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Art & Design Visión de futuro En 2018, durante una subasta de criptogatos, arte digital comercializado a través de blockchain, un lote alcanzó los US0,000 La Blockchain Futurist Conference es de esa clase de eventos donde los ponentes se presentan diciendo cosas como: «Yo ayudé a cambiar la forma en que el mundo se comunica». Para ser justos, en cierta medida así lo hizo: Jeff Pulver, la persona que pronunció esas palabras, popularizó el VoIP o, dicho de otro modo, la voz a través de protocolo de Internet. Los asistentes a la conferencia también suelen hacer declaraciones disparatadas y en apariencia paradójicas como que la cadena de bloques es «la nueva tecnología más sobrevalorada y malinterpretada en la historia de la humanidad» con el potencial de convertirse en poco tiempo en «una oportunidad que llegue nada menos que a los cuatro cuatrillones de dólares». Otra afirmación de Pulver quien, en ese momento, estaba más en lo cierto de lo que él mismo podría haber imaginado. Está claro que la blockchain tiene un problema de marca. Basta con pronunciar ese término para que nueve de cada diez veces escuchemos “bitcoin”, una moneda digital que es la aplicación más conocida y atractiva de esta tecnología. El bitcoin es como una montaña rusa que sube y baja constantemente. En el verano de 2018, un bitcoin valía unos US,000; hoy, su valor no llega ni a la mitad y dentro de seis meses quién sabe lo que ocurrirá. Toda esta incertidumbre está haciendo que los capitalistas de riesgo se estén cansando de adivinar. Por el contrario, la cadena de bloques es aburridísima. La blockchain se compara a menudo con un libro de contabilidad, una analogía que la hace más comprensible e incluso más interesante. Básicamente consiste en una serie de bloques de códigos imposibles de borrar o hackear que incluyen información de valor; cada uno de estos bloques solo puede desbloquearse con una única contraseña cartográfica o “clave”. Juntos forman una base de datos impenetrable. Imagine una especie de árbol que jamás se pueda talar o podar y que, además, no deje de crecer. Los bitcoins son simplemente un tipo de fruta que crece en un árbol de blockchain y, hasta el momento, la más venenosa. Sin embargo, de la cadena de bloques pueden surgir historiales médicos, hojas de cálculo complejas u hologramas de gatos coleccionables. Algunas frutas se hacen populares con rapidez, otras no, pero todo el mundo está plantando árboles. La lenta e irregular adopción del bitcoin ha mitigado el revuelo en torno a la blockchain, aun cuando, en la práctica, esta tecnología está en pleno despegue. Y, aunque tiene el inconveniente de que puede asustar a los capitalistas de riesgo a la hora de mostrar sus cartas, es también una forma de separar a los especuladores de los innovadores. Por ello, de todos los sectores, el mundo del arte es el que más fuerte está apostando por la blockchain. Si bien es cierto que no es un mundo proclive a la tecnología, este caso es completamente distinto. Desde que existen los mercados de arte, siempre se han visto obstaculizados por un gran desafío: establecer la procedencia, un término artificioso para demostrar de forma fehaciente que una obra de arte es real y que el vendedor es su legítimo propietario. Tanto si es una pieza nueva como centenaria, su procedencia es el justificante de compra y el título de propiedad y, por consiguiente, la clave de su valor. Aun así, no es fácil conocer la procedencia exacta y cuanto más antigua es una obra de arte, más complicado resulta hacer un seguimiento de todos sus dueños. Un sinnúmero de obras en los museos ha pasado en algún momento por una fase ilegítima, incluso muchas de ellas presentan lagunas en su historia. La cadena de bloques es una tecnología perfecta para rellenar esas lagunas y evitar que surjan otras nuevas en el futuro. Aplicada al mundo del arte, permite a los artistas (así como a comerciantes, coleccionistas y museos) añadir una obra a un registro de arte digital y adquirir un “token” para dicha obra, algo así como una especie de huella que siempre viaja con la obra de arte y ratifica quién la creó, a quién perteneció y cuánto se ha pagado por ella. El token se incorpora al registro y así se obtiene la clave. Voilà! Origen irrefutable para siempre. Jess Houlgrave estudió esta tecnología en el Instituto de Arte de Sotheby’s y ahora trabaja como directora de operaciones de Codex Protocol, un registro de arte con sede en Londres impulsado por la tecnología blockchain. Houlgrave afirma que «en estos momentos la blockchain está suscitando mucho entusiasmo, pero este entusiasmo también trae consigo confusión y mucho dinero». Durante la conferencia en Toronto sus representantes se vieron invadidos por la multitud. «Todo el mundo quiere añadir la tecnología blockchain a CORTESÍA DE CODEX PROTOCOL 48 CENTURION-MAGAZINE.COM

«Los artistas se han visto obligados a crear cuadros o esculturas planos y sin personalidad. Así nos han enseñado a comprar y eso es lo que se vende. Pero, ¿por qué tiene que ser de esta forma?». cualquier cosa porque está de moda —señala Houlgrave—. La realidad es que tienes que pensar muy muy bien si una cadena de bloques encaja en lo que tú haces». Parece que esta locura ya se va desvaneciendo, así que, si cerramos los ojos y le echamos un poco de imaginación, podemos empezar a vislumbrar el rumbo que están tomando el arte y la blockchain. En primer lugar, se trataría de obras de arte creadas usando un código blockchain y comercializadas dentro de mercados de blockchain cerrados. Uno de los ejemplos más famosos hasta ahora es el fervor desatado por los criptogatos, una serie limitada de ilustraciones digitales de gatos muy lindos que pueden verse en cualquier tipo de pantalla. Pero seamos claros: los criptogatos son kitsch y las personas que los coleccionan no son precisamente amantes del arte; son más bien especuladores y locos de Internet. Aun así, los gatos ayudan a ilustrar una de las aplicaciones de la tecnología blockchain más prometedoras en el mundo del arte; aquí entran en juego la singularidad y la expansión controlada, lo que permite al mismo tiempo el crecimiento paulatino de un mercado sin que este vea reducido su valor. A principios de 2018, durante una subasta benéfica organizada por Codex Protocol en colaboración con un subastador de Christie’s, uno de esos gatos se vendió por US0,000. Y sí, su dueño puede contemplar la imagen, pero además cuenta con un activo capaz de venderse. En cinco años, podríamos encontrarnos con series limitadas de imágenes criptográficas creadas por Jeff Koons o Richard Prince. También existe la posibilidad de la “propiedad fraccionaria”, es decir, la compra de pequeñas participaciones de una obra de arte en lugar de poseerla íntegramente. Esto trae a colación uno de los problemas más antiguos en el mundo del arte: muy pocos se pueden permitir comprar una obra. La start-up Snark.Art con sede en Brooklyn emplea la blockchain para crear un mercado común donde los coleccionistas potenciales puedan adquirir, por ejemplo, tiras de un fotograma de cortos creados por los renombrados videoartistas Eve Sussman y Tommy Hartung. La clave criptográfica de la tira del fotograma les permite ver el film completo a través de una red descentralizada de la cadena. Un modelo con un gran potencial para revolucionar la forma en la que los artistas se ganan la vida, brindándoles la posibilidad de poseer participaciones de sus obras de arte y recaudar parte de los beneficios a medida que su obra aumenta el valor. Snark.Art acaba de anunciar su asociación con Artsy, el sitio web que incluye noticias y una base de datos con obras de arte, con el fin de acercar la tecnología blockchain a artistas reconocidos, así como a aficionados y coleccionistas de arte. La cadena de bloques tiene la capacidad de cambiar por completo el tipo de arte que se crea. El galerista, coleccionista de arte y autor neoyorquino Adam Lindemann sostiene que «hasta ahora los artistas han estado sometidos al sistema de las galerías». Dicho de otro modo, «los artistas se han visto obligados a crear cuadros o esculturas planos y sin personalidad. Es todo lo que pueden hacer, puesto que así nos han enseñado a comprar y eso es lo que se vende. Pero, ¿por qué tiene que ser de esta forma?». Lindemann está invirtiendo su dinero en lo que él defiende: es el principal inversionista de una start-up llamada Artblx que está creando una plataforma similar a la de Snark.Art con el objetivo de ayudar a artistas «a crear —como él mismo describe— algo para un centenar de personas que lo posean en común. Me interesa ver cómo la gente puede compartir la titularidad de una obra de arte creada específicamente para la copropiedad». Estas son algunas de las ideas más refrescantes aplicables a la blockchain, esas que buscan promover la creación del arte por sí mismo. Empresas como CryptoCanvas y Dada animan a los artistas a asociarse y ser coautores de sus obras en estas plataformas, como si se tratara de un lienzo compartido, para luego vender los cuadros y compartir los beneficios. Quizás no parezca la mejor manera de crear grandes cuadros, pero sí es una forma fascinante de plantearse el futuro del arte de protesta: gritos de guerra en masa que no pueden ser aplastados ni eliminados por gobiernos opresores. No es de extrañar que Ai Weiwei ya se haya unido a sus filas. VAMOS A VER, ¿QUÉ SON LOS CRIPTOGATOS? Por qué las imágenes digitales de lindos gatitos llegan a alcanzar las seis cifras CORTESÍA DE CRIPTOGATOS Los criptogatos son una serie limitada de obras de arte o, para ser más exactos, una especie de cromos de lindos gatitos, cada uno con sus propios atributos. Los coleccionistas compran, venden y comercializan con ellos utilizando la moneda Ethereum a través de una página de subastas/agencia de adopción. Son simplemente trozos de código que forman imágenes de gatos. Su artífice, la compañía Axiom Zen radicada en Vancouver, los presenta ahora con una curiosa novedad: los criptogatos pueden alimentarse e incorporar criptocrías a la blockchain. En términos de mercado, los criptogatos son una economía independiente con capacidad para expandirse de forma controlada. Por este motivo, es un mercado que alcanza los US millones y la razón por la que uno de estos criptogatos creados por el director artístico Guile Gaspar se vendió el año pasado en una subasta de Christie’s por US0,000 – DG CENTURION-MAGAZINE.COM 49

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