Illich Ivan - La sociedad desescolarizada.rtf - Mundo Libertario
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anterior una radio vieja contenía suficientes bobinas y condensadores como para construir un<br />
transmisor que hiciera chillar por realimentación a todas las radios del vecindario. <strong>La</strong>s radios de<br />
transistores son más portátiles, pero nadie se atreve a desarmarlas. En los países altamente<br />
industrializados sería inmensamente difícil cambiar esto, pero al menos en los países del Tercer<br />
<strong>Mundo</strong> debemos insistir en ciertas cualidades educativas incorporadas al objeto.<br />
Para ilustrar mi argumento, permítaseme presentar un modelo: gastando diez millones de dólares<br />
sería posible conectar cuarenta mil aldeas de un país como Perú mediante una telaraña de pistas<br />
de un metro ochenta de ancho y mantenerlas funcionando y, además, dotar al país de 200 000<br />
burros mecánicos de tres ruedas -cinco por aldea como promedio. Pocos países pobres de ese<br />
tamaño gastan menos que esa cantidad cada año en coches y caminos, cuyo uso, el de ambos,<br />
se limita principalmente a los ricos y a sus empleados, mientras la gente pobre queda atrapada en<br />
sus aldeas. Cada uno de estos pequeños vehículos, simples pero duraderos, costaría 125 dólares<br />
-de los cuales la mitad pagaría su transmisión y un motor de seis HP. Un "burro" podría andar a 24<br />
kilómetros por hora, y trasladaría cargas de unos 400 kilogramos (es decir, la mayoría de las<br />
cosas que suelen moverse, aparte de troncos y vigas de acero).<br />
El atractivo político que dicho sistema de transporte tendría para el campesinado es obvio.<br />
Igualmente obvio es el motivo por el cual quienes detentan el poder -y por tanto poseen,<br />
automáticamente, un coche- no están interesados en gastar dinero en pistas semejantes y en<br />
obstruir los caminos con burros motorizados. El burro universal pordría funcionar sólo si los<br />
dirigentes de un país impusieran un límite de, digamos, cuarenta kilómetros por hora y adaptaran<br />
sus instituciones públicas a ese límite. El modelo no podría funcionar si estuviese concebido sólo<br />
como un parche. No es éste el lugar apropiado para examinar en detalle la factibilidad política,<br />
social, económica, financiera y técnica de este modelo. Deseo solamente indicar que los<br />
considerandos educacionales pueden ser de primordial importancia cuando se elige una alternativa<br />
semejante frente a un transporte que use relativamente más capital que mano de obra.<br />
Aumentando el coste unitario de cada burro en cosa de un 20 por ciento se haría posible planificar<br />
la producción de todas sus piezas de modo que, hasta donde fuera posible, cada futuro dueño<br />
pasase uno a dos meses haciendo y entendiendo su máquina y fuese capaz de repararla. Con<br />
este coste adicional sería asimismo posible descentralizar la producción en fábricas dispersas.<br />
<strong>La</strong>s ventajas adicionales provendrían no sólo de incluir los costes educacionales en el proceso de<br />
construcción. Más significativo todavía, un motor duradero que práticamente cualquiera podría<br />
aprender a reparar y que podría usar como arado y como bomba aquel que lo entendiera,<br />
produciría unos beneficios educativos mucho más elevados que los inescrutables motores de los<br />
países avanzados. No sólo la chatarra, sino los lugares presuntamente públicos de la ciudad<br />
moderna se han hecho impenetrables. En la <strong>sociedad</strong> estadunidense se excluye a los niños de la<br />
mayoría de las cosas y lugares con el argumento de que son privados. Pero incluso en las<br />
<strong>sociedad</strong>es que han declarado el término de la propiedad privada se aparta a los niños de las<br />
mismas cosas y lugares porque se les considera como un ámbito especial y peligroso para el no<br />
iniciado. A partir de la pasada generación el patio de los ferrocarriles se ha hecho tan inaccesible<br />
como el cuartel de bomberos. Y sin embargo, con un poco de ingenio no sería difícil eliminar los<br />
peligros en esos lugares. El desescolarizar los artefactos de la educación haría necesario poner a<br />
disposición los artefactos y procesos -y reconocer su valor educativo. Algunos trabajadores, sin<br />
duda, encontrarían molesto el ser accesibles a los aprendices, pero esta molestia debe valorarse<br />
comparándola las ventajas educativas. Los automóviles privados podrían desterrarse de<br />
Manhattan. Hace cinco años esto era impensable. Ahora, ciertas calles de Nueva York se cierran<br />
ciertas horas, y esta tendencia probablemente continuará. De hecho, la mayoría de las calles<br />
transversales deberían cerrarse al tráfico automotor y el estacionamiento debería prohibirse en<br />
todas partes. En una ciudad abierta al pueblo, los materiales de enseñanza que ahora se encierran<br />
en almacenes y laboratorios podrían diseminarse en depósitos abiertos a la calle y gestionados de<br />
manera independiente, que los adultos y los niños pudiesen visitar sin peligro de ser atropellados.<br />
Si las metas de la educación ya no estuviesen dominadas por las escuelas y los maestros de<br />
escuela, el mercado para los aprendices sería mucho más variado y la definición de "artefactos<br />
educativos" sería menos restrictiva. Podría haber talleres de herramientas, bibliotecas, laboratorios<br />
y salas de juegos. Los laboratorios fotográficos y prensas offset permitirían el florecimiento de<br />
diarios vecinales. Algunos centros de aprendizaje abiertos a la calle podrían contener cabinas para<br />
mirar programas de televisión en circuito cerrado, otros podrían poseer útiles de oficina para usar<br />
y para reparar. Los tocadiscos del tipo tragamonedas y de tipo corriente serían de uso corriente,<br />
especializándose algunos en música clásica, otros en melodías folklóricas internacionales, otros<br />
en jazz. <strong>La</strong>s filmotecas competirían entre sí y con la televisión comercial. Los locales de museos