Libro CARMILLA de Sheridan Le Fanu
Carmilla SHERIDAN LE FANU Sinopsis Relato que había de forjar el arquetipo del vampiro femenino en la literatura universal, "Carmilla", publicado por primera vez en la revista "The Dark Blue" en 1871, es sin duda la obra más famosa del irlandés Sheridan Le Fanu (1814-1873). Además del diseño que éste imprimió a su figura central, hacen del mismo una pieza maestra el nervio de la acción, el vigor de los personajes y el inquietante clima crepuscular, casi siempre a caballo entre día y noche, entre sueño y vigilia, que impregna la obra. Este precedente y sustrato indudable del "Drácula" de Bram Stoker —obra que aparecería poco menos de treinta años más tarde— figura por derecho propio en la galería más selecta de las letras fantásticas europeas.
Carmilla
SHERIDAN LE FANU
Sinopsis
Relato que había de forjar el arquetipo del vampiro femenino en la literatura universal, "Carmilla", publicado por primera vez en la revista "The Dark Blue" en 1871, es sin duda la obra más famosa del irlandés Sheridan Le Fanu (1814-1873). Además del diseño que éste imprimió a su figura central, hacen del mismo una pieza maestra el nervio de la acción, el vigor de los personajes y el inquietante clima crepuscular, casi siempre a caballo entre día y noche, entre sueño y vigilia, que impregna la obra. Este precedente y sustrato indudable del "Drácula" de Bram Stoker —obra que aparecería poco menos de treinta años más tarde— figura por derecho propio en la galería más selecta de las letras fantásticas europeas.
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Carmilla
faz de la tierra pero ya entrando en años, y yo, que
solo contaba con diecinueve años en la época en la
que ocurrieron los sucesos que le voy a contar. Todo
sucedió hace unos ocho años.
Mi padre y yo constituíamos la familia en el castillo.
Mi madre, una señora de la sociedad estiriana,
murió cuando yo era bebé. Pero tuve una nana, una
mujer de muy buen genio, que me acompañó, podría
decirse, desde mi infancia. De hecho, no recuerdo ningún
tiempo en que su rostro, regordete y benigno, no
haya sido un cuadro familiar en mi memoria.
Su tierno cuidado y amable temperamento suplieron
en parte la pérdida de mi madre, de quien ni
me acuerdo, ya que la perdí a tan tierna edad. Madame
Perrodon, que así se llamaba, oriunda de Berna, era el
tercer miembro de nuestro grupo cuando nos reuníamos
a cenar. Había un cuarto, mademoiselle De Lafontaine,
que me servía de institutriz, como creo que
es el término correcto. Ella hablaba francés y alemán;
madame Perrodon, francés y un inglés chapuceado; y
al anterior mi padre y yo agregamos el inglés correcto,
en el que nos acostumbrábamos a conversar siempre,
en parte para que no se perdiera entre nosotros, y también
por razones patrióticas. En consecuencia la casa
era una especie de Torre de Babel, que les causaba risa
a nuestros visitantes. Pero no haré ningún intento de
reproducir el efecto en el curso de este relato. Había
dos o tres muchachas de aproximadamente mi edad
que en ocasiones nos visitaban. Normalmente, aunque
no siempre, sus visitas eran bastante breves. Yo las visitaba
a ellas también, pero con poca frecuencia.
De manera que nuestras relaciones sociales eran
escasas, aunque no faltaba la visita ocasional de uno
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