</strong> paseé en todas<br />

505


las plazas, siempre arriba de mis hombros, hasta que ya no pude con<br />

ella. Se desarrolló y creció bastante, era muy alta, como su padre, y<br />

muy bella, como su madre. Le comenté que existía gente mala allá<br />

afuera y que por eso vivíamos escondidos en los sótanos, y las veces<br />

que salíamos teníamos que cuidarnos de todos, de la gente mala;<br />

sólo los niños en el parque, con sus almas inocentes, y sus amigos<br />

jugueteaban con ella, hasta que entró en la adolescencia: de ahí en<br />

adelante fueron puros paseos; le encantaba mirar el lago del parque<br />

y sus fuentes, ahí todos los días pasábamos horas y horas, yendo de<br />

un lado a otro; esa fue su vida en este mundo.<br />

—Recuerdo que personas de buen corazón nos daban comida<br />

y dinero, y yo se los agradecía en el alma. Un día un muchacho joven,<br />

que me imagino se ganaba la vida pintando cuadros de paisajes, de<br />

animales y de personas, me preguntó si nos hacía una pintura y<br />

recordé a su familia, a sus abuelos y a su padre, que están posando<br />

para un gran pintor de aquellos tiempos y que precisamente están<br />

sentados en la <strong>vieja</strong> banca —hizo una pausa y dijo secamente que<br />

también esa pintura la tenían que recuperar, —y ahora te mostraré<br />

esa pintura que, claro, por la mala calidad de los colores, ya está<br />

media borrada.<br />

Entonces le pidió a Marcos que fuera a uno de los rincones en<br />

donde había unas repisas y de ahí trajera el paquete que le indicó;<br />

le pidió que lo abriera y Marcos se quedó con la boca abierta al<br />

contemplar aquella belleza de mujer sentada en las piernas del<br />

indio; a él sí lo reconoció inmediatamente, era el indio que le había<br />

regalado el libro aquella noche en el centro de la ciudad, pero ella<br />

era una mujer muy atractiva y hermosa; lucía un hermoso vestido<br />

azul muy bien adornado y bordado en mangas y cuello. El anciano<br />

lentamente extendió su esquelética mano y sin decir una palabra,<br />

suavemente se lo quitó, lo contempló un par de minutos y le pidió a<br />

Marcos que lo guardara en el mismo lugar.<br />

—Aquí tenía quince años y es el mismo rostro de su madre,<br />

ella también era muy bonita. Mi beba llenó mi vida setenta y cuatro<br />

años y nunca dejó de ser mi niña—. El anciano hizo una pausa<br />

y prosiguió: —Hay gente mala, muy mala allá afuera; de todos,<br />

de todos me cuidaba y ella lo notaba, porque muy seguido me<br />

interrogaba acerca de mi comportamiento y actitud hacia algunos;<br />

le preocupaba cuando yo más la cuidaba y le hablaba y le decía que<br />

506


tenía que hacerlo, porque nada ni nadie me la quitaría de mi lado.<br />

El amor que yo le tenía y el extremado cuidado que le daba me<br />

estaban volviendo loco, pero “el poder de la magia es fabuloso”;<br />

sí, así es. El poder de la magia es fabuloso, es por eso que tú y yo<br />

estamos aquí, por el poder de la sincronización, que es una magia.<br />

Bueno, prosigamos: yo más que nada le tenía miedo a mi amo; él<br />

no sabía de la existencia de mi beba, él siempre pensó que nosotros<br />

nos deshicimos de ella y no, jamás. Yo la cuidé, era mi niña, mi<br />

pequeña. A pesar de que siempre la cargué sobre mis hombros aquí<br />

adentro, y afuera en una carretilla, ella nunca se desanimó, era feliz,<br />

sabía que el mundo era bello; ella me lo decía con su mirada. Y<br />

jamás renegó de su estado físico, jamás; era muy buena, muy tierna.<br />

Tenía un corazón de oro, el amor que emanaba de sus ojos me lo<br />

confirmaba, era única en cuestión de hacer sentir amor. <strong>La</strong> amé<br />

cada día de su vida hasta el día de su muerte, murió a los setenta y<br />

cuatro años, de muerte natural.<br />

Marcos se miraba ansioso, quería hacer preguntas pero temía<br />

interrumpir al anciano. Era el momento de escucharlo y ya se estaba<br />

desesperando, quería preguntar pero no era el momento; al fin se<br />

hizo una pausa y se atrevió:<br />

—Quiero saber si con tus poderes que tienes la pudiste haber<br />

salvado o bien, sanado—. El anciano pareció no escuchar lo que<br />

Marcos titubeando preguntó, y continuó con su narración:<br />

—Cuando murió lloré todo el día al lado de ella; era en ese<br />

entonces muy débil y mi corazón tenía sólo amor para ella; débil de<br />

poder mental, mi abuelo todavía no me dejaba libre, yo dependía<br />

de él para todo, sólo con mi beba no se metió, por eso quedé a su<br />

merced. Al día siguiente, después de su muerte, cavé su tumba:<br />

está en el mismo cuarto en donde están las cenizas de la banca, de<br />

los libros, fotografías y todo lo que había en el jardín. Ahí mismo<br />

encontrarás restos y otras cosas que se irán conmigo el día de mi<br />

autoaniquilación. No te preocupes, yo te ayudaré a tener todo en<br />

orden y seré muy cuidadoso de no dejar nada que haya pertenecido<br />

a toda esta dinastía. Me preguntaste si pude haberla curado con mis<br />

poderes: pues ya te diste cuenta de que no; ya te dije que era muy<br />

dependiente de mi abuelo y él era quien tenía el poder, pero él no<br />

hubiera podido sanarla, porque el poder que poseía era maligno y<br />

sólo practicaba el mal.<br />

507


—¿Pero ahora, con el poder ilimitado de tu mente, sí hubieras<br />

podido sanarla?<br />

—Sí, ahora sí, pero ya es tarde. Ahora ya puedes imaginar<br />

por qué he cuidado tanto a la jovencita que vive aquí en esta<br />

casa. ¿Te has dado cuenta que ella está ajena a todo lo que aquí<br />

ha pasado? Sólo un par de veces mi abuelo trató de posesionarla,<br />

pero para ese entonces ya sus poderes, de uno en uno habían<br />

pasado a mi mente y pude ayudarla a rechazar cada intento. No<br />

quiero imaginar qué hubiera pasado si mi abuelo se hubiera<br />

apoderado de su cuerpo. Él, con sus poderes en un cuerpo joven,<br />

habría hecho lo que le viniera en gana.<br />

—Y cuéntame, ¿cómo fue que se apoderó de la maestra y<br />

cómo fue que se deshizo de ella, o más bien, ella de él?<br />

—No fue así. Él se apoderaba de ella cuando necesitaba<br />

salir de aquí o hacer algunas maldades. Pero ya la posesión no<br />

era por mucho tiempo, porque aprendí a vencerlo poco a poco.<br />

Todo empezó en sus alimentos: le hice creer que era su comida<br />

de siempre y la verdad era que yo la había cambiado; sólo estaban<br />

rellenos con un poco de sangre fresca y así fui debilitándolo poco a<br />

poco, hasta que pude pelear con él y ya sabes lo demás. También nos<br />

dimos cuenta de los aparatos que usaste para detectar lo que estaba<br />

pasando, por cierto muy buenos; ya en esta época es muy difícil<br />

que pasen cosas inauditas desapercibidas, ya la tecnología está muy<br />

avanzada y se pueden comprobar muchas cosas, pero lo que no han<br />

podido ni siquiera descifrar es la desaparición de la materia y de los<br />

cuerpos que ella forma; esto sólo se puede entender en la magia, la<br />

magia y la sincronía de todas las características que la constituyen.<br />

El poder ilimitado de la mente es la medicina y la esencia de todos<br />

los males. <strong>La</strong> autosanación es por medio de la mente en forma de<br />

hipnotismo y ahí está la cura para sanar cualquier poder maligno<br />

que habita en el cuerpo, en presencia y a distancia.<br />

—Mencionaste la desaparición de la materia, ¿cómo puedes<br />

hacer eso? Por ejemplo, si te trasladas de aquí a mi casa, ¿cuánto<br />

tiempo te toma para llegar hasta ahí?<br />

—El mismo tiempo en que lo pienso.<br />

El muchacho se quedó helado, imaginando mil cosas, y el<br />

anciano tranquilamente le dijo que sí, que así era el poder mental:<br />

508


ápido y efectivo. Marcos permaneció atento, y sin dejar de mirarlo<br />

pensó para sí mismo, pero el anciano le contestó, y esta vez Marcos<br />

recordó el gran poder que poseía el brujo, ahora su amigo, por lo<br />

que debía de tener cuidado con sus pensamientos. Pasaron las horas<br />

y el anciano seguía con sus consejos e indicaciones: le dijo que tal<br />

vez esa iba a ser la penúltima vez que podían conversar. Después de<br />

esto, Marcos ya no quería retirarse, tenía muchas dudas y preguntas<br />

para el anciano y aprovecharía esa ocasión.<br />

Ya muy de madrugada, se escuchó el suave rechinar de la<br />

puerta principal: era Marcos que se retiraba. Cerró y al estar en la<br />

calle su energía parecía aumentar, su felicidad se duplicaba, algo<br />

en su interior lo hacía sentirse extraordinariamente bien. El poder<br />

de una nueva conciencia siempre lo protegió y los productivos<br />

encuentros con el anciano le duplicaban su sabiduría. Dio una<br />

vuelta sin rumbo, sólo para matar un poco el tiempo y gastar algo<br />

de energía; estaba cargado y sería imposible dormir, tenía pocas<br />

posibilidades de hacerlo. Al fin, sin darse cuenta ya estaba a una<br />

cuadra de su casa y no lo pensó más, dio vuelta y se estacionó a un<br />

lado; caminó un poco y se dio cuenta de que necesitaba ir al baño,<br />

de modo que se apuró. Ya una vez dentro de su casa, después de ir<br />

a lo que iba, decidió echar un vistazo, dirigiéndose nuevamente a<br />

su lugar preferido, y sin poder evitarlo recordó a su amiga Paquita;<br />

esta vez ya no la recordó como amiga, esta vez fue como familia.<br />

Estaba sumido en sus recuerdos, los que fueron<br />

interrumpidos bruscamente cuando se percató de que un bulto se<br />

deslizó lentamente entre las ramas de un árbol, precisamente en<br />

donde tenía su mirada clavada, y se puso alerta, trató de buscar<br />

con su ágil mirada y con movimientos de cuerpo y cabeza, pero no<br />

volvió a mirar ninguna cosa anormal, sólo se dio cuenta de que algo<br />

se movió y se perdió en la obscuridad y entre las largas ramas de<br />

aquel árbol frondoso. Sonrió y pensó que tal vez había sido uno de<br />

los guardias y que sería en vano tratar de seguir sus movimientos.<br />

Se volteó hacia el centro de la sala y se dejó caer en el sofá, junto<br />

a la ventana. Extendió los brazos horizontalmente y recargó la<br />

cabeza en su hombro derecho, manteniendo la mirada perdida.<br />

Acto seguido se dio cuenta de que en la mesilla de centro había<br />

una hoja de papel blanco y una pluma sobre de ella, lo cual llamó<br />

509


su atención. Sabía muy bien que él no acostumbraba dejar notas<br />

y menos en su propia casa. Lentamente se puso de pie y caminó<br />

directamente, sin dejar de mirar aquella hoja que, sin duda, era una<br />

nota. Mientras caminaba pensó en su novia y sonrió: pensó en ella<br />

y la amó en pensamiento. Alegre por aquel pensamiento, se inclinó<br />

y tomó la hoja, pero al leerla se quedó de una pieza: ese texto y el<br />

mensaje sólo una persona podría haberlo escrito; sus pensamientos<br />

volaron rápidamente, tratando de averiguar cómo fue que llegó<br />

hasta ese lugar el significativo mensaje. Su amigo, el anciano, se<br />

había revelado una vez más, dejando en claro lo que era capaz de<br />

hacer a distancia.<br />

Lo leyó una y otra vez; volvía a leerlo y no entendía ni se<br />

explicaba, o más bien, estaba tratando de explicarse cómo fue que<br />

la escribió y cuándo. El mensaje textualmente decía: “Siempre<br />

recuerda y mantén las cosas que te traen felicidad”. Sin duda<br />

alguna era una contundente prueba de una de las dudas que<br />

Marcos había expresado al anciano. El sorprendido muchacho sólo<br />

podía pronunciar una palabra en inglés, también muy conocida<br />

por todos los americanos: ”wow”, y la repitió varias veces. Dobló<br />

cuidadosamente la nota y se la guardó en la bolsa de la camisa; se<br />

quedó de pie en el mismo lugar, y con las manos en la cintura repitió<br />

tres veces la misma palabra, haciendo una pausa entre una y otra.<br />

Una vez más estaba convencido del poder ilimitado de la mente, y<br />

en voz alta pronunció su frase favorita: “qué bonito” poder llegar a<br />

hacer todo esto. Con la sonrisa en su rostro se fue a su recámara,<br />

decidido a dormir tranquilamente.<br />

Esa noche durmió con una paz y una tranquilidad<br />

inexplicables. Cuando despertó, sintió que todo lo que había vivido<br />

durante años había sido un sueño, y corriendo atemorizado de que<br />

así fuera, fue hacia la ventana y miró el ir y venir de la gente, que bien<br />

arropada se dirigía a sus actividades diarias. Se quedó nuevamente<br />

pensando y preguntándose qué era lo que estaba pasando; se jaló los<br />

cabellos bruscamente, lo que le dolió; golpeó la pared con la mano<br />

cerrada y también le dolió; se miró los dedos y brotaban pequeñas<br />

gotas de sangre y dijo:<br />

—Todo es verdad, pero si acabo de llegar de con el anciano,<br />

me acabo de acostar y ya desperté y sólo han pasado tres minutos,<br />

510


no puede ser. Oh, Dios mío, creo que me estoy volviendo loco—.<br />

Fue a su recámara y tomó su celular: le habló a don Chuy, quien le<br />

respondió muy contento de oír su voz.<br />

—Don Chuy —hizo una pausa, don Chuy, ¿qué horas son?<br />

Don Chuy, un hombre muy centrado y cabal, de inmediato sospechó<br />

que Marcos, su amigo, no se encontraba bien en esos momentos.<br />

—Marcos, son las seis y media; pero hijo, dime, ¿te sientes<br />

bien? Digo porque me suena raro que me hayas preguntado por la<br />

hora. Dime, Marcos, ¿hay algún problema?, ¿te puedo ayudar en<br />

algo? Mira, espérame ahí, voy para allá en este momento.<br />

Colgaron sus teléfonos y Marcos dijo para sí mismo que<br />

todo estaba bien, pero sí, qué bueno que venga, aquí le contaré<br />

todo lo que ha pasado. En menos de una hora ya estaba don<br />

Chuy en casa de Marcos.<br />

—Preparé este desayuno, don Chuy; pásele, aquí en la cocina<br />

platicamos.<br />

—No te hubieras molestado, muchacho, pero ya que tienes<br />

todo listo, pues te acompaño.<br />

Los dos amigos, después de bendecir los alimentos,<br />

empezaron a desayunar compartiendo sus últimas vivencias.<br />

Marcos le comentó todo lo que hasta esa hora había ocurrido, casi<br />

todo lo que el anciano le había recomendado; analizaron algunas de<br />

las palabras, intercambiaron ideas y tomaron algunos acuerdos, los<br />

que después de la boda se pondrían en marcha.<br />

511


Preparativos de la<br />

tornaboda y paseo<br />

por la nieve<br />

En esos mismos momentos, en casa de la maestra ya se preparaba<br />

todo lo relacionado a la tornaboda que le tenía preparada a su gran<br />

amigo Marcos y a su novia <strong>La</strong>ura. <strong>La</strong> maestra personalmente pidió<br />

hacer los arreglos florales de las mesas y de todo el patio. En los<br />

pedidos de material para la decoración, fue un muchacho que se<br />

quedó con la boca abierta al ver aquel espectáculo y se vio libre de<br />

opinar que la decoración, a decir de él también había participado en<br />

el equipo de la decoración del salón y de la iglesia, que en la casona<br />

se había hecho el mejor arreglo floral y mejor decoración en todo<br />

el patio, que en los otros lugares en los que él había participado; se<br />

quedó tan encantado que pidió a la maestra permiso para tomar<br />

varias fotos de diferentes ángulos y un video completo, para dejarlo<br />

de modelo para futuros eventos. <strong>La</strong> maestra orgullosamente dio<br />

permiso al joven, quien afanosamente se dio la tarea de hacer su<br />

trabajo. Al terminar pidió su autógrafo y la maestra, sonriendo y<br />

mirando a quien le dio todos los créditos de la decoración, la llamó<br />

y dijo al muchacho que Elsa (Elsita) y su esposo don Chuy habían<br />

sido los responsables de tan bonita decoración.<br />

En esos momentos don Chuy llegaba de traer otras cosas<br />

que faltaban y dijo que al siguiente día muy temprano estaría listo<br />

el banner de bienvenida a los novios, que él mismo y con mucho<br />

gusto lo instalaría. El joven escuchó muy serio todo y se acercó a<br />

don Chuy, le dio gracias y le pidió también su autógrafo, diciéndole<br />

que también le serviría como autorización para copiar el modelo.<br />

513


Don Chuy, ajeno a lo que el joven se refería, buscó con la mirada<br />

a su esposa y ella, con un movimiento de cabeza aceptó lo pedido.<br />

Después de ese detalle se quedaron un par de horas dando los<br />

últimos toques al arreglo; ya no vendrían hasta un día después de la<br />

boda y querían que todo quedara en buenas condiciones de soportar<br />

cualquier cambio de clima. Se despidieron después de un rato de<br />

charla acompañada de una buena taza de café de olla, hervido en la<br />

chimenea con leña; ni qué decir del delicioso café preparado por la<br />

maestra, delicioso. Luego se despidieron y quedaron de verse en la<br />

iglesia media hora antes de la misa, para afinar detalles.<br />

Todos se hicieron una llamada por teléfono, ya no se verían<br />

hasta en la misa. Dedicarían ese tiempo para arreglos personales y<br />

demás. El día se fue tan rápido que pronto llegó la tarde y con ella la<br />

obscuridad. El cielo se empezó a nublar, de manera que parecía que<br />

las nubes amenazaban con reventar de un momento a otro; el aire<br />

empezó a soplar cada vez más fuerte y el frío se sintió con toda su<br />

fuerza en todo el bonito estado de Durango.<br />

<strong>La</strong> gente caminaba de prisa, sabía que de un momento a otro<br />

empezaría una abundante lluvia; fuertes relámpagos se dieron cita<br />

a esas horas en que la noche empezaba su rutina, uno tras otro se<br />

lucieron alumbrando con su poderosa descarga eléctrica el obscuro<br />

cielo; instantes después, un estallido muy cerca de la residencia de<br />

Marcos se escuchó, y al mismo instante el apagón general de la luz<br />

doméstica y acto seguido, por segundos un enorme trueno rasgó las<br />

nubes, que de pronto dejaron caer chorros de agua, esparcida por<br />

el fuerte viento. Rápidamente las calles se empaparon del preciado<br />

líquido, que corría alborozado buscando su nivel.<br />

Marcos no sufrió ningún daño por el apagón, su residencia<br />

poseía un sistema especial en contra de apagones, equipado con<br />

poderosos generadores capaces de suplir la energía eléctrica en toda<br />

una cuadra completa; al momento en que se produjo el apagón el<br />

sistema automático encendió, como estaba programado. Marcos se<br />

asomó a la ventana por su lado favorito y dirigió su mirada como<br />

siempre, al mismo lugar en la misma dirección. Afuera estaba<br />

obscuro como la boca de un lobo y al cabo de unos minutos se<br />

encendieron las luces de las calles y parte del parque, y disfrutó de<br />

aquel paisaje hermoso de la lluvia sobre los árboles del parque y de<br />

las calles más cercanas. Menos de media hora de lluvia fue suficiente<br />

514


para que las calles pronto se vieran inundadas por corrientes<br />

ligeras de agua. El aguacero empezó a cesar y Marcos decidió ir<br />

a dormir. Solamente quedó una lloviznita que a media noche no<br />

soportó el fuerte frío, que la convirtió en plumas de nieve y así,<br />

nevando por unas cuantas horas transcurrió la noche de aquel<br />

hermoso día 12 de febrero de 2001.<br />

Marcos inesperadamente se levantó para ir al baño y fue<br />

cuando se dio cuenta de la nieve, al asomarse por una de las<br />

ventanas, y rápido corrió al lado favorito, al del parque. Se maravilló<br />

al ver las cumbres y partes bajas de los árboles cubiertas por la nieve;<br />

los pasillos, corredores, calles, cornisas y techos se miraban blancos,<br />

completamente blancos. Corrió hacia su celular y llamó a su novia,<br />

quien contestó alarmada: —¡Marcos! ¿Sucede algo?<br />

—No, no, mi amor, asómate por la ventana.<br />

—¿Estás ahí afuera, con este frillazo? —Marcos rió por la<br />

inocencia de su prometida. —No, sólo echa un vistazo—. <strong>La</strong> joven<br />

muchacha se levantó y no lo podía creer: estaba nevando que era<br />

una hermosura.<br />

—Oh, Dios mío. ¡Qué lindo se ve!<br />

—Sí, es de verdad hermoso, ¿quieres ir conmigo al parque?<br />

—¿Qué? ¿A estas horas? Oh, no, ¿qué te pasa? ¿Estás<br />

loquito o qué?<br />

—Sí, sí estoy, tú me tienes bien loquito, por eso te quiero<br />

llevar al parque para caminar en la nieve, porque creo que no va a<br />

durar hasta mañana.<br />

—Sí, tienes razón. Ok, ¿vienes por mí?<br />

—Claro, en diez minutos estoy afuera de tu casa.<br />

<strong>La</strong>ura despertó a su mamá y la convenció de que la dejara<br />

salir a esa hora; a regañadientes, después de dimes y diretes la dejó<br />

ir, con la condición de que se llevara una de las cobijas. <strong>La</strong>ura sonrió<br />

y dijo que sí, pero no la llevó. Cuando <strong>La</strong>ura regresó a su recámara,<br />

apenas salió del baño cuando ya estaba su novio afuera, con la<br />

luz de sus faros para neblina encendidos, dirigidos al frente de la<br />

ventana de la habitación de su novia, desde donde ella le hizo una<br />

señal con la mano y acto seguido, Marcos apagó las luces, sólo dejó<br />

encendidas las de los cuartos.<br />

Ahí estaba ya su novia, caminando por el pasillo para salir<br />

a la calle y Marcos la contempló: su mirada no era normal, ya el<br />

515


deseo estaba por desbordarse, el pantalón de mezclilla entallado a<br />

su cuerpo, hacía lucir sus bien formadas piernas que terminaban<br />

en un triángulo, para después seguir hacia arriba en curva, hasta<br />

ceñir muy bien la cintura.<br />

Una voz suave pero firme salió de entre sus labios<br />

entreabiertos: —Chiquitita, mi amor.<br />

<strong>La</strong> muchacha sabía que su futuro esposo la miraba con<br />

una mirada ardiente, y cuidando cada paso, se fue acercando a su<br />

flamante camioneta. Poco antes de llegar, Marcos se bajó y fue a su<br />

encuentro. El abrazo de siempre, lleno de amor y el encuentro de<br />

sus labios, del beso amoroso que hervía a cada segundo. <strong>La</strong> voz, la<br />

risa y sus movimientos eran lo que tenía atontado a aquel fortachón,<br />

que delante de su novia era todo una ovejita. <strong>La</strong> tomó entre sus<br />

fuertes brazos y la cruzó por sobre la nieve acumulada a un lado de<br />

la banqueta; en esos instantes Marcos resbaló y perdió el control,<br />

cayendo pesadamente de espaldas y su novia arriba de él, pero no la<br />

soltó; un grito de su novia se escuchó y él dijo una palabra en inglés:<br />

¡Fuck! Después del susto, una fuerte carcajada de los dos al mismo<br />

tiempo, que los dejó por un rato tirados en la fría nieve.<br />

—Lo siento mucho, mi amor. —Y volvieron a reír.<br />

—Yo esperaba que me salvarías de mojarme y mira— rieron<br />

otra vez. El incidente unió más aún sus corazones. Tenían los mismos<br />

gustos, sin duda alguna; eran atraídos por la ley de la semejanza, la<br />

ley que no falla y junta a quienes poseen los mismos sentimientos<br />

y cualidades, conscientes e inconscientes, pero una a una se van<br />

uniendo y es cuando el amor crece, porque es el alimento del alma<br />

y del corazón, y el alma y el corazón constituyen el amor. El amor es<br />

tan fácil de poseerse pero es muy difícil de mantenerse, porque el<br />

amor necesita de cuidados especiales y sólo las almas y los corazones<br />

que se unen por la ley de la semejanza son capaces de sentirse, de<br />

rebasar todas la barreras y obstáculos que se presenten durante toda<br />

una vida. El amor es sentir a Dios en tu corazón, sentirte tú dentro<br />

de ti y sentir a quien quieres dentro de ti mismo, y así emanar o<br />

proyectar paz y tranquilidad espiritual; de esta manera se puede<br />

formar una cadena de amor y de paz para todos los que te rodean.<br />

Puedes amar libremente, agradeciendo a Dios por todas sus<br />

bendiciones, por todas las oportunidades que te ha presentado<br />

516


y las has tomado, y también por las oportunidades que se te han<br />

presentado y las has dejado ir, ya sea voluntaria o involuntariamente.<br />

El amor es dolor y es controlado con felicidad, pero si optas por<br />

tener una nueva conciencia, podrás regocijarte con una vida llena<br />

de amor. El amor es como el aire: libre, y cualquiera lo puede sentir,<br />

tú decides cómo y de qué forma quieres sentirlo.<br />

Los dos enamorados se dieron cuenta inmediatamente que<br />

no era necesario caminar en el parque por encima de la nieve,<br />

porque ya habían sentido el calor de sus cuerpos, el uno del otro<br />

y su mismo latir. Pero siguieron sus intenciones de ir a caminar al<br />

parque, por una de las partes más alumbradas. A esas horas era una<br />

locura caminar en cualquier parte, sólo ellos que miraban las cosas<br />

diferentes, sabían el significado de estar juntos en ese ambiente<br />

y a esas horas. Caminaron por menos de cinco minutos, luego<br />

decidieron ir a buscar un lugarcito para disfrutar de un buen café,<br />

encontrando pronto un puesto de menudo para los madrugadores,<br />

o bien para la gente trasnochada, y ahí pasaron un momento<br />

inolvidable. Comentaron de varios temas, disfrutando de aquel<br />

ambiente tan rico que los unía cada vez más en sus vidas para ir<br />

forjando una sola: la vida de una pareja ideal. Ajenos a todo lo que<br />

la gente pudiera pensar o decir, vivían sus mejores momentos de<br />

soltería, sabían claramente que la vida de casados sería un poco<br />

diferente después de tener familia, por eso ahora se daban el gusto<br />

de hacer lo que les diera la gana. Ya muy de madrugada decidieron<br />

regresar a sus casas, Marcos no insistió: también se sentía un poco<br />

agotado y tenían que descansar.<br />

En pocos minutos ya estaban afuera de la casa de <strong>La</strong>ura, y<br />

ahí dentro de la troca de Marcos hicieron planes y prometieron mil<br />

cosas. Sus ilusiones crecían a diario y ellos daban rienda suelta a sus<br />

pensamientos y sueños.<br />

Sólo estaban a un día de la gran fecha esperada para entregarse,<br />

primeramente en la iglesia y después ser el uno para el otro.<br />

Un chiquillo que pasaba por la calle los sacó de sus sueños,<br />

tocando varias veces la ventanilla del lado de <strong>La</strong>ura, que la primera<br />

vez ésta pegó un grito de susto; después de darse cuenta de quién<br />

era, no le hizo caso, pensó que el niño se iba a ir, pero no, él insistió<br />

y al fin la muchacha bajó un poco al vidrio de su ventana; el niño<br />

517


pidió dinero para su mamá enferma. <strong>La</strong>ura lo conocía y un poco a<br />

regañadientes le dio algunas monedas; Marcos sacó de su bolsa un<br />

billete y se lo dio a su novia para que socorriera al muchachito. <strong>La</strong>ura<br />

se negó a darle el billete y le comentó que ella conocía muy bien a ese<br />

niño y que no era cierto que pedía dinero para su mamá enferma,<br />

lo gastaba en otra cosa y a su mamá no le daba nada del dinero que<br />

la gente le daba. El chiquillo apenas sintió unas cuantas monedas en<br />

sus manos y corrió a toda velocidad. Sabía que era una farsa lo de<br />

su mamá y tenía miedo a ser descubierto por los que lo ayudaban y<br />

era por eso que corría sin dirección, como si lo fueran persiguiendo.<br />

En ese momento Marcos se quedó serio, metido en sus<br />

pensamientos. <strong>La</strong>ura lo interrogó y él comentó que si después de<br />

casarse él decidía ayudar a los niños o crear alguna casa de caridad,<br />

ella se opondría. <strong>La</strong> respuesta fue negativa.<br />

—Claro que no, mi amor, yo también creo en la necesidad<br />

de los demás y si yo recibo bendiciones, a mí también me gusta<br />

compartirlas y más con la gente que de verdad lo necesita. Por<br />

ejemplo, lo de este niño: se ha sabido que compra drogas con el<br />

dinero que le dan; ya ves que es un niño y a los que le venden la<br />

droga les importa un comino quién sea y cómo sea. Ellos hacen<br />

su cometido y no les importa la vida de los demás. Yo he platicado<br />

varias veces con su mamá, para llevarlo a un lugar del DIF<br />

municipal; ahí los ayudan a salir de los vicios, y aunque siempre<br />

me dice que sí, cuando voy por ella para llevar al chiquillo nunca<br />

la encuentro. Así es que por mí no ha quedado. Ellos viven cerca<br />

y todos los del barrio saben cómo anda el pobre muchachito;<br />

después de que era un niño bien servicial, ahora parece que se<br />

está perdiendo en esas malditas drogas.<br />

—¿Sabes, mi amor? Dios me ha ayudado bastante y<br />

quiero compartir, como tú dices, las bendiciones que he recibido,<br />

y he pensado en por qué no compramos un lugar para rescatar a<br />

niños de la calle, o bien, a niños que no tienen los recursos para<br />

estudiar. Será un lugar bien acondicionado, con uno o dos maestros<br />

especializados para esos menesteres.<br />

—Me parece muy bien, yo creo que esto lo empezaremos<br />

después de que hayamos disfrutado de nuestra luna de miel, para<br />

tener tiempo para nosotros, y luego le dedicaremos tiempo a los<br />

518


demás; recuerda que primero tenemos que estar bien nosotros,<br />

para proyectar paz, amor y tranquilidad.<br />

—Desde luego que sí, mi amor, me da gusto que tengas<br />

bondad en tu corazón. Me encanta que apoyes lo que yo he decidido<br />

y viceversa: yo te apoyaré en todos tus proyectos y cuenta conmigo<br />

para todo lo que sea.<br />

Se dieron un gran beso, sellando así su compromiso y<br />

sintiendo más que todo, amor y paz. Se despidieron casi sin poder<br />

separarse uno del otro, pero tenían que hacerlo, pues había muchas<br />

cosas pendientes y tenían que tener sus privacidades para llevar a<br />

cabo lo que faltaba en ese día que empezaba.<br />

El astro rey dio sus primeros amarillentos rayos, que<br />

empezaron débiles por los techos para después ir bajando poco a<br />

poco, por todos rincones de las casas; el piso estaba aún mojado;<br />

en algunas partes, especialmente en las esquinas, había hielo. El<br />

frío estaba en bajo cero, por lo que en las calles había poca gente<br />

circulando en ese momento. El bullicio de la ciudad empezó a<br />

tomar forma poco a poco, hasta alcanzar su rutina diaria. Marcos<br />

se alejó despacio en su camioneta, después de haberse despedido<br />

de su amada, que día con día se le hacía más guapa: por los poros<br />

de su piel emanaba amor, ya era hora de saborear aquel bello<br />

sentimiento, parte muy importante también del amor. <strong>La</strong> piel de<br />

Marcos se regocijaba al pensar en estos hermosos detalles; sentía<br />

que volvía a vivir, que era otra vida que estaba viviendo, sentía que<br />

el amor lo sofocaba y necesitaba el descanso natural, saciar la sed<br />

que venía soportando por mucho tiempo. Ya contaba las horas; por<br />

fin, la fecha se llegaría en unas cuantas horas.<br />

Se dirigió pensando en el tiempo que en verdad vuela, toda<br />

fecha se cumple bajo el cielo. Y en realidad si recapacitas en lo que<br />

es el tiempo, vas a encontrar que en realidad es un instante, un<br />

momento que pasa en cuanto menos lo piensas, por eso necesitamos<br />

hacer algo extra, invertir en algo, algo que te haga sentir bien, algo<br />

que puedas usar para tu beneficio y el de los demás; como el nombre<br />

lo dice: “extra”. Algo extra es superarte: si tienes un oficio aprende<br />

otro o estudia y sigue estudiando; si ya tienes todos los estudios, te<br />

felicito; si tienes uno o dos oficios, también te felicito, pero siempre<br />

haz algo extra. Después de que tengas el algo extra, verás la parte<br />

519


de la abundancia y para que ésta se cumpla, tienes que aprender<br />

después de todo a dar; dar, es ese el secreto de la abundancia, que<br />

es el producto del “extra”, así es de que hagamos algo positivo para<br />

que la vida sea placentera, llena de amor y de paz, siempre estando<br />

bien con Dios.<br />

Marcos llegó a su casa, los ojos se le cerraban de sueño, la<br />

velada había sido un exitazo, su amor creció y su alma gemela,<br />

junto con él, formaban un mismo corazón. Se dio un regaderazo<br />

y se dispuso a dormir. Programó la alarma de su despertador a las<br />

seis de la tarde, a esa hora necesitaba hacer algunas cosas.<br />

520


<strong>La</strong> melodía<br />

de despedida<br />

Mientras tanto, en casa de don Chuy se vivía un ambiente de<br />

paz: ahí sentados los dos enamorados leían sus libros preferidos.<br />

De reojo, don Chuy a cada rato disfrutaba de aquel cuerpo bien<br />

formado de su esposa; sentada frente a él dejaba ver parte de sus<br />

piernas, que lucían bien torneadas. A su edad, Elsita tenía lo suyo,<br />

sabía que su esposo la amaba y también sabía que sus encantos lo<br />

enloquecían, y de vez en cuando, al cruzar la pierna dejaba ver más<br />

a don Chuy, quien suspiraba a cada vez y en el mismo momento<br />

se miraban coquetamente. Esperaban la comida y pasaban ese<br />

agradable momento dedicado a sus lecturas.<br />

Después de casi una hora les llamó la muchacha de servicio:<br />

la comida ya estaba lista para servir. Los dos enamorados fueron<br />

al baño con la finalidad de lavarse las manos y ahí aprovechó<br />

don Chuy para abrazarla y besarla con una pasión desconocida;<br />

ella lo notó pero como su amor era del mismo temperamento,<br />

sólo siguió respondiendo a tan candente caricia. <strong>La</strong> tomó entre<br />

sus fuertes brazos, acariciando cada parte de su deseado cuerpo<br />

y le susurró al oído que la amaba más que a nada. Ella, con la<br />

mirada de borrego a medio morir, también respondió casi con<br />

la misma frase. Se volvieron a besar y prometieron dejar esas<br />

ardientes caricias para la noche; los dos acordaron la no muy<br />

acertada decisión que sólo en ese momento pudieron compartir<br />

una sonrisa; salieron del baño muy pegaditos. <strong>La</strong> muchacha de<br />

servicio, que en todo estaba, no se perdía ningún espectáculo,<br />

521


sabía que cuando estaban juntos era para entregarse mutuamente<br />

y que a veces se les olvidaba que no estaban solos, y pues ella<br />

tenía por fuerza que oír las voces de su entrega.<br />

Comentaron por varios minutos lo del día siguiente, que sería<br />

la boda; hicieron planes de presentación y demás; hasta ensayaron<br />

bailando algunas de las melodías del momento. Invitaron a la<br />

joven muchacha para que les enseñara algunos pasos, entre ellos el<br />

“pasito duranguense”, que estaba arrasando, y fue toda una risión,<br />

pero sí aprendieron lo más básico, querían estar a la moda. Así se<br />

sentía aquella linda pareja, con mucho amor por el cual vivir y salir<br />

adelante frente a cualquier adversidad. Reían a cada momento de<br />

sus vidas, todo alrededor para ellos era un momento agradable,<br />

porque existían el uno para el otro. Hacían fáciles las cosas difíciles<br />

y trataban de hacer felices a sus conocidos. Para ellos todo era una<br />

buena vida. Trataban de estar solos lo menos posible, decían que<br />

la soledad era mala consejera y la unión hacía la fuerza, así que<br />

siempre se la querían pasar unidos… y bien unidos.<br />

<strong>La</strong> joven de servicio compartía también su alegría; ya se<br />

había contagiado de aquella actitud tan bonita de querer estar<br />

siempre alegre y de vez en cuando pasaba por la sala por donde<br />

ellos estaban escuchando las canciones, para después elegir las<br />

mejores para bailar; se dejaba caer bailando el típico baile de<br />

los ranchos, de la serranía, lo cual a los enamorados les causaba<br />

mucha risa y ellos se levantaban uno a uno para imitar la<br />

forma de baile que la alegre muchacha les presentaba; ahí había<br />

confianza, nada de cohibirse, se trataba de pasar un buen rato,<br />

se dedicaban a que eso pasara y lo lograban, cayendo de risa<br />

en sus sillones. De una forma u otra iba disminuyendo el rato<br />

agradable para después ir a la sala de juegos a practicar un rato<br />

en la mesa de pool y la joven a cumplir con sus obligaciones.<br />

Se pasaron un rato muy agradable; por algo muy especial<br />

sabían que todo estaba sincronizado: el compartir cualquier<br />

momento era prioridad para la pareja de enamorados, que vivían<br />

un mundo lleno de felicidad. Ellos se esforzaban para conseguirlo,<br />

lo demás viene solo, llega en su momento y lo sientes: es el amor.<br />

Cada roce o encuentro era un beso o una caricia entre ellos. Se<br />

necesitaban el uno al otro, ya no podían vivir alejados por mucho<br />

522


tiempo, tenían que compartirlo entre ellos, así que encontraron<br />

el secreto del amor y lo practicaban durante el día. <strong>La</strong>s miradas<br />

los alimentaban mientras estaban retirados en el mismo lugar,<br />

después el acercamiento era automático, por inercia, por la<br />

atracción del amor, por la necesidad de sentirse amados. Luego<br />

de un rato de jugar en la mesa de pool, se retiraron a mirar una de<br />

las películas que tenían recomendada. Poco antes de ir a dormir<br />

se dieron a la tarea de dejar todo listo para el día siguiente, que<br />

era una fecha que se celebraba en varios países: el Día de los<br />

enamorados, 14 de febrero, día de la boda de su gran amigo.<br />

Luego que verificaron que todo estuviera en orden, ella le pidió<br />

que la acompañara a tocar el piano, antes de ir a dormir. Don<br />

Chuy, encantado, la tomó de la mano y caminó a la habitación<br />

en donde estaba el piano blanco, un regalo que le había hecho<br />

cuando ella cumplió sus cincuenta; lo había acondicionado en<br />

una habitación única y confortable para la inspiración, a ella le<br />

encantaba tocar el piano y lo hacía muy bien.<br />

Don Chuy se sentó en el sillón que habían colocado<br />

especialmente para dos personas. El cuarto estaba muy amplio,<br />

tenía seis ventanas gemelas, dos en cada lado; las ventanas eran<br />

angostas pero del piso hasta el techo, con persianas de madera<br />

<strong>blanca</strong> que sólo permitían la entrada de la luz del día, si lo<br />

deseaban. <strong>La</strong>s paredes tenían textura pintada en blanco y el piso de<br />

madera, color red apple. A un lado del piano estaba una chimenea<br />

de gas, fremiada con madera del mismo color del piso. Al centro<br />

de la habitación colgaban dos hermosos abanicos, también color<br />

red apple, gusto cumplido a la esposa de don Chuy. Ahí sentada,<br />

con su estilo empezó a tocar el piano como nunca lo había hecho;<br />

al principio, don Chuy, complacido por todos los encantos de<br />

su esposa, tranquilamente escuchaba una triste melodía; no lo<br />

había notado, sino hasta que varias veces miró cuando caían de<br />

su rostro gruesas lágrimas, que rodaban por sus pronunciadas<br />

mejillas hasta estrellarse en el piso, salpicando como brillantes<br />

pedacitos de vidrio. Don Chuy se empezó a alarmar pero prefirió<br />

no interrumpir ese momento; la inspiración a veces te hace reír<br />

y a veces te hace llorar, así es de que se volvió a acomodar en su<br />

sillón y disfrutar de tan llegadora melodía.<br />

523


De improviso, las teclas sonaron ásperas, fuera de tono, por<br />

lo que un poco nervioso, don Chuy de un brinco se puso de pie y<br />

fue a consolar a su esposa, que rompió en llanto. Algo andaba mal.<br />

—¡Mi amor! ¿Qué pasa?, ¿qué te pasó? ¡Por favor, háblame!—.<br />

Se hincó a un lado de ella y retirando las manos de su cara la abrazó<br />

y la recostó en su pecho; ella se acomodó, porque estaba de lado, y<br />

don Chuy quedó entre sus piernas y al ver que ella no decía nada,<br />

que sólo quería llorar, la dejó hasta que se tranquilizara. Empezó a<br />

susurrarle en su oído; el señorón de casi dos metros, hincado ante<br />

su esposa, casi daba la misma altura. Sólo recostó su cabeza en la de<br />

ella y le dijo que él también la amaba y que no podría vivir sin ella.<br />

Sus brazos fuertes rodeaban su cintura y cálidamente la presionaba<br />

contra su cuerpo.<br />

—Te amo, mi amor y nada ni nadie nos separará. Tienes que<br />

estar tranquila porque te amo, nos amamos y eso es lo que cuenta;<br />

ahora vamos a darnos un baño para ir a descansar.<br />

—Espera un momento, déjame decirte qué fue lo que pasó:<br />

sentí que te amaba más que nunca, pero a la vez sentí un gran vacío<br />

en mi corazón, un vacío que me congeló sólo al imaginar que si un<br />

día me faltas, ¿qué voy a hacer?, ¿qué va a ser de mi vida?<br />

Gruesas y una tras otra, varias lágrimas rodaron por sus<br />

rosadas mejillas, que ahora se estrellaban como pequeños añicos de<br />

cristal en los fuertes brazos de don Chuy, y prosiguió:<br />

—Si tú eres la única persona a quien yo amo, siento que si me<br />

faltaras, no podría vivir ni un minuto.<br />

—Calma, mi amor—. Don Chuy, a pesar de su fortaleza,<br />

sentía que las palabras de su amada lo debilitaban; las escuchaba<br />

con tanta certeza que el miedo de verdad lo estaba acosando;<br />

sólo de pensar en el presagio de su esposa, lo empezaba a sentir y<br />

rápidamente se puso de pie y ayudó a su mujer a levantarse, la tomó<br />

por la cintura con su mano derecha alrededor de su espalda y la<br />

izquierda sosteniendo su cabeza. Se dirigieron a la sala, don Chuy la<br />

sentó suavemente y le dijo: —Con esto te vas a sentir bien—. Luego<br />

preparó un buen trago de tequila para ella y otro para él; se tomaron<br />

los tragos prometiendo olvidar esos detalles de melancolía.<br />

—Al baño, —le dijo muy cerca del oído don Chuy a su mujer,<br />

y ella sonrió.<br />

524


Los dos enamorados tomaron un buen baño, salieron de la<br />

regadera directamente a la cama; sonrientes, poco a poco fueron<br />

guardando silencio, sólo las voces de la pasión se escuchaban<br />

confundidas con lamentos; así pasaron la noche entregados al amor,<br />

disfrutando de esa rica y fresca noche que una vez más fue mudo<br />

testigo de aquella pareja, que se entregaba apasionadamente el uno al<br />

otro, culminando cada vez en la cima del deseo, satisfaciendo a esas<br />

dos almas enamoradas. <strong>La</strong> entrega esa noche fue muy significativa,<br />

única, y al final de sus actividades sexuales, los dos se abrazaron<br />

fuertemente y sin darse cuenta el uno del otro, cerraron sus ojos<br />

y dejaron escapar unas cuantas lágrimas; sólo sus subconscientes<br />

sabían el gran significado de aquel particular detalle.<br />

No supieron a qué hora se quedaron dormidos ni quién se<br />

durmió primero; de lo que sí se dieron cuenta fue que al siguiente<br />

día los dos despertaron más enamorados que nunca. Sonrientes<br />

se abrazaron y así permanecieron por varios minutos. Un toquido<br />

en la puerta de su habitación los despertó y los sacó de aquel<br />

encanto: el desayuno estaba listo y además, la muchacha de servicio<br />

le comentó que había hablado una señora diciendo que venía en<br />

camino, parecía ser la peinadora que Elsita había contratado para<br />

su arreglo personal para la boda. Rápidamente y como impulsados<br />

por un resorte, los dos se levantaron y fueron directamente al baño;<br />

en menos de media hora se disponían a desayunar, cuando se<br />

presentó la estilista. Elsita la atendió y don Chuy esta vez tuvo que<br />

tomar sus alimentos sin su esposa; lo acompañó la muchacha de<br />

servicio, entablando una amena conversación, que días después fue<br />

muy importante para la esposa de don Jesús.<br />

525


Boda y muerte<br />

Mientras tanto, en casa de <strong>La</strong>ura se reunían sus familiares, locales<br />

y foráneos, invitados a la boda; todos disfrutaban de una buena<br />

comida que se había preparado para recibirlos, anticipando así la<br />

gran fiesta que se esperaba para el siguiente día. Todos se quejaban<br />

del fuerte frío que azotaba a todo el estado: había nevado en la<br />

sierra y una noche antes en la capital; el fuerte sol peleaba con sus<br />

relucientes rayos atravesando algunas nubecillas para derretir la<br />

nieve, que en algunos lugares todavía estaba al ras de las banquetas,<br />

por lo que el frío y el poquito aire que hacía, taladraban los huesos.<br />

<strong>La</strong> familia de <strong>La</strong>ura convivía esos momentos, recordando<br />

las travesuras que había hecho cuando era una chiquilla; sus<br />

tíos y tías la querían mucho, estaban muy apegados a la familia<br />

y se visitaban con frecuencia. En un espacio ella aprovechó<br />

para contarles algo de la historia de la <strong>vieja</strong> banca, que apenas<br />

unas cuantas semanas habían destruido. <strong>La</strong>s horas pasaron y<br />

los familiares de la muchacha seguían asustados por lo de la<br />

historia, no podían creer que después de tanto tiempo hubiera<br />

surgido y menos en estos tiempos, algo tan insólito y lejos de<br />

creer, pero al ser contado por su sobrina, estos señores ya se<br />

sentían preocupados por la integridad de sus familiares, que de<br />

una manera u otra, ya estaban involucrados en esa hechicería.<br />

<strong>La</strong> noche de ese día siguió su curso: ya todas las familias que<br />

habían sido invitadas a la boda hablaban del futuro acontecimiento,<br />

algunos ya estaban descansando para reservar energías, mientras<br />

527


otros aún permanecían en sus trabajos, lo cierto era que las horas se<br />

fueron consumiendo una a una, hasta que la campana de la catedral<br />

dio sus doce campanadas, anunciando el fin de la noche para<br />

empezar un nuevo día, el 14 de febrero, día de San Valentín, día<br />

de los enamorados y día de la amistad; fecha celebrada en muchos<br />

países, fecha en la que se debe aprovechar la gran energía; sólo por<br />

tratarse de una fecha feriada se sincronizan muchas almas gemelas<br />

para irradiar energía, que si la puedes sentir serás uno de tantos<br />

que saben de la energía sincronizada en los siete puntos vitales<br />

del cuerpo. Esta clase de energía terapéutica se logra por medio<br />

del amor y la actividad positiva. Trata de ejercer estos puntos de<br />

energía sólo con tu actitud de superación y encontrarás una nueva<br />

conciencia que te llevará a esos campos de energía.<br />

Ya muy tempranito de ese hermoso día, con un brinco de<br />

felicidad Marcos saltó de su cama y corrió al espejo: sonrió consigo<br />

mismo, cerró los ojos, hizo una oración por el nuevo amanecer y por<br />

la abundancia que Dios le había permitido alcanzar. Por su nueva<br />

conciencia que le permitía hacer todo lo debido, para agradecer al<br />

Creador por todo lo que estaba pasando en su vida. Dando gracias<br />

a Dios por mirar las cosas diferentes, con actitud positiva en todos<br />

los aspectos, agradeció porque ese día empezaría una nueva vida,<br />

unido a su novia que en pocas horas sería su esposa. Dio gracias<br />

a Dios porque le había permitido sincronizar la energía universal<br />

del día, dando poder a sus actividades. Fue a echar un vistazo a<br />

la ciudad por su lado favorito, por la ventana que da al parque, y<br />

retrocedió al mirar una neblina tan intensa que no se miraba a más<br />

de dos o tres metros. Intentó varias veces enfocar la mirada y ver lo<br />

de siempre, pero era inútil: la densa neblina lo impedía. Le sonrió<br />

al tiempo y alegremente se fue a arreglar para la presentación en la<br />

iglesia con su amada. Lo hizo con mucha calma, el tiempo estaba a<br />

su favor, tenía suficiente para prepararse con todos los detalles.<br />

Repitió una y otra vez los pasos ceremoniales en los que<br />

tenía que participar y se convenció de que todo estaba bien y que<br />

estaba listo. Desayunó un poco y dando los últimos toques en su<br />

vestir, se dispuso a salir rumbo a la iglesia. De inmediato recibió<br />

la primera sorpresa: su camioneta había sido cuidadosamente<br />

decorada, le dio una vuelta y sonriendo agradeció a quien lo<br />

habría hecho; no se percató que un poco atrás de él estaba la<br />

528


camioneta de don Chuy, quien al verlo salir, él y su esposa<br />

bajaron para acompañar a su gran amigo.<br />

—¡Marcos!— Al escuchar su nombre dio una vuelta<br />

rápidamente girando sobre sus talones, volteando hacia donde<br />

lo llamaban.<br />

—¡Don Chuy! ¡Don Chuy! ¡Pero qué sorpresa!<br />

—Permítenos acompañarte, muchacho; tú eres ya de nuestra<br />

familia y eso nos da muchísimo gusto.<br />

—Muchas gracias, don Chuy—. Se encontraron para darse<br />

un fuerte abrazo y luego de dar un beso y un abrazo a la esposa de<br />

don Chuy, se escuchó la voz de doña María, que también bajaba<br />

de un carro, acompañada de Paquita, quien corrió y dio muchos<br />

besos a Marcos para después saludar a los demás. <strong>La</strong> maestra<br />

también felicitó al novio y se ofrecieron para acompañarlo;<br />

querían llegar juntos a la iglesia.<br />

Después de los saludos y piropos, se pusieron de acuerdo<br />

para seguirse en caravana rumbo a la iglesia. En menos de veinte<br />

minutos ya estaban bajando en los estacionamientos de la catedral,<br />

todos los ahí presentes corrieron a felicitar al novio; a continuación<br />

se presentaron como habían ensayado para entrar a la iglesia mayor.<br />

Carlos, su mamá, su esposa y varios de sus hijos y nietos estaban<br />

esperando en las primeras bancas de adelante: otra ola de abrazos<br />

y felicitaciones. <strong>La</strong>s mujeres lucían un lindo vestido color beige,<br />

confeccionado por uno de los mejores modistos de la ciudad. Todas<br />

en un orden sentadas, haciendo guardia al novio; por otro lado, en<br />

el mismo orden, todos los hombres, esposos o acompañantes de las<br />

damas, vestían un elegante traje, también color beige, con corte de<br />

la misma compañía de modelaje.<br />

Marcos, de pie al frente de todos, ya se estaba desesperando:<br />

ya casi eran las ocho y la novia no llegaba. Todo era un gran<br />

silencio, como lo habían estudiado; sólo sonrisas en sus rostros<br />

se habían permitido. De todos los ángulos de la iglesia se<br />

miraban muy elegantes, luciendo una bonita sonrisa todos los<br />

invitados de honor; un exagerado orden se presenciaba en el<br />

cuidado de la ceremonia, no había niños menores: por estrictas<br />

recomendaciones hechas por parte de los responsables del<br />

evento, se prohibió la entrada a éstos.<br />

529


El novio sintió de pronto que la gente lo empezaba a mirar,<br />

como reclamando que ya era hora de que la novia apareciera y<br />

no había señales. En un determinado momento, Marcos recordó<br />

vagamente al anciano y sus palabras asegurando su asistencia el<br />

día de su boda: le pareció escucharlas y se estremeció; pensó en<br />

cómo sería la forma en que se iba a presentar. Quiso olvidar sus<br />

pensamientos, pero algo muy poderoso lo obligó y acabó por seguir<br />

lo que su pensamiento le indicaba: le surgieron varias ideas de<br />

cómo le haría su amigo, el brujo, para cumplir con su promesa, y<br />

además recordó claramente que dijo que era necesaria su presencia.<br />

Más aún, al recordar esa afirmación sintió que una de sus piernas<br />

empezó a temblar, como invadida por un tic; levemente movió la<br />

pierna y la acomodó de una manera más relajada, pero momentos<br />

después siguió el temblorcillo. <strong>La</strong>s personas más cercanas, que se<br />

encontraban detrás de él, seguramente se darían cuenta y eso lo ponía<br />

más nervioso; su rostro empezó a sudar y a sentir pequeños piquetes<br />

que le causaban comezón, y recordó que no tenía que tocarse la cara<br />

por ningún motivo: seguir el reglamento era una prioridad.<br />

Al fin, unos ligeros murmullos y después unos taconeos<br />

de suave caminar se dejaron escuchar, acompañados de otros<br />

un poco más fuertes, al parecer de botas; el sonido de los pasos<br />

se iba acercando más y más. Marcos, nervioso e imaginando<br />

que era su futura esposa, sintió cómo enrojecieron sus mejillas y<br />

las manos se humedecieron de sudor, que sólo se podía limpiar<br />

con sus propios dedos, deslizándolos de un lado hacia otro. El<br />

sacerdote encargado de la ceremonia, se dirigió a encontrar a<br />

la hermosa muchacha, que venía acompañada de su papá y de<br />

todos sus familiares, quienes rápidamente y en excelente orden<br />

ocuparon los lugares a ellos asignados. Pidieron los cojines y<br />

cuando los novios fueron hincados al frente del altar, los dos se<br />

miraron al mismo instante: sonrieron y se amaron con los ojos y<br />

se dijeron un te amo con los movimientos de sus labios.<br />

Después de un nutrido sermón relacionado al orden con<br />

el cual se había designado cada lugar, y a la actitud de todos los<br />

acompañantes de los novios. Hasta en ese momento todo estaba<br />

muy bien. <strong>La</strong> misa empezó dando la bienvenida a los novios, que<br />

sonreían felices. Marcos miró a su novia, que lucía preciosa: era<br />

hermosa por naturaleza, pero ahora los toques del maquillaje la<br />

hacían lucir más hermosa que nunca.<br />

530


En ese preciso momento don Chuy se aflojó un poco la<br />

corbata, que sentía que le asfixiaba; para ese entonces ya estaba<br />

sudando un poco y volvió a moverse la corbata hasta dejarla<br />

completamente floja; movió su cabeza suavemente para los<br />

lados, tratando de hacer más espacio en el cuello de la camisa; de<br />

pronto sintió que una gota de sudor le atravesó su rostro, cayendo<br />

justamente en su pierna derecha, manchando instantáneamente su<br />

pantalón. Don Jesús se percató inmediatamente, pero esperó un<br />

momento en el cual el sacerdote no lo notara, para mirar y limpiar<br />

con su pañuelo. De reojo miró que la mancha se extendió y parecía<br />

sangre, por lo que alarmado agachó la cabeza para mirar lo que<br />

estaba pasando, sin importarle otra cosa y, efectivamente, parecía<br />

una mancha de sangre. Dobló su pañuelo y discretamente se limpió<br />

la nariz y miró que no había señas de nada.<br />

Se empezó a sentir muy incómodo, sintió una mirada muy<br />

fuerte clavada en su rostro y levemente miró a donde sentía aquel<br />

poder y descubrió a un hombre, que mantenía la vista clavada<br />

en sus ojos. El hombre parecía sereno, sólo que la mirada estaba<br />

muy fuerte; don Chuy atribuyó que de seguro esa persona se había<br />

percatado de la mancha de su pantalón y lo estaba acosando; miró<br />

nuevamente hacia donde estaba el mirón, notando que seguía con<br />

la mirada clavada en él. Esta vez el hombre esbozó una sonrisa<br />

diabólica, la cual acabó por incomodar a don Chuy. En menos<br />

de diez minutos sintió que le faltaba aire en sus pulmones; salió<br />

inmediatamente de la iglesia, fijándose que aquel hombre que tenía<br />

su mirada fija en él ya no estaba en su lugar.<br />

El sacerdote pidió que pasaran los padrinos de lazo; doña<br />

María de inmediato se levantó de su lugar y caminando lentamente<br />

se paró a un lado de la novia, y la esposa de don Chuy, al ver que su<br />

marido no se presentaba, lo buscó con la mirada y luego de no verlo,<br />

se levantó y avanzó hacia la pareja y se detuvo a un lado de Marcos,<br />

diciéndole muy suave en su oído que Jesús salió de emergencia. Los<br />

pensamientos de la bella mujer se tropezaban uno con otro y no podía<br />

explicarse por qué Jesús había decidido a última hora no pararse a<br />

un lado de su gran amigo. <strong>La</strong> ceremonia siguió su curso, la novia<br />

se miraba feliz pero Marcos tenía una pequeña preocupación en su<br />

mirada: se preguntaba una y otra vez a dónde habría ido don Chuy.<br />

Ya casi para finalizar la ceremonia, cuando los declararon<br />

marido y mujer, los padrinos de lazo vinieron siendo Carlos y<br />

531


doña María, por falta de don Chuy. Los abrazos, felicitaciones y las<br />

fotos no se hicieron esperar; todo mundo quería tomarse fotos con<br />

los novios, situación que también ya estaba estudiada para que se<br />

siguiera un orden. De vez en cuando Marcos echaba un vistazo a<br />

todos los presentes, buscando entre ellos a don Jesús; estaban con<br />

lo de las fotos del recuerdo, cuando alguien se acercó a Elsita y le<br />

dijo algo al oído, motivando que saliera corriendo de la iglesia;<br />

después de esto, Marcos le gritó a Carlos y le pidió que fuera tras<br />

de la esposa de don Chuy y le pidió que lo tuviera informado. Ya<br />

no estuvo quieto, por lo que el fotógrafo se estaba quejando muy<br />

seguido; Marcos no pudo esperar más y tomando a su esposa de<br />

la mano salieron a toda prisa; los presentes pensaron que era un<br />

arreglo que la salida tenía que ver con el modelaje.<br />

Ya afuera, Marcos llamó a Carlos, quien le dijo que parecía<br />

que Elsita se dirigía al Seguro Social. Marcos corrió y llevándose<br />

a su esposa en su camioneta a toda velocidad se dirigieron al<br />

Seguro Social, y efectivamente, ahí se encontraron a Carlos, que<br />

ya había sido informado de que don Jesús Arriaga había sufrido<br />

un paro cardiaco.<br />

—¿Qué?, ¿qué fue lo que pasó, Carlos?<br />

—Así es, Marcos, don Chuy sufrió un infarto; alguien lo<br />

encontró tirado afuera de la iglesia y lo trajo aquí al hospital. Ya<br />

Elsita está con él en el área de urgencias.<br />

—Carlos, escucha bien: habla con el doctor Ávila y dile que<br />

arregle todo para trasladar a don Chuy a su clínica. <strong>La</strong>ura y yo<br />

vamos a llegar en unos minutos y me lo voy a llevar para que lo<br />

atienda el doctor Ávila.<br />

Carlos le aseguró que se encargaría de localizar al doctor,<br />

y que tendrían todo listo para cuando ingresara con don Chuy.<br />

Marcos y su amigo Carlos se preocuparon de igual manera por su<br />

amigo Jesús Arriaga: un hombre muy derecho y leal.<br />

En ese momento llegó Marcos a toda velocidad al área de<br />

urgencias, deteniendo bruscamente su flamante Ford F—150 a las<br />

puertas de acceso y de inmediato pidió a su novia que bajara, tenían<br />

que sacar de ese lugar a don Chuy. Por los movimientos bruscos y<br />

veloces, todo el personal del área se movilizó, alarmado. Marcos<br />

sólo pedía que le dijeran dónde estaba su amigo Jesús Arriaga.<br />

532


Elsita estaba destrozada a un lado de su amado cuando<br />

alcanzó a escuchar que en la puerta empezaba un alboroto<br />

y salió al reconocer la fuerte voz de Marcos, quien reclamaba<br />

que le entregaran a don Jesús; salió como de rayo y sosteniendo<br />

la puerta, los invitó a pasar. Ya estando con ellos, rompió en<br />

llanto, al tiempo en que Marcos le decía que no había tiempo<br />

qué perder, se tenían que llevar a don Chuy de cualquier forma;<br />

se armó otro alboroto con las enfermeras de turno y al fin, a<br />

petición de <strong>La</strong>ura, que todos conocían, y con la gran decisión<br />

de la esposa del enfermo, se firmó un documento en el cual se<br />

daba de alta voluntaria al paciente, haciéndose responsables los<br />

familiares; Marcos y <strong>La</strong>ura también firmaron y salieron a toda<br />

prisa, llevándose Marcos a don Chuy en brazos.<br />

Don Chuy estaba inconsciente y en ese estado hacía más<br />

difícil el traslado y Marcos, demostrando una vez más su fortaleza<br />

física, llevó en sus brazos a un hombre inconsciente, de casi dos<br />

metros de altura y con más de ciento veinte kilos de peso, cosa que<br />

no era nada fácil.<br />

En poco tiempo consiguieron su objetivo. Durante el<br />

camino, <strong>La</strong>ura tranquilizaba a su amiga Elsita, que estaba<br />

inconsolable, mientras que Marcos recordaba sus tiempos<br />

en el ejército, al practicar una fuga después de un rescate. Se<br />

comunicó nuevamente con Carlos, quien le informó que ya<br />

estaban esperando a las puertas de la clínica, en la entrada<br />

de emergencias. Marcos solamente le dijo que en un par de<br />

minutos estarían ahí. Carlos guardó su celular y se empezaron<br />

a escuchar los rechinidos de las llantas de la camioneta de<br />

Marcos, que se acercaba a toda velocidad; todos se hicieron<br />

a un lado cuando Marcos, al llegar a la clínica, detuvo su<br />

camioneta en forma brusca y saltó rápidamente para cargar<br />

de nuevo a don Chuy; un par de enfermeros esperaban con<br />

una camilla, pero Marcos les gritó que él lo cargaría, que en<br />

dónde lo necesitaban.<br />

El doctor Ávila, pendiente de todo, con movimientos de<br />

sus manos indicó a los enfermeros que se hicieran a un lado para<br />

que Marcos pasara con el enfermo; ya adentro de la clínica, el doctor<br />

Ávila le indicó que lo acomodara en un lugar que había designado<br />

para en esos casos y pidió a todos que salieran.<br />

533


En la sala de espera, la esposa de don Chuy y sus amigos<br />

esperaban alguna noticia del doctor. Elsita, inconsolable pero<br />

en un momento tomó fuerzas y haciendo frente a la situación<br />

agradeció a sus amigos y les dijo que ellos tenían su compromiso<br />

y deberían de regresar. Carlos dijo que él se quedaría, pero<br />

que sí era correcto que los recién casados fueran a terminar<br />

su compromiso y atender a sus invitados. Los novios, aún<br />

alarmados por la repentina enfermedad de don Chuy, acordaron<br />

quedarse; lo único que hicieron fue comunicarse: Marcos con<br />

<strong>La</strong>lo, y <strong>La</strong>ura con su mamá, dejando estrictamente dicho que no<br />

fueran a revelar nada acerca de don Chuy y que todos siguieran<br />

disfrutando de la fiesta, que en cuanto supieran las condiciones<br />

en que se encontraba, se sumarían a la fiesta.<br />

Poco después de que acordaron quedarse todos, como si se<br />

hubieran puesto de acuerdo en el mismo instante, dejaron de hablar,<br />

dejando vagar los pensamientos, que iban y venían sin control.<br />

Luego, con la voz quebrantada y con sollozos, Elsa, la esposa de don<br />

Chuy, empezó a decir en voz muy suave:<br />

—Anoche sentí la despedida de Jesús—. Lloró un poco<br />

y prosiguió; los acompañantes aprovecharon el instante para<br />

acercarse más a ella, a fin de que no se esforzara en hablar más<br />

fuerte: —Me amó como nunca, reímos de todas las cosas, me contó<br />

algunas travesuras que hizo cuando niño, me habló de ustedes y<br />

rezó una oración agradeciendo a Dios por la amistad que hemos<br />

tenido con todos ustedes. Me habló de sus finanzas y de sus<br />

propiedades. Yo presentí algo muy raro, me presionaba el pecho,<br />

me faltaba aire y después de controlarme un poco, sentí que lo<br />

amaba y que el amor que estaba sintiendo ya se estaba convirtiendo<br />

en dolor; me hacía falta y estaba a un lado de mí. Toqué en el piano<br />

y una de las melodías que había estudiado la dejé de tocar, porque<br />

era muy triste: sonaba como despedida y por una sensación muy<br />

fuerte que sentí, la toqué para él —volvió a sus ojos nuevamente el<br />

llanto; <strong>La</strong>ura la recostaba en su pecho y le pedía que se calmara, que<br />

todo iba a salir bien, pero las lágrimas de la bella mujer, convertidas<br />

ahora en llanto, no dejaban de correr por su rostro empapando y<br />

manchando el lindo vestido de la novia, a la cual no le importaba,<br />

se sentía bien consolando a una de sus mejores amigas y protectora;<br />

ella quería mucho a Elsita y se lo demostraba con hechos.<br />

534


Elsa tomó un poco de aire y prosiguió: —Por la madrugada<br />

desperté para ir al baño y él estaba despierto, mirándome y hasta me<br />

asustó, porque yo imaginaba que estaría dormido; sólo me sonrió<br />

y me dijo cuánto me amaba, pero no alcancé a percibir que de una<br />

manera u otra, él ya se estaba despidiendo.<br />

En ese momento salió el doctor y llamó a Elsita; <strong>La</strong>ura la<br />

acompañó y luego de intercambiar unas cuantas palabras, las pasó<br />

al cuarto en donde don Chuy ya estaba todo lleno de mangueras y<br />

aparatos por todos lados. <strong>La</strong>ura le comentó afuera del cuarto, antes<br />

de entrar, que don Jesús no tenía ningún movimiento pero que sí<br />

podía oír, por lo que no convenía que la escuchara llorar: —Mejor<br />

háblale y platica con él; dile que aquí estamos todos nosotros.<br />

El doctor llegó y dijo: —Pasen todos, todos pueden pasar—.<br />

Llegaron Marcos y Carlos y pasaron junto con ellas; <strong>La</strong>ura les hizo<br />

la misma recomendación a ellos.<br />

Don Jesús, al escuchar varios pasos, se imaginó que era su<br />

familia y unas lágrimas gruesas salieron de sus ojos; todos al llegar<br />

hasta la cama se percataron que no era una sola lágrima sino varias:<br />

don Jesús estaba llorando y ellos no pudieron evitarlo; todos estaban<br />

con lágrimas en sus ojos, nadie se atrevía a hablar, sabían que la voz<br />

los delataría y querían evitarle ese detalle a don Chuy. Marcos fue<br />

el primero que habló: apenas se le apreciaba la voz, que se quebraba<br />

conforme iba hablando. <strong>La</strong> amistad que los unía rompió barreras,<br />

era una amistad de calidad:<br />

—Don Chuy, soy Marcos, aquí estamos para lo que se ofrezca<br />

y recuerde que usted es un hombre que tiene que estar con nosotros,<br />

nos hace mucha falta. El doctor Ávila dice que todo va a salir bien,<br />

que sólo es cuestión de que le eche ganas y primeramente Dios,<br />

en dos o tres días nos lo llevamos para la casa. <strong>La</strong>ura, Carlos y yo<br />

estamos aquí con Elsita, y no nos vamos a ir hasta que usted esté bien.<br />

El doctor, al escuchar esas palabras de Marcos, salió y se<br />

dirigió a su oficina, le indicó a una de las enfermeras que cuando<br />

todos hablaran con el paciente llamara a los novios; tenía que hablar<br />

con ellos en su oficina.<br />

Luego de que Marcos habló con don Chuy, se acercó <strong>La</strong>ura y<br />

también le dijo palabras de consuelo; después Carlos, que al hablar<br />

también paró dos o tres veces, quebrándose la voz, y su esposa,<br />

por el otro lado, lo acariciaba con su mano derecha, limpiándole el<br />

535


sudor y las lágrimas, que brotaban una a una sin parar. Don Chuy,<br />

en su inconciencia, los escuchaba y quería hablar, hacía esfuerzos<br />

sobrehumanos sin lograr un solo movimiento: quería darles una<br />

señal, un signo de sobrevivencia; con un simple movimiento de<br />

su cuerpo haría sentir bien a todos, pero su cerebro ya tenía más<br />

del noventa y cinco por ciento muerto; sólo un cinco por ciento le<br />

quedaba con vida y en cualquier momento sufriría otro infarto, así<br />

lo diagnóstico el doctor.<br />

Don Chuy, al darse cuenta de que no podía realizar ningún<br />

movimiento, se alarmó demasiado, haciendo con esto que los<br />

monitores elevaran los niveles de las señales, alarmando también<br />

a los presentes. Don Chuy se concentró y habló con Dios: le pidió<br />

con todo su corazón que le diera fuerzas sólo para despedirse de sus<br />

amigos y de su esposa; le gritó varias veces para que de esa manera<br />

viera la gran necesidad que tenía de despedirse de sus amigos;<br />

lo hizo una y otra más, sin ser escuchado según él, o tal vez para<br />

que viera qué tanta importancia le daba a sus seres queridos. De<br />

pronto, cuando don Chuy vio todos sus esfuerzos derrotados y<br />

sus fuerzas agotadas, con un gran dolor de cabeza, que lo acosaba<br />

considerablemente, sólo se sobresaltó cuando vio una luz muy<br />

<strong>blanca</strong> y radiante que alumbraba el espacio en el que se encontraba,<br />

y que se podía ver a sí mismo; era la cama del hospital con el señorón<br />

a todo lo largo que casi le salían los pies; ahí se miró y empezó a<br />

ver hacia todos lados y todo era obscuridad, sólo tenía vista, o más<br />

bien, sólo tenía luz el espacio que ocupaba la cama.<br />

Miró de pronto que la luz empezó a extenderse para los<br />

lados, y fue entonces cuando pudo ver a sus amigos y a su adorada<br />

esposa; todos estaban a su alrededor, su esposa estaba recostada a<br />

un lado de él; Marcos y <strong>La</strong>ura del otro lado y Carlos y el doctor<br />

Ávila estaban al lado de los pies; cuando terminó de ver a todos los<br />

que en ese momento lo acompañaban y que fue lo que a Dios le<br />

había pedido, todos se acercaron y algo notó en sus rostros: algunos<br />

se miraban en estado de preocupación, otros llorosos, y el de su<br />

esposa, aunque con lágrimas en los ojos, lucía bello. Después de<br />

que Dios le permitió hacer un movimiento de despedida, abrió<br />

los ojos y les regaló la mejor de sus sonrisas: dijo unas palabras,<br />

pero sólo él y Dios las pudieron escuchar; esta fue la frase: “Dios los<br />

bendiga”. Al momento de decirlas, la luz <strong>blanca</strong> que había brillado<br />

536


como luz celestial y que había permitido a don Chuy despedirse de<br />

quienes lo querían, se empezó a extinguir y con ella las esperanzas<br />

del gran hombre amante de la vida y la felicidad. El fuerte hombre<br />

que se había entregado a Dios por ver por última vez a sus seres<br />

queridos, ya no regresó jamás de aquel fuerte paro cardiaco, que<br />

acabó con el cinco por ciento que le quedaba de cerebro con vida,<br />

destrozándole parte del corazón por dentro, que sólo le permitió<br />

esbozar una sonrisa acompañada de una mirada de amor, la cual<br />

todos pudieron apreciar y sabiendo que era una despedida, todos al<br />

mismo tiempo le gritaron que lo querían y que siempre iba a vivir<br />

en sus corazones, cosa que ya no escuchó, pero ellos se llevaron ese<br />

lindo recuerdo a un lugar especial en sus almas.<br />

Así fue como terminó la vida de Chuy y asimismo, con él<br />

terminó el gran hechizo que hiciera el maleante brujo despiadado,<br />

que por la ambición y la avaricia de un ser despreciable, le concedió<br />

el maleficio para que se pudiera apoderar de una cuantiosa fortuna<br />

que no le pertenecía. Y con ella y el hechizo, acabó con muchas<br />

vidas inocentes.<br />

Después de un par de minutos, cuando el doctor declaró<br />

la muerte de don Chuy, Elsita cayó al suelo como fulminada por<br />

un rayo; rápidamente el doctor que ahí se encontraba, le dio los<br />

primeros auxilios; entre él y Carlos, que estaban más cerca de ella,<br />

la llevaron a una segunda cama que existía en el cuarto de hospital,<br />

cama designada para los visitantes y familiares de los enfermos. En<br />

unos minutos el doctor dio el diagnóstico de la bella mujer: sólo fue<br />

un desmayo causado por una baja de presión, pero que en un par<br />

de horas estaría bien. Ya <strong>La</strong>ura le suministraba un sedante y le pidió<br />

al doctor que se hiciera cargo de todos los arreglos para sepultar a<br />

don Chuy. El agotamiento estaba haciendo presa a los presentes; las<br />

fuertes sorpresas, preocupaciones y falta de alimentos eran también<br />

factor importante para que bajaran sus energías.<br />

Carlos y el doctor Ávila se harían cargo de los arreglos del<br />

funeral, mientras Marcos y <strong>La</strong>ura se irían a casa de Elsita para<br />

estarse con ella hasta que pasara todo lo de don Chuy. <strong>La</strong> bella<br />

mujer estaba inconsolable, la pérdida de su ser amado la había<br />

dejado indefensa, sin esperanzas ni fe por vivir. <strong>La</strong>ura y su novio<br />

la animaron todo ese rato que se tardaron en salir; se le hacía<br />

imposible irse y dejar ahí a su esposo.<br />

537


—Elsita, vámonos, tiene que descansar, —le decía<br />

Marcos con su voz quebrantada. — Carlos y el doctor se van<br />

a encargar de todo; nosotros estaremos con usted todo el<br />

tiempo que sea necesario.<br />

Elsita, sin dejar de llorar, les pedía que la dejaran ahí, que ellos<br />

tenían que seguir su vida, tenían que cumplir con su compromiso,<br />

que deberían de estar con sus invitados e irse de luna de miel.<br />

Ellos rechazaron la propuesta de Elsita, que no dejaba de llorar.<br />

Caminaron lentamente hasta llegar a la camioneta y subieron a la<br />

esposa de don Chuy casi a la fuerza; la inconsolable mujer sólo tenía<br />

vida para su esposo, él era toda su vida y su fe por existir. Llegaron<br />

a su casa y nuevamente cayó en llanto; caminaban dos o tres pasos<br />

y les pedía que esperaran, miraba para todos lados y más lloraba,<br />

parecía que con su mirada buscaba al hombre de sus amores. Al fin<br />

entraron a su habitación y se recostó en su recámara y después de<br />

confesarles algunas vivencias junto con su esposo, se quedó dormida.<br />

<strong>La</strong>ura esperó hasta que el cuerpo de la amada de don Chuy quedó<br />

completamente relajado; las pastillas que se había tomado estaban<br />

cumpliendo su deber. Ahí dormiría por más de doce horas.<br />

Su teléfono celular ya había timbrado varias veces pero nadie<br />

había reparado en ello, hasta que cuando <strong>La</strong>ura le cambió la ropa<br />

para dormir, el teléfono cayó al piso y en ese momento timbró:<br />

<strong>La</strong>ura contestó solamente para que no fuera a despertar a Elsita,<br />

que ahora dormía y descansaba por unas horas. Era la muchacha<br />

de servicio, que se había vuelto loca buscándola en la iglesia y en<br />

el salón. <strong>La</strong>ura le pidió que se regresara a la casa lo más pronto<br />

posible, comentándole solamente que la señora se sentía mal y que<br />

tenía que estar al cuidado de ella.<br />

<strong>La</strong> muchacha no replicó, sólo dijo que en media hora estaría<br />

en casa. Marcos estaba sentado en la sala esperando a su ya esposa,<br />

que en ese momento regresó y le comentó que la muchacha de<br />

servicio venía en camino: —Ella se podrá hacer cargo de Elsita,<br />

mientras nosotros nos regresamos a la clínica a ver qué se necesita.<br />

—Muy bien, mi amor, ya tendremos tiempo para nosotros<br />

y quiero decirte gracias por estar conmigo y mil disculpas por<br />

interrumpir nuestra boda; perdóname—. Le tomó las manos suaves<br />

y tibias, las besó y le pidió nuevamente que lo perdonara; ella le tocó<br />

538


su cara con las dos manos y enfocó la mirada de sus lindos ojos<br />

color verde olivo y le dijo sinceramente:<br />

—No digas nada, mi amor, yo soy feliz a tu lado, sea en<br />

donde sea, y más cuando se trata de algún familiar o amigo, yo<br />

estoy contigo. Te amo, mi amor, y de verdad siento mucho lo de<br />

don Chuy. No tengo la menor idea de cómo fue que se enfermó ni<br />

cómo fue que salió de la iglesia, no lo puedo imaginar.<br />

—Yo tampoco tengo la menor idea, yo sé lo mismo que tú,<br />

pero, ¿recuerdas que dijeron que alguien lo había llevado al Seguro?<br />

¿Quién sería esa noble persona? Pero, ¿por qué no nos avisaron?<br />

Tal vez habría sido mejor que lo hubiéramos llevado de inmediato<br />

con el doctor Ávila y no a urgencias en el Seguro Social; siempre<br />

está lleno y hay veces que ni tienen lugar. Bueno, pero la verdad es<br />

que ya no tiene caso decir nada de lo que se pudiera haber hecho,<br />

ya nada se puede hacer, pero lo que sí me interesa es saber quién lo<br />

llevó; tal vez a esa persona le dijo algo o le dio un recado; algo, algo<br />

podremos saber si encontramos a quien ayudó a don Chuy.<br />

En eso se escuchó que se abrió la puerta principal: era la joven<br />

sirvienta que ya venía a toda prisa, alarmada por la noticia. Ella no<br />

sabía nada acerca del fallecimiento de don Chuy. Al ver la expresión<br />

de los novios algo no le gustó y pidió que se le informara de lo que<br />

estaba pasando. <strong>La</strong>ura se puso de pie y le dio la triste noticia; la<br />

muchacha soltó el llanto, tenía mucho tiempo trabajando con los<br />

Arriaga y ya los quería como si fueran sus segundos padres. <strong>La</strong>ura<br />

le tendió los brazos y la consoló, la jovencita lloró por unos minutos<br />

en silencio y habló acerca de don Chuy, dijo que era uno de los<br />

hombres más buenos que había conocido, y continuó:<br />

—<strong>La</strong> última conversación que tuve con mi patrón fue algo<br />

muy raro. Ahora sé que era como una despedida, yo sé que él<br />

presentía que algo le iba a pasar, porque en sus comentarios siempre<br />

me habló de la señora y me encargó muchísimo que no la fuera<br />

a dejar sola; que podía vivir con ellos por todo el tiempo que yo<br />

deseara y que hasta me podría casar y vivir aquí con mi familia,<br />

pero que nunca dejara sola a la señora; habló también de que si algo<br />

le llegaba a pasar algún día, que avisáramos a sus hijos que tuvo<br />

con su primera esposa, me dio la dirección y me encargó que yo<br />

personalmente me encargara de hacer esto.<br />

539


<strong>La</strong> muchacha en varias ocasiones interrumpió su conversación<br />

para limpiarse las lágrimas de sus ojos y para limpiar su nariz, y en<br />

cada ocasión hacía mención a que sus patrones ya formaban parte<br />

de su familia, que los quería mucho e iba a extrañar a don Chuy.<br />

Los novios como pudieron consolaron a la joven sirvienta y ya una<br />

vez calmada y dispuesta a cooperar con la ayuda en el cuidado de la<br />

señora hasta su recuperación, ella decidiría qué hacer después del<br />

sepelio de don Chuy.<br />

540


Celebración sin<br />

don Chuy<br />

Momentos después, una vez que todo estaba en calma, los novios<br />

atendieron varias llamadas y mensajes en sus celulares y tomaron<br />

la decisión de regresar a la fiesta: se pusieron de acuerdo de no<br />

revelar nada a nadie, para que todos se siguieran divirtiendo. En<br />

menos de una hora los enamorados llegaban al salón, en donde<br />

se vivía un ambiente totalmente diferente: música y alegría en<br />

todos los invitados.<br />

<strong>La</strong>s primeras personas que los miraron empezaron a<br />

aplaudir, y en cuanto iban caminado hacia la mesa principal,<br />

como ya lo habían ensayado, todos los invitados se pusieron de<br />

pie y muy sonrientes y felices gritaban a coro ¡Vivan los novios!<br />

Marcos y <strong>La</strong>ura hicieron un gran esfuerzo para evitar estar tristes<br />

en ese momento; los fotógrafos y los del equipo de video se<br />

afanaban por hacer su trabajo de primera clase.<br />

En esos momentos se interrumpió la canción que un grupo<br />

musical interpretaba, para dar paso a una animada “diana”, para<br />

en seguida escuchar la voz incomparable del licenciado Gilberto<br />

Jiménez, quien daba la bienvenida a los novios e invitaba a<br />

continuar con la ceremonia. Ellos, sonrientes y felices se pusieron<br />

de pie para recibir las felicitaciones de todos sus amigos, quienes<br />

ya habían formado una fila muy larga de espera; los primeros<br />

en empezar con las felicitaciones fueron la maestra, Paquita,<br />

Elena, la esposa de Carlos y doña Carmen; de ahí en adelante<br />

todos esperaron largos minutos para abrazar a los novios y para<br />

541


tomarse con ellos la foto del recuerdo. José, el amigo de Gilberto,<br />

estaba sentado a la misma mesa de la maestra y fue él quien<br />

organizó la ceremonia para la boda por civil en el mismo salón;<br />

ya las autoridades competentes para esos menesteres esperaban<br />

pacientes el final de las felicitaciones, para empezar su labor.<br />

Minutos después empezó la ceremonia dirigida por José,<br />

el gordo, que ya había acordado con la maestra y la mamá de<br />

Carlos para que fueran los testigos por parte del novio. Toda la<br />

ceremonia se hizo pública y el juez, después de declararlos marido<br />

y mujer, pidió un brindis por la pareja, seguido de un fuerte y<br />

ensordecedor grito de: ¡Beso, beso, beso!, pronunciado por todos<br />

a coro. <strong>La</strong> pareja una vez de pie, se miraron y se dieron un beso<br />

no muy prolongado. Alguien pudo apreciar una ligera tristeza<br />

que aquejaba a la pareja de recién casados, pero atraídos por el<br />

amor se abrazaron y así permanecieron un par de minutos, se les<br />

apreciaron lágrimas en sus ojos a ambos, pero sólo ellos y Dios<br />

en esos momentos sabían los sentimientos en sus corazones.<br />

Recordaron por unos instantes a don Chuy y eso les causó la<br />

ligera sombra de tristeza en sus rostros.<br />

Por más de dos horas se prolongó esta parte del festejo, del<br />

que también participaron las autoridades invitadas por José de la<br />

O, saboreando junto con los demás asistentes un delicioso platillo<br />

durangueño, preparado por los mejores cocineros del estado. El<br />

platillo fuerte se sirvió y todo mundo empezó a comer, después de<br />

que Marcos pidiera en oración una bendición para los alimentos y<br />

para todos los ahí presentes.<br />

Apenas había concluido la comida cuando Marcos fue<br />

levantado por cuatro muchachos, trabajadores de su empresa, y al<br />

son de la música lo aventaban hacia arriba, para después cacharlo<br />

entre los cuatro; así lo pasearon alrededor del salón, con gritos<br />

y risas de todos los presentes. Marcos, un poco asustado, reía<br />

al caer en brazos de los muchachos pero procuraba estar alerta<br />

por si fallaba la intención. Mientras se hacía este ceremonial con<br />

Marcos, la novia fue escondida: el siguiente paso era buscarla<br />

entre la multitud. Los encargados del evento, ajenos a lo que<br />

había pasado, estaban actuando con toda normalidad, por lo que<br />

los novios, al sentir felicidad de todos los presentes, amigos y<br />

familiares, empezaron a sonreír.<br />

542


Una vez que Marcos encontró a la novia, descubriendo el<br />

lugar en donde había sido escondida, la llevó al centro de la pista<br />

donde bailarían al ritmo de un bonito y suave vals; siguieron todo<br />

al pie de la letra, tal y como días antes lo habían ensayado; los<br />

miembros del equipo encargado de esa parte del evento no tardaron<br />

en sumarse al baile, empezando a disfrutar de su propia fiesta. Ella<br />

se acercó a Marcos y le dijo con su rostro lleno de felicidad:<br />

—Sonríe, mi amor, sonríe. Es nuestra boda, es nuestra<br />

fiesta; don Jesús, en donde quiera que esté, estará de acuerdo con<br />

nosotros, no tenemos por qué seguir tristes, al contrario, vamos<br />

a recordar a don Chuy como lo que fue: una persona muy alegre<br />

y muy feliz. Así es que, mi amor, arriba esos ánimos, vamos a<br />

disfrutar de nuestro vals.<br />

Marcos sonrió y se miró feliz, y en cuanto el guía (el de los<br />

arreglos) se dio cuenta de que los novios habían terminado de<br />

hablar, hizo una seña para que empezara la banda musical con el<br />

hermoso vals, que la pareja bailó como nunca.<br />

Después del vals siguieron varios números más, que<br />

complementaban el ceremonial. Los novios parecían ahora más<br />

felices que cuando llegaron: conforme iba avanzando el programa,<br />

se iban divirtiendo cada vez más.<br />

Cumplieron con todos los pasos que conformaba el<br />

ceremonial y se fueron a descansar por unos minutos. <strong>La</strong> fiesta<br />

estaba en su apogeo, el baile había empezado para todos y ya<br />

se miraban decenas de parejas gozando de tan grata y movida<br />

música. Marcos por casualidad miró hacia la mesa que estaba<br />

en seguida y ahí sentada, triste pero tranquila, estaba la esposa<br />

de Carlos: ella sí sabía del problema. Marcos pidió a su esposa<br />

que fueran a saludar a Elena, y tomados de la mano se fueron<br />

escabullendo entre las sillas. Ella los miró y se puso de pie, se<br />

dieron otro abrazo y se sentaron a su lado a comentar lo sucedido.<br />

—Carlos me habló y me dijo lo que sucedió y de verdad<br />

lo sentimos mucho. No le he dicho a nadie, así me lo pidió Carl<br />

—como ella le decía de cariño—. También me dijo que ustedes<br />

estaban ahí y que por eso, cuando toda la gente preguntaba<br />

desesperada que dónde se habían metido ustedes, pues yo<br />

guardaba silencio. Pobre de don Chuy, era tan bueno. <strong>La</strong> última<br />

543


vez que me habló Carl me dijo que llegaría como en una hora, así<br />

que no tarda, para ver qué noticias nos trae.<br />

Pasó un buen rato hasta que llegó Carlos: también se miraba<br />

triste, dio un beso a su esposa y abrazó a los novios. Les comentó<br />

cómo estaban las cosas hasta ese momento.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos se acercó, un tanto preocupada al ver<br />

que su hijo hablaba muy serio, y al preguntarle, él le contestó que<br />

no pasaba nada, que todo estaba bien, que como tuvo que salir de<br />

urgencia, era por eso que hasta esa hora estaba ahí. <strong>La</strong> mamá de<br />

Calos, luego de cerciorarse que no pasaba nada, se fue a sentar en<br />

su lugar, donde acompañaba a la maestra. Paquita, muy alegre,<br />

bailaba con la hermana más chica de <strong>La</strong>ura.<br />

<strong>La</strong>s dos parejas acordaron que Marcos y <strong>La</strong>ura se irían a casa<br />

de don Chuy a acompañar a Elsita y que a la mañana siguiente,<br />

a primera hora Carlos y Elena estarían ahí; por el momento se<br />

quedarían acompañando a los familiares y amigos de <strong>La</strong>ura, en<br />

representación de los novios.<br />

Se despidieron sólo de ellos, para no tener que dar explicaciones,<br />

y salieron por una de las puertas del privado, ayudados por José de<br />

la O; a él sí le comentaron lo sucedido a don Chuy y le pidieron que<br />

hasta al final del baile dieran la noticia. Tenían que hacerlo como un<br />

deber, pero sería hasta el final de la fiesta. En los momentos en que<br />

casi salían, se escuchó la voz dulce de una jovencita:<br />

—A ver, esos enamorados que me volvieron loca esperando:<br />

su mejor posición para la foto de la página principal de la revista<br />

“Lo Nuevo de Hoy”.<br />

Los sorprendidos novios miraron a José, después de escuchar<br />

a la jovencita que habían conocido en el aeropuerto “Guadalupe<br />

Victoria” y que había sido invitada por Marcos para tomar fotos en<br />

su boda; sabían que José tenía qué ver en esto y le agradecieron el<br />

gesto con un fuerte abrazo, y además lo felicitaron por estrenar su<br />

nueva revista y por supuesto, con los acontecimientos de su boda.<br />

<strong>La</strong> portada llevaría la foto de la pareja de enamorados, que<br />

lucían muy bien. Luego de tomar varias fotos, se encontraron con la<br />

joven para felicitarla y darle las gracias por asistir a su fiesta. Tras una<br />

breve conversación con la chiquilla, que ya parecía una profesional,<br />

le recomendaron llevar todas las fotografías a su oficina, sería<br />

544


ecompensado su trabajo. En pocos minutos, después de despedirse<br />

de José y de quedar de verse al siguiente día en casa de Elsita, se<br />

alejaron muy contentos de saber que José los despediría de todos los<br />

invitados, y además ofrecería disculpas en su nombre.<br />

Pararon en el camino rumbo a casa de los Arriaga,<br />

compraron unas bebidas, comida para cenar, antojitos y otras<br />

cosas que necesitaban para el desayuno del siguiente día y algo<br />

de medicinas para Elsita. Una vez en casa de don Chuy bajaron<br />

las maletas que tenían preparadas para el viaje de luna de miel, el<br />

cual se había cancelado. <strong>La</strong> amable joven de servicio rápidamente<br />

estuvo a su disposición. El ambiente triste y desolado en casa de los<br />

Arriaga, algo disminuyó con la visita de los recién casados; ya las<br />

cosas eran un poco diferentes. Los novios, en cuanto llegaron se<br />

cambiaron de ropa a fin de empezar a arreglar la sala para recibir<br />

a los amigos de la familia, que de seguro serían bastantes. <strong>La</strong><br />

muchacha ama de llaves, muy servicial, pronto se incorporó en su<br />

ayuda y entre los tres hicieron cambios en toda la casa, recámaras<br />

y patio. Prepararon algunos cuartos extras para la familia de Elsita,<br />

que ya venía en camino. Luego de revisar que todo estuviera en<br />

orden se dispusieron a cenar; lo hicieron en la cocina, junto con la<br />

noble muchacha, y entre ellos nació una bonita amistad: ella era<br />

muy inteligente, sabía lo que sus patrones querían y en todo los<br />

complacía; por este gesto se había quedado a vivir con ellos como<br />

si fuera parte de la familia. <strong>La</strong> conversación se prolongó por varias<br />

horas, y durante ese tiempo ella habló un poco de su persona y de<br />

sus familiares, que radicaban en un ranchito muy próximo a la<br />

ciudad, el cual había gustado en particular a don Chuy. Después,<br />

todo se enfocó a comentar de sus patrones.<br />

<strong>La</strong> noche siguió su curso, ya para esas horas la fiesta en el<br />

salón estaba en su punto final; tal vez ya José había dado la noticia a<br />

los presentes o no tardaba en hacerlo, tal y como se lo pidió Marcos.<br />

A pocos minutos de que Marcos había mirado la hora en su<br />

lujoso reloj, había atinado en sus pensamientos: no se dejó esperar<br />

ni un segundo, cuando empezó a timbrar el teléfono de la casa<br />

de la familia Arriaga. Marcos rápidamente corrió al teléfono, mas<br />

no para contestar, sino que lo hizo para bajar el volumen de su<br />

celular y pasar todas las llamadas al correo de voz. Luego de que<br />

545


egresó les comentó que si no fuera así, todos los allegados y<br />

conocidos de la familia que en esos momentos estaban en el<br />

salón, al saber la noticia iban a empezar a llamar para lamentar<br />

la pérdida de un gran hombre.<br />

<strong>La</strong>s damas estuvieron de acuerdo en atender los correos<br />

y llamadas hasta el día siguiente; la joven les recomendó a los<br />

novios que se fueran a descansar, porque ya se miraban cansados,<br />

indicándoles que la habitación que daba hacia el patio la había<br />

arreglado para ellos, y los novios, al escuchar el gesto bondadoso<br />

de la jovencita se echaron a reír, por lo que ella, sin comprender,<br />

preguntó también sonriente: —¿Por qué se ríen?—, y sonriendo<br />

aún, dijo: —Ya soy mayor de edad y sé que los recién casados<br />

necesitan privacidad, y puesto que cancelaron su viaje de luna<br />

de miel, pues aprovechen aunque sea esta noche aquí—. Miraba<br />

a uno y después a otro, como esperando una respuesta, pero<br />

nuevamente se echaron a reír, aunque era risa de nervios. Sí, tenía<br />

razón la muchacha, pero no era la ocasión. Los novios, por su<br />

actitud parecían decididos a esperar unos días para realizar sus<br />

sueños, que tanto esperaban pero que por cosas del destino se<br />

vieron en la triste necesidad de respetar. Además, era necesario<br />

estar en completo estado de ánimo para poder entregarse el amor<br />

uno al otro, como es debido.<br />

Después de varios comentarios acerca del matrimonio, le<br />

dijeron a la muchacha que irían a descansar pero cada quien en su<br />

cuarto; otra vez rieron, sólo para romper el ambiente de tristeza.<br />

Decidieron bien: una vez más demostraron la lealtad de la<br />

amistad y el amor puro y sincero. <strong>La</strong> amistad es un don que Dios<br />

nos da a cada uno de nosotros, para que sea el reflejo de nuestro<br />

interior, de nuestro amor; es mirar con el corazón y sentir a él o a<br />

ella, que forman parte de ti. <strong>La</strong> amistad es muy parecida al amor<br />

pero cuidado, porque también la puedes confundir o lastimar y al<br />

final de cuentas, es muy doloroso. <strong>La</strong> amistad es muy justa y no<br />

hace cosas inapropiadas. <strong>La</strong> amistad nace como el amor, a primera<br />

vista; ahí se queda plasmada en tu corazón, por eso se cree que es<br />

parte de ti. Si tienes un amigo o amiga cuídalos: da lo mejor de ti<br />

para ellos y Dios hace lo demás. Siempre atiende el llamado de un<br />

546


amigo, porque cuando él o ella te llama, es porque te necesita, y lo<br />

más interesante de esto es que cuenta contigo.<br />

<strong>La</strong> pérdida de un amigo es la pérdida de una parte de ti<br />

mismo, y en este caso de don Chuy, Marcos lo apreciaba y lo<br />

quería como a un hermano; hubo veces que la propia amistad que<br />

de ellos emanaba lo hizo sentir que lo quería como a su padre.<br />

Marcos sufría en silencio pero su actitud era positiva y la sombra<br />

de la tristeza desaparecía instantáneamente. En el caso del amor,<br />

esta parte la sufriría Elsita en cantidad doble, porque aparte de<br />

que era una pareja de enamorados, eran muy buenos amigos y<br />

en cuanto don Jesús Arriaga falleció, se llevó con él el corazón de<br />

Elsita y parte de ella, la cual jamás recuperará.<br />

<strong>La</strong> pareja de recién casados, una vez que hubieron<br />

recapacitado y reflexionado acerca de la conversación que había<br />

tenido don Chuy con la sirvienta unos días antes de morir, se<br />

intercambiaron un “te quiero” y se despidieron con varios besos<br />

antes de irse a descansar. <strong>La</strong> joven muchacha también se despidió<br />

y dijo que pasaría la noche en la habitación de la señora, para estar<br />

al pendiente por si despertaba y se le llegaba a ofrecer algo.<br />

547


El sepelio del amigo<br />

Afuera del Panteón de Oriente los llantos de los familiares y amigos<br />

del difunto se escuchaban cada vez más fuertes. José, Gilberto,<br />

Leonel y el comandante Salazar cargaban el féretro. El doctor Ávila<br />

empezó a organizar a las personas más allegadas para formar dos<br />

filas por donde pasaría el cortejo; algunas personas a su paso le<br />

arrojaron rosas de varios colores.<br />

Detrás del féretro iba Elsita acompañada por todos sus<br />

amigos. Todos formaban fila de cuatro personas; sus papás iban<br />

detrás de ella y los hijos de don Chuy también, formando una<br />

hilera. Marcos y <strong>La</strong>ura iban a cada lado de Elsita, que parecía<br />

destrozada. Había decidido no tomar ningún sedante, quería<br />

sentir el sentimiento que rompe el alma “por el amor perdido”<br />

que jamás regresará; nuevamente la palabra amor, pero ahora ya<br />

convertido en dolor.<br />

Paquita, convertida ya en toda una señorita, acompañaba<br />

del lado derecho a Marcos. <strong>La</strong> señora María, doña Carmen, Elena<br />

y Carlos, iban en seguida. De ahí para atrás, los acompañaban<br />

muchas personas conocidas de don Chuy; Marcos había pedido<br />

a todos sus trabajadores que asistieran. Se escuchaba una suave<br />

música en vivo, acompañando al cortejo. Poco antes de llegar a<br />

donde se encontraba el espacio de la sepultura de don Jesús, se hizo<br />

un breve descanso y en ese momento algo pesado pegó fuertemente<br />

en la parte superior del ataúd; en ese preciso instante, como por arte<br />

549


de magia se había hecho un misterioso silencio, lo que permitió que<br />

la mayoría de las personas pudieran escuchar el golpe y después un<br />

fuerte aleteo. Todos voltearon sorprendidos, para descubrir qué fue<br />

lo que se escuchó. Parecía un pájaro, pero no se podía distinguir<br />

porque el pobre animal quedó aturdido, y brincoteando con una<br />

rapidez sorprendente, no dejaba apreciar su tamaño ni se podía<br />

distinguir qué clase de ave era.<br />

Paquita corrió decidida a atraparlo. Marcos quiso<br />

detenerla, pero fue más ágil la jovencita y se escabulló por entre<br />

la gente. Después de varios intentos lo atrapó y lo acomodó en<br />

su pecho y con la otra mano lo acariciaba al mismo tiempo que<br />

decía: —Pobrecito, qué fuerte golpe se dio, pobrecito—. Marcos<br />

llegó a donde la muchachita aún estaba sentada en el mismo<br />

lugar en donde atrapó al ave; la levantó diciéndole que soltara a<br />

ese animal. Todos los presentes estiraban el cuello para alcanzar<br />

a mirar qué era lo que había pegado en el ataúd y que ahora<br />

estaba en manos de la jovencita.<br />

—No, no, Marcos, déjame curarlo, pobrecito, ya se está<br />

recuperando.<br />

Varias personas, muy atentas a lo que ocurría, no podían evitar<br />

estar mirando ni oyendo a los de enfrente; algunos buscaban en el<br />

cielo por más aves o por algo que pudiera hacer lo mismo. Sólo una<br />

persona se quedó con la boca abierta y metida en sus pensamientos;<br />

de pronto, en su rostro se empezó a dibujar una sonrisa y en sus ojos<br />

una mirada alentadora: era Elsita, que escuchaba a <strong>La</strong>ura que le decía<br />

lo que estaba ocurriendo más adelante. Ella no la escuchó, estaba<br />

recordando exactamente las palabras que le había dicho don Chuy,<br />

unos días antes de morir: “Si yo muero antes que tú, voy a regresar y<br />

te voy a dar una señal. No temas, después de la señal quiero que sólo<br />

pienses en mí y de ahí en adelante, el sufrimiento por mi pérdida se<br />

esfumará y te darás cuenta de que tenemos un lugar especialmente<br />

apartado en el cielo; esto lo hace Dios a todos los que lo escuchamos<br />

y tú y yo lo hemos hecho. Logramos formar un solo corazón y así<br />

tenemos que seguir: no temas. Si Dios está con nosotros, ¿quién<br />

contra nosotros? Yo te esperaré en el lugar que Dios nos designará”.<br />

<strong>La</strong>s personas que cargaban el ataúd, ajenas a lo que pasaba,<br />

siguieron su camino. <strong>La</strong>ura jalaba suavemente a la señora Elsa, que<br />

se quedó parada con la mirada perdida; en eso llegaron Marcos y<br />

550


Paquita, con el animalito casi a medio morir. Marcos en voz baja<br />

le explicaba a su esposa lo ocurrido, pero no se percató de que la<br />

señora en silencio miraba al palomito. Era un palomito gris, parecía<br />

muy joven. —Tal vez está aprendiendo a volar —dijo Marcos— y<br />

de seguro se cansó y cayó pesadamente, casi matándose, pero<br />

parece que se salvará, Paquita se encargará de eso—. <strong>La</strong>ura, no muy<br />

convencida, sólo lo escuchó sin hacer ningún comentario.<br />

Mientras caminaban, <strong>La</strong>ura ya no sintió que cargaba a la<br />

señora Elsita, pues ya se había controlado un poco, por lo que sintió<br />

que su brazo descansaba; le dirigió una mirada de reojo y se dio<br />

cuenta de que sus ojos ya no estaban húmedos y en su rostro se<br />

dibujaba una mueca de alegría o de convencimiento, o tal vez era<br />

el producto que deja un buen recuerdo. En un par de minutos, los<br />

que iban al frente se detuvieron y empezaron a acomodar el ataúd<br />

en el lugar correspondiente, dejando abierta la tapa que cubre el<br />

pecho. En ese momento todos empezaron a ubicarse alrededor del<br />

lugar donde serían sepultados los restos de un gran hombre, del<br />

que nadie sabía la verdadera causa de su muerte, que sin deberla<br />

ni temerla sufrió la última maldición del hechizo de la <strong>vieja</strong> banca.<br />

<strong>La</strong>s mismas personas encargadas de organizar el cortejo se<br />

dieron a la tarea de dejar un espacio despejado para los familiares<br />

más cercanos. Uno a uno fueron acomodándose, tratando de<br />

reservar un lugar para la esposa de don Chuy, que calladamente<br />

llegó hasta el ataúd, el cual fue ubicado para la última despedida<br />

y ahí, después de unos segundos de fijar su mirada en el rostro de<br />

su gran amor, recordó las ultimas palabras que su esposo le dijera<br />

aquel día, que sin saber se estaba despidiendo, las cuales fueron: —<br />

No temas, esto no es el final —y ella sonrió pensando en voz alta,<br />

concentrada en lo más profundo con su esposo, diciendo para él:<br />

—Tenías razón, mi amor, no será el final, ahora lo sé —y sonrió un<br />

poco al tiempo en que sus ojos brillaron de alegría.<br />

Gilberto Jiménez pidió al público su atención, y con su<br />

especial estilo de declamar pronunció unas palabras de despedida<br />

para don Jesús Arriaga y familiares; su conmovedor discurso hizo<br />

llorar a los presentes. Por el otro lado, del extremo opuesto a donde<br />

se encontraba Gilberto, José continuó con la segunda parte de la<br />

despedida y pasó lo mismo: las personas que habían llorado lo<br />

hicieron nuevamente y los que no lo habían hecho, en ese momento,<br />

551


sin poderlo evitar, conmovidos por las sinceras palabras que se<br />

dirigen al amigo caído, los hicieron llorar. <strong>La</strong> esposa de don<br />

Chuy siguió en el mismo lugar, a un lado del ataúd, mirando<br />

por última vez a su esposo. Unas perezosas lágrimas adornaron<br />

sus lindos ojos; alzó la cara y brazos al cielo, como queriendo<br />

alcanzar hasta el infinito, y de repente cayó de rodillas. Marcos<br />

corrió en su auxilio y apenas la tocó para levantarla cuando ella le<br />

pidió que la dejara estar ahí por unos minutos. Marcos accedió:<br />

solamente se retiró un poco. Llegó <strong>La</strong>ura para acompañarlo y<br />

preguntarle acerca de lo que pasó.<br />

Elsita no se dio cuenta de cómo fue que se acercaron los músicos<br />

hasta ella y acompañándose con sus instrumentos entonaron la bella<br />

canción titulada: “Melodía desencadenada“. Al percibir las primeras<br />

notas ella levantó el rostro sorprendida, porque esa canción le había<br />

prometido a su esposo que se la tocaría con un buen grupo el día de<br />

su muerte, pero se preguntaba cómo fue que el grupo musical se dio<br />

cuenta de que él deseaba esa canción, y lloró un poco por el recuerdo<br />

pero ya no era de dolor, ya no le dolía el corazón por la pérdida de<br />

su amado: lloró de emoción al saber que alguien había ayudado a su<br />

esposo a cumplir lo que había prometido y que sin duda, a ella se le<br />

había olvidado ese gran detalle.<br />

Al terminar la canción, los músicos se alejaron del lugar;<br />

el líder del grupo fue pagado por <strong>La</strong>lo, el gerente general de las<br />

empresas de Marcos, que por petición de su patrón los había<br />

contratado. En vida don Jesús se lo había pedido en secreto a su<br />

sirvienta y ésta lo había confesado a los recién casados, y ellos, muy<br />

contentos complacieron el gusto de un gran amigo.<br />

En seguida los encargados del sepulcro hicieron lo de<br />

siempre: terminar su trabajo fuera quien fuera; ellos tenían que<br />

cumplir su encomienda. Uno de ellos habló en voz alta para todos<br />

los presentes, su actitud parecía no muy agradable y dijo que sólo<br />

quedaba un minuto para llevar a cabo la inhumación y que los que<br />

desearan verlo por última vez, pasaran en fila, y volvió a repetir:<br />

¡Sólo un minuto! Varias personas siguieron la disposición del<br />

sepulturero, pero como eran bastantes, éste se tuvo que resignar y<br />

soportar la demora. Transcurrieron varios minutos mientras los<br />

presentes echaron el puño de tierra al ataúd, cumpliendo así con un<br />

552


ito y una tradición que se ha venido siguiendo por siglos en varios<br />

países. Cuando fue concluida la tarea del sepelio, todos los presentes<br />

se empezaron a retirar; algunos se acercaron para despedirse de la<br />

familia Arriaga, gesto que éstos agradecieron.<br />

Todo se volvió nuevamente tristeza y desolación para la bella<br />

esposa de don Chuy. Se empezó a imaginar el solitario futuro que<br />

le esperaba de ahí en adelante; algo en el interior de su pecho se<br />

le desintegraba, se comprimió su alma y sus sentimientos desde<br />

ese momento en adelante, estaban quebrados; nada ni nadie<br />

podría repararlos, sólo Dios, Él sí; Él es fuerte y poderoso y ella<br />

lo único que pidió en voz alta, por lo que los amigos y familiares<br />

más cercanos fueron testigos de ello: “Lo único que le pido a Dios<br />

es que me permita reunirme con él en donde quiera que esté”, y<br />

tranquilamente pidió a los que la acompañaban, abandonar el<br />

panteón en ese mismo instante. Los recién casados se volvieron a<br />

acomodar, uno a cada lado de ella, para llevarla a su casa. Los hijos<br />

de don Chuy se despidieron de ella muy amables y saludaron a los<br />

que los rodeaban. Ellos estaban un poco distanciados de don Chuy,<br />

pero lo adoraban. Carlos pidió a los demás que lo acompañaran<br />

a abordar el autobús que habían alquilado y regresar al lugar en<br />

donde todos tenían sus vehículos.<br />

Nadie de los presentes había reparado en Paquita, que<br />

afanosamente trataba de reanimar al palomito que había caído<br />

sobre el ataúd de don Chuy. Marcos al verla pidió a su esposa y<br />

a Elsita que esperaran un momento, y fue a donde Paquita seguía<br />

sentada con el animalito indefenso. Le pidió que lo dejara en un<br />

lugar en donde estuviera a salvo y que se regresara con ellos a casa<br />

de Elsita, ahí se reunirían todos sus amigos para acompañarla por<br />

unas horas. Paquita le suplicó que se lo dejara, que le prometía que<br />

en cuanto se curara lo dejaría libre para que volara en busca de su<br />

familia. Marcos la miró y su mirada de amor lo convenció. Paquita<br />

adoraba a los animalitos y más a los indefensos, los curaba como<br />

a ella le era posible y después los llevaba a un lugar en donde se<br />

encontraban varios de la misma clase.<br />

Todos los amigos y familiares que acompañaban a la<br />

familia de don Chuy, salieron del panteón, sólo quedaron los<br />

encargados, ignorando lo sucedido.<br />

553


En menos de una hora se empezaron a reunir en casa de los<br />

Arriaga, en donde dio comienzo el novenario. Después de terminar<br />

los rezos se inició una amena charla entre todos ellos, y ahí fue en<br />

donde la joven sirvienta reveló la última conversación tenida con<br />

don Chuy, que ya no era un secreto: ella cumplió con el último deseo<br />

y ahora se sentía aliviada. Elsita se dio cuenta de varias cosas que<br />

don Chuy dejó encargadas para el día de su muerte y se preguntaba<br />

si ¿él sabría que se iba a morir? Pues no, la verdad no sabía que se<br />

iba a morir tan pronto, pues le estaban controlando una pequeña<br />

molestia nada grave. El único que sabía la causa de su muerte era<br />

el brujo, el amigo de Marcos, pero que sólo a Marcos revelaría en<br />

su debido momento. <strong>La</strong> charla estaba en su apogeo, se hablaba de<br />

todas las hazañas que habían tenido junto con don Chuy, algo que<br />

les hizo comentar lo que recordaban del gran amigo.<br />

Mientras ellos seguían con su plática, la sirvienta preparó una<br />

rica cena, por lo que todos fueron llamados a la cocina para saborear<br />

un rico platillo duranguense. Los amigos de los Arriaga, que en ese<br />

momento sumaban más de veinte, disfrutaron del platillo sin dejar<br />

el tema que ya se había hecho divertido.<br />

Paquita fue de las que cenaron al último, acompañada por la<br />

muchacha de servicio, la mamá de <strong>La</strong>ura y la esposa de Carlos, que<br />

afanosamente ayudaron a la joven a servir la mesa. Ellas hicieron<br />

sus propios comentarios, y ahí volvió a relucir el tema de la <strong>vieja</strong><br />

banca, pero no llegó a mucho porque nadie de los que ahí estaban<br />

sabía lo que Marcos y Carlos; sólo se limitaron a hacer unos cuantos<br />

comentarios que Paquita, también emocionada por el misterio que<br />

encerraba el tema, relató de las veces que escuchó ruidos, voces<br />

y hasta alaridos dentro de la casona; claro que las señoras sólo se<br />

limitaron a escuchar, sin hacer un solo comentario.<br />

Aproximadamente dos horas después de la cena, todos<br />

se empezaron a retirar. Los recién casados y la señora ahora<br />

viuda de Arriaga acompañaron hasta la puerta a los asistentes,<br />

agradeciéndoles por su visita.<br />

<strong>La</strong> maestra, doña Carmen, Elena, Paquita y Carlos se retiraban<br />

después de todos, y antes de salir, Paquita se acordó de su palomito y<br />

pidió que la esperaran, que iría por él. <strong>La</strong> muchacha de servicio aún<br />

estaba terminando de limpiar la cocina, cuando escuchó a Paquita,<br />

554


que le preguntaba si ella había dejado ir a su palomito, por lo que<br />

ella fue a su encuentro para negarlo, pero se ofreció para ayudarla a<br />

buscar por todos los rincones de la residencia de don Chuy, pero no<br />

pudieron encontrarlo. <strong>La</strong> maestra, ya entumida, le pedía a Paquita<br />

que se olvidara ya de andar buscando, que seguramente el animalito<br />

se sintió aliviado y se fue en busca de su casa; al fin, por petición<br />

de todos ella se convenció y accedió a retirarse. Se despidieron de<br />

Elsita y de los recién casados, que se quedarían para acompañar a la<br />

señora; eso sería por poco tiempo porque ella misma les sugirió que<br />

se fueran a realizar su sueño de estar ya juntos como marido y mujer,<br />

que se fueran a gozar de su luna de miel, que ya había pasado todo y<br />

que estaba muy agradecida con ellos por haber estado a su lado en<br />

aquellos momentos dolorosos y muy apenada porque tuvieron que<br />

cancelar su viaje a Cancún, Acapulco y a Puerto Peñasco.<br />

555


<strong>La</strong> despedida y el frío<br />

de la soledad<br />

Los novios, muy serios escuchaban a la voz de la experiencia y<br />

empezaron a recapacitar y darse cuenta de que Elsita tenía razón:<br />

ellos cumplieron con acompañarla al sepelio de su esposo y no<br />

tenían por qué esperarse a que se cumpliera el novenario para<br />

irse de viaje. Les dio como ejemplo a los hijos y otros familiares<br />

de don Chuy, que solamente estuvieron en el sepelio, y los que<br />

venían de fuera se regresaron a sus casas para seguir con sus<br />

actividades habituales, y recalcó:<br />

—Lo entiendo perfectamente, nadie tiene que estar<br />

esclavizado a nada, y cuando se trata de divertirse, a divertirse.<br />

Así que, muchachitos, vayan preparando las maletas, porque<br />

esta noche los llevo al aeropuerto—. Los tomó de sus hombros,<br />

presionándolos mientras les hablaba:<br />

—Veo que se aman y que siempre se habían esperado<br />

para el día de la boda y pues adelante, yo les aseguro que si Jesús<br />

estuviera aquí, ya los habría animado igualmente que yo—. Sonrió<br />

pícaramente y de sus ojos se escapó la chispita húmeda de una<br />

lágrima. Ella conocía muy bien a su esposo y sabía decidir por él.<br />

—Arréglense muchachitos, vayan a una de las recámaras<br />

y pónganse de acuerdo; yo mientras voy a darme un buen baño<br />

y cambiarme de ropa—. De pronto sus ojos se ensombrecieron<br />

nuevamente y se fue decidida a su recámara.<br />

Los enamorados recién casados se tomaron de la mano y<br />

nadie supo quién jaló a quién, pues de pronto ya se encontraban en<br />

557


una de las recámaras: era en la que <strong>La</strong>ura había dormido y en donde<br />

tenía su maleta; se miraron y se abrazaron como atraídos por un<br />

imán, luego frotaron sus rostros uno con el otro hasta encontrarse<br />

con sus labios, para besarse con una pasión desconocida.<br />

Rápidamente el calor subió su temperatura, cuando sus cuerpos<br />

bien pegados empezaron a hacer pequeñas fricciones; las caricias<br />

fueron en aumento, sabían que se necesitaban y que ya no podían<br />

vivir alejados uno del otro ni un minuto más. Ella habló muy suave<br />

junto al oído de su esposo:<br />

—Vámonos, vámonos de aquí, a donde sea, pero ya vámonos.<br />

Su esposo trató de hablar pero no pudo, sólo se escuchó un<br />

murmullo sofocado por las fuertes y excitadas respiraciones. Le<br />

sonrió y con movimientos de cabeza dijo que sí; se abrazaron y<br />

permanecieron unidos por unos segundos y cuando él se recuperó,<br />

fue quien marcó la pauta para preparar las maletas.<br />

Rápidamente se dirigió a su recámara, donde él tenía su<br />

maleta ya lista, solamente había dejado afuera su traje de bodas<br />

y un cambio de ropa, lo demás ya estaba preparado. Salió en<br />

seguida y con ligeros golpes tocó a la puerta de la recámara de<br />

su amada, quien también se encontraba atareada guardando<br />

zapatos y la ropa que había dejado colgada en el closet. En<br />

menos de media hora ya estaban listos, esperando a la esposa de<br />

don Chuy, que de seguro no tardaba.<br />

Muy puntual salió la muy bien conservada joven viuda de<br />

Arriaga; su cuerpo lucía joven y la ropa entallada lo confirmaba;<br />

usaba en su cuerpo un perfume suave y delicado, que se podía<br />

oler a corta distancia: era toda una señora, y a pesar de que había<br />

llorado bastante, sus ojos y su rostro no se veían maltratados.<br />

Les regaló la mejor de sus sonrisas y convencida por la forma en<br />

que los miró, de seguro habían decidido lo que ella les propuso.<br />

Satisfecha, con todo su amor los felicitó y los abrazó con tanto<br />

cariño como si fuera el día de la boda.<br />

—Perdónenme que no lo había hecho, todo pasó tan de<br />

repente, pero... bueno, jovencitos: prepárense porque nos vamos.<br />

Déjenme le hablo a la sirvienta para que me acompañe; mientras,<br />

salgan por este lado del garaje. Gracias a Carlos que me trajo el<br />

carro que había olvidado en el estacionamiento de la iglesia.<br />

558


Los novios caminaron rápidamente a donde la señora les<br />

indicó, emocionados como si de verdad hubieran salido en ese<br />

momento de la iglesia. Se dirigieron al aeropuerto inmediatamente;<br />

no habían hecho reservaciones pero las amistades de Elsita<br />

intervinieron para que en el vuelo que estaba destinado a la ciudad<br />

de México se asignaran dos lugares especiales. Se despidieron hasta<br />

donde la entrada era permitida a los visitantes, la señora les dio su<br />

bendición, oró por ellos y les deseó lo mejor del mundo.<br />

Entre los abrazos, ella aprovechó para decirles un secreto a<br />

cada uno, que con dificultad pudieron escuchar: era secreto, así que<br />

entendieron el porqué de tan bajita la voz. Les dijo suavemente:<br />

—Ahora es tu esposo y como tal ámalo, cuídalo y respétalo.<br />

Vivan el día como si fuera el último, y traten de estar siempre juntos<br />

y felices en donde quiera que estén.<br />

Para Marcos fue un poco más privada y sólo se alcanzó a<br />

escuchar que decía: —Ella es tan buena, te ama tanto que ni tú mismo<br />

alcanzarías a comprender. Cuídala, ámala y respétala por siempre. Tú<br />

y ella son la pareja ideal que no había conocido por muchos años.<br />

Ahora es el día que salen a la vida como hombre y mujer, como<br />

esposo y esposa. Compartan todos los momentos de su vida y verán<br />

la felicidad cada mañana y durante el día, por toda la vida.<br />

Los tomó de la mano y haciendo pucheros les dijo:<br />

—¡Cuídense!—. Le brotaron unas pequeñas lágrimas y sus ojos<br />

brillaron de emoción. —Sean felices y tengan muchos hijos.<br />

Ellos, sonriendo agradecieron tan nobles consejos,<br />

prometiéndole seguirlos, y así fue como se despidieron de la linda<br />

esposa de don Chuy, a la que amó hasta el último día de su vida;<br />

amor que ella correspondió.<br />

Los recién casados se abrazaron, dieron media vuelta y se<br />

alejaron sonrientes. Ella y la sirvienta se quedaron esperando hasta<br />

verlos subir la escalinata del avión, y antes de entrar en la nave<br />

levantaron su mano hacia el edificio, estando seguros de que en<br />

algún lugar detrás de las obscuras ventanas, Elsita esperaba hasta<br />

ver despegar el avión.<br />

Elsita fue tomada de brazo por su fiel sirvienta, quien conocía<br />

muy bien a la señora y sabía que en ese momento necesitaba<br />

ayuda. Caminaron lentamente hasta llegar al coche y se<br />

regresaron a casa en silencio.<br />

559


Abrió la puerta de su garaje con el control remoto y en unos<br />

minutos ya estaban dentro de la casa. Elsita agradeció a su sirvienta<br />

y se dispusieron para ir a dormir. <strong>La</strong> sirvienta, muy atenta, le invitó<br />

un té calientito y prometió llevárselo a su habitación; la señora<br />

aceptó agradeciendo el noble gesto y se dirigió a su recámara; una<br />

vez dentro de su habitación, sintió frío: era el frío de la soledad y la<br />

ausencia. Después de dejar su bolsa de mano en uno de los burós<br />

de su cama, se dio a la tarea de recorrer las pesadas cortinas de<br />

las dos enormes ventanas y de la puerta corrediza que daba hacia<br />

el patio, pues se habían quedado abiertas durante el día y esa era<br />

posiblemente la causa por la que se mantenía frío su cuarto.<br />

En eso estaba cuando se paró enfrente de la puerta corrediza<br />

de doble hoja: miró hacia afuera tratando de recordar a su amado<br />

y de pronto vio parado sobre la mesa del patio, al palomito que<br />

Paquita había curado. Al principio se asustó cuando lo descubrió,<br />

pero después el susto fue desapareciendo poco a poco y en su cara<br />

se apreció una sonrisa; se escucharon unos suaves toquidos en la<br />

puerta: era su sirvienta, que le traía el té; ella la hizo pasar, le dio<br />

las gracias y le comentó del animalito que estaba parado sobre la<br />

mesa del patio. <strong>La</strong> sirvienta, conmovida, se acercó a la puerta para<br />

verlo y efectivamente: ahí se encontraba el indefenso animalito,<br />

moviendo su cuello y su cabeza en repetidas ocasiones, mirando<br />

nerviosamente para el lado de la puerta. Al verse descubierto se<br />

puso en posición de alerta, ante lo cual la señora le pidió que le<br />

llevara algo de comida y se la dejara sobre la mesa, agregando:<br />

—Pobrecito, ha de tener hambre y no puede volar porque<br />

todavía está débil, o tal vez tiene algún hueso roto; llévale la comida<br />

y si al verte se va, déjalo: estoy segura de que regresará. Tal parece<br />

que él también perdió a su familia.<br />

<strong>La</strong> muchacha, obedeciendo a su patrona se alejó a la cocina,<br />

le llevaría algo de maíz enlatado y algunas galletas. <strong>La</strong> señora se<br />

puso su pijama y después de tomarse el té caliente que su sirvienta<br />

le había preparado, el cual le cayó muy bien, se metió en sus cobijas,<br />

rezó la oración de todas las noches y se dispuso a dormir.<br />

<strong>La</strong> joven, al salir con la comida, ya no encontró al palomito,<br />

se había ido; de todas maneras, siguiendo la orden de su patrona<br />

dejó la comida sobre la mesa y se fue a dormir.<br />

560


<strong>La</strong>s horas transcurrieron lentas y ya de madrugada se<br />

escucharon unos ligeros golpecillos en la puerta. <strong>La</strong> señora despertó<br />

y aguzó el oído: efectivamente, estaban tocando a la puerta de su<br />

habitación. Al principio pensó que era su ama de llaves, pero al<br />

volver a escuchar los pequeños toquidos, se dio cuenta de que no<br />

eran en la puerta principal de su habitación, eran en la puerta que<br />

daba al patio. Se alarmó, tomó inmediatamente el reloj y miró la<br />

hora: eran exactamente las dos de la mañana con quince minutos.<br />

Lentamente, con la respiración detenida, se acercó a un lado de la<br />

puerta y recorrió un poco la cortina: miró hacia afuera con temor,<br />

su corazón latía cada vez más fuerte. No miró nada y eso la empezó<br />

a calmar; dio un vistazo por todos los rincones del hermoso patio,<br />

que lucía un verde pasto y una variedad de árboles frutales muy<br />

bien cuidados, y tampoco miró nada anormal. Ya convencida de<br />

que tal vez estaba soñando, cerró la puerta pero al ver hacia abajo<br />

no pudo evitar un grito que sofocó con sus manos: había soltado<br />

las cortinas y el movimiento brusco de éstas asustó al palomito, que<br />

inocentemente picoteaba una de las hojas de vidrio de aquel portal.<br />

Una vez repuesta del susto, la nerviosa mujer volvió a recorrer<br />

lentamente las cortinas y esta vez ya no miró nada: el palomito se<br />

había ido asustado, voló y se paró en el techo. Luego de cerciorarse<br />

de que no había nada en ningún lado cerca de la puerta, miró<br />

interrogativamente sobre la mesa del patio y ahí estaba un plato<br />

pero sin comida, lo cual quería decir que sí se había ingerido la<br />

comida que su sirvienta le había dado.<br />

Suspiró muy hondo al recordar que su esposo un día le dijo<br />

que si él moría primero, iba a regresar del más allá movido por<br />

el amor, y que noche a noche la cuidaría hasta que sus almas se<br />

unieran en el mismo lugar. Rió para sus adentros agradeciendo<br />

el noble gesto de su esposo, pero no creyó que pudiera regresar<br />

alguien después de muerto y dudando un poco, regresó a su cama.<br />

El sol hermoso del nuevo día daba sus primeros rayos de luz,<br />

débiles pero que iban aumentando su intensidad a cada segundo,<br />

alcanzando su luz <strong>blanca</strong> y clara a toda la región duranguense en<br />

ese frío mes de febrero. <strong>La</strong> habitación de la señora de Arriaga se<br />

iluminó, dando vida y felicidad a todas las cosas. Despertó y lo<br />

561


primero que extrañó fue a su esposo; se levantó, hizo su oración<br />

de la mañana y pidió por el eterno descanso de su esposo; después,<br />

algo la hizo ir a ver por la puerta corrediza para el patio y ahí,<br />

nuevamente sobre la mesa estaba el animalito; ella sonrió y sin dejar<br />

de mirarlo abrió la puerta y de pronto, como por arte de magia el<br />

palomito voló hacia ella. <strong>La</strong> señora asustada cerró rápidamente la<br />

puerta y el palomito se paró a un lado, exactamente en donde lo<br />

había mirado la noche anterior, mejor dicho, la madrugada de ese<br />

día. El animalito inocentemente dio tres picotazos al vidrio y se fue<br />

nuevamente a parar sobre la mesa. Ella lo volvió a mirar y sonrió.<br />

Se olvidó del incidente y siguió con sus actividades diarias. Por<br />

la noche pasó lo mismo y en la madrugada también; lo siguieron<br />

alimentando durante varios días y el noble palomito se quedó a<br />

vivir en casa de los Arriaga.<br />

562


<strong>La</strong> luna de miel<br />

Mientras tanto, en la ciudad de México los recién casados<br />

trasbordaron para luego tomar el vuelo directo a Cancún.<br />

Durante el trayecto, <strong>La</strong>ura se despidió por teléfono de sus papás<br />

y luego comunicó a su esposo, y también por parte de ellos<br />

recibió bendiciones y deseos de buena suerte.<br />

Luego hablaron con la maestra, con la mamá de Carlos y con<br />

Paquita, quienes también les desearon lo mejor de la vida; a Paquita<br />

le prometieron que después, en el siguiente viaje iría con ellos. Al<br />

interior del avión se escuchó la voz del capitán recomendando<br />

guardar los teléfonos y que se prepararan para el aterrizaje. Llegando<br />

al aeropuerto, en unos minutos abordaron un taxi que los condujo al<br />

hotel deseado; durante el trayecto <strong>La</strong>ura se notaba nerviosa, su rostro<br />

le había cambiado varias veces de color, se miraba más hermosa que<br />

nunca; su esposo la acariciaba y ella se regocijaba.<br />

Llegando al hotel y no esperaron más: se fueron inmediatamente<br />

a la suite que Marcos había alquilado por dos semanas. Sin tiempo<br />

que perder, Marcos la tomó en sus fuertes brazos y la cargó hasta la<br />

habitación para recién casados, pasó la tarjeta como pudo, la puerta<br />

se abrió y la cerró con su pie. Llevó a su novia hasta la cama y se<br />

besaron con el mismo fuego viviente de una caldera. Ella dijo que<br />

se pondría cómoda y se dirigió al baño; en menos de un minuto lo<br />

llamó y lo invitó a tomar un regaderazo. Marcos corrió, ya sin ropa,<br />

luciendo sus fuertes músculos. Dentro de la regadera ella le mostró<br />

563


su escultural cuerpo, que latía por ser amado; su pelo medio<br />

húmedo caía suavemente sobre sus hombros y por el frente<br />

cubría cuidadosamente parte de sus salientes pechos; su rostro<br />

tenía otro semblante muy diferente: sus lindos ojos verde oliva<br />

parecían un poco obscuros, el color de sus mejillas era un rosa<br />

muy especial, su nariz bien formada parecía un poco respingada<br />

y sus labios gruesos invitaban a ser besados. Marcos recorrió<br />

su cuerpo con la mirada, sintiendo cada detalle: la parte de<br />

su estómago formaba la frente de un toro y después, con sus<br />

hermosas piernas bien torneadas cruzadas, cubría parte de su<br />

aparato reproductor, dándole un toque muy especial.<br />

Marcos suspiró, al mismo tiempo que cerró los ojos, después<br />

siguió con su exploración. Una vez que dirigió la vista hasta abajo,<br />

admirando cada parte de su cuerpo, ella suavemente se dio vuelta<br />

para mostrarle su cuello, rico para ser besado y su espalda frágil y<br />

bella, donde más abajo lucían unas pompis preciosas, muy bien<br />

formadas. Marcos ya estaba casi ebrio: la parte donde empiezan las<br />

piernas, de arriba hacia abajo, formaba un hermoso cuerpo escultural;<br />

ella le tomó las manos y se las puso en su cuello; se abrazaron, se<br />

juntaron suavemente y despacio sus cuerpos jugaron y se divirtieron,<br />

se besaron con loca pasión; el agua caliente se sentía fresca en sus<br />

cuerpos, que ardían de pasión por dentro.<br />

Él la tomó nuevamente en brazos y la llevó a la ancha cama,<br />

que sería una vez más mudo testigo de la entrega de otra pareja más<br />

de recién casados. Ella se le escabulló de entre los fuertes brazos y le<br />

dijo: “Olvidamos algo muy importante”, y regresó al baño. Marcos<br />

no comprendió, se quedó sentado en el borde de la cama. Instantes<br />

después salió la joven muchacha envuelta en una toalla, dejando lucir<br />

sus hermosas piernas bien torneadas y le llevó a él ropa interior y<br />

una camiseta; él seguía sin entender. Ella se regresó y en un par de<br />

minutos, que a Marcos se le hicieron una eternidad, salió una linda<br />

mujer vestida de novia. Marcos, sorprendido, brincó de la cama y fue<br />

a su encuentro. Lucía más bella que el día de su boda, sus ojos fijos<br />

en él se llenaron de amor y haciendo a un lado el velo que cubría su<br />

rostro, para dejar ver a la mujer más hermosa que Marcos había visto<br />

en su vida. Su sonrisa y su mirada lo aniquilaron, ya no pudo más: la<br />

tomó en sus brazos y se besaron con loca pasión. Ella le dijo al oído,<br />

con voz jadeante y excitada:<br />

564


—Hazme tuya, tuya. Aquí estoy para entregarte lo que guardé<br />

para ti especialmente para esta noche.<br />

Él le correspondió con un beso lleno de fuego y le respondió<br />

que él sería para ella, sólo para ella. Así, los cuerpos de los jóvenes en<br />

unos cuantos minutos estaban completamente desnudos, pidiendo<br />

ser amados. <strong>La</strong> acarició por todo su cuerpo, haciendo vibrar cada<br />

parte de su ser, hasta casi perder la razón. Ella se entregó con un<br />

amor al rojo vivo, que consumaron con movimientos y gritos de<br />

emoción, confundiéndose con gritos de dolor y felicidad. Una y otra<br />

vez repitieron la misma escena, quedando mojados sus cuerpos por<br />

el jugo del amor.<br />

El ambiente en toda la habitación se perfumó de sexualidad, y<br />

embriagados de pasión siguieron todo el día encerrados en su lecho<br />

de amor. <strong>La</strong> entrega se fue hasta la cima del cielo, haciendo vibrar<br />

una y otra vez sus cuerpos. Deseosos de saciar su sed de amor, se<br />

lastimaron varias veces pero no pararon de sentirse en la gloria,<br />

en el punto cero, en donde se paraliza el corazón por una fracción<br />

de segundos, en donde se mira de colores, en donde los nervios se<br />

estiran a lo máximo, en donde la sangre fluye a toda su velocidad,<br />

tratando de sofocar nuestros corazones; donde el fluir de la sangre<br />

hace temblar al propio corazón, hasta sentir alcanzar el último rincón<br />

de la piel, hasta llegar al reposo después de una gran tempestad,<br />

donde la temperatura corporal llega a su máxima expresión. Todo<br />

esto y más que no se puede describir, son los dulces placeres de la<br />

entrega. Aplaudamos al amor y a esta pareja, que locamente se amará<br />

por el resto de sus días. Varios suspiros, acompañados por voces y<br />

lamentos, siguieron escuchándose en toda la habitación hasta muy<br />

tarde del día siguiente.<br />

En un momento de receso, los dos recién casados decidieron<br />

comer algo y pidieron comida por teléfono al restaurante del hotel. El<br />

hotelero aprovechó la ocasión para hacerles una invitación al centro<br />

nocturno, que se estrenaba precisamente esa noche. Marcos, después<br />

de hacer el pedido de la comida deseada y agradecer por la invitación,<br />

comentó a su novia la noticia y ella encantada aceptó ir a bailar.<br />

Bailaron por unas cuantas horas y luego regresaron a su nido de<br />

amor. Repitieron las escenas de la noche anterior, procurando fueran<br />

mejores. No había duda: estaban a la medida el uno para el otro. Así,<br />

de esa bonita forma se pasaron su luna de miel en Cancún. Luego de<br />

565


divertirse en la playa y en la ciudad, reservaron en el vuelo para<br />

Acapulco y después de otros hermosos y divertidos quince días,<br />

volaron con destino a Puerto Peñasco, y al cabo de una bonita<br />

y completa luna de miel, regresaron a la ciudad de Durango,<br />

en donde los recibieron en casa de los papás de <strong>La</strong>ura con una<br />

deliciosa cena, a la que asistieron varios invitados, los cuales los<br />

recibieron con mucho gusto. Después de la cena algunas parejas<br />

bailaron, otros sólo disfrutaron su bebida favorita, y para los<br />

chiquitines habían comprado unas piñatas. Todos se divirtieron<br />

y pasaron una velada muy agradable. Al retirarse, sólo quedaron<br />

los recién casados y los papás de la novia, que les volvieron a dar<br />

su bendición y les desearon mucha suerte.<br />

Marcos y <strong>La</strong>ura se despidieron de sus papás para irse a vivir<br />

su vida dentro del matrimonio, que es totalmente diferente a la vida<br />

del noviazgo. Ya en casa de Marcos se pasaron casi toda la noche<br />

acomodando los muebles y demás cosas al gusto de la nueva esposa;<br />

ya muy tarde se fueron a dormir y después de amarse por un par de<br />

horas, se quedaron dormidos.<br />

566


<strong>La</strong> autoaniquilación<br />

del brujo<br />

Un poco antes de amanecer, a Marcos le pareció haber escuchado<br />

entre sueños una voz que lo llamaba por su nombre. Siguió<br />

durmiendo, ignoraba lo que pudiera ser, pero al fin despertó,<br />

porque la voz era muy intensa y parecía que estaba a su lado. Al<br />

escuchar nuevamente su nombre ya casi estaba despierto y brincó<br />

de la cama, quedando sentado en el borde. Aguzó sus oídos y<br />

efectivamente, no era un sueño como había pensado al principio:<br />

era la voz inconfundible del brujo. Su cabeza le empezó a doler<br />

poco a poco, hasta sentir un dolor agudo en las sienes y volvió a<br />

escuchar su nombre aún más claro. Quiso hablar a su esposa pero<br />

no pudo; después trató de despertarla con algún ruido y no pudo<br />

moverse, sólo pudo quedarse tenso, esperando nuevamente la voz<br />

para ver si esta vez sí podía hacer algún movimiento, pero tampoco<br />

le fue posible, solamente podía hacer una cosa y eso era por una<br />

fuerza desconocida. Se aseó un poco, se vistió y salió dejando una<br />

nota a su esposa, en la que le prometía volver en un par de horas.<br />

Salió como sonámbulo, no escuchaba nada a su alrededor,<br />

sólo un zumbidito suave afuera de sus oídos. Se alejó en su poderosa<br />

camioneta y se dirigió a donde la misteriosa voz le ordenaba. Se<br />

estacionó a un lado de la casona cuando ya amanecía, los gallos<br />

daban sus primeros cantos. A Marcos no le importó en lo absoluto,<br />

iba a lo que iba y parecía que el camino estaba despejado. En menos<br />

de cinco minutos ya estaba dentro del sótano, el cual parecía más<br />

iluminado que en otras ocasiones. Se dirigió a la habitación del<br />

567


anciano y llamó a la puerta con tres suaves toquidos; la puerta se<br />

abrió y se escuchó una voz clara y muy aguda que lo invitaba a pasar.<br />

<strong>La</strong> obscuridad de la habitación poco a poco se fue aclarando,<br />

hasta que pudo ver a su amigo, el brujo, que parecía más destrozado.<br />

—Bien —dijo el anciano con voz firme. —Siéntate, que nos<br />

queda muy poco tiempo para conversar acerca de lo que te quedé<br />

de revelar. Tu amigo Chuy fue el último que murió por la maldición<br />

de la <strong>vieja</strong> banca, y no te lo había dicho porque las cosas no tenían<br />

que cambiar. Y es muy fácil de entender por qué él. Tú eras la última<br />

persona en decidir, más bien, a ti se te tenía que morir un familiar<br />

muy cercano, según la maldición, y antes de que quisieras a tu<br />

novia, que ahora es tu esposa, tú quisiste a Chuy, y los poderes que<br />

existían en la banca no especificaban de qué forma ibas a querer a la<br />

persona que tenía que morir; esta vez lo quisiste como a un amigo,<br />

como se debe querer a un amigo y eso le costó la vida.<br />

Marcos se estaba sintiendo culpable: —¿Por qué don Chuy?,<br />

¿por qué él?—, e inmediatamente el anciano le interrumpió: —No<br />

eres culpable de su muerte; ni tú ni yo, para que no te arrepientas de<br />

tu amistad con él. Tenía que morir y punto.<br />

Marcos, no muy convencido, le reclamó: —Pero a Paquita<br />

la conocí antes que a don Chuy y que a todos los que forman<br />

mi grupo de amigos.<br />

—Dos personas con el mismo poder no se pueden destruir—.<br />

De inmediato Marcos cuestionó: —¿Cómo? ¿Cómo está eso?<br />

—Bien, te dije que te revelaría todo a su debido tiempo: pues<br />

la niña tiene el mismo poder que tú y que la maestra; si no fuera así,<br />

Paquita ya habría muerto hace mucho tiempo, igual como su mamá<br />

y que su verdadera abuela; tú bien sabes a quién me refiero porque<br />

la maestra es su bisabuela y ella amó primero a su hija y después a<br />

su nieta, que se salvó de un aborto y la niña Paquita corrió la misma<br />

suerte, pero esta niña creció y un día que se dedicaba a limpiar su<br />

habitación se encontró el libro que inocentemente leyó y por esa<br />

razón ella quedó exenta de la maldición y podrá vivir el tiempo que<br />

desee. Tú leíste parte de ese libro y estás igual; y la maestra, sabiendo<br />

lo bueno y lo malo de leer el libro, lo leyó pero el abuelo le robó el<br />

poder de la magia, es por eso que ahora la ves <strong>vieja</strong>, manifestando<br />

su verdadera edad, igual que yo, pero ella sí morirá a su tiempo.<br />

568


—Quieres decir que Paquita y yo... —El anciano no lo<br />

dejó concluir la frase y le dijo que sí, que podían vivir el tiempo<br />

que desearan, que solamente podían parar y terminar con todo<br />

poniéndose de acuerdo para morir juntos, y ahí se terminaría la<br />

brujería de la <strong>vieja</strong> banca.<br />

—Paquita tiene las mismas cualidades que tú y ella estará de<br />

acuerdo contigo cuando quieran que todo esto termine. Pueden<br />

vivir una vida normal, pero verán a muchos de sus familiares morir<br />

y eso duele. Ustedes decidirán su tiempo de vida, pero vivirán<br />

siempre para hacer el bien. Ella tiene el libro y ya sabe del poder<br />

vibracional que éste contiene. ¿Recuerdas del viaje, cuando fuiste<br />

al extranjero y regresaste rejuvenecido? Pues así te quedarás por<br />

mucho tiempo, el tiempo que desees.<br />

—Pero —lo interrumpió Marcos, preocupado: —yo<br />

quiero envejecer normalmente, quiero envejecer junto con la<br />

gente que me rodea.<br />

.—Sí, sí puedes, pero esto lo tienes que practicar en el libro<br />

y con el aspecto físico que elijas puedes morir. Pero recuerda que<br />

tienen que estar de acuerdo tú y tu nieta.<br />

Marcos sintió que las palabras le retumbaron en su interior.<br />

—¿Por qué nosotros?<br />

—Tú fuiste elegido al mismo tiempo que la niña, y de esa<br />

manera inconscientemente estuvieron de acuerdo; además, ustedes<br />

cumplieron con los principales requisitos. Así es que pueden<br />

aprovechar una vida muy feliz con sus familiares que se van<br />

quedando. Ahora... —la voz del anciano se quebró y después de una<br />

pausa prosiguió un poco más tranquilo y decidido.<br />

Marcos aprovechó el momento y le preguntó: —¿Tienes<br />

buenos sentimientos? ¿Puedes querer a alguien?<br />

—Sí, los sentimientos se acaban junto con la persona; éstos<br />

te los llevas, aunque también los heredas. —Hizo una pausa y luego<br />

pidió: —Llévame al lugar que te indique, es la hora de acabar con<br />

una parte de lo que se tiene que acabar: mis poderes, todos mis<br />

poderes se aniquilarán en unos minutos.<br />

Marcos, desprevenido, le dijo que todavía no estaba listo para<br />

sacar todo lo que estaba enterrado en la habitación de la puerta<br />

secreta; serían muchas las cosas que tendría que desenterrar y eso<br />

569


le tomaría unas cuantas horas, pero el anciano le contestó que no<br />

temiera, que todo lo que tenía que llevarse el fuego ya estaba listo en<br />

la caldera, sólo él faltaba y para eso tendría que ser ayudado por él.<br />

Al escuchar esto, Marcos le cuestionó: —¿Entonces yo te<br />

aniquilaré?<br />

—No, sólo me ayudarás con mi consentimiento a ponerme<br />

encima de la caldera, que ya está lista; solamente tienes que jalar una<br />

de las palancas que yo te indicaré. Vamos, no hay tiempo qué perder.<br />

Marcos, decidido a obedecer al anciano, le preguntó que<br />

cómo debería de tomarlo y él le indicó que sólo levantara el tapete<br />

que usaba como asiento. Marcos obedeció y en cuanto levantó<br />

aquella cosa que parecía un pedazo de cuero de venado, el anciano<br />

lo abrazó con sus largos, huesudos y fríos brazos, que hizo que<br />

Marcos se estremeciera: no fue de miedo ni de temor, más bien<br />

sintió el gran poder de la fuerza de su vibra.<br />

El anciano se dio cuenta del detalle y le dijo: —¿Ves qué fácil<br />

es detectar la fuerza vibracional que fluye en nuestros cuerpos? Es<br />

una de las cosas que te han mantenido aquí en este lugar, no quiero<br />

ni pensar qué sería de otras personas.<br />

Marcos lo cargó como pudo hasta el cuarto indicado: abrió<br />

la puerta y se sintió un calor no común, era algo como vapor seco<br />

caliente y aromatizado.<br />

—No puedo ver, dijo Marcos, no puedo caminar, está<br />

muy obscuro.<br />

El anciano no contestó, sólo volteó su cabeza por encima<br />

de sus gastados hombros y dijo: —Yo creo que ya puedes ver—, y<br />

mágicamente el recién casado empezó a mirar en la obscuridad;<br />

se maravilló al contemplar cada cosa que había en aquel pequeño<br />

cuarto, pero no le dio miedo, sólo obedeció al anciano, sabía que<br />

la magia había vencido a la obscuridad y era por eso que estaba<br />

mirando en la más obscura, tal vez, de todas las habitaciones con<br />

las que contaba aquella casa.<br />

Dio unos pasos y ya estaba enfrente de aquel cuadro de<br />

ladrillo, que tenía una tapa de losa al centro y ésta tenía una sola<br />

agarradera. El anciano le indicó que levantara la tapa, lo depositara<br />

ahí y en seguida volviera a colocar la tapa en su lugar, asegurándose<br />

de que quedara muy bien ensamblada; que luego accionara una de<br />

570


las palancas que había por el lado derecho y después de esto, que<br />

saliera: ese sería el fin.<br />

Marcos suspiró y tomó al anciano con todo el cuidado que<br />

le fue posible; le miró por última vez: su mente limpia lo trasladó<br />

hasta lo más profundo de su alma y sintió compasión por aquel<br />

misterioso anciano, lleno de virtudes y cualidades, que a pesar de su<br />

horrible físico llegó a estimar y antes de seguir, le preguntó:<br />

—¿Cómo te llamas? Perdóname que nunca te pregunté antes.<br />

El brujo, sintiendo aquel gesto amoroso, lo miró a los<br />

ojos, le dio su mano fría y huesuda, que Marcos delicadamente<br />

presionó, y contestó:<br />

—Me llamo Rahamb. Recuerda: haz todo lo que te haga feliz y<br />

mantente alejado de las malas compañías; tu nueva conciencia te ha<br />

hecho mirar con los ojos del corazón, por eso nunca me rechazaste.<br />

El poder de tu mente te llevará exitosamente al frente de todo lo que<br />

te propongas. Ahora, que Dios te bendiga y vive tu vida con calma.<br />

Marcos se quedó mudo por unos instantes: no tenía palabras<br />

certeras para despedirse de aquel anciano, del que tanto aprendió;<br />

su rostro se ensombreció por unos instantes de tristeza y sólo pudo<br />

decir: —Que Dios te perdone y que descanses en paz.<br />

Marcos no supo cómo ni qué fue lo que pasó: se escuchó<br />

un fuerte sonido, la tapa se abrió y el anciano cayó sin poder ser<br />

salvado; la tapa se cerró automáticamente, no fue necesario que<br />

Marcos la acomodara, como le había encargado el anciano. Tal<br />

vez fue él mismo quien hizo esos exactos movimientos, que ni tan<br />

siquiera le dio tiempo al sorprendido acompañante de echar un<br />

vistazo para ver qué había dentro.<br />

A continuación y siguiendo al pie de la letra lo que se le<br />

encomendó, jaló una de las palancas, la derecha para ser exactos;<br />

luego, no quedando conforme o tal vez con el pendiente de que<br />

algo fuera a fallar, jaló las otras dos de las tres existentes. <strong>La</strong> puerta<br />

principal del pequeño cuartito se cerró, con una tremenda fuerza<br />

que asustó a Marcos, quien inmediatamente se lanzó sobre ella,<br />

queriéndola abrir por la fuerza. El calor rápidamente subió al doble<br />

su temperatura inicial; Marcos cayó de rodillas sangrándole y<br />

sintiendo que el aire no era suficiente en sus pulmones; por inercia<br />

o por alguien muy poderoso se dirigió a la puerta y jaló una de las<br />

571


palancas y la colocó en su lugar anterior sin que sucediera nada;<br />

con esfuerzo sobrehumano jaló la otra, que se encontraba en<br />

seguida y la puerta, que se había cerrado repentinamente se abrió<br />

con mayor potencia que cuando se cerró, y sin pensarlo dos veces,<br />

Marcos salió arrastrándose a toda velocidad. Apenas había salido<br />

completamente cuando la pesada puerta se volvió a cerrar de igual<br />

manera. Marcos, todavía tirado en el piso, no entendía el porqué de<br />

tan brusca despedida; volvió a recordar las indicaciones: el anciano<br />

sólo mencionó una de las palancas sin especificar cuál, tal vez las<br />

tres activaban el mismo dispositivo. En fin, lo que ahora contaba<br />

era que Marcos estaba bien y que el anciano, que le había legado<br />

mucha de su sabiduría, ya había culminado su existencia; tal vez en<br />

esos momentos estaba en camino al más allá.<br />

Un poco más controlado dio un pequeño paseo por todas<br />

las habitaciones, las que misteriosamente se encontraban vacías,<br />

no había señales de que estuvieran habitadas; recorrió algunos<br />

de los pasillos que dan a los túneles y también se encontraban<br />

clausurados; tocó cada una de las pesadas canteras, que acomodadas<br />

diestramente cancelaban las entradas a los pasillos secretos, que<br />

varias veces recorrió y que ahora sólo él y su amigo Carlos sabían<br />

de su existencia. En eso recordó lo que el anciano le encargó con<br />

mucho insistencia: cuidado de ir con las autoridades competentes<br />

y la cancelación de las otras entradas, y además, recordó que sería<br />

divertido, porque después de que los uniformados que trabajarían<br />

por varios días, jamás recordarían lo que hicieron.<br />

Por último, volvió a pasar por el pequeño cuartito donde<br />

estaba la caldera a todo lo que daba y todo parecía normal; nunca<br />

se atrevió a abrir la puerta ni a investigar a dónde colindaban las<br />

gruesas paredes. Sólo se quedó unos minutos pensando en lo que<br />

hubiera pasado si no hubiera logrado salir del cuartucho; recordó<br />

nuevamente las palabras del anciano, cuando dijo: —“Tú y Paquita<br />

vivirán el tiempo que quieran, con el físico que gusten”. Y caminó<br />

dejando esa incógnita en el aire.<br />

Salió de la casona y se dirigió a su camioneta, dejando muchos<br />

recuerdos que aún lo hacían vibrar. Lo pudo comprobar al cerrar el<br />

pesado portón: cuando se dio la vuelta, sus pelos se erizaron, paró y<br />

se miró los vellos de sus brazos y sonrió por el detalle.<br />

572


Seis años después<br />

Mes de julio: en los estacionamientos del bello parque, Marcos y<br />

su esposa trataban de bajar a sus tres hijos de la camioneta: Carla,<br />

la mayor, de cinco años; Chuyín, de tres, y Moly de uno, que<br />

afanosamente desabrochaban los cintos de seguridad para bajarse a<br />

toda velocidad y reservar un buen lugar para juguetear en las aguas<br />

de la fuente de niños, que ya a esa hora se empezaba a llenar. Carla<br />

amorosamente tomaba a su hermanita de la mano y la conducía tan<br />

rápido como ella; la pequeña caía y como que no caía, pero se miraba<br />

muy feliz. Chuyín siguió a sus hermanas para cuidarlas, hasta que sus<br />

papás llegaran. En fracción de segundos <strong>La</strong>ura ya estaba detrás de<br />

ellos: eran tremendos, por lo que sus papás tenían extremos cuidados.<br />

Marcos, sonriente, bajaba las cosas para la comida y de vez en cuando<br />

les echaba un vistazo por entre las ventanas de su camioneta.<br />

Los chiquitines se divertían mientras que Marcos cocinaba<br />

unos deliciosos hot dogs, que eran del gusto de sus tres hijos. <strong>La</strong>ura,<br />

muy enamorada y feliz, cuidaba a sus hijos que brincoteaban a todo<br />

lo largo del chapoteadero. En menos de una hora Marcos les llamó<br />

a comer: todos obedecieron al primer llamado. <strong>La</strong>ura cargaba a<br />

Moly, que ya daba sus primeros pasos y que ayudada por su traje<br />

de salvavidas ya hacía piruetas en el agua también. Después de<br />

la oración y bendición a los alimentos, la familia se miraba feliz<br />

disfrutando del buen sabor de los perros calientes estilo Durango.<br />

Marcos había llevado una pequeña grabadora y escuchaban<br />

cuentos para niños. Uno de los cuentos trataba de un brujo. Marcos,<br />

sin poderlo evitar recordó a su amigo y cabizbajo pensaba en eso<br />

573


cuando sintió una mano que le presionó el hombro y se estremeció,<br />

haciendo un pequeño gesto de miedo: era su esposa, que le animó<br />

diciendo: “Olvida el pasado, mi amor, recuerda hacer las cosas que<br />

nos traen felicidad”. El corpulento caballero estuvo de acuerdo y se<br />

preparó para ir con sus hijos al agua.<br />

Después de reposar un poco la comida, todos se dirigieron a<br />

divertirse. En el agua todo era felicidad y risas, pero en un pequeño<br />

descuido, más bien nadie supo cuánto tiempo pasó, Marcos alzó<br />

su mirada hacia algo que le llamó la atención y de un salto se puso<br />

de pie, al ver a su hija que muy tranquila estaba sentada en una de<br />

las bancas frente del chapoteadero. Su temor, o tal vez el trauma<br />

de la <strong>vieja</strong> banca lo descontroló y le gritó desesperadamente que se<br />

alejara de ahí. Todos los presentes, al escuchar el grito de Marcos se<br />

volvieron a ver qué pasaba. <strong>La</strong>ura, incrédula miraba a su hija, que en<br />

unos instantes había estado con ella; tiró de los brazos de cada uno<br />

de sus hijos para asegurarse de que estuvieran con ella, hasta que su<br />

esposo regresara de traer a Carla. Marcos, esquivando a los demás<br />

niños que inocentemente seguían jugando, ignorando los gritos de<br />

aquel irritado señor, rápidamente llegó hasta la pequeña, quien dijo<br />

que solamente quería descansar y que esa banca se miraba muy<br />

cómoda. Marcos la abrazó fuertemente contra su pecho. Amándola<br />

más que nunca y sintiendo que la sangre le hervía, le dijo:<br />

—No quiero que nadie te haga daño, mi amor. Ven, vamos con<br />

tu mamá. No pasa nada, sólo que no te miré en el agua y me asusté.<br />

<strong>La</strong> niña no reclamó ni hizo ningún comentario. Marcos llegó<br />

hasta donde estaban su esposa y sus otros dos hijos y los abrazó,<br />

estaba nervioso; <strong>La</strong>ura también pero lo animó nuevamente.<br />

Ya no se divirtieron igual después del incidente. Marcos se<br />

miraba desconfiado y a cada rato volteaba a sus alrededores, como<br />

si se estuviera cuidando de alguien o de algo; no podía controlarse:<br />

esta vez se trataba de su familia, de sus hijos; no era lo mismo,<br />

el sentimiento estaba directo, no había salidas. Él había estado<br />

en todos los sucesos de la <strong>vieja</strong> banca y ahora temía que se fuera<br />

a repetir la historia, pero al ver la inocencia de sus hijos, que lo<br />

invitaban a jugar, optó por retirar todos sus miedos y le entró al<br />

juego del tiburón.<br />

Pasaron varias horas y antes de meterse el sol empezaron a<br />

recoger las cosas para retirarse. De igual manera que como llegaron,<br />

574


se tomaron de la mano para irse juntos a la camioneta, que estaba<br />

a unos cuantos metros. Carla, la mayor, volteó a donde estaba la<br />

banca, alzó su mano y dijo adiós sonriendo. Marcos alcanzó a<br />

ver y rápidamente volteó a ver a quién se dirigía su hija y no<br />

miró a nadie; vio a <strong>La</strong>ura, que también se había dado cuenta del<br />

detalle, y le sonrió sintiendo en su mirada amor y paz.<br />

Nadie pudo mirar lo que la pequeña vio en la banca: ahí estaba<br />

sentado un anciano, cuya tierna postura invitaba a acompañarlo.<br />

Marcos y <strong>La</strong>ura vivieron felices con su familia, que ya<br />

pronto contaría con cuatro, pues estaban esperando a un nuevo<br />

hombrecito: ya serían dos y dos.<br />

Paquita estudiaba en la universidad y más tarde se convertiría<br />

en una brillante doctora.<br />

<strong>La</strong> maestra había muerto de un ataque al corazón seis meses<br />

después de la muerte de don Chuy, dejando un buen legado a todos<br />

a quienes apreciaba: dejó una herencia bien compartida.<br />

<strong>La</strong> casona fue donada a una institución del gobierno y en la<br />

actualidad ha estado luciendo sus reliquias arquitectónicas de aquel<br />

tiempo del Durango viejo.<br />

Carlos y Elena viven felices sus vidas a lo máximo, agradeciendo<br />

a la maestra que por gratitud les dejó una fuerte cantidad de dinero<br />

como herencia. Muy seguido se reúnen con sus amigos y familiares,<br />

llevando con ellos a todas partes a doña Carmen.<br />

Elsita murió muy feliz, quince días después de que los novios<br />

regresaran de su luna de miel, casi a los dos meses de la muerte de<br />

don Jesús, sabiendo que su esposo, en forma de paloma, vino del más<br />

allá por ella; este increíble detalle fue confirmado por la sirvienta,<br />

al descubrir que el día que Elsita murió sentada junto a la mesa del<br />

patio, tenía entre sus brazos al palomito, que también perdió la vida<br />

en ese mismo instante. No se supo quién murió primero, lo que sí<br />

aseguraba la muchacha era que su patrona hablaba muy seguido<br />

con el animalito, al que siempre llevaba consigo a donde quiera<br />

que fuera. Se llegó a pensar que había perdido la razón, pero nadie<br />

supo la verdadera misión del palomito; la señora pidió en vida que<br />

si llegaba a morir primero que el palomo, el día que éste muriera lo<br />

sepultaran junto con ella, y así como lo pidió se le cumplió.<br />

Matty, el ama de llaves, fue heredada por la familia Arriaga<br />

dejando a su nombre las escrituras del estacionamiento “Don Chuy”,<br />

575


con la condición de que conservara a los mismos trabajadores hasta<br />

que ellos lo decidieran. A Juan, uno de ellos, don Chuy le dejó abierta<br />

una beca de estudios, hasta que él decidiera lo que quería estudiar.<br />

<strong>La</strong> mamá de Carlos, doña Carmen, permanece en la<br />

actualidad siendo vivo testigo de todos los acontecimientos que en<br />

el grupo de amistades han sucedido.<br />

Eduardo (<strong>La</strong>lo), después de un año de estar divorciado, se<br />

casó con la muchacha que un día apareció en el camino de Marcos,<br />

a la que éste animó a cambiar de pensamientos para lograr una<br />

nueva vida, una verdadera vida. Ella, como pudo atendió el consejo<br />

de aquel extraño y un día que más necesitada estaba, a punto de<br />

regresar a la vida nocturna, encontró la tarjeta que le diera Marcos<br />

aquella noche y se presentó a las oficinas buscando trabajo; por<br />

recomendación de Marcos, la joven muchacha fue contratada y<br />

a los pocos meses se hizo novia de <strong>La</strong>lo, y teniendo dos años de<br />

noviazgo decidieron casarse.<br />

Marthita y Rosalía se mantienen en activo trabajando para<br />

Marcos, así como varios de los primeros trabajadores.<br />

José y Gilberto siguieron trabajando arduamente para<br />

conseguir su objetivo, que ahora están disfrutando del producto de<br />

sus trabajos. Constituyeron una barra de abogados, la más fuerte<br />

en el estado de Durango. Se asociaron con las empresas de Marcos<br />

como publicistas, para crear como socios una empresa editora de<br />

revistas con mucho éxito, nombrando a una de ellas “Lo Nuevo de<br />

Hoy“ —durangueñeidad—.<br />

Una vez que los licenciados José y Gilberto se asociaron a<br />

las empresas de Marcos, Paquita, en sus tiempos libres, y Jessica, la<br />

jovencita que había tomado las fotos y el video a Marcos y a <strong>La</strong>ura<br />

en el aeropuerto, establecieron el Departamento de Publicidad de<br />

las empresas “Marcos”, como fueron bautizadas últimamente.<br />

Lionel tiene su oficina de investigaciones parasicológicas y<br />

consejería. Atiende a presentaciones en varias escuelas técnicas en<br />

el estado.<br />

El doctor Ávila, por su trayectoria de buen médico, tiene en<br />

la actualidad dos clínicas de especialidades donde atiende a gran<br />

cantidad de enfermos provenientes de diferentes partes, tanto de<br />

dentro como de fuera del estado de Durango.<br />

576


Mónica y Diana, las amas de llaves de la maestra, cuando<br />

ésta murió les dejó una considerable suma de dinero, como<br />

compensación por el tiempo que la cuidaron. Después regresaron a<br />

sus lugares de origen y al poco tiempo se casaron.<br />

El comandante Salazar se retiró de la corporación después de<br />

veinticinco años de servicio; se dedicó a su familia y en su tiempo<br />

libre hace su trabajo favorito: esculpir estatuas.<br />

En la actualidad, Durango destaca por ser uno de los<br />

estados con más crecimiento en el campo de la infraestructura,<br />

como resultado de las acciones de gestoría que llevan a cabo,<br />

tanto el Gobernador del Estado como varios funcionarios<br />

miembros de su gabinete.<br />

Asimismo, se está dando un fuerte impulso al aspecto turístico:<br />

se han remodelado los principales edificios del llamado “Centro<br />

Histórico”; se instaló y puso en servicio un moderno teleférico. No<br />

se ha descuidado el rubro correspondiente a la cultura, ampliando<br />

la cobertura educativa en todos los niveles a lo largo y ancho de la<br />

geografía estatal, así como la creación de diversos museos, centros<br />

recreativos y áreas deportivas.<br />

577


Agradecimientos<br />

Muchas gracias querido lector, por haberme regalado parte<br />

de tu valioso tiempo para leer esta novela. Gracias por tu elección.<br />

Gracias a todos mis amigos por prestarme sus nombres para<br />

los personajes de la novela. Ninguna de las acciones narradas está<br />

relacionada con nadie. Los nombres y apellidos únicamente se<br />

usaron a medida como fueron apareciendo los personajes.<br />

Gracias a mis amigos que hicieron posible que esta novela<br />

se terminara de escribir: se empezó el año 2004 pero debido a<br />

varios tropiezos, hubo una ocasión en que por un periodo de<br />

más de ocho meses no escribí una sola letra, estando a punto<br />

de borrar lo ya avanzado; mas dando rienda suelta a mis deseos,<br />

retomé la pluma y seguí con esta tarea, y no fue sólo esta novela<br />

de “<strong>La</strong> <strong>vieja</strong> banca“, sino que también escribí, (próximamente a la<br />

venta): “Javier” libro infantil, “Mi hermano mayor”, “En busca de<br />

mi padre”, “Un sueño antes de morir” (esta última es una novela<br />

que está basada en USA, en versiones en español y en inglés).<br />

Actualmente estoy dedicado a trabajar en otra obra, la cual<br />

he titulado “The gate” —El portal —, ubicada también en USA, en<br />

versiones en español y en inglés.<br />

579


Reconocimientos<br />

Quiero hacer un gran reconocimiento a todas aquellas personas<br />

que tienen pensamientos positivos para mejorar sus actividades<br />

diarias, relaciones familiares y/o en su forma de vida. Adelante, y<br />

recuerden vivir con plenitud, evitando los excesos.<br />

Olguita Rosas Arriaga, Diana Ramos, Anabel Castillo, Esmeralda<br />

Contreras D., Fam. Flores (tíos, primas y primos), Joel Hinojosa,<br />

Ing. Humberto García Castellanos, Conchita Hinojosa (última de<br />

mis tías), Profr. Ernesto García Z., Lic. Servando Nájera, Carmelo y<br />

Manuel Fernández.<br />

A mis amigos, en el orden en que van apareciendo en la novela, ya<br />

sea con sus nombres completos o solamente sus apellidos:<br />

Jesús Vásquez, Carlos Martínez, Elsa Correa Casas (que Dios la<br />

bendiga y la cuide, donde quiera que ella esté), José de la O Holguín,<br />

Gilberto Jiménez Carrillo, Guillermo Salazar González, Antonio<br />

Ávila Zúñiga (+) y Lionel Arreola Correa.<br />

A maestros y amigos<br />

Luis Felipe Jiménez Guerrero (mi mejor maestro), Leticia Juárez, Andrea<br />

Ricartti, Eduardo García (<strong>La</strong>lo), Marthita Casas, Rosalía Flores, Filemón<br />

Uribe y Gustavo Villegas.<br />

581


Personalidades<br />

Mariano Lemus Gas (Cónsul de México en <strong>La</strong>s Vegas), State Sen.<br />

Ruben Kihuen, Pedro Rodríguez (Relaciones Exteriores), Fernando de la<br />

Torre (Cónsul Adjunto), Fermín Ramírez (IME), Ernesto Nava Villa (+)<br />

y Raúl Nava.<br />

A todas las Asociaciones y Federaciones de Clubes<br />

de todos los Estados de nuestra bella República Mexicana.<br />

Asociación Civil de Durango y todos sus clubes.<br />

Benjamín Contreras y Carmen Fernández, José Cervantes F., Apolinar<br />

Quiñones, Isabel Puentes, Manuel Cervantes F., Refugio Alvarado, Víctor<br />

H. Pérez Hinojosa, Damián Hinojosa, Ramón Andrade, Santiago Muñoz,<br />

Alan Torres P., Freddy Hinojosa, Homero Hinojosa, Ramiro Hinojosa,<br />

Daniel Dévora, Vicente Dévora, Chentín Dévora, Refugio Dévora, Tere<br />

Hinojosa, Silvia Hinojosa, Vicky Andrade, Cecilia Andrade, Chilo Macías,<br />

Hermenegildo Magallanes, Pedro Magallanes, Sergio Magallanes, Mario<br />

Magallanes, César Andrade, José Andrade, Mireya Hinojosa, Juana<br />

Hinojosa, Omar García, César Pacheco, Efraín Pacheco, Omar Rivas,<br />

Adán Rivas, Sanjuana García, Eddy Rincón, Los Hnos. Padilla, Alfonso<br />

Andrade, Jorge Hinojosa, Reberiano Orozco, Sergio Osorio, Antonio<br />

García, Andrés Mendoza, Sotero Flores, Alonso Flores (IME), Ciria<br />

Pérez, Cristina Martínez y Sen. Harry Reed.<br />

583


Í n d i c e<br />

Dedicatoria, 7<br />

Palabras del autor, 9<br />

Prólogo, 11<br />

<strong>La</strong> enamorada secreta, 13<br />

Policías corruptos, 23<br />

Visita al parque, 31<br />

El malestar de Marcos, 35<br />

Aparece la enamorada, 37<br />

En busca de Paquita, 39<br />

<strong>La</strong> historia de la maestra Mary, 43<br />

<strong>La</strong> <strong>vieja</strong> banca, 53<br />

Los coqueteos de <strong>La</strong>ura, 57<br />

Trampa a los policías corruptos, 63<br />

<strong>La</strong> confesión en el parque, 71<br />

El asalto al negocio de Marcos, 79<br />

Cuantificación de los daños, 95<br />

Los celos de <strong>La</strong>ura, 97<br />

Marcos conoce a su suegra, 105<br />

El amor llegó de nuevo, 113<br />

El gordo y Santa Claus, 117<br />

<strong>La</strong>s noticias de Paquita, 135<br />

<strong>La</strong> felicidad de Marcos, 147<br />

El secreto de Marcos, 153<br />

El encuentro, 163<br />

<strong>La</strong> banca misteriosa, 183<br />

El misterio de la rosa roja, 201<br />

El investigador de casos sobrenaturales, 211<br />

Efectos de la posesión, 217<br />

<strong>La</strong> aparición del brujo y el regalo del libro, 227<br />

<strong>La</strong> cena de Navidad y petición de mano, 233<br />

Inicia la investigación del misterio, 241<br />

<strong>La</strong> destrucción del hechizo, 263<br />

Transformación de la maestra, 275<br />

Reconstrucción e inauguración del jardín, 287<br />

585


586<br />

Visita a la habitación misteriosa, 307<br />

Desaparición de Diana, 317<br />

Reaparición del indio, 347<br />

<strong>La</strong> fiesta de fin de año, 351<br />

El fantasma y la rosa, 359<br />

<strong>La</strong> historia de la abuela, 367<br />

<strong>La</strong> grabación del fantasma, 377<br />

Primer aviso de muerte, 383<br />

<strong>La</strong> tecnología cazafantasmas, 393<br />

El pasado de Marcos, 397<br />

El brujo se convierte en aliado, 411<br />

Amor comprado, 415<br />

El secreto de la ley de la atracción, 421<br />

<strong>La</strong> discusión de los brujos, 427<br />

El fin del brujo mayor y su entierro, 437<br />

Recuperación de Diana y regreso a la normalidad, 451<br />

Preparativos del brujo y la historia de la <strong>vieja</strong> banca, 457<br />

Paquita: ¿nieta de Marcos?, 467<br />

Presagios de muerte, 469<br />

Paseo por el parque, 479<br />

Entrevista con el brujo, 485<br />

<strong>La</strong> transformación de Marcos, 491<br />

<strong>La</strong>s confidencias del brujo, 499<br />

Preparativos de la tornaboda y paseo por la nieve, 513<br />

<strong>La</strong> melodía de despedida, 521<br />

Boda y muerte, 527<br />

Celebración sin don Chuy, 541<br />

El sepelio del amigo, 549<br />

<strong>La</strong> despedida y el frío de la soledad, 557<br />

<strong>La</strong> luna de miel, 563<br />

<strong>La</strong> autoaniquilación del brujo, 567<br />

Seis años después, 573<br />

Agradecimientos, 579<br />

Reconocimientos, 581<br />

Personalidades, 583

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