El dominio de sí mismo. Emile Coue - Fundacion Alpe Acondroplasia
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<strong>El</strong> <strong>dominio</strong> <strong>de</strong> <strong>sí</strong> <strong>mismo</strong><br />
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He aquí algunos ejemplos:<br />
Todo el mundo conoce el sonambulismo, sabemos que un sonámbulo se levanta en la<br />
noche, sin <strong>de</strong>spertarse; que sale <strong>de</strong> su habitación luego <strong>de</strong> vestirse, o no, <strong>de</strong>scien<strong>de</strong><br />
las escaleras, atraviesa corredores y que, luego <strong>de</strong> ejecutar ciertos actos o terminar<br />
cierto trabajo, retorna a su habitación, se vuelve a acostar, y muestra, a la mañana, la<br />
mayor sorpresa al encontrar terminado un trabajo que había <strong>de</strong>jado inacabado, la<br />
víspera. No sabe que fue él quien lo hizo. ¿A cuál él se preguntará, sorprendido,<br />
atribuir su trabajo terminado? ¿A qué fuerza obe<strong>de</strong>ce su cuerpo sino a una fuerza<br />
inconsciente, a su ser inconsciente?<br />
Consi<strong>de</strong>remos ahora, si uste<strong>de</strong>s quieren, el caso muy frecuente, <strong>de</strong> un alcohólico<br />
atacado <strong>de</strong> “<strong>de</strong>lirium tremens”. Como tomado por un acceso <strong>de</strong> <strong>de</strong>mencia, se hace a<br />
cualquier arma (cuchillo, martillo, hacha) y golpea furiosamente a aquellos que tienen<br />
el infortunio <strong>de</strong> estar a su alre<strong>de</strong>dor. Cuando el acceso termina, el hombre recobra el<br />
sentido, contempla con horror la masacre que se ofrece a su vista, ignorante <strong>de</strong> que él<br />
<strong>mismo</strong> es el autor. ¿Acaso, no es el inconsciente quien ha or<strong>de</strong>nado este malestar?<br />
Si comparamos el ser consciente con el ser inconsciente, constatamos que, mientras<br />
que el consciente está dotado <strong>de</strong> una memoria no muy fiel, el inconsciente, al<br />
contrario, está provisto <strong>de</strong> una excelente e impecable memoria, grava, a nuestro pesar,<br />
los más mínimos acontecimientos, los más mínimos hechos <strong>de</strong> nuestra existencia.<br />
A<strong>de</strong>más, es crédulo y acepta, sin razonar, lo que se le ndice. Y, como es quien<br />
presi<strong>de</strong> el funcionamiento <strong>de</strong> todos nuestros órganos, por intermedio <strong>de</strong>l cerebro, se<br />
produce el hecho <strong>de</strong> que, -cosa que usted encontrará paradójica-, tal o cual órgano<br />
funcione bien o mal o, <strong>de</strong> sentir tal o cual impresión que, <strong>de</strong>termina nuestro quehacer<br />
diario.<br />
Lo inconsciente, no sólo, presi<strong>de</strong>, las funciones <strong>de</strong> nuestro organismo sino también, el<br />
cumplimiento <strong>de</strong> todas nuestras acciones, sean cuales sean éstas.<br />
Lo que llamamos “imaginación” y que, contrariamente a lo que es admitido, nos hace<br />
siempre trabajar, incluso contra nuestra voluntad cuando hay antagonismo entre estas<br />
dos fueras, es lo inconsciente.<br />
Voluntad e imaginación<br />
Si abrimos un diccionario y buscamos el significado <strong>de</strong>l término voluntad,<br />
encontraremos esta <strong>de</strong>finición: “Facultad <strong>de</strong> libre <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> nuestros actos”.<br />
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