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La vieja blanca

La vieja blanca, Luis Martín Hinojosa Flores

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y distracción. Acostumbrado a trabajar y a llevar una vida activa,<br />

en corto tiempo logró conseguir lo que quería: una buena posición<br />

económica, trabajar por su cuenta, formar un hogar y finalmente<br />

vivir y trabajar para su familia.<br />

Pero el destino tomó otro rumbo.<br />

Marcos era un hombre de cuarenta y seis años de edad,<br />

estatura de la que llaman normal —ni muy alto, ni muy chaparro—,<br />

tez morena, bigote bien arreglado, barba de candado medio canosa,<br />

cejas pobladas y ojos grandes color café claro, adornados por unas<br />

negras y largas pestañas. Su cabello era quebrado, con más de la<br />

mitad pintado en canas en las sienes. Este toque natural le daba<br />

una especial apariencia de hombre de negocios. Sus músculos eran<br />

fuertes y jóvenes. Era ancho de espalda, con un velludo y musculoso<br />

pecho. Vestía de mezclilla, botas vaqueras y camisa de manga larga,<br />

que por costumbre se arremangaba arriba de la muñeca. Algunas<br />

muchachas del barrio se habían enamorado de este galán, pero al ver<br />

que él no hacía mucho por buscarlas o hablarles, se iban retirando<br />

poco a poco. Sólo una joven estudiante de enfermería se interesó<br />

tanto en este hombre, que no le importó su edad ni saber si era<br />

soltero o casado; se dedicó a tener paciencia esperando el momento<br />

en que Marcos pusiera sus ojos en ella.<br />

Pasó el tiempo y no se miraba a ninguna mujer a su lado,<br />

lo cual indicaba que podría ser soltero. Su apariencia era muy<br />

misteriosa pero al mismo tiempo tranquila. Tenía una mirada<br />

triste y vaga. Su recio rostro dibujaba un sufrimiento doloroso en<br />

su alma; aun así, sonreía a todos sus clientes que diariamente iban<br />

aumentando. Los atendía con mucho respeto y afecto, pero con<br />

muy pocas palabras. Algo tenía que caía bien e inspiraba confianza.<br />

Sus conocidos decían que era una persona con una calidad humana<br />

muy especial. En su rostro se dibujaba una sombra alrededor de<br />

su sonrisa. Se notaba que a este señor le hacía falta algo o alguien,<br />

pero por respeto, nadie se atrevía a cuestionarlo. Por si fuera poco,<br />

constantemente se reservaba a hablar con la gente más allá de su<br />

negocio. Como rutina diaria, antes de dormir echaba un vistazo al<br />

panorama por una de las ventanas de la sala, que por cierto tenía<br />

una vista hermosa, ya que se encontraba exactamente frente al<br />

parque, a donde todos los domingos acostumbraba salir a caminar.<br />

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