REVISTA MUNDO PLURAL

Mundo Plural
EL REGRESO DE UNA VIEJA CONJETURA IN-
TERNACIONAL
Casi de súbito, el curso de las relaciones entre
Estados pareció adoptar un rumbo geocomercial,
es decir, una dirección hacia la configuración
de espacios comerciales o áreas
ampliadas de complementación comercioeconómica.
El reciente anuncio de acuerdo
entre la Unión Europea y el Mercosur representó
un poco el epítome de esta cierta tendencia
internacional.
Un mundo en base a lógicas geo-comerciales
no es una novedad: hace más de un cuarto de
siglo era impensable trazar hipótesis alguna
sobre el mundo venidero omitiendo la poderosa
fuerza de los bloques comerciales como
reemplazantes de los bloques geoestratégicos
que fueron la mácula de aquel mundo de dos
que fue la Guerra Fría.
Como entonces, hoy es preciso hacer lugar a
la cautela y la reflexión antes que a la euforia y
la negligencia, sobre todo en aquellos países
que no se encuentran entre “los que cuentan y
mandan” en las relaciones entre Estados, es
decir, centros con capacidades, influencia y
proyección de poder.
Cuando terminaba la contienda bipolar surgieron
múltiples “imágenes” en relación con el
nuevo orden internacional. Había esperanza y
ello quedó reflejado en varias conjeturas de
cuño optimista, siendo la de un mundo de bloques
la principal. Siempre el comercio estuvo
asociado a la idea de estabilidad en las relaciones
internacionales, pues su profusión haría
prácticamente inviable una ruptura entre Estados.
Por una vez, la geoeconomía parecía que
era más que la geopolítica.
Pero el mundo no marchó hacia ese modelo
casi idílico. Si bien se configuraron bloques
geo-comerciales, la lógica predominante fue el
mercado total o global, no parte del mercado.
Por otra parte, las cuestiones vinculadas a la
geopolítica y la seguridad tornaban compleja la
creación de bloques “solamente comerciales”.
Poco a poco, lo que Stanley Hoffmann ha denominado
“política como de costumbre”, esto
es, la rivalidad, la competencia, la ambición, la
autoayuda, etc., fue relocalizándose en las relaciones
entre Estados. Más todavía, la geopolítica,
esa “desgracia internacional” a la que se
creyó acabada con la Guerra Fría, se transfiguró
en la globalización, un fenómeno que
consistió en captar territorios con fines relativos
con el poder nacional. Precisamente, fue
ese propósito el que persiguió la “doctrina Clinton”.
Ahora bien, si aquella globalización entraño
oportunidades y debió ser considerada en clave
de hipótesis de conflicto (lo que no sucedió
en “países de geopolítica cero”, es decir, aquellos
casi siempre reluctantes a considerar estas
últimas), el posible curso del mundo de hoy
hacia un proceso de “des-globalización” también
debería ser apreciada desde una perspectiva
de reto antes que de oportunidad.
Bienvenida ésta, claro, pero convendría una
mirada más calibrada y extensa sobre su posible
significado en un entorno internacional cada
vez más inquietante.
A diferencia de lo que sucedía hace más de
dos décadas, hoy el mundo está atravesado
por múltiples crisis, siendo la que ocurre en el
segmento comercial una de las más sensibles,
pues sus consecuencias podrían arrastrar las
relaciones entre los Estados a nuevos escenarios
de pesadillas. Ello explica que hoy no dispongamos
de prácticamente ninguna hipótesis
esperanzadora, más allá de aquellas, como la
de Nicholas Negroponte, que le asignan a la
tecnología y la genética un porvenir superador
de los conflictos entre Estados.
El mundo en 2019, cuando se cumplen 100
años del “desacertado” Tratado de Versalles,
tiene algunas características del mundo pre-