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Carlos Marx.
el que el pensamiento y la razón de vida no tiene sentido;
la experiencia de la vida, la sensibilidad, el golpe animal
advierten que la vida merece ser vivida, que el absurdo y
la dicha son dos caras de la misma realidad… Sísifo ha
despreciado a los dioses del absurdo, acaricia su roca, la
hace su destino y encuentra su felicidad”.
En sus ensayos sobre algunas escritoras, Silvia Mijares es
enfática, apasionada y aun poética. En Margarita Duras,
Antonieta Rivas Mercado, Nellie Campobello, Elena Garro,
Kahua Rocha, Jeannette Clariond, Ágelica Tijerina, examina,
a través de sus palabras, el talante, la inteligencia, los
modos propios de un ser sometido a través de los siglos
por las costumbres impuestas de la masculinidad, pero
con una fuerza subterránea superior a la de su propio
sometimiento. Y aquí es donde hace ver, más allá de su
valoración como escritora, a la mujer subversiva no sólo
con la palabra, sino también con el silencio. Sor Juana Inés
aparece de pronto en el escenario y da la callada por respuesta.
Al silencio ominoso que le impuso a nuestra gran poeta la
doble cultura machista de la colonia en la Nueva España,
ella lo convirtió en un retumbante subrayado cuando decidió
callar (o al menos no publicar lo que de su mano fluía: las
incontables notas de un sistema circulatorio indispensable
para que el cerebro y el corazón le permitieran seguir viviendo).
Mijares establece un paralelismo entre América Latina y
la mujer: ambas objeto de una conquista violenta -de una
violación, como diría Octavio Paz- y de la imposición
consecuente de un modo de ver el mundo, de sentirlo, de
obrar sobre sus realidades imponiendo reglas inobservables
por el conquistador español o por el hombre como macho.
En América Latina y en la mujer, a pesar del sometimiento y
una coerción más o menos abierta subyacen, y de repente
florecen, fuerzas creadoras, pensamientos originales,
actitudes de mayor valentía y audacia que en muchos de
los hombres, Sor Juana es, quizá, el emblema de esa paradoja;
ella expresa en sus escritos –dice nuestra filosófa- “los
rasgos peculiares de su situación histórica…”. A pesar de
ellos “alcanza niveles universales en el mundo de la
literatura y el pensamiento. Cuenta con la suficiente fuerza
espiritual para imponer y deslumbrar con su mirador bello,
exquisito, sincero e inteligente el mundo que la rodea”. Y
concluye: “el pensamiento de Sor Juana, cristalizado por el
tiempo, tiene vigencia aún. Es fresco, vigoroso, subversivo
como todo pensamiento original. Por lo tanto no se agota,
resiste las más variadas lecturas. Después de tres siglos
de existencia todavía conserva su perfume, su encanto, su
inteligencia demoledora, su creadora inteligencia”.
Este pensamiento original, fresco, vigoroso y subversivo,
lo descubre Mijares en otras escritoras de diversas latitudes
y estilos. En Marguerite Duras ve su lucha no contra una
imposición tan explícita, sino proveniente de una sociedad
que la filtra a través de sus intuiciones y de los propios
miembros de la sociedad, hombres y mujeres, que la
introyectan y transmiten en un amplio diapasón. Duras lo
resiente y busca otros parajes donde pueda ser más duro o
evidente. Sus novelas se ambientan en lugares de Europa,
Asia y África. En una de ellas recrea el sufrimiento de la
mujer enamorada a la que su amante abandona aparentemente
por la diferencia de edad. Esta diferencia, que el mercado y
la cultura de los países capitalistas jerarquizan, es revestida
de estereotipos para obtener ventajas lucrativas.
Antonieta Rivas Mercado es uno de los personajes inevitables
del siglo XX, es uno de los ejemplos del amor
contrariado y trágico. En ella se cumple un parlamento de
Elena Garro en su drama El Rastro: “El hombre vuela más
alto que una gaviota y a la mujer le toca mirar su vuelo y
acatar sus voluntades”. En su relación amorosa con José
Vasconcelos no se conforma sólo con la reflexión y pasa a
la acción. De esta praxis resultan obras memorables propias y
ajenas. Era sin duda una mujer comprometida con la lucha por
las causas sociales y por ello una de las figuras centrales
en la conformación del México moderno. Dice de ella Mijares:
“fue una luchadora por la justicia, la libertad y el desarrollo
cultural, defensora de los derechos de la mujer…”.