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SALVADOR agosto

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El Observatorio James Webb costará uno diez mil

millones de dólares sólo ponerlo en órbita y otros

tantos para gestionarlo por unos apenas seis años.

afuera?, entre ellos el más famoso el Hubble. La respuesta

es simple e inquietante. Se trata de una diferencia de resultados

entre tecnologías. En tanto que el Hubble puede

ser comparado con una lupa grande el James Webb sería

un microscopio digital. Así de enormes son las diferencias,

entonces.

Este observatorio se colocará en una órbita solar no terrestre.

Es decir estará lejos de toda interferencia terrestre.

A cuatro veces la distancia de la Tierra a la Luna. Por

esa razón no está previsto repararlo. Funcionará hasta

que falle algo o se acabe su combustible para estabilización

orbital. Su espejo será más de seis veces el tamaño

del espejo del Hubble. Estas cualidades impresionantes

en términos de astronomía nos llevan muy lejos, lejísimo.

¿Y qué esperamos de este ingenio tan singular? Buena

pregunta, porque esa es la parte más emocionante de todo

este épico esfuerzo.

Este telescopio nos va a permitir básicamente tres cosas

principales. Primero ver lejos, muy lejos. Tan pero tan lejos

que es lo cerca de una máquina del tiempo que podemos

concebir. Se sabe que cuanto más lejos se observa en

el universo más antigua es la luz que se capta. La ciencia

calcula la edad del Universo en 13.800 millones de años.

Este telescopio será capaz de mirar las galaxias distantes

a 13.500 millones de años luz. Es decir a apenas 300 millones

de años de la creación de nuestro Universo. Nunca,

pero nunca fuimos tan lejos. Digamos en términos cosmológicos

a la vuelta de la esquina del Big Bang.

Segundo, veremos los planetas de otros sistemas solares

que hoy no podemos ver y sí solo estimarlos por inferencia.

De ellos hay varios centenares que los astrónomos han

inventariado para que el James Webb examine sus atmosferas

en busca de … ¡biomarcadores!. Es decir, las huellas

visibles que debe dejar la vida si la hay.

Y tercero, veremos también con detalles la formación de

soles, planetas lunas y galaxias. Si esto sale bien estaremos

en condiciones de hacer un mapa tridimensional detallado

del universo visible.

Si sumamos éstas al menos tres muy posibles conquistas

del intelecto humano se darán una idea del gigantesco

salto en el conocimiento astronómico de la humanidad.

Enorme, increíble y maravilloso. Si el Hubble marcó un

antes y un después en la historia de la astronomía es posible

que con el James Webb nos acerquemos a un antes y

un después en la filosofía. Habrá que ver sus resultados,

es verdad, pero no son pocos los científicos que creen que

algo disruptivo nos va a entregar el nuevo telescopio.

Apreciar el universo con James Webb será como levantar

un velo que estaba oculto para la humanidad.

Desde una mirada laica del universo no sabemos sobre

cuál es el sentido que tuvo éste en crear vida inteligente,

tan inteligente como para tener conciencia de mismidad,

o sea, nosotros los humanos. No sabemos si hay en

el universo un antroposentido que nos explique a nosotros

mismos. No sabemos si estábamos en la intención del

universo el que estemos aquí. No lo sabemos. Es decir, no

podemos afirmarlo ni negarlo.

Lo cierto es que miramos a los cielos en busca de algo (o

alguien) que nos explique nuestra condición. En tiempos

humanos lo estamos haciendo muy lentamente, cada

avance abre camino a uno más importante con mucho

esfuerzo y tiempo humano. Pero para el reloj cósmico es

nada. Si le asignáramos al universo una antigüedad de 24

horas, nosotros los humanos llevamos apenas 1,4 segundos

en él. Es así, en la vida del universo somos un chasquido.

Casi nada.

La verdad es que no sólo queremos una respuesta que nos

explique. Humanos al fin, queremos más, mucho más.

Deseamos explicar al universo. Eso queremos. Porque eso

nos explica todo.

Es evidente que algo muy singular está ocurriendo. En un

instante de tiempo insignificante para el cosmos un cerebro

inteligente desarrollado en la superficie de un planeta

que gira entorno a una estrella ordinaria en una galaxia

ordinaria en un cúmulo ordinario eyectará al espacio un

dispositivo que abrirá sus paneles y mirará hacia donde

nadie vio y preguntará “¿Quién soy?

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