Libro digital / Entre vidas amargas
Libro hecho por los específicos de Literatura y Artes plásticas.
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III
Después de la pelea, Alan y Horacio tomaron caminos separados, Horacio
fue al sur mientras que él al norte. Los días se volvieron semanas, las semanas,
meses. Y los meses, años. Alan, que iba de pueblo en pueblo, de cantina en
cantina, debía más dinero del que podía juntar en dos vidas, por lo que no
duraba mucho en un solo lugar. Un día, estando borracho en una cantina,
entró a buscarlo un grupo de hombres a los que les debía dinero.
—Aquí estás maldita cucaracha. Me tienes que pagar lo que me debes o me
tendré que cobrar con lo que encuentre en tus restos –dijo el líder del grupo.
—Tranquilo, no tengo el dinero ahora mismo, pero mañana te lo daré –
contestó Alan mientras le azotaba una botella en la cara.
Inmediatamente comenzó la pelea. Alan estaba recibiendo golpes y patadas
por todos lados, y estando acorralado, decidió sacar su espada, con la que
lanzó estocadas en todas las direcciones. A los pocos minutos estaba parado
encima de todos los cadáveres desmembrados, y bañado en sangre mientras
las demás personas de la cantina corrían.
Alan huyó como pudo de aquel lugar, golpeado y todavía borracho, viendo
borroso y apenas estando de pie. Caminó unas cuantas calles hasta que
terminó cayendo, quedando inconsciente. Por la mañana, Alan despertó en
un lugar completamente extraño, con vendajes en todo su cuerpo y una
anciana sentada en una silla junto a él.
—¿Dónde estoy? ¿Quién eres, anciana? ¿Qué me hiciste? –preguntó.
—Tranquilo, mi nombre es Rosa y estás seguro. Te encontré tirado y decidí
traerte a mi casa. Me agradeces luego –dijo Rosa.
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