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Libro Relatos de la Revuelta

Este libro recoge las vivencias de quienes formaron parte de este proceso histórico. Las historias recopiladas no están en un orden cronológico y se desarrollaron a lo largo del país y en el extranjero. Las emociones plasma- das en cada línea son el reflejo del sentimiento colectivo. Un sentimiento de cambio y justicia social.

Este libro recoge las vivencias de quienes formaron parte de este proceso histórico. Las historias recopiladas no están en un orden cronológico y se desarrollaron a lo largo del país y en el extranjero. Las emociones plasma- das en cada línea son el reflejo del sentimiento colectivo. Un sentimiento de cambio y justicia social.

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23 de noviembre, Küyen

Ese día con un amigo nos juntamos a las 13hrs porque teníamos

planeado ir a comer un helado, pero el olor a lacrimógena y los

canticos de la protesta nos llamaron mucho más la atención. A

eso de las 18hrs el guanaco empieza a avanzar nuevamente junto

con los pacos y los disparos. Empezamos a correr y me detengo

al ver que se cae un señor, lo ayudo a levantarse, íbamos lento, ya

que se había doblado el pie. Seguimos escuchando los disparos

y sentí cómo una lacrimógena me impacta el pie izquierdo, al

mismo tiempo sentí 3 pinchacitos en las piernas, pero los ignoré.

Llegamos a una esquina segura, el señor me agradece y me

encuentro a mi amigo, le digo que me llegó una lacrimógena y que

parece que me llegaron perdigones, me revisa y efectivamente,

tenía 3 perdigones en las piernas. Me lleva en brazos a la cruz roja

para que me los retiren, sentí dolor, pero ese dolor fue opacado

por impotencia; un paco me dejó marcada y no podría protestar

ni caminar bien durante quizás cuántas semanas. A eso de las

19hrs/20hrs nos fuimos. Al llegar a mi casa, me quedo parada

afuera, aún tenía la ropa mojada y se veían las vendas que me

pusieron en las heridas que dejaron los perdigones; no sabía

cómo entrar sin que mi mamita se preocupara. Después de unos

minutos entro y me la encuentro sirviendo la once, me recibe

feliz, pero su cara cambia al verme. Corrió a abrazarme y se puso

a llorar, soy sensible igual que ella así que comenzamos a llorar

juntas. Entre sollozos me reta por andar con la ropa mojada y

empieza a putear a los pacos por ser tan bastardos, después de

un rato me suelta y me dice “gracias por ser tan valiente, me llenas

de orgullo, mi pequeña Gladys Marín”.

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