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El Volcán Cotopaxi,

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<strong>El</strong> 70% de los alimentos que consume la ciudad de Quito llega por<br />

la Carretera Panamericana Sur, que, como se ha mencionado,<br />

tendría algunos puntos de interrupción o tráfico restringido, una<br />

vez que se adopten las medidas de seguridad anteriores a una<br />

erupción volcánica, congruentemente con los actuales niveles de<br />

alerta. <strong>El</strong> poliducto Quito-Ambato, que abastece de combustibles<br />

a la región central del País, tiene tramos que transcurren muy<br />

cerca de la ribera del Río Cutuchi y, por lo tanto, tendría que someterse<br />

a restricciones operativas durante el desarrollo de una<br />

eventual crisis volcánica del <strong>Cotopaxi</strong>, acarreando las previsibles<br />

consecuencias en el desabastecimiento de combustibles para la<br />

región central del País. Bajo las circunstancias antes descritas, se<br />

puede prever, con un buen grado de certeza, que las comunidades<br />

afectadas por el riesgo volcánico del <strong>Cotopaxi</strong>, tendrían<br />

que afrontar una grave crisis social y económica,<br />

desde varios meses antes de que se presente la erupción<br />

volcánica con todos sus efectos destructivos.<br />

Resulta importante prever el impacto negativo que acarrearía,<br />

para el manejo de una eventual crisis volcánica, la incertidumbre<br />

que conlleva la previsión del desenlace de un evento eruptivo sobre<br />

la confianza de la población afectada, que tendría que estar<br />

sujeta a abandonar su lugar de habitación, cada vez que se incrementen<br />

los síntomas premonitores de la actividad. La UNDRO<br />

(1995), advierte la necesidad de considerar el número de falsas<br />

alarmas que la población está dispuesta a tolerar.<br />

Las condiciones económicas y sociales imperantes, junto con las<br />

influencias culturales y la propia idiosincrasia popular, hacen suponer<br />

que sería muy difícil mantener una evacuación, espontánea<br />

o forzosa, de las miles de familias que habitan en las zonas de<br />

riesgo, durante los extensos períodos que puede durar el desarrollo<br />

de una crisis volcánica, dentro de los cuales, las manifestaciones<br />

visibles de la actividad pueden ser leves o inexistentes. Ante<br />

estos eventos se desarrolla automáticamente una presión social<br />

para regresar a los hogares y retomar las actividades productivas,<br />

aún cuando esta decisión resulte en franca contraposición<br />

con el código de alerta sustentado en las manifestaciones, no visibles,<br />

detectadas por los instrumentos de vigilancia volcánica.<br />

La experiencia reciente en los eventos que han afectado al País<br />

confirma tal suposición y, por lo tanto, habría que admitir que los<br />

planes de contingencia deben contemplar la posibilidad, de que la<br />

próxima erupción del <strong>Cotopaxi</strong> ocurra cuando toda la población<br />

esté dedicada a atender sus actividades cotidianas y no tranquilamente<br />

evacuada en los refugios.<br />

Por todo lo anterior, el manejo de una emergencia volcánica constituye<br />

un verdadero reto para los responsables de salvaguardar la<br />

seguridad de la población, incluidos los líderes comunitarios, en<br />

vista de la complejidad del problema relacionado con las erupciones,<br />

que se manifiestan en muy diferentes formas y en situaciones

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