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Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

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esta o aquella historia pasa repetidas veces por el mismo punto –una<br />

consciente yuxtaposición diegética– como persistencia de la memoria,<br />

como dato que se vuelve a contar, a recordar; una obsesiva reiteración<br />

que el narrar irradia hacia una diversidad de temas, entre los cuales el<br />

narrador no tiene la mínima intención de afincarse en ninguno. No se<br />

privilegia historia alguna. Ráfagas de hechos <strong>del</strong> pasado dan cuerpo a La<br />

firma de Dios, apenas pistas para la reconstrucción –tarea que quedará<br />

al lector– de una historia que, en todo caso, siempre será fragmentaria.<br />

Diez relatos por donde navegan distintos personajes que jamás llegan a<br />

encontrarse para una historia común que configure a su vez una unidad<br />

novelesca. La isla que nos describe Gómez está cruzada por variadas<br />

historias: conquistadores y fundadores, la explotación de los mercaderes<br />

de perlas, los poblamientos y repoblamientos de Pueblo de la Mar, los<br />

bares en el destino de la comunidad, las leyendas, creencias y mitos<br />

populares, los viajes y el comercio marítimo de “La Firma de Dios” con<br />

Tierra Firme, el recurrente tema <strong>del</strong> petróleo, etc., pero si hay uno que es<br />

asunto principalísimo es el discurso que resalta en todos los órdenes, lo<br />

femenino: las mujeres están en el centro <strong>del</strong> mínimo acontecimiento desde<br />

la Cuagua que cantó Juan de Castellanos hasta las que en el Bar <strong>del</strong><br />

Puerto tienden señuelos a los hombres entre el alcohol y las canciones de<br />

José Feliciano; así la ubicua María Luisa, mujer, sirena, mito femenino. La<br />

metamorfosis es tal, que hasta la misma embarcación “La Firma de Dios”<br />

es femenina: “Benjamín ‘La Firma de Dios’ no tiene mascarón de proa porque ella<br />

misma es un mascarón sirena sobre la proa abriendo el agua mojando sus senos turgentes<br />

de aguasalá agua vivificadora agua que corre por sus partes de mujer y se hace<br />

burbujas ardor”. Privan el discurso erótico, sensual, lúbrico de una isla que<br />

en definitiva es mujer: “Las mujeres de perfiles griegos apagan sus temores en el Bar<br />

<strong>del</strong> Puerto donde la brisa cálida y liviana hace raudo el vuelo de las guaras que abren sus<br />

abanicos sobre los cielos <strong>del</strong> Pueblo de la Mar y juegan a la suerte con las mujeres. En<br />

este mar hondo María Luisa mi cuerpo te inunda de sudores te hace resbalar sobre los<br />

guijarros lavadas piedras de mar redondeces bajo tus redondeces Mis humores salobres<br />

María Luisa forman costras desvanecientes sobre tu piel te arden los poros penetran<br />

dentro de ti hacen gemir cantar aletear de guanaguaremas.”<br />

No podemos soslayar la oportunidad para preguntarnos acerca de la<br />

situación de género de La Firma de Dios. Ya hemos apuntado cuánto el<br />

lirismo dominante obra en contra de una narración más plena, abierta hacia<br />

un espacio-tiempo propiamente narrativo. Lo cierto aquí es la función<br />

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