el catolicismo. - Biblioteca Nacional de Colombia

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EL PROTESTANTISMO
. . •.. '· . ' .....
CO.\IP.AHADO CU
EL CATOLICISMO.
TOMO 11.
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BE$M'ZON , IMPRE!ITA DE LA VIT1DA DEl!. .
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tiuua : l habian establecido en general, por todo el cuerpo de la
>> Iglesin : y así comenzó á fot'marse la disciplina de los
>> que se habían separado de aquel contagio. Andando el
>>tiempo, como vivían apartados de los fieles, y se abstc­
>> nian del mall'imonio, y aderoas se pt·ivnban de la comu­
>> nicacion del mundo y aun de sus propias familias, se los
>> llamó monjes á causa de su vida singulm· y solitaria. "
(Collat. 18, cap. 5.)
Entró inmediatamente la época de la rersecucion, que con
algunas interrupciones como momentos de descanso, se prolongó
hasta la conversion de Constantino. En c·te períorlo no
faltaban algunos que continuaban el sistema de vida de los
primitivos tiempos, como lo indica claramente CnsiM1o en
el pasaje que se acaba de leer; bien e¡ u o con las modificaciones
traídas necesm·iamente por las calnmidades que a!ligian
á la Iglesia. Claro es que á la sazon no se ha de buscal'
á los cri tianos viviendo en comunidad : quien desee encontt·ar!os,
los hallará confesando á .Jesucristo con imperturbable
serenidad en los potros y demas tormentos, en
los circos dejándose despedazar por las fiet·as. en los C

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Señol'eado el cristianismo del cetro del imperio , corno del
hoga1· doméstico , sienrlo muy crecido el número de sus
disclpulos, no vivian ya estos en comunidad de bienes; y
es claro que una continencia absoluta y un completo abandono
de las cosas terrenas no podia ser la forma de vida
de la generalidad de las familias cristianas. El mundo debía
conLinuat· en su existencia, el linaje humano no debia
acabar su duracion; y así es, que no todos los cristianos
habían de observar aquel allo consejo, que hace llevar á los
hombres sobre la tierra la vida de un

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solo se oye la voz ele algun solilnrio vcncl'able que explica
con la mns cúndida sencillez y afectuosa uncion el sentido
del sagrado texto; pero siempre de mnnern qne los oyentes
pue(l

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el clima mas pestilente para la conupcíou del alma 1 alli
donde la relajacion de los cuerpos conduce naturalmente á
la relajacion de lo e píritus 1 allí donde el air·e mismo que
se respira está incitando á la voluptuosidad allí fué donde
se desplegó la mayor energía del espíritu , donde se practicar·on
las mayores auster·iclades, donde los placeees de
los sentidos fueron arranc,Hios y extirpados con mas rigor
y dureza. Los solitarios fijar-on su morada en desiertos á
donde llegar podian los embillsamar.los aromas que se respiraban
en las comat·cas vecinas; y desr.le sus montañas y
arenalas alcanzaban sus ojos á mirar las amenas y apacibles
campiñas, que convidaban al goce y al placer : semejrmtcs
á aquella virgen cristiana, que dejó u oscura
gruta para irse á colocar en la quiebra de una roca, desde
donde contemplaba el palacio de sus padres rebosante de
riquezas, de comodidades y de regalos, miénlras ella
gemía nl1í cual solitaria paloma en las hendiduras de unn
}Ji edra. Desde cnlónces todos los climas eran buenos para
la virtud; la austeridad de la moral no dependía de la
nw yor ó menor aproximaciou á la línea del Ecuador; la
mor·al del hombre era como el hombre mismo, podía vivir
t>n todos los clima ·. Pues que la continencia mas absoluta
se pr·ncticaba de un modo tnn admirable en lan voluptuosos
p:lise , bien podía establecerse y conservarse en ellos la
monogamia del cristianismo· y cu!lndo en los arcanos del
Eterno sona e In hora de llamar un pueblo á la luz de la
wrdad, nada importaba que este pueblo viviese entre las

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cidente, tambien salta de tal modo á los ojos su influencia
benéfica y civilizadora, que no puede mirados con desvío
ningun amante de la humanidad. Por fin, los caballeros
de las órdenes militares ofrecen uua idea tan hermosa, tan
poética, realizan de un modo tan admirable uno de aquellos
sueños dorados que desfilan por la fanta ía en momentos
de entusiasmo, que por cierto no dejarán de tr·ibutarles
respetuoso homenaje todos los coeazoncs capaces de latir
en presencia de lo sublime y de lo bello.
Empresa mas difícil me agmu·da, queriendo presentar
en el tribunal de la filosofía, de esa filosofía indiferente ó
incrédula, las comunidades religiosas, no comprendidas
en la re ei"ta que acabo de teazar. El fallo contra estas se
ba lanzado con una severidad terrible; pero en tales materias
la injusticia no puede prescribir ; ni los aplausos de
los hombres irreligiosos, ni los golpes de la revolucion derribando
cuanto encontrara en su p¡¡so, impedirán que se
restablezca en su punto la veedad, y que se marquen con
un sello de ignominia la sinrazon y el crímen.
Érase allá á peincipios del siglo Xlll, cuando empiezan
á pt·esentarse una nueva clase de hombres, que con diferentes
títulos con Yarias denominaciones, bajo distintas
formas, profesan una vida singulat· y exteaordinaria. Unos
cubren u cuerpo con lo ' co sayal, renuncian á toda riqueza,
á toda propiedad, se condenan á mendicidad perpetua ,
esparciéndose por los campos y ciudades para ganar alma
á Jesucristo; otros llevan sobre u habito el distintivo de
la redencion humana, y se proponen rescatar de las cadenas
á los innumerables cauti\·os, que la turbacion de los tiempos
llevaea ú la esclavitud en los paí e musulmanes; unos levantan
la cruz en medio de un pueblo numero o, que se
precipita trns de su huella, é instituyen una nueva devocion,
himno continuo de alnbanza a Je \Js y á :lfarín, predicando
al propio tiempo in ce ar la fe del Crucificado;
lros van en busc" de todas las miseri

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padre al hijo, el hijo al padre, el esposo á la esposa, la
inocente doncella á la madre desolada.
Ya desde los primeros iglos del cristiimismo e rle plegó
en la Iglesia el celo por la redencion de los caulivo ; celo
que se fué conservando siempt·e, y á cuyo impulso se ha·
cían los mayores sacrificios. En el capitulo XVII de e la
obra, y en las notas que le cotTesponden, queda demostrada
esta verdad de una manera incontestable; y así no
me es necesario deleuerme en confirmal'la : sin emb

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En los varios institutos religiosos que bajo distintas formas
se han visto desde el principio de la Iglesia, hemos tenido
ocasion de observar cosas allamente dignas de asombrar al
filósofo, como al cristiano; pero dudo mucho que en la
historia de esos institutos pueda encontrarse nada mas hermoso,
mas interesante, mas tierno, que el cuadro que nos
ofrecen las órdenes redentoras. ¡Qué símbolo mas bello de
la religion protegiendo al desgr> le indica bien pronto un camino
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tumbres, sus instituciones, por los cuatro ángulos del universo.
¡,Cómo es que no lo haya verificado? ¡,Cómo es qne
la barbarie eslá todavía á sus puertas? ¿Cómo es que el
islamismo conserve aun su campamento en uno de los climas
mas hermosos , en una de las situaciones mas pintorescas
de Europa? El Asia con su inmobilidad , su postracion,
su despotismo , su degradacion de la mujer y con todos los
oprobios de la humanidad, está ahi, á nuestra vista; y
apénas se ha dado un paso que prometa levantarla de su
abatimientú. El Asia menor, las costas de la Palestina, de
Egipto , el África entera , están delante de nosotros , en la
situacion deplorable, en la degradacion lastimosa , que
contrastan vivamente con sus grandes recuerdos. La América,
despues de cuatro siglos de perenne comunicacion
con nosotros, se halla todavía en tal atraso, que gran
Parte de sus fuerzas intelectuales y de sus recursos natu- •
rales, están aun por explotar.
Llena de vida la Europa, rica de medios, rebosante de
vigor y energía, ¿cómo es posible que baya quedado circunscrita
á los limites en que se encuentra? Si fijarnos
profundamente nuestr11 consicleracíon ::;obre este lamentable
fenómeno, el cual es bien extraño que no baya llamado la
atencion de la filosofía de la historia, descubriremos su
causa en que la Eur·opa ha carecido de unidad , por consiguiente
su accion al exterior se ha ejercido sin concierto,
y por tanto sin eficacia. Se está ensalzando continuamente
la utilidad de la asociacion; se está ponderando su necesidad
para alcanzar grandes resultados· y no se advierte,
que siendo aplicable este principio á las naciones corno á
los individuos, tampoco pueden aquellas prometerse el
producir grandes obras, si no e someten á esta ley general.
Cuando un conjunto de naciones, nacidas de un mismo
origen . y sometidas por largos ' siolos o
á las mismas influen-
Cias, han llegado á desenvolver su civilizacion dirigidas
Y dominadas por un mismo pensamient , la asociacion
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del mundo bárbaro. En el momento de su aparicion, las
lenguas de fuego del Cenáculo, la muchedumbre de estupendos
prodigios suplieron el número, multiplicaron los
hombres; naciones muy diferentes oyendo á un mismo predicador,
le oian al mismo tiempo cada cual en su lengua.
Pe1·o despues del pt·imer impulso con que la Omnipotencia
desplegando sus recur5os infinitos se babia propuesto aterrar
el infierno, las cosas siguieron el curso ordinario; y para
un mayor número de conversiones, fué menester mayor
numero de misioneros. Los grandes focos de fe y de c:ll'iuad
, las muchas iglesias de oriente y occidente suministraban
en almndancia los hombres apostolicos necesarios
para la propngacioo de la fe; ejército Sllgrado, que tenia á
su inmediaciones una imponente reserva para suplir su
falta, el dia que la eofermedade , las fatigas ó el martirio
debilitasen us filas. En Roma había el centt·o de ese gran
movimiento; pero Roma para darle impulso, no necesitaba
de flotas que trélsportasen las antas colonias a la distancia
de millares de leguas; no necesitaba reunir Jos costosos
medios pat·a subsistir las misiones en playas desiet·tas, en
países del todo desconocidos; cuando el misionero se ponia
ú los piés del Santo Padre pidiéndole su bendicion apostólica,
podía el Sumo Pontífice envial'le en paz y dejarle
partir con solo el cayado. Sabia que el misionero iba á
atravesar países cristianos, y que al entrar en los idólatras,
no quedaban muy léjos los príncipes ya com·ertidos) los
obispos, los acerdotes, los pueblos fieles, que no nC'garian
sus auxilios ú quien iiJa á eo1brar la divina pnlabra en las
regione inmediatas.
Abandono con ente1·a confianza al juicio de los hombres
sensatos bs reflexiones que acnbo de hacer sobre el daño
eausado á la influencia europea por el cisma pro1('stante.
Abri;ro la conYiccion profunda de que dicha inOuencia recibió
enlónce un golpe terrible; y que in este funesto
acontecimiento , otra seria en la actualidad la siluacion del
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- 114y
confundidos, no le dejan tiempo siquiera para mirarlos,
y mucho ménos para deslindal'los, como seria menester.
M. Guizot debiera haber gastado algunas cláusulas para
probar su asercion, indicándonos los hechos y apuntando
las razones en que se apoya , para nfirmar que la iniluencia
de los jesuitas haya sido tan funesta. Por lo tocflnle á la
pér·dida de los reyes de Inglaterra, es imposible internarse
en un exámen de las revoluciones religiosas y políticas
que ¡¡gitaron y desolaron aquel país, durante dos siglos
despues del cisma de Enr·ique Vlll ; esas revoluciones en
la inmensidad de su ór'bita se presentan con fases muy
diferentes, que desfiguradas adernas y adulteradas por los
protestantes, quienes Lenian en su favor un argumento,
que si no es convincente á lo ménos es decisiYo, el triunfo,
han dado ocasion a que algunos incautos hayan creído que
los desastres de Inglaterra fueron debidos en buena parte
á la imprudencia de los católicos; y como corolario indispensable,
á las pretendidas intrigas de la Compañía

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con Inglaterra, y de pueblos con •·eyes, induce á sospechar
que M. Guizot quiso aludir á la pérdida de In libertad
política; no parece que baya ot¡·a interpretacioo mas fundada
y ma ¡·azonable; pero enlónce se hace recio de creer,
r¡ue un hombre t

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particulares de legitimidad. Estas últimas cue tiones son
de tal naturnleza que no pueden resolverse en tésis general;
dependen de mil circun lancias, á las cunles no descienden
los principio univer a les, en que se fundan el buen órden
y el sosiego de toda sociednd.
Creo de tanta importnncia la nclarncion de las ideas en
este punto, pre eutanrlo lns doctrinas sobre él profes11das
por los teólogos católicos mns esclarecidos, que conceptúo
ruuy conveniente consagrar á este objeto un capítulo entei'O.
r
CAPlTULO XLIX.
Es sobre manera instructivo é inlf'res:mle el estudiar las
cuestiones de dereebo público en ¡¡quellos autores, que sin
pretension de pnSéll' por hombre de gobierno, y no abrigando
po1· otra parte miras nmbicio 11s, hablfln sin lisonja
ni mnnrgu1·a , y dilucidan con tanta tranquilidad y sosiego
estas materias, como -¡ únicamente se tralnse de teorias
que tu ,·ie.sen poca aplicacion, ó cuyas consecuencias se limitasen
á e ·fcra poco importante. En nuestra época, casi
no es dable abrir una obra , sin que desde luego se trasluzcn
en cuúl de Jo· partidos militnntes esta nfiliado el
autor; muy raro es, si su ideas no llcYnn el sello de una
pClsion ó no sirven d' b!ln

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cien; y así desde lu€'go quedaba abierto el camino ñ lns
reclamaciones de las mujeres, hijos y dependientes. ¿,Con
qué derecho los padres pactaban en ¡·epresentacion de lod

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cuya inteligencia es necesario recordar lo que dije ya en
otra parle de esta obra, á saber, que si bien el poder civil
debe tener la fuerza y las atribuciones bastantes para conservar
el órden y la unidad en el cuerpo social, conviene
sin embargo, que el gobierno no absorba de tal suerte al
individuo y á la familia , que re ulten anonadados en su
existencia peculiar, sin esfera propia donde obrar puedan,
prescindiendo de que son parte de la sociedad. Una de las
diferencias entre la civilizacion cristiana y la pagana, consiste
en que esta cuidaba de tal modo de la unidad social 1
que en nada atendía á los derechos del individuo y de la
familia; miéntras aquella ha combinado los intereses del
individuo y de la familia con los de la sociedad de tal manera,
que no se destruyan ni embaracen. Así, á mas de la
esfera donde alcanza la accion del poder público, concebimos
otras donde este nada tiene que ver, en las cuales
viven Jos individuos y las familias sin tropezar con la fuerza
colosal del gobierno.
Justo es advertir aquí, cuánto ha contribuido el Catolicismo
á mantener este principio que es una robusta garantía
para la libertad de los pueblos. La separacion de los
dos poderes temporal y espiritual, la independencia de este
con respecto á aquel , el estar depositado en manos diferentes
1 ha sido una de las causas mas poderosas de la libertad
. que bajo difel'entes formas de gobierno disfrutan los
pueblos europeos. Esta independencia del poder espiritual,
á mas de lo que es en sí por su naturaleza, origen y objeto,
ha sido desde el principio de la Iglesia un perenne recuerdo
de que el civil no tiene ilimitadas sus facultades, de que
hay objetos á que no puede llegat·, de que hay casos. en que
el hombre puede y debe decirle : no te obedeceré.
E te es otro de los punto en que el Protestantismo falseó
la civilizacion europea; y léjos de abrir el camino á la libertad,
forjó las cadenas de la esclavitud. Su primer paso
fm' aholir la ;mloridacl riel papa. echar á tiernt lfl jf'rarquía,
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- :!7!1 -
Carla uno de estos tres elementos pueden considera•·se
de do· mDnr•·as: ó bien atendiendo á las idea que sobre
ellos se tenían á In sazon, ó bien á los intereses que los
mi mo representab

- 2!:11
manos la BiLlia ó las ob•·ns de uo santo Padre; la autoridad
de Aristóteles era grande, pero lo era mucho mas la de la
Igle ia ; preciso era pues ó interpretar pindosarnente las
palabras del escritor gentil, ó abandonarle : en uno y otro
caso se salvaban los derechos de la humanidad 1 y esto se
debia al predominio de la fe católica.
Una de las causas que mas impiden el desarrollo del
elemento popular haciendo que el mayor número de los
habitantes de un país no salga nunca de un estado de
abyeccion y servidumbre, es el régimen de las castas;
pues que vinculúndose en ellas los honor·es, riquezas y
mando, y transmitiéndose de padr·es á hijos estos privilegios,
se levanta una barrera que separa á unos hombres
de otros , y acaba por hacer considerar á Jos mas fuertes
cual si portenecieri:ln á e pecie mas elevada. La Iglesia
se ha opuesto iempre á que se introdujese tan dañoso sistema;
los que han aplicado al clero el nombre de casta,
h¡m dado á entender que no sabian lo que significaha. En
esta parle M. Guizot ha hecho cumplida justicia á la causa
de la verdad. Hé aquí cómo se expresa en la leccion V
de su llistoria general sobre la civilizacion europea.

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que exista este difícil problema el conde deMaistre. «Aunque
ICI soberanía no tenga mayor ni m11s gener·nl ioter·es que el
de ser justa, y aunque los casos en que puede caer en la
tentacion de no ser·lo, sean sin compai·acion ménos que Jos
otros, sin embargo ocurren por desgrncin muchas veces;
y el carácter· personal de cier·tos soberanos puede Clumentar
estos inconvenientes, hast> Era pues imposible que los hombres no hiciesen de
tiempo en tiempo lllgunos esfuerzos pnra . ponerse á cubierto
de los excesos de esta enorme preroga ti va ; mas sobre
este punto se ha dividido el mundo en dos sistemas ente·
ramente diversos uno de otro.
» La atrevida ra:;a de Japhet no ha cesado de graritar·,
si es permitido decirlo así, báci

-:1:1'1-
polftica, manifiesta claramente que lejos de seguirse el
camino mas acertado pélra desenvolver las formas representativas,
se anduvo por el sendero que conducía al gobierno
absoluto.
El Prole tantismo como intere ndo en quebrantar de todos
modos el poder del papa , ensalzó el de los reyes ha la
en las cosas espirituales: y concent•·ando de esta mancn1
en sus manos el temporal y espil'itual, dejó al real sin ningun
linaje de contrapeso. Así, quitando la esperanza de
alcanzar libertad por medios suaves, arrojó á Jos pueblo·
al uso de la fuerza, v abrió el cráter de las revolucione
que tantas lágrimas b'an costado á la Europa moderna.
Si las formas de libertad politica habían de arraigarse y
perfeccionarse, era necesario que no alieran premfltm·amente
ele la ntmóRf,ra en quf' bahi:1n nacido : y todH vez
que en osa atmó fera babia ol elemento monárquico, el
aristocrático y el democrático, todos fecundizados y dirigidos
por la religion católica, toda vez que bajo !:1 influencia
de la misma empezaban á combiuMse suavemente, er;l
menester no separar la política de la religíon; y léjos de
mirar al clero cual si fuera un elemento dañino, importaba
considerarle como un mediador entre todas lns clase y
poderes, que templilra el calor de las luchas, pusiera colo
á 13s demasías, y no permitiera el prevalecimiento exclusivo
ni del monarca, ni de los ¡;ranrles, ni del pueblo.
Siemptc que se trata de comhinar poJcrcs é intl'reses muy
diferentes, e necesario un mediador, es necesario que intervcnl!a
algo que impida los choques violentos; si este
mediador no existe por lél naturaleza de las cos¡¡s, es preciso
crearle con la ley. Por lo cual, ·ube muy de punto In
evidencia del daño que hizo ú la Europa el Protestantismo,
pues fué su primer paso aisl:1r completflmente al poder
temporal, ponerle ó en rivalidad ó en hoslilidad con el
espiritual , y dejar al monarca frente ft frente con el pueblo
solo. La aristocracia lega perdió desde luego su influencia
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tanto á las naciones , manifestándole cuáu peligroso es,
aun para el buen éxito de las empresas, el encomendarlas
á los duros azares del empleo de la fuerza ; pero es probable
que si el Protestantismo no hubiese aparecido como
manzana de discordia, todas las grandes cue tiones sociales
y políticas estarían mucho mas próximas á una resolucion
acertada y pacífica , i es que no hubiesen sitio resueltas
mucho tiempo ántes (12).
CAPÍTULO LXV.
LA ciencia política mas moderna se lisonjea de sus grandes
adelantos en materia de gobiernos representativos; y
nos dice de continuo que la escuela donde babian recibido
sus lecciones los diput¡¡dos de la Asamblea constituyente,
nada entendia de ncbaque de constituciones políticas. Y
bien, comparando las doctrinas de la escuela dominante
con las de su predecesora, ¿cuál es la diferencia que las
tlistingue? ¿en qué puntos están di cordes? ¿dónde está el
ponderado adelanto? La del siglo xvm babia dicho: « el
rey es naturalmente el enemigo del pueblo; su poder, es
necesario ó de truirlc enteramente, ó al ménos cer·cen;u·Jo
Y limitarle de tal manera, que se prc ente en la cim¡1 del
edificio ocial con las manos atadas, y solo con facultad
de aprobar lo que sea ele\ agrado de lo:; representantes del
PUeblo. ,, ¿Y qué dice la escuela moderna , ella que e
Precia de roas adelantilda , que se aplaude de no haber de -
preciado la lecciones de la experiencia, que se gloria de
haber dado en el blanco señalado por la razon y el buen
sentido? « La monarquía , dice , es una verdadera nece-
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- :l11-
grande tambien; el rey hn de se¡· inviolable 1 su ¡m·sona ha
de ser sagrada; y su persona era sngt·ada ; y esta prcl'Oga­
Liva se la aseguraba de muy antiguo b Iglesia con una
ceremonia solemne, nugusta 1 la ronsagl'acion.

t1jado la alencion 1 sin embargo de que en él viene encerrada
la explicacion de extraños fenómenos que se han presenciado
durante los tres últimos siglos. El hecho es que
el Protestantismo ha impedido que la civilizacion moderna
fuera homogenea ; contrariándose una muy fuet·te tendencia
que conduce á esta homogeneidad á todas las naciones de
Europa. No cabe duda que la civilizacion de los pueblos
recibe su naturaleza y caractéres de los principios que le
han comunicado el movimiento y la vida; y siendo estos
principios los mismos á poca diferencia para todas las
naciones de Europa, debían estas parecerse mucho unas a
otras. La historia se halla en esta parte de acue1·do con la
filosofía; y así es que miénlras las naciones europeas no
tuvieron inoculado ningun gérmen de di vi ion 1 se las veia
de arrollar su instituciones civiles y políticas con una setnejanza
muy nolnble. Es cierto que se observaban entre
ellas aque\las diferencias 1 que eran el resultado inevitable
de la diversidad de circunstancias; pero se conoce que
llevaban camino de asemeja¡•se mas y mas, tendiendo á
formar do la Europa un todo , de que nosotros acostumbrados
como estamos ú la divisioo , no podemos formarnos
completa idea. Esta homogeneidad hubiera llegado á su
colmo por medio de la rapidez de la comunicacion intelectual
y material, que se estableció con el aumento y prosperidad
de las artes y comercio, y obre todo con la imp¡·enta;
pues que el flujo Y reflujo de las ideas hubiera
allanado á toda prisa las desigualdades que separaban á
unas naciones de otras.
Pero desg,·aciadnmcnte nació el Protestanti mo, y separó
á los pueblos europeos en dos grandes familias que se profe
·aron desde su division un odio mortal; odio que produjo
encarnizadas guerras en que se vertieron torrentes de
sangre. Peor que estas C:Jlá lrofes fué todavia el érmen
de cisma civil , políLico y literario, que dimanó de la falta
de unidad religiosa. Las in tituciones civile y polllica , y
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misma en cuanto eu0ierra un conjunto de , erdades, ó la
r·eunion de conocimientos, comprendiendo en ellos así la
verdad como el error; ó los hombres que los poseen, en
cuanto forman unn clase muy influyente de la sociedad. Si
lo pr·imcro, es imposible que la verdad 11losól1ca esté en
l11cba con la religiosa, es decir, con el Catolicismo; si lo
segundo, no será extraño que exista esta oposicion, porque
habiendo mezcla de errores, algnnos dc estos podrían est¡¡r
en contradiccion con Jos dogmas católicos; si lo tercero,
entónces por desgracia será verdad que muchos hombres
distinguidos por sus talentos y saber·, bnhrán combatido la
enseñanza católica; pero como en cambio los ha habido en
no menor número y no ménos aventajados, que la han
sostenido victoriosamente, será muy impropio afirmar que
ni nun en e le sentido, la verdad filosófica se haya encontrndo
en oposicion con la verdad religioso.
ro me propongo dar á las palabrfls del ilustre autor un
sentido malicioso; y ántes me inclino ú creer que en su
mente la verdad filosófica no era mas que un espíritu de
independencia, considerado en general de una maner11
nga, indeterminada, sin aplicacion á estos ó aquellos
objetos. Solo así se podrán conciliar unos textos con otros
textos, porque es bien claro que quien condena con tanl;r
. everidad la ReforOJa protestante , no dehia de admitir que
esta entrañase la verdad filosófica propiamente dicha, en
lo que se hallabn en oposicion con las doctrinas católicas.
En tal caso ciertamente no habrá sido muy exacto el lengunje
del ilustre escrito!_'; lo que no será de extrañar, reflexionando
que la exact1tud en ciencia filosófico-históricas
no suele ser el distintivo de los genios aco lumbradas á
dejarse llevar por regiones clev;¡dns, á impulso de losarranques
de sublime poesía.
El movimiento filosófico en lo que tiene de mas libre y
:rlreYido. no tuvo su orí¡zm en Alemnnia , no en Inglaterra,
in o en la r11tóli

- i:H-
dividualidad no merecía ni de mucho la impot·tancia que
se \es diera en ol1·os tiempos. Leal en mis convicciones y
. incero en mi palabras, confesé con sinci\\ez, bien que con
dolor, la existencia de algunos abusos que se tomaron por
pretexto par¡¡ romper la unidad de la fe; reconocí que
tambien les cabía unn parle de culpa á lo hombres; pero
ob ervé que cuanto mas resaltaban su debilidad ó sn malicia,
tanto mas t•esp1andecia la providencia de Aquel que
JWometió estar con su Iglesia hasta la consumacion de los
.,¡gJo