Libro CARMILLA de Sheridan Le Fanu
Carmilla SHERIDAN LE FANU Sinopsis Relato que había de forjar el arquetipo del vampiro femenino en la literatura universal, "Carmilla", publicado por primera vez en la revista "The Dark Blue" en 1871, es sin duda la obra más famosa del irlandés Sheridan Le Fanu (1814-1873). Además del diseño que éste imprimió a su figura central, hacen del mismo una pieza maestra el nervio de la acción, el vigor de los personajes y el inquietante clima crepuscular, casi siempre a caballo entre día y noche, entre sueño y vigilia, que impregna la obra. Este precedente y sustrato indudable del "Drácula" de Bram Stoker —obra que aparecería poco menos de treinta años más tarde— figura por derecho propio en la galería más selecta de las letras fantásticas europeas.
Carmilla
SHERIDAN LE FANU
Sinopsis
Relato que había de forjar el arquetipo del vampiro femenino en la literatura universal, "Carmilla", publicado por primera vez en la revista "The Dark Blue" en 1871, es sin duda la obra más famosa del irlandés Sheridan Le Fanu (1814-1873). Además del diseño que éste imprimió a su figura central, hacen del mismo una pieza maestra el nervio de la acción, el vigor de los personajes y el inquietante clima crepuscular, casi siempre a caballo entre día y noche, entre sueño y vigilia, que impregna la obra. Este precedente y sustrato indudable del "Drácula" de Bram Stoker —obra que aparecería poco menos de treinta años más tarde— figura por derecho propio en la galería más selecta de las letras fantásticas europeas.
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Philip Le Fanu
acostado boca arriba con su rostro iluminado totalmente
por la luna, después de soñar con una anciana
que le arañaba la cara, despertó con sus facciones horriblemente
distorsionadas. Su rostro nunca recuperó
su forma normal.
—Esta noche –dijo– la luna está plena de influencias
idílicas y magnéticas. Miren, si se voltean y
contemplan la fachada del castillo que está a sus espaldas,
verán cómo todas sus ventanas despiden destellos
de luz de un esplendor argénteo, como si unas manos
invisibles hubieran prendido las luces en las habitaciones
para recibir a unos huéspedes hechizados.
Era un típico momento cuando uno sufre de
una suerte de indolencia y, aunque no tiene ganas de
hablar, disfruta de la charla de otros cuando llega a sus
oídos. Así me deleitaba el tintineo de la conversación
de las dos mujeres.
—Esta noche he sucumbido a uno de mis ratos
de melancolía –me dijo papá, después de un silencio,
y antes de pronunciar una cita de Shakespeare cuya
obra solía leerme en voz alta para que mantuviéramos
vivo el inglés–. «En verdad no sé por qué estoy
tan triste. Me fatiga. Me dices que te fatiga también a
ti. Pero cómo llegué a este…» Ya no me acuerdo del
resto –continuó–, pero siento como si un inmenso e
inminente infortunio pendiera sobre nosotros. Debe
ser que la angustiada carta del pobre general tiene que
ver con ello.
En ese preciso momento nuestra conversación
fue interrumpida por el sonido inusual de las ruedas
de un coche y el batir de cascos en la carretera. El ruido
parecía proceder de la tierra alta que daba al viejo
puente. Y efectivamente, en ese momento toda una
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