Francis Bacon - The New Organon - Español
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
ciones desconocidas a los antiguos, y cuyos orígenes son oscuros y sin gloria: la imprenta,
la pólvora para cañón y la brújula, que han cambiado la faz del mundo, la primera
en las letras, la segunda en el arte de la guerra, la tercera en el de la navegación, de
las que se han originado tales cambios, que jamás imperio, secta ni estrella alguna, podrá
vanagloriarse de haber ejercido sobre las cosas humanas tanta influencia como esas
invenciones mecánicas.
Distinguiremos seguidamente tres especies y como tres grados de ambición; la primera
especie, es la de los hombres que quieren acrecentar su poderío en su país; ésta es
la más vulgar y la más baja de todas; la segunda, la de los hombres que se esfuerzan en
acrecentar la potencia y el imperio de su país sobre el género humano; ésta tiene más
dignidad, pero aquellos que se esfuerzan por fundar y extender el imperio del género
humano sobre la naturaleza, tienen una ambición (si es que este nombre puede aplicársele)
incomparablemente más sabia y elevada que los otros. Pero el imperio del hombre
sobre las cosas, tiene su único fundamento en las artes y en las ciencias, pues sólo se
ejerce imperio en la naturaleza obedeciéndola.
Diremos también, que si la utilidad de un descubrimiento particular ha conmovido
de tal modo a los hombres que hayan visto algo más que un hombre en aquel que podía
de tal suerte extender un beneficio a todo el género humano, ¿cuánto más elevado no
parecerá a sus ojos un descubrimiento que por sí solo da la clave de todos los otros? Y
sin embargo, a decir verdad, lo mismo que tenemos grandes motivos de agradecimiento
hacia la luz, que nos permite trasladarnos de uno a otro lado, practicar las artes, leer,
reconocernos mutuamente, no obstante lo que la simple contemplación de la luz tiene
más excelencia y bellezas que sus usos tan variados, así bien la pura contemplación de
las cosas en su realidad, separada de toda superstición, impostura, error o confusión,
contiene más dignidad que todo el fruto de los descubrimientos.
En último lugar, si se objeta que las ciencias y las artes dan frecuentemente armas a
los malos intentos y a las pasiones perversas, nadie se preocupará gran cosa de ello.
Otro tanto puede decirse de los bienes del mundo, el talento, el valor, las fuerzas, la belleza,
las riquezas, la misma luz y otras. Que el género humano recobre su imperio sobre
la naturaleza, que por don divino le pertenece; la recta razón y una sana religión sabrán
regular su uso.
130. Ya es tiempo de que expliquemos el arte de interpretar la naturaleza. Aunque
creamos haber encerrado en este método preceptos muy útiles y muy verdaderos, estamos
no obstante bien lejos de atribuirle una necesidad absoluta (hasta el punto de que
nada se pueda sin ella) ni siquiera una entera perfección. Opinamos que si los hombres
tuviesen en su mano una historia exacta de la naturaleza y de la experiencia, y alimentasen
con ella su pensamiento, y si por otra parte, pudiesen imponerse la doble obligación
de despojar las opiniones recibidas y las nociones vulgares, y abstenerse de elevar su
espíritu a los primeros principios y a las leyes que más a ellos se acercan, pudiera ocurrir
que por la propia potencia de su inteligencia, y sin otro arte, encontrasen lo verdadero
procedente de la interpretación. La interpretación es la obra verdadera y natural de la
inteligencia, después de haber separado todos los obstáculos que entorpecen su marcha;
pero, sin embargo, mediante nuestros preceptos, el trabajo del espíritu tendrá mayor
facilidad y solidez.
Estamos también muy distantes de afirmar que nada se pueda añadir a nuestros preceptos;
antes al contrario, nosotros, que ponemos la fuerza de la inteligencia no en su
propia virtud, pero sí en el comercio con la realidad, debemos declarar que el arte de los
descubrimientos puede desenvolverse con los descubrimientos mismos.