6) Manual de Psiquiatria (Betta, Juan) recortado
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crece la inquietud aumenta; todos los músculos del cuerpo se ponen en tensión, la facie enrojecida
responde a la cólera y el aspecto general del sujeto revela agresividad.
2) Enfermo deprimido: Siempre teniendo en cuenta el doble punto de vista, observaremos que
psíquicamente la expresión del rostro refleja tristeza y ensimismamiento, pues el enfermo vive
intensamente su vida interior; su entrecejo fruncido denota preocupación, meditación, reflexión y
tristeza. Son propensos al llanto; hacen gestos de disgusto cuando se los turba en sus pensamientos
o cuando perciben alegría a su alrededor; sólo viven sus penas.
La faz motriz está en coincidencia perfecta con el estado psíquico. La actividad motriz es nula o
muy escasa; frecuentemente se los encuentra inmóviles, con el cuerpo encorvado y la mirada fija;
no reaccionan a los estímulos exteriores debido a la gran preocupación que los absorbe.
3) Enfermo indiferente: Psíquicamente el sujeto revela, por su expresión, la más profunda
indiferencia y desinterés por todo lo que le rodea, como si estuviera viviendo en un mundo distinto
al del resto de los humanos. Su facie permanece impasible ante cualquier estímulo o requerimiento
pues su vida afectiva ha sufrido una caída vertical; aparecen como seres vacíos, sin alma, a quienes
nada puede sacar de su estado de hipoafectividad y abulia.
En cuanto a la actividad motriz es muy variable; desde el enfermo casi inmóvil y que adopta
actitudes catatónicas hasta el que llega a la excitación motriz existe una gran variedad de matices.
4) Enfermo obnubilado: La obnubilación es propia de ciertas enfermedades febriles agudas, de
intoxicaciones endógenas y exógenas y de traumatismo craneanos, por lesiones de las células de la
corteza cerebral que provocan una suspensión de la actividad psíquica y dejan al enfermo
desorientado y obnubilado. Llama la atención el precario estado físico y el color terroso de la piel;
la expresión de su facie revela extrañeza, perplejidad, asombro y, en casos graves, estupor. Todo
indica que el sujeto ignora lo que le sucede, pues su psique se halla en un profundo estado de
confusión. No es raro ver reflejado en el rostro de algunos enfermos la expresión de miedo; ocurre
en los casos en que padecen delirio onírico con alucinaciones terroríficas.
Desde el punto de vista motriz se presentan diversas variantes. Se observan gestos y
movimientos disarmónicos en algunos; otros permanecen más o menos inmóviles cuando llegan al
estupor; los que padecen alucinaciones se agitan y realizan movimientos defensivos; y otros
pacientes hacen movimientos afínes con las tareas que desempeñaban en su vida normal.
3º) Actitud psíquica del enfermo:
La actitud psíquica depende exclusivamente del grado de vigor psíquico del paciente, de lo cual
resulta que sea: activa o pasiva.
La actitud activa, que revela la existencia de un buen potencial de energías psíquicas, deja
traslucir la existencia de un trabajo mental más o menos intenso. De un modo general la observamos
en los delirantes y en los maníacos.
La actitud pasiva, propia de los dementes y de los oligofrénicos, caracteriza a una psique pobre,
en la que el trabajo mental es muy precario.
Interrogatorio
En psiquiatría, el interrogatorio es la parte fundamental del examen del enfermo y es el que
ha de llevarnos al diagnóstico.
En un esquema general, salvo las variantes a que obligue cada caso, indicaremos la forma de
efectuarlo. En efecto, con ciertos enfermos el interrogatorio se hace fácilmente siguiendo el
cuestionario corriente; con otros, a los que este examen ofende porque su extremada
susceptibilidad los induce a sentirse menoscabados en su dignidad, hay que encarar el
interrogatorio de otra manera para no correr el riesgo de que el paciente se niegue a responder
encerrándose en un obstinado mutismo. Por consiguiente, de la sagacidad del médico depende,
en cada caso, conducir hábilmente la conversación de manera tal de poder indagar, en cualquier
momento, los datos contenidos en el cuestionario.
El cuestionario del interrogatorio comprende cuatro partes.
1 a PARTE: ORIENTACIÓN AUTOPSÍQUICA:
En primer término debe indagarse si el enfermo se orienta en el sentido autopsíquico; o sea
si está orientado con respecto a sí mismo. Simultáneamente se recogerán una serie de datos que
informarán sobre el estado de todo el psiquismo.
A continuación enumeraremos las principales preguntas que se harán al enfermo.
1) Nombre y apellido: En el caso de que el paciente sepa decirnos su nombre pero que
desconozca su apellido ya sabremos que será imposible continuar con el interrogatorio, pues
solamente un frenasténico profundo ignora su apelativo. En el caso de que el enfermo se hubiera
olvidado se trataría de un sujeto profundamente dementizado, pues lo último que una persona
olvida es el propio nombre. Cuando el enfermo no contesta porque no entiende nuestra
pregunta nos hallaremos en presencia de un caso de perturbación de la sensopercepción, como
ocurre en los confusos.
En estos tres casos el estudio de los antecedentes y la inspección del enfermo nos ayudarán
eficazmente para aclararnos el panorama.
2) Edad: Fecha de nacimiento: Es importante, a continuación, interrogar al enfermo acerca de
su edad. En primer lugar, si el sujeto la ignora puede tratarse de un frenasténico, un demente o
un confuso; pero no hay que olvidar que existen personas incultas que nunca se preocuparon
mayormente por conocer su edad exacta. En segundo lugar, la edad constituye un factor
importante en la afección que el sujeto padece; sabemos que ciertas enfermedades mentales
aparecen en una época determinada de la vida. La esquizofrenia, por ejemplo, es una
enfermedad de la juventud que generalmente se inicia entre los 15 y 20 años; los delirios en
general entre los 30 y 50 años y la demencia senil después de los 65 años.