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ANTROPOLOGÍA<br />
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que la distinción soma-psyche-pneuma (o nous) es común, hasta<br />
el punto de resultar el esquema más repetido. Esta tripartición<br />
no ha sido abandonada nunca entre los orientales y vuelve<br />
frecuentemente incluso en muchos teólogos contemporáneos. Sin<br />
embargo, con el tiempo, sobre todo en Occidente, se afirmó el otro<br />
esquema, el que prevé solamente la distinción cuerpo-alma. Las<br />
razones de tal afirmación hay que buscarlas indudablemente en<br />
la influencia ejercida por el pensamiento griego, de este modo el<br />
alma se la entiende como la parte inmortal, intelectual, espiritual,<br />
forma subsistente del cuerpo. La estructura tripartita, aunque<br />
no explícitamente, alguna vez fue evocada por los místicos, para<br />
los que frecuentemente el concepto de espíritu estaba orientado<br />
fatigosamente al de alma. La distinción entre noche de los sentidos<br />
y noche del espíritu precisada por Juan de la Cruz puede servir<br />
como punto de referencia al respecto: diferente es la purificación de<br />
las facultades del alma y el consiguiente grado de unión, de lo que<br />
sucede a nivel más propiamente espiritual. En el siglo XX, De Lubac<br />
vuelve a abrir expresamente la cuestión, tomando decididamente<br />
posición por la antropología tripartita. En la interpretación de De<br />
Lubac, los textos paulinos (y los de tantos místicos a lo largo de los<br />
siglos) señalarían al alma como la sede de la facultad decisional,<br />
de la libertad humana, que puede dirigirse hacia el hombre carnal<br />
o hacia el hombre espiritual, mientras que el espíritu es entendido<br />
como la parte superior, más noble, puesta por Dios en el hombre<br />
como sede de sus aspiraciones más altas, guía hacia lo divino, que<br />
el hombre puede incluso no escuchar.<br />
La concepción de Fernando Rielo es bastante diferente. En el hombre,<br />
hay una unidad entre los niveles físico, psíquico y espiritual. Pero<br />
si buscamos un nivel que lo caracteriza esencialmente, éste no es<br />
el alma, sino el espíritu, precisamente porque el espíritu es aquella<br />
parte creada e inhabitada constitutivamente por Dios que abre al<br />
hombre de forma libre, o sea personal, al diálogo con Él.<br />
BERNARDO DE ANGELIS / PAOLO ZORDAN