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Francis Bacon - The New Organon - Español

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para descubrir la verdad. El solo camino de salvación que nos queda es volver a comenzar

enteramente todo el trabajo de la inteligencia; impedir desde el principio que el espíritu

quede abandonado a sí mismo, regularle perpetuamente, y realizar, en fin, como con

máquina, toda la obra del conocimiento. Ciertamente que si los hombres hubiesen aplicado

a los trabajos mecánicos el solo esfuerzo de sus brazos, sin utilizar la ayuda y la

fuerza de los instrumentos, así como no temen abordar las obras del espíritu casi con las

solas fuerzas de su inteligencia, el número de cosas que hubieran podido mover o transformar,

sería infinitamente reducido, aun cuando hubiesen reunido y desplegado los

mayores esfuerzos. Detengámonos en esta consideración, y como en un espejo, fijemos

la vista en este ejemplo: supongamos que se trate de transportar un obelisco de imponente

magnitud para el adorno de una apoteosis o de alguna otra ceremonia magnífica, y

que los hombres emprenden la operación del transporte sin instrumentos; un espectador

de buen sentido, ¿no lo juzgará como un acto de locura? Que se aumente el número de

brazos, esperando así vencer la dificultad, ¿no seguirá considerándolo como locura?

Pero si se quiere hacer una elección, utilizando sólo a los fuertes y separando a los débiles,

y se vanaglorian por ello del éxito, ¿no dirá que es un acrecentamiento de delirio?

Pero si poco satisfechos de esas primeras tentativas se recurre al arte de los atletas, y

sólo se quieren emplear brazos y músculos untados y preparados según los preceptos,

¿nuestro hombre de buen sentido, no exclamará que se hacen muchos esfuerzos para

aparecer loco en toda regla?

Y sin embargo, con un arrebato tan poco razonable y un concierto tan inútil, es como

los hombres se han consagrado a los trabajos del espíritu, ya esperando mucho de la

multitud y del concurso, o de la excelencia y penetración de las inteligencias, ya fortificando

los músculos del espíritu por la dialéctica (que se puede considerar como cierto

arte atlético), no cesando, bien considerada, no obstante, tanto celo y esfuerzos, de emplear

las fuerzas de la inteligencia desnudas y solas. Bien claro está que en todas las

grandes obras manuales del hombre, ejecutadas sin instrumentos y sin máquinas, ni podrían

jugar las fuerzas individuales, ni las de todos concertarse.

III. He aquí por qué en consecuencia de lo que acabamos de decir, declaramos que

hay dos cosas de las que queremos que los hombres estén bien informados, para que no

las pierdan de vista jamás. Es la primera que, acontece felizmente para nuestros sentidos,

para extinguir y repeler toda contradicción y rivalidad de espíritu, que los antiguos

puedan conservar intacta y sin menoscabo toda su gloria y su grandeza, y que no obstante,

nosotros podamos seguir nuestros propósitos y recoger el fruto de nuestra modestia.

Porque si declaramos que hemos obtenido mejores resultados que los antiguos, perseverando

en sus mismos métodos, nos sería imposible, por más que pusiéramos en juego

todo el artificio imaginable, impedir la comparación y la rivalidad de su talento y de

su mérito con los nuestros —no ya una rivalidad nueva y reprensible, sino una justa y

legítima emulación— (¿pues por qué no podríamos nosotros, en uso de nuestro derecho,

que es al propio tiempo el derecho de todo el mundo, poner de manifiesto y criticar en

ellos lo que ha sido falsamente sentado o establecido?). Esto, no obstante, este combate

pudiera ser desigual a causa de la medianía de nuestras fuerzas. Pero como todos nuestros

esfuerzos se encaminan a abrir a la inteligencia nuevo camino que ellos no intentaron

ni conocieron, estamos en posición muy diferente; no hay aquí ni rivalidad ni lucha;

nuestro papel se limita al de un guía, y nada de soberbia hay en ello, y más bien lo debemos

a la fortuna que al mérito y al genio. Esta primera advertencia atañe a las personas,

la segunda a las cosas mismas.

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