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Periódico Nautilus

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Una tarde de verano, Jorge y siete amigos estaban sentados en torno a una mesa, jugando a las<br />

cartas. Su lugar de juego era el sótano. Los antiguos dueños de la casa, los padres de David, uno<br />

de los amigos de Jorge, permitían que jugaran, pero en ese lugar. Por costumbre siguieron divirtiéndose<br />

en el sótano, incluso después de la muerte de los padres de David. Allí abajo tenían de<br />

todo lo que necesitaban: sillas, una mesa redonda amplia, un ventilador, refrescos, chuches y la<br />

compañía mutua. No notaban las horas que iban pasando entre risas y bromas.<br />

Como a la una de la mañana, hicieron un silencio y a uno de ellos les pareció escuchar la campana<br />

de el timbre.<br />

-¿Estás seguro de que escuchaste algo?- preguntó uno.<br />

-Sí, creo que sí, pero ahora no oigo nada.- le contestó el que creyó oir el timbre.<br />

-¿Quién sube a ver?- preguntó Jorge, y miró a trasluz una botella para comprobar si le quedaba<br />

algo. Los amigos se miraron pero ninguno se ofreció. Entonces David, les dijo: -No se molesten,<br />

si era alguien ya se fue. Sigamos, que les voy a ganar esta partida, y las otras ¡Jajajaja!<br />

-¡Claro! Eres el rey de la buena suerte - bromeó el que hasta ahora se había concentrado solamente<br />

en sus cartas.<br />

Desde la calle a veces llegaba el sonido de coches circulando a toda prisa, y entre ese ruido de<br />

motores, frenadas bruscas y bocinazos y algún grito. Pero el sonido era tan débil, y la reunión de<br />

los amigos tan ruidosa, que siguieron su juego ignorando completamente lo que pasaba en la ciudad.<br />

Jorge, después de bostezar miró su reloj.<br />

-¡Qué tarde es! - dijo Jorge.<br />

-Me voy a tener que retirar.<br />

-¿Ya te vas? - exclamó David - Miró el reloj y dijo: ¡Pero si solo son las ...! Ah sí, es tarde.<br />

A los otros también les pareció que era tarde y resolvieron dar fin a la juerga. Al salir del sótano<br />

escucharon con claridad el caos que se desataba afuera. Se miraron sin entender nada, y fue<br />

Jorge quien reaccionó primero, y yendo hasta la ventana espió hacia afuera. No pudo ver hacia la<br />

calle, un rostro estaba recostado al vidrio, un rostro de ojos rojos y la cara con sangre.<br />

El susto lo hizo retroceder, pero en ese mismo instante rompieron el vidrio de un puñetazo; volaron<br />

vidrios hacia todos lados, y un brazo alcanzó a Jorge, lo agarró con fuerza y lo arrojó hacia<br />

afuera. Jorge rodó y se levantó rápidamente, su agresor, que era un zombies se le abalanzó intentando<br />

morderlo. Tras luchar unos segundos consiguió proyectar al zombie y tomar distancia.<br />

Sus amigos abrieron la puerta y le gritaron que entrara.<br />

Por la calle se iban acercando otros zombies que avanzaban con gemidos aterradores.<br />

Entre todos intentaron tapiar la ventana pero ya era muy tarde. Entonces bajaron al sótano y quedaron<br />

en silencio. La puerta era resistente y los zombies no los habían visto entrar allí.<br />

En la oscuridad, escucharon a los zombies recorrer la casa, y como luego la abandonaban.<br />

En medio de aquella situación inexplicable y aterradora, se sintieron relativamente a salvo en el<br />

sótano; pero ignoraban que no era así, pues el arañazo que tenía Jorge en el pecho estaba empeorando<br />

rápidamente.<br />

Alba Romero. 2º ESO C<br />

Relato de terror<br />

Literario

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