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“UNO CINCO”<br />
Por: Lcdo. Sebastián Vera Peña<br />
Lo conocí a mediados de la década del mil<br />
novecientos setenta. Era bajito, más o menos de mi estatura,<br />
algunos cinco pies con seis pulgadas a lo sumo, pelo<br />
lacio oscuro y abundante como casi todos los orientales<br />
y un cuerpo de Hércules en miniatura. Vestía siempre con<br />
camisetas y pantalones largos deportivos, a menudo con el<br />
logo de la Universidad de Puerto Rico y unas zapatillas o<br />
tenis de los más comunes, nada de presumir con calzado de<br />
riquito.<br />
Todas las mañanas llegaba a eso de las siete y<br />
treinta una guagua que había frente al edificio de la entonces<br />
residencia de varones en la Universidad de Puerto Rico<br />
en Río Piedras. La guagüita era punto fijo en la Avenida<br />
Universidad y un lugar apreciado por los estudiantes, sobre<br />
todo los de la Isla, porque en ella se conseguían toda clase<br />
de emparedados (sándwiches para los asimilistas), desayunos<br />
y otras golosinas a precio de quemarropa.<br />
Tan pronto se acercaba a la guagüita inclinaba un<br />
poco su cabeza al estilo de un saludo oriental y decía con<br />
peculiar acento “Buenos días, uno cinco”. Ese era el saludo<br />
mañanero de Hiromi Tomita uno de los personajes favoritos<br />
de mi vida estudiantil. “Tomita” como todo el mundo le decía<br />
había sido reclutado por la Universidad para impartir cátedra<br />
de Judo. Había sido un campeón mundial de Judo y llegó<br />
a Puerto Rico desde Japón con el propósito de levantar la<br />
calidad de los judokas puertorriqueños y mejorar la práctica<br />
de dicho deporte en la Isla.<br />
Se había difundido con aires de leyenda una<br />
anécdota surgida como consecuencia de la contratación de<br />
Tomita como entrenador de Judo de la UPR. Decía la historia<br />
que, para probar la calidad del “Chinito”, le hicieron una<br />
prueba con los mejores judokas del país. El Profesor, que<br />
era una persona sumamente humilde, aceptó sin reparos<br />
someterse a lo que quizás podría considerarse por otros como<br />
una humillación. Los verdugos puertorriqueños cayeron<br />
uno a uno como moscas rociadas con insecticida ante las<br />
habilidades del maestro quien resumió su actuación al<br />
terminar la prueba con la frase “Puerto Rico no saber Judo”.<br />
Volviendo a la guagüita, resulta que el “uno cinco”<br />
de Tomita no era otra que un emparedado de jamón y<br />
queso en pan especial, con lechuga y tomate y un jugo de<br />
limón servido en un vaso plástico de diez onzas. Debido a<br />
su desconocimiento del idioma español, el japonés trataba<br />
de hacerse entender con la frase más simple posible,<br />
independientemente del significado real de sus palabras.<br />
Tan pronto la dueña del negocio escuchaba la<br />
orden del Profesor le preparaba ella misma su pedido y a la<br />
entrega siempre recibía inmediatamente un dólar con cinco<br />
centavos que era el costo de lo ordenado. El nunca pagaba<br />
con un billete de otra denominación ni con una moneda de<br />
otro valor, su pago era exactamente como su pedido un dólar<br />
con cinco centavos.<br />
Eso fue hace más de cuarenta años y el Profesor<br />
Tomita era un símbolo de la excelencia que caracterizaba la<br />
Universidad de entonces, que realizaba un esfuerzo genuino<br />
por garantizar una enseñanza de la más alta calidad a su<br />
estudiantado. La UPR era una Institución que fomentaba una<br />
educación de carácter universal y humanístico mediante la<br />
cual se preparaba al estudiante con una formación general<br />
y abarcadora que incluía, no solamente los cursos de<br />
especialidad académica, sino que exigía como requisitos<br />
esenciales el aprendizaje de materias importantes en los<br />
demás campos del saber.<br />
Fomentaba, además, la enseñanza del análisis crítico,<br />
la importancia de la disidencia y el diálogo conciliador, el<br />
intercambio genuino de ideas y el interés por el bienestar<br />
común. Para lograr esa excelencia utilizaba los recursos<br />
necesarios para contratar los mejores profesores disponibles<br />
en cada disciplina. Por esas razones sus egresados nos<br />
sentíamos sumamente orgullosos de haber pasado por sus<br />
aulas.<br />
Hoy día por desgracia esa excelencia que hacía de<br />
la Universidad de Puerto Rico la joya de la corona educativa<br />
en nuestro país se ha ido derrumbando por diversas razones.<br />
En primer lugar, la Universidad comenzó a ser<br />
blanco de los partidos políticos que asumían el poder y el<br />
control de la Educación en Puerto Rico. La Junta Rectora<br />
y los principales dirigentes gerenciales comenzaron a ser<br />
nombrados por consideración y agendas de carácter político<br />
con el propósito de adelantar las causas partidistas en lugar<br />
de nombrar el mejor personal cualificado disponible para<br />
hacer de la Universidad una verdadera casa de estudios.