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Carta de una paciente
Editorial Alfil. Fotocopiar sin autorización es un delito.
Es solo placenta...
Todo empieza un maravilloso día en el que me anuncian que ¡estoy embarazada!
Tengo seis meses de casada y soy una mujer de 36 años, que toda mi vida
la he dedicado a trabajar con y para los niños. Desde muy pequeña me empeñé
en ser educadora y contra viento y marea lo logré, y los niños han sido mi razón
profesional de ser y en una buena parte mi motor en la vida.
El día que me anunciaron mi embarazo la alegría salía de todo mi cuerpo y mi
corazón, era la noticia más maravillosa que nunca nadie me había dado; a partir
de ese momento la vida era completa para mí, pues estaba casada con el hombre
que amaba y ahora esperábamos un bebé. ¿Qué le podía pedir a la vida?
Cuando veo el primer ultrasonido de nuestro bebé es solo un pedacito que casi
no identifico, pero está ahí, y yo lo sabía porque mi corazón era el más feliz de
todo el mundo, porque todo mi ser vibraba con su crecimiento, con su estancia
en mí. Los días siguientes fueron de total alegría, platicábamos mi bebé y yo todo
el día, él me acompañaba en todo lo que hacía, pensaba, imaginaba, etc.
Ya desde ahora pensaba cómo recibirlo, qué hacer para que viera al mundo
como un lugar maravilloso en donde transitaría como un triunfador, que tendría
todas las oportunidades para ser una persona feliz y podría hacer feliz a muchas
personas más; de esto último estaba segura, pues ya desde ahora que era físicamente
tan pequeño nos hacía muy felices.
Todos los días, después del difícil día de trabajo, nos recostábamos los tres; no
teníamos muchos recursos económicos, estábamos empezando como pareja; sin
embargo, en esos momentos, escuchábamos música para él, platicábamos los tres
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