2023 CADAQUES MINI PRINT INTERNATIONAL

Ventanas
Desde los campos que lo rodean, la visión del pueblo
es la de un muro de piedra seca agujereado por centenares
de ventanas. En cada una de ellas se enmarca la
contradicción permanente de los seres humanos que
se debaten entre la calma de una existencia a cubierto
y la inquietud de una vida a la intemperie. Dentro y
fuera. Luz y sombra. Calma y angustia.
Es por eso que las hay de todo tipo. Unas añoran el
horizonte. Las otras, el amparo del hogar.
Fijaos bien. El perro de Pau saca la cabeza por la ventana.
Su aullido lo acompaña como un bajo continuo.
Hay una casa enfocada al norte. El cierzo se cuela por
uno de los ventanales y cierra los postigos del dormitorio.
El golpe seco despierta a los mayores, que hoy
aún tiemblan a cada estallido.
La Joana de donde el panadero toma el sol en la ventana
de la habitación. Su piel retendrá para siempre
el olor de pan de la casa donde nació.
En el interior de un desván hay una bombilla que se
enciende y se apaga. Pere, el más pequeño en casa de
Quimeta, descubre la magia de la luz y se imagina
cómo debe ser que el día y la noche, el Sol y la Luna,
se iluminan.
La Mercè está contenta, sonríe a los que pasan y da
palmadas.
En casa de Teresa bañan a los más pequeños. De los
zapatos agujereados sale una playa llena de botones.
No sé quién es aquella niña que sale volando por una
ventana y persigue a un rebaño de cabras.
Tampoco sé quién es aquel hombre que se embelesa
con las nubes que pasan ni aquella mujer triste que
vuelve de viaje y mira desconsolada el horizonte.
Con un espejo en la mano y las mejillas bien maquilladas,
Pepa hace la ratita en la ventana de Josep.
Todo esto solo pasa en verano. Porque en invierno,
cuando el frío hacer apretar los dientes y el día se
acorta, las calles están vacías y las ventanas duermen
al abrigo del viento y de los forasteros.
En la ciudad también he encontrado ventanas, pero
de las de la ciudad mejor no hablo. También hay balcones,
como los de la calle donde nací. Aunque son
primos hermanos, los balcones son más presumidos
y les gusta vestirse con sombreros de flores los días
de fiesta.
Vuelvo a Cadaqués después de un paseo per la Terra
Alta y me reencuentro con la misma sensación que
me ofrecen las ventanas del pueblo. Centenares de
ventanas recogidas en la pequeña guarida del Hort
d’en Sanés, donde en cada interior se esconden las
pasiones, las angustias y las alegrías de sus autores.
Solo se necesita un ojo curioso para descubrirlas. Fijaos
bien.
Son fragmentos que explican cómo el retorno y el viaje,
el amparo y el desconsuelo, la verdad y el sueño
alimentan este espíritu creativo cargado de memoria.
Para un Pau y un Riba
Pitu Gómez Canals
Diseñador gráfico