Cuenta y Razón

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Cuenta y Razón | enero - febrero 2011
el Sacro Imperio Romano Germánico a su hermano
Fernando. La primacía de España en Europa
que le daban el Imperio Alemán por un lado y los
Países Bajos por otro, quedará así relegada, aunque
aún permanezcan bajo sus dominios las posesiones
italianas que más adelante también acabarán
perdiéndose. Mas volviendo a América, la
riqueza que supuso para España el conocimiento
de las civilizaciones Azteca, en Méjico, Maya en
el Yucatán, e Incaica en Perú, aporta una nueva
visión y extensión del mundo que no se tenía hasta
entonces, además de enriquecer la nación con
la llegada de cantidades ingentes de la plata y el
oro americanos, si bien mucho se fuera directamente
hacia Europa, y de productos desconocidos
en España, como el tabaco, el cacao, el maíz y la
patata, mientras que ellos recibían de la metrópoli
producciones agrícolas que hoy son primordiales
en esos países como la caña de azúcar, el trigo,
la vid, el naranjo, etc.. La minería sería la fuente
principal de la riqueza de América.
El declive político y económico de la monarquía de
los Austrias había comenzado a perfilarse a partir
de la última década del siglo XVI. Y aunque la
depresión económica efectivamente proviene ya
de Felipe II, según Comellas, no se debe generalizar
en la decadencia del siglo XVII español
ya que no es absoluta. El primer tercio del siglo
“puede contarse en casi todos los campos como
uno de los más gloriosos de nuestra historia. La
decadencia, en puridad, no se hace patente hasta
1640”. Hoy se tiende a valorar más a los Austrias
menores y a considerar que el siglo XVII, no fue
tan negativo, o al menos se tiende a ver lo más
positivo de la centuria. Habría que calificarlo no
tanto como el siglo de la decadencia sino como “el
siglo del barroco”, pues “el barroco es más que un
estilo o un ideal estético: constituye de por sí una
categoría (D’Ors), un modo de entender la vida”
(Rodríguez Casado). Según David Alonso en su
libro sobre los Austrias, ni Felipe II fue tan mayor
como la historia le ha calificado, ni Felipe III fue
tan menor, según los últimos estudios históricos.
Sin embargo, es innegable que la hegemonía hispana
conseguida en el siglo XVII, que tuvo su
culmen en Cateau-Cambresis, en 1559, por los
Habsburgos mayores, va a dar paso, con los Habsburgos
menores, a la hegemonía francesa, especialmente
a partir de la guerra de los Treinta
Años, y la paz de Westfalia, en 1648. Con Enrique
IV, asesinado en 1610, que introduce la
casa de Borbón -Luis XIII y Luis XIV- Francia
se rehace de las guerras de religión, consiguiendo
una prosperidad política y económica que le
hace dominar al resto de las naciones europeas.
Con Luis XIV Francia logra el apogeo en Europa,
siendo el auténtico modelo de monarca absoluto.
Tanto Luis XIII como Luis XIV estaban casados
con reinas españolas de la casa de Austria, Ana y
Mª Teresa, hijas respectivamente de Felipe III y
Felipe IV, tía y sobrina por tanto, casándose también
Felipe IV a su vez con Isabel de Borbón hija
de Enrique IV, todo lo cual no favoreció una postura
de acercamiento hacia España en la guerra
de los Treinta Años, en la que fue derrotada en
Rocroy por los franceses. Sin embargo, sí fueron
importantes los matrimonios de los reyes Borbones
con las infantas Austrias porque ello establece
una línea directa de consanguinidad entre
las dos casas a la hora de nombrar un sucesor a
la muerte de Carlos II, instaurándose la Casa de
Borbón en España en 1700, en la persona de Felipe
V, nieto de Luis XIV, que tuvo mucho que ver
en el nombramiento, y de Mª Teresa de Austria,
aunque ello supuso la guerra de Sucesión Española
en los inicios del siglo XVIII.
En Inglaterra, a Isabel I le suceden Jacobo I Estuardo,
que cosas de la vida era el hijo de su eterna
enemiga María Estuardo, y Carlos I, que producirá
tensiones entre el Parlamento y el absolutismo
real lo que dará lugar al fenómeno del puritano
Cromwell con la instauración de la República en
1648 y la condenación a muerte del propio Carlos
I. Francia se expande hacia el exterior en movimiento
centrífugo e Inglaterra se vuelve hacia
el interior en movimiento centrípeto, por lo que
no interviene de la guerra de los Treinta Años.
Las Provincias Unidas, la actual Holanda, quedan
constituidas en nación independiente a raíz
de la Paz de Westfalia, 1648. Los Países Bajos
obtienen asimismo la independencia de España
en esa fecha. Las naciones escandinavas de
Dinamarca y Suecia saldrán de la periferia para
adquirir protagonismo en la guerra de los Treinta
Años, manifestándose sus dirigentes como monarcas
protestantes y absolutos. El Imperio Alemán
se divide en dos facciones irreconciliables,
la Liga Católica y la Unión Evangélica protestante.
Es en el Imperio donde comienza la Guerra
de los Treinta Años que será la última guerra de
religión, que adquiere la máxima relevancia por
intervenir toda Europa dirigida por Francia y España,
y porque después de ella se establece un
nuevo orden europeo con la paz de Westfalia, en
1648. No obstante, ese orden se vería alterado