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REVISTA ABRIL MAYO

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Mundo Plural<br />

Consecuencias para Sudamérica de la situación venezolana<br />

Más allá de las declamaciones, lo que hoy se<br />

encuentra en la picota del escenario venezolano<br />

es la factibilidad (o no) de la intervención<br />

militar estadounidense. En este sentido, Trump<br />

acusa a Maduro de sostener una dictadura comunista<br />

que hambrea a su población. Una discursiva<br />

sencilla e históricamente efectiva; más<br />

aún en una época de liderazgos duros, donde<br />

la oposición doméstica – sobre todo en cuestiones<br />

internacionales, donde el nacionalismo es<br />

aún más profundo y abarcativo en la mayoría<br />

de las capas sociales - es meramente declamativa.<br />

Sin embargo, cuando se intenta ahondar un<br />

poco más en la temática en cuestión, se debe<br />

entender que a la actual administración estadounidense<br />

poco le importan si existen diferencias<br />

o matices: sea un marxismo centralista<br />

y programado a la cubana; un capitalismo de<br />

amigos bajo una lógica chavista o sandinista, o<br />

el progresismo populista de Evo Morales. Ideología,<br />

planificación o diversidad en la avidez al<br />

consumo, no son relevantes. El real enemigo<br />

es cualquier Estado al sur del Rio Bravo - cual<br />

poseedor de vastos recursos naturales -, que<br />

tiene una alianza estratégica con China o Rusia.<br />

El ser ‘de izquierda’ es una variable más en<br />

el juego global, una excusa simplista para seleccionar<br />

el objetivo.<br />

El ataque ha comenzado. El ‘Poder Blando’ de<br />

la presión mediática es quien ya se encuentra<br />

operando desde un primer momento; simplemente<br />

para mellar sobre el prestigio, que bien<br />

se sabe se termina cuando hablan las armas.<br />

El próximo – y porqué no el último - eslabón<br />

que podría actuar como obstáculo de un conflicto<br />

bélico es, como ha ocurrido en el transcurso<br />

del último siglo, el hacer ‘desangrar’ económicamente<br />

al enemigo: obstaculizar las<br />

cuentas bancarias, dificultar la producción y logística<br />

de la industria hidrocarburífera, y quebrantar<br />

las alianzas comerciales/financieras al<br />

máximo para golpear el corazón del gobierno<br />

chavista. Mejor dicho el bolsillo, aquel que le ha<br />

permitido sostener la lealtad inquebrantable de<br />

los altos mandos de las Fuerzas Armadas y las<br />

milicias bolivarianas.<br />

Difícilmente exista otra manera de generar el<br />

desmembramiento interno, ese punto de quiebre<br />

que cambie la balance endógeno de todo el<br />

aparato de poder. Más allá del adoctrinamiento<br />

y el estatus ganado en las últimas dos décadas,<br />

el poder económico y político del aparato<br />

de coerción (manejo de la importación y distribución<br />

de alimentos, el sistema cambiario,<br />

PDVSA, el Arco Minero) no permite una fácil<br />

ruptura del statu-quo. Podrían ser los oficiales<br />

de rangos medios o bajos de las FANB quienes<br />

fracturen lealtades, al ser ellos los que sufren<br />

en cercanía las penurias del venezolano común,<br />

además de que se ponga en juego la variable<br />

aspiracional para con el escalar profesionalmente<br />

bajo otro gobierno que ‘limpie’ a la<br />

actual comandancia. Pero ello dependerá que<br />

alcancen una masividad suficiente para evitar<br />

sus propias ‘desapariciones forzadas’ por parte<br />

de los Servicios de Inteligencia y los Comandos<br />

contrainsurgentes adiestrados por el régimen.<br />

Por lo tanto, nos encontramos ante un peligroso<br />

contexto que podría alcanzar un desenlace<br />

inédito para nuestra región. En este sentido,<br />

desde los procesos independentistas nunca ha<br />

habido una injerencia militar interna directa de<br />

los Estados Unidos en Sudamérica. Aunque la<br />

cooptación de intereses civiles y militares en su<br />

‘patio trasero’ durante buena parte de la segunda<br />

mitad del siglo pasado haya dejado una impronta<br />

potente en nuestra región (aunque con<br />

versiones diversas según quien la evalué), la<br />

situación actual es diferente: no solo la globalización,<br />

la tecnología y la cultura moderna conllevaron<br />

a que todo se encuentre más vivo, a<br />

flor de piel, visualizado, discutido – lo que hace<br />

que el apoyo externo tuviera que ser más marginal<br />

y suavizado, como ha sido el caso de los<br />

derrocamientos de Lugo en Paraguay o Zelaya<br />

en Honduras -, sino que además los intereses<br />

de China y Rusia ahora son claros y concisos.

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