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Bajo esta concepción, los derechos humanos
han pasado a constituir una categoría normativa de la
mayor importancia en cuanto a lo que constituye un
comportamiento legítimo respecto de los órganos del
Estado. Cierto es que, históricamente, los derechos
se han ido desarrollando como una garantía del
individuo y de los grupos más vulnerables dentro de
la sociedad en contra de la opresión del Estado
como derecho del individuo que tendrían
preeminencia frente a los derechos del Estado, de la
sociedad o de otros grupos.
Su caracterización de derecho inherente a todo
ser humano y de vigencia universal hace que sus
obligaciones correlativas recaigan en los Estados y
no en otros individuos, situación que la doctrina la
califica como “efecto vertical” de los derechos
humanos, sin dejar su “efecto horizontal”, esto es, de
las obligaciones específicas para los Estados, en
cuanto es garante de los mismos derechos. 9
Indudablemente, apreciando todo este contexto,
nos permite considerar que las raíces y evolución de
los derechos humanos están en páginas pasadas, en
realidad es todo un tránsito de lucha política, como se
genera “y logra” los derechos del ser humano; sin
embargo, es a partir del término de la Segunda
Guerra Mundial, que se ha dado mayor impulso en el
reconocimiento internacional de ciertos derechos
básicos de la persona, a los que se denominó
derechos humanos; y a los que paralelamente se
rodeó de garantías y de mecanismos procesales
internacionales de protección, configurando un
sistema de garantía colectiva de los Estados, distinto
del previsto en los ordenamientos jurídicos
nacionales y complementario de éstos 10.
Por otra parte, Häberle, sostiene que los
“derechos humanos” son también “derechos del
pueblo”, en un sentido más profundo y filosóficojurídico
aún no plenamente elaborado por las teorías
de los derechos fundamentales, constitucional y
del Estado 11.
López Sánchez, señala que la evolución de los
derechos es un proceso de constante tensión
dialéctica en la historia y, en ese sentido, aborda el
proceso evolutivo de los derechos humanos,
clasificando su desarrollo bajo un contexto de Estado
absolutista (el Estado soy yo), de Estado liberal (doctrinas
contractualistas), y de Estado constitucional.
Indudablemente, existe una íntima relación entre la
historia y el fundamento de estos tres modelos: el
inglés, el americano y el francés, que han sido la
base de la edificación de los derechos humanos,
que serán útiles para comprender las distintas
revoluciones y movimientos sociales que se
encargaron de impregnar los valores jurídicos de
igualdad, libertad y fraternidad, sobre los cuales se
construyó el Estado Liberal de derecho, para
posteriormente erigirse el Estado constitucional. De
ahí la importancia de conocer el alcance de estos tres
modelos:
EL MODELO INGLÉS, se origina en las ideas del
Iusnaturalismo racionalista y el contractualismo del
siglo XVII y la Carta Magna de Juan sin tierra, en
1215, continuando con la Petition of Rights de 1628,
el Acta de Habeas Corpus de 1679, la Bill of Rights de
1689 y el Act of Settlement de 1701. Cuyo modelo de
las libertades consiste en la “concesión de libertades
por parte del Estado, mediante el tránsito pacífico del
estado medieval al estado moderno del siglo XVII,
prescindiendo de la presencia de un poder político
soberano altamente concentrado, capaz de definir
las esferas de las libertades individuales”. 12
E l m o d e l o C O N S T I T U C I O N A L I S M O
AMERICANO, es heredero de las ideas del
liberalismo político de John Locke y la tradición
empirista y utilitarista anglosajona. Predominando la
concepción del derecho natural sobre el Derecho
positivo. Por otra parte, por la influencia de
pensadores como Puffendorf, es el iusnaturalismo
racionalista, Montesquieu y el movimiento filosófico
9 Ibidid; pág. 29
10 Ibid; p. 25.
11 HABERLE, Peter, Nueve ensayos constitucionales y un Lección Jubilar; Editorial Palestra; Lima, 2004; p. 85
12 LÓPEZ SÁNCHEZ, Rogelio, Justicia constitucional, derecho supranacional e integración en el derecho latinoamericano; Editorial Giley. 2007;ps. 196-197