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La vieja blanca

La vieja blanca, Luis Martín Hinojosa Flores

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considerable, pero lo que más me impresionó fue la exactitud del<br />

diámetro formado por ese hermoso y cuidado jardín. Este lugar<br />

estaba muy bien escondido entre lo más tupido de árboles del<br />

grandioso y bonito parque, en donde había una tela ciclónica de<br />

alambre, como de cuatro metros de altura, y la verdad no sé cuántos<br />

metros de largo, sólo sé que era un área no habitable, que estaba en<br />

un proyecto futuro de adición al parque, y prohibiendo el paso al<br />

público tenía letreros que decían: “Cuidado, no entre”, “Animales<br />

peligrosos”, pero de esto les contaré en otra ocasión.<br />

Yo, sorprendido por el intenso y cada vez más fuerte aroma<br />

de rosas, le pregunté: Maestra, ¿son rosales a lo que huele? Sí, —me<br />

contestó—, y están bien bonitos; cualquier otro día te traigo para que<br />

los veas de día, pero no te atrevas a venir solo ni le vayas a decir a<br />

nadie de este jardín, ¿está bien? Sí —le contesté un poco intrigado<br />

por la recomendación—. Ya en la casa me diría del porqué conocía<br />

tan bien el parque: según ella, ahí vivió junto a su hija por varios años.<br />

—Después de unos minutos de caminar sin parar, se empezó<br />

a oír cada vez más cerca el ruido de carros al pasar por la calle y<br />

ya se divisaban algunas lámparas de la luz pública; sentí alivio al<br />

pensar que ya estábamos casi saliendo de ese gran laberinto; no<br />

me equivoqué. Me dijo suavemente: Ya estamos a unos pasos de la<br />

puerta que conozco, nada más tengamos cuidado de que no pase<br />

una patrulla, porque se nos arma. Salimos sin ningún problema;<br />

llegamos a una de las calles principales y ahí en una esquina, en<br />

donde estaba muy bien alumbrado, esperamos un taxi. No tardó<br />

mucho tiempo y ya camino a la casa de mi mamá me preguntó que<br />

cómo le iba yo a pedir permiso para que se quedara unos días en su<br />

casa. Le dije: Tenemos una habitación disponible, no se preocupe;<br />

además, mi mamá le tiene mucho cariño. Llegamos a la casa de mi<br />

mamá, abrí la puerta principal y me anuncié en voz alta, porque no<br />

era común que si estaba trabajando llegara a esa hora. Hablé con mi<br />

madre, quien salió a recibir a la maestra inmediatamente. Miré a<br />

mi madre cómo recibió a la maestra, con besos y abrazos y después<br />

de despedirme, salí de la habitación porque comprendí que era<br />

plática de mujeres y debían de estar solas. Ahí pasaron unas horas,<br />

seguramente contando lo sucedido; después, juntas limpiaron el<br />

cuarto vacío y optaron por dormir.<br />

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