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La vieja blanca

La vieja blanca, Luis Martín Hinojosa Flores

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Durango. Ocupaba a ocho muchachas en el Departamento de<br />

Administración y doce jóvenes que atendían las diferentes áreas<br />

del negocio. Como buen comerciante atendía a sus principales<br />

clientes, mientras que dos de las muchachas se dedicaban a lo<br />

relacionado con la contabilidad. El resto se distribuía en diferentes<br />

departamentos. Con su amplio conocimiento en el campo de la<br />

electrónica, Marcos se ocupaba de orientar a los clientes para que<br />

compraran las partes correctas o aparatos que necesitaban. Por esa<br />

razón se ganó la confianza y la amistad de mucha gente de la región,<br />

en especial compradores y revendedores de mayoreo y menudeo.<br />

Sin embargo, ese día Marcos estaba raro: sus acciones eran lentas y<br />

distraídas.<br />

Tenía algunos clientes esperando por más tiempo de lo<br />

normal. Un muchacho conocido por Marcos de mucho tiempo lo<br />

notó, preguntándole:<br />

—¿Se siente bien, don Marcos? ¿Le sucede algo?<br />

Antes de contestar, Marcos afinó muy bien su garganta, y<br />

después de un suspiro se limitó a decir: No, no pasa nada, estoy<br />

bien. Gracias de todas maneras por preocuparte por mí, <strong>La</strong>lo; estoy<br />

un poco cansado, creo que es todo el problema.<br />

El joven Eduardo era un cliente muy fiel que tenía un taller<br />

de reparación de televisores, motivo por el cual conocía muy bien a<br />

Marcos y estaba seguro que algo le ocurría. Le llamó la atención que<br />

en el tiempo que se había hecho su cliente, Marcos jamás se había<br />

equivocado al surtirle los pedidos, y esta vez le entregó piezas que<br />

posiblemente eran para un amplificador muy sofisticado y además<br />

muy caras. Un poco apenado, el joven dijo a Marcos:<br />

—Señor Marcos, disculpe pero estas piezas no son las que le<br />

pedí, son micro resistencias para aparatos especiales y yo le solicité<br />

lo de siempre para mis televisiones.<br />

—Disculpa, <strong>La</strong>lo, estoy muy cansado y no sé lo que estoy<br />

haciendo, pero ahorita te las traigo, espera un minuto.<br />

Marcos sabía lo honesto que era el joven <strong>La</strong>lo, de lo contrario<br />

hubiera perdido buen dinero en esas partes. Luego de traerle las<br />

correctas le ofreció disculpas, dándole las gracias por su honradez<br />

al mismo tiempo que le decía: Me has ahorrado un buen dinero,<br />

<strong>La</strong>lo, esta vez te regalo tu pedido, muchas gracias.<br />

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