Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

La Firma de Dios está en el mar
Ramón ORdaz
La narrativa insular –valga decir lo que se ha escrito de Margarita,
Cubagua y Coche como tema– no es muy abundante que digamos. La
fuente de inspiración ha prestado más sus alas a los poetas. El relato y
el cuento breves, sin embargo, han sido los más cultivados, no exenta
su escritura de pinceladas de poesía. La tradición de los cacheros ha
minado buena parte de su literatura. No escapan a esa agenda que bebe
de la crónica y de la tradición oral la obra literaria de Rómulo Quijada,
de Chevige Guayke y de Ángel Félix Gómez, entre otros. Allí está Salitre
(1973) como ejemplo de lo que señalamos, obra que hunde sus raíces en
una larga tradición narrativa venezolana que nos llevaría al itinerario de
los adelgazados relatos-crónicas de Oscar Guaramato o al narrar breve
de Alfredo Armas Alfonzo en El osario de dios (1969). Antes de glosar
esta segunda edición de La firma de Dios (1985), de Ángel Félix Gómez,
no está demás pasearnos un poco por algunas referencias novelescas al
espacio insular. Si de crónica se trata, allí están el diario de Colón y las distintas
narraciones que fueron dejando a su paso quienes incursionaron
en las aguas del Caribe y que pusieron pie en las islas de la costa oriental
venezolana como un Giacomo Benzoni, Gonzalo Fernández de Oviedo o
un Juan de Castellanos, o de quienes dieron fe de los acontecimientos
de la época a través de informantes. Entre la leyenda y la historia se
cifra el origen del triángulo insular que hoy constituye el estado Nueva
Esparta. La fundación de Nueva Cádiz, si bien fue una cruenta realidad
que cimentó el conquistador-explotador durante la primera mitad del
siglo XVI, la acción de la naturaleza arrasó y arrastró toda su “industria”
al fondo del mar hasta convertir esa historia de medio siglo en espejismo
y sustratum de todas las ficciones posibles. Fábulas, mitos, leyendas
7