bioetica_en_medicina_actualidades_y_futuro_booksmedicos.org

El internista y los límites de su actuación
65
Editorial Alfil. Fotocopiar sin autorización es un delito.
permitido ocupar un destacado lugar como un líder integrador, que ejecuta su actividad
asistencial directamente, que procura el consejo ante un enfermo crónico
al que no puede curar o como el conductor de un equipo multidisciplinario en casos
especiales. Lo anterior no limita al internista para efectuar trabajos colaterales,
inclusive en algunos casos los debe efectuar, como la investigación y la administración
públicas o privadas. Se considera imperativo que el internista ofrezca
sus conocimientos a la enseñanza teórica y práctica de la medicina. Como ciudadano
y por vocación natural, debe participar en el desarrollo social de su comunidad.
Como experto en enfermedades crónicas y degenerativas, debe participar en
la planeación de la salud pública. Como ejecutor de la atención directa, sería imperdonable
alejarlo de la asistencia primaria. Por su particular estructura al abordar
los problemas, su compromiso es con el paciente antes que con nada y que
con nadie, pero debe ocurrir en un escenario de respeto mutuo. Aquí se ancla claramente
la alteridad, fundamento de la bioética. Médico y enfermo son iguales,
corresponde al primero cuidar del segundo, el evitar a toda costa el sufrimiento
innecesario, acciones superfluas o excesivas; pero este compromiso, ápice de todo
código en la ética médica, es resultado de la libertad de ejercer la autodeterminación
vocacional; de antemano se acepta el otorgar tolerancia y benevolencia
a cambio de la satisfacción del propio hecho humanístico, mas no como autoflagelación
ni penitencia. En este espacio filosófico existe gozo, no entreguismo, y
debe ser analizado desde el laicismo.
El conjunto de virtudes que acompañan a la dedicación médica es el origen de
la justicia en la coalescencia del clínico, el enfermo y sus terceros involucrados.
Un internista debe diagnosticar con detalle la mayoría de los casos; en cambio,
el tratamiento que puede ofrecer es menor. Lo importante de esta praxis es poseer
la habilidad y destreza de saber con precisión cuándo se requiere de la asistencia
de otro especialista médico o quirúrgico. Una obligación racional del internista
ante cualquier problema es la eficiente valoración del caso, que por consecuencia
le permita saber si es él quien debe tratar al enfermo o, si hay una persona más
apta para referirlo, solicitarle asesoría, consejo o supervisión. El hacerlo no es
una simonía, es razón de equilibrio para todos y de sumo conocimiento de la generalidad
que se ejerce, no con ello se alcanza el límite sino la esencia. El límite
es sencillo: justo el espacio en que las decisiones y acciones del internista no trastocan
la dignidad, la oportunidad equitativa y el máximo beneficio de una persona
que en ese momento depende totalmente de él.
REFERENCIAS
1. Carreter Fernando L: El nuevo dardo en la palabra. Madrid, Aguilar, 2003.
2. Viesca Treviño C: La medicina interna en el México prehispánico. México, AMIM, JGH,
2000.