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“No se hace ningún comentario del fervor
religioso de Belgrano durante su vida y
de cómo no tuvo problema en romper con
cuanto logista o sociedad secreta fuera la
que se oponía a su causa”
lizaron en América. Cuatrocientos
hispanoamericanos diseminados en
la Península, en los colegios, el comercio
o en los ejércitos, se entendieron
desde temprano para forma
una sociedad secreta conocida después
en América bajo el nombre de
Lautaro. Para guardar secreto tan
comprometedor, se revistieron de
fórmulas, signos, juramentos y grados
de las sociedades masónicas,
pero no era una masonería, como generalmente
se ha creído, ni menos las
sociedades masónicas entrometidas
en la política colonial” [5].
Por fin, Bartolomé Mitre, también
masón y que había alcanzado el grado
33 en 1860[16], señaló que las sociedades
lautarinas era políticas no
masónicas, y dice en uno de sus tex-
tos: “Las sociedades compuestas por
americanos, que antes de estallar la
revolución se habían generalizado en
Europa, revestían todas las formas de
las logias masónicas, pero sólo tenían
de tales los signos, fórmulas, etc. Su
objeto era más elevado, no iniciaban
en los misterios sino en profesar
el dogma republicano y se hallaban
dispuestos a trabajar por la independencia
de América”. [6]
Basten estos testimonios para dejar
fehacientemente establecido que el
Gral. Manuel Belgrano lo mismo que
San Martín y tantos otros próceres
bien intencionados nunca pertenecieron
a la masonería. Lo demuestran
sus ideas; pues tanto San Martín
como Belgrano además de contar
en sus filas a reconocidos católicos
y sacerdotes, auspiciaban la forma
monárquica de gobierno. Esto se explica
así: Manuel Belgrano, ya en las
frías noches de media luz en la jabonería
de Vieytes asumía que se podía
reconocer la dinastía de Napoleón,
pero tampoco pensar en la constitución
de una república porque no
se daban las condiciones para ello.
Enumeraba entre éstos la ausencia
de conocimiento, la carencia de una
posición económica, además de las
profundas divisiones entre sus habitantes
que seguían distinguiéndose
entre europeos, ya españoles, ya ingleses
y sobre todo franceses que en
los acontecimientos de España veían
una posibilidad cierta de afianzar
sus reales. Esta última circunstancia
hacía muy probable una guerra civil
“sangrienta y cruel que pondría al
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