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Libro Relatos de la Revuelta

Este libro recoge las vivencias de quienes formaron parte de este proceso histórico. Las historias recopiladas no están en un orden cronológico y se desarrollaron a lo largo del país y en el extranjero. Las emociones plasma- das en cada línea son el reflejo del sentimiento colectivo. Un sentimiento de cambio y justicia social.

Este libro recoge las vivencias de quienes formaron parte de este proceso histórico. Las historias recopiladas no están en un orden cronológico y se desarrollaron a lo largo del país y en el extranjero. Las emociones plasma- das en cada línea son el reflejo del sentimiento colectivo. Un sentimiento de cambio y justicia social.

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18 de octubre, Joel

Un 11 de septiembre, miles se fueron a dormir sin pensar que un

18 de octubre otros los despertarían. El sueño se había acabado.

Muchos decían que había sido una pesadilla. No todos concordaban

en sus interpretaciones, pero al final, lo importante era estar de pie

y despierto. Mientras caminaba por la vereda norte de la Alameda

antes de llegar a la Estación Central, buscaba qué micro podía tomar.

Sin embargo, todas iban llenas y, al ver a algunos pacos en el frontis

de la Estación Central, crucé a la vereda sur. El olor a lacrimógena

encendía el aire y con ello mi conciencia. Los pacos mantenían cerrada

la entrada que daba directamente a la estación, pero la entrada del

mall que daba al mismo lugar estaba abierta. Adentro, había un grupo

de secundarios detrás de los torniquetes de la estación de trenes

y un piquete a unos 20 metros de ellos. Al ser un sector comercial,

había un flujo constante de personas. Muchos se detenían a mirar y

a gritarles cosas a los pacos, interponiéndose entre éstos últimos

y los manifestantes. Hasta el día de hoy, prefiero pensar que, todos

quienes nos interponíamos, lo hacíamos conscientemente como

un gesto de rebeldía y de defensa hacia los cabros secundarios.

Mientras la rabia inundaba cada rincón de la estación, el piquete

inició su cacería y logró llevarse a dos o tres de estas personas. Pero

sus esfuerzos por apagar la protesta resultaban inútiles, la rabia de

los transeúntes solo aumentaba. Algunos empezaron a lanzarles

objetos al piquete, y éstos, por su parte, lanzaron lacrimógenas. Ese

día el gas inundó la Estación Central de Santiago. Los pacos habían

perdido el control de la situación, pues ya no tenían legitimidad frente

a ese inmenso grupo de personas. Su poder empezaría a residir cada

vez más en el miedo y en la brutalidad de su actuar.

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