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Quilombazo N° 1

Primera entrega del fanzine insignia de Quilombazo Editorial. En esta primera entrega, el eje temático será: el barrio.

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Sara

Luis Parodi

—Estoy feliz de recibir su donación. Cualquier monto será gratamente apreciado—,

repitió mecánicamente Sara, mientras miraba las uñas de su mano derecha.

Algunas de ellas, particularmente la de su dedo anular, estaban ya comenzando

a despintarse. Pensó que sería una buena oportunidad de cambiar de color. A lo

mejor podría estrenar ese rojo carmesí que compró hace un tiempo pero que todavía

no se decidió a usar, con un poco de miedo a parecer demasiado llamativa.

Demasiado “femme fatale”. Se imaginó todos los alcances de esa palabra mientras

tomaba nota -también mecánicamente- del número de tarjeta de crédito del hombre

que estaba del otro lado de la línea telefónica.

Pero la atención que le brindaba a su interlocutor cambió al momento de solicitarle

su dirección: Obispo Castellano 1124. Según su propio mapa cerebral, barrio

San Vicente, Córdoba, muy cerquita de la Plaza Lavalle. El saber que se trataba de

una dirección en la misma ciudad le hizo levantar una ceja. Un gesto que siempre

hacía cuando algo la tomaba por sorpresa, o la sacaba de la habitual monotonía

que suponían sus 6 horas y media de trabajo. A partir de ese momento su actitud

en la conversación cambió rotundamente. Casi como si hubiera cambiado de piel,

apeló a todas sus armas de seducción. Todas las que podían usarse por teléfono,

por lo menos. Su voz se hizo más suave, su expresión más dulce y menos automatizada.

Comenzó a mostrarse interesada en lo que el hombre (que pasó de ser

un X a ser Roberto) le contaba. Vinieron los halagos, primero a su generosidad

y después a su voz, a que sonaba joven para la edad que denunciaba el DNI, y

algunas otras cosas más. La conversación se extendió, demasiado como para conservar

los números por los cuales su supervisora solía felicitarla, así que decidió

acelerar la cuestión: le pidió una dirección de correo electrónico y, antes de cortar

la llamada, le envió por ahí su número de celular.

Al salir del trabajo, mensaje va, emoji viene, llegó el inevitable pedido de fotos.

Sara tenía una que solía usar para estas ocasiones. Se la sacó una amiga un viernes

antes de arrancar para el Sargento, y tiene esa combinación casi exacta de alegría

y desparpajo que, cree ella, a los hombres los cautiva. Al parecer, cumple con su

cometido. Quedan en encontrarse el próximo jueves. Roberto propone un lugar

neutral, “salir a tomar algo”. Pero Sara toma la delantera y le dice que está muy

frío, que no tiene mucha plata… que le gustaría ir a su casa. Roberto lo duda por un

instante, pero termina aceptando. Siempre terminan aceptando.

Jueves, 9 de la noche. Sara terminó hace un rato de pintarse las uñas con ese rojo

carmesí al que le tenía tantas ganas, pero todavía no se animaba a usar. Tuvo

que esperar a que se sequen para poder ponerse el vestido que hace juego con

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