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Rasca Cielos 20190127

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señalarme el reloj y luego apuntándome<br />

con el dedo índice, nuevamente, en clara<br />

señal de “tú no”.<br />

La tercera fue la vencida. Fui a eso de<br />

las 7 de la noche y, aunque tenía miedo de<br />

que me reconociera, pude entrar y me<br />

acomodé en una mesa con mantel azul. Al<br />

fondo del aparador, un montón de revistas<br />

Taiwan Today (quizá por eso le molestaba<br />

que insistan en llamarle chino) y de<br />

fondo varios adornos y alegorías que en<br />

mi ignorancia yo también diría que eran<br />

chinas y que caracterizaban la mayoría de<br />

las chifas que conocía hasta ese entonces.<br />

Se acercó a la mesa con seriedad glaciar y<br />

me miró, creo, con achinados ojos de sospecha.<br />

Pensé que me iba a decir “tú<br />

arruina picaporte, no chao mei para ti,<br />

¡ fuera!”, pero no, sólo me lanzó un menú<br />

viejísimo y forrado en cuerina café. Pedí<br />

arroz con curri y pollo picado con<br />

brócoli, tal como me recomendaron.<br />

Intenté hacer el pedido mencionando el<br />

nombre del plato junto con una risita<br />

cojuda, pero con mirada monolítica me<br />

dijo “¡N ú m e l o ! ”. Así que me ahorré el aire<br />

risueño y le di el número de orden en el<br />

menú. Luego trajo los cubiertos que<br />

también lanzó desde unos quince centímetros<br />

por encima de la mesa y minutos<br />

después también me dejó torpemente un<br />

glorioso plato de arroz con curri y pollo<br />

picado con brócoli. Soy fan del arroz sueltito<br />

porque me parece imposible hacerlo<br />

en la altura. Y este era un arroz sueltito,<br />

cada grano se sentía en la boca con los<br />

cebollines y el huevo revuelto que se confundían<br />

con un leve toque de sabor a jengibre.<br />

El pollo picado en trozos medianos<br />

sazonado con una deliciosa salsa de curri<br />

traía un sabor y olor tan penetrantes que<br />

hasta el brócoli sabía a gloria con la combinación.<br />

Mientras comía comprendí por<br />

qué valía la pena hacerse mandar a la<br />

mierda por un “súbdito extranjero”,<br />

como dicen en el telepolicial. También<br />

pedí una limonada, pero no me dio bola o<br />

no me entendió.<br />

Entonces recordé que varios amigos<br />

habían hecho una apuesta que tenía un<br />

apetitoso y sustancial premio en efectivo:<br />

A ver quién lograba que el chino renegón le<br />

diera factura. Lo intenté, oh Dios, como lo<br />

intenté. Y era cierto eso de que ni bien<br />

pagabas la cuenta y le pedías factura, el<br />

chino renegón cambiaba de color, se<br />

ponía rojo, luego aguantaba la respiración<br />

y se ponía medio azul, luego decía<br />

mil veces algo como “no” en menos de<br />

cinco segundos y luego golpeaba el aparador,<br />

de donde sacaba un letrerito de<br />

cartulina que decía “reser vado”y lo<br />

tiraba en la mesa donde vanamente<br />

intentabas explicar que necesitabas contribuir<br />

al país con tus impuestos. ¡Nada!<br />

Ese letrero en la mesa y el chino señalándote<br />

la puerta significaban el fin de la<br />

peculiar experiencia gastroneurótica y<br />

significaba también que la apuesta<br />

seguía sin ganador, cosa que se quedó así,<br />

hasta que el mencionado señor recogió<br />

todas sus cosas y, después de más de<br />

treinta años, un día de esos se marchó.<br />

FOTO PIXABAY<br />

DOMINGO 27 DE ENERO 04|19<br />

www. p a g i n a s i e te. b o<br />

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