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<strong>Cuenta</strong> y <strong>Razón</strong> | enero - febrero 2011<br />
Carlos II, fruto de la serie de matrimonios consanguíneos,<br />
destinado a pesar de ello a ser rey<br />
de España, con quien la nación llega a su mayor<br />
decadencia y a la vez finaliza la casa de Austria-<br />
Habsburgo al morir sin descendencia.<br />
Felipe IV tuvo como su padre validos que le relevaron<br />
en el gobierno de la nación y la toma de<br />
decisiones tan temida por el monarca. El primero,<br />
el Conde-Duque de Olivares, destacó entre todos<br />
los validos habidos en España, por su capacidad,<br />
responsabilidad y eficacia, así como por su carácter<br />
fuerte y dictatorial; aunque en su inicio se<br />
ganara los favores del pueblo por su lucha contra<br />
la corrupción habida en tiempos de Felipe III,<br />
encarcelando a los más destacados personajes de<br />
entonces, Lerma, Uceda, Osuna, y Calderón quien<br />
fue ahorcado. Olivares fue sin duda un hombre<br />
de Estado, y se apoyó en un sistema de segundos<br />
validos que reforzaban su autoridad y poder. Pero<br />
al final se vio rechazado e impotente para solucionar<br />
los problemas internos y externos que España<br />
tuvo durante los años de reinado de Felipe IV y<br />
hubo de ser sustituido al final por Don Luis de<br />
Haro, en 1643, sobrino de Olivares quien carecía<br />
de las dotes de Estado y gobierno de su tío.<br />
Felipe IV hereda el carácter<br />
abúlico de su padre pero no<br />
su moralidad intachable<br />
Dentro de los problemas internos y debido a<br />
la fuerte subida de impuestos que llevó a cabo<br />
para sufragar las campañas bélicas en las que<br />
de nuevo España se vio sumida, hubo una serie<br />
de levantamientos en las provincias periféricas,<br />
así en las Vascongadas y en Portugal, en 1630,<br />
también en Andalucía, en Nápoles y en Sicilia;<br />
pero la más grave sin duda fue la de Cataluña, en<br />
1640, que se proclamó República independiente<br />
después de la rebelión de los segadores en el<br />
afamado “Corpus de Sangre”, llegando a pedir<br />
la ayuda de Francia, que Richelieu concedió<br />
por su antagonismo con los Austrias, por lo que<br />
Luis XIII fue nombrado Conde de Barcelona. No<br />
obstante, el ejército castellano, al mando de Don<br />
Juan José de Austria, hijo natural del rey, logró<br />
dominar y reconquistar Barcelona, teniendo que<br />
autorizar Felipe IV los fueros catalanes, con lo<br />
que concluyó la disidencia. Sin embargo, la lucha<br />
de Portugal se vería recrudecida (1668), ob-<br />
teniendo la independencia de España. El Duque<br />
de Braganza sería coronado como Juan IV, con lo<br />
se pierde la unidad peninsular para siempre.<br />
Entre los problemas exteriores Felipe IV se encontró<br />
con la guerra de nuevo con los Países Bajos,<br />
al expirar la Tregua de los Doce Años, en<br />
la que Spínola venció brillantemente en Breda,<br />
cuya paz representara Velázquez bella y elegantemente<br />
en el cuadro de Las Lanzas. Sin embargo,<br />
y a pesar de la victoria, la guerra contra los Países<br />
Bajos era una batalla perdida de antemano, ya<br />
que tanto Bélgica como las Provincias Unidas u<br />
Holanda se escindieron completamente en 1648.<br />
España se iba quedando sin sus mejores plazas<br />
tan duramente conseguidas camino al ocaso.<br />
Al doblar el primer cuarto de siglo la generación<br />
pacifista se iría extinguiendo, no sólo en España,<br />
también en el resto de Europa. La generación<br />
siguiente, con Richelieu, Olivares, Cromwell, y<br />
Wallenstein, sería bien distinta y mucho más belicosa.<br />
Se vuelve a la política tensa y a las guerras,<br />
hasta llegar a la mayor conflagración europea por<br />
extensión, duración y consecuencias que supondría<br />
la Guerra de los Treinta Años. En esta larga y<br />
durísima guerra no sólo se debatiría la hegemonía<br />
sobre Europa, el triunfo de la religión protestante<br />
o la católica sino ante todo un concepto del hombre,<br />
del mundo y de la vida (Jover). Así, escribe<br />
Comellas “Ante esta coyuntura dramática, España<br />
se lanza con todo el empuje de su fuerza todavía<br />
enorme, a la defensa de su idea de siempre:<br />
una cosmovisión geocéntrica, basada en un orden<br />
cristiano del mundo. Una empresa semejante significaba<br />
marchar contra la corriente de los tiempos,<br />
y venía a imponer nuevos esfuerzos y sacrificios<br />
a un país ya exhausto, cuyos dirigentes no<br />
habían sabido aprovechar la coyuntura pacifista<br />
de los años anteriores”. España, al entregarse sin<br />
condiciones a una empresa superior a sus fuerzas,<br />
labró su propio trágico destino (Hume). Pero cabe<br />
pensar también: ¿Es que cabía inhibirse? ¿Es<br />
que al quedar al margen de una lucha decisiva no<br />
hubiera garantizado sin remedio la victoria de sus<br />
enemigos de siempre? ¿No era preferible correr<br />
el riesgo?” (Van der Essen).<br />
La Guerra de los Treinta Años que enzarzó a la<br />
mayoría de los países europeos, -preludio de las<br />
posteriores y fatídicas contiendas que azotarían<br />
a Europa en su totalidad, dos de ellas en la primera<br />
mitad del siglo XX-, y en la que España se<br />
vio envuelta casi a pesar suyo, comenzó en 1618,