Libro CARMILLA de Sheridan Le Fanu
Carmilla SHERIDAN LE FANU Sinopsis Relato que había de forjar el arquetipo del vampiro femenino en la literatura universal, "Carmilla", publicado por primera vez en la revista "The Dark Blue" en 1871, es sin duda la obra más famosa del irlandés Sheridan Le Fanu (1814-1873). Además del diseño que éste imprimió a su figura central, hacen del mismo una pieza maestra el nervio de la acción, el vigor de los personajes y el inquietante clima crepuscular, casi siempre a caballo entre día y noche, entre sueño y vigilia, que impregna la obra. Este precedente y sustrato indudable del "Drácula" de Bram Stoker —obra que aparecería poco menos de treinta años más tarde— figura por derecho propio en la galería más selecta de las letras fantásticas europeas.
Carmilla
SHERIDAN LE FANU
Sinopsis
Relato que había de forjar el arquetipo del vampiro femenino en la literatura universal, "Carmilla", publicado por primera vez en la revista "The Dark Blue" en 1871, es sin duda la obra más famosa del irlandés Sheridan Le Fanu (1814-1873). Además del diseño que éste imprimió a su figura central, hacen del mismo una pieza maestra el nervio de la acción, el vigor de los personajes y el inquietante clima crepuscular, casi siempre a caballo entre día y noche, entre sueño y vigilia, que impregna la obra. Este precedente y sustrato indudable del "Drácula" de Bram Stoker —obra que aparecería poco menos de treinta años más tarde— figura por derecho propio en la galería más selecta de las letras fantásticas europeas.
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Philip Le Fanu
dos señoras amigas quienes se habían alejado un poco
de nosotros.
Finalmente la curiosidad me hizo abrir los ojos.
Y lo que contemplé fue una escena de confusión total.
Dos de los caballos estaban echados en la tierra; el
coche se recostaba sobre un lado con dos ruedas en
el aire; los hombres se dedicaban a soltar los tirantes
del arnés; y una señora, de aspecto imponente y de un
aire imperioso, había descendido del coche y quedaba
de pie retorciéndose las manos y, de vez en cuando,
levantando un pañuelo para enjugarse los ojos.
Acto seguido, por la portezuela de la carroza sacaron
en brazos a una mujer joven, aparentemente sin
vida. Mi viejo y querido padre ya se encontraba al lado
de la señora, sombrero en mano, evidentemente ofreciendo
su ayuda y los recursos de su castillo. La señora
parecía no escucharlo, o más bien no poder hacer otra
cosa que observar a la delgada muchacha a quien pusieron
a descansar en el terraplén.
Me acerqué. La muchacha se veía aturdida, pero
por fortuna no estaba muerta. Mi padre, que se preciaba
de poseer buenos conocimientos médicos, acababa
de colocar los dedos en su muñeca, y le aseguraba a
la señora, quien se declaró ser madre de la joven, que
su pulso, aunque tenue e irregular, todavía se distinguía,
sin la menor duda. La señora se juntó las manos y
miró hacia el cielo, como una expresión momentánea
de gratitud. Pero irrumpió en seguida con un gesto
dramático y teatral que, según entiendo, es natural en
ciertas personas.
Era lo que llaman una mujer atractiva para sus
años, y habrá sido muy hermosa cuando joven. Era
alta, pero no demasiado delgada, vestía terciopelo
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